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ArribaAbajoCapítulo XII

Puertas. Río. Puentes. Canal. Surtido de aguas y proyectos sorbe éstas


Tiene Madrid cinco puertas reales, a saber: las de Alcalá, Atocha, Toledo, Segovia y San Fernando (los Pozos); y doce puertas de segundo orden o portillos, a saber: Recoletos, Santa Bárbara, Santo Domingo (Fuencarral), Conde-Duque, San Bernardino, San Vicente, la Vega, las Vistillas, Gil Ymón, Embajadores, Valencia y la Campanilla. En las cinco primeras hay registro de rentas, y permanecen abiertas hasta las diez de la noche en invierno y las once en verano, pudiendo abrirse en lo restante de ella, y los portillos se cierran al anochecer y no se vuelven a abrir hasta por la mañana.

Puerta de Alcalá. Está situada al fin de la calle de este nombre, mirando a oriente, y da entrada al camino real de Aragón y Cataluña. Es un magnífico arco de triunfo construido en el reinado de Carlos III para perpetuar la memoria de su venida a la corte de España: fue inventado y dirigido por don Francisco Sabatini, y consiste en cinco entradas, tres iguales en forma de arco en el medio, y una cuadrada a cada extremo. Está adornada por fuera de columnas jónicas, dos a cada lado del arco del medio, una

Puerta de Alcalá

  —315→   a cada uno de los otros dos, y otra en cada extremo de la puerta. Los capiteles son los que inventó Miguel Ángel para la fábrica del capitolio en Roma, de donde se trajeron los modelos. Un ático se eleva sobre su cornisa, rematando en frontispicio con las armas reales sobre trofeos y sostenidas por la Fama. La decoración por la parte de Madrid es la misma, con la diferencia de que en lugar de columnas hay pilastras, a excepción de dos para el arco de en medio; los ornamentos son también más escasos, las cornucopias cruzadas sobre las puertas y las cabezas de leones de las claves son obra de don Roberto Michel. Tiene toda la puerta sin contar las armas reales 70 pies de altura; y cada arco 17 pies de ancho y 34 de alto. Toda ella está fabricada de excelente piedra berroqueña, y los adornos y escultura de la de Colmenar. Las rejas son de hierro, y por uno y otro lado tiene esta inscripción: Rege Carolo III. Anno MDCCLXXVIII. Esta puerta por su magnificencia es la primera de Madrid.

Puerta de Atocha. Está al mediodía al concluir la calle de Atocha, y mirando al Prado. Por ella se sale al paseo de las Delicias que, pasando el río, se une al camino de Aranjuez. La puerta es de ladrillo y consta de tres arcos iguales, fabricada en 1748, pero con un gusto tan extravagante, como muchas de las obras de aquella época; por lo que ha sido preciso, con ocasión de las entradas de SS. MM. en los años de 1828 y 29, reformarla por medio de trabajos diestramente dirigidos por el arquitecto don Francisco Javier de Mariátegui con arreglo a las ideas del buen gusto, en cuanto lo permitía su antigua deformidad. En el día presenta una perspectiva   —316→   más lisonjera, tanto por haberla descargado de sus ridículos adornos, cuanto por haberla pintado del color de piedra berroqueña y de Colmenar, coronando el final de su ático por la parte del campo un escudo de armas reales, sostenido por dos genios y acompañados de trofeos de guerra; y en el lado que mira al Prado el escudo de armas de la villa con genios y varios atributos; cuyas obras de escultura han sido ejecutadas por don José de Ágreda y don José Tomás. Igualmente son de este último los grupos y trofeos militares que dan bello realce a los extremos del sotabanco.

Puerta de Toledo. Está al fin de la calle de su nombre también al mediodía, y da entrada al camino real de Andalucía. Esta puerta se ideó y comenzó a construir en 1813 más abajo de donde estaba la antigua, bajo los planes del arquitecto mayor don Antonio Aguado, y se ha concluido en 1827. Consta de un arco de 36 pies de alto y 16 de ancho, adornado con dos columnas estriadas de orden jónico. A los dos lados hay dos puertas cuadradas de 10 pies de ancho y 21 de alto con pilastras estriadas del mismo orden; siendo la altura total de la puerta, sin incluir los grupos y su pedestal, de 65 pies, y su línea 54. Los grupos se elevan 20 pies más. En la fachada que mira al campo se representa a la España (colocada en el centro y sobre dos hemisferios) recibiendo un genio de las provincias (personificadas por una matrona colocada a la derecha de España), para pasarle a las artes que están a la izquierda, por otra matrona con los atributos de ellas. En la fachada que mira al interior de la población está el escudo de armas de la villa sostenido por dos genios,   —317→   y a los extremos de la puerta varios trofeos militares. Esta obra de escultura fue modelada por don José Ginés, y ejecutada en piedra por don Ramón Barba y don Valeriano Salvatierra, siguiendo dicho modelo, excepto la España que está variada. Sobre la entrada principal se lee una inscripción latina que, traducida al castellano en la fachada que mira a la población, dice así: A Fernando VII el deseado, Padre de la Patria, restituido a sus pueblos, exterminada la usurpación francesa, el Ayuntamiento de Madrid consagró este monumento de fidelidad, de triunfo, de alegría. Año de 1827.

Puerta de Segovia, al fin de la calle del mismo nombre mirando al poniente, y dando entrada al camino real de Castilla y Galicia. Fue construida al principio del siglo XVII, cuando se abrió la calle nueva de Segovia (que es desde la costanilla de san Andrés hasta la puerta): la fábrica de ella es pobre con dos arcos iguales de ladrillo, embadurnada de tiempo en tiempo con colorines, que completan su mal aspecto.

Puerta de san Fernando o de los Pozos. Está situada en el extremo de la calle de Fuencarral, junto a los pozos de la nieve, de donde tomó el nombre, hasta que, trasladado a ella el registro de la puerta de Fuencarral, se ha mudado por el que hoy tiene: mira al norte, y da entrada a la carretera real de Francia. Fue fabricada en 1767, y consiste en un arco de piedra con dos puertas más bajas cuadradas a los lados, todo de muy buena arquitectura.

Puerta de Recoletos. Está al concluir el paseo del Prado, y mira al norte. Fue construida en el   —318→   reinado de Fernando VI en 1756. Consiste en un grande arco muy adornado de ambos lados, y cuatro columnas dóricas puestas de dos en dos, rematando en un frontispicio triangular con las armas reales adornadas de trofeos, y a los lados unas figuras medio echadas. Tiene además del arco dos puertas cuadradas más bajas con balaustres encima, y sobre ellas cuatro inscripciones latinas a cual más ridícula. Toda la arquitectura de la puerta es bastante regular.

Puerta de santa Bárbara. Está al fin de la calle de Hortaleza mirando al mismo lado del norte, y dando salida al paseo de los altos de Chamberí. Es de un sólo arco y de mezquina arquitectura.

Puerta de santo Domingo o de Fuencarral. Al norte también y final de la calle ancha de san Bernardo, dando entrada al camino de Fuencarral. Es poca cosa en forma y en materia, y no merece detenerse en su descripción.

Puerta del Conde-Duque. Situada junto al cuartel de Guardias de Corps en la misma dirección que las anteriores. Tomó el nombre de aquel privado, que vivía allí cerca. Se ha reformado últimamente, y consiste en un sólo arco de bella apariencia.

Puerta de san Bernardino. Junto a la casa del Duque de Liria y a muy poca distancia de la anterior se halla ésta mirando al mismo lado. Es de un sólo arco.

Puerta de san Vicente. Está a la bajada de las reales Caballerizas, mirando al Poniente, y fue construida en 1775 cuando se reformó toda aquella parte. Consiste en un hermoso arco adornado por   —319→   la parte de a fuera con dos columnas dóricas y dos pilastras del mismo orden a lo interior, cornisamientos y frontispicio triangular, que remata en un trofeo militar. A los lados hay dos puertas cuadradas, más bajas, coronadas también de trofeos. Toda la puerta es de una excelente arquitectura, y con la mejor distribución en los adornos. Fue dirigida por el señor Sabatini. Da salida al paseo de la Florida y caminos reales del Pardo, Escorial y la Granja.

Puerta de la Vega. Es la primitiva de Madrid, y está inmediata a los Consejos. No es camino más que para la gran vega que se descubre desde allí, habiendo que bajar una penosa cuesta. La puerta se ha destruido hace pocos años bajándose la cerca al medio de la cuesta, y aún no se ha hecho más que un postigo de madera.

Portillo de las Vistillas. Es una salida que en el día está habilitada.

Portillo de Gil Ymón. Inmediato al convento de san Francisco, mirando casi al mediodía, está este portillo, que tomó su nombre del célebre licenciado Baltasar Gil Ymón de la Mota, fiscal de los Consejos y gobernador del de Hacienda en 1622, que tenía allí sus casas. Es de una puerta sola, y se ha reconstruido últimamente con sencillez.

Portillo de Embajadores. Al fin de la calle del mismo nombre, mirando al mediodía, está este portillo, que es un hermoso arco de buena fábrica hecho en 1782.

Portillo de Valencia. En la misma dirección y al fin de la calle ancha de Lavapiés. Es de un sólo arco labrado en 1778.

Portillo de la Campanilla. Junto al convento de   —320→   Atocha hay una pequeña puerta por donde antes entraban coches, pero cuando las obras del Prado quedó más baja que el piso del paseo, por lo que hay que bajar una escalera para salir por ella. Da al camino de Vallecas.

Río Manzanares. Este río, aunque célebre por bañar la capital de España, no lo sería por el caudal de sus aguas, que es tan escaso, que ha dado lugar a las burlas de los poetas y gentes de buen humor. Nace en el término del lugar de Manzanares el Real (de donde toma el nombre), siete leguas de Madrid, y corriendo de N. O. a S. E., atraviesa el Pardo, deja a la derecha la Casa del Campo y a la izquierda la población de Madrid, y va a reunirse al Jarama junto al pueblo llamado Vacia-Madrid, tres leguas de la capital, y a las diez; poco más o menos de su nacimiento. Parece que en lo antiguo iba más caudaloso, pues tenemos la relación del viaje de Antonelli en tiempo de Felipe II, que desde el Jarama continuó por el Manzanares hasta el Pardo; pero nunca pudo ser gran cosa, pues, además de los proyectos que desde luego hubo de reunirle al Jarama, todos los escritos de aquella época acreditan ya su pobreza. Pero lo que sí es cierto, que con el derrame de las arenas viene el agua más oculta. Este río, como todos los que proceden de las nieves de la sierra, queda en verano casi en seco, lo cual recuerda una graciosa comparación de Tirso de Molina, que dice hablando con el río


«Como Alcalá y Salamanca
tenéis, y no sois colegio,
vacaciones en verano,
y curso sólo en invierno.»



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A pesar de su escasez, este río es de grande utilidad a Madrid para fertilizar gran parte de su término, para el lavado de ropas, para los baños generales en verano, y para surtir el canal, de que hablaremos después. Sus aguas son delgadas y buenas, pero no se beben por estar destinadas al lavado.




Puentes

Puente de Segovia. Fue fabricado en el reinado de Felipe II, bajo los planes del famoso Juan de Herrera. Está sobre el río, a la salida de la puerta de Segovia. Es de sillería, y hecho con gran suntuosidad, aunque en el día no podemos ya conocer toda su belleza, por haber perdido su proporción y hermosura a causa de las arenas del río que, aglomerándose junto a él, le han cubierto hasta más arriba de la imposta. Esto ha justificado el pensamiento de hacer tan gran puente para tan pequeño río, pues a ser menor, ya tal vez se hubiera inutilizado. Consta de nueve arcos, con las manguardias correspondientes, y un dique alto para igualar el piso en la distancia que hay desde la puerta al puente. Tiene de largo 695 pies, y 31 de ancho.

Puente de Toledo. Este puente se construyó por los años de 1735 en el reinado de Felipe V, y a consecuencia de haberse llevado las aguas el que de tiempo antiguo había en el mismo sitio. Se compone de nueve ojos, todo de sillería, con 385 pies de largo, y 36 de ancho, una gran calzada, dos fuentes a la entrada y dos a la salida; y en el medio, sobre los antepechos, dos pabellones con dos estatuas de san Isidro y santa María de la Cabeza. Todos los adornos son del peor gusto, como dirigidos   —322→   por la extravagancia de aquella época; siendo por cierto muy sensible que recaiga en una obra que, por su importancia y solidez, debió ser dirigida por buena mano. A la salida de este puente a la izquierda sigue el camino real de Andalucía.

Otros cuatro puentes hay sobre el Manzanares, uno a distancia de una legua llamado de san Fernando, otro de piedra recientemente construido para dar paso a la Casa de Campo; otro de madera a la pradera y ermita de san Isidro; y otro, también de madera, junto a san Antonio de la Florida llamado puente Verde.

Canal de Manzanares. Este canal fue proyectado, aunque en distintos términos que hoy existe, por los coroneles don Carlos y don Fernando Grunemberg en 1668. Pensaron estos principiarle en el Pardo, dirigiéndole hacia106 Vacia-Madrid, y desde aquí, con auxilio del Jarama, hacerle llegar hasta Toledo, atravesando el Tajo cerca del pueblo de Aceca; pero este proyecto, presentado a la reina gobernadora doña Mariana de Austria, no fue admitido. Un siglo después en 1770, y en el reinado de Carlos III, se obligó don Pedro Martinengo y compañía a hacer un canal navegable desde el puente de Toledo hasta Jarama, y conducir la navegación por las riberas del mismo, Henares o Tajo, a donde conviniere. De estas resultas se construyó por entonces el canal que existe por espacio de dos leguas, en las cuales se hicieron siete exclusas, cuatro molinos, y varios barcos de trasporte, plantándose sus orillas con una infinidad de árboles, como almendros, moreras, álamos blancos, y otros, que se regaron con el agua del mismo canal. Pero este proyecto no llegó a concluirse   —323→   por entonces, ni en el siguiente reinado. Nuestro augusto Monarca, desde su regreso en 1814, miró con preferencia este canal, y a ella se debe el aumento de un trozo considerable para llegar a Vacia-Madrid, así como la recomposición de la cabeza o principio junto al puente de Toledo, esclusas, puentes, molinos, y la graciosa plazuela del embarcadero con una elegante puerta de entrada, así como también las oficinas necesarias para los dependientes, construcción de barcos, y por último una bonita capilla-parroquia.

Surtido de aguas. Queda dicho ya que las aguas del río Manzanares están sólo destinadas al riego, lavado de ropas y alimento del canal. Resta ahora sólo decir el modo con que se surte de aguas potables la población de Madrid. Muy desde lo antiguo se acudió al medio de adquirirlas por filtración en unas minas subterráneas que se extienden a cierta distancia de la población, y se forman de las que derraman las sierras inmediatas. Formáronse, pues, cuatro de estas minas o viajes principales; uno que llaman de la Castellana con dirección a Fuencarral; otro de Alcubilla hacia107 Chamartín; otro de Abroñigal alto de la parte alta del arroyo del mismo nombre; y otro de Abroñigal bajo de la parte baja del mimo arroyo. Hay otro viaje de aguas potables llamado del Rey, y otro nuevamente verificado para la fuente de la Reina. Estos viajes surten de agua a las fuentes de Madrid en esta forma: el primero, o de la Castellana, cuya agua es la más gorda, y que en 1829 ha tenido 48 reales de ella, provee las fuentes de santa Cruz, de santa Ana, de Capellanes, de la calle de las Infantas, del Soldado,   —324→   de los Galápagos, y de la plazuela de Antón Martín. El segundo, o de la Alcubilla, tuvo en el mismo año 26 rs., y surte a las fuentes de san Antonio de los Portugueses, de la calle de Valverde, de la plazuela de santo Domingo, de la calle del Álamo, de la plazuela de Afligidos, y de la Red de san Luis. El tercero, o de Abroñigal alto, tuvo 63 rs., y surte de agua a la fuente de la puerta del Sol, la de la Villa, la de Relatores, y la de la plaza de la Cebada. El cuarto, o de Abroñigal bajo, cuya agua es la más delgada, tuvo 116 rs., y surte a las fuentes de la Cibeles, del Rastro, de la puerta de Toledo, la del Rosario, de la puerta de Moros, de la calle de Embajadores, de la de Cabestreros, de Puerta Cerrada, de la calle de santa Isabel, del Ave María, de Lavapiés, de la calle de Toledo, de la del Águila, y san Juan. El viaje del Rey surte a las fuentes del cuartel de guardias de Corps, de Matalobos en la calle ancha de san Bernardo, del Cura en la del Pez, de Palacio, Caballerizas reales, y otras. El viaje de la fuente de la Reina trajo 80 rs. También hay otros cinco viajes de aguas gordas para beber el ganado y regadío. El primero el de la fuente del Prado de san Gerónimo, que tiene su origen en la calle que divide los dos jardines del Almirante y marqués de Montealegre. El segundo en la esquina del Pósito para surtir las fuentes del Prado. El tercero en los altos de la venta del Espíritu Santo para riego de los árboles del Prado. El cuarto cerca de la parroquia de san Millán para riego del arbolado de fuera de la puerta de Toledo; y el quinto en las inmediaciones del almacén de pólvora para el surtido de las fuentes del puente de Toledo. Últimamente, también hay   —325→   otros tres viajes particulares. Primero el del Hospital General, que nace en el Prado junto a la casa de Medinaceli, y después de haber surtido a aquel establecimiento, sirve a las fuentes de fuera de la puerta de Atocha. El segundo el de las Salesas viejas, que nace en los altos del arroyo de la fuente Castellana; y el tercero el de las Descalzas Reales, cuyo origen está en los altos del camino de Chamberí. Todavía hay algunas otras arcas menos importantes en los caños viejos de la puerta de Segovia, que surten de aguas gordas los pilones del puente.

A consecuencia de la real cédula de 8 de marzo de 1829 en que S. M. tuvo a bien conferir al excelentísimo ayuntamiento la elección y dirección del proyecto que mejor pareciere para surtir de aguas abundantes a esta capital, procedió S. E. a nombrar una junta de profesores hábiles, para que, eligiendo el que les pareciese más a propósito, hiciese los trabajos convenientes y formase su proyecto. Dicha junta nombró al ingeniero don Francisco Javier de Barra, el cual inmediatamente empezó su reconocimiento y medidas, y concluido que fue lo presentó a la junta en una extensa memoria acompañada de planos, en la que, después de hacer ver la necesidad de distinguir la cuestión de traer aguas potables, de la de traer aguas de riego, da una descripción circunstanciada de todo el terreno, por la cual resulta que es imposible conducir a Madrid las aguas del Lozoya, ni del Jarama por medio de un acueducto ejecutable: de modo que el autor se fija en las del Manzanares y en las que brotan en las faldas de la sierra, cuya altura, calidad y disposición del terreno permitan ser traídas a los altos de santa Bárbara.

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Para ello propone la construcción de tres acueductos de fábrica: el primero que debe traer las aguas de la fuente o manantial llamado del Pilancón, y de otro llamado del Espinar, situados ambos cerca del pueblo de Guadalix, por cuya razón le denomina acueducto de Guadalix. Analizadas las aguas del Pilancón en el real colegio de Farmacia, ha resultado que son tan buenas como las de la fuente de puerta Cerrada que tanto crédito tienen en Madrid, y su cantidad, medida por los fontaneros de esta muy heroica villa, es de 300 reales de agua108. Si a esta se le agregan las de la fuente del Espinar resultará doble cantidad; pero el autor del proyecto, prefiriendo quedarse corto, sólo cuenta 400 reales de agua. El acueducto llamado de Guadalix se extenderá desde estos manantiales hasta el punto de la divisoria de aguas al Manzanares y al Jarama que pasa por Fuencarral en que está el majuelo de Laso.

La segunda parte del proyecto es el acueducto de Manzanares que se extiende desde el pueblo de este nombre hasta el mismo punto del majuelo de Laso. La cantidad de agua que traerá este acueducto, medida por los mismos fontaneros, es de 1200 reales, y aún es susceptible de aumento; cuyas aguas analizadas en el real colegio de Farmacia se ha visto que son mejores o más puras que las de puerta Cerrada. El tercer acueducto que el autor llama acueducto reunido, será el que conduce las aguas de ambos desde el majuelo de Laso hasta Fuencarral, en la misma loma donde está la ermita de santa Ana, en   —327→   cuyo punto entrará en una arca que se ha de construir, desde donde se introduzca en una mina construida recientemente la cantidad de agua que se crea suficiente para abastecer a Madrid, y la restante, respecto de la altura que tiene, se podrá dirigir a los altos entre Fuencarral y esta villa. Este acueducto reunido traerá pues 1600 reales de agua, es decir, 165 pies cúbicos por minuto, o lo que es lo mismo 446.688 arrobas de agua en cada veinte y cuatro horas, cuya cantidad (cerca de cinco veces mayor de la que ahora cuenta Madrid), será no sólo suficiente para su completo surtido, sino que mucha parte podrá dirigirse a los altos hacia109 Fuencarral con suma ventaja y mejoría de los áridos campos que nos rodean por aquella parte.

Tal ha sido el proyecto presentado por el señor Barra; y después de largos debates y consultas de los sujetos más versados en la materia que hicieron presentes sus opiniones al excelentísimo ayuntamiento, ha acordado esta corporación que se imprima la memoria del señor Barra, y hacer presente a S. M. en una sencilla exposición, que se va a empezar esta empresa que con tanto gusto ha acogido bajo su protección soberana. ¡Ojalá que a favor del celo del excelentísimo ayuntamiento se vean pronto realizados los deseos de S. M. que son manifiestos en estas palabras verdaderamente paternales! «Uno de los mayores servicios que podrán hacerme es el cooperar a que en mis días quede erigido en Madrid este aumento a su prosperidad y a mi gloria».