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Arabelle

Ricardo Gullón





En Arabelle, la última novela de Marie Anne Conmène, recientemente publicada en las ediciones de la Nouvelle Revue Française, el carácter de una muchacha se va dibujando con sencillez y claridad desde las primeras páginas del volumen cuando Arabelle es un lindo monigote que apenas sabe hablar y que tiene para los hechos y los gestos una clarividencia y una seguridad que desconciertan por el aplomo que pone en sus respuestas y en la expresión de sus apreciaciones. Le asombra que haya maldad, que exista la mentira; divide el mundo en dos secciones: el campo de las gentes a quienes quiere y le son favorables y el terreno de los contrarios a su menuda persona. Las diferentes etapas de su vida se suceden ante el lector con una belleza que nace de la precisión del dato con sagacidad puesto en evidencia, de la firmeza con que va tomando tierra en la vida esta mujercita que vive para los demás sin apercibirse demasiado de que su vida se va en previsiones para los que ama. La anécdota es de un interés secundario: una mujer engañada que, en su desilusión, mata a su amante, después de sentirse capaz de llegar al sacrificio por él y de sufrir verdaderas torturas por su amor. Lo importante no es esto, ni nos sentimos defraudados por el escamoteo de la novela, por la total ausencia de misterio del libro, por su falta de dinamismo. Sólo cuenta Arabelle; los restantes personajes sólo sirven para destacar tal o cual rasgo de su carácter, para que cobre plasticidad tal escena en la que son imprescindibles. Conocemos las costumbres de Arabelle, que apenas son suyas, personales y queridas, sino las que de fuera le vienen impuestas y aun hay muchos aspectos que no es fácil captar. Le falta minuciosidad a esta obra para que digamos que es una etopeya. No carece, por fortuna, de una sugestión honda que viene de la ternura con que está trazada la imagen de Arabelle, que tiene la complejidad de matices y de actitudes precisas para llenar el libro de un suave aroma de nardo y hacernos decir de él simplemente, sencillamente: un librito primoroso, encantador.





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