Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

51

Para Pope, la diferencia entre forma autobiográfica y forma de memorias radica en el papel asignado al enunciador (speaker). Así, considera la narración del capitán del navío como memoir form, porque el sujeto de la enunciación no es el centro de interés. Esta distinción no tiene en cuenta las condiciones en que se realiza la enunciación. En el género de las memorias es imprescindible que medie la confesión o rendición de cuentas, en la que no hay ni héroe ni autor, porque ambos están fundidos en el relato (Bajtín, Estética 133 y ss.) (N. del A.)

 

52

Para el problema de la autobiografía, véase, además de la obra citada en la nota anterior, Bajtín, Teoría 282-98. (N. del A.)

 

53

Véase Pechey, 118 y ss. (N. del A.)

 

54

Véase Bajtín, Problemas 265-68. (N. del A.)

 

55

El capitán del barco entretiene a los viajeros contándoles cuentos (149), ante los cuales Auristela se perturba en oyendo pronunciar el nombre de Periandro y habiendo oído las alabanzas de Sinforosa (155); Periandro toma aliento para proseguir mientras sus contertulios hablan entre sí (240 y 242); Arnaldo amonesta a Periandro por su larga plática y porque sus desgracias fatiga el oírlas (227); Feliciana cuenta sus penalidades «pidiendo licencia a su flaqueza, con aliento debilitado así comenzó» (292); el criado de Ruperta refiere las mismas palabras que oyó (385); y la relación de Arnaldo despierta en los pechos de los oyentes nuevas sospechas el parentesco entre Auristela y Periandro (452), etc. (N. del A.)

 

56

No sólo se da en las narraciones personales sino también en la narración autorial. En el episodio de los falsos cautivos se emplea esta formula oral dos veces. El autor principia así: «Aprovechándome, pues, desta verdad, digo que el hermoso escuadrón de los peregrinos, prosiguiendo su viaje, llegó a un lugar, no muy pequeño ni muy grande» (343). Y finaliza con la siguiente caja china: «Que tal vez -dijo el uno, digo, el que hablaba más que el otro- tal vez -dijo- se hurta con autoridad y aprobación de la justicia» (350-51). (N. del A.)

 

57

Sobre la técnica de la anticipación y recapitulación en la novela griega, véase Hägg, capítulos sexto y séptimo y Lozano-Renieblas. (N. del A.)

 

58

Las fuentes clásicas para las historias de licántropos se basan, sobre todo, en el mito de Licaón, rey de Arcadia, que instauró el culto a Zeus Liceo. Hay varias versiones del mito. Pausanias, en Historia de Grecia 8. 2, cuenta que Licaón, rey de Arcadia, fue transformado en lobo cuando sacrificó a un niño en el altar de Zeus. Higinio, en su fábula 176, relata que Zeus disfrazado de caminante quiso comprobar la crueldad de los hijos de Licaón. Estos mataron a un niño y lo mezclaron con la comida ofrecida en sacrificio ante el huésped. Entonces Zeus los transformó en lobos. Ovidio (Metamorfosis I, 198 y ss.) da una explicación parecida. Ante la presencia de Zeus, Licaón quiso saber si, en efecto, era un dios quien lo visitaba y para comprobarlo le dio de comer carne humana. Según otras versiones, entre las que se encuentran las de Platón (República 8, 565 D) y Plinio (Historia natural 8, 22), en el sacrificio anual, en el monte Liceo, el que, en el banquete del sacrificio a Zeus, comía la carne de las víctimas humanas se convertía en lobo durante diez años. Para Plinio, el origen de la creencia radica en que, según Evantes, se elegía a uno de la familia de Anteo y se le obligaba a ir a cierto estanque donde tenía que dejar colgadas sus ropas en una encina y cruzarlo a nado. Cuando aparecía en la otra orilla era un licántropo. Si al cabo de nueve años no comía carne humana podía recuperar la forma humana, volviendo a pasar el estanque y poniéndose las ropas nuevamente. Plinio cuenta, también, que Demeneto, vencedor de los Juegos Olímpicos, recobró su forma prístina porque se abstuvo de comer carne humana. Pérez de Moya (Filosofía secreta 6, 4), Boccaccio (Genealogia deorum gentilium 4, 66), dan versiones sincréticas del mito de Licaón. María de Francia (Lai du Bisclavret) y Gerardo Cambrense (Topografía Hibérnica 2, 19) introducen una interesante variante: sus licántropos son bondadosos, como el de la historia de Antonio, en el Persiles. En el fragmento de la Cena de Trimalción en el Satiricón de Petronio, Trimalción cuenta que una noche salió a ver a su amante, Melisa, acompañado de un amigo. Al pasar por el cementerio se despojó de las ropas y se transformó en lobo. Cuando Trimalción llegó a casa de Melisa, ésta le cuenta que un criado había clavado una lanza a un lobo que había atacado el ganado. Trimalción sospecha que se trata de su amigo y, en efecto, al día siguiente comprueba las heridas en el cuerpo de este. Cervantes también recoge, en la historia de Rutilio y la loba, uno de los rasgos característicos de los relatos de licántropos: el licántropo recibía las heridas por simpatía. Sobre el tema de la licantropía en el Persiles, véase Micozzi. A finales del siglo XVI, el debate sobre la licantropía aflora nuevamente en Europa cuando aumentaron considerablemente el número de procesos por este delito. Se editan diversas publicaciones exponiendo los pros y los contras en materia de metamorfosis. Claude Prieur de Laval, en Dialogue de la lycanthropie ou transformation d'hommes en loups (1596), sostuvo que era una ilusión del demonio. Beauvoys de Chauvincourt publicó en 1599 su Discours de la lycanthropie. Jean de Nynauld, en De la lycanthropie (1615), escribe de la licantropía natural, que denomina melancolía o manía lupina, que hace creer a aquellos que la padecen que pueden transformarse en lobos. Para más información sobre este debate me remito a Thorndike (6: 547 y 8: 503-38). (N. del A.)

 

59

Véase Riley, 297 y ss. Tanto la descripción de los juegos de Policarpo como la de las bodas de los pescadores hay que incluirla en la tradición de la ékfrasis de espectáculos, característica de la novela griega. Véase el capítulo cuarto de Bartsch. (N. del A.)

 

60

Para la historia del español Antonio y de Manuel de Sosa, véase Avalle-Arce. (N. del A.)