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ArribaAbajo Al pie de la torre Eiffel

Palique


(Madrid Cómico, n.º 361, 18-I-1890)

[...] El genio ¿es una enfermedad? o lo que no es lo mismo, ¿para producir arte es necesario, o por lo menos conveniente, estar algo enfermo?

Esta cuestión, llamada a aparecer en alguna sección del Ateneo y a sugerir muchas tonterías a varios asiduos colaboradores de la bobada académica, la trata con riqueza de datos mi amiga la Sra. Pardo Bazán en su libro reciente Al pie (a los pies, debía decir, porque tiene cuatro) de la torre Eiffel.

Discutiendo con Goncourt (ya apareció Goncourt) la autora del Viaje de novios, oyó a su amigo sostener «la extraña teoría» de que una persona robusta no es capaz de sentir la calentura de la inspiración, y para crear algo artístico es necesario sentirse bastante enfermo. A lo cual contestó fácilmente D.ª Emilia; y sin ir más lejos, se puso a sí misma por ejemplo de lo contrario de lo que el otro (Edmundo) sostenía. Mi salud, vino a decir la dama, es excelente... luego... La consecuencia no pudo sacarla con todo rigor lógico D.ª Emilia, porque la otra premisa, es decir, la mayor (por lo menos la más gorda), era muy peliaguda. Una de dos, o la Sra. Pardo renunciaba a demostrar, dejando mal puesto el pabellón nacional y el pabellón higiénico, que se podía estar inspirado y ser artista y gozar de buena salud, o tenía que confesar, hecha ya la apología de su buen estómago, que ella también era pintor, también producía arte y tenía calentura de inspiración. Eso era muy fuerte para su modestia, y lo único que se atrevió a decir fue que ella en su tierra, aunque le estuviera mal el decirlo, tenía fama «de sorprender los destellos micrográficos y las irisaciones imperceptibles de las cosas». Como se ve, la Sra. Pardo sacrificó la lógica a la modestia.

Goncourt pudo haber contestado:

-Pero, señora, una cosa es entender de diatomeas y manejar la química del espectro... y otra cosa lo que yo digo... la inspiración... el arte...

Pero Goncourt, que estaba en su casa y sabe lo que son señoras, se contentó con «enarcar las cejas y mover la cabeza, como diciendo: Malgré tout».

C' est comme ça, diré yo, hablando el mismo idioma que las cejas y la cabeza de Goncourt.

[...]

CLARÍN