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Retórica y Poética

Platón (427‑347 a. C.)

José Antonio Hernández Guerrero
María del Carmen García Tejera

Obras

Platón había nacido en el seno de una familia aristocrática, lo que le permitió recibir una esmerada educación artística: llegó a escribir poesía y tragedia. Pero a la muerte de Sócrates, su maestro, abandonó su dedicación a la literatura y a la política para centrarse totalmente en la filosofía.

Su obra está escrita en forma de diálogo, dentro de la tradición socrática y de los sofistas, y con influencia de las tragedias. Entre sus diálogos más significativos pueden citarse Menón, Ion, Gorgias, República, Apología de Sócrates, Fedro, Leyes, Cratilo... Como podemos comprobar, sus ideas sobre poética y sobre retórica dependen directamente de sus planteamientos filosóficos.

Las ideas poéticas de Platón

Platón es el primer filósofo occidental seriamente interesado por el fenómeno literario. Sin embargo, el estudio de sus reflexiones sobre la Literatura resulta algo complicado, pues su pensamiento teórico-literario no se encuentra sistematizado: en casi todos sus Diálogos manifiesta alguna opinión sobre Literatura, aunque con frecuencia las ideas que expone en una obra se contradice con las que aparecen en otras.

Con todo, sus reflexiones sobre el origen de la creación literaria, sus clasificaciones y algunos juicios que le merecen las obras literarias siguen siendo de gran interés.

Su concepción de la Poesía (Literatura)

Platón no considera a la Literatura como un arte independiente y autónomo (como haría más tarde Aristóteles), sino que la concibe íntimamente unida a la música y dependiente de ella. Sus juicios sobre la Literatura no parten de planteamientos estéticos, sino éticos, por lo que su visión de la Literatura es muy negativa. En su diálogo sobre la República señala que la poesía está en contradicción con las exigencias de la moral: es germen de falsedades, carece de seriedad y posee un sospechoso poder de «encantamiento». Ni el contenido ni la expresión de la obra literaria se atienen a la verdad: de ahí su poder corruptor. Por eso, expulsa a los poetas de su «ciudad ideal» y exige de los gobernantes un control (a modo de «censura») sobre las obras literarias.

A su juicio, los dos géneros poéticos más inmorales son la tragedia y la comedia; la primera por su exceso de desorden y de patetismo: el héroe no actúa movido por la razón. La segunda, porque resulta un espectáculo bajo: según Platón, no es bueno reír demasiado y, menos aún, regocijarse ante el ridículo ajeno.

A pesar de que en el Cratilo realiza interesantes comentarios sobre la lengua, Platón apenas dedica atención al funcionamiento de los mecanismos lingüísticos en la obra literaria. Obsesionado con alcanzar la Verdad, le interesa algo más el contenido de la obra literaria que su expresión, a la que rechaza por las «mentiras» que propone, sobre todo en el caso de las imágenes poéticas.

Aunque él mismo comentó algunos textos literarios (de Homero, por ejemplo), se mostró en desacuerdo con algunos métodos de crítica literaria, sobre todo los que se dedicaban a la explicación de textos poéticos. Platón considera que la ambigüedad de estos textos es tan grande que sólo podrían ser interpretados correctamente por su propio autor.

Los conceptos de «inspiración» y de «mimesis»

La teoría de la inspiración es la primera que utiliza Platón para explicar el origen de la creación literaria, aunque al parecer, esta idea procede del filósofo Demócrito (C. Bobes, 1995, I: 37). Según esta teoría (que aparece en sus diálogos Apología de Sócrates, Ion y Fedro), la creación poética no depende de conocimientos o saberes adquiridos por el poeta, sino que surge de una intervención divina: se trata de un don gratuito que recibe el poeta.

Sin embargo, en el Cratilo y, sobre todo, en la República, Platón indica que la obra literaria nace a partir de la mimesis (imitación) de la realidad. Se trata, a su juicio, de un procedimiento inferior a la inspiración, puesto que la reproducción o copia de un modelo siempre resultará imperfecta.

Platón se vale de ambos conceptos (inspiración y mimesis) para esbozar una clasificación de los géneros literarios. En el Libro III de la República y en el Libro III de las Leyes, establece una triple división:

  • Género exclusivamente mimético: dramático (tragedia y comedia)
  • Género proveniente de la inspiración: ditirambo
  • Género mixto (inspiración y mimesis): epopeya

Las ideas retóricas de Platón

Aunque Platón es uno de los pensadores que más influencia han ejercido sobre el mundo occidental, ha sido considerado tradicionalmente como el enemigo arquetípico de la Retórica. Muchos de los juicios negativos sobre el arte retórico tienen sus raíces en la crítica platónica. Debemos advertir, de todas maneras, que Platón muestra en ocasiones opiniones favorables al aprendizaje y al uso de la Retórica.

Sus consideraciones sobre la Retórica, dispersas en toda su obra, están concentradas en dos diálogos que, como veremos a continuación, son de signo contrario: el Gorgias y el Fedro. En ambas obras, Platón se convierte en un severo crítico de la Retórica y en un encendido defensor de la Dialéctica. Rechaza la primera porque, a su juicio, es un mero ejercicio formal de «persuasión» dedicado a «distraer» al público mediante la seducción de su elegancia encantadora y de sus sonoridades vacías. La segunda es el arte de la «discusión», en el que la palabra se adecua a unos contenidos específicos, y sirve de instrumento apto para el análisis de los argumentos, para la identificación de los elementos fundamentales, y para su articulación en categorías esenciales.

Como ha indicado González Bedoya (1990, I: 17), los juicios platónicos pueden resumirse en la siguiente fórmula: la Retórica sofista no es una ciencia sino sólo un «truco» que incurre en el pragmatismo inmoral. No es ciencia porque su campo es lo verosímil, lo plausible, lo probable; su fuerza es emotiva y no racional. Debe llamarse rutina -empeiria‑ y no «arte». Conviene, pues, que sea excluida de los programas docentes.

Según Platón, la Retórica, una práctica pedagógica inútil e inmoral, es especialmente nociva en el ámbito de la política. Forma demagogos que adulan a las masas, amenazando con el «laocratismo» (laos = plebs, pueblo, que, por contraposición a demos, no tiene derechos políticos ni buena situación económica). Irónicamente Platón, presentándose a sí mismo como un experto retórico, emplea contra los Sofistas argumentos (por ejemplo, que corrompen a la juventud y que aceptan dinero por la enseñanza) que, en Las Nubes de Aristófanes, están dirigidos contra Sócrates. En líneas generales podemos decir que las objeciones platónicas formuladas contra los poetas en La República, y que a veces sorprenden a los estudiosos actuales, son las mismas que él dirige a los profesores de Retórica (Corbett, 1971: 597).

Debemos tener muy en cuenta, sin embargo, que Platón adoptó una doble postura frente a la Retórica. En sus primeros diálogos, ‑Eutidemo, Protágoras y Gorgias‑ se opone frontalmente a que sea considerada como disciplina perteneciente al dominio de la dôxa: rechaza, no sólo el carácter de ciencia, sino también el de téchne, el de «arte» o técnica.

Gorgias

En el Gorgias, el diálogo más antirretórico y antisofístico, Platón personifica en las intervenciones de Gorgias, Polo y Calicles, la animadversión creciente contra la filosofía socrática. Rechaza el abuso demagógico de una Retórica que, definida como mera «habilidad» táctica, pretende influir en el auditorio ignorante, por medio de halagos y a espaldas de la verdad: el verdadero filósofo ‑advierte‑ prefiere la verdad al éxito de la persuasión demagógica. Afirma que la Retórica, remedo del arte de dispensar justicia, es un «truco» para halagar y para seducir al auditorio. La persuasión no se basa en la verdad sino en unas técnicas formales que convencen a los legos de que saben más que los entendidos (Gorgias: 459 a).

Según él, influir en las actitudes y en los comportamientos de los hombres moviendo sus sentimientos, es perjudicial tanto moral como socialmente, ya que se aprovecha de la ingenuidad y de la ignorancia. Platón se opone al excesivo uso de los recursos decorativos y defiende que el verdadero arte de discurrir se aprende y se desarrolla mediante el cultivo de las ideas y no mediante el empleo de muchas palabras. La Retórica, en consecuencia, debe apoyarse en la Filosofía.

Frente a las críticas de Sócrates, Gorgias acepta que la Retórica proporciona poder sobre el pueblo pero niega que suponga necesariamente un abuso de poder. Según Sócrates, el concepto sofista del poder corresponde a una naturaleza humana primitiva que se mueve impulsada por los instintos menos humanos: consiste en la habilidad de hacer con sus conciudadanos lo que interesa o apetece. En su opinión, por el contrario, el hombre se perfecciona haciendo la justicia ‑el verdadero bien‑, y evitando la injusticia ‑el único mal‑. Sócrates sostiene que sufrir injusticia es menos grave que cometerla.

Fedro

El Fedro pertenece al período de madurez y es, quizás, el más complejo de todos los diálogos platónicos. Constituye una amplia visión de la Retórica y le sirvió a Aristóteles de programa para su enseñanza (Kennedy, 1963: 188).

Platón se replantea el problema moral de la Retórica mediante la oposición de una disciplina «verdadera» ‑que está conectada con la Dialéctica y se basa en el «ser»‑, y otra «falsa» ‑cuyo objeto es la «apariencia»#8209;. La primera proporciona el conocimiento filosófico de las ideas y la define como el arte de ganarse ‑o de encantar‑ el alma por medio del discurso. Es verdadero arte cuando dirige las almas mediante la palabra, no sólo en los tribunales, sino también en la conversación privada [...] y tanto en las cuestiones pequeñas como en las importantes (Fedro, 261).

En la segunda parte, el Fedro plantea tres cuestiones fundamentales: el estatuto disciplinar de la Retórica y su derecho a ser considerada como un «arte»; el objeto real de la Retórica sofista, y, finalmente, el contenido de la Retórica filosófica. Según Platón, el descrédito de la Retórica no se debe a la utilización de la palabra, sino a su mal uso. El orador que quiera cumplir honrosamente su misión, deberá, sobre todo, dominar el asunto que se propone defender y, además, poseer un conocimiento del alma humana, de su naturaleza y de su comportamiento.

La oposición entre la Retórica sofista y la filosófica se basa en los diferentes fundamentos que las sustentan y en los distintos objetivos que persigue cada una de ellas: la primera, preferentemente escrita, se apoya en la verosimilitud y sólo ofrece fórmulas vacías; la segunda, de carácter oral, parte de la verdad y tiende a formar el espíritu. La Retórica sofista tiene como meta el arte de hablar, la Retórica filosófica, por el contrario, incluye el aprendizaje del arte de pensar.

Platón muestra sus preferencias por el discurso oral. Según él, la escritura, al descuidar la memoria, debilita la capacidad creativa y la agudeza crítica, e impide el desarrollo correcto de la cultura: ofrece una falsa ilusión de la realidad, degenera el pensamiento y hace imposible el verdadero diálogo.

El dominio de la «psicagogia» -tratado de la conducción del alma‑, en opinión de Platón, es una exigencia práctica en la formación integral del orador. El componente psicagógico de la Retórica verdadera lograría que el conocimiento de las «ideas» se correspondiera con el conocimiento de los ánimos. La utilidad y la dificultad de la Retórica se ponen de manifiesto, sobre todo, en el tratamiento de los asuntos dudosos. El filósofo, concluye Platón, cultiva la au­téntica Retórica cuando, con sus razones, es capaz de conven­cer a los mismos dioses y cuando aspira a convencer a un au­ditorio universal. El discurso posee una articulación orgánica y, como consecuencia, cada una de sus partes, como los miem­bros de un cuerpo vivo, debe ser respetada.

Bibliografía

  • Manuel Asensi Pérez (1998), Historia de la Teoría de la Literatura, 2 vols. I: Desde los inicios hasta el siglo XIX, Valencia, Tirant lo Blanch.
  • Carmen Bobes y otros (1993), Historia de la Teoría literaria, 2 vols. I: La Antigüedad Grecolatina, Madrid, Gredos.
  • E. Corbett (1971, 2.ª), Classical Rhetoric for Modern Students, Nueva York, Oxford University Press.
  • J. González Bedoya (1990), Tratado histórico de la retórica filosófica, 2 vols., Madrid, Nájera.
  • José Antonio Hernández Guerrero y María del Carmen García Tejera (1994), Historia breve de la Retórica, Madrid, Síntesis.
  • —— (2005), Teoría, historia y práctica del comentario literario, Barcelona, Ariel.
  • G. A. Kennedy (1963), The Art of Persuasion in Greece, Princeton (Nueva Jersey), Princeton University Press.
  • Antonio López Eire (2002), Poéticas y Retóricas griegas, Madrid, Síntesis.
  • James J. Murphy (ed.) (1983), Sinopsis histórica de la Retórica clásica, Madrid, Gredos.
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