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Notas sobre «Las obras en verso del Homero español»

Jaime Moll


Universidad Complutense, Madrid



La edición de 1627 de las poesías de Góngora, Obras en verso del Homero español, que recogió Juan López de Vicuña, plantea un conjunto de interrogantes -dejamos al margen los problemas textuales- que ya han sido considerados y analizados1. Sin pretender dar una respuesta definitiva a los mismos, vamos a reconsiderar los hechos que se nos ofrecen, analizando aspectos de la edición, relacionándolos con algunos documentos coetáneos.

Consideremos, en primer lugar, los datos que nos proporcionan los preliminares del libro. El 15 de enero de 1620, el padre fray Juan Gómez, definidor de la orden premonstratense en la provincia de Castilla, da en el monasterio de san Norberto, de Madrid, la censura aprobatoria del «libro de Versos del Homero Español, que recogió Juan López de Vicuña», que había examinado por encargo del Vicario general de Madrid, el doctor Andrés de Aresti, el cual posteriormente firmaría la concesión de la licencia eclesiástica, que no figura en los preliminares de la edición.

Cumplido este trámite y entregado el original al Consejo de Castilla, éste encarga al maestro Vicente Espinel su censura, que también es aprobatoria. En su texto se refiere a «este libro de varias poesías, que fuera de no tener cosa contra la Religión y buenas costumbres, es tan superior en la elegancia de estilo, novedad de conceptos, ingeniosas elocuciones, que hará mucho quien supiere imitalle». Lo firma en Madrid, el 20 de febrero de 1620.

No hay obstáculo para que el rey firme el 29 de febrero de 1620 la licencia para su publicación y el privilegio de exclusividad, por diez años, concedidos al solicitante, Juan López de Vicuña. La Suma del privilegio que figura en los preliminares se refiere a «estas obras en verso». En el registro de salida de documentos firmados por el rey, figura lo siguiente, copiado habitualmente del texto del privilegio, que a su vez, en su parte inicial, solía ser transcripción de la petición:

Liçencia a Juan López de Vicuña, vezino de la villa de Madrid, para que pueda imprimir un libro de muchos géneros de versos intitulado Varias poesías, y privilegio por diez años2.



Hasta 1627 no se utilizó el privilegio obtenido siete años antes, como lo indican el certificado del licenciado Murcia de la Llana, de 10 de diciembre de 1627, en el que expresa la conformidad de lo impreso con el original, que había sido rubricado por un escribano del Consejo, y la certificación de la tasa -a 4 maravedís el pliego, o sea un total de cinco reales menos un cuarto, en papel- de 24 de diciembre de 1627, año que también figura en la portada. La edición se pondría a la venta en los primeros días de 1628.

El libro etá dedicado por su recopilador al cardenal Antonio Zapata, inquisidor general en todos los reinos de España y miembro del Consejo de Estado. En la dedicatoria, que firma en Madrid, el 22 de diciembre de 1627, bajo el nombre de Juan López de Vicuña y Carrasquilla, desvela el nombre del Homero español, don Luis de Góngora. Sigue a la dedicatoria un prólogo «Al Letor», sin firma, que se inicia con la frase: «Veinte años ha que comencé a recoger las obras de nuestro Poeta, primero en el mundo», con detalles sobre la transmisión de sus poesías, el origen del manuscrito usado y que lo publicado responde a lo reunido hace siete años, prometiendo una continuación que complete las obras publicadas.

Lo primero que extraña es que un «desconocido» pueda lograr un privilegio para editar las poesías de un autor vivo, al que por otra parte parece que no se nombra. No sé si podemos exigir a los secretarios y escribanos del Consejo un conocimiento de la poesía coetánea, que se difundía en copias manuscritas. Más bien, es de suponer, les preocuparía que la petición reuniese los requisitos legales, con lo que ya podían escribir el texto del privilegio, sin fecha, para pasarlo a la firma del rey. Por otra parte, no sería la primera vez que un librero solicitase un privilegio, con autorización del autor, que no quería problemas burocráticos. Lo que se presenta más difícil de explicar es que los censores, que leyeron el original presentado, no identificasen al autor -de las aprobaciones puede deducirse que lo hicieron- y lo comentasen entre sus amigos y tertulianos, con lo que no hubiese sido difícil que llegase la noticia a oídos de Góngora. Sería mucho suponer, que conocedores de su aversión a la publicación impresa de sus poesías, se comprometiesen a guardar el secreto, para «sorprenderle» con el libro impreso. También cabe la posibilidad que Góngora, enterado de la concesión del privilegio, amenazase con actuar contra el usurpador de sus derechos, lo que paralizaría la prevista edición.

¿Quienes intervienen en la preparación del libro y su edición en 1627? Su editor, suficientemente conocido, es el librero Alonso Pérez, el padre de Juan Pérez de Montalbán, que financió la edición de gran número de obras literarias, sin preocuparle las peleas entre literatos. Más problemática es la personalidad del solicitante del privilegio y aparente recolector de las poesías. Los avatares que sufrió la edición poco después de su puesta en venta, nos darán unos datos iniciales, que ampliaremos con otras fuentes.

El 27 de enero de 1628, entra en el Consejo de la Inquisición un escrito firmado el día anterior por fray Hernando Horio3. Analiza las Obras del Homero español, encontrando muchas proposiciones censurables, indignas que se dedicasen al Inquisidor general. Más concreto en este aspecto es un segundo escrito, éste del jesuita Juan de Pineda, de 2 de junio de 16284: «Lo último, porque el recopilador de este libro no sólo se a mostrado artificioso en suprimir el verdadero nombre del autor, que deviera luego al principio exprimirlo y manifestarlo senzillamente, más también muy atrevido en averlo dedicado al Illmo Señor Cardenal Inquisidor General, sin tener para ello prenda alguna, ni entrada particular, pretendiendo (como se puede sospechar) con esta sombra encubrir la indignidad de la obra, aunque con esto la descubrió más, y el engaño de su malicia».

Entrado el escrito en el Consejo el día siguiente, se decidió «Que se recoja por libro sin Autor y dedicatoria falsa. Y para saber el motivo que tuvo en poner la dedicatoria, sea examinado Juan López de Vicuña». El 8 de junio, el Dr. Alonso Téllez Girón, comisario de corte del Santo Oficio, recibe el encargo de interrogar a Juan López de Vicuña, interrogatorio que tuvo lugar el día 15. Creemos que el interés del documento merece su transcripción íntegra, pues los investigadores sólo han utilizado el resumen, bien hecho, de A. Paz y Meliá5, que no permite captar todos los matices.

El expediente está formado por tres pliegos independientes, aunque aparezcan embuchados en la actualidad6. En el primer pliego, recto de la primera hoja; el resto en blanco:

El Consejo a ordenado que V. S. mande examinar a Juan López de Vicuña, que fue el que recogió las Obras del Homero Español, sobre aver dedicado el dicho libro al Illmo Sr Cardenal Zapata, Inquisidor general, declarando el motivo que para esto tuvo y, en caso que diga que primero se dio cuenta a S. I., declare qué persona le habló.

Guarde Dios a V. S. largos años. En el Consejo, oy 8 de junio 1628.

Hdo. Sebastián de Huerta [rubricado]



Este Juan López de Vicuña me dicen que posa en la calle Mayor, en la casa del pozo de San Isidro.

[en la parte baja de la hoja:]

Sr D. Alonso Téllez Xirón



En el segundo pliego, en el recto y verso de la primera hoja, la segunda en blanco:

En la villa de Madrid, a quinze dias de el mes de junio de mill y seiscientos y veinte y ocho años. El Sr Dor Don Alonso Téllez Xirón, arcediano de Huete, dignidad y canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca, sumiller de cortina de su Magd y Comissario de Corte del Santo Officio, en virtud de la orden de los Señores del Consejo de su Magestad de la Santa General Inquisición retroscripta, hizo parezer ante sí a un hombre, del qual se recivió juramento en forma de derecho y haviendo prometido de dezir verdad de lo que supiere y entendiere y le fuere preguntado, dixo llamarse Juan de Carrasquilla Vicuña, vezino de esta villa, mayordomo de las monjas de Costantinopla de esta villa, que vive en la calle Mayor, en cassas del contador Juan de Olalde, donde está el pozo de sant Isidro, y dixo ser de hedad de veinte y çinco años.

Preguntado diga y declare qué motivo tuvo para aver dedicado el libro de las obras del Homero español al Illmo Sor Cardenal Zapata, Inquisidor General, dixo que abía de siete a ocho años, que un don Juan de Salierne, vezino desta villa, ya difunto, tenía recojidas todas las obras de don Luis de Góngora en un libro manuscripto y trató de imprimillas, para lo qual se sacó previlegio en caveza deste que declara, que era muy su amigo, y además le dio por él trecientos y cinquenta reales y se le entregó a este testigo con las censuras y recaudos nezesarios, y por entonzes no trató de la impresión por aver entendido que el dicho don Luis de Góngora no gustava de que en su vida se imprimiese y habrá como cinco o seis meses, que haviendo muerto el dicho don Luis, trató este que declara con Alonso Pérez, mercader de libros, de que se imprimiese el dicho libro, como se hizo en virtud del dicho previlegio, y como quiera que es costumbre dedicar qualquier libro a un gran señor, y tratando y confiriendo con diferentes personas a quien sería bueno dedicarle, y particularmente teniendo noticia dello en el dicho combento de Nuestra Señora de Costantinopla algunas de las religiosas del, le dixeron que a nayde mexor que al Illmo Sr Cardenal Zapata, Inquisidor General, y a éste que declara le parezió hazerlo assí, atendiendo a la mucha merced que haze a aquella cassa, ya que toda la más hazienda que tiene está en Baraxas, donde éste acude muy a menudo, y assí se le dedicó y dio quenta dello a Doña Juana Çapata, abadesa que oy es del dicho combento, la qual sacó un papel de otra señora religiosa, cuyo nombre éste no sabe, y se le dio a este que declara, para que con un libro ympreso se le llevase a su Illma, como lo hizo, y por estar ocupado y no poderle hablar, se le entregó a su secretario, el qual dixo que volviese a besar la mano a su Illma, y éste no lo hizo por ofrezérsele una jormada y aver estado en la ciudad de Sevilla, a ciertas cobranzas del dicho combento. Y que esto es lo que pasó y no otra cossa, lo qual es la berdad debaxo del dicho juramento. Leyósele su dicho, dixo estava bien y lo firmó de su nombre.

Juan de Carrasquilla y Vicuña [rubricado]

Passó ante mi
Luis de Montalvo Morales
Secretario [rubricado]



En el recto de la primera hoja del tercer pliego:

En Madrid, 16 de junio de 1628

Jun [esto tachado] está bien

Por mandado de V. A. e examinado a Juan López de Vicuña sobre que declare el motivo que tuvo para dedicar al Illmo Sor Cardenal Zapata, Inquisidor General, el libro intitulado Obras del Homero Español, cuya declarazión remito a V. A., a quien guarde Dios muy largos años.

Madrid y junio 15 de 1628

Dr Don Alonso Téllez Girón [rubricado]

En el verso de la segunda hoja:

Homero español 1628

examen que se hiço a Juan López de Vicuña sobre la dedicatoria del Homero Español.

Las zensuras y el libro tiene el Pe Juan de Pineda



¿Quién era el interrogado? Ante todo hemos de señalar las distintas formas como aparecen sus apellidos. En la portada de las Obras figura como Juan López de Vicuña, forma que se repite en la Suma del privilegio y es ampliada en la dedicatoria: Juan López de Vicuña y Carrasquilla. En la orden de la Inquisición para el interrogatorio se cita a Juan López de Vicuña, mientras que él declara llamarse Juan de Carrasquilla Vicuña y firma Juan de Carrasquilla y Vicuña. El comisario no le pregunta sobre los motivos del cambio y en el oficio de remisión al Consejo, vuelve a ser nombrado como Juan López de Vicuña. Y no son estas las únicas variantes que adopta, como en seguida veremos.

En 1619, aparece en el mundo librero madrileño, con la edición de la Segunda parte del caballero puntual, de Jerónimo de Salas Barbadillo, Andrés de Carrasquilla, instalado en la calle Mayor, junto a la casa del oidor del Consejo Juan Frías y que desde 1620 tendrá un cajón en Palacio. Hijo de Andrés de Carrasquilla y de Catalina de Vicuña, su carrera como librero y editor fue corta, pues va sólo de 1619 a 1623, aunque intensa, editando diecisiete libros, doce de ellos del ya citado Salas Barbadillo, con el que le unió una buena relación. Poesías suyas se encuentran en los preliminares de sus ediciones de El necio bien afortunado y La sabia Flora, de dicho autor, y de la traducción de Los tres libros del parto de la Virgen nuestra Señora, de Sannazaro, por Herrera Maldonado. Preparó la edición de la Suma de todas las leyes penales, canónicas, civiles..., de Francisco de la Pradilla, y bajo su nombre figura la dedicatoria y el prólogo. Quizá esta última obra nos indica su camino posterior, pues lo encontramos más tarde como secretario del rey y notario apostólico y juez ordinario eclesiástico7. De 1627 a 1636 fue mayordomo del convento de monjas de la Santísima Encarnación, llamado de Constantinopla8. Desde 1621 utiliza una marca de editor9.

En 1624, cuando Andrés de Carrasquilla había dejado de editar, su hermano, como Juan de Vicuña Carrasquilla, editó Alonso, mozo de muchos amos, de Jerónimo Alcalá Yáñez, utilizando la marca de aquél. Y precisamente en 1627, bajo el nombre de Juan de Carrasquilla, publicó una nueva obra, La estafeta del dios Momo, de Salas Barbadillo, con privilegio del 20 de agosto de dicho año. En la portada figura también la marca usada por su hermano, impresa con el mismo taco. Poesías suyas se publican en los preliminares de El cortesano descortés, de 1621, bajo el nombre de Juan de Vicuña, y en La estafeta del dios Momo, en que se autodenomina Juan de Carrasquilla Vicuña. Con posterioridad a 1628 no hemos encontrado más noticias de este personaje. Analicemos el interrogatorio. Ante todo, es preciso destacar su edad: veinticinco años. Dice que es mayordomo de las monjas de Constantinopla, afirmación que es necesario matizar. El cargo de Mayordomo, interviniendo en su administración, representando a las monjas en documentos notariales, lo tenía su hermano Andrés, de 1627 a 1636. Es posible que Juan le ayudase y se le confiaran ciertas gestiones y encargos, sería lo que podríamos llamar mayordomo en minúscula. Su declaración sobre la dedicación al cardenal Zapata es muy aceptable. La abadesa, una Zapata, pensaría que la dedicatoria al cardenal sería una manera de agradecer los favores que recibían y le entregó un encargo de una religiosa para facilitar el acceso al inquisidor. La escena con el secretario es muy posible. Además, son actuaciones recientes, fáciles de comprobar por la Inquisición, que las aceptó, como se declara en la breve nota añadida al principio del oficio de remisión: «está bien».

Situémonos en 1620. Juan tenía diecisiete años. Su hermano había iniciado el año anterior su actividad editorial. Es posible que Juan le ayudase. Por lo menos, pudo tener relación con el ambiente librero. Se relacionaría con Juan de Salierne, que se aprovechó de su joven amigo y le propuso pedir a su nombre el privilegio de un libro problemático, pues vivía el autor. Salierne se encargó de obtener las censuras y gestionar el privilegio a nombre de su joven amigo, y además le dio trescientos cincuenta reales por hacer de testaferro. Que no pudiese editar enseguida el libro, no le importaría, ya llegaría el momento, todavía era joven. Fue, como hemos dicho, en 1624, que actuó por vez primera como editor. Sin embargo, cuando llegó el momento, a la muerte de Góngora, ya estaba comprometido en la edición de la obra de Salas Barbadillo, por lo que, falto de dinero, tuvo que vender el privilegio a Alonso Pérez. Otra posibilidad es que la venta de este privilegio le permitiera editar La estafeta del dios Momo.

La interpretación del estilo judicial de la declaración nos ha inclinado a cambiar la versión habitual dada a la entrega de los 350 reales. No los dio Juan, un joven de diecisiete años, sino Salierne: «y además [de sacar el privilegio a su nombre] le dio por él trecientos y cinquenta reales y se le entregó [el privilegio y el original] a este testigo con las censuras y recaudos nezesarios».

Nos queda un último interrogante: ¿quién era Juan de Salierne, el colector de las poesías de Góngora, ya fallecido en 1628? Lo ignoramos, aunque, por una cierta similitud del apellido y por su dedicación, queremos señalar un posible indicio. En una lista de libreros madrileños de 1616, aprovechada por la Inquisición10, se ha escrito en el recto de la segunda hoja del pliego, que originalmente estaba en blanco: «Don Juan de Saldierna, al Carmen; éste trata y contrata y no es librero y tiene gran librería», o sea biblioteca.

Y a Juan de Salierne hemos de atribuir, por lo menos, la primera parte del prólogo «Al letor», pues es imposible que Juan de Carrasquilla, por su edad, empezase veinte años antes a «recoger las obras de nuestro Poeta».

Las «Obras en verso del Homero español» no han, todavía, desvelado todos los interrogantes que plantean. En estas notas sólo hemos intentado precisar algunos aspectos, revisar algunas interpretaciones y completar los datos referentes a Juan López de Vicuña.





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