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Los Contenidos del Programa de Literatura Infantil


Juan Cervera Borrás





Evidentemente, para muchos, la construcción de una asignatura, si se nos permite el uso de este término bastante arrinconado, pero bastante expresivo, pasa por la determinación de sus contenidos. Pero la prospección de los contenidos de un programa universitario de literatura infantil ha de tener en cuenta varias circunstancias que acompañan a su estudio:

1.º Los objetivos propuestos para esta asignatura apuntan a diversas metas: la propia literatura infantil, el niño receptor, el educador mediador... todo lo cual supone planteamientos psicopedagógicos, junto a los literarios.

2.º Las características generales de la propia literatura infantil, amplia y diversa, en el tiempo y en el espacio, con variedad de manifestaciones y de actividades: narrativa, dramatización, tebeo, juego, canción... lo que implica, además de los conocimientos lingüísticos y literarios, conocimientos musicales, de imagen, de ritmo...

3.º Las características del niño receptor de la literatura infantil, un ser en desarrollo, -de 3 a 12 años en términos curriculares-, que se está abriendo a múltiples facetas de la vida, lo que refuerza las exigencias de carácter psicopedagógico.

4.º La formación literaria anterior de los alumnos, futuros educadores, con escaso dominio de la teoría literaria y con reducidas posibilidades de ampliar estos conocimientos en otras parcelas del currículo. Esta circunstancia exige aportación de conocimientos literarios, tal vez básicos.

Una consideración sobre lo dicho, por somera que sea, nos lleva a concluir que la literatura infantil, como asignatura, exige tratamiento interdisciplinar. Aunque el tratamiento interdisciplinar no debe entenderse como resultado de la yuxtaposición de conocimientos procedentes de distintas áreas, sino como su fusión a través de los procedimientos y de los enfoques, patentes en las actitudes.

No se trata, por tanto, de colocar algunos temas de literatura, a secas, y junto a ellos, otros de psicología, de pedagogía o de sociología. Se trata de crear un programa de literatura infantil en el que la interdisciplinariedad asegure una forma de estar propia y específica de la literatura infantil a los distintos enfoques: filológico, psicopedagógico, sociológico... Si se quiere conseguir esto, esta forma de estar ha de mirar más al niño que ala cultura. Esta será la aportación fundamental de la literatura infantil a la cultura y a la ciencia.

Si alguien se preguntara por la legitimidad de esta visión interdisciplinar, multidisciplinar, de la literatura, habría que recordar que la literatura se estudia sobre los textos, y vale la pena observar, con Harald WEINRICH, que texto significa, etimológicamente, tejido, es decir, encuentro de distintos hilos.

¿Cualquier texto servirá para el estudio de la literatura infantil? Aquí se apunta una cuestión polémica, sin duda, pero enriquecedora. Cualquier texto que, de acuerdo con los criterios de reconocimiento de la literatura infantil, sirva de respuesta a las necesidades del niño. Sobre esto, sin duda, habrá que volver.

Todo esto adquiere especial relieve en un momento como el actual en el que el estudio de la literatura infantil se perfila no sólo como la creación de la asignatura, sino como la exigencia de una construcción científica que le sirva de base a esta asignatura.




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Elementos fundamentales

De acuerdo con todo lo anterior, nada sorprendente que se perfilen como exigencias básicas del programa tres núcleos, diferentes, pero enlazados y tendentes al mismo objetivo:

1.º Una introducción teórica, en la que, a la luz de la teoría de la literatura, se contemple el concepto de literatura infantil, su relación con el pensamiento del niño, así como un momento de desarrollo lingüístico y literario; el esclarecimiento y oportunidad de los géneros literarios y el planteamiento de la literatura -infantil y juvenil- según su desarrollo psíquico.

Esta introducción afirmará objetivamente el concepto de literatura infantil y parece ineludible -por lo que aporta de teoría de la literatura- sobre todo, si se tiene presente, como se ha apuntado ya, que los alumnos que accedan a este estudio no tendrán otra base, para su formación literaria, que la puesta en la Enseñanza Media, y ésta, en el mejor de los casos, propedéutica para el estudio de la literatura de adultos, necesitará sus oportunas matizaciones al intentar aplicarse al mundo infantil.

2.º El desarrollo o descripción de los géneros de la literatura infantil, previendo como tales la poesía y la canción, el cuento y la narrativa, el teatro y la dramatización, el complejo del juego de raíz literaria y el espacio concedido a la contaminación de imagen y palabra, como el tebeo, y, con otros recursos, como la televisión y el cine para niños.

La reflexión sobre todo este vasto panorama, que constituye, sin duda, la parte nuclear del proyecto, tiene que adornarse con visión esteticoliteraria y con criterios historicocríticos, pero también exigirá la ejercitación de algunas habilidades psicomotrices que conectan con el juego, el movimiento, la imagen y la música.

Este núcleo del programa parece el que mejor asegura el carácter infantil de esta literatura, a la vez que proclama paladinamente su interdisciplinariedad y destaca sus diferencias con la literatura de adultos.

3.º La aproximación pedagógica debe tener su presencia en el programa por medio de varios temas. Pero esta participación, fundida que no yuxtapuesta, no debe alejarse de los contenidos de la literatura infantil.

Para esta aproximación se prefiere la calificación de pedagógica a la de didáctica, para evitar los riesgos de instrumentalización de la literatura infantil. Más que el aprovechamiento didáctico, instrumental, de recursos, de la literatura infantil, vale la pena descubrir sus aportaciones a la formación de la personalidad del niño, mediante la construcción de la realidad a través de la creación imaginaria, la propuesta de modelos de conducta y pensamiento, el planteamiento de la comunicación en ámbitos más profundos que el de la simple descodificación de las palabras, la respuesta a las necesidades íntimas del niño...

Todo ello sin que estas preferencias supongan menosprecio del diseño de contactos entre el niño y la literatura infantil, mediante actividades externas como la promoción de la lectura o la organización de bibliotecas que caen más cerca de lo didáctico, pero que nunca deberían limitarse a los aspectos mecánicos.




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Previsiones inaplazables

La construcción de la asignatura implica una serie de previsiones, en cualquier caso imprescindibles, y en éste, inaplazables.

En primer lugar, los contenidos objeto de los temas deben centrarse en la perspectiva de la asignatura. La asignatura, aquí, en este momento, se llama literatura infantil y tiene objetivos que, por no repetir, cabe centrarlos en la atención al niño. Es evidente que el tratamiento de los temas puede ser variado, siempre que, insistimos, apunte al niño.

Así, por ejemplo, es cierto que resulta interesante conocer el origen y evolución de un romance o de un cuento popular. Pero esta erudición, meta del investigador de la literatura o del folclore, tiene valor relativo cuando el mismo texto se sitúa dentro de un programa de literatura infantil. Tal vez lo cómodo y lo prestigioso, por habitual, sea enfocar la investigación de los textos a través de la perspectiva de la filología. Lo coherente dentro del marco de la literatura infantil, parece que ha de ser otra cosa, o, por lo menos, no debe limitarse a lo de siempre.

En este sentido, las Escuelas Universitarias de Formación del Profesorado, promotoras del estudio de la literatura infantil en la Universidad, tienen urgencias que no cabe olvidar, salvo en el caso de querer ser infieles a sus objetivos fundamentales.

En segundo lugar, no pueden ignorarse las circunstancias en que se crea la asignatura de literatura infantil. A diferencia de otras materias, menos complejas quizá o con mayor historia, se corre el riesgo de empezar la casa por el tejado, valga la expresión vulgar, pero gráfica. Creamos la asignatura sobre frágiles paredes y casi nulos cimientos: falta investigación histórica, falta crítica literaria, faltan estudios interdisciplinares, faltan calibraciones estadísticas y sociométricas...

Pero la asignatura urge, y hay que crearla. Hay que esperar que, a partir de la asignatura, del techo, se complete el resto del edilicio. Y en ello hemos de estar.

Pero desde el punto de vista de la ordenación académica entramos en el reino de los créditos. Cuatro créditos para una especialidad, dos créditos, tal vez, para otra... Es decir, repartimos la piel del oso antes de haberlo cazado. La tentación es fácil: dar algunos créditos sueltos sin necesidad de esforzarse por dominar el conjunto, la construcción total. Y, en consecuencia, en vez de una asignatura con rigor universitario, se podrán hacer cositas, divertidas y entretenidas, ciertamente, pero que sigan prolongando una situación de infancia para una materia que, aunque se denomine literatura infantil, tiene que aspirar a la plenitud y adultez definitivas. Aquí hay un riesgo que prever y que conjurar.

En tercer lugar, el profesor de literatura infantil en la Escuela Universitaria tiene que ser un especialista polifacético, por paradójico que parezca. Es decir, que como a la novia de la canción infantil se le exige que sepa coser, que sepa planchar, que sepa limpiar, que sepa guisar... ¡Menudo perfil! Pues, una de dos, o nos empeñamos en adquirirlo, o nos exponemos a dejar la situación tal como está. Eso, sí, previo cambio de nombres para tranquilidad de la conciencia del Ministerio y la nuestra propia.

Una anécdota ilustrativa. Con motivo de la reforma anterior -la de Villar Palasí- se introdujo la dramatización en la E. G. B. Por aquellas fechas uno andaba investigando sobre el teatro infantil español. Y, en un viaje a Asturias para estudiar la aportación de Casona, en el autobús de Oviedo a Gijón, un día uno tuvo la suerte de sentarse junto a unas maestras que hablaban ¡de dramatización! Una de ellas estaba en Besullo, pueblo natal de Casona. Y la otra le decía:

-Chica, qué bien. Tú, en Besullo, en el ambiente de Casona, no tendrás problemas para la dramatización.

-No creas, no creas. Como no sé qué hacer, cada quince días organizo una excursión.

Y la otra:

-Pues, mira. Yo lo tengo más sencillo: les doy un balón y los mando al patio. No veas lo alegres que se ponen.

Y todos engañados, pero contentos.










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