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ArribaAbajoCABADA GÓMEZ, Manuel: Teoría de la lectura literaria (I. Frente a la lectura histórica). Madrid: Altorrey, 1994

Laura Serrano de Santos


En este su quinto libro, el teórico sigue profundizando en aspectos ya insinuados, a la vez que ilumina y sitúa dentro de su aparato teórico cuestiones absolutamente nuevas. La guía de su pensamiento se mantiene desde hace veinte años: la diferencia entre Literatura e Historia, -que no se percibe tan netamente, cuando se cae en la historicismo (caso de Salman Rushdie y otros)-, y la lectura como fin último de la Literatura.

Sin embargo, la evolución teórica que ofrece ese libro es evidente. Tras el estudio de las diferentes formas de lectura literaria que ya estableciera Cabada Gómez en 1980 -cultura y culta-, en 1982 -humanista, marxista, esteticista y antiestética-, en 1989 -imitación, reflejo o expresión y significación-, el autor las fija en su artículo de 1992 -clásica, romántica y moderna-, preludio de este libro final.

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La obra densa y espesa, como corresponde al género «teoría», divide sus 199 páginas en 5 bloques: I. FUNDAMENTOS DE LA LECTURA LITERARIA (52 parágrafos), II. LA LECTURA LITERARIA CLÁSICA (7 parágrafos), III. LA LECTURA LITERARIA ROMÁNTICA (24 parágrafos), IV. LA LECTURA LITERARIA MODERNA (12) y V. LA LECTURA LITERARIA COMPARADA (27 parágrafos). La lectura de este libro puede llevarse a cabo de manera inusual, prescindiendo de la seriación ordenada (página por página) que requieren otro tipo de obras. Pueden leerse los parágrafos en orden arbitrario, ya que en sí mismos constituyen una unidad de sentido. El índice formado por 8 páginas conforma, a su vez, una síntesis perfecta de lo que el pensador reúne y aporta.

El que se acerque a este estudio debe poseer unos conocimientos básicos de Semiótica, Lingüística (incluida la Pragmática) y Teoría de la Literatura (incluida la Desconstrucción), puesto que se manejan a lo largo de la obra conceptos pertenecientes a estas disciplinas y que se dan por conocidos, sin tener que echar mano de todo el aparato bibliográfico del que puede dar cuenta un buen manual. Lo que no excluye su aprendizaje por la relación original que efectúa el autor (posible caso del alumno universitario), si bien la novedad del concepto escondería la novedad de su planteamiento, fruto de la evolución de un pensamiento teórico de dos décadas de obra callada.

La Teoría de la Lectura Literaria divide la percepción de la Literatura en tres tipos de lectura (bloques II, III y IV): la lectura clásica, propugnada por Aristóteles y ampliada genéricamente por Quintiliano, reúne en sí los conceptos de autoridad, valor genérico y verosimilitud, y ha sido la forma de lectura que más ha durado («veintitantos a contar desde Aristóteles»). La lectura romántica, que se inicia a finales del XVIII, es, sin duda, la más compleja, pues, merced a ella, se estrecha el grado de solidaridad entre la Literatura y la Historia y, además de dar lugar al polémico realismo, se subdivide en variantes como la lectura biografista, estilística, sicoanalítica, marxista, moralista o fundamentalista y feminista, como quiera que todas ellas convergen en la homogeneidad pretendida del sujeto histórico como creador. A esta lectura le son propios los conceptos de creador, valor genético y autenticidad.

Por último, la lectura literaria moderna es la que actualmente prima y a ella le pertenecen los criterios de escritor, valor autógeno y ficción (verbum más que logos, como ya dijese Cabada Gómez en 1982).

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En este marco, cuya complejidad manifiesta se desentraña por su propia comprensión, el teórico resuelve y sitúa, dentro de la lectura literaria que le es propia, problemas que son constantes dentro del área de la Teoría de la Literatura: el problema de la Lírica como ajena a la lectura clásica, pero perteneciente a la romántica (pese a los intentos de Batteux). La lectura literaria de Platón como visionario privilegiado de la lectura literaria posterior. El caudal aportado por Quintiliano como complementario tradicionalista de Aristóteles. La confusión entre lectura histórica y literaria y la responsabilidad que en ello han tenido las funciones del lenguaje de Jakobson, vigentes en el ámbito comunicacional (histórico). La situación dentro de la específica lectura literaria romántica marxista de Brecht («erróneamente acusado por Luckács de formalista»), de Bajtín (leído posteriormente por Kristeva de manera formalista, lo que implica una lectura moderna como ficción que hace posible la intertextualidad) y de Marx. A ello se añaden ejemplos constantemente comentados de lecturas literarias efectuadas sobre Berceo, El Quijote o el Romancero.

Y, como Cabada Gómez (1980) lleva tiempo defendiendo que la lectura literaria es la aportada por la Institución académica, sitúa las distintas áreas metodológicas dentro de la lectura literaria de la que se nutren. Así, la Retórica, como disciplina del habla elocuente y del patrón que ha de seguirse, proviene de una lectura literaria clásica establecida. La Estilística y su variantes (Sociología, Psicoanálisis, etc...) y el Historicismo que conlleva la Filología se corresponden con una lectura literaria romántica, y, por último, la lectura la literaria moderna como tan sólo lingüística y, por ello, textual, abastece los métodos construccionistas (formalistas, estructuralistas y funcionalistas) o desconstruccionistas.

Sin embargo, el carácter mítico, propio de la Literatura, que posibilita el cambio de lectura literaria de una obra, hace posible también el cambio de interpretación («lectura sofisticada», según Cabada Gómez), es decir, la propia crítica literaria desajustada. Y esto que ya se ve en los intentos vanos de Batteux de defender la Lírica como imitación, persiste actualmente en la crítica contemporánea en los casos concretos de Genette y Hamburger, que «creen ver en la moderna ficción la recuperación de la clásica imitación» (Cabada Gómez, 1994: 197).

Así pues, si Barthes en El Susurro del Lenguaje se quejaba de que «desdichadamente, la lectura aún no ha encontrado su Propp o su Saussure», no es hora ya de lamentos, sino de ponerse a leer este libro muy despacio para poder pensarlo bien.