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ArribaAbajoJ. Romera Castillo, F. Gutiérrez Carbajo y M. García-Page (eds.): La novela histórica a finales del siglo XX. Actas del V Seminario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral de la UNED

Emilia Cortés Ibáñez


(Madrid: Visor Libros, 1996, 439 págs.)

El Instituto de Semiótica Literaria y Teatral de la UNED, bajo la dirección de José Romera Castillo, nos presenta las Actas del V Seminario Internacional, dedicado a La novela histórica a finales del siglo XX.214

El corpus del volumen lo conforman siete ponencias y treinta y cuatro comunicaciones, lo que da un total de cuarenta y un participantes. Estos trabajos están precedidos por la «Presentación» que hace José   —440→   Romera Castillo, bajo el título: El pasado, prehistoria literaria del presente (pp. 9-15), que es una reformulación de lo dicho en el acto de apertura del Seminario. En ella, aporta información acerca del Instituto de Semiótica, muestra el gran desarrollo que la novela histórica ha tenido en los últimos años y recoge los encuentros científicos y las publicaciones en torno a este tipo de novela. Termina con los obligados agradecimientos y con una carta de Gisbert Haefs, en la que justifica su ausencia de este V Seminario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral de la UNED.

El primer bloque de esta publicación está formado por las siete ponencias. Oleza Simó habla de «Una nueva alianza entre historia y novela. Historia y Ficción en el pensamiento literario fin de siglo» (pp. 81-95); muestra las opiniones de distintos teóricos, la importancia de lectores y autores ante los términos de Literatura y Ficción y encuentra una cierta semejanza entre el ansia de ficción que hoy vivimos y la que se vivió entre el otoño de la Edad Media y el Renacimiento. Pozuelo Yvancos, en su aportación, «Realidad, ficción y semiótica de la cultura» (pp. 97-107), muestra «el carácter dialéctico, interdependencia y movilidad de la relación ficción-realidad» (p. 103), con códigos culturales interpuestos, y marca la existencia de otro espacio que «contamina» estos dos códigos: el sueño.

En el ameno trabajo: «Novelas biográficas o biografías novelescas de grandes personajes de la Antigüedad: algunos ejemplos» (pp. 55-62), Carlos García Gual distingue entre novelas históricas de trama romántica y novelas históricas centradas sobre una figura de gran relieve histórico, entre biografía y novela con esquema biográfico, además de referirse a la pseudoautobiografía, a la narración tradicional en tercera persona, a las novelas con abundantes diálogos y a las novelas con personaje real/novelas con personaje inventado -todo ello ilustrado con ejemplos de obras concretas-. Termina indicando la ambigüedad que existe en la novela histórica.

Siguiendo un avance cronológico en el contenido de las ponencias, está la de Bertrand de Muñoz, «Novela histórica, autobiografía y mito (La novela y la guerra civil española desde la Transición)» (pp. 19-38). En ella, tras una rápida visión de la teoría de la novela histórica, muestra el tratamiento que se ha dado al tema de la Guerra Civil -y posguerra- desde la época franquista; en una primera etapa, como algo vivido por el narrador -autobiografía-, y, en una segunda, pasa a ser tratado como algo que ha salido del tiempo y del espacio históricos -mito-. Todo ello refrendado con abundancia de referencias a novelas.

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El objetivo de Germán Gullón en «El discurso histórico y la narración novelesca (Juan Benet)» (pp. 63-73) es «situar la novela histórica junto a otras manifestaciones discursivas» (p.64) y ver cómo estos dos vocablos -novela histórica- se impregnan entre sí; para ello se apoya en dos obras de Benet y termina mostrando la causa del florecimiento de la novela histórica en los últimos años, que no es otra sino la necesidad de explicarnos la realidad histórica del presente.

Eduardo Mendoza y su combinación de «materiales históricos de pretensión historicista» y «materiales de ficción de finalidad fabulística» son el tema de Miguel Herráez: «Lo histórico como signo de una ficción y la ficción como manifestación de lo histórico. El caso de Eduardo Mendoza» (pp. 75-9). La «Novela histórica femenina» (pp. 39-54) también aparece en este volumen gracias al interesante trabajo de María del Carmen Bobes Naves, que señala el auge de la literatura escrita por mujeres y su repercusión en la teoría y crítica literarias; da un panorama general de la problemática de la narrativa femenina, se detiene en dos tipos de novela y, apoyándose en ellas, llega a la conclusión de que, si la mujer es libre, actúa igual que el hombre (p. 53).

En cuanto a las comunicaciones, un grupo de ellas se refiere a aspectos teóricos. Así, Isabel de Castro, «El cuestionamiento de la verdad histórica. Transgresión y fabulación» (pp. 167-73), trabaja en torno al «irreal e irracional universo que se construye, a partir de la imitación consciente y exagerada del pasado histórico reciente» (p. 173), e incluye los ingredientes que conforman ese universo. Fernández Escalona se ocupa de esbozar los «Rasgos dramáticos de la novela histórica española» (pp. 201-11) y llega a la conclusión de que el tema histórico se da antes en el teatro que en la novela, por lo que ésta incorpora a sus esquemas el entramado temporal de aquél. El tiempo también ocupa lugar destacado en la aportación de Fernández Prieto, «Relaciones pasado-presente en la narrativa histórica contemporánea» (pp. 213-21), y recoge las técnicas y estrategias que el autor emplea para relacionar su presente y el pasado histórico (pp. 216-19). Serrano de Santos se cuestiona sobre «el género novela histórica como tal»; pasa por la época clásica, por la romántica y arriba al siglo XX, desde donde afirma que los relatos novelados encasillados en lo paraliterario están degradados por un desajuste de lectura. Todo ello bajo el título «Novela histórica a finales del siglo XX: lectura literaria ficcional y un caso de lectura paraliteraria imitativa» (pp. 393-99).

La Antigüedad es frecuente en la novelística de finales del presente siglo. Querol Sanz se detiene en la «Apropiación y modelización   —442→   de la Antigüedad en la novela histórica contemporánea. Algunas notas sobre el problema de la reconstrucción de modelos y la decadencia de la cultura occidental» (pp. 367-74) y afirma que la novela histórica actual contribuye «a construir el emblema de la decadencia de las Democracias Occidentales» (p. 371). Cortés Ibáñez, en «No digas que fue un sueño: el ocaso del esplendor egipcio» (pp. 189-99), muestra cómo lo privado, lo subjetivo, la ficción domina sobre lo histórico. La ficcionalidad también es objeto de estudio por parte de Aldeguer Beltrá en «Técnicas de reconocimiento en una novela histórica de memorias: El manuscrito carmesí» (pp. 119-26), de A. Gala y para ello se detiene en la perspectiva del narrador y en la del sujeto narrante. Memorias de Adriano y El nombre de la rosa son estudiadas por Talens Vivas en su comunicación, «Nuevos modelos para la novela histórica» (pp. 401-407), y las muestra como punto de referencia dentro del mundo de la novela histórica. La reciprocidad de dos conciencias, pertenecientes a dos contextos históricos -Roma, ss. I y II, y Cataluña, s. XX-, con gran aporte de ficción, es lo que Molero de la Iglesia y Noblejas Ruiz-Escribano muestran en «La función especular del discurso histórico en Estatua con palomas» (pp. 301-309), de Luis Goytisolo.

La dificultad de separar Historia y ficción también está recogida por Janzon, «Urraca: un ejemplo de metaficción historiográfica» (pp. 265-73), centrada en el contexto histórico del siglo XII. Con Maillard García nos situamos en el siglo XVII, al adentrarnos en «Espacio y tiempo en Extramuros, de Jesús Fernández Santos» (pp. 239-99), y es que una historia como la de esta novela sólo se puede contar «en un espacio y un tiempo cuyo horizonte no haya desechado una espiritualidad macerada en los sinuosos caminos del amor» (p. 296). Lanzuela Corella habla de «novela histórica a la manera del XIX» en la comunicación «Relación entre historia y biografía novelada en primera persona: Yo, el rey y Yo, el intruso, de Juan Antonio Vallejo-Nájera» (pp. 275-84). También en la línea en la que se establece relación estrecha entre Historia y autobiografía está «El espacio en Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría, de Ángeles Caso» (pp. 329-35), presentado por Ojea Fernández; en esta novela se aprecian dos espacios: el particular, idealizado y evocado, y el ajeno. En escenarios y tiempo históricos, pero con personajes ficticios, se desarrolla la novela, objeto de estudio de Fidalgo Robleda en su comunicación: «Reconstrucción histórica y ficción en la novela Las jaulas, de Ramón Carnicer» (pp. 223-28); en ella, el narrador es el nexo entre el mundo histórico y el ficticio.

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Arrancando de un personaje histórico, Jacint Verdaguer, Ribera Llopis establece «Consideraciones sobre la novela histórica actual: en torno a El mossén, de Isabel-Clara Simó» (pp. 375-83). Peris Llorca se pregunta si el personaje, en torno al que gira la obra estudiada, es real o ficticio: «Ficción y realidad en Jusep Torres Campalans, de Max Aub» (pp. 351-57) y, tras citar una serie de personajes reales, entre ellos el propio Max Aub, termina su trabajo diciendo: «Todos son igual de reales y ficticios» (p. 356). También Max Aub es objeto de estudio por parte de Garzón Pérez: «Max Aub: el laberinto de la memoria» (pp. 229-37), que se detiene en El laberinto mágico, en el que se combinan la ficción y la Historia, y en el que el autor explora la realidad histórica de su tiempo arrancando del testimonio personal.

Las sustancias del contenido de la obra de Umbral están en el punto de mira de Abad Nebot: «Librepensadores y cesaristas en la memoria histórica de Francisco Umbral» (pp. 111-17); se detiene en lo dicho por este autor en torno a la Historia reciente de España. En torno a esta misma Historia gira la aportación de Gutiérrez Carbajo: «La historia en dos novelas de Camilo José Cela» (pp. 255-64), novelas pertenecientes al grupo de la «guerra recordada». La Historia inmediata, la guerra de la ex Yugoslavia está presente en «Novelar otra especie de narrativa: Territorio comanche» (pp. 239-45), de Gavaldá Roca.

Una misma novela, La saga de los Marx, ocupa dos comunicaciones. La primera, «A vueltas con la historia: La saga de los Marx, de Juan Goytisolo» (pp. 127-34), de Margarita Almela, quien afirma que en esta obra se borran las fronteras temporales. La segunda corresponde a Pérez Bowie, «¿La inviabilidad de la novela histórica? La saga de los Marx, de Juan Goytisolo» (pp. 337-49), quien dice que en la obra «subyace la constatación de que 'ficción' y 'realidad' han dejado de ser categorías absolutas y la afirmación de que tan sólo desde la apertura imaginativa, [...], se puede abordar la trama del novelista» (pp. 346).

El trabajo de los historiadores profesionales también es objeto de estudio: «Novela histórica e ideología: El triángulo, de Ricardo de la Cierva» (pp. 311-17), de Moreno Hernández, quien afirma que el historiador ha elegido «la novela, mezcla de verdad y ficción, para deshacer esa falsa imagen que la novela progresista, con Galdós y Valle-Inclán a la cabeza, habían dado de ese siglo [s. XIX]» (p. 316).

La novela hispanoamericana está en el punto de mira de un grupo de comunicaciones. Binns, con «La novela histórica hispanoamericana en   —444→   el debate postmoderno» (pp. 159-65), se centra en las teorías de Brian McHale y Linda Hutcheon, deteniéndose en la novela histórica de los autores del boom hispanoamericano. Andreu Milani en su comunicación, «Lope de Aguirre, de Miguel Otero Silva: Príncipe de la libertad» (pp. 143-48), establece tres grados de ficción dentro de la novela (pp. 146-47), además de mostrar su marcado carácter experimental. Según Company Gimeno, que realiza un estudio de «La guerra del fin del mundo: una guerra retórica o la historia como (im)posibilidad» (pp. 175-82), en esta obra de Vargas Llosa se muestra que la realidad ficticia cuestiona seriamente la realidad real, pues ambas no son compartimentos estancos. Prieto Inzunza, con su aportación «Leer como historia Guerra en El Paraíso, de Carlos Montemayor» (pp. 359-65), señala que, en México, la Historia reciente no la están escribiendo los historiadores. Matías Barchino se adentra en una biografía ficticia que reinventa el mito creado en torno a un personaje: «La novela biográfica como reconstrucción histórica y como construcción mítica: el caso de Eva Duarte en La pasión según Evita, de Abel Posse» (pp. 149-57).

Otras comunicaciones giran en torno a la novela extranjera. Así, Andrade Boué se centra en la francesa, «Algunos problemas de la novela histórica documentada: el ejemplo de Les Pérégrines y Les compagnons d'éternité, de Jeanne Bourin» (pp. 135-42), y aboga por una historiografía «que asuma el riesgo de preferir, dentro de la expresión de una pluralidad de opciones» (p. 141). De la literatura italiana se ocupa Navarro Salazar, «I fuochi del Basento o la metáfora del espacio como aproximación a la historia local» (pp. 319-27), quien, apoyándose en la obra citada, se centra en las actuales tendencias de la novela histórica en Italia. Saraiva Rojão se detiene en la portuguesa con la comunicación, «Ficção, história e verdade: de Pessoa a Saramago» (pp. 385-92), en la que afirma que la ficción es el único camino para una verdad posible. La novela en lengua inglesa está presente con la aportación de López Rodríguez, «Indigo, de Marina Warner: re-escribiendo la historia colonial» (pp. 285-91); novela que arranca de The Tempest y gira en torno a dos ejes espacio-temporales -siglo XVI y siglo XX-. Apoyándose en la obra de Mukherjee y de Hawthorne, Ángeles de la Concha muestra que la Historia no es la misma desde la voz marginal de una mujer, en su trabajo «Otras voces, otra Historia» (pp. 183-88). Gómez-Tabanera, «Entre historia y ficción en las postrimerías del siglo XX o las transfiguraciones finiseculares de un subgénero novelístico» (pp. 247-53), se centra en la obra de Auel y Bishop para mostrar cómo la novela prehistórica y la de ciencia-ficción están vigentes en el último tercio del siglo XX.

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Este interesante volumen termina con dos «Apéndices». El primero, a cargo de Caunedo Álvarez, «Novela histórica en España y recepción crítica en El País y ABC (1980-1991). Una bibliografía» (pp. 411-26), una interesante recopilación de «Autores y obras», «Reseñas» y «Algunas conclusiones» en torno a las mismas. El segundo corre a cargo del profesor José Romera Castillo: «Selección bibliográfica sobre novela histórica» (pp. 427-39), que constituye una gran ayuda para el estudioso del tema. Ambas contribuciones son de obligada consulta para todo aquél que se introduzca en este interesante mundo.

Nos encontramos ante una rica aportación al ámbito de la novela histórica, género que en las últimas décadas ha experimentado un importante desarrollo. Sólo desear que este Instituto de Semiótica Literaria y Teatral de la UNED nos ofrezca cuanto antes el volumen de Actas del siguiente Seminario, Literatura y multimedia.215