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Ataque a T. S. Eliot

Ricardo Gullón





En Les Temps modernes (abril, 1925) un extenso artículo de Olivier Todd titulado «T. S. Eliot contra lo humano», violenta requisitoria basada en la supuesta falta de humanidad del poeta inglés y referida especialmente a sus obras teatrales.

Olivier Todd siente hacia Eliot una perniciosa animosidad, cuyas oscuras motivaciones acaso estriben en la consideración de que el angloamericano es «un dramaturgo reaccionario». Su crítica parte de aceptar como inconcuso el hecho que pretende demostrar: el reaccionarismo, culpable de la desviación del poeta. La religiosidad de Eliot no le parece sino «conformismo ideológico»; «libertador de la forma de la poesía inglesa hace treinta años, Eliot es hoy el policía, no del todo involuntario, que vigila su contenido», y para recompensarle «la burguesía internacional le ha dado el premio de excelencia de un Nobel».

Este es el tono, entre demagógico y pueril, del ataque, cuyas salpicaduras alcanzan a Auden y a Spender, culpables de sustraerse al «compromiso» y desinteresarse de «lo humano», según lo entiende el vehemente comentarista.

En Asesinato en la catedral no acierta a ver las razones humanas de la muerte y piensa que el autor desdeñó en bloque la causalidad humana: «no es el héroe quien se agita en la Historia, sino la Historia la que da vueltas alrededor del héroe inmóvil, insensible sobre su pedestal». Todd no atribuye importancia al dato de que la acción dramática se presente bajo forma alegórica, y le subleva la idea de que Dios haya sido admitido en el drama. En Santo Tomás Becket ve «un concepto teológico» y en la obra un sermón.

En Reunión de familia extraña el empleo, que reputa excesivo, de la palabra «muerte», como adjetivo y sustantivo, atribuyéndolo a incapacidad para distinguir entre el ser vivo y el cadáver: «los personajes que están explícitamente vivos tienen primero aspecto de sonámbulos y después, cuando se ponen a desarrollar tal metafórica doctrina [identidad entre la vida y la muerte] acaban por tener aspecto de fantasmas». El señor Todd es incapaz de representarse lo que es el sentimiento de la muerte para un cristiano y de esa incapacidad se deriva la incomprensión que vicia y esteriliza su comentario. Esa incomprensión le hace creer que para los personajes de Eliot no hay «ningún aquí, ningún ahora, y por consiguiente ningún sentimiento verdadero, puesto que un sentimiento es una suma orgánica de aquís y ahoras, que tiene valor porque no es eterno, porque está dentro del tiempo de los hombres».





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