Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

31

Aun siendo verdad que tal vez convenga -como sugieren F. P. Casa y B. Primorac- matizar el papel propagandístico que habitualmente se atribuye a la comedia de los Siglos de Oro; «Introducción» a Lope de Vega, El mejor alcalde, el rey, Madrid, Cátedra, 1993, pp. 14 ss.

 

32

El final de la comedia reflejaba la apoteosis del discurso imperialista, exaltando la figura del emperador, como garante de la fe y la patria: «Esta corona, a vos justa y debida, / sustente la cabeza gloriosa, / como cabeza de la fe elegida / para ampararla de la cisma odiosa. / Y el cielo os dé y otorgue tanta vida / cuanto durase en él la luz hermosa / del sol, y os dé Vitorias excelentes / de varias, fieras y enemigas gentes. / Y porque resta que la sacra mano / del vicario de Dios os unja, vamos, / emperador dignísimo romano, / a quien el cetro y obediencia damos. / Y el hacedor del cielo tan ufano / os haga, que de vos sólo veamos / el nombre eterno de inmortal memoria, / poniendo fin en esto a nuestra historia» (fols. 36v.-37).

 

33

F. Ruiz Ramón, Historia del teatro español (Desde sus orígenes hasta 1900), Madrid, Cátedra, 19862, p. 112.

 

34

M. Sito Alba, «El teatro en el siglo XVI», en ob. cit., p. 333.

 

35

El teatro de asunto histórico de Cueva logra entroncar, según afirma B. W. Wardropper, lo nacional español en lo cosmopolita renacentista del XVI. Su arte dramático nos ofrece la fusión de lo humanista y lo tradicional, donde aparece la antigüedad clásica y la Edad Media bajo una concepción claramente renacentista; la poesía y los sentimientos populares coexisten con el arte erudito; «Juan de la Cueva y el drama histórico», art. cit.

 

36

Sobre esta modalidad narrativa, véase M. A. Teijeiro Fuentes, La novela bizantina española. Apuntes para una visión del género, Cáceres, Universidad, 1988.

 

37

Sobre las fuentes de esta obra véase el trabajo de J. M. Caso, «Las obras de tema contemporáneo en el teatro de Juan de la Cueva», Archivum, XIX (1969), pp. 127-147, y don D. Alonso se preocupó por la consideración de esta pieza como posible fuente cervantina, «Una fuente de Los Baños de Argel», RFE, XIV, 3 (1927), pp. 275-282, «Los Baños de Argel y La comedia del degollado», RFE, XXIV, 2 (1937), pp. 213-218, «Maraña de hilos (Un tema de cautiverio entre Fulgosio, Pero Mexía, Bandello, Juan de la Cueva y Cervantes», en Del Siglo de Oro a este siglo de siglas, Madrid, Gredos, 19682, pp. 29-42.

 

38

Véase El Abencerraje. Novela y romancero, edición de F. López Estrada, Madrid, Cátedra, 1980.

 

39

Acerca del sentimiento amoroso en la literatura española de los Siglos de Oro, véase O. H. Green, El amor cortés en Quevedo, Zaragoza, Librería General, 1955, España y la tradición occidental, Madrid, Gredos, 1969, vols. I y II; Denis de Rougemont, El amor y Occidente, Barcelona, Kairos, 1978; Baltasar de Castiglione, El Cortesano, ed. R. Reyes Cano, Madrid, Espasa-Calpe, 1984; A. A. Parker, La filosofía del amor en la literatura española, 1480-1680, Madrid, Cátedra, 1986; Marsilio Ficino, De amore: comentario al «Banquete» de Platón, ed. Rocío de la Villa Ardura, Madrid, Tecnos, 1986; León Hebreo, Diálogos de amor, ed. J. Mª. Reyes Cano, Barcelona, PPU, 1986.

 

40

Así dice Arnaldo: «Muy filósofo estás, mas ya que quieres / que yo te dé razón, sabrás que muero / por Celia, y en Celia viven mis placeres, / y en sola Celia el bien del alma espero» (fol. 83). El paralelismo resulta mucho más evidente en la declaración amorosa del moro Chichivalí; «Celia es mi bien soberano, / por mi Dios a Celia adoro, / por Alá he sido moro, / y por Celia soy cristiano. / Si Alá goza el santo cielo, / sin Celia ¿no es cielo el suyo? / Por Celia del cielo huyo, / pues Celia hace cielo el suelo» (fol. 84). Y, más adelante, incluso el príncipe moro confiesa: «que vos, Celia, sois mi Dios» (fol. 92v.).