Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


ArribaAbajo

Trayectoria poética de Carlos Etxeba


Carlos Etxeba





El día 27-4-2002 el poema «A mi Planta» recibió el Primer Premio de Poesía Juan Gerekiz con trofeo, diploma, 125 euros en metálico y publicación en la revista Miscelánea del Colectivo Juan Gerekiz.




ArribaAbajo

A mi planta


ArribaAbajoNo sé cómo te llamas, planta mía.
Eres carne sin hueso,
dedos sin uñas, ojos sin pestañas,
cuello sin hombros,
pero vives para mí en mi ventana.

No me pides nada
a cambio de regalarme tu silueta entretejida,
estrenada cada mañana.

Te yergues orgullosa, al sentir mi sombra
soslayada y repetida en la ventana.

En el hueco de tus hojas desfondadas,
amontonas presurosa mis miradas
y te estremeces por la tarde calurosa,
orgullosa de tenerme enamorado por tus flores,
cuando el sol toca tus alas.

Besas, sin tener labios carnosos,
hablas, sin tener boca entreabierta,
tocas sin tener dedos ni brazos,
solo flores diminutas,
como velas, como llamas.

Y pasas tu ingravidez silenciosa,
tu esbeltez de tierra electrizada,
firmando en el aire mariposas
de colores de amatista encarnadas.

¡No necesito conocer tu nombre!
Tu nombre no me dice nada.

Pero sí necesito contemplar tus flores,
al pasar suavemente mi mirada sobre ti cada mañana.




ArribaAbajo

A todos los poetas del mundo


ArribaAbajo La poesía divina (Jesucristo)
se reunía con los apóstoles (los poetas)
para recitarles los versos del amor (el evangelio)

Los poetas (los apóstoles)
escuchaban las profecías (los poemas)
rimando consonantes y asonantes interiores del corazón.

Las poesía humana va siempre de incógnito
sin corona, sin manto de púrpura,
sin pasar por la peluquería,
para no llamar la atención
porque sabe que es criticada y perseguida constantemente
por las damas empingorotadas
y habla siempre en metáforas
para que la entiendan solamente los elegidos
que se ocultan humildemente en sus casas.

-No temáis poetas del mundo,
cuando a cuenta de mi amistad os dijeren los hombres:
¡Están locos! Gastan el dinero en cosas inútiles y superficiales.
Yo os digo que vuestros nombres están inscritos
para recibir el premio de consolación de la cultura.

No temáis, poetas del mundo,
cuando a cuenta de la poesía os torturen los hombres, diciendo:
¡No sirven para nada! Son unos parásitos.
Son unos imbéciles.
¡Mejor harían en ir al boxeo o al fútbol!

Yo en verdad os digo que a cada uno de vosotros
le sonreirá el prestigio en esta vida
y en la otra os entregaré entradas
para ver los ojos azules de la Esperanza
que en el teatro del universo estelar
canta divinamente con el Ideal
la danza del Progreso junto con los coros de la Certeza,
la orquesta sinfónica de la Fantasía
y el cuerpo de baile del Delirio,
todos dirigidos por el gran Maestro Universal.

¡Ah, se me olvidaba!
El primer bailarín es el Desarrollo
y la primera bailarina es la Prosperidad.

A aquellos que os critican les espera una vida prosaica
donde solo se oirá el llanto de la mediocridad
y el crujido de dientes del materialismo
y no sabrán distinguir entre una jota una ge,
una uve y una be.

Esto dijo la Poesía
y poniéndose la dorada corona de laurel
que le quedó un poco ladeada,
pegó un portazo, al salir con paso solemne
y mirada furibunda del Salón de Actos del Círculo Cultural
de la Buena Voluntad.

Como resultas del portazo se cayeron al suelo
y se hicieron añicos los retratos de los directores
de grandes bigotes y gesto ceñudo de la galería de retratos.

Una señora de la limpieza que por allí pasaba,
los barrió a todos y los echó al cubo de la basura,
mientras la Poesía bajaba con paso solemne
por la escalera principal
diciendo a grito pelado:
¡Pandilla de majaderos!

Y ya no volvió por allí más.




ArribaAbajo

Al escondite


ArribaAbajo¿Dónde se esconde el amor?
Detrás de todas las puertas,
fisgonea importuno
y se agazapa, se acurruca
invisible para que no le veas,
disfrazado de primavera calurosa.

Abres la puerta y no le ves,
Pero ahí estuvo él
y puede ser, que todavía esté.

¿No sentiste la corriente de viento cálido
que cerró violentamente la ventana?
¿No sentiste como unos pasos
en el piso de al lado,
como una voz que intentó decirte algo por la calle,
como una llamada sofocada por la brisa?

El amor estaba allí, escondido, disfrazado, agazapado,
para que no notases su presencia.

Pero un buen día, a plena luz de un sol
cubierto de oro y pedrería,
o una noche sofocante de enigmas celestiales
y de delirios de estrellas,
o una tarde arrebolada de luces extrañas,
se presenta el amor, sin tarjeta de visita,
de improviso, súbitamente, como una aparición.

Es como un ladrón furtivo
que te empuja al pasar y te roba la cartera,
al tropezar.

Es como un asalto en plena calle
rodeado de un gentío
y no aciertas a comprender,
por qué te asaltan a ti y no a los demás.

Es como un perfume de rosas,
de un jardín inexistente
exhalado por el aire, al contacto de tu boca.

Es como el sonido de una voz
que desconoces y que canta una canción
que no comprendes y que te hace suspirar.

Es todo lo que anhelas,
todo lo que tocas,
todo lo que lloras,
todo lo que sientes,
todo lo que imaginas,
todo lo que sueñas,
todo lo que ves.

No le podrás cerrar la puerta.
Con un golpe de viento abrirá tu balcón,
y entre las cortinas alborotadas
se meterá de rondón
y se esconderá, como siempre jugando al escondite
con tu asombrado corazón.

No te servirá de nada fingir que no lo has visto,
porque, si se marcha, sin decirte adiós
llorarás como un chiquillo por su falta de atención
y si no se vuelve a presentar,
recordarás cada instante de tu vida
a aquel ladrón furtivo
que te empujó al pasar
y te robó la cartera, al tropezar.




ArribaAbajo

Callejones solitarios


ArribaAbajoCallejones solitarios,
barrios bajos cavernarios
entre casas derruidas
y ventanas carcomidas.

Faroles que se desmayan
por el paso de los años.
Sombras que pasan unidas
cual si presintieran años.

Una belleza morena
destocada la melena
hace sonar sus tacones
debajo de los balcones.

Se pasea solitaria
cual la luna imaginaria.
La luz entre los faroles
urde encajes de arreboles.
En el puerto está la luna
fisgoneando importuna.

- ¡Marinero, si tú quieres
te ofrezco mi amor sensual
como quien pone una rosa
y un clavel en el ojal!

¡Marinero, si tú quieres
te ofrezco mi libertad
encadenada en pasiones
que esconde mi talismán!

La luna lanza miradas
de platino y de coral
desvelando los secretos
de la noche sepulcral.

Coge un manojo de nubes
hace de ellas un sofá
y se tumba taciturna
soñando en el más allá.

-¡Marinero, solitario
de los ríos, de la mar
besa mis labios sedientos.
Yo te amaré de verdad!

-Esos amores que ofreces
son mentira, nada más,
oro falso que se oxida
antes de ponerse a amar.

¡Una moneda de plata
que vale solo el afán
y el placer de unos instantes!
Esa es toda la verdad.

La morena se la acerca,
saliendo desde un portal
y el marinero se marcha,
silbando alegre un cantar.

Un perro ladra a la luna.
Le fascina su beldad.
La noche roba a las almas
la paz y tranquilidad.

Y en el callejón oscuro
destocada la melena
mientras suenan sus tacones
debajo de los balcones,
una belleza morena
lanza miradas al mar
donde están los marineros
que apenas llegan, se van.




ArribaAbajo

Canción china de Nanking


ArribaAbajo En Nanking tuvo un desliz
la hija de un mandarín,
al bordar una perdiz
con aguja de marfil
una mañana de abril.

Sobre un dorado tapiz
se pinchó en la nariz
y su cara se tiñó
de un suave color añil.

Un gran grito de dolor
se escuchó por el jardín
y una lágrima cayó
sobre el dorado tapiz.

Otro imprevisto desliz
tuvo al andar por Nanking.
La hija del mandarín
Se enamoró del perfil
del hijo de un albañil
que dormía en un atril.

Se desmayó en un cojín
con ribetes de marfil
y ya no quiso salir
ni a ver las flores de abril

O le traían allí
al hijo del albañil
que dormía en un atril
o no saldría al jardín,
bordando siempre el tapiz
con ribetes de marfil.

El doctor del mandarín
le dio un té color carmín
con flor de pitiminí
y hojitas de perejil.

La hija del mandarín
no podía poner fin
a la ansiedad de su amor
por aquel guapo perfil
y su cara se tiñó
de un fuerte color añil.

El mandarín requirió
al hijo del albañil
para que fuera hasta allí
con aquel guapo perfil,
pero él no quiso ir,
porque odiaba al mandarín
y era temido en Nanking
de uno al otro confín.

-¡Le castigaría así
con furioso frenesí!

Y la princesa murió
por pincharse en la nariz
con la aguja de marfil,
mientras bordaba un tapiz
un atardecer de abril,
al volar un pavo real
sobre el florido jardín.




ArribaAbajo

Caricias


(Soneto)


ArribaAbajoPétalos blancos, rosas suaves, flores,
tiene tu tacto, cándida caricia,
beso de dedos, cálida delicia
que multiplica todos mis ardores.

Solo tus dedos quitan sinsabores
que la sonrisa trémula propicia,
cuando me miras con esa malicia
que de mis penas roba los temores.

Pasa tu mano cálida en mi frente.
Rompe de mi amargura las cadenas,
acariciando dulce y suavemente.

¡Desaparecerán todas mis penas,
como se van las aguas de un torrente,
dejando florecer las azucenas!




ArribaAbajo

Corazón


ArribaAbajo Corazón, ¿de qué te quejas,
si sabes que tu pasión
se alimenta solamente
del fuego de la ilusión?

¿No quieres más ilusiones?
¿Sólo quieres realidades?
¿Quieres comprobarlo todo?
¿Sólo deseas verdades?

Corazón que así te agitas,
averiguando el por qué.
Te cansas inútilmente.
Nunca podrás comprender,
si fue ilusión o mentira,
la realidad o el deseo.

Aunque no quieras creerlo,
te alimentas de ilusiones
como miguitas de pan
que comen los pajaritos
y que volando se van.




ArribaAbajo

Cuando el amor se va


ArribaAbajoEl amor es una catarata de espumas alocadas
lanzada contra ti en plena cara.
Cuando llega el amor todo lo arrasa.
El viento que le empuja,
te alcanza siempre en casa.

No huyas, no podrás escapar nunca.
Quédate, donde estés, sin hacer nada.
Si estás de pie, no trates de esconderte.
Si estás tumbado, refúgiate en la cama.

¡Es el amor que pasa y todo arrasa!
Pero el amor prefiere colocarse
detrás de las puertas, para oírte mejor.
Muy raramente detrás de las ventanas.

Si estás en una playa, escapa de la orilla,
porque vendrán las olas bravas
con una fuerza ingente de resaca.

Si estás en la montaña
escóndete en la cueva más profunda,
para que el rayo del amor no te dé en plena cara.

Si estás en alta mar, ya será tarde.
No podrás hacer nada.
Te volcarán, te agitarán las olas.
No podrás sujetarte a nada.
Serás juguete de los huracanes,
un pez sin rumbo que no supo nadar,
un ave alocada que en vez de volar
cayó en una trampa de agua.

Pero no te preocupes.
Cuando el amor se va, no queda nada.
Solo una herida y una mancha de sangre
aquí en el pecho.

Después de un tiempo ya no queda nada.




ArribaAbajo

Cuando vas a la iglesia


ArribaAbajo-Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?

Mientras movías los ojos
más de ángel que de niña,
un hoyito picaresco
apareció en tu mejilla.

-Rezo para que los pobres
no sufran el hambre fría
para que tengan vestidos
que la desnudez alivian...

Y yo proseguí insistiendo
en oír tu letanía.
-Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?

-Rezo para que en las guerras
no se maten a porfía,
para que el odio se acabe
y las disputas sombrías
y la paz venga a los hombres
dejando ya las envidias.

Y proseguí insistiendo
en oír tu letanía.
-Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?

Mi miraron tus ojazos
que el gran secreto encubrían
y una lágrima rodando
por tus mejillas corría.

-¡Rezo para que ese chico
de quien me viste prendida
se me declare rendido
y el amor sea su guía!
¡Rezo para que muy pronto
sea su esposa yo un día!

Y cerrando tus ojazos
que el gran secreto encubrían
rezabas, toda tú absorta,
una larga letanía...




ArribaAbajo

De compras


ArribaAbajo¿Cuánto vale una estrella?
¿Quién me la vende?
¿Dónde se vende el mar?

Si confías tanto en el dinero
¿por qué no puedes comprar el viento,
el huracán, la niebla?

¿Por qué no puedes comprar la nieve
ni el rocío?

¿Dónde se vende el firmamento?
¡Quiero comprar las constelaciones!

¿Crees que el dinero lo compra todo?

-¡Yo compré un día el amor!

-Te engañaron. Ten vendieron solo el odio.

¡Si no puedes comprar ni el amor,
aunque utilices cerrojos y grilletes,
disfrazándolos con terciopelos,
cómo comprar la luz, el sol,
el resplandor sutil de la verdad
y la bondad del corazón
que ilumina el infinito espacio del mundo.




ArribaAbajo

Dadme el yelmo y la espada


ArribaAbajoDadme le yelmo y la espada
que quiero defender a una doncella
que anda por este mundo deshonrada.

-¿Pero, hijo mío, no ves que no se estila
ni el yelmo, ni la espada?
¡Que no son tiempos de esas armas blancas!
¡Solo de atómicas muy sofisticadas!

¿Para qué quieres un yelmo tan antiguo?
¿A quién podrás herir con esa espada?

-El yelmo es para defenderme de la envidia,
único mal terrible que me espanta,
herencia de los siglos que en la cuna
se hereda y se amamanta.

La espada existencial de limpio filo
y acero espiritual que corta y saja
es para aniquilar las mil cabezas
de un gran dragón que a las princesas mata.

¡El yelmo es la paciencia y la palabra
es la espiritual y fina espada!

-¿Y quiénes son esas doncellas tristes,
desnudas, deshonradas que me hablas?

-Son la JUSTICIA y la VERDAD, desnudas,
sin cadenas, ni hierros que las atan.

Un gran relincho sofocante escucho.
Trote agitado en la noche estrellada
y Rocinante pasa cabalgando
entre espesas tinieblas enlutadas.

Monto sobre él, me pongo la armadura.
Blando en el viento la celeste espada
y comienzo a recorrer el ancho mundo,
defendiendo a las princesas deshonradas.




ArribaAbajo

¿De qué está hecho tu amor?


ArribaAbajo¿De qué está hecho tu amor,
de oro, de plata
de nobles cuños
o de hojalata
y de terruños?
¿Es amor fuerte
y está seguro
o débil, frágil
y está inmaduro?

¿Es como un viento
que se desata
que arrasa todo
y todo mata
o solo un viento
de primavera
que apenas nace
muere y no queda?
¿Es cual la garra
de los leones
como la espada
de las pasiones
o muda y cambia
en sus intenciones
conforme mueren
sus ilusiones?

¿De qué está hecho tu amor?
De oro, brillantes
y de luceros zigzagueantes
o de palabras
que dan los niños
que son cambiantes
cual los colores
de tus corpiños?

¡Si tu amor fuera
perseverante,
libre, sereno,
centelleante,
te adoraría
titubeante,
me rendiría
tan humillante
que temería
silabeante
morir de gozo
por ser tu amante!




ArribaAbajo

De repente las golondrinas


ArribaAbajoLas termitas en las nubes
rasgaron de repente el telón del firmamento.
Hicieron una grieta enorme en el otoño amoratado
y de la jaula del viento se escaparon todas las golondrinas.

Con sus levitas ceremoniales
las invitaron a los palacios del sur
donde hay pasteles colgados de las nubes
y caramelos de fresa en las sombras del jardín.

Se quedaron tristes los parques y los patios,
las avenidas y las rotondas, los tejados y los balcones,
los ojos de los niños y las flores.

Escribieron en el aire
una carta de despedida en un idioma extranjero.
La firmaron los saltimbanquis del aire
con exhibiciones de saltos mortales y piruetas de despedida
en el columpio del viento.

Por la emoción y las prisas
se olvidaron las maletas en un rincón de la estación.

Volverán a recogerlas.
cuando les invite el sol
con sus levitas ceremoniales
al palacio de verano,
donde hay bombones colgados
de los rayos de la luna
y una tarta de merengue en la mejilla del sol.

La carta de despedida se perdió
en un arcón de la estación
de los que guardan recuerdos
y declaraciones de amor.




ArribaAbajo

Del mar las espumas


ArribaAbajo¿Del mar?
Las espumas.
¿Del lago?
Las brumas.
De tu cara hermosa
las sonrisas tunas.

¿Del jardín?
La rosa
¿Del amor?
La diosa.
De tus dulces ojos
la expresión sabrosa.

¿Quién no te supiera
decir la verdad
y no se admirara
de tanta beldad?

¿Quien no te quisiera
tener, sin pensar
que quizás perdiera
toda libertad?

¿Del huerto?
Los brezos.
¿De tu amor?
Los rezos.
De tu ardiente cuerpo
los profundos besos.




ArribaAbajo

Desenredado de la luz del sol


ArribaAbajoEl amor es solo un rayo de sol perdido
que se desprende de su vestido de luces.

¿Qué quedará de mí, si me desenredo de la luz del sol?
Una gaviota perdida en un desierto interminable,
unos ojos extraviados de ave asustada
que no encuentra su camino en el aire.

Encontrar un camino en el aire es cosa de dos,
cuando el amor desnuda su cinturón de besos
donde se oculta el alma bajo un manto de abrazos.

Con la luz de la luna los cuerpos casi ingrávidos
se enredan en las sombras que parecen fantasmas.

La luna falsifica los datos de un pasaporte eterno
que solo sirve para acariciar los cuerpos,
mientras por los caminos
pasan sombras extrañas de momentos felices.

La luna enloquece en su camino de nubes.
Ha vertido en el aire unos brillos extraños
y las manos se extienden sobre el aire inflamado.
Una fiebre de besos electriza el instante
en calenturas de ensueños.

Pero el sol lo descubre al señalar el lecho
de ilusiones revueltas,
pero el amor lo observa con sus ojos de águila,
como la luz de un rayo que se extiende en el aire
en un manto de nubes desenredadas del cielo.




ArribaAbajo

Desterrado del sol y de la luna


ArribaAbajoLa garganta del viento tiene un eco extraño de saxofón.
Me atrae con ritmos modulados convergentes y envolventes..
Abierto siempre al viento, no tengo cerrojos ni en puertas ni en ventanas
y oigo su llamada urgente
para andar, andar, andar
siempre adelante,
para subir, subir, subir siempre hacia arriba,
para bajar, bajar, bajar,
siempre hacia abajo como un escalador
por los precipicios de luz de los balcones de las montañas.

La voz del saxofón comienza ya a sonar de madrugada
desde lejos, desde la luna embrujada disfrazada de lámpara.
Podría divisar desde las montañas los secretos del viento retorcido
y los aleteos fulgurantes de las aves insatisfechas
que protestan contundentes en el sindicato de las olas.

Tengo que seguir la llamada electrizada del saxofón urgente,
sin tropezar con las lenguas de las piedras engañosas
que resbalan,
sin mirar atrás, siempre adelante,
sonámbulo de auroras incipientes,
profeta de poéticas canciones,
ebrio de vanas esperanzas,
encaramado al mundo sobre paredes verticales, .
desafiando con la mirada los huecos abismales.
huido de mí mismo sin retorno.

Tras pasar las montañas tengo que llegar al mar,
esa cárcel de agua que me atraganta,
ese eterno rencoroso que no olvida,
ese furioso vengador de vanidades,
ese impaciente vigilante que todo lo controla.
Cuando llegue a la otra orilla,
abandonado de la aurora,
herido por el resquemor del viento,
desterrado del sol y de la luna,
me vendaré las llagas con la espuma.

En algún desconocido lugar,
escondido en las montañas,
agazapado en las esquinas del viento,
encontraré el saxofón de plata
que me incita desde lejos, incesante,
a andar, andar, andar siempre adelante
sin que pueda resistirme
al atractivo de esa voz envolvente que me llama.




ArribaAbajo

El chal


ArribaAbajo-¿Qué deseas para abril?
Te preguntó tu galán
y besándole en la boca
respondiste con afán.

-Para este abril pasajero
me regalarás un chal!

Que brille como el lucero
de luz, de mar y de sol,
que la luna nacarada
lo platee de color.

De seda serán sus fibras,
de seda su resplandor.
De raso será el reverso
de raso como mi amor.

Cuando lo ponga en mis hombros
que me aprisione de ti,
que me envuelva de caricias
y de cariño sin fin.

De terciopelo sería,
suave tacto de tus manos
y de bordados y encajes,
suave beso de su labios.

Y ramilletes de rosas
y guirnaldas de claveles
y racimos de caricias
que me desmayan las sienes.

Cuando me envuelva desnuda
en el chal de mis abrazos
me sentiré reposando
entre tus robustos brazos.

Por eso al preguntarte
qué querías tu galán,
al besar sus dulces labios
respondiste con afán:

-¡Para este abril pasajero
me regalarás un chal!




ArribaAbajo

El ladrón, el zurrón y el corazón


ArribaAbajoCorren sonámbulas las fuentes
y descansan las estrellas sobre las copas del viento.
Se adormece la luna en la cuna de las olas,
mientras un ladrón ágil e inquieto escala
rápidamente, sin hacer ruido, la tapia de mi jardín.

Solo una rana presiente la tragedia
y asustada se esconde de un brinco
en su charco de íntimos delirios.

El ladrón avanza por el corredor
con un puñal escondido en el fajín.
Las largas cortinas de mis ventanales ondulan al viento
y acarician las sombras de seda volátil de las rosas.

El ladrón se introduce en mi dormitorio
y avanza hacia mi cuerpo dormido.
Abro los ojos sorprendido y veo sus ojos feroces
y el relámpago brillante de su puñal afilado.

¡Lo mejor será no decir nada,
fingir que estoy dormido!
El ladrón revuelve furioso los cajones de mi estancia.
No encuentra nada.
Viene a mi cama y me mira con rostro vengativo
Adivino el fulgor siniestro de sus ojos encolerizados.
Finjo seguir dormido y como un relámpago
hunde su puñal en mi pecho asustado,
mete su mano ensangrentada, me roba el corazón
y lo arroja despectivamente al fondo de su zurrón.

Moribundo, apenas tengo fuerzas para verlo escapar
bajando como un loco por la ventana,
escondido en las ciegas sombras de los árboles.

Mi sangre se derrama por las sábanas
y veo una lágrima en la cara de la luna alucinada.

Me despierto asustado por la mañana.
Siento las palpitaciones de mi pecho sobresaltado.

¡Todo ha sido una ilusión, un ensueño, una ficción
entre un ladrón despiadado y un corazón palpitante
en el fondo de un zurrón.




ArribaAbajo

El ojo del gallo


ArribaAbajoEl ojo atónito del gallo
es el telescopio que desnuda a la inconsciente aurora
y el caleidoscopio de perfil
que la apuñala con los cristales rotos de su sangre.
¡Es tan fácil asesinar con un grito a la furtiva aurora!

¡¡¡Kikirikí!!!

Apoya el gallo su equilibrio
en una sola pata para observarla de plano
y mueve rápidamente la cabeza
para no perder la luz de sus temblorosos labios.

Solo el gallo conoce la linfa de su iris,
el temblor de su aliento leve
y las sospechas de una furtiva mirada
a los torreones ruinosos de las estrellas.

No le gusta que la noche le acaricie las alas
y llama despavorido a la aurora sobresaltada
desperezando sus tenues rayos
en el horizonte del viento y en la frontera del agua.

¡¡¡Kikirikí!!!!

En el ojo del gallo ha cuajado una mancha de sangre
y un punto azul de noche enterrada.
Un comerciante de Pekín le vendió
sus plumas de mago oriental
y su cresta es la llama de una fragua de Nankin.
Su voz es la espada afilada
que desnuda cada mañana a la aurora despavorida
que escapa de los picotazos de su timbre puntiagudo.

¡¡¡Kikirikí!!

Pero ya es tarde. Su ojo atónito enfoca desesperado
los tenues velos de la aurora casi desvanecida
que ya no volverá hasta mañana.




ArribaAbajo

El tango acecha como un tigre


ArribaAbajoEl tango acecha como un tigre en la maleza musical,
un tigre que alarga su mirada hacia la presa,
que olfatea en el aire imprevisto el revuelo de las notas,
el bullicio de los pies en una jungla de notas que resbalan
y arrastra pesadamente el hocico del instinto
para lanzarse de improviso
y clavar una dentellada de celos en el alma.

A ritmo de pasión estalla el cuello del dolor
como una llaga de notas sincopadas.

Hay hendiduras de abismos silenciosos de angustia
en las manos, de brazos que reclaman ser amados,
de miradas que acechan la venganza,
de palabras que imploran,
gimen, claman.

Hay una voz que se oye como una bocanada de sangre
hirviente de venganza, sobre el sonido de un deseo,
sobre el latigazo de un sollozo.

La música del tango está ahí como un tigre agazapado
en plena jungla musical,
en la maleza de una lágrima.




ArribaAbajo

En la casa de la noche


ArribaAbajoEl edificio de la noche tiene cimientos de viento
en el aire turbulento.

En sus techumbres ocultas tiene zaguanes abiertos.
Por sus pasillos se escuchan pasos que van a la mar
y suspiros abatidos, muchos besos repetidos
del amor que viene y va.

En la cúpula estrellada hay un reloj monacal.
En la casa de la noche no existe ningún portal,
solo un ventanal enorme, sin masilla y sin cristal,
con un solo dormitorio para poder descansar
y cortinas transparentes que se pierden en el mar.

Sobre la cuerda del monte
en las pinzas de las ramas
cuelgan sábanas de nubes
que ventila el horizonte.

Por la frontera del sueño
se producen contrabandos de tinieblas inconscientes
que roban los corazones que viven en soledad.

Junto al borde de la fuente se esconden labios sedientos
y la noche desaloja de todos los pensamientos
unos pequeños momentos de paz y tranquilidad.

Agazapada en las sombras colecciona corazones
que han latido siempre unidos por amor hasta la muerte
y me sorprende en el sueño pensando otra vez en ti.

Hay un brillo en su mirada de zafiros violentos.
cuando arroja hacia las olas mi carnet de identidad
mientras la luna pasea por el bosque ceniciento
con correaje de espumas y una hebilla de metal.

En la oscuridad dormida hay destellos insinuantes
de las fuentes del estanque.
Se ha desprendido una estrella
de sus bordes rutilantes.

En la casa de la noche no existe ningún portal,
solo un ventanal enorme sin masilla y sin cristal
con un solo dormitorio para poder descansar
y cortinas transparentes que se pierden en el mar.

¡Quien pudiera adormecerse en la noche de ensueño
sin temer las pesadillas de aquel viento violento
y soñar entre los astros en tu amor de eternidad!




ArribaAbajo

En la gran inmensidad


ArribaAbajoEl viento da manotazos contra el cielo de cristal.
Con sus puños transparentes se revuelca inútilmente.
Sus protestas siderales rompen ventanas celestes
con su lengua fantasmal.

Hay sombras que se retuercen a la orilla de la luna
y hay aristas sinodales que cortan brillos sutiles
por encima de las olas.

Llueven auroras boreales en las espumas del mar.
La luna sufre mareos y enloquece de repente.
Ha olvidado en los corales una sombra intermitente.

Los capiteles del aire se desploman de repente.
Sin los cimientos de nubes se hunden los arcos celestes
y se esconden peces ciegos en la gran inmensidad.
La noche se descompone en jaquecas de delirios
y va vomitando espumas por su boca de cristal.

-¡Peces buscadme la luna!
¡No me la queráis robar!
Si se pierde para siempre,
me temo que os va a pesar.
¡Haré saltar por los aires
la profundidad del mar!

Por los pasillos del cielo se retuerce el huracán.
Sufre heridas de puñales, mordeduras de serpientes
y una lesión en el pecho que le impide respirar.

Las olas rasgan espumas y un gran telón falaz.
Han descubierto a la luna con un pálido antifaz
sobre los ojos cansados de tan largo caminar.

¡Me parece ver en ella tu figura angelical!
¡Un amor que fue perdido junto a las olas del mar!

¡Ven a mí, amor perdido, imposible amor en paz,
antes que el viento la oprima por la garganta sensual,
antes que muera en el aire
en la gran inmensidad!

¡Creo verte en los enredos de su gasa tropical!

¡Ven a mí, amor perdido, imposible amor en paz,
antes que muera la luna con su pálido antifaz
antes que yazca tendida en la gran inmensidad!




ArribaAbajo

Esta hierba


ArribaAbajoEsta hierba que se somete esclava,
junto a esta fuente que te sirve diáfana,
este recuerdo sutil que desde lejos
a través de la noche sosegada
te envuelve en sombras onduladas,
esta noche trasnochada,
salpicada de sospechas de miradas indiscretas,
rota en brillos nacarados,
han desatado perfumes y recuerdos ya olvidados.

Han colocado en tu pelo mariposas asustadas,
en tu voz la pasión suelta del viento
y en la fresa de tu boca una gran rosa encarnada,
siempre abierta a mis abrazos y a mis caricias amadas.

¡Yo he visto a la noche querer robar tus ojos!
¡Yo he visto a las sombras querer robar tu cara!




ArribaAbajo

La boca entreabierta


ArribaAbajoBoca entreabierta al primer beso usurpado.
Besos urgentes desnudados de sí mismos
tras olas exaltadas que se inflaman
y alejan sin cesar en impulsos ingrávidos.

Besos irremediables, pesadillas de carne temblorosa,
ardillas minuciosas que huyen de los labios
para esconderse en el árbol secreto del alma.

En la noche inconsciente y desmayada
hasta las olas besan a las rocas, ebrias de luz,
hasta la orilla besa vanamente al río
que perdido no sabe a dónde va,
mientras se despiden los momentos fugaces de las estrellas.

En un momento el alma se hace un volcán de deseos cálidos
y una erupción de besos derramados en el viento.

Como palomas asustadas que vuelven a reposar,
los besos se estremecen en la lengua de la sombra
que sí sabe a dónde va.

Va a un firmamento enredado en las estrellas y en la luna
que abarca todos los sueños
atrapados en un momento muy corto de eternidad.




ArribaAbajo

La catarata


ArribaAbajoNunca es tarde para la aurora que se mece
en el columpio luminoso de la estrella.
Nunca es tarde para la noche escondida
bajo las piedras soñolientas del arroyo,
agazapada en los delirios de las ramas
que nos miran, escondiendo sus miradas.

Ni los montes tienen prisa para nada,
enredados como están entre las nubes.
esperando eternamente mis miradas.
Ni el arroyo tiene prisa, aunque lo veas
reflejar sus tornasoles deslizantes
como eterna llamarada ensimismada.

Pero la catarata refulgente tiene prisa
por el agua eternamente amontonada.
¿Para llegar antes a dónde
en bullicio de protestas alocadas?
¿Para romper sus líquidas rodillas
con puntiagudas rocas encorvadas?

¿Para alejarse sin cesar del cielo
en su caída libre hacia la nada?
¿Para morir cansada entre peñascos,
entre vómitos de espumas afiladas?

¡Solo podrán calmarla en su delirio,
las largas manos de llanuras represadas!
Así pudiera descansar la catarata,
contenida de su vertical asombro,
sin sufrir eternamente despeñada.

¡Viniera un rayo de la luz más tarde
a apaciguar su eterna llamarada!
¡Viniera sin cesar, como testigo,
la caricia de una sombra de llanura apaciguada!

Así pudiera, tal vez, descansar la catarata,
defendida del viento y del torrente,
sin sufrir eternamente despeñada.




ArribaAbajo

La dulce levedad pura del agua


ArribaAbajoNo miréis la cabellera ensortijada del sol
donde pululan escondidos enjambres luminosos
de púas encendidas
y una malla protectora de brillantes puñales
que hacen hundir en seísmos las miradas,
donde se agazapan titanes que amontonan celestes lavas blancas
y llenan de alaridos luminosos
las esferas encorvadas que desgajan.

De donde viniste tú, no se encontraba el sol,
sino la tierra y una lejana montaña alta, tan lejana
que apenas recuerdas ya su curvatura verde,
que hacía resonar la melena líquida del agua.

De donde viniste tú
solo se encontraban las raíces varicosas de las ramas.
y sus grandes abanicos
que ventean las llanuras sosegadas.

El ojo ávido del sol miraba,
examinaba,
juzgaba,
castigaba,
rompía,
rasgaba.

Un delirio de reflejos encontrados
se fraguaba en sus entrañas,
cuando, vendado y oprimido por las nubes,
manejaba la venganza.

Porque todos nacimos al otro lado del sol.
Una ola de nácar nos abandonó un día en una playa.
El sol no estaba allí, donde hicieran falta testigos asombrados,
que señalasen lo insólito, sin la dulce levedad pura del agua.

Soñábamos en la humedad sedienta de la orilla apaciguada,
en el beso bullicioso de la espuma sobre el agua,
que cabalga sutilmente sobre el lomo de su espalda.

Soñábamos en un arroyo de plata, en un río de esmeraldas,
en un lago nacarado por inquietas alas blancas
y en los besos submarinos refrescantes de las algas.

Soñábamos con la espuma de una nube
que bañara nuestra desnudez, recién nacida,
nuestro inmaculado corazón, todo palabras,
inocencia primitiva en la alborada rosada.

No podíamos alcanzar la lluvia tibia,
ni pisar sus líquidas alfombras blandas.

La lengua sedienta no podía atisbar desde lejos
su voluble desnudez ,
sus múltiples siluetas deslizantes
modeladas por sus líquidas entrañas.

Es urgente encontrar sus huellas frágiles
que en senderos verticales se atragantan.
Es urgente encontrar las minuciosas marcas frágiles
del rocío que pestañea en la alborada.

Las sortijas luminosas de la lluvia
refrescarán así las gargantas apagadas,
cansadas de decir solo palabras,
palabras que añoran con sonidos estridentes
la dulce levedad pura del agua.




ArribaAbajo

La fea


ArribaAbajo¡FEA! ¡FEA! Me llamaban
los chiquillos en la plaza
cuando era una rapaza
llena de granos y manchas.

¡FEA! ¡FEA! Piensan ahora
sin decirme una palabra
los hombres que se detienen
rehuyendo mis miradas.

¡FEA! ¡FEA! ese es el sino
que está destrozando mi alma,
desangrándome las sienes,
lacerándome en su saña.

Yo también como las guapas
tengo corazón y ganas
de ser amada de un hombre
que satisfaga mis ansias.

Sería dulce y amable,
trabajadora, su esclava
y obedecería muda
sus deseos y palabras.

Sería el rey de mi vida,
tirano de mis entrañas
y de mis senos haría
una blanda y tierna almohada.

De mi cintura las sábanas
y de mis brazos las mantas,
de mis espaldas alfombras,
de mis manos sobrecama.

¡Qué no le daría yo
al hombre que así me amara!
Y tengo que contentarme
con mirar a otras muchas
cogidas de la cintura
de los hombres tan amadas!

Y es que soy fea, tan fea
como cuando era rapaza
y los chiquillos gritaban
desde el centro de la plaza.

¡FEA! ¡FEA! Van pensando
sin decirme una palabras
los hombres que se detienen
rehuyendo mis miradas.




ArribaAbajo

La grieta de la noche


ArribaAbajoEl cielo navegaba sobre un mar de cuchillos
y un barco cortaba nubes millonarias
de espumas centenarias.

El almacén del mar
amontonaba desperdicios de luces dispersas.

De repente prendió la llama de un incendio
en una esquina del viento.

El fuego ascendió por las cortinas del sol
sobre los altos muros del aire
y en un momento trágico
se hundieron los cimientos
del edificio mágico que sostenía el tiempo.

Lo derrumbó la noche entre brillos siniestros.

En un terreno oscuro abrió zangas sin fondo
y un edificio negro surcado por las olas,
se desplomó en el tiempo.

La grieta de la noche abrió su precipicio
lentamente en un silencio incierto.




ArribaAbajo

La languidez del aire entre las rosas


ArribaAbajoLa languidez del aire entre las rosas
que dulcemente inhalan los sentidos,
es un suspiro leve de remanso
en esta noche melancólica de plata.

Apenas suena el aire ni se mece.
Apenas suena el agua enloquecida de reflejos
en el arroyo oscuro,
si no es el salto de una rana leve,
celosa de un lucero entre los charcos.

La languidez del aire entre las rosas,
viene del remolino de la luz y el aire
en las mismas rosas ascendidas por tu verja
y luego desmayadas candorosas de sus pétalos.

Apenas se oye el dulce respirar de tus latidos,
unidos para siempre a mis sentidos.

¡Somos un corazón ardiente en plena noche,
un abrazo cerrado de mil besos,
una ilusión viviente, sin sentido!

¿Qué sentido tiene retener tus besos
si alocados, se escapan cual suspiros?

¿Qué sentido tienen tus caricias,
si huyen y se escapan al olvido?

¡La languidez del aire entre las rosas
en una noche melancólica de plata!

¡La languidez de ensueños revividos!




ArribaAbajo

La mar


ArribaAbajoLa mar es un cuesta horizontal sin fondo,
un torbellino vertical de alfombras deslizantes.
Se enreda el aire en las crines de sus hirsutas olas
y brama y desata al viento sus pezuñas elevadas.

La mar no tiene ojos, solo iris,
azules, verdes, sonrosados, grises,
marrones, negros, amarillos, rojos,
sutiles tornasoles desatados de collares
prendidos en cinturones de huracanes.

La mar está ciega y no tiene manos,
tan solo un golpe que se esparce inmenso
en profundas oquedades blandas
y sube y baja sin saber a dónde
y surge y eleva su temblor de yagas.
Un gran clamor se extiende hacia las nubes
y gritos de un furor incontenible.
Una ira irrespetuosa contra el cielo
que escupe feroz las olas hacia el viento.

La mar me tiene a mí junto a la orilla
y siente respetuosa mis miradas
por horizontes de velas desgarradas
en rutas olvidadas y lejanas.

Cuando sus ojos sin pestañas se abren
y me lanza fijamente la mirada,
la mar sonríe un vendaval de luces
entre vaivenes de sutiles algas.

La mar me tiene a mí junto a la orilla
y siente, respetuosa mis miradas.




ArribaAbajo

La montaña


ArribaAbajoAl mar siempre domina una montaña,
por más que sus espumas sindicales
protesten con los puños de las olas.

Sus capiteles de granito
son doseles de viento,
minaretes de aire inalcanzable.
Su estatura inmaculada
es interior catedral de mármol puro,
cincelados altares,
barroca fortaleza almenada de nubes,
romántica aventura de la tierra.

Sus altas cúpulas de viento y niebla
sobre oquedades de vacíos truenos
retumban en flotantes precipicios.
Su arbólea bóveda es nido de estrellas
y hondura vertical de los abismos.

¡Así quisiera ser!
Una montaña contra el odio enloquecido de las olas.
Robusto equilibrio contra la liviandad de las pasiones.
Romántica montaña, inmensa y libre,
encendida de flores, libre de odio,
filigrana de ramas y de arbustos
sobre hontanares de alfombrado espino.

Ni el viento, ni la lluvia doblegarán la altura de su cumbre.
¡Allí podré admirar desde su cima
los vastos horizontes de grandeza
que bordean el sinfín del mundo!




ArribaAbajo

Se muere sobre el agua


ArribaAbajoEl cielo ha sitiado a la tierra con un ejército de luces.
Potencias extranjeras fluorescentes la vigilan
y la asedian enormes bandadas de estrellas.

En sus confines eléctricos chisporrotean
chispazos siderales de explosiones lejanas.

En la ladera del cielo
el pecho herido de la noche respira jadeante
y bajo las olas gigantes
late en el viento su corazón moribundo.

La espesa melena de las olas
agita un gran río de sangre
que mana de las heridas del agua.

Se oyen sollozos ocultos entre las rocas
y la noche se muere desangrada,
sin vendajes de nubes sobre el agua.




ArribaAbajo

La paz


ArribaAbajoLa paz viene siempre de una mano
insensiblemente.
Proviene de la mano del amor en la mirada,
cuando florece un ramillete de sonrisas
en el espejo cristalino de la amistad.

La paz viene siempre de la mano de la luz del sol
insensiblemente.
Es un halo de esplendor radiante,
cuando te envuelve el calor de la alegría
que irradia la mirada del día.

La paz se añora, cuando te sofoca su ausencia
en las sombras de la noche,
cuando las estrellas te clavan fríamente la mirada
y te aprietan fuertemente el corazón
con su lazo de tinieblas.

La paz proviene de la mano del amor en la mirada
insensiblemente,
cuando florece un ramillete de sonrisas
en el espejo cristalino de la amistad
y se añora cuando se ausenta
para siempre de la vista
en una despedida interminable.

Entonces deja un reguero violento
de guijarros puntiagudos
y una lágrima rota que se desliza
y nunca acaba de caer
y una quemadura violenta en el alma
que nunca cura
y nunca saja
y nunca acaba de angustiar
y nunca acaba violentamente de sangrar
y nunca,
nunca,
nunca acaba de morir.




ArribaAbajo

La poesía sombra


ArribaAbajoLa poesía, sombra sin cuerpo, voz sin oído,
está escondida, en la luna que destella sonrisas,
perfilando miradas sobre lechos de flores.

Juega al escondite detrás de las ventanas,
disfrazada de ave, que se eleva lentamente azulada
rozando con sus alas las olas hirientes
que intentan agarrarla.

La poesía está detrás de tu sombra y te imita,
jugando a ser tú como un árbol que se agarra a la luz,
como un río enloquecido de espumas,
como una corona de oro abrumada de luces.

¿No la has visto en tu álbum de fotos queridas,
escondida en los ojos que taladran miradas.
oculta en los deseos como flechas lanzadas?

Siempre detrás de ti, detrás de tu sombra,
una sombra delgada y alargada,
una silueta-sombra abrazada a tus pies,
acariciando siempre tus palabras,
unas palabras-sombra llenas de resaca de otra orilla
que nunca se pronuncian y que nunca, nunca se acaban.




ArribaAbajo

La princesa de las rosas


ArribaAbajo Una princesa de China
de una ciudad colonial
de minaretes de plata
y balcones de coral
con unos pies diminutos
como granitos de sal
con ojos grandes de almendra
y lazada de percal
sobre el kimono de seda
del color azul de mar,
le preguntó a su maestro
con una gran seriedad.

-¿Hay en la naturaleza
algo que me enseñe a amar?

El maestro se fue al punto
al jardín del pavo real
y cogiendo entre sus manos
una gran rosa imperial
la presentó a la princesa
de mirada de azahar.

- Esta es la profesora
de cómo se aprende a amar.
Ponla siempre en la ventana,
mírala y te enseñará.

Las rosas la hablaron tanto
que en las crónicas está
que la princesa se hacía,
aun a su temprana edad
juiciosa, fiel, hacendosa,
cuidadosa, servicial,
dulce, alegre, placentera,
apasionada y cordial.

- «La princesa de las rosas»,
comenzáronla a llamar
y cuando algún cortesano
comentaba con afán
cómo es que había aprendido
tanta paciencia y bondad,
la princesa respondía
con gran afabilidad
- «Las flores de mis jardines,
me han enseñado a amar».




ArribaAbajo

La princesa munifar (fantasía oriental)


ArribaAbajo Hay un país en oriente
de mil lagos de cristal
de sombras de terciopelo
con estrellas de coral.

Una selva de leones
es su frontera real
donde ni la luz del día
puede hasta el suelo llegar.

Su rey convocó a los sabios
para poder indagar
dónde radica en el alma
la ansiada felicidad.

- «Aquel sabio que en mi reino
sepa bien desentrañar
el verdadero secreto
que hay en la felicidad,
se casará con mi hija
la princesa Munifar».

Sus labios son de manzana,
sus mejillas de azahar.
su cuerpo blanco de nieve
se mueve suave y sensual
cuando baila al son del arpa
una balada oriental.

Veinte mil esclavas tiene
pendientes de su mirar
y en espejos de diamantes
se refleja su beldad.

Todos los sabios del reino
se pusieron a pensar
cómo hallar el gran secreto
que hay en la felicidad.
Suenan trompetas de esclavos
en los confines del mar
y rugidos de leones
del jardín de Munifar.
Es el día del secreto
que el rey quiere desvelar
y ha congregado a los sabios
en el salón imperial.

El suelo es de oro macizo,
las columnas de cristal,
las escaleras de plata,
el techo de pedernal.

Cuatro tigres a la entrada
forman la guardia imperial.
veinte panteras escoltan
el trono a su majestad.

- «Aquel sabio que en mi reino
sepa bien desentrañar
el verdadero secreto
que hay en la felicidad,
se casará con mi hija,
la Princesa Munifar».

El más venerable sabio
que había en aquel lugar
se levantó de su asiento
y así comenzó a hablar.

-«Para gozar en la vida
de eterna felicidad
hay que despojarse entero
de todo placer sensual.
Sin tener ningún deseo,
sin nada por qué aspirar
se está ya en las condiciones
de tener felicidad».

La princesa se ha indignado
y no le quiere escuchar
y con voz un tanto airada
le ha contestado sagaz,
refulgiendo sus ojazos
azules como la mar.

- «Si me quitas el deseo
de un hombre con quien casar,
yo creo que moriría
prontamente y sin piedad.
¡No puede ser el secreto
que dé la felicidad!»

Otro sabio se levanta
de muy avanzada edad.
Su rostro es muy venerable
y así ha comenzado a hablar:

- «Mortificar las pasiones
es remedio universal.
Las pasiones son el diablo
y nos quieren embaucar.
Todo en este mundo es sucio
De maldad y falsedad.
¡Mortificad las pasiones
y hallaréis felicidad!»

La princesa le interrumpe
y no le quiere escuchar
y con gesto airado grita
sin poderse ya aguantar,

- «¿Mortificar el anhelo
de que me pueda casar?
¡Si es la pasión que yo siento
que me da felicidad!
Si me la quitan al punto,
¡ay padre!, me matarán.

¡Que se marchen estos sabios
que no saben ni pensar
y si no existe un remedio
que dé la felicidad,
quitad pues del diccionario
esta palabra infernal!
¡Que no se hable ni se escriba
en nuestro reino jamás!»

Suenan trompetas de esclavos
en los confines del mar
y rugidos de leones
del jardín de Munifar:

«A todo el que pronunciare
esta palabra fatal,
se le cortará la lengua,
por conducta desleal».

En el país del oriente
de mil lagos de cristal,
de sombras de terciopelo
y de estrellas de coral,
de la selva de leones
cual frontera natural,
desde entonces nadie entiende
la expresión «FELICIDAD».




ArribaAbajo

Las olas


ArribaAbajoLas olas me conocen desde lejos,
porque siempre las observo prudentemente distanciado.

Me saludan con sus ondulados pañuelos blancos
y se ríen de mí.

- ¡Vedle, siempre el mismo mirón, al fondo!
¡Acércate más y juega con nosotras!

Tienen unas manos largas y fuertes.
Extienden los brazos y me besan suavemente
o me derrumban y vuelcan, riendo sus pesadas gracias
con sus dentaduras largas de alegre espuma.

Pueden ser veloces delincuentes furtivos
que roban alientos y suspiros
en los callejones negros de sus profundidades solitarias.

Pueden hacerme sentir en mi alma
todo el puñetazo verde de sus iras acuáticas.

Sus frías manos aprietan las gargantas
con gasas verdes y encajes de seda.
Sus pies golpean duramente las cinturas
con patadas y puñetazos de agua.

Las olas como culebras líquidas
se retuercen entre los brazos
y una explosión de burbujas
paraliza los corazones angustiados.

Cuando te dejan en la arena, revolcado, lejos de ellas,
oyes sus carcajadas y amenazas retorcidas
entre los pliegues del viento asustado.

Por eso no quiero tutearme con las olas.
Prefiero observarlas, indiferente, desde lejos,
sin que se den cuenta,
para que no me inciten a sus juegos peligrosos.

Prefiero admirar su bravura de corsario,
su inquieta independencia sumergida
y todo el fuego de su ira incontenible contre el aire.




ArribaAbajo

Palabras


ArribaAbajoLas palabras salen volando de nidos colgantes
como pájaros fugaces.
Por la mañana desnuda suenan rápidas
como pizzicatos de violines del viento.

Las vocales son un baile de notas desprendidas de la boca
que utilizan arpegios decadentes que se escapan.
Las consonantes se cruzan, se entretejen y se ocultan,
luego salen, se entreabren, se entrecierran,
se lastiman al rozar por cavidades cálidas,
pero nunca se extravían y se yerguen coronándose de acentos.

Los acentos en la boca llevan almenas al viento
y un ungüento de caricias desplegadas en la lengua,
hecha miel de labios, almíbar de sonidos
desechos en la boca.

Las palabras a la tarde se remansan ya cansadas
de combates de sonidos, cual plumas de alas desmayadas.
Se atreven a soltarse de los sutiles reflejos
y se escapan de los labios con sus tímidos acentos.

Las palabras en la noche son lentas y de fuego.
Como antorchas desprendidas que se escapan de los dedos,
buscan cuerpos y formas de definir los deseos.

Moldean besos, abrazos y caricias de embelesos,
deshechas en un solo instante incierto,
como las olas que se aniquilan al viento,
mientras la luna las oye y se escandaliza luego
por el arroyo secreto que se arrastra con susurros.
de sonidos sobre el suelo.

Las palabras en la noche no se pronuncian enteras,
se van pronunciando lentas como suspiros al viento,
como ladrones fugaces, ensuciadas entre besos.

Es la piel que se desliza entre la tierra y el cielo,
desarrollando palabras ardientes como luceros
sin saber que lo que dice, es solamente un secreto,
un juramento sagrado entre la tierra y el cielo.




ArribaAbajo

Las tinieblas de la noche


ArribaAbajoLa soledad es el fantasma descarnado de la noche
que zarandea con su miedo el aire negro de las tinieblas.
Sus resbalones desnudos estremecen nuestra intimidad.

¿Cómo escapar de este cemento inmóvil,
de esta pesada atmósfera envolvente,
de este miedo que acuchilla el corazón?

¿Para qué nos sirve la luz eléctrica?
¿Para olvidar que estamos ciegos?
¿Para olvidar que estamos solos?

En vano te agarras a los demás. Tampoco ellos ven nada.
Tienen como tú un corazón de carne que palpita
como un pajarillo atrapado en una mano, que no puede escapar.

Las tinieblas de la noche tienen paramentos deslizantes
de olas horadadas.
No sabes por dónde vienen sus remolinos oscuros.
Son solo raíces de sonidos alocados.
Solo temblores de lutos revueltos.
Solo inestables hundimientos sísmicos del alma.

La noche es las rueda sin quicio de una noria
que trabaja sin cesar,
precipitando los negros aguaceros de la soledad.

¡Oh, diminuto corazón de carne y sangre,
hecho tan solo para soñar en el amor!
¿No ves que estás durmiendo en un tren sin vías
sin partir nunca de la misma estación,
sin haber viajado nunca a ninguna parte?

El sueño es la locura transitoria de la noche
envuelta en la oscuridad.
La luna y las estrellas son los testigos enlutados
de nuestros latidos asustados.

Una obsesión siempre presente,
una locura insaciable y fija.
¡Sin luz la cara del hombre carece de ojos,
solo un corazón para poder soñar en el amor
delante de los luceros que parpadean asombrados
al contemplar
nuestra propia soledad!




ArribaAbajo

Los montes de mi tierra


ArribaAbajo¡Los montes de mi tierra
qué paz y amor encierran!
¡El roble, los hayales
las altas verdes sierras!
Siguiendo mi camino,
andando entre los pinos,
sonrío ante la aurora
que el viento tibio dora.
¡Qué amor, qué paz, qué sino,
gozar de este destino
de ver salir la aurora
que en todo pecho mora,
para después perderla
desvanecida en la hora!
Las cumbres coronadas
del mar siempre mojadas.
Los valles, los rebaños
que pasan cual los años
y que abren más la herida
que en mi alma está metida.
Los bosques y arboledas,
las huertas y las eras.
Las nubes reposadas
de mar siempre pintadas.
Los pájaros cantores
tan solo para amores.
La fuente y el arroyo
que ofrecen siempre apoyo
y el viejo caserío
que azota el viento frío.
¡Los montes de mi tierra
qué paz y amor encierran!
¡El roble, los hayales,
las altas verdes sierras!




ArribaAbajo

Los pigmeos mentales


ArribaAbajoLos pigmeos no están solo en África.
También hay pigmeos mentales en Europa y en todas partes.

El pigmeo mental se caracteriza
porque apenas entiende nada. Sólo lo que le conviene.
Si no le conviene, ya le puedes decir que existe el sol
porque te lo negarán rotundamente.

Los hombres pigmeos-mentales se caracterizan también
por su corazón pequeñito.
En él solo hay cabida para el odio y el temor.
Temen a todo y odian a todo lo que no sea el alpiste.
Con sus bocas pequeñitas comen como los pájaros
constantemente alpiste y se disfrazan con grandes plumas
hechas de telas elegantes, porque temen verse tal cual son,
pequeñitos. Se ponen coturnos elevados
y sombreros muy altos
y van rompiendo todos los espejos que encuentran a su paso
para no tropezar con la realidad.

Si se quitasen los sombreros, las plumas y los coturnos
tal vez el milagro del sol, al contacto con la piel,
mejoraría su raza: pero ellos temen a todo, aún al sol.

Adoran a un ídolo feísimo y pequeñísimo,
al que llaman ignorancia
y bailan la «danza del sol que más calienta»
con tambores repetitivos.
Siempre es la misma danza monótona.

Es muy curioso contemplar sus miradas
siempre llenas de ansiedad
y se esconden en tiendas hechas de papel de periódicos.

Deberían efectuarse viajes turísticos a todos los países
más civilizados para contemplar a los pigmeos-mentales,
una raza tan degenerada y pequeñita que en lugar de utilizar
el corazón para amar a los demás,
solo lo utilizan para temer a todos los demás.




ArribaAbajo

Mi abuelo


ArribaAbajoMi abuelo era un anciano
que peinaba de nieve el pelo cano.

Un sabio y santo arcano
dormía en sus pupilas y en su mano
temblaba suavemente
un pálpito afectivo intermitente.

Era vasco de nombre y de apellido,
era vasco en su noble orgullo herido
y cuando me miraba
lucía una sonrisa en su mirada.

Un día pregunté ingenuamente.
-¿De qué estoy hecho yo?

Fue de repente.
Me sonrió mirando de soslayo
las rosas que esparcía el mes de Mayo
y dijo bondadosa y dulcemente:

-Estás hecho de espejo solamente.
De espejo de borrascas y tormentas
cuando en la tempestad tú te amedrentas.

De espejo de alegría y de consuelo
cuando luciendo el sol, alegra el suelo
y el ruiseñor cantando emprende el vuelo.
De espejo de dolor y desconsuelo
cuando una enfermedad causa tu duelo.

De espejo de tristeza y sacrificio
cuando ingenuo recaigas en el vicio.
De espejo de esperanza y de bonanza
cuando el amor por ti bata su lanza.

¡Estás hecho de espejo solamente,
donde se mira Dios constantemente!.

Mi abuelo me besó tan tiernamente
que una lágrima cayó sobre mi frente.




ArribaAbajo

Mírame para que vea


ArribaAbajoMírame para que vea.
Tócame para que sienta.
Ámame para que viva.

¿No ves que no puedo
respirar sin tu aliento,
que no puedo caminar
sin tu compañía?

¿No ves que se hace de noche
si cierras los ojos
y me cercan las vallas
si ocultas tus manos?

Hacia el farol de la luna
vuela mi corazón ajetreado
y en el tapiz azul de la noche
las estrellas empaparon de suspiros
todas mis lágrimas mudas.

¿No ves que estoy muerto por dentro?
¿No sientes mis raíces sedientas?
¿No adivinas mi pálida soledad?

Mírame para que vea.
Tócame para que sienta.
Ámame par que viva.




ArribaAbajo

Nocturno de palabras


ArribaAbajo No es la luna la que en la noche con viento morado,
chorrea destellos de lágrimas.
Es la ola que se inflama en el deseo del aire
y vaga fugitiva por la playa que olvidara.

Miradas de pantera, recorren incesantes
los montes insinuantes de tu cuerpo casi etéreo,
blanco como la luna pálida, cálido como el último destello
del sol en el ocaso.

Solo en un momento fugaz, en una inquietud de escalofrío
la luna esconde sus celos entre sus tocas de virgen blanca.
En este instante mudo, estás aquí, hallada por la noche,
besada y encendida por caricias largas.

El cielo es un vacío existente,
una ausencia fugitiva, como un presentimiento misterioso,
pendiente de sombras pesadas.

Estás aquí, cuando las olas inflaman la luz
de unos astros imposibles que coronan la luna pálida.
Jirones de espumas arrastran nieblas ácidas
y a través del pasillo del cielo la noche, moribunda,
adolece de fiebre de estrellas en su frente oscura,
ansiosamente cálida.

Fuera de sí, las sombras se hunden y se suicidan
urgentemente ávidas.

¡Si no se escapara el aire de tus manos amorosas
y no huyera escondido por las ramas!
¡Tus manos que enhebran caricias en mis labios
y bordan palabras de amor entrelazadas!

De pronto una inquietud de sombras
agita el corazón como una llaga.
se extiende una amenaza por el aire, por las olas, por la playa,
pero pasa como un lamento entre las aguas.

Me persiguen las pisadas de luz de las estrellas
Con sandalias de espuma y escarcha.
El amor se remansa en tus palabras cálidas.
Una enredadera de besos,
recogidos bajo las sombras de hierba
arrastra los celos en jirones por la orilla de la plata.

Tus abrazos se confunden en el aire con las ramas.
Las sombras saltan y salpican gotas de brillos en las olas.

¡La arruga pensativa de una oscuridad de plata
pasa, incesante, en un nocturno de palabras!




ArribaAbajo

Pájaro extraviado


ArribaAbajoPájaro extraviado y solitario
flecha perdida en la diana azul del universo.
A fuerza de contemplar tu mezcla de aire y cielo
estremecimiento y ternura
he perdido la extrañeza de tu origen misterioso.

¿A través de qué montañas gigantescas vienes?
¿Cuál es tu origen angélico?
¿En qué primer estremecimiento deliró tu ternura?

Eres una eclosión de armonía y ritmo evolventes,
una inquietud volátil,
un delirio estremecedor,
una luz de amanecer,
una fruta musical
caída de la rama del árbol vivo del aire.

Tu diminuto corazón asustado
es tan puro como el cielo en que moras,
como la llama de una estrella perdida.

-¡Brutal, despiadado cazador!
Retira, piadosa, la escopeta
y deja volar a este diminuto corazón alado,
extraviado en la misteriosa luz del universo.




ArribaAbajo

Para bailar el tango


ArribaAbajoPara bailar el tango hay que tensarlo
como si fuera un arco entre los brazos,
que lanza flechas, como dardos rítmicos
tras unos pasos que resbalan rápidos.

Para bailar el tango hay que ser
un halcón en plena caza
y una paloma temerosa y cauta
y gorrión en las manos que se escapa.

Para bailar el tango hay que sentir
una pena que solloza desplomada
por los riscos musicales de unas notas
arrastradas de dolor y de añoranza.

Para bailar el tango hay que tener
una alegría fugitiva como el alba,
que se despeña y sube por la música
que fluye dulcemente de su alma.

Si te sientes arco, flecha, halcón, gorrión, paloma,
Y te quemas, sin saberlo las entrañas,
entre penas que sollozan y resbalan,
o te sumes en un mundo que sonríe,
y te ríes de las penas solapadas,
el tango estará siempre sumiso,
esperando que lo bailes, a tus plantas.




ArribaAbajo

Para darme a ti


ArribaAbajoPara darme ti solo me hace falta
un día claro y nubes en el cielo abierto,
la sombra espesa de un árbol junto al río,
la suave hierba en sombra florecida.

Para darme a ti solo me hace falta
sentir tus manos dentro de las mías,
buscar su tacto apasionado y tibio,
tocar tu pelo suave y ondulado.

Para darme ti no me hacen falta
muchas palabras, ni siquiera un beso.

Tan solo necesito tu mirada
al borde del camino,.
junto a una fuente que murmure amores,
junto a unas ramas que nos den cobijo.




ArribaAbajo

Pasos


ArribaAbajoLos pasos son relojes contadores
de horas fugaces que se escapan.

Son inquietos minuteros diminutos,
pequeños momentos futuros ya acabados,
fugaces recovecos de pequeñas sensaciones ya pasadas.

Pasos que se dan cortos
para no tropezar por senderos complicados
en noches de faroles inquietos, cuando te observan los astros.
Pasos que se paran de repente confundidos,
presintiendo un abismo cercano.

Pasos que se dan largos y seguros, sin tropezar con sombras,
envueltos en la antorcha de un sol en llamaradas.

Pasos que se dan rápidos por miedo,
cuando el viento acuchilla la garganta de la noche amoratada,
que escapa de una muerte ya anunciada.

Pasos que se dan lentos por prudencia
y retroceden al menor reparo.

Pasos enloquecidos que en el aire
son reliquias de un tiempo malgastado,
siempre al acecho de un momento especial
que no aparece,
siempre al acecho de algo indescriptible
que no pasa.

Solo se queda el eco de los pasos
cortos, largos, lentos, rápidos,
que pasan, pasan y pasan
confundiéndose con otros muchos pasos
que también pasan y pasan.




ArribaAbajo

Plegarias celestiales


ArribaAbajoLa noche es una catedral de estrellas
con vidrieras de viento conopiales.

Las nubes cobijan altares cartujales
con capiteles de sombras sinodales.

La noche encierra en catafalcos las tinieblas
e ilumina con astros sus retablos.

Las columnas vegetales de las ramas
son nervaduras de alabastro fantasmales
y el bosque susurra lentamente
letanías de responsos ideales.

La bóveda flotante de la noche
se sustenta en arcos ojivales.

Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.

Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.




ArribaAbajo

Por cada sonrisa


ArribaAbajo Por cada sonrisa
que uno desprecia,
salta una ola arisca
que la brisa arrecia.

Por cada promesa
que uno se olvida
una estrella sabia
se muere afligida.

Por cada mirada
no correspondida
la chispa de una rayo
salta enardecida.

¿Dónde está tu esfuerzo,
dónde tu grandeza,
dónde la esperanza
que no se refleja?
¿Dónde está tu llanto
que no llega a tanto?
¿Dónde tu quebranto
que empañe tu canto?

Sólo una caricia.
Sólo una mirada.
Sólo una palabra
dulce y reposada.
Un abrazo fuerte.
Un gesto de amigo.
Una mano dulce
que alegre el camino.

Por cada promesa
que uno se olvida,
una estrella sabia
se muere afligida.
Por cada mirada
no correspondida
la chispa de un rayo
salta enardecida.

Por cada sonrisa
que uno desprecia
salta una ola arisca
que la brisa arrecia.




ArribaAbajo

Sardinera de santurce


ArribaAbajo-Sardinera de Santurce
de la falda arremangada
¿dónde vas tan de mañana
apenas florece al alba?

-Voy a vender mis sardinas,
mis sardinas plateadas.
Como no tengo marido
que me retenga en la cama,
como no estoy ocupada,
ni siquiera enamorada,
salgo de prisa y corriendo
por la calleja encorvada.
Apenas una azucena
reluce entre las montañas
y un gran ramo de rosas
brilla en el cielo escarlata,
ya despierto a mis vecinos
con mi voz almibarada

¡Sardinas, mis sardinitas
que colean y se escapan,
son sardinas de Santurce,
del mar que sus costas baña!

-Si tú quisieras, preciosa,
sardinera arremangada,
yo te daría un marido
que te dejase en la cama
en lugar de andar gritando
por la calle encorvada.
¿Os es que prefieres quedarte
con las sardinas mojadas?

-¿Con es cara que tienes
iba yo a estar tan chalada
como para preferirte
y retenerme en la cama?
¡Anda, déjame tranquila,
que a mí no me da la gana
que prefiero a mis sardinas
las de la piel nacarada!

¡Sardinas, mis sardinitas,
que colean y se escapan,
son sardinas de Santurce,
del mar que sus costas baña!




ArribaAbajo

Tengo una pequeña flor


ArribaAbajoTengo una pequeña flor
nacida sin darme cuenta
en medio del corazón.

En la tierra de la sangre
se abonó su resplandor.

Es delicada y se muere
sin cuidados y sin mimos.

Requiere mucha atención
contra el calor del verano,
contra el frío del invierno,
contra el cruel desengaño
que le causa tanto daño
con el paso de los años.

Florece en la primavera,
se marchita en el verano
y en el invierno se muere,
si no la cuida mi mano.

¡Se mantiene de ilusión!
Con el agua del amor
echa flores de pasión
y se alegra en le ventana,
cuando la acaricia el sol.

¡Es todo lo que yo tengo!
No sé cómo sucedió.

Me creció, sin darme cuenta,
en medio del corazón.




ArribaAbajo

Una tarde cualquiera en el circo romano


(Fantasía épica)


ArribaAbajoLa plebe está en el circo. gritando enfurecida.
La sangre de las fieras que acaban de verter,
de hienas, leopardos, panteras y leones
no logra la apatía de su ánimo vencer.

De pronto rasga el aire sonido de trompetas.
De aquella escena ansiada por fin podrán gozar
- «Cristianos a las fieras», reclaman alocados
y miran a las puertas que empiezan a girar.

Un grupo de cristianos avanza por la arena.
Se ponen de rodillas. Comienzan a cantar
a un Dios piadoso y fuerte, sereno, omnipotente
que por amor del hombre dejóse atormentar.

Amor cantan sus bocas, virtudes y deberes.
Todos somos hermanos. ¿Por qué ese odio feroz?
Sus bienes los comparten. Se ayudan y consuelan
y en lugar de respeto, despiertan el rencor.

La gruesa jaula se abre. Es un león hambriento
y avanza sobre el grupo que no huye de él.
Cuanto más se le acerca, más rezan y bendicen
a los espectadores que impávidos los ven.

Un cristiano se alza. Es un joven robusto
que extendiendo sus brazos recordando la cruz
y elevando su grito, mientras le anega el llanto
dice al pueblo romano sus palabras de luz:

- «¡Por vosotros mi sangre, por vosotros, romanos,
para que en vuestro pecho nunca el odio se dé.,
para que los esclavos sean vuestros hermanos
y en vuestra alma quiera Dios encender la fe!»

Un rugido de ira lanza el pueblo romano.
¿Quién es aquel impío para poder hablar?
¡Ha insultado a los dioses! Alzan todos la mano,
le maldicen, le ofenden. ¡Qué locura es amar!

En un salto gigante se ha lanzado la fiera
contra su pecho noble que empieza a devorar.
Ríe la turba impía; él está destrozado.
Corre su sangre pura sobre aquel muladar.

Tres leonas gigantes como flechas se lanzan
sobre el grupo de esclavos que inmolándose está
y arremetiendo fieras, para saciar su hambre
van devorando cuerpos, su singular manjar.

Al final del estrago solo una niña queda.
Ha cantado y rezado, inconsciente sin ver
que las fieras saciadas, no querían tocarla
y que sola quedaba en el túmulo aquel.

Como las fieras pasan sin rozar a la niña
un gladiador romano desciende al callejón.
Se dirige a la arena, dispuesto a la matanza
de la débil cristiana que no cede al error.

- «¡Que mueran todos ellos! ¡Muera también la niña!»
Grita el pueblo romano. Quiere mayor placer.
La niña ve querubes que descienden al suelo
y se llevan las almas al celestial edén.

La niña les sonríe y mira agradecida.
Dentro de poco ella también podrá volar
al cielo donde fueron ya todos sus hermanos,
hacia el descanso eterno. ¡Qué dulce reposar!

- «Hunde tu espada fuerte sobre mi cuerpo débil.
Por ti daré la vida, por ti y por los demás,
para que no os devore el odio en vuestra frente
y al fin todos hermanos tengáis la ansiada paz.»

El gladiador vacila. Aquella humilde niña
le había demostrado su error, su loco afán.
Se siente tan culpable que el brazo no obedece.
No quiere dar el golpe que le ha de traspasar.

Un clamor de disgusto se eleva en las tribunas.
Le reclaman la muerte que se negaba a dar
y avergonzado y triste gruesas lágrimas vierte.
Mirando está a la niña que reza sin cesar.

- «¡Criminales, canallas!», grita el fuerte romano.
«¿A una niña inocente tendré yo que inmolar?
Sois peores que fieras, despiadados, malditos.
Bajad vosotros mismos, conmigo aquí a luchar.»

El coraje y el odio corre por las tribunas.
Piden la muerte de ambos. Los patricios también
y el Pretor da la orden de que se abran las jaulas
de los cuatro leones que con más hambre estén.

Se han abierto las jaulas, los leones se acercan.
El gladiador romano trata de defender
con su cuerpo a la niña que le anima y conforta,
rezando al Padre Eterno que le done la fe.

Los leones atacan por los cuatro costados.
Al león que de frente imponente saltó
le acuchilla en el vientre y al segundo entretiene
con la red que a sus fauces como trampa arrojó.

Pero en vano, entretanto los leones restantes
saltan sobre la niña y una herida mortal
se desgrana en su frene como rosa marchita,
deshojada en el circo de la Roma imperial.

El gladiador se vuelve. A sus pies ha expirado
la inocente chiquilla, blanca flor celestial
y un perfume de rosas, esparcido en el aire
se ha extendido hasta el cielo, donde va a reposar.

Los leones acechan. El descuido le pierde
y se lanzan enormes con sus garras sobre él,
destrozando sus muslos y tendones calientes.
En un charco de sangre muere el valiente aquel.

Los aplausos retumban en el circo romano
y en señal de alegría con gran admiración
hay aplauden las turbas la esplendidez augusta
del Pretor que dio a Roma la excelente función.




ArribaAbajo

Viento mío


ArribaAbajoViento mío, no me dejes nunca solo,
sopla siempre a mis pulmones
y háblame callando, como sabes tú,
siempre al oído
con una sinfonía de sonidos apagados.

Necesito la compañía silenciosa
de tu orquesta de saxofones mudos,
cuando conversas silencioso
en las frondas de los árboles,
mientras reverberan destellos luminosos las hojas encendidas.

Rompe siempre, viento mío, cuando pasas
los tesoros de la lluvia que amamantas
en sus líquidas entrañas.

Rompe en jirones las nubes,
abre al sol sus puertas amplias
y en las noches solapadas
déjame ver la dulzura de sus estrellas lejanas.

En tu idioma sincopado de sonidos metafísicos
cuéntame lo que pasa al otro lado del mar y de los montes,
lo que pasa allá en la nube,
allá en la luna
que me mira sin hablar, ensimismada.

No me dejes de cantar tu canción desesperada,
cuando empujas las nubes esclavizadas
y las llenas de borrascas
mientras protestan las olas que cabalgan.

Viento del bosque,
que diriges sinfonías sobre el atril de las ramas,
no dejes de acunarme con murmullos del arroyo,
con perfumes de las flores,
con caricias de las fuentes
que de tus brazos se escapan.

Y si alguna vez te enfadas con razón, viento del norte,
no nos fustigues demasiado con tu látigo de plata.
Mira que somos chiquillos que juegan a ser grandes,
imitando tus hazañas.
No merecemos justicia, solo compasión y lástima.

¡Viento inmenso de los cielos,
la grandeza de los astros se posa ante tus plantas
y la humillas despiadado, pisoteando sus ansias!

Por eso cuando en la noche te asomas por mi ventana
y siento tu cabellera de caricias, cuando cantas,
pido a Dios que nos consueles
con aliento de esperanza.




ArribaAbajo

Vivir es muy fácil


ArribaAbajo¿Te gustan las novelas?
¡Mejor es vivirlas!
Abre bien los ojos.
Verás maravillas.
Respira, respira.

Se toca otra mano
y con gran pericia
te guían los dedos
hacia el paraíso
de las mil delicias.
Respira, respira.
¿No encuentras la mano?
¿Lo intentas en vano?

Pronuncia palabras
que expresen cariño,
como si las dices
a un pequeño niño.

Verás cómo pronto
se acerca una boca
y empieza a besarte
como en las novelas
que te gustan tanto.

¡Vivir es tan fácil!
Éste es su secreto:
pronuncia palabras
que expresen cariño,
como si las dices
a un pequeño niño,
para que te toque
esa mano amiga
que enjuague la lágrima,
solitaria y fría
que del pecho brota
al vivir la vida.

¡Respira, respira!








Arriba
Indice