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ArribaLa escuela de las mujeres

Comedia en cinco actos en verso de Molière


Traducida por D. José Marchena.

De orden superior.

Madrid, en la Imprenta Real.

Año de 1812.


Al rey nuestro señor

Señor:

Testimonio indeleble de la protección que dispensa V. M. a las letras humanas será esta traducción de Molière dada a luz a expensas de la Imprenta Real por orden de V. M. En un tiempo en que las calamidades públicas tanto han disminuido los recursos del Real Erario, la próvida mano de V. M. halla todavía medios de amparar a los amantes de las Musas; y en el reinado de V. M., en medio de los disturbios de una guerra intestina, han resonado por la vez primera en el teatro de la Corte los acentos del Príncipe de los antiguos y modernos cómicos, vueltos en idioma castellano, no con aquella impropiedad y desaliño que en otras versiones anteriores los habían afeado. Feliz yo si consigo no desmerecer, en las comedias de este grande ingenio que me quedan por traducir, el concepto que han debido a V. M. las que ya se han representado, y por el cual se ha dignado permitirme que saliesen bajo su soberano auspicio.

Señor:

A los R. P. de V. M.

Josef Marchena.




Prólogo

Sale a luz la Escuela de las Mujeres de Molière, representada en el teatro de la Corte, y traducida por la misma pluma que puso en castellano el Hipócrita. Sucesivamente se irán publicando las otras comedias de Molière; y si el traductor da felice cima a tan ardua empresa, sacará el público español la imponderable utilidad de poseer en el idioma patrio el más perfecto dechado de la buena comedia; y los extranjeros que quieran aprender nuestra lengua el de hallar un libro que, con las comedias de Moratín y otros pocos más de los coetáneos, les enseñe la habla castellana sin resabios de idiotismos o afrancesados o tudescos, y en todo caso bárbaros, que ésta desconoce.

Se irán publicando las comedias de Molière cada una de por sí, y a medida que se fueren representando. Como apéndice de esta versión saldrán, adjuntas a algunas de ellas, disertaciones acerca de nuestro teatro, en que, sin disimular los gravísimos yerros en que incurrieron nuestros antiguos poetas, haremos notar las hermosuras que a vueltas de ellos en sus producciones se encuentran. Trataremos en otras de la comedia francesa, del teatro cómico en general, etc.; de modo que la colección de estos discursos pueda ser reputada por una Poética de la Comedia.



PERSONAJES
 

 
DON LIBORIO,   o el Vizconde del Atochal.
DOÑA ISABELITA,   hija de DON ENRIQUE.
DON LEANDRO,   amante de DOÑA ISABELITA, hijo de DON PABLO.
DON ANTONIO,   amigo de DON LIBORIO.
DON ENRIQUE,   cuñado de DON ANTONIO y padre de DOÑA ISABELITA.
DON PABLO,   padre de DON LEANDRO y amigo de DON LIBORIO.
COSME,   villano, criado de DON LIBORIO.
BLASA,   villana, criada de DON LIBORIO.
UN ESCRIBANO.
 

La escena en Madrid plazuela de las Comendadoras de Santiago.

 


Acto I


Escena I

 

DON ANTONIO, DON LIBORIO.

 
DON ANTONIO
¿Dice usted que va a casarse?
DON LIBORIO
Y sin pasar de mañana.
DON ANTONIO
Amigo, aquí estamos solos,
y nadie oye lo que se habla.
¿Quiere usted que diga claro 5
lo que pienso? Aventurada
resolución me parece
la de usted, y aun temeraria.
Mucho temo que estas bodas
le han de salir a la cara. 10
DON LIBORIO
No extraño yo esos temores.
Usted, sin salir de casa,
acaso encuentra motivos
justos de miedo, y le espanta
mi suerte ya de antemano. 15
Yo la frente levantada
andaré siempre, y no hay miedo
que me la agobie la carga.
DON ANTONIO
Esos, compadre, son golpes
de la fortuna voltaria, 20
que no pueden remediarse,
y son precauciones vanas
y necias cuantas se toman
contra ellos. Aquí la causa
de que me asusten sus bodas 25
es tanta pesada chanza
con que usted a mil maridos
los zahiere en todas cuantas
ocasiones se presentan,
pregonando cuanto indaga 30
sobre ocultos galanteos.
DON LIBORIO
¿Quién, sin ser Job, aguantara
la paciencia y sufrimiento
de tanto marido que anda
por Madrid? En esta tierra 35
son de condición tan mansa
los hombres, que es un prodigio.
Aquél sin cesar afana
por amontonar dinero,
que luego su mujer gasta 40
con quien le mete en el gremio.
De estotro es menos contraria
la estrella, que mil galanes
a su esposa la regalan,
y él muy sosegado piensa 45
que obsequian así sus raras
virtudes, y el muy babieca
no advierte su propia infamia.
Uno mete mucha bulla,
que no le sirve de nada; 50
otro lo consiente todo;
y así que ve entrar en casa
el cortejo, en diligencia
coge el sombrero, y se marcha.
Aquélla dice al marido 55
que la requiebra con ansia
don Cirilo, y le recibe
muy tiesa y muy remilgada
cuando está el tonto delante,
que se le cae la baba, 60
y compadece al galán,
sin que haya para ello causa.
Otra se feria mil joyas,
y dice que juega y gana;
y sin saber a qué juego, 65
el marido se lo traga,
dándole gracias a Dios
de que le pinten las cartas
bien a su mujer. Por fin,
es cuento que no se acaba 70
la historia de los maridos.
¿Y quiere usted que yo no haga
escarnio de tanto necio
como...?
DON ANTONIO
Y si la suerte varia
le mete en la cofradía 75
a usted, ¿no ve con qué ganas
le van a hacer el buz todos?
Y no mal se le empleara.
También yo oigo a muchas gentes
que de galanteos hablan 80
y refieren mil historias,
o verdaderas o falsas,
de maridos engañados,
y de mujeres livianas.
Pero aunque yo desapruebe 85
la sobrada tolerancia
de muchos, y nunca aguante
ciertas cosas en mi casa,
que otros llevan con paciencia,
nunca digo una palabra; 90
porque puede ser que un día
me coja la rueda, y hagan
burla de mí los burlados.
Así que, si de mi mala
estrella el influjo quiere 95
que alguna desdicha humana
venga sobre mi cabeza,
si de ella las gentes hablan,
tendré al menos el consuelo
que lo dirán en voz baja; 100
y acaso se encontrará
también alguna buen alma
que se duela de mi suerte;
pero usted, compadre, se halla
en situación muy distinta; 105
y habiendo siempre hecho tanta
rechifla de los maridos
que motejan de cachaza,
guarte si no anda derecho;
que en las calles y en las plazas, 110
no lluevan sobre usted pullas,
y no tomen tal venganza
los agraviados...
DON LIBORIO
¡Dios mío!
No tema usted que tal hagan.
Aquel que me la pegare, 115
a fe que ha de tener maña.
¿Piensa usted que no sé yo
las picardías, las trampas
que acostumbran las mujeres,
y con que a los tontos clavan? 120
Para que no puedan darme
papilla, la que se casa
conmigo es tan inocente
como los niños que maman.
DON ANTONIO
¿Y quiere usted que una tonta... 125
DON LIBORIO
Una tonta es una alhaja
para no volverse tonto.
No pretendo poner tacha
a su mujer de usted; pero
una discreta es muy mala 130
de guardar; sí, amigo mío;
algunos sé yo que rabian
porque sus mitades son
ladinas. No es mala carga;
una marisabidilla 135
que hable en culto, escriba cartas
en francés, componga coplas,
y vengan a visitarla
los marqueses, los autores
le lean versos, y el mandria 140
del marido en un rincón
se esté, sin que ninguno haga
caso de él; y si pregunta
alguno ¿quién es? madama
responda: ese es mi marido. 145
No quiero mujer con tanta
inteligencia; la mía,
si de hacer cuartetas tratan
de repente, y dan por pie
guárdate del agua mansa, 150
quiero que responda al cabo
de una media hora muy larga
San Crispín fue zapatero;
pretendo, en una palabra,
que sea tan ignorante, 155
que esté su ciencia cifrada
en coser, hacer calceta,
rezar, y con eso basta.
DON ANTONIO
¿Es usted aficionado
a las simples?
DON LIBORIO
Y con tantas
160
veras, que una tonta fea
más que una aguda me agrada
con hermosura.
DON ANTONIO
¿El talento,
la beldad...?
DON LIBORIO
La honradez basta.
DON ANTONIO
¿Pero cómo quiere usted 165
que una simple sea honrada,
ni sepa serlo? Además
de ser muy pesada carga
el pasar con una boba
toda su vida, es fianza 170
mala para la mollera
de un marido la ignorancia
de su mujer. Una aguda,
cuando a su obligación falta,
es porque quiere; una tonta 175
sin saber que nos agravia
nos puede dar que sentir.
DON LIBORIO
A un argumento de tanta
fuerza respondo, compadre,
como hizo Teresa Panza 180
a Sancho cuando quería
que fuera condesa Sancha.
El día que con mujer
discreta yo me casara,
aquel día hiciera cuenta 185
que por mi entierro doblaban.
DON ANTONIO
No hablo más.
DON LIBORIO
Cada uno tiene
sus ideas, y, se trata
de hallar novia que me pete.
Mi caudal es el que basta 190
para escoger por esposa
mujer que no tenga nada,
y que blasonar no pueda
de riqueza o sangre hidalga.
La que me va a dar la mano 195
es hija de una villana;
cuatro años no más tenía
cuando me prendó su cara,
que es bonitilla y graciosa;
su madre estaba muy falta 200
de conveniencias, y a más
de otros seis hijos cargada;
yo se la pedí, y, contenta
me la dio; para criarla
escogí unas monjas pobres 205
de un pueblo allá de la Alcarria,
y la puse a pupilaje.
Di orden que no le enseñaran
cosa que pudiera abrirle
los ojos; y su ignorancia, 210
gracias a Dios, es tan grande,
que excede a mis esperanzas.
La he sacado del convento,
viendo que me deparaba
en ella el Cielo mujer 215
cual anhelé por hallarla
siempre en vano; la he traído
conmigo; y como mi casa
está en el centro, y no quiero
que vengan a visitarla 220
mis conocidos, tomé
otra en esta solitaria
plazuela, para que viva
ella; y para que nunca haya
tapujos de vecindad, 225
la alquilé toda. En compaña
suya tengo dos criados,
simples como ella. Tan larga
historia he contado, amigo,
a usted, porque vea cuántas 230
precauciones he tomado
para evitar la desgracia
de otros maridos; y como
tengo tanta confianza
en usted, para cenar 235
hoy le convido en su casa.
Usted la conocerá,
y dirá si es acertada
mi elección.
DON ANTONIO
En hora buena.
DON LIBORIO
Usted verá si le agrada 240
su persona y su inocencia.
DON ANTONIO
Sobre la última me basta
con lo que me ha dicho usted.
DON LIBORIO
Pues no la exagero en nada,
y acaso me quedo corto. 245
A cada instante me pasma
con su candor; cosas dice
que me hacen a carcajadas
soltar la risa; tres días
hace que me preguntaba 250
si las mujeres parían
los muchachos por la manga
de la camisa.
DON ANTONIO
Me alegro,
señor Carrasco...
DON LIBORIO
Es extraña
cosa que me llame siempre 255
usted así.
DON ANTONIO
Por más que haga,
el título de Vizconde
del Atochal se me pasa.
¿Y quién diablos le metió
a usted en que titulara 260
a los cuarenta y dos años,
cuando nadie de su casa
fue Barón ni Conde nunca?
¡El dinero que malgasta
para comprar ese título, 265
y en lanzas y media anata,
en mejorar sus haciendas
cuánto mejor se empleara!
DON LIBORIO
Además de que así doy
nuevo realce a mi casa, 270
me suena bien al oído
cuando el Vizconde me llaman.
DON ANTONIO
¡Raro capricho por cierto!
El apellido que usaban
nuestros padres repugnar, 275
tomando una enrevesada
denominación, en prueba
de que corre sangre hidalga
por nuestras venas. Me acuerdo
de un zapatero que ansiaba 280
porque sus hijos tuvieran
apellido de prosapia
ilustre; al tal zapatero
Gil Fernández le nombraban,
y aunque estaba bien, casó 285
con una que mendigaba,
sólo porque su apellido
era de Córdoba; aún anda
hoy por Madrid, y Fernández
de Córdoba a su hijo llaman. 290
DON LIBORIO
Pudiera usted excusar
el cuento; en una palabra,
Vizconde del Atochal
es el nombre que me agrada,
y el de Liborio Carrasco 295
siempre desazón me causa.
DON ANTONIO
Según eso, muchas gentes
a usted, amigo, le enfadan,
y yo he visto sobreescritos...
DON LIBORIO
Los que escriben esas cartas 300
no saben que he titulado.
Pero usted...
DON ANTONIO
Compadre, basta;
que yo me acostumbraré
en adelante, sin falta,
a llamar a usted Vizconde 305
del Atochal.
DON LIBORIO
Voyme a casa
de mi novia a verla un rato,
que he llegado esta mañana
de la hacienda, y no la he visto.
DON ANTONIO

  (Aparte yéndose.) 

Es de condición extraña. 310
Tiene su vena de loco.
DON LIBORIO
La cabeza algo tocada.
¡En tocando ciertas cuerdas
de tal modo disparata!
Cuando un hombre se encasqueta 315
con algo, no se lo sacan
de la cabeza.

 (Llamando a la puerta.) 

Abran luego.
Muchachos: ¿no oyen?


Escena II

 

DON LIBORIO, COSME y BLASA, dentro de casa.

 
COSME
¿Quién llama?
DON LIBORIO
Abre aquí.

 (Aparte.)  

¡Con cuánto gusto
me recibirán en casa 320
habiendo estado diez días
en el campo!
COSME
¿Quién?
DON LIBORIO
Yo.
COSME
¡Blasa!
BLASA
¿Qué quieres?
COSME
Abre la puerta.
BLASA
Abre tú.
COSME
No me da gana.
BLASA
Ni a mí tampoco.
DON LIBORIO
Por cierto
325
no está la contienda mala.
¡Y yo en la calle! ¿No me oyen?
BLASA
¿Quién da golpes?
DON LIBORIO
¡Oh, mal haya!
Yo soy, yo.
BLASA
Cosme.
COSME
¿Qué dices?
BLASA
Que es el amo, ¿no oyes?
COSME
Anda
330
Tú.
BLASA
¿No ves que estoy majando?
COSME
Y yo porque no se salga
el canario, estoy teniendo
cuidado con esta jaula.
DON LIBORIO
El que no abriere al instante 335
ni un solo bocado cata
en tres días.
BLASA
¿A qué vienes,
si voy yo?
COSME
Pues no está mala.
Antes soy yo.
BLASA
Vete.
COSME
Vete
tú.
BLASA
Yo quiero abrir.
COSME
Mañana.
340
Si he de abrir yo.
BLASA
Ya veremos.
COSME
Pues ni tú.
BLASA
Ni tú.
DON LIBORIO
Ya pasa
de raya la tontería.
COSME

 (Saliendo a la puerta.)  

Yo he sido.
BLASA

 (Saliendo.) 

Mientes, que estaba
antes yo.
COSME
Si no estuviera
345
el amo aquí, te enseñara
yo.
DON LIBORIO

 (Recibiendo un manotazo de COSME.)  

¡Pícaro!
COSME
Usted perdone.
DON LIBORIO
¡Haya bruto!
COSME
Si es muy mala,
señor.
DON LIBORIO
Ea, callen ambos,
y respondan. ¿Hay en casa, 350
Cosme, alguna novedad?
COSME
Señor...
 

(DON LIBORIO le quita el sombrero de la cabeza, y COSME se le vuelve, a poner.)

 
A Dios gra...
 

(DON LIBORIO se le quita otra vez, y COSME se le pone.)

 
A Dios gracias
Estamos bue...
DON LIBORIO

 (Quitándole el sombrero y tirándole.) 

Majadero,
¡el sombrero puesto me hablas!
COSME
Es verdad; si soy un bruto. 355
DON LIBORIO

  (A COSME.) 

Corre, y di que baje al ama.


Escena III

 

DON LIBORIO, BLASA.

 
DON LIBORIO
¿Ha sentido Isabelita
mucho estos días mi falta?
BLASA
¿Sentirlo? No.
DON LIBORIO
¡No!
BLASA
Sí tal.
DON LIBORIO
Pues ¿por qué?
BLASA
Se figuraba
360
cada instante que venía
usted, y así a la ventana
se asomaba cuando oía
ruido; y un macho con carga,
cualquier caballo o borrico, 365
que por la calle pasara,
se pensaba que era usted.


Escena IV

 

DON LIBORIO, DOÑA ISABELITA, COSME, BLASA.

 
DON LIBORIO
¡Con la costura agarrada!
¡Buena señal! Isabel,
¿no te alegras de verme, habla, 370
de vuelta de mi viaje?
DOÑA ISABELITA
¡Ay! Sí señor, a Dios gracias.
DON LIBORIO
Yo también celebro mucho
verte tan buena y tan guapa.
¿Ha ido bien?
DOÑA ISABELITA
Menos las pulgas,
375
que por las noches me matan.
DON LIBORIO
Ya tendrás quien las espante.
DOÑA ISABELITA
Me alegro.
DON LIBORIO
Ya lo pensaba
así yo. ¿Qué estás haciendo?
DOÑA ISABELITA
Un jubón de mangas largas. 380
Las camisas de dormir
de usted ya están acabadas.
DON LIBORIO
Está muy bien; anda arriba,
y un rato muy breve aguarda,
que quiero evacuar ahora 385
un asunto de importancia.


Escena V

 

DON LIBORIO solo.)

 
DON LIBORIO
Díganme ustedes, señoras,
las cultas latiniparlas,
las que repasan novelas,
y de prosa y verso fallan, 390
si todo su saber vale
tanto como la ignorancia
ingenua, el candor amable
de esta inocente muchacha.
Aquel que porque su novia 395
es noble y rica se casa,
no se queje, si después
le aconteciere desgracia...


Escena VI

 

DON LEANDRO, DON LIBORIO.

 
DON LEANDRO
¿Qué miro? ¿Me engaño? ¿Es él?
No... sí... no... sí tal... la cara... 400
Le...
DON LEANDRO
Señor don Li...
DON LIBORIO
Leandro.
DON LEANDRO
Señor don Liborio.
DON LIBORIO
¡Cuánta
dicha! ¿Cuándo llegó usted?
DON LEANDRO
Ayer hizo una semana.
DON LIBORIO
¿De veras?
DON LEANDRO
Estuve a verle
405
a usted; mas no le hallé en casa.
DON LIBORIO
Estaba en el campo.
DON LEANDRO
Ya
lo supe.
DON LIBORIO
El Cielo me valga.
¡Qué alto que está, qué buen mozo!
¡Quien le vio que no me daba 410
más arriba que mi muslo!
DON LEANDRO
Ya usted ve.
DON LIBORIO
¿Y padre en qué trata?
¿Está bueno? ¡Qué sujeto
tan lindo! ¡Qué bella pasta!
A mí me interesan tanto 415
sus cosas; sí, pues ya pasa
de cuatro años que le vi
la postrer vez, y ni carta
he tenido desde entonces
suya.
DON LEANDRO
Pues más salud gasta
420
que usted y que yo, robusto
y alegre como una pascua.
Cuando me vine a Madrid,
para usted me dio una carta;
pero en otra posterior 425
me avisa de su llegada
a la corte muy en breve,
y no me dice la causa
de su venida. ¿Conoce
usted a un hombre que llaman...? 430
No me acuerdo... Él es indiano,
y viene de Guatemala
Muy rico.
DON LIBORIO
Si usted no dice
su nombre...
DON LEANDRO
Tengo tan mala
memoria... ¡Ah! sí, don Enrique. 435
DON LIBORIO
No le conozco.
DON LEANDRO
Pues me habla
de él mi padre cual si yo
debiera tener muy largas
noticias de este sujeto,
y juntos los dos viajan 440
en un coche de colleras
que viene a Madrid.
 

(DON LEANDRO entrega una carta de DON PABLO a DON LIBORIO.)

 
DON LIBORIO
¡Con cuánta
satisfacción le veré
cuando quiera honrar mi casa!

  (Habiendo leído la carta.)  

Todos estos cumplimientos 445
son cosa muy excusada
tratando con un amigo;
sin gastar pólvora en salvas
disponga usted de mi bolsa.
DON LEANDRO
Pues le cojo la palabra 450
a usted, amigo, al instante;
justamente me hacen falta
cien doblones.
DON LIBORIO
Aquí están;
quiso Dios que los llevara.
Guárdese usted el bolsillo 455
también.
DON LEANDRO
Un recibo...
DON LIBORIO
Basta.
¿Cómo encuentra usted la corte?
DON LEANDRO
Bellos paseos y casas,
muchísimas diversiones.
DON LIBORIO
Aquí, amigo, nunca faltan. 460
Sobre todo los que gustan
de galantear las damas
tienen siempre en qué emplearse;
que se halla tal abundancia
de mujeres, que es portento, 465
y todas de buena pasta.
Los maridos muy bondosos;
las morenas y las blancas
de una índole tan suave,
que es bendición obsequiarlas. 470
¡Y cuántos enredos urden!
Si es una comedia; vaya,
¿a que en este corto tiempo
que hace que llegó usted, anda
metido ya con alguna? 475
Hábleme usted a las claras.
Querido, los buenos mozos
en muy pocos días ganan
mucha tierra, y los maridos
con ellos corren borrasca. 480
DON LEANDRO
Si he de decir la verdad,
aquí en esta misma plaza
traigo cierto galanteo
entre manos, y no en mala
situación.
DON LIBORIO

 (Aparte.) 

¡Qué bueno es eso!
485
Esto es lo que yo aguardaba,
qué contar y qué reír
a costa de alguien que clava
su casta mitad.
DON LEANDRO
Mas fío
que de entre los dos no salga 490
el secreto.
DON LIBORIO
No por cierto.
DON LEANDRO
Son cosas tan delicadas,
que si a divulgarse llegan
se echa a perder la maraña.
Es el caso que una hermosa 495
me tiene prendada el alma,
y he logrado introducirme
en su casa con mi maña;
y no va mal el negocio;
lo digo sin alabanza. 500
DON LIBORIO

 (Riéndose.)  

¿Y es?
DON LEANDRO

  (Enseñándole la casa de DOÑA ISABELITA.) 

Una niña, que habita
en esa casa inmediata
dada de verde; inocente,
como que ha sido criada
sin trato de gente, en fuerza 505
de la condición extraña
de quien le dio educación,
que es hombre de ideas raras.
Pero, aunque tan ignorante,
tiene mil sencillas gracias 510
que cautivan; unos ojos
tan tiernos, unas miradas
tan expresivas; yo al punto
que la vi le rendí el alma.
Pero acaso usted conoce 515
la beldad que me arrebata
los sentidos; es su nombre
Isabelita.
DON LIBORIO

 (Aparte.) 

¡Qué rabia!
DON LEANDRO
Quien la guarda es un ricote,
que me parece se llama 520
el Vizconde del Tronchal,
o Estuchal, si no me engaña
la memoria; un ente raro,
manïaco, según hablan
las gentes; ¿es conocido 525
de usted?
DON LIBORIO

  (Aparte.) 

El hombre me ensalza.
DON LEANDRO
¿Qué me dice usted?
DON LIBORIO
Que sí
le conozco.
DON LEANDRO
¿Y no me engañan?
¿Es loco?
DON LIBORIO
He.
DON LEANDRO
¿Qué es he? ¿Sí?
Pues; cuando lo dicen tantas 530
gentes, no han de equivocarse
todos; la cosa está clara.
Y celoso como un diablo;
un majadero de marca.
Ello es que yo estoy perdido 535
de amor de la beldad rara
de Isabelita; es un dije;
y a fe mía que dejarla
en manos de ese mostrenco
fuera cosa que clamara 540
venganza al cielo; el dinero
que usted me ha prestado es para
dar a esta aventura cima,
porque el oro, amigo, allana
estorbos, vence imposibles, 545
y en amor y en guerra acaba
con las más arduas empresas.
¿Pero usted no dice nada,
y está serio? ¿Desaprueba
que siga la comenzada 550
aventura?
DON LIBORIO
No; tenía
la cabeza algo...
DON LEANDRO
Le cansa
a usted la conversación.
Agur; iré a dar las gracias
por sus favores a usted. 555
DON LIBORIO

  (Creyendo que se ha ido.)  

Satanás mismo...
DON LEANDRO

 (Volviendo.) 

Que nada
sepa nadie de este lance;
reserva y silencio.
DON LIBORIO

  (Creyendo lo mismo.) 

El alma
se me...
DON LEANDRO

 (Volviendo.) 

No lo diga usted
a padre, que se enfadara. 560
DON LIBORIO

  (Creyendo que vuelve.) 

¡Ah...!


Escena VII

 

DON LIBORIO solo.

 
DON LIBORIO
¡Ah! ¡Qué rato me ha dado!
Nunca he tenido más mala
media hora. ¡Con qué imprudencia
el tronera me contaba
a mí propio sus amores! 565
Con mi título se engaña.
Es cierto; y no se podía
figurar con quién hablaba.
¡Qué atolondrado! ¡Qué loco!
Jamás vi tal tarambana. 570
Pero yo también debía
aguardar que se explicara,
habiendo aguantado tanto.
Cierto que fue mucha falta
de juicio no dejarle 575
que siguiera con su charla,
y averiguar de raíz
el estado en que se hallaba
su galanteo maldito.
Busquémosle sin tardanza, 580
que no puede haber andado
mucho; y sepamos con maña
si está ya muy adelante
su amor. Es mucha desgracia
averiguar ciertas cosas, 585
que más valiera ignorarlas.



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