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Los bandos de Verona

Francisco de Rojas Zorrilla



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PERSONAS
 

 
ALEJANDRO ROMEO.
CARLOS ROMEO.
ANTONIO CAPELETE.
ANDRÉS CAPELETE.
CONDE PARIS.
JULIA CAPELETE.
ELENA ROMEO.
ESPERANZA.
LEONOR.
GUARDAINFANTE,   gracioso.
OTAVIO,    criado.
SOLDADOS.





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Salen JULIA, ELENA, ESPERANZA y LEONOR.

 
ELENA
¿Lloras mi Julia?
JULIA
Sí, Elena.
ELENA
Templa el llanto a tus enojos.
JULIA
Dos nubes hay en mis ojos
que ha congelado una pena.
ELENA
Lluevan, pues, y tu dolor
mengüe, si alivio le das.
JULIA
Antes cuanto lloro más,
se hace la lluvia mayor.
ELENA
¿Di, cómo?
JULIA
Mira la nube
preñada de exhalaciones,
que a penetrar las regiones
del aire diáfano sube.
que si del rayo el calor
le hace derretir la nieve,
de aquello mismo que llueve
va naciendo otro vapor.
Mira un río a su albedrío
que al mar se va a despeñar,
y por sus venas el mar
le vuelve a hacer que sea río.
Iguales hoy los enojos
son del mal que me condena,
una lloro, y otra pena
vuelve a congelar mis ojos.
Despeño el corriente frío
de mis mejillas al mar,
y este mar vuelve a prestar
caudales de plata al río.
¿Pues qué importará en rigor
despeñar corriente igual,
si río logro un caudal,
y nube abrazo un vapor?
ELENA
A visitarte he venido
por templarte esos enojos,
y habla mi voz con tus ojos
y aun no me escucha tu oído;
que tienes razón confieso;
di tu mal, y no lo llores:
yo también siento dolores
y no los lloro por eso:
dime tu pena también.
JULIA
Declárame tu dolor.
ELENA
¿Tú qué lloras?
JULIA
Un amor;
¿tú qué sientes?
ELENA
Un desdén.
JULIA
Querida soy, y mi vida
de imposibles adolece.
ELENA
Mayor mi desdicha crece,
pues quiero y no soy querida.
JULIA
Mi amante y dueño sabrás
que me quiere más que a sí.
ELENA
Mi amante me quiere a mí
de cumplimiento no más.
JULIA
Como a mi amante lograra
hoy fuera mi amor dichoso.
ELENA
Quisiérame a mí mi esposo,
y mas que no le gozara.
JULIA
Que no le amas tanto creo.
ELENA
Tibio está tu antiguo ardor.
JULIA
Esa es tema y no es amor.
ELENA
Ése no es más de un deseo.
JULIA
Mal le sabes definir.
ELENA
Que es imagino en rigor
mala urbanidad de amor
el querer por conseguir.
JULIA
Quien no aspira a merecer
no quiere.
ELENA
Engañada estás,
antes quiere mucho más
la que quiere por querer,
y este amor goce renombre
que estrella ha infundido bella.
JULIA
Eso es amar una estrella
y esotro es amar un hombre.
ELENA
Con verle está mi pasión
con templanza y sin enojos.
JULIA
Eso es halagar los ojos
y enojar el corazón.
ELENA
Tú no sientes mi desdén.
JULIA
Tú no sabes mi pasión.
ELENA
Julia, tú tienes razón.
JULIA
Elena, tú dices bien.
ELENA
Salga en palabras veloz
a declararse mi agravio.
JULIA
Use mi pena del labio,
logre mi queja la voz.
ELENA
Decirte mi mal quisiera.
JULIA
Oye mi dolor ahora.
ELENA
Salte allá fuera, Leonora.
JULIA
Esperanza, vete fuera.

 (Vanse las criadas.) 

Ya sabes que esta ciudad
de Verona, en civil guerra
cuatro años ha padecido
la prolija competencia
de dos antiguas familias
que la dan lustre y nobleza.
Montescos y Capeletes,
en cuyas cenizas muertas
de no apagados del odio
y de cubiertos en ella,
por memoria o por reliquia
algunos carbones queman.
ELENA
Ya sé todo lo que dices,
y que la amistad estrecha
que en las dos se ha conformado,
aunque en linajes opuestas
nos ha unido tan iguales,
que excepción damos violenta
desta regla de la ira
siendo, del hado a la fuerza,
tú del árbol Capelete,
yo de la rama Montesca.
JULIA
Fue el principio destos bandos
una inútil academia
en que justaron un día
el valor y la destreza.
Tu padre Otavio Romeo
(a cuya anciana experiencia
Verona debió más lauros
que Roma triunfos a César)
mantenedor de un torneo,
vibrando en la mano diestra
contra su competidor
asta de pino ligera,
por la visera una astilla
halló la entrada tan cierta
(Que a veces hace el acaso
mucho más que la destreza),
que dio la muerte a mi hermano
Luis Capelet, sin que hubiera
quien achacase a su enojo
de aquella muerte una seña;
mas como la sangre es fuego,
sopló el dolor la materia
de la envidia, que fue siempre
una hipócrita pavesa
que está ardiendo como viva
y humeando como muerta;
y todos los Capeletes
cobrar la venganza intentan
en tu noble padre anciano,
que entre valores envuelta
rindió la vida, dejando
póstuma otra vida nueva
que nació de aquella muerte,
porque toda Italia sepa
que las canas de los nobles
(bien que embotadas parezcan)
cobran más seguros filos
si se aguzan en la ofensa.
Tu hermano Alejandro, entonces
la espada indigna soberbia
en venganza de su padre,
con tanta ira, que apenas
logró del primer amago
la satisfacción primera
cuando todos los Montescos
sus parciales, aprovechan
la ira más que el valor,
y con saña torpe y ciega
no perdonan Capelete
que de su espada sangrienta
no sea ejemplo de sí
y escarmiento de otro sea.
Anciano en quien florecieron
canas de cien primaveras,
dio por fruto los corales
que maduraba en sus venas,
tierno infante que en la cuna
se adormeció a la querencia
del arrullo, a su inocente
noble sangre se gorjea:
llegó la saña a los templos,
la voz regiones penetra;
¡vivan los Montescos! dicen
los unos, los otros ¡mueran!
Capelete allí agoniza;
un Montesco allí pelea
con la muerte; el alarido
se escucha, mas no la queja;
cayose aquel edificio,
a titubear otro empieza,
y son puntales del flaco
los que del caído cuelgan.
Da el hijo voces al padre,
la madre al hijo lamenta,
y con ser tan grande el daño
aun es mayor la sospecha.
Llega Alejandro a mi casa,
y tan indignado llega
a dar la muerte a mi padre,
que no hallándole, se venga
en los criados, y entrando
más adentro, no reserva
pintado halcón, que las aves
descubre en ruda floresta;
maniatado bruto, a quien
regaló mano grosera;
temporal ave, que canta
en la infancia de la selva;
y llegando hasta una cuadra
donde mis pestañas negras
iban ensartando el llanto
que se quejaba en mi pena,
quiere darme muerte; y yo,
porque no se compadezca
de mi llanto, doy al rostro
esa blanca usada tela
a quien ocupa el dolor
y le inventó la limpieza.
Con el acero me busca
y con la mano siniestra
quita el Cambray de mis ojos,
y no los ha visto apenas,
cuando dejó en el amago
a la ejecución perpleja.
En fin, si fue piedad suya
o fuese verme tan muerta
que estaba inútil su acero
no estando ociosa mi pena:
o fuese verme rendida,
o fuese porque es nobleza
del rayo no emplear iras
donde faltan resistencias:
o fuese por mi hermosura,
o porque (aunque no la tenga)
no se hacen todos los ojos
a la luz de la belleza:
o fue, qué sé yo por qué,
que siempre en estas materias
aquello que no se sabe
es aquello que más prenda;
apagar hizo aquel odio
que ardiendo en nobles centellas
tuvo en el mismo no arder
aun más pertinaz materia.
Agradezco su valor,
y quedé, decir pudiera,
mucho más que agradecida;
mas quedó en mí la dolencia;
porque habrá alguno que llame
facilidad a la fuerza.
Solicítame después
con cuidado y con fineza;
dile oídos, y él me dijo
aquellas mentiras tiernas,
que, sabiendo que lo son,
no hay mujer que no las crea.
Háblame una y otra noche
por los hierros de una reja;
rogaba, escúchole el ruego;
quejábase, oigo la queja;
finge enojos como airado,
y créolos como necia;
pídeme en mi casa entrada,
cierro a su oído la puerta;
porfía, no lo permito;
háceme aquellas protestas
que hacen todos, y ninguno
cumple, aunque cumplirlas quiera.
Déjole entrar en mi casa,
vase hallando mucho en ella;
díceme que es ya lo más
haber entrado a esta fuerza;
que me rinda a los partidos
de ser mi esposo. Aquí vieras,
ya su ruego, ya su amor,
pelear con mis sospechas.
Creía yo sus palabras
como amante, y al creerlas
sólo la desconfianza
de mí me tuvo suspensa.
A mí sola me temía;
que mala hora es aquella
en que una mujer de partes
desconfía de sí mesma.
mi amor ya le has entendido,
ya te dije su asistencia;
yo soy mujer, y él galán;
hubo días, hay finezas.
El trato es parcial de errores,
la noche siempre es tercera;
Y así... pero no eres tú
tan bozal, tan extranjera,
que no entiendes el lenguaje
del amor; calle mi lengua,
y colige mi desdicha
de mi silencio en las señas;
que males deste linaje
no se entienden si se cuentan,
y sólo se explican más
si los calla la vergüenza.
Ya por el mar de las dudas
navegaban mis sospechas
por el viento de un suspiro
y un leve Cambray por vela;
cuando halle próspero el cielo,
y a mi Alejandro que intenta
con rendimientos más finos
solicitarme más tierna.
Mas desde entonces me quiere,
y al ver que soy la primera
que quiere a un hombre premiado
por mérito o por estrella,
dije, viéndome al espejo,
que me halaga y lisonjea
mientes cristal, que me finges
en sombras una belleza,
que no fuera yo dichosa
si yo no fuera algo fea;
pero como siempre el mal
es sombra del bien, y es fuerza
que a una dicha que es gran dicha
una desdicha suceda,
mi primo, Andrés Capelete,
casarse conmigo intenta,
y a mi padre o mi enemigo,
con porfías y con quejas
le pide mi mano, y él,
por su sangre y por sus prendas,
parece, aunque no le admite,
que tampoco le desprecia.
Hoy mi padre me ha pedido
que con él case; tú piensa
a cuántos riesgos están
mi vida y mi fama expuestas.
Si a casar con él mi padre
me obliga, si no me fuerza,
mal podré sin honra ser
mujer de quien honra tenga.
Pues si Alejandro, mi dueño,
sabe que hay quien me pretenda
y que yo escucho este amor,
me expongo a que me aborrezca;
que aunque celos vulgarmente
dan a este fuego materia,
también se sabe que hay muchas
excepciones desta regla,
que unos con celos se encienden,
y otros con celos se hielan.
Casarme con Alejandro
no es posible, aunque pudiera,
pues mi padre es su enemigo
o por venganza o por tema:
y que ha de ser tan difícil,
imagina mi dolencia,
que le quiera por esposo
como que yo no le quiera.
De suerte, que un enemigo
sitiando esta fortaleza
a desembocar mis ojos
(foso de mi amor) se acerca.
si al socorro de Alejandro
voy esperando que venga,
¿cómo si le estorban tantas
artificiales trincheras?
Olvidarle no es posible;
casar con otro es violencia;
obedecer a mi padre
no es obedecer mi estrella;
para aguardar que se ajusten
estos bandos no hay paciencia;
convalecer, no es posible;
desesperar, es flaqueza;
olvidar, cruel remedio;
querer, imposible fuerza;
quejarme más, no es valor;
callar más, no es fortaleza;
y así, pues sabes de amor,
como amante me aconseja,
amiga me persuade,
y como hermana me templa,
porque te deba mi fama
y porque mi amor te deba,
ella decentes alivios,
y él maduras experiencias.
ELENA
Pues yo te quiero contar
mayor pena.
JULIA
No lo creo.
Dila.
 

(Sale ESPERANZA.)

 
ESPERANZA
Alejandro Homeo
dice que te quiere hablar.
JULIA
¿Es él, o me has engañado?
ESPERANZA
Por señas que trae consigo
a Carlos, su grande amigo,
que es quien siempre anda a su lado.
JULIA
¡Qué querrá, cielos! ¿qué es esto?
ESPERANZA
Dentro, en la antesala está.
JULIA
Dile que no se entre acá,
que aunque no vendrá tan presto
mi padre, le temo.
ALEJANDRO

 (Dentro.) 

Di
que tengo de entrar.
JULIA
Señor,
advierte que no es amor
no mirar por ti y por mí.
ALEJANDRO

 (Dentro.) 

Ahora mi intento sabrás,
mi imposible soberana;
¿estás sola?
JULIA
Sí, tu hermana
está conmigo no más;
vete, Alejandro, que yo
verte a la noche confío.
ALEJANDRO

 (Dentro.) 

¿No vino un criado mío
a darte un recado?
JULIA
No.
 

(Salen ALEJANDRO y CARLOS.)

 
ALEJANDRO
Pues a decir mi cuidado
se arroja mi confianza.
JULIA
Cierra esa puerta, Esperanza,
presto, y vete, dueño amado.
ALEJANDRO
Pues bien, podéis iros vos.
CARLOS
Esperando os quedaré.
ALEJANDRO
Idos, que yo os buscaré.
CARLOS
Pues adiós, amigo.

 (Vase.) 

ALEJANDRO
Adiós.
Julia, yo no vengo a verte,
a tu padre vengo a hablar.
JULIA
¿Qué dices?
ALEJANDRO
Y a remediar
con una voz una muerte.
Pedirte por dueño quiero,
que no tengo por peor
fallecer de su rigor
si de tu esperanza muero.
Que te adoro le diré,
que bien veo (aunque estoy ciego)
que por arriesgar un ruego
no se aventura una fe.
Los bandos que yo encendí
el tiempo los apagó;
días ha que dura el no,
instantes hay para el sí.
A poner remedio acuda
mi fe a esta dificultad,
muera yo de una verdad
si he de morir de la duda.
JULIA
Dueño mío, ¿cómo un daño
tan evidente no ves?
ALEJANDRO
Ya de mi dolencia es
medicina el desengaño.
JULIA
Mira...
ALEJANDRO
Tu amor no divierta
mi intento, porque es en vano
porfiar.
ELENA
Considera, hermano...

 (Llaman.) 

ESPERANZA
Llamando están a la puerta.
JULIA
¿Quién puede ser? ¡muerta estoy!
Mira quién es al instante.
ESPERANZA
¿Quién llama?
GUARDAINFANTE

 (Dentro.) 

Yo.
ESPERANZA
¿Es Guardainfante?
GUARDAINFANTE

 (Dentro.) 

Abre, Guardainfante soy.
JULIA
Ábrele.
 

(Entra GUARDAINFANTE, lleno de yeso.)

 
GUARDAINFANTE
Sea Dios aquí.
ALEJANDRO
¿Cómo vienes tan manchado?
GUARDAINFANTE
¿Aquí estás?
ALEJANDRO
¿Cómo has tardado
tanto en llegar?
ESPERANZA
Habla, di.
ALEJANDRO
Un recado que le he dado,
¿cómo a traerle no vino?
GUARDAINFANTE
¿No ves tú que en el camino
me han dado a mí mi recado?
JULIA
Esperanza: cierra ahí,
¡no entre mi padre!
ESPERANZA
Sí haré.
GUARDAINFANTE
No hará, que yo le dejé
más de diez calles de aquí.
ALEJANDRO
Habla.
ESPERANZA
¿Aun a hablar no se atreve?
ELENA
¿Qué sucedió?
GUARDAINFANTE
¿Hay tal porfía?
ESPERANZA
¿Qué es eso? ¿es alojería?
GUARDAINFANTE
Es el diablo que la lleve.
JULIA
Ea, Guardainfante, hablad.
ALEJANDRO
Habla, nada te acobarde.
GUARDAINFANTE
Ya sabes tú que ayer tarde
cené mucho.
ALEJANDRO
Así es verdad.
GUARDAINFANTE
Salí de casa a llevar
un recado esta mañana,
y en la calle me dio gana
de volver a descenar.
Y aunque por diez avestruces
tengo el calor natural,
entreme en cierto portal,
y hallele lleno de cruces.
Partí luego diligente
con gran prisa y gran afán
a entrar en otro zaguán,
y hallele lleno de gente.
A otro paso, y éste dejo
con mi pasión natural,
y hallo ocupado el portal
de un zapatero de viejo.
Voy después con ansia fiera
a otro que estaba primero,
y encuentro en él un hormero,
y en otro una soletera.
Voy, la gana decentada,
hacia una obra que vi,
y por la calle que fui
dejé gran obra cortada.
Entré en la obra con mil
ansias, que el descanso cobra,
y viome empezar la obra
cierto peón de albañil:
¿Qué hace aquí? -me dijo, viendo
la prisa con que acudí;
pero yo le respondí,
-No hago, que estoy deshaciendo.-
A un alarife vi ser
quien más me estaba mirando,
y dije, éste está ajustando
qué cascote he menester.
Quíseme escapar por eso:
tarde al remedio acudí,
trajeron el cuezo allí
donde tenían el yeso,
y pusiéronse a la par
a tabicar el postigo;
que no me le cierren, digo,
y el maestro dijo: Alzar.-
Un peón como un Roldán,
dijo a esotros: No le deis,
Montescos somos los seis,
y es Montesco este galán.
-Es así (dijo un pobrete
con furia muy temeraria)
pero su parte contraria
bien se ve que es Capelete.-
Hicieron luego otra masa
de yeso vivo y cal muerta,
vaciáronme por la puerta,
y fuime a enjuagar a casa.
ALEJANDRO
En fin, mi intento divierto.
¿No hablaré a tu padre?
JULIA
No;
dime tú, ¿quién más que yo
sabe de mi padre?
ALEJANDRO
Es cierto;
pues no se aventure todo;
lo que me ordenas haré.
JULIA
Esta noche te veré,
y dispondremos el modo
para hablarle con templanza,
y ocasión que hacerlo quiera.
ALEJANDRO
Y será la vez primera
que halle puerto una esperanza.
JULIA
Mas cuando me niegue el sí,
mi amor no te olvidará.
ALEJANDRO
Ni el hado permitirá
que yo te aborrezca a ti.
JULIA
Mas si te hallase mudado.
más quiero, dueño querido...
ALEJANDRO
¿Qué?
JULIA
Que hayas aborrecido,
que no que hayas olvidado.
ALEJANDRO
¡Oh qué mal sabes curar
los accidentes de amor!
Dime, Julia, ¿no es peor
aborrecer que olvidar?
JULIA
Tu falsa opinión por necia
no debe ser admitida,
que el que aborrece, no olvida,
pero el que olvida, desprecia.
ALEJANDRO
Aborrecer he creído
que al necio olvidar excede,
que en una memoria puede
hallar remedio un olvido.
Difícil es ver trocado
un odio en amor posible;
y acordarse es imposible
de aquello que se ha olvidado.
Luego si con mi argumento
te pongo por ejemplar
que es tan difícil amar
sobre un aborrecimiento;
y ahora colegirás
con evidencia también,
que es tan fácil querer bien
sobre un olvido no más;
luego va (por no entendida)
toda tu opinión errada,
y es mejor ser olvidada
que no ser aborrecida.
JULIA
Sí, pero el que ha aborrecido,
y aborrece, puede ser
que en el mismo aborrecer
se acuerde de que ha querido.
Pero aquel que se olvidó
de las glorias de amor loco,
aun no se acuerda tampoco
del tiempo que aborreció.
Pues más quiero, aunque esté errada
esta mi opinión creída,
ser por odio aborrecida,
que por desprecio olvidada.
ALEJANDRO
Aborrecer he pensado
que es vengarse.
JULIA
Es porfiar,
y olvidar es no estimar
aquello que se ha gozado,
ALEJANDRO
Divertido sólo está
quien olvida, airado no.
JULIA
Por eso el que aborreció
nunca se divertirá.
ALEJANDRO
Falsa es tu razón.
JULIA
No es buena
la que sigue tu pasión.
ALEJANDRO
Elena, di tu opinión.
JULIA
Di tu parecer, Elena,
habla amiga por tu vida.
ELENA
Si responder es forzoso,
el conde Paris, mi esposo
me ha aborrecido, y me olvida.
ALEJANDRO
Pues si antes te ha aborrecido...
JULIA
Ahora olvida tu fe.
ALEJANDRO
¿Cuál sentiste más?
JULIA
¿Cuál fue?
ALEJANDRO
Di la verdad.
ELENA
El olvido;
porque más estimo yo
(dado que le halle inconstante)
que hoy se acuerde el que es amante
de que ayer me aborreció,
que no (en mi desprecio) ver,
cuando yo más fina estoy,
que llegue a olvidarme hoy
de que me ha querido ayer.
JULIA
Esa opinión acredito.
ALEJANDRO
Esta sigo.
JULIA
Errado vas.
ALEJANDRO
Escucha.
JULIA
Porfiado estás.
GUARDAINFANTE
Con licencia este ejemplillo.
quiere alguna dama bien
a un galán por su dinero,
destos que dan un puchero
(aunque hay pocos que lo den).
y ella, con muy malos modos,
con verle fino y fiel
vino a hacer después con él
lo que hacen todas con todos.
Como era dama del pasto,
bien que a los riesgos del susto,
tenía otro del gusto,
que esto pasa a los del gasto.
Ve el gastador sus errores
(así el que es bobo se llama);
que poner sitio a una dama
no se hace sin gastadores;
vase airado y furibundo,
déjala el tal caballero,
después que ha sido el postrero
que supo lo del segundo.
Mas la dama escarmentada
de ver que el galán perdió,
que ayer con olla se vio
y hoy se mira desollada;
y viendo que obrando van
tantas hambres enemigas,
en casa de sus amigas
anda rondando al galán.
Y sabiendo que va allí
a verlas todos los días,
las pregunta: amigas mías,
¿este hombre no habla de mí?
-Él te llega a aborrecer,-
la dicen, sabe sentir,-
y ella empieza a discurrir,-
este hombre ha de volver.-
Y dicen ellas así
cuando en su cónclave están
peor fuera que mi galán
no hablara nada de mí
pues si las damas del pido,
como en mi ejemplo verás,
solicitan mucho más
el odio que no el olvido,
con fingir una pasión
que a ser pasión no se asoma;
¿Porque las damas del toma
no han de seguir su opinión?
ALEJANDRO
No quiero más porfiar.
JULIA
De ti me dejo vencer;
¿tú no me has de aborrecer?
ALEJANDRO
No.
JULIA
¿Tú no me has de olvidar?
ALEJANDRO
A desconfianza pasa
ese recelo, esa pena.
JULIA
Esto hace amor.
ALEJANDRO
Ven, Elena,
Te iré acompañando a casa.
Adiós, divino arrebol,
en cuyos rayos cegué,
que esta noche te veré.
JULIA
¡Oh, muérase presto el sol!
ELENA
Y otra vez en tan civiles
cosas no porfiéis los dos.
ALEJANDRO
Pues adiós, esposa.
JULIA
Adiós.
 

(Llaman a la puerta.)

 
ESPERANZA
Tu padre.
GUARDAINFANTE
Los albañiles.
ALEJANDRO
Hablarele.
JULIA
Mira, esposo,
que todo se echa a perder.
ALEJANDRO
¿Yo me tengo de esconder?
ANTONIO

 (Dentro.) 

Abrid aquí.
JULIA
Ya es forzoso
esconderte.
ALEJANDRO
¿Habrá templanza
en mi fortuna cruel?
JULIA
Elena, éntrate con él;
Abre esa puerta, Esperanza.
ELENA
¡Qué torpe estoy!
ALEJANDRO
¡Estoy muerto!
Quiérome esconder por ti.
 

(Escóndense ALEJANDRO, ELENA y GUARDAINFANTE al paño.)

 
 

(Salen ANTONIO y ANDRÉS.)

 
ANDRÉS
Voz de hombre digo que oí.
ANTONIO
No puede ser.
ANDRÉS
Esto es cierto.
ANTONIO
Ya estás, Andrés, importuno.
ANDRÉS
Vedlo, y veréis que es así.
ANTONIO
Julia, ¿quién ha entrado aquí?
JULIA
Aquí no ha entrado ninguno.
ANTONIO
¿Veis, sobrino, cómo vos
sois porfiado?
JULIA
Puede errar.
ANTONIO
Pues mi casa he de mirar
por la duda, vive Dios.
JULIA
Satisfacerle es en vano
a mi primo o mi enemigo
porque ha de tomar conmigo
el parentesco de hermano.
ANDRÉS
Dices bien.
JULIA
Y eso ya pasa
a necedad.
ANDRÉS
Irme quiero.
ANTONIO
Esperad, porque primero
he de ver toda la casa.
ANDRÉS
Yo creo vuestra verdad.
JULIA
El dolor me tiene muda.
ANTONIO
Yo he de curar una duda
con una experiencia; entrad.
ANDRÉS
No he de entrar.
ANTONIO
Hoy ha de ver
en mi verdad a su error
JULIA
Primero mira, Señor...
ANDRÉS
Yo no intento...
ANTONIO
Esto ha de ser.
JULIA

 (Ap.) 

Él entra ahora ¡ay de mí!
Y a Alejandro ha de encontrar.
ANDRÉS
¡Que viniese yo a enojar
a Julia!
ANTONIO
¿Quién está aquí?
ANDRÉS
Un hombre halló.
JULIA

 (Ap.) 

¡Estoy perdida!
ANDRÉS
Entrar a ayudarle intento.
ANTONIO
Diga quien es al momento,
si quiere librar su vida.
 

(Saca a GUARDAINFANTE.)

 
GUARDAINFANTE
Suplico a usted que se espere.
ESPERANZA
A Guardainfante encontró.
ANDRÉS
Diga quién es o si no...
GUARDAINFANTE
Un albañil, ¿qué me quiere?
ANTONIO
¿Pues qué hay aquí que labrar
ANDRÉS
¿No responde?
GUARDAINFANTE
¿Hay tal sobrino?
ANTONIO
¿Cómo no dice a qué vino?
GUARDAINFANTE
Yo he venido a trastejar.
ANTONIO
Ya que trastejar quisieras,
¿junto a mi cama hay tejado?
GUARDAINFANTE
¿Pues qué cama de hombre honrado
hay que no tenga goteras?
ANTONIO
Pues dime, ¿quién te llamó
a mi casa?
GUARDAINFANTE

 (Ap.) 

Él me ha pescado,
¿qué diré?
ESPERANZA

 (Ap.  

Él se ha turbado.)
El casero nos le envió
para que el tejado viera.
ANTONIO
¿Hale visto?
ESPERANZA
No le vio.
ANDRÉS
A este aposento ¿a qué entró?
ESPERANZA
A sacar una escalera.
GUARDAINFANTE
Sor sobrino, fondo en yerno,
¿quiéreme usted dejar?
ANTONIO
¿En verano trastejar?
GUARDAINFANTE
Sí, Señor, para el invierno.
ANTONIO
Vuelva otra vez, que ahora vino
a muy mal tiempo.
GUARDAINFANTE
Eso no.
ANDRÉS
¿Por qué?
GUARDAINFANTE
No trastejo yo
en casa donde hay sobrino.
ANDRÉS
Váyase.
GUARDAINFANTE

 (Ap.  

Ahora me río,
burlados quedan los dos.)
Ah, señor sobrino, adiós.
ANDRÉS
Adiós.
GUARDAINFANTE
Servidor, seor tío.

 (Vase.) 

ANTONIO
Y vos idos luego, Andrés
JULIA
¡Alentad, sospecha mía!
ANTONIO
Que ha sido gran demasía
la vuestra.
ANDRÉS
Confieso, que es
enojarte yerro mío.
ANTONIO
Vuestra, Julia, no será.
JULIA
Que mi padre no querrá
violentarme el albedrío.
ANDRÉS
¿No os merezco yo?
ANTONIO
Eso es.
JULIA
¡Qué ignorante!
ANDRÉS
Bien decís.
ANTONIO
Calla tú.
ESPERANZA
El conde Paris
quiere hablarte.
ANTONIO
Idos, Andrés,
vete Julia
JULIA

 (Ap.  

¡Soy de hielo!)
Por no escucharte me iré.
ANDRÉS

 (Ap.) 

¡Gran crueldad!
JULIA

 (Ap.) 

Cielos, ¿qué haré?
 

(Vase ANDRÉS, y JULIA se queda al paño; y salen al paño a otra puerta ALEJANDRO, y a otra ELENA.)

 
 

(Sale EL CONDE.)

 
CONDE
Amigo, guárdeos el cielo.
ANTONIO
Traed sillas.
CONDE
No las pidáis.
ANTONIO
¿Por qué?
CONDE
Porque mi cuidado
no puede estar sosegado.
ANTONIO
Pues decid, ¿qué me mandáis?
CONDE
Que a una discreta venganza
me ayudéis sólo quisiera;
vaya esa criada fuera.
ANTONIO
Vete allá fuera, Esperanza.
CONDE
¿Estamos solos?
ANTONIO
Sí, amigo.
ALEJANDRO

 (Al paño.) 

Salir ahora es forzoso.
ELENA

 (Al paño.) 

Veré qué intenta mi esposo.
ALEJANDRO

 (Al paño.) 

Escucharé mi enemigo.
JULIA

 (Al paño.) 

Escuchar desde aquí intento;
ojos, el llanto templad.
ANTONIO
Ea, Conde amigo, hablad.
CONDE
Atended.
ANTONIO
Ya estoy atento.
CONDE
Noble Antonio Capelete,
en cuyas canas y acero
debe la Milicia triunfos
y experiencias el consejo;
yo enfermo de dos dolencias,
en dos accidentes peno;
yo tengo odio y tengo amor,
yo quiero bien y no quiero.
Dos extremos hay en mí
sin hallar el medio en ellos
que aunque no se pueden dar
extremos sin que haya medio,
amo con tanta pasión,
con tanta ira aborrezco,
que no veo más en mí,
cuando verme más deseo,
sino a un extremo del odio
y del amor otro extremo.
ANTONIO
¿Aborrecéis y queréis
a un tiempo a un mismo sujeto?
CONDE
No, Antonio; dos son los males,
dos causas hay para ellos,
y tengo para los dos
repartidos dos afectos.
ANTONIO
¿A quién queréis me decid?
CONDE
Quiero deciros primero
a la que aborrezco airado
por gastar este despecho,
y después a la que adoro,
porque si a la voz enseño
a pronunciar los ardores,
que errará las iras temo
con el curso que a la voz
hace el labio lisonjero;
pero no errará después,
si antes por el odio empiezo;
que el que ha de contar que adora,
es bien que diga primero
que ha aborrecido, y no es bien
de odio y de amor en el duelo
que el que cuenta que ha querido
diga que aborrece luego.
ANTONIO
¿Pues a quién aborrecéis?
Ea, decídmelo presto.
CONDE
Sí haré, porque tengo gana
de decir a la que quiero.
ANTONIO
Decid.
CONDE
A Elena, mi esposa,
es a la que yo aborrezco.
ELENA
¡Cómo duele el escucharlo
aun mucho más que el saberlo!
ANTONIO
¿Pues no la adorabais antes?
CONDE
El que entra a un jardín ameno,
elige la azul violeta
porque la encontró más presto
que a la rosa que esperaba
púrpura y nácar vertiendo;
mas luego que ve a la rosa,
reina del campo, que ha puesto
para guardar su hermosura
las espinas por archeros,
porque la ve más guardada
la procura. (¡Oh vil respeto
de los hombres que nos vamos
a solicitar los riesgos!)
Y porque es inconveniente,
no porque es mejor, queremos
más el desdén de una espina
que de otra flor el requiebro.
ANTONIO
¿Pues por qué la aborrecéis?
CONDE
Como Alejandro Romeo
es su hermano, y como es
del árbol noble Montesco
y yo Capelete soy,
con ver que a mi lado tengo
una mujer que me es siempre
embarazo para el lecho,
fatiga para el descanso,
e inquietud para el sosiego,
estoy tan desesperado.
ANTONIO
¿Por qué?
CONDE
Porque como al tiempo
que yo me casé con ella
no estaba encendido el fuego
de aquestos bandos que hoy
arde en callados incendios,
es mi sentimiento más,
y ha llegado mi despecho
a tiempo que la he querido
dar la muerte; mas no quiero,
puesto que hoy puedo un ardid,
aprovechar un acero.
ANTONIO
¿Pues qué intentas?
CONDE
Escuchad.
ANTONIO
Decid el intento.
CONDE
Intento
que el juez dé este matrimonio
por nulo.
ANTONIO
Hablad.
CONDE
Porque al tiempo
que yo casé con Elena,
tan mal me quiso este tiempo,
que viendo que hermano y padre
me hicieron su esposo y dueño,
protestó que la casaban
por fuerza.
ANTONIO
¿Y hay instrumentos
para probarlo?
CONDE
Sí, amigo.
ANTONIO
¿Y ella convendrá en hacerlo?
CONDE
No.
ANTONIO
¿Pues qué pensáis hacer?
CONDE
Desta misma fuerza espero
valerme; si ella quisiera
no ser mi esposa, ¿no es cierto
que el matrimonio se diera
por inválido?
ANTONIO
Eso entiendo.
CONDE
Pues yo me he de aprovechar
de su misma fuerza, puesto
que si ella fue violentada,
fue el matrimonio violento.
ANTONIO
¿Y ella os quiere?
CONDE
ANTONIO
¿Por qué
vos la aborrecéis?
CONDE
Por eso,
que es pensión del que aborrece
ser querido.
ANTONIO
¡Oh, cuánto precio
que estas ramas apartadas
del Capelete árbol regio
vuelvan al cuerpo del árbol!
CONDE
No quede vivo un Montesco
sin que en pálidas cenizas
espíritus libre el viento.
ANTONIO
Deraos primero la muerte
a este Alejandro Romeo,
pues sin la cabeza quedan
defectuosos los miembros.
ALEJANDRO
¡Oh traidores!
JULIA

 (Ap.) 

¡Oh palabras,
que me penetráis el pecho!
CONDE
Pues más falta.
ANTONIO
¿Qué más falta?
CONDE
Que prometáis...
ANTONIO
No os entiendo.
CONDE
Que dado que el matrimonio
de Elena quede deshecho
me daréis...
ANTONIO
¿A quién?
CONDE
A Julia
por esposa.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

Ahora, cielos,
es ocasión de morir.
JULIA

 (Ap.) 

Ahora, ahora un acero.
ANTONIO
¿Luego es a quien vos queréis?
CONDE
Es la luz por quien yo veo.
ANTONIO
Sí; mas si yo os la ofreciere,
y el matrimonio a este tiempo
por defecto de probanza
quede válido...
CONDE
Yo ofrezco
ser su esposo, viva Julia
ANTONIO
Conde amigo, mucho temo
que no lo podáis cumplir,
que aunque es verdad que yo os creo...
CONDE
Vuelvo otra vez a deciros
que hay puñales y venenos,
¿que respondéis?
ANTONIO
Que ya es vuestra.
CONDE
¿Lo cumpliréis?
ANTONIO
Lo prometo.
CONDE
Pues vivan los Capeletes.
ANTONIO
Mueran todos los Montescos.
CONDE
Otra cosa falta ahora.
ANTONIO
¿Qué es?
CONDE
Que habléis a Julia en esto.
ANTONIO
Pues a ese cuarto, que es mío,
os retirad, porque intento...
CONDE
¿Qué es lo que intentáis, amigo?
ANTONIO
Que desde él oigáis mi ruego,
que yo al cuarto de mi hija
voy a hablarla.
CONDE
Mucho os debo.
ANTONIO
Pues vivan los Capeletes.
CONDE
Mueran todos los Montescos,
ANTONIO
Y Alejandro.
JULIA

 (Ap.) 

¡Qué desdicha!
ANTONIO
Con mis manos.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¿A qué espero?
ELENA

 (Ap.) 

Si él ha de entrar yo me arrojo.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

Si me ha de hallar, salir quiero.
ANTONIO
Ha de morir.
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¿A qué aguardo?
ANTONIO
¿Y mi Julia?
JULIA

 (Ap.) 

¡Qué tormento!
CONDE
¿Será mía?
ALEJANDRO

 (Ap.) 

¡Hado cruel!
ANTONIO
¿Y Elena?
ELENA

 (Ap.) 

¿En qué me suspendo?
CONDE
Morirá.
ELENA

 (Ap.) 

¡Grave dolor!
ANTONIO
¿No entráis?
CONDE
Sí, ya os obedezco.
ANTONIO
Pues yo voy a hablar a Julia
CONDE
Y yo voy a obedeceros.
ANTONIO
Viva Julia.
CONDE
Muera Elena.
ANTONIO
Muera Alejandro Romeo.
 

(Salen ALEJANDRO y ELENA.)

 
ALEJANDRO
No querrá el cielo traidores.
ELENA
Ingrato, no querrá el cielo.
ANTONIO
¿Pues cómo tú aquí, Alejandro?
CONDE
¿Tú, Elena, cómo aquí dentro?
JULIA

 (Ap.) 

¿Ahora qué he de hacer de mí?
ANTONIO
¡Estatua soy!
JULIA

 (Ap.) 

¡Muerta quedo!
ANTONIO
Dentro de mi casa ¿cómo
ahora?
ELENA
¡Mi muerte temo!
ANTONIO
¡Profanáis este sagrado!
ALEJANDRO
Respóndeme tú primero
cómo eres traidor, que yo
te daré respuesta luego.
CONDE
¿Tú, cómo estás aquí, Elena?
ELENA
Respóndeme tú si es yerro
que te quiera yo, y después
diré cómo entré aquí dentro.
ANTONIO
Yo busco a la ofensa mía
la venganza como puedo.
ALEJANDRO
Hija es del valor la ira,
pero la traición del miedo.
CONDE
Tú eres del contrario bando.
ELENA
También tu aborrecimiento
es contra el bando de amor,
y te adoro a todo riesgo.
ALEJANDRO
¿Pues qué intentas?
ANTONIO
Darte muerte
 

(Sale ANDRÉS.)

 
ANDRÉS
Y yo a tu lado pretendo
dar venganza a una sospecha.
CONDE
Amigos, muera Romeo.
ALEJANDRO
Para traidores sois pocos.
 

(Sale JULIA.)

 
JULIA
Padre y señor, si merezco
que hallen lugar en tus iras
las caricias de mi ruego,
sabe que... (Ap.   Desta manera
remediar procuro un riesgo.)
ANTONIO
¿Qué decís?
JULIA
Que es Alejandro
mi amante, mi esposo y dueño,
y que das muerte a tu honor
si le matas.
ANTONIO
Antes quiero
porque no muera mi honor
darle muerte.
CONDE
Pues yo empiezo
ahora a tener más iras.
porque empiezo a tener celos.
ANDRÉS
Pues yo tengo amor también.
luego también yo los tengo.
ANTONIO
Pues muera.
 

(Riñen todos contra ALEJANDRO.)

 
JULIA
Detén la espada.
ALEJANDRO
Traidores...
ELENA
Ten el acero.
ANTONIO
No es traidor el que se venga.
ALEJANDRO
Vive el cielo que me huelgo
que seáis tantos.
 

(Sale CARLOS, pónese al lado de ALEJANDRO.)

 
CARLOS
A tu lado
tienes a Carlos Romeo;
tu criado me avisó
tu riesgo, y vine a tu riesgo,
deudos, parciales, amigos
tuyos me vienen siguiendo.
ALEJANDRO
¡Mueran todos!
JULIA
Ven, Elena
ELENA
¿Dónde vas?
JULIA
Veraslo presto.
ALEJANDRO
Pues mueran los Capeletes.
VOCES

 (Dentro.) 

¡Mueran!
TODOS
¡Mueran los Montescos!
 

(Éntranse acuchillando y tornan salir EL CONDE, sin espada, ALEJANDRO, JULIA y ELENA.)

 
CONDE
Detén la espada, Alejandro.
ALEJANDRO
Muere, traidor.
CONDE
Yo no creo
que la muerte me has de dar
sin espada.
ALEJANDRO
Yo no tengo
lástima del que es traidor,
muere.
 

(Pónese ELENA en medio.)

 
ELENA
Detén el acero,
que es mi esposo.
JULIA
Dale muerte,
que es mi enemigo.
ALEJANDRO
Eso apruebo.
ELENA
Mira que es el dueño mío.
JULIA
Mira que es quien te da celos.
ELENA
Que es mi esposo.
ALEJANDRO
No te quiere.
ELENA
Qué importa, si yo le quiero.
JULIA
Que es quien quiere serlo mío.
ELENA
Mira que no puede serlo.
JULIA
Mira que es traidor.
ALEJANDRO
Bien dices.
ELENA
Que está rendido.
ALEJANDRO
Eso veo.
JULIA
No me quieres, si perdonas
a quien me quiere.
ALEJANDRO
¿A qué espero?
ELENA
No soy tu sangre, si matas
al que es mi esposo y mi dueño.
CARLOS

 (Dentro.) 

¡Mueran Capeletes!
TODOS
¡Mueran!
OTROS
¡Viva Alejandro Romeo!
ANTONIO

 (Dentro) 

Socorro, Andrés Capelete,
que me dan la muerte.
JULIA
Presto,
ve a socorrer a mi padre.
ALEJANDRO
Detente, Carlos Montesco,
no le des la muerte, aguarda.
JULIA
Libra a mi padre de un riesgo,
que si aquesta vida es tuya,
ésta es la que yo le debo.
ALEJANDRO
Pues a ti yo te doy muerte
con dejarte con los celos;
a ti te doy una vida,
pues con tu esposo te dejo;
y a mí me añado un blasón,
pues no te doy muerte y puedo.
JULIA
Presto, esposo.
ALEJANDRO
Vete, Julia
JULIA
Pues a mi casa te vuelvo.
ALEJANDRO
Veré si obligo a tu padre.
CONDE
Veré si vengarme puedo.
ELENA
La vida me debes, Conde
CONDE
Por tu mano no la quiero.
ELENA
¡Muriendo de penas vivo!

 (Vase.) 

CONDE
¡Muriendo de celos muero!

 (Vase.) 

JULIA
Presto esposo.
ALEJANDRO
Adiós, Señora.
JULIA
¿Cuándo nos veremos?
ALEJANDRO
Luego.
JULIA
Déjeme el cielo ser tuya.
ALEJANDRO
Deme esta fortuna el cielo.

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