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Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México: precedidas de un ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus

Manuel Orozco y Berra



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portada



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ArribaAbajo Introducción

Para servir de introducción a esta obra tengo necesidad de poner algunas palabras. Versarán las unas acerca de la historia de mi trabajo; tendrán relación las otras con la forma final recibida por el libro.

En la Memoria del Ministerio de Fomento, publicada en 1857, escribí, por indicaciones del señor don Manuel Siliceo, unos ligeros apuntes relativos a las lenguas habladas en algunas de las fracciones políticas de México. El poco tiempo de que pude disponer, y, sobre todo, la falta de noticias, fueron parte para que aquellos apuntes quedaran truncos, no debiendo calificárseles más de como una especie de registro, en que consigné en extracto cuanto hasta 1857 sabía en semejante materia.

Pasó el tiempo; quedé separado del Ministerio; y en los días aciagos que sobrevinieron, tomé por remedio contra las tediosas horas que tenía que atravesar, hice un recurso para ahogar los penosos sentimientos de que era presa, el rehacer mi trabajo y estudiar asiduamente para completarlo. De continuo estaba reducido a una triste alternativa; si tenía pan no tenía tiempo, si sobraba el tiempo carecía de pan. Luchando contra esta terrible contradicción; bregando contra mis sentimientos íntimos por la muerte de mis hijas, proseguí, sin embargo, la tarea que me había impuesto, con la tenacidad febril de la desesperación.

Los materiales que al principio acopié consistían, en las relaciones que los Ilustrísimos señores arzobispo y obispos me enviaron de sus respectivas diócesis, y en pocas noticias reunidas por los agentes de Fomento.   —VIII→   De esos documentos, muchos había diminutos y truncos y todos reunidos no eran bastantes para hablar con mediana exactitud, ni de la tercera parte del territorio de México. Me puse, pues, en busca de nuevos materiales.

El señor don José Fernando Ramírez dejó liberalmente a mi disposición su selecta biblioteca. Allí encontré porción considerable de libros que me fueron útiles, y de entre los manuscritos tomé copia íntegra de las noticias relativas a los apaches, y extracté la relación de la visita que el señor Tamarón hizo por su obispado de Durango. De lo demás formé abundante cosecha en notas y apuntamientos.

Por la bondad del señor don Joaquín García Icazbalceta puse también a saco su preciosa colección de manuscritos. De la mayor importancia, para mi objeto, a las relaciones de corregimientos y de alcaldías mayores de la Nueva España, que de 1579 a 1582 fueron enviadas por las autoridades de la colonia, al rey de España, Felipe II. Entre otras buenas noticias contienen, la del idioma que en cada pueblo se hablaba, y la de la monarquía a que cada lugar estuvo sujeto en los tiempos anteriores a la conquista española. De la misma importancia son, las descripciones del arzobispado de México y del obispado de Tlaxcala (hoy de Puebla), muy minuciosas, con los datos apuntados arriba, y coetáneos de los otros manuscritos.

Los treinta volúmenes que en el archivo general llevan por título: -«Documentos para la Historia»- me sirvieron casi en totalidad: poco se puede exceptuar, contándose entre las piezas de grande provecho las crónicas de Beaumont y de Mota Padilla. En la misma oficina se encuentra la importante carta, que el virrey conde de Revilla Gigedo, escribió a la corte española acerca de las misiones. Este escrito se imprimió en el -«Diccionario universal de Historia y de Geografía;»- y parte de los tomos manuscritos forman las cuatro series de -«Documentos para la Historia de México,»- publicados en diversas épocas por folletín del Diario oficial.

De libros impresos, ya propios, ya ajenos, consulté las estadísticas que llegaron a mis manos de las diferentes fracciones políticas de México; gramáticas de las lenguas indígenas, cuantas me pude proporcionar;   —IX→   la historia de las misiones del padre Andrés Pérez de Rivas, la de la Compañía de Jesús del padre Alegre, y otra porción de crónicas y de libros más que no recuerdo, leídos muchas veces en totalidad, para sacar a vueltas de relaciones cansadas e incongruentes a mi propósito, una noticia diminuta o un nombre que me arrojaba en dudas y vacilaciones.

Por supuesto que no dejé en olvido el -Catálogo de las lenguas de Hervás,- ni el Atlas etnographique du globe, ou clasication des peuples anciens et modernes d'aprés leur langue, -por Balbi. Igualmente tuve a la vista los, Six ethnographical maps with a sheet of letter press. By J. C. Prischard, M. don F. R. S. In illustration of his Works -«The natural history of man,» and «Researches in to the physical history of mankind.»- De la misma clase leí alguna obra más; todo para convencerme de que en Europa tratan los escritores con más acierto cuanto pertenece a la China o a la África central, que lo que a México corresponde.

Con todos estos materiales mi trabajo llegó casi a término, tomando sí proporciones en volumen que no dejaban de inquietarme. A poco se me presentó una combinación feliz, con mi retorno al Ministerio tenía reunidos tiempo y pan. Entonces pensé en añadir a la geografía de las lenguas, una clasificación de estas, y algunos apuntes acerca de las inmigraciones de las tribus. Lo puse en práctica; mas si una vez lo adopté, me arrepentí diez mil. Metido en un zarzal del que podía salir a duras penas, perdí el tiempo y la paciencia, me quebré la cabeza para obtener mezquinos y pocos resultados, que no me pueden satisfacer.

La obra creció, pues, todavía más, y definitivamente me disgustó. No me di prisa en concluirla, porque lo tenía como inútil. Soy pobre para gastar dinero en la impresión de un libro que, fuera de los defectos que le haya comunicado yo, por su propia naturaleza es de insípida lectura: está condenado a ser visto por pocas personas, y para las demás, me figuro que será indispensable para darle salida, el tomarle bajo el brazo y hacer un reparto vecinal, no sin encarecidos ruegos a fin de que se tenga a bien el aceptarlo.

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A nueva mudanza sobrevenida en mi fortuna, el manuscrito quedó relegado al olvido. De ese estado lo sacó la benevolencia del señor Ministro don Juan Antonio de la Fuente, quien expidió sus órdenes, así para que se me suministrara una mesada, durante el tiempo que calculé indispensable para dar la última mano a la obra, como para que el libro fuera impreso. Los sucesos políticos se precipitaron a más andar, y por consecuencia, apenas comenzado el proyecto quedó interrumpido, y el libro volvió aún al reposo de la gaveta.

El manuscrito se me hacía importuno; lo veía casi con saña, y cuando por acaso tropezaba con él en un rebusco de papeles, lo apartaba a un lado con desdén. En esta sazón, el señor don Urbano Fonseca, uno de mis buenos amigos, sin consulta previa mía, indicó al señor Subsecretario de Fomento don José Salazar Ilarregui, la existencia de la obra y la situación precaria en que me encontraba. Pocos días después se me entregó la primera mesada, de las cinco que me fueron señaladas, para poner lo escrito en estado de pasar a la imprenta.

Los cinco meses terminados, el señor Salazar obtuvo el acuerdo de Su Majestad el Emperador Maximiliano, para que la tesorería entregara la suma bastante para la impresión. Es preciso consignar aquí, que el acuerdo se pidió con tan noble franqueza y fue otorgado con tan alto desprendimiento, cuanto que no se ocultaron mis ideas políticas, ni hubo ignorancia en lo que atañe a mi carrera pública. Ese buen proceder, que vuelvo todavía a calificar de noble y grande, es digno de mi gratitud: de ella dejo en este lugar público y auténtico testimonio.

Varia interpretación recibirán estas palabras; no importa, las creo de mi deber. Las abandono al juicio de la multitud, y sólo le pido a cada uno, que falle con la mano sobre su corazón.

El libro está impreso: he aquí la forma final que ha recibido. Va dividido en tres partes. Se llama la primera -Ensayo de clasificación de las lenguas de México.- La segunda, -Apuntes para las inmigraciones de las tribus de México.- La tercera, -Geografía de las lenguas de México.

Debe saber el lector, que el primer elemento con que cuenta para   —XI→   creer en mi ensayo de clasificación es, que soy del todo ignorante en las lenguas del país. Así, pues, nada entiendo de sus sistemas gramaticales, ni de sus diccionarios, ni menos las he analizado y comparado. Las clasifiqué, siguiendo única y exclusivamente la autoridad; es decir, adopté como verdades demostradas las opiniones que los autores de las gramáticas asientan acerca del parentesco o afinidad de las lenguas; tomé por buenos, en la misma línea, los dichos de los misioneros, como versados que estuvieron y peritos que fueron en los idiomas de los indígenas; creí en las respuestas que a mis consultas dieron las personas que gozan reputación de ser sabedoras en la materia. El conjunto de deducciones obtenido por este camino, lo apliqué a las lenguas, y el resultado fue la clasificación formada. El método de autoridad es uno de los buenos que pueden emplearse, y en la práctica nada tiene de nuevo. En el presente caso, los lectores quedarán más satisfechos conociendo las fuentes de donde emanan mis inducciones, que si tuvieran que atenerse a mi sola palabra. En esta parte lo que creo que me corresponde es, el catálogo general de las lenguas de México, que he formado tan completo como me ha sido posible, y del quedan idea apenas aproximada las obras de Hervás, Balbi, etc., cuyas noticias reunidas no llegan ni con mucho a lo que yo presento.

En materia de las inmigraciones confieso, que si la mayor parte de las premisas que establezco se fundan en la autoridad histórica, las consecuencias no tienen otro peso que el que pueda comunicarles yo, en virtud del juicio particular mío. Esta segunda fracción de mi libro merece de las tres el menor crédito, y sin falsa modestia es la menos meditada. El lector procederá con cordura, no admitiendo mis asertos sino después de un profundo examen y con todas las reservas convenientes.

Lo que reputo por capital en mi libro, es la fracción relativa a la geografía de las lenguas. No presumo haber atinado en ella tan cumplidamente que no haya sacado defectos; defectos que por precisión debe tener como todo trabajo de hombre, y que mi incapacidad o mi ignorancia no acertaron a evitar, no obstante el haber puesto todo mi   —XII→   cuidado. Trabajos de esta clase son de suyo difíciles; en nuestro país, además, no son todavía comunes; es natural que cuando por primera vez se emprenden, se prohíjen mayor número de errores, que así que son ya familiares.

Por muy despreciable que esta labor sea, tiene sin embargo el mérito de ser lo primero que se escribe de su linaje, respecto de México. Si no se le encuentra útil, será al menos de enseñanza a quienes después traten la misma materia, supuesto que servirá de guía para evitar las faltas en que yo incurrí.

Mi manera de proceder en el trabajo fue la siguiente. Con el plano particular de un Departamento a la vista, estudiaba y comparaba los materiales que tenía acopiados acerca de aquella fracción política. Una vez que me figuraba haberlos entendido, y daba por resueltas las cuestiones que se me presentaban, procedía a señalar uno por uno todos los pueblos de una misma lengua, y distinguía con diverso color el uno del otro idioma: tiraba en seguida líneas de separación. Del particular pasaba el último resultado al plano general, y por la adición de los datos parciales llegué a obtener todo el conjunto.

Los párrafos en que acomodé el texto, me fueron impuestos por la división territorial existente en la fecha de la conclusión de mi trabajo, y que al presente no cambia. Por eso uso promiscuamente de las denominaciones de Estado o Departamento al referirme a las fracciones políticas. En la carta conservé las líneas de demarcación que les corresponden, aunque, a mi corto entender, no las necesite, atendido su objeto etnográfico.

Llamé etnográfica a la carta, y alguna vez le digo etnográfica a mi tercera parte, por haber visto aplicada la voz en casos análogos. Dudé sin embargo por mucho tiempo acerca de la palabra propia de que convendría usar, y me decidí por aquella siguiendo la autoridad de Balbi, que paso a copiar.

«Ethnografia y etnógrafo. Rigorosamente hablando (dice) estas dos palabras no deberían significar otra cosa, que la ciencia que tiene por objeto la clasificación de los pueblos, y la persona que profesa esos conocimientos; ethnos, en la lengua a que pertenece, significa   —XIII→   pueblo. Mas como el estudio general de las lenguas, sobre todo en la parte que trata de su clasificación, no tiene aún una denominación generalmente recibida; como la palabra lingüística, tomada al alemán por algunos sabios muy distinguidos, parece desagradar a otros no menos célebres; como las voces glossografia y glossógrafo, que serían más convenientes, tampoco pueden ser empleadas en el sentido que necesitamos, porque el uso general les da otra acepción; pensamos que podíamos extender el empleo de las dicciones etnografía y etnólogo, a la clasificación de las lenguas y a quien de ello se ocupa. En efecto, si los pueblos lo son porque hablan lenguas diferentes, la clasificación de los pueblos corresponderá a la de las lenguas, y el término etnografía, en nuestro concepto, podrá reemplazar sin grave inconveniente, el de lingüística y el de glossogratia, y aun el de idiomografía, que acaba de proponer M. Malte Brun. Nos hemos creído autorizados, pues, a falta de cosa mejor y para evitar circunlocuciones, a servirnos de las palabras etnografía y etnógrafo



Hasta aquí Balbi. De buena fe digo, que ignoro cuál sea la palabra propia de que deba usar. La doctrina asentada tal vez no cuadre del todo a mi propósito, y por lo mismo no me autorice para usar de la palabra etnográfica; mas por extensión y no teniendo otra cosa de que echar mano, la adopto sin más réplica. Me creo con tal cual derecho, observando que señalar sobre una carta las regiones ocupadas por las lenguas, es especificar los diversos pueblos que en los mismos lugares habitan.

La carta etnográfica está dedicada a mi buen amigo el señor don José Fernando Ramírez. Y no es de ahora cuando me ocurrió el hacerlo; tuvo origen en el plano inserto en la Memoria de 1857, y como este no es otra cosa que el complemento de aquel, es lógico que reconozca la filiación. La dedicatoria es una ligera muestra de la amistad y de la gratitud que al señor Ramírez profeso.

El libro lleva al frente los nombres venerados y queridos de mis buenos padres. Ellos, a quienes debo un cúmulo inmenso de cuidados cariñosos; ellos, que en medio de las vicisitudes de la fortuna   —XIV→   atendieron y cuidaron de mi educación; ellos, a quienes soy exclusivo deudor de lo poco que pueda valer, son quienes tienen el incontestable derecho de recibir este pequeño tributo de mi amor y de mi reconocimiento. Amor y solo amor tiene mi corazón, y amor profundo consagro a su memoria.

Voy a concluir estas líneas.

Al salir mi libro a la luz pública he vuelto a cobrarle cariño, siquiera por los contratiempos a que va a quedar expuesto. El afecto de padre no me quita el conocimiento de los defectos en que abunda. Le doy al mundo tal cual es, más bien por emanciparlo, ya que tantos años tiene de existencia, que no porque le considere con prendas cumplidas para hacer carrera. Déjele Dios encontrar ventura y no le dé ningún malqueriente.





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ArribaAbajoPrimera parte

Ensayo de clasificación de las lenguas de México


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ArribaAbajo - I -

Ojeada sobre la carta etnográfica. - Intento de formar una clasificación de las lenguas, fundada en la autoridad. - Los chichimecas y sus subdivisiones. - Nuestra opinión acerca de si la lengua chichimeca era la misma mexicana. - Para nosotros fue lengua particular. - Se ha perdido.


La carta de México tiene próximamente la figura de un triángulo esférico; el vértice queda al S, y la base, que es la frontera con los Estados Unidos, se apoya en el N; los otros dos lados están limitados, al E por el golfo de México, al O por el océano Pacífico. Ese triángulo lleva añadidos dos apéndices; al NO la península de California, al SE la de Yucatán.

Examinando la parte etnográfica, veremos a primera vista, que las lenguas, hacia el E se ensanchan, ocupan grandes superficies, y son muchas menos en proporción que al O a este rumbo, y siguiendo principalmente la dirección de las montañas y el curso de los ríos, los idiomas se estrechan, se agrupan y se multiplican. Si tomamos en cuenta toda la figura, al N son mayores los espacios que al S; allá las tribus, aunque multiplicadas, tienen inmensos terrenos en que removerse, mientras al lado opuesto, y sobre todo en el istmo que es lo más estrecho, están como apiñadas y confundidas en más pequeñas fracciones. La mayor de todas las superficies trazadas es la ocupada por el mexicano; comienza en Sinaloa, llena los países más feraces de la mesa central, y se prolonga después a lo largo de la costa del golfo hasta perderse en Tehuantepec.

No todas estas lenguas son ni pueden ser diversas; algunas, como el matlaltzinca y el tarasco, el otomí y el mexicano, el mixe y el yucateco, forman tipos completamente diferentes, sin que presenten casi ni semejanzas; pero otras hay, que por su estructura gramatical, y por la comparación de sus palabras primitivas, no dejan duda acerca de su parentesco, de que se derivan de un tronco común. Para hacer una clasificación perfecta sería menester estudiarlas todas, confrontarlas, agruparlas en familias; trabajo que no es posible sea desempeñado por un solo hombre, y para el cual no somos idóneos, supuesto que ya hemos confesado nuestra ignorancia en los idiomas de nuestro país. La primera labor de este género, de que tengamos noticia,   —4→   es la que emprende el señor don Francisco Pimentel; pero mientras su obra ve la luz pública, y pueden ser aprovechados los muchos enseñamientos que debe de contener, vamos a emprender, hasta donde sea posible, el clasificar las lenguas de México, valiéndonos para ello de las autoridades que a nuestro conocimiento han venido, tomadas, ya de lo que aseguran las gramáticas que hemos logrado consultar, ya de lo que contienen las relaciones y noticias de los misioneros que hablaron con los indios y les doctrinaron, ya de los dichos de las personas peritas con quienes consultamos, ya finalmente de los libros de nuestra historia o que tratan las cuestiones etnográficas.

La clasificación hecha de este modo absolutamente no es de nuestra responsabilidad, sino en aquellos casos en que aventuremos nuestro propio juicio dejándonos guiar por nuestras propias inducciones. Para lograr nuestro intento, supuesto que entre las lenguas no hay mejor razón para comenzar por esta y no por aquella, hablaremos de cada una a medida que se nos vayan presentando. Encontrada alguna, buscaremos si con ella se puede formar una familia; esta se compondrá de lenguas hermanas, es decir, de idiomas que por su estructura gramatical y por la semejanza de su diccionario acusen la comunidad del misino origen: cada lengua llevará en seguida los dialectos que le correspondan. No entraremos en la cuestión de cuál es el idioma primitivo en cada familia; nosotros no atinaríamos en la resolución de estos problemas; así que, el orden que asignemos a las lenguas es casual, y nada tiene que ver con su antigüedad relativa.

Probemos a ver lo que resulta, entrando en materia.

Por lo que hemos oído a personas inteligentes y por nuestro propio juicio, la obra del padre Sahagún1 es una de las fuentes primitivas de nuestra historia, y su autoridad, en la mayoría de los casos, debe tenerse como irrecusable: de él tomaremos nuestra primera cita: «Los que se nombran chimecas, dice2, eran tres géneros, los unos eran los Otomíes, los segundos los que llamaban Tamime, y los terceros son los que se dicen Techichimecas... Este vocablo que se dice Tamime quiere decir tirador de arco y flechas, y los de este género de Tamimes son deudos, y de la generación de los que llamaban Techichimecas... y venían después a tratar y vivir con algunos mexicanos o nahóas, y con algunos otomíes, y con intento de oír el lenguaje de los unos, y de los otros, y así hablaban en alguna manera la lengua mexicana, y la de los otomíes.»

Mas adelante añade3: «De estos chichimecas unos había que se decían Nahuachichimecas, llamándose de Nahóas y de Chichimecas, porque hablaban   —5→   algo la lengua de los Nahoas o Mexicanos, y la suya propia Chichimeca. Otros había que se decían Otochichimecas, los cuales tenían este nombre de Otomís y Chichimecas, porque hablaban la lengua suya y la Otomí. Otros había que se llamaban Cuextecachichimecas, porque hablaban la lengua Chichimeca y Guaxteca.»

Además de lo que omito asienta por fin4: «Todas las dichas familias se llaman Chichimecas, y aun de tal nombre se jactan y glorían, y es porque todos anduvieron peregrinando como Chichimecas por las tierras antes dichas y de allí volvieron para estas partes, aunque a la verdad no se llamaban tierras de Chichimecas por donde ellos anduvieron, sino Tlaotlalpan, Tlacohcalco, Mictlampam, que quiere decir, campos llanos y espaciosos, que están hacia el Norte. Llamáronse tierras de Chichimecas, porque por allí suelen habitar ahora estos, que son unas gentes bárbaras que se sustentan de la caza que toman, y no pueblan; y aunque los Mexicanos se dicen Chichimecas, empero propiamente se dicen Atlacachichimecas, que quiere decir pescadores que vinieron de lejas tierras. Las gentes Nahóas que son las que entienden la lengua mexicana, también se llaman Chichimecas, porque vinieron de las tierras ya dichas, donde están las siete cuevas que ya están referidas, y son las que se nombran aquí: Tepanecas, Acolhoacas, Chalcas, y los hombres de tierra caliente, y los Tlateputzcas que son los que viven tras de las sierras hacia el Oriente, como son los Tlaxcaltecas, Vexotzincas, y Chololtecas y otros muchos, y todos traían arcos y flechas. Los Tultecas también se llaman Chichimecas, y los Otomíes y Michoacas, ni más ni menos; pero los que están hacia el nacimiento del sol, se nombran Olmecas, Vixtoti, Nonooalca, y no se dicen Chichimecas» .

Sin sobrecargar inútilmente de citas, de lo asentado arriba podremos ya inferir, que existió una tribu llamada chichimeca, con su lengua propia chichimeca; la tribu presentaba dos fracciones, los tamime, y los techichimecas, aquellos más bárbaros y de menor condición social que estos. La tribu entró en relaciones con sus vecinos los nahóas, los otomíes y los cuextecas, de donde se derivaron otras tres subdivisiones etnográficas; los nahuachichimecas, los otonchichimecas y los cuextecachichimecas. Inferiremos también, que, la palabra chichimeca es un nombre colectivo que comprende a diferentes tribus, muy distintas entre sí por el lenguaje, por las costumbres y por la civilización. Ellas adoptaron el dictado como un recuerdo histórico, como un título honroso, y en este sentido la voz chichimeca no significa la comunidad de origen de las tribus que tomaron este nombre, sino los tratos y relaciones   —6→   que tuvieron en sus peregrinaciones, desde el Norte, que fue su cuna, hasta las tierras en que definitivamente se fueron asentando. Si no desde los últimos tiempos del imperio mexicano, sí desde los años inmediatos a la conquista, se dijo chichimecas a todos los bárbaros que vagueaban hacia el Norte haciendo la guerra a los invasores, y entonces tampoco se tenía en cuenta distinguir si los guerreros eran de estirpe mexicana u otomí, confundiendo todas las razas bajo una denominación genérica.

Los chichimecas, los mexicanos, los otomíes y los cuextecas estuvieron en relaciones de vecindad en los países del Norte, su asiento primitivo, y estas relaciones debieron de durar por largo tiempo, supuesto que los primeros se mezclaron con los otros tres, hasta el punto de aprender sus lenguas. La menor civilización de los chichimecas, y quién sabe cuáles otras causas, influirían en semejante hecho, mas lo cierto es que se verificó; y cuando las tribus mencionadas arriba abandonaron las altas latitudes para venir a establecerse a la mesa central, llegaron chichimecas de origen hablando con el propio otros idiomas que no eran el suyo, y aquí también se mezclaron y se confundieron, hasta perderse entre las naciones de las ramas mexicana y otomí.

Reina gran confusión entre los autores, defendiendo los unos que los chichimecas hablaban lengua propia, asentando los otros que era la misma mexicana. Por desgracia ya no tenemos los elementos precisos para resolver la cuestión; mas como en asuntos dudosos es lícito arrimarse a la sentencia que parezca más probable, la más cierta para nosotros es la que asigna a los chichimecas habla peculiar, fundándonos en el testimonio de personas mejor informadas, en nuestro concepto, por el tiempo en que escribieron y por las fuentes de donde tomaron sus noticias. El señor Pimentel en su obra acerca de las lenguas entra en esta cuestión, y la resuelve, en el sentir nuestro, apoyado en las razones siguientes:

«1.ª Los escritores cuyas obras son la fuente más pura de nuestra historia antigua, tales como Torquemada, Ixtlilxochitl y Pomar, atestiguan que los toltecas y chichimecas tenían lengua diferente. El primero, en su Monarquía indiana (libro 1.º, capítulo XIX), dice que los toltecas que quedaban en el valle de México no entendían a los chichimecas que llegaban. Ixtlilxochitl sostiene en todas sus relaciones que chichimecas y toltecas tenían diversa lengua, y en su Historia de los chichimecas, capítulo XII (apud Ternaux, volumen 12), agrega que el emperador Techotlala hizo se extendiera el idioma mexicano entre sus súbditos. Don Juan Bautista Pomar, descendiente como Ixtlilxochitl de los reyes de Tezcoco, en su Relación manuscrita (de que posee un ejemplar mi hermano político don Joaquín García Icazbalceta), refiere un hecho que no deja la menor duda, y es que el año   —7→   de 1582 aun quedaban restos del idioma chichimeco en varios nombres que nadie podía traducir.

2.ª Los toltecas y nahuatlacas eran pueblos civilizados, mientras los chichimecas estaban casi en estado salvaje. La religión, gobierno, leyes y costumbres de estos demuestran un pueblo nuevo, mientras que las instituciones de los otros uno muy antiguo y muy diferente.

3.ª Que una nación no pueda cambiar su idioma por otro, como arguye Clavigero, es cosa desmentida por la historia. En efecto, la regla general es que cada pueblo conserve tenazmente su idioma; pero acontecimientos extraordinarios pueden hacer excepción a esta regla. Los griegos y romanos, por ejemplo, hicieron desaparecer los idiomas de la Europa meridional y de parte de la central, imponiendo el suyo. Lo mismo sucedió con los árabes en una gran parte de la Asia occidental y del África septentrional.

4.ª Que siendo los chichimecas los conquistadores su lengua era la que debía haber dominado, es razón que nada vale, porque, como ha observado Balbi, "no es la lengua del pueblo conquistador la que precisamente domina, sino la más regular y culta." Naturales, en el caso que nos ocupa, que la lengua tolteca fuera la más perfecta como la del pueblo más adelantado en civilización.»

5.ª Que los nombres propios de lugares y personas pertenecientes a los chichimecas, estén o hayan estado en mexicano, es argumento que tiene varias soluciones: en primer lugar no es eso exacto en lo general, pues hemos visto que Pomar tuvo conocimiento de nombres chichimecos que nadie podía traducir; en segundo lugar, muchos nombres de pueblos o ciudades, como Tula, Colhuacan, etc., fueron puestos por los toltecas, es decir, desde antes de la venida de los chichimecas, y no es, pues, extraño que estuvieran en mexicano, explicando Ixtlilxochitl que "todos los nombres de lugares quedaron en lengua mexicana"; en fin, como la historia de estos pueblos nos ha sido referida principalmente por mexicanos, no es inverosímil que estos expresaran en su lengua hasta los nombres propios, cosa fácil si atendemos a que esos nombres son significativos en las lenguas antiguas: esta sospecha llega al grado de certidumbre, cuando vemos que así se ha hecho hablando de gentes y naciones que hasta hoy conservan un idioma diferente. Bastará citar, en prueba, el nombre del último emperador de Michoacan, el cual, aunque hablaba tarasco, es conocido con el nombre mexicano de Caltzontzin, y el de todos los reyes totonacos, como vemos en el lugar respectivo de esta obra: en cuanto a nombres mexicanos de lugares donde se hablan otras lenguas, se encuentran donde quiera, como Michoacan, Huaxteca, Mixteca, etc., etc. ¿No es, pues, más   —8→   natural que esto sucediera respecto a una nación mezclada con los que hablaban mexicano, educada y civilizada por ellos?»5



Hasta aquí el señor Pimentel. Las razones que expone aun pudieran reforzarse; mas nosotros, que huimos de hacer muy largas disertaciones, nos contentaremos solamente con insistir y recordar la autoridad de muy gran peso del padre Sahagún, y añadir dos cosas: 1.ª En la relación manuscrita del arzobispo don Alonso de Montufar, se dice que en el pueblo de Pachuca en comendado en 1579 en Antonio de la Cadena, se hablaba el otomí, el mexicano, y el chichimeca, lengua que no entienden los otros; y es de advertir que en la relación se distinguen bien el mexicano del nahual, y todos los idiomas entre sí, supuesto que los datos fueron suministrados por los indios. 2.ª Consta en la Biblioteca de Beristain, que el padre Diego Díaz Pangua escribió: Arte y diccionario de la lengua chichimeca, y un catecismo en el mismo idioma. No conocemos estas obras, ignorando por tanto cuál sea la lengua que el padre denominó chichimeca.

Después de cuanto acabamos de asentar, debemos ya concluir con que el chichimeca ha desaparecido, y su nombre debe colocarse en el catálogo de las lenguas perdidas.




ArribaAbajo- II -

Los nahóas. - Diferencia establecida entre el nahóa y el mexicano. - El nahóa. - El niquira o niquiran. - El mexicano y sus dialectos. - El pipil. - El zacateco. - El chinarra. - El concho. - El ahualulco. - Dialecto de Jalisco. - Lenguas hermanas. - El acaxee. - El sabaibo. - El xixime. - El tebaca. - Reflexiones.


«Los nahóas, dice el Padre Sahagún, eran los que hablaban la lengua mexicana, aunque no la pronunciaban tan clara como los perfectos mexicanos; y estos Nahóas, también se llamaban Chichimecas, y decían proceder de la generación de los tultecas, que quedaron cuando los demás salieron de su pueblo y lo abandonaron etc.»6



Los tultecas o tulanos se decían chichimecas7, y «Estos dichos tultecas eran ladinos en la lengua mexicana, aunque no la hablaban tan perfectamente   —9→   como ahora se usa.... Resta por decir otro poco de los dichos Tultecas, y es que todos los que hablan claro la lengua mexicana que les llaman nahóas, son descendientes de los Tultecas, etc.»8

Entre los olmeca vixtoti y mixtecas, se encontraban nahóas9.

Los nahóas «son los Tepaneques, los Acolhoaques, los Chalcas, los Vexotzincas y los Tlaxcaltecas.»10 Estas tribus, juntas con otras más, llevaron el nombre de nahuatlacas.

Los «Tlalhuicas son los que están poblados en las tierras calientes, y son Nahóas de la lengua mexicana.»11

Sacamos de lo que va escrito, que el nahóa es un mexicano menos perfecto y puro, que el mexicano propiamente dicho; es decir, el nahóa es el mexicano antiguo, tosco, sin pulimento, que después, y a medida que las naciones que le usaban fueron adelantando en el camino de la civilización, se fue perfeccionando hasta alcanzar la hermosura y la pulidez que en la actualidad presenta. Eran uno y otro, v. g., lo que el castellano del romance del Cid, comparado con el lenguaje de los buenos hablistas modernos. Y de la misma manera que, si en algún lugar de España se hubiera conservado el antiguo modo de hablar y ahora se le comparara con el actual, ambos modos serían considerados como lengua castellana, aunque el uno y el otro no se tuvieran como una misma cosa, sino como dos cosas muy distintas; así nosotros podremos asegurar, que el nahóa y el mexicano, siendo el propio idioma, forman hoy dos lenguas en realidad muy diferentes. El mexicano y el nahóa no se confundieron nunca por las personas entendidas; prueba de ello, que se les distingue con precisión en la noticia manuscrita del arzobispado de México12, en la cual se asignan los pueblos que en 1579 conservaban el nahual; debiendo notarse, que esa distinción la hicieron los mismos indios, quienes fueron consultados en lo tocante a la lengua hablada en los diferentes curatos de la diócesis.

En opinión de Ixtlilxochitl, los españoles fueron quienes inventaron llamar mexicano al idioma hablado en el imperio: el nombre propio era culhua, tomado a nuestro entender de los culhuas o toltecas que fundaron el reino de Coloacan, en donde residieron por dos veces los tenochcas. De estos afirma, que «no es su natural lengua la que hablan ahora; porque según parece en la historia, su lengua era muy diferente la que ellos trujeron de su naturaleza, y esta que hablan agora es la que aprendieron en Texcuco;   —10→   aunque con todo eso no es muy buena, porque hablan con soberbia y poca cortesía, y así mismo todos los que hablan en la lengua Náhuatl cada uno muy diferente; unos como llorando, otros como cantando, otros como riñendo, al fin cada nación como la pudo aprender la habla, como nosotros hablamos cada nación diferente la lengua castellana, como son gallegos, vizcaínos, portugueses, etc.» Esta opinión comprueba lo que en buena lógica debiera haberse supuesto; es decir, que aunque las diversas fracciones de la familia mexicana usaron todas del mismo idioma, este no debía ser exactamente el mismo en todas ellas, sino que había de cambiar en muchas, más o menos, en partes esenciales o no, según que cada una llevara mayor o menor tiempo de separada del tronco primitivo, conforme a las relaciones tenidas con los pueblos extraños, los climas que hubiera habitado, los objetos que viera, las necesidades que adquiriera, y el grado de civilización que alcanzara.

Las lenguas no permanecen estacionarias; se observa que se trasforman constantemente; y estas trasformaciones son más rápidas y capitales, a proporción que las naciones son menos civilizadas. En nuestro concepto, es un error creer que, el mexicano, tal como se conoce hoy adelantado en la corte de México, o más bien, pulido en las escuelas de Tetzcoco, es el mismo de los tiempos primitivos de la familia. Nosotros juzgamos, que en las palabras, mexicano para los españoles, culhua para los mexicanos, nahuatl para las tribus nahuatlacas, nahóa para los toltecas, no deben mirarse voces arbitrarias y vacías de sentido, sino que explican en diversas épocas el estado del lenguaje, sus diversas trasmutaciones en cada una de las tribus, y los cambios sufridos a través de los tiempos. Pareciéndonos exactas estas razones inferimos, que aunque los nombres nahóa y mexicano se refieran a la misma e idéntica lengua, expresan, sin embargo, dos muy diversos estados de ella: que por lo mismo nahóa y mexicano deben aparecer como dos individuos diferentes en su familia, y que a cada uno de ellos es preciso aplicarles los dialectos a que inmediatamente dieron origen.

Es frecuente entre los extranjeros que escriben de nuestras cosas antiguas, llamar náhuatl al mexicano: Balbi pone nahuat13, y le adopta como un idioma sin relación con el mismo mexicano, no obstante que tomó la noción de Juarros14, quien usa de la voz nahuate. Encontramos también escrita la palabra nahua, nahual. El nahóa se hablaba aún el año 1579 en algunas poblaciones del Estado de México (véase en la tercera parte); ignoramos   —11→   si en la actualidad subsiste todavía o ha desaparecido: restos suyos se encuentran en Guatemala en los curatos de Cojutepeque, San Pedro Mazagua y Texistepeque15.

El náhuatl se llama en Nicaragua niquira o niquiran16. Los autores contemporáneos de la conquista dieron el nombre de niquiras o nicaraguas, a los indios de filiación mexicana establecidos en el terreno que se extiende entre los dos grandes lagos de Nicaragua y de Managua y el Océano Pacífico, en los pueblos de Nahuatia, Quetzalutia, Managua, Masagua, Mazatepec, Teola, Xinotepec, Tezoatega y Xalteva o Nequecheri (hoy Granada), cuyos nombres, son evidentemente de procedencia mexicana.

Hemos puesto ya lo que nos ha parecido conveniente acerca del nahóa, vamos a proseguir ahora con lo tocante al mexicano, comenzando por sus dialectos.

El pipil se habla en Guatemala en los curatos de Texacuangos, Dolores Izalco, Asunción Izalco, Apaneca y Ateos17. «Estos indios, dice Juarros, eran de la plebe de los mexicanos, y así hablaban la lengua corrompida, como la hablan los niños, motivo porque se les llamó pipiles, que en dicho idioma quiere decir muchachos.»18

Conforme al sentir de los misioneros que administraron a los indios del Estado de Zacatecas, usaban estos un dialecto del mexicano; a los indios les decían zacatecas, y zacateco a su lenguaje. Beristain asegura que Fray Pedro Espinareda escribió «Arte y vocabulario del idioma zacateco.»

El señor Hervás19 asegura, que al NE de la zacateca está la nación mazapili, que según él conjetura hablaba también un dialecto mexicano. En efecto, encontramos en aquella comarca el mineral de Mazapil, y a los habitantes de la sierra se les conocía por mazapiles, pero no hemos hallado que fueran tribu diversa de la zacateca, con la cual se les confunde en las costumbres y en el idioma: no creemos que hay lengua mazapil.

Por el testimonio que al señor Hervás20 dió el misionero jesuita don Rafael Palacios, la lengua que los chinarras hablaban entre sí era la mexicana; y los chinarras eran de la misma familia que los conchas y del propio idioma: en tal concepto, referimos ambos al grupo mexicano, colocándolos en la categoría de dialectos.

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El señor don Fernando Ramírez hablando de los acaxees21 asegura que son de la filiación mexicana. Se confirma plenamente esta opinión con lo que asienta el padre Andrés Pérez de Ribas22, misionero que muchos años se ocupó en doctrinar a los indios, y en su obra recopiló con mucho acierto cuanto hasta su tiempo se sabía acerca de los pueblos de Sinaloa, de Durango y de Sonora. «Lo que yo averigüé, dice23, tratando y doctrinando algunas Naciones, que pueblan la Provincia de Cinaloa, que de las descubiertas y pobladas de españoles viene a ser la más remota, o de las más remotas en la Nueva España. Con particular cuidado, y no pocas veces, hice inquisición entre los más viejos, y más entendidos de estos indios; preguntándoles, de dónde habían salido, y cuándo habían poblado ellos, o sus antepasados los puestos que al presente poseían? Todos a una me respondían siempre, que habían salido de la parte del Norte, desamparando algunos puestos, que a esta parte habían tenido, y poblado; por haberlos despojado de ellos, y ocupádolos en guerra, otras naciones, que después sobrevenían. En todo lo cual hallé fundamento de verdad, en ocasiones de entradas que españoles soldados hicieron a la tierra adentro, a pacificaciones de gentes y otras facciones necesarias a los cuales acompañé, para casos ocurrentes de ministerios cristianos. Y finalmente, en los informes que sobre esta materia hice, siempre hallé rastros de que todas esas naciones, que se van asentando de paz en nuevas reducciones, salieron de la parte del Norte: como también es fama constante, que salió de esa misma región y playa, la grande Nación Mexicana; como consta de sus historias muy repetidas... Confírmase también la sentencia de que estas gentes, con la Mexicana, salen de la parte del Norte, con lo que noté y observé, aprendiendo algunas de sus lenguas: esto es, que en casi todas ellas (que son muchas y varias) se hablan vocablos, principalmente los que llaman radicales, que o son de la lengua mexicana, o se derivan de ella, y retienen muchas de sus sílabas, de que pudiera hacerse aquí un muy largo catálogo. De todo lo cual se infieren dos cosas. La primera, que casi todas estas naciones comunicaron en puestos, y lengua con la mexicana, y aun que los Artes y Gramáticas, de ellas son diferentes, pero en muchos de sus preceptos concuerdan. La segunda es, que todas estas naciones, salieron a poblar este nuevo mundo de la banda del Norte...» Hasta aquí el padre Ribas; nosotros añadimos, que con respecto a los acaxees hay algo más   —13→   de trato y comunicación con los mexicanos; el nombre de la tribu es mexicano, aunque corrompido; del mismo género es el nombre Tópia de la sierra en que habitan; mexicanos son muchos de los nombres de la comarca en que se les encuentra; mexicanas sus costumbres; mexicanas sus tradiciones: todo lo cual parece bastante para declarar, que los acaxees descienden del tronco mexicano. Decisivo será confrontar ambas lenguas; mientras esto se verifica, adoptaremos como dudoso, que los acaxees son de la familia mexicana, y que su idioma, el acaxee, es una lengua hermana del mexicano.

Balbi24 apoyándose en Hervás25, asegura que la lengua tópia, hablada por los tópias, es un dialecto muy diferente del de los acaxees. Tal vez por torpeza, ni en las relaciones ni en los libros consultados, hemos hallado lengua o tribu llamada tópia, que sea diferente de la acaxee: la sierra en que vive la tribu acaxee es Tópia, y nada más.

El padre Alegre26 hablando de los sabaibos asienta que eran nación distinta de la acaxee, aunque hablan ambos pueblos la misma lengua; pero en otro documento digno de crédito encontramos27, que los misioneros de aquellos pueblos distinguen la lengua sabaiba de la acaxee, por lo cual pensamos que no son iguales, sino que esta primera es dialecto de la segunda. El xixime y el tebaca corresponden igualmente a este grupo, por lo cual les agregamos a los individuos de la familia.

De los informes recibidos de Tabasco resulta, que el mexicano que allí se habla ha perdido su primitiva pureza, y es, más bien que una lengua, un dialecto bárbaro, mezclado con palabras castellanas y de los idiomas de los pueblos comarcanos: los indios se llaman agualulcos o agualulcos, de cuyas voces se forma también el nombre del dialecto que usan.

Por último, creemos que el mexicano que se usa en Jalisco es un dialecto del idioma principal, fundados en el libro que tenemos a la vista, cuya portada dice «Arte, vocabulario y confessionario en el idioma mexicano, como se usa en el Obispado de Guadalaxara, compuestos por el Br. don Gerónimo Thomas de Aquino, Cortés, y Zedeño, etc. Puebla de los Angeles: 1765.» Nada se expresa en el libro acerca de los lugares o de las tribus en los cuales está derramado, o entre quienes se habla, conformándose con llenar la tarea que se impuso al emprender la obra. Nosotros habremos de contentarnos, pues, con la noticia vaga que de aquí resulta, y en el catálogo general haremos únicamente la referencia, sin dar pormenores que no conocemos, ya que no hemos podido haber a las manos el «Arte de la lengua Mexicana, según el dialecto de la Nueva Galicia,» que conforme   —14→   Beristain, escribió Fray Juan Guerra, y fue impreso en México, por Lupercio, en 1669, 4.º.

Del mexicano, propiamente dicho, afirman los inteligentes, que «es idioma rico, culto, y sumamente expresivo: por lo que lo han elogiado extraordinariamente todos los europeos que lo han aprendido, y muchos la han creído superior a la griega y a la latina: pero aunque yo conozco sus singulares ventajas, nunca osaré compararla a la primera de aquellas dos lenguas clásicas.»28 Balbi29 asegura que «Un número extremadamente pequeño de palabras análogas, parece referir el mexicano al chino y al japonés, pero el carácter general de la lengua la aparta de esta analogía. Tiene también muchas desinencias comunes con el tarahumara, el rumsen y el encelen, y, según el padre Ribas con el cinaloa, el huite y el zoe, idiomas hablados en la América española, así como con el nutka, el koluche y el ugajakhmutze sobre la costa occidental de la América del Norte.»

Sin responder de los asertos del autor francés en lo que respecta a las lenguas que nos son totalmente extrañas, en lo que toca a las correspondientes a México creemos que no tienen analogía con la mexicana, sino en cuanto se encuentran en aquellas algunas raíces y palabras pertenecientes a esta, que es el sentido que debe darse al párrafo antes copiado del padre Ribas; cosa que no indica ni puede indicar comunidad de origen entre las lenguas, sino únicamente las relaciones y el trato que las tribus que las usan tuvieron entre sí en tiempos remotos.

La lengua mexicana, pura o en sus varios dialectos, se derramó en tiempos remotos en un espacio inmenso. Omitiendo lo que hay mas allá del Gila, por no ser de nuestro propósito, desde su orilla hacia el Sur, y en el terreno que se extiende hasta tocar con el río Bravo, en los Estados de Sonora y de Chihuahua, de Durango y aun de Coahuila, se encuentran esparcidos nombres mexicanos distinguiendo los ríos, las montañas, los lugares más importantes: las tribus pobladoras de toda esa comarca conservan casi de una manera unánime la tradición del paso de la familia azteca; su lengua está impregnada con palabras tomadas de la lengua extranjera; algunas de las mismas tribus llevan nombres también mexicanos, y sus costumbres, su culto y aun sus teogonías, recuerdan el roce largo y frecuente con las ramas salidas del tronco de los nahóas. Más al Sur dejó su huella en el Nayarit; y no obstante que los otomíes han conservado tenazmente el país en donde se establecieron, y que ellos dan nombres en su idioma a sus pueblos y a su territorio, en una gran parte el terreno y las poblaciones presentan   —15→   las apelaciones mexicanas, haciendo olvidar completamente las denominaciones primitivas. En el terreno en donde domina, ha borrado del todo los pueblos que en sus conquistas avasalló, dejando apenas rastros imperceptibles del habla de los habitantes. Exceptuando los mixes, y algunas fracciones de los países ocupados por otras tribus, el mexicano volvió a estamparse sobre todos los objetos físicos de los Estados de Oaxaca, de Tabasco y de Chiapas, aparece como dominador en Soconusco, e internándose en Guatemala se derrama muy a lo lejos, ya brotando en medio de los nombres que a la tierra pusieron las naciones extrañas, ya apareciendo solo en las comarcas en que no reconoce algún rival.

La fuerza de ese idioma es muy expansiva; las tribus indígenas la adoptan como un signo de que entran en el camino de la civilización, y abandonan el propio hablar en muchos casos para prepararse a adoptar el castellano. El otomí, por ejemplo, se encontraba antiguamente hasta Tulantzinco, hasta las puertas de la capital, en el valle de Toluca, y en la actualidad ha desaparecido en una gran extensión, que ocupa el mexicano. Muchos idiomas antiguos se han borrado por su influjo en el Estado de Guerrero; los matlaltzincas se han reducido a nulidad; los popolocos, en el Estado de Puebla, se estrechan más y más hacia el Sur, perdiendo el terreno que ocupaban antes y se prolongaba hasta Tecamachalco, y así de otros muchos casos. Y esto se ha verificado casi a nuestra vista, supuesto que, como veremos en sus lugares respectivos, los cambios arriba apuntados han tenido lugar de fines del siglo XVI a la presente.

De todo esto podremos inferir, que el mexicano es el habla de un pueblo adelantado en la civilización, guerrero, conquistador, inquieto. Se ha puesto en contacto con casi todas las tribus del país; ha ganado terreno que ha perdido en seguida, y por lo mismo ha batallado con éxito vario, ora quedando vencedor, ora vencido. Su paso lo ha traído de Norte a Sur; y como en la ancha faja recorrida en sus emigraciones ha dejado algunas huellas de los derroteros seguidos, era una nación poderosa, pero que no se presentó de una sola vez, de un solo golpe; las inmigraciones, pues, no han sido una sino varias; la familia mexicana se compone de diferentes tribus, que han hecho su aparecimiento en México en muy diversos tiempos, y por caminos totalmente distintos.



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ArribaAbajo- III -

Segunda familia, el othomí o hia hiu. - Etimología. - Sus dialectos. - El mazahui. - Reflexiones.


Sigamos con el othomí. Encuentro ortografiada la palabra de diversos modos; othomí, otomí, otomite, refiriéndose al idioma y al nombre de los individuos de la tribu: en plural se dice otomís, otomíes, otomites, y en mexicano el singular hace otomitl y el plural otonca. Hablando de esta lengua, escribe el padre Náxera30: «No, no es dulce como la tarasca, ni rica como la mexicana, ni suave como la huasteca; pues más bien es dura, seca, ingrata a la lengua y más al oído: todo lo de ella es rústico, vasto, sin pulidez. El pueblo que la hablaba era inculto, pasaba una vida pobre, casi silvestre, y aun hoy dividido aquí y allí, desterrado de sus hogares por los españoles, no ha mejorado de suerte. Ellos llamaban a su lengua Hia Hiu, cuyo nombre tal vez escribirían los alemanes Hiang - hiung. Hia para ellos es lo que para nosotros lengua, y hiu significa sentarse, permanecer y descansar, así es que hia - hiu, debe traducirse, la lengua que permaneció. Como hiu, sentarse, es no solo homónimo sino eufónico, de hiu, tres, algunos han traducido a hia - hiu por «la triple lengua,» y han explicado esta definición, por los tonos de ella, o los modos de su formación, pues para pronunciarla, se necesita de la nariz, la garganta y el paladar; mas en tal caso deberá llamarse Quta, o quíntupla, pues cinco son los tonos, y de cinco distintos modos obran las partes de la boca, garganta y pecho, como agentes de los sonidos.» Más adelante añade: «Si ellos inmortalizaron ese triunfo que dió la quietud y la paz a su lengua, llamándola Hia - hiu; en el nombre que se impusieron a sí mismos, conservaron la memoria de sus larguísimas peregrinaciones, y de las muchas veces que tuvieron que mudar de residencia, para llegar adonde se denominaban los Othomí, pues otho quiere decir, nada, y mí, sentados o quietos.»31

El othomí es monosilábico, sus palabras se componen cuando más de dos   —17→   sílabas, y en muy raros casos de tres, aunque es probable que estas últimas se han introducido en la lengua por el contacto que ha tenido con las otras hablas del país32. Adoptó un sistema de conjugación de otra lengua de naturaleza distinta de la suya, que tal vez sería de la mexicana, de la huaxteca, de la española, o de todas juntas33. «Inútil sería el enumerar sus diversos dialectos, que son otros tantos, cuantos los pueblos donde se habla.»34 Sin embargo, debe distinguirse otra lengua también monosilábica llamada Mazahui, mas es tan parecida al othomí, que si no son madre e hija, son «hermanas.»35 Encontramos escrito el nombre de este idioma de muy diversas maneras, mazahui, mazahua, matzahua, matlazahua, mozahui; todas las noticias adquiridas convienen en que es un dialecto del othomí36.

Los otomíes eran, en una fracción del todo bárbaros, y en otra tenían cierto grado de cultura37; con todo, los mexicanos apodaban con el nombre de otomíes, a quienes querían reprender como torpes o rudos38.

Si atendemos a lo delineado en el plano, encontraremos, que después del mexicano, el othomí es el idioma que ocupa mayor espacio; se le encuentra derramado por el Estado de México, entra en San Luis Potosí, abraza todo Querétaro y la mayor parte de Guanajuato, limitándose al O por los pueblos de los tarascos; reaparece confundido con el tepehua cerca del totonaco, y salpicado aquí y allá se tropieza con él en Puebla y en Veracruz: los mazahuis quedan al SO de la principal división. Visto con cuidado el terreno que ocupan, es el más áspero y montañoso al NO del valle de México; y los nombres de los pueblos, de los ríos y de las montañas presentan un tipo particular; al O todas las apelaciones son del idioma othomí, al E casi todas corresponden al mexicano, no obstante que están los pueblos habitados por los othomíes, y que cada uno de aquellos tiene su nombre propio en la lengua othomí.

Los othomíes, pues, conforme a estos datos, son un pueblo muy antiguo que conserva su primitiva rustiquez. Si atendemos a que en su territorio se estableció el imperio tolteca, cuya capital Tollan (Tuls) era ya conocida con el nombre de Mamenhi, que no prevaleció, habremos de inferir que los othomíes son anteriores en el valle de México a los toltecas; que estos invadieron los terrenos de aquellos, arrojándoles a lo más fragoso de las montañas cuyo dominio conservaron tenazmente, y que cuando quedó arruinado el imperio floreciente de Tollan, volvieron a salir de sus madrigueras para ocupar de nuevo el territorio de que habían sido despojados. No son estos   —18→   los únicos hechos que el mapa revela; los othomíes se extendieron sin duda hasta confinar al E con los cuextecas y con los totonacos; tuvieron con estos tratos y relaciones íntimas que influyeron en su lengua; y más tarde, una nueva invasión de una rama de la familia mexicana, que se hizo permanente, rompió la unidad del país othomí, se estableció en él, y dejó al E. una fracción de los invadidos en el país montañoso cercano a la Huaxteca. Los mexicanos, propiamente dichos, también los avasallaron; si por la historia no lo supiéramos, lo trasluciríamos de que el vocablo othomí servía en el imperio de México como apodo despreciativo, pues el desdeñar a los pueblos por su nacionalidad solo les ocurre a los enemigos, al señor para el siervo, al conquistador para el vencido.




ArribaAbajo- IV -

Familia huaxteca-maya-quiché. - Los cuextecas. - El huaxteco y sus dialectos. - El totonaco y sus dialectos pertenecen dudosamente a la rama huaxteca. - El maya y sus dialectos, el lacandón, el peten, el caribe, el chañabal y el punctunc. - Lengua hermana, el chontal. - Afinidad del maya con los idiomas hablados antiguamente en las islas. - Los quichées. - El quiché y sus lenguas afines en Guatemala. - El mam. - El tzendal - El tzotzil. - El chol. - El zotzlem.


La familia de la cual vamos ahora a tratar, tiene una descendencia numerosa, representada, para nosotros, en tres ramas principales; la cuexteca, la maya, y la quiché, que evidentemente vienen todas de un mismo tronco.

De los cuextecas, toveiome, y pantecas o panotecas dice el padre Sahagún39 que: «El nombre de todos estos tómase de la provincia que llaman Cuextlan, donde los que están poblados se llaman cuextecas, si son muchos, y si uno cuextecatl, y por otro nombre toveiome cuando son muchos, y cuando uno toveio, el cual nombre quiere decir nuestro próximo. A los mismos llamaban panteca o panoteca, que quiere decir hombres del lugar pasadero, los cuales fueron así llamados, y son los que viven en la provincia de Pánuco, que propiamente se llama Pantlan, o Panotlan, cuasi panoaia40, que   —19→   quiere decir, lugar por donde pasan, que es a orillas o riberas de la mar, y dicen que la causa porque les pusieron nombre de Panoaya es, que diz que los primeros pobladores que vinieron a poblar esta tierra de México, que se llama ahora India occidental, llegaron a aquel puerto con navíos, con que pasaron aquella mar, y por llegar y de pasar de allí, les pusieron nombre de Pantlan, que antes le llamaban Panotlan, cuasi Panoayan41, que quiere decir como está dicho, lugar de donde pasan por la mar... » A la misma provincia llamaron también Tunacatlalpan (lugar de bastimentos), Xuchitlalpan (lugar de rosas), Huaxtecapan (tierras de los huaxtecas).

Tenemos, pues, como sinónimos cuexteca, toveio, panteca, panoteca; y también huaxteco, guasteco, como decían los mexicanos, y se les llama vulgarmente. La palabra toveyo es mexicana, y quiere decir, advenedizo o extranjero42; pano, es pasar el río a pie, o nadando, o en barca43: panoayan, vado por donde se vadea y pasa el río44: los cuextecas, nombre antiguo de la tribu, vinieron, pues, por la costa del golfo, y atravesando el río Pánuco se presentaron en más bajas latitudes siguiendo la costa del golfo de México.

La lengua cuexteca, huaxteca, guazteca, es suave y aun armoniosa; si hemos de creer a Malte-Bran, tiene algunas palabras comunes con la finnesa y con la ostiaca; pero en lo que no cabe duda es en que tiene la misma filiación de la maya y de la quiché45. Don Carlos Tapia Zenteno, en su gramática, se ocupa de la lengua principal y de un dialecto que se habla en Tamtoyoc; el señor Pimentel, estudiando esta lengua, encuentra otro dialecto diferente al comparar la oración dominical, de manera que se puede asegurar que hay tres variedades conocidas de este idioma.

Hablando de los totonacos escribe el padre Sahagún: «Estos Totonaques están poblados a la parte del Norte, y se dice ser guastemas.»46 Y más adelante añade, refiriéndose a las mujeres: «Son pulidas, y curiosas en todo, y porque decían ser ellas de Guastelas, etc.» Evidentemente las palabras guastemas y guastelas son corrupción de la palabra guastecas, y de la corrección se saca rectamente que los totonacos son de la familia de los huaxtecos. Viene en apoyo de esto la siguiente cita: «Los Totonaques y Toveiome están poblados hacia el Norte: estos vocablos ya dichos, tlalhuicatl, totonac, y toveio, denotan en sí poca capacidad o habilidad, y así el que es inhábil o tosco, le llaman de tlalhuicatl, totonac, cuextecatl, o   —20→   toveio; de manera que por injuriarle le dicen estos nombres dichos, y aun notándole de otomite, diciéndole, eres etomite47

De los totonacos hablaban algunos el otomí, o el nahóa o el huaxteco48, prueba de que tuvieron relaciones con las tribus de estas lenguas. En cuanto a civilización, no hay duda que estaban más adelantados que los otomíes; pero para los mexicanos eran pueblos bárbaros, y por eso, como notamos antes, apodaban estos a los inhábiles con los nombres de los pueblos a quienes tenían en menos. Es de notar que los tlalhuicatl eran de la familia mexicana; de manera que; debe ser de las primeras que vinieron del Norte; la que estuvo en relaciones con los cuextecas y con los totonques; y debió estar atrasada, supuesto que las tribus de la misma filiación, usaban su nombre como de término despreciativo.

El totonaco, totonaca o totonaque, según Zambrano, presenta cuatro dialectos, con diferencias completas en la forma de muchas palabras: 1.º el tetikilhati, hablado por los tatikilhatis, en la Sierra alta; 2.º, el chakahuaxti, por los chakahuaxtis, en los pueblos de Xalpan y de Pantepec; 3.º el tatimolo, por los tatimolos del pueblo de Naolingo; 4.º el ipapana, por los ipapanas, en lo que fueron misiones de los agustinos.

El parentesco de las lenguas maya y quiché lo establece Balbi49 apoyado en buenas autoridades. Nosotros trataremos primero de la maya, de sus dialectos y de las lenguas hermanas que más directamente le corresponden.

La lengua maya, yucatana, o yucateca, ha perdido mucho de su pureza primitiva, y hoy solo se habla con regularidad en los distritos de Valladolid y de Tizimin. Son sus dialectos:

El lacandón, hablado por los lacandones y los xoquinoes, tribus de filiación yucateca, en el Estado de Chiapas y en sus inmediaciones.

El peten, que bajo la autoridad de Ximenez50 lo hago dialecto del maya, supuesto que las tribus de itzaex o petenes son sin contradicción mayos de origen.

El caribe tomado del nombre de caribes que se les da a los indios que habitan en las fronteras de Tabasco, y que también son de estirpe yucateca. Estos que aquí apuntamos forman parte de los de la América Central, de   —21→   los cuales escribió una memoria el coronel don Juan Galindo, publicada en inglés51.

El chañabal, por la opinión de Ximenez, corresponde a este grupo de lenguas; conforme a otras noticias, es un dialecto, o más bien una jerigonza compuesta del zotzil, del maya, del cazdal y del trokek. Las dos primeras lenguas nos son conocidas; en cuanto a las dos segundas han desaparecido, y quedan sus nombres para recordar los de tribus más antiguas, poseedoras del país, antes que los pueblos del origen que vamos enumerando se echaran sobre las tierras de Chiapas, y llevaran sus excursiones hasta Guatemala52.

El punctunc, mencionado también por el coronel don Juan Galindo, quien asegura que se usa en las cercanías del Palenque53.

Lengua hermana de la maya es el chontal; chontalli en mexicano quiere decir, extranjero o forastero54; hasta fines del siglo XVI se encontraban chontales en los Estados de México y de Guerrero, que hoy han desaparecido; existen en Oaxaca, en Tabasco y en Guatemala. Balbi55 no refiere a este grupo de lenguas el chontal, no obstante que Hervás56 es de opinión contraria; nos decide a colocarlo en este lugar la noticia que de Tabasco recibimos57 afirmando que el chontal tiene semejanza con la maya. El padre Burgoa hace una triste pintura de los chontales de Oaxaca, representándoles como totalmente bárbaros, broncos, feroces, sumergidos en la más espantosa ignorancia, desnudos y antropófagos: el retrato no conviene del todo a los de Tabasco, avecindados en el distrito de la Chontalpan, ni mucho menos a los establecidos en Guatemala, sin duda por haberse pulido con el trato de las naciones vecinas. El idioma es digno de la tribu, pues es áspero, incompleto y desaliñado. Todo esto nos inclinaría a creer que este pueblo es uno de los primitivos en el país; que las invasiones de la familia mexicana le privó de los terrenos que ocupaba en Guerrero, quedando aquí una parte de la tribu mezclada con los invasores, mientras el resto huyó para el Sur. A este rumbo, es decir, en Oaxaca, la irrupción de los mixtecas dejó todavía confinada en las montañas una fracción de los bárbaros, y la otra fracción se estableció en Tabasco, de donde a su turno fueron desalojados y empujados hasta Guatemala por los guerreros de la familia maya quiché que vinieron a asentarse en su comarca.

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Siguiendo la opinión de Balbi, que se conforma con el parecer de algunos autores de cuenta y con las tradiciones conservadas por los mayas, debemos referir a este grupo, aunque con el carácter de dudosos, algunos de los idiomas de las islas del golfo. Traduciré íntegramente lo que escribe el autor francés en la tabla XXX de su obra: «Cuba y Haití, quizqueja o itis; lenguas habladas antiguamente en las dos grandes islas de Cuba y de Haití, cuyos habitantes primitivos perecieron hace mucho tiempo. Parece que estas dos lenguas, acerca de las cuales casi nada se sabe, sobre todo respecto a la primera, no se diferenciaban mucho entre sí, y tenían gran afinidad con la maya: algún sabio afirma que eran sus dialectos. Muchas palabras haitianas, dice el célebre barón de Humboldt, han pasado desde fines del siglo XV al castellano, y de este a otras muchas lenguas de Europa y de América. Entre esas palabras señalaremos las siguientes: batata (convolvulus batatas), yuca y casabe (jatropha manihot); la palabra casabi o casave se emplea para significar el pan hecho de las raíces del jatropha; el nombre de la planta, yuca, fue oído por Américo Vespucio en la costa de Pária: guayacán (guaiacum officinale); maguey (agave americana); mahiz o maíz (zea); hicotea (tortuga); iguana (lacerta iguana); hamaca, balsa, canei o buhio (cabaña), canoa, chicha, tabaco (no por la planta, sino por el cañuto que servía para aspirar el humo del tabaco), cacique. La comparación de algunas palabras haitianas con las correspondientes de los idiomas atlánticos, nos han dado analogías bastante notables.

Boriqua y Jamaica, habladas por los indígenas de las islas Boriqua o Puerto Rico y de Jamaica, extinguidos hace mucho tiempo. Nada absolutamente se sabe acerca de la lengua que usaban estos dos pueblos; pero sin embargo, parece probable que pertenecían a esta familia.»

Pasemos ya a la tercera rama, la del quiché. Como es fácil de entender, los acontecimientos que a nuestra historia pertenecen no se detuvieron en la línea divisoria con las repúblicas vecinas, y los que se verificaron en los terrenos inmediatos tienen conexión tan íntima con los nuestros, que no parecerá extraño al propósito que nos hemos formado, ni el decir algo de esos acontecimientos como recuerdo, ni el mencionar las lenguas y los dialectos que tienen conexión con los nuestros, que pertenecen a las mismas familias, por más que no se usen y sean desconocidos en México. Hecha esta salva añadiremos, que consta en las relaciones antiguas que los toltecas, los mismos que fundaron a Tollan y su floreciente monarquía, abandonaron su patria en tiempos remotos, viniendo a establecer en Guatemala el reino de los quichées. Al atravesar Chiapas, uno de los jefes emigrantes fundó un señorío con los quelenes. y los chiapanecos; otro se asentó en la provincia de Tezulutan, llamada después Tierra de guerra y hoy Verapaz; y el resto de   —23→   los colonos hizo pie en Utatlan, poniendo los cimientos de su monarquía. Cuando esta se hubo extendido, el rey Acxopil la subdividió en cuatro señoríos; el Quiché propiamente dicho, el Kachiquel, el Zutugil, y el Mame58. Comprendía el primero el territorio de los actuales partidos en Guatemala de Quiché y de Totonicapán, parte del de Quetzaltenango hasta el pueblo del Ravinal, y era tal vez colonia suya la provincia de Sapotitlan o de Suchiltepeques: su capital era Utatlan. Ocupaban los kachiqueles las provincias de Chimaltenango y de Sacatepeques, el partido de Sololá, y sus colonias de Patulul, Cotzumalguacan, y otros pueblos sobre la costa: capital Guatemala. Se extendía el señorío de los zutugiles por el partido de Atitlan, el pueblo de San Antonio Suchiltepeques: capital Atitlan o Atzinixai. Por último, los mames habitaban el partido de Güegüetenango, parte del de Quetzaltenango, y la provincia del Soconusco, siendo de notar que la lengua mam se hablaba en lugares distantes, como en Amatitan, Mixco y Petapa en la provincia de Suchiltepeques, en Chalchuapa de la de San Salvador, y en Mita, Jalapa y Xilotepec de la de Chiquimulá: capital Soconusco (Xoconochco de los mexicanos)59.

Dando por verdaderas estas noticias, nos fijaremos de preferencia en lo que aconteció en Chiapas; se asegura que el señorío que los nuevos conquistados fundaron allí, fue con los quelenes y con los chiapanecos. Los quelenes han desaparecido; pero consta que los tzendales y los tzotziles son sus descendientes, de manera que, podemos asegurar, que el suelo invadido estaba ocupado por la tribu quelen que no dejó otra cosa para la historia que su nombre, y que de la mezcla de vencedores y de vencidos resultaron dos tribus nuevas con idiomas nuevos, compuestos también de las hablas de los conquistadores y de los conquistados. En cuanto a los chiapaneques, consta por sus tradiciones que era un pueblo muy antiguo.

Resultó también, que por ser de una familia las lenguas de los pueblos invasores, de la mezcla con el habla de las diversas tribus que poblaban el país, nacieron distintos idiomas de origen común, lo cual aconteció no solo con el quiché, el kachiquel, el man y el sutuhil, sino también con otros muchos dialectos que vamos a enumerar.

El quiché, kiché, utlateca60, encabeza esta familia, no por considerarse la lengua madre, sino porque la tribu se tuvo como la principal61.

  —24→  

Tzutuhil, zutugil, subtugil, subtuhil, zutuhil, yutuhil, tzutuchil, zacapula62, atiteca63, pues tanta es la variedad con que hemos visto ortografiado el nombre, pertenece a esta familia según las opiniones de Ximenez, Juarros, Balbi y otros autores.

Kachiquel, cachiquel, kák-chi-quel-chí; reducido a este grupo por las mismas autoridades que el anterior.

En virtud de las mismas, el mam, mame, zaklohpakap. Si hemos de creer otras noticias, el verdadero nombre de la lengua y de la tribu es mem, que quiere decir tartamudos64, porque los pueblos que primero les oyeron hablar, encontraron semejanza entre los tardos para pronunciar y la manera con que aquellos decían su lengua. En nuestro país solo queda recuerdo del mam en un pueblo de Soconusco; en lo demás del distrito ha desaparecido, dando lugar al mexicano.

Pokoman, pocoman; los pocomanes era pueblo muy antiguo establecido en la Verapaz.

Parte de la tribu anterior era la pokonchi, poconchi, con lengua del mismo nombre.

El caichi, kachi, kakchi, perteneciente a Guatemala. Balbi toma por lenguas diversas el caichi, y el kachi.

El coxoh, igualmente de Guatemala.

El ixil, ihil o izil.

El tzendal, zendal, cendal, tzeltal, celdala, celtala, corresponde a esta larga descendencia65. Se compone de una mezcla del zoc, del maya y del jololabal66, lo cual lo refiere a los idiomas que tiene por vecinos. El zoc es el zoque; y en cuanto al jololabal, en las noticias que del Estado de Chiapas hemos recibido, lo encontramos también ortografiado jojolabal, jocolabal: se asegura que se habla en Comitan, por lo cual le hacen sinónimo de comiteco, y como nosotros hemos asignado a Comitan, a Zapaluta y a Choicomucelo, el chañabal, inferimos que todos estos nombres no significan más que un solo y mismo idioma.

En la relación que debo a la bondad del ilustrísimo señor obispo de Chiapas, se asegura que el tzotzil, zotzil, zozil, viene con el tzendal de un tronco común, y que son tan semejantes, que no se diferencian en otra cosa sino en que lo hablado en el primero con o, en el segundo se pronuncia con a: salvo el respeto debido a esta opinión, comparando los Pater noster escritos en uno y   —25→   en otro idioma, las variantes son mucho mayores. La ciudad de Tzinacantlan (tierra o lugar de murciélagos, en mexicano) fue la capital de los quelenes y después la de los zotziles, quienes la apellidaban Zotzilhá, siendo traducción exacta la palabra mexicana: zotzil es murciélago, sobrenombre de toda la nación.

El chol es una mezcla del zotzil y del maya67; lenguas que tiene comarcanas. Balbi enumera en su tabla XXX el mopan como idioma diferente del chol; pero consta que ambas tribus son una misma, y no hemos encontrado hecha mención de él en los autores de nota, lo suprimimos dejándole solo como sinónimo de chol.

Finalmente, en la monografía de Squier68, hablando del religioso franciscano fray Francisco Salcedo, se asegura que aprendió éste el zotzil y el zotzlem, por haber acompañado en la visita de la diócesis al obispo don Tomás Casillas: no conocemos en Chiapas lengua que se llame zotzlem, ni atinamos en dar con ella por aquellos lugares, por lo que nos presumimos que ha desaparecido, y así la pondremos en nuestro catálogo.




ArribaAbajo- V -

Familia mixteca-zapoteca. - El mixteco y sus dialectos. - El chocho, yope, popoloco, teca, o pupuluca. - La tribu se encuentra desparramada sobre un grande espacio. El amuchco. - El zapoteco y sus dialectos. - Es su lengua hermana el cuicateco.


Nuestro buen guía el padre Sahagún encabeza el párrafo décimo del capítulo XXIX de su obra con estas palabras, «de los olmecas, vixtoti, y mixtecas,» y continúa diciendo: «Estos tales así llamados, están hacia el nacimiento del sol, y llámanles también tenime porque hablan lengua bárbara, y dicen que son tultecas, que quiere decir oficiales de todos oficios primos, y sutiles en todo, y que son descendientes de los tultecas de que arriba se ha hecho mención...»69

El país habitado por los mixtecos era muy fértil, razón por la cual las antiguas tribus le llamaron Tlalocan, que en sentir del padre Sahagún significa,   —26→   tierra de riquezas, y paraíso terrenal. No todo aquel, sin embargo, merecía la misma calificación, pues en partes es áspero y desnudo, y cerca de las costas arenoso y poco feraz. La tribu daba en su idioma diversos nombres a las distintas fracciones de su tierra; y a la parte montañosa que corre hasta Puctla, por las muchas nieblas que allí se experimentan, le llamaba ñuñuma, palabra que está formada, según el padre Reyes, de ñuma, humo, por la semejanza que éste presenta con la niebla. En la lengua zapoteca los mixtecas se dicen miztoguijxi, gatos salvajes o monteses, haciéndose alusión a sus costumbres feroces y a la aspereza de sus montañas.

Por lo que toca a la lengua: «decían los naturales no haber innovado cosa alguna, ni la mudaron de como se hablaba antes, sino que se acomodaron al frasis y modos que tenían de hablar los naturales, aunque después por discurso de tiempo con casamientos y victorias en guerras, hubo grandes mezclas en la lengua, y esto solo tiene más apariencia de verdad, y que las grandes diferencias y modos distintos de hablar esta lengua, haya venido de mezclarse los pueblos por guerras o casamientos, porque hoy día se ve, que no solamente entre pueblos diversos se usan diferentes modos de hablar, pero en un mismo pueblo se habla en un barrio de una manera y en otro de otra, siendo la lengua mixteca toda una.»70 El dialecto principal, entendido en todas las Mixtecas, es el tepuzculano, le sigue en importancia el de Yanhuitlan, y después el mixteco de la Mixteca baja, el montañas, el de Cuixtlahuac, el de Tlaxiaco, el de Cuilapa, el de Mictlantongo, el de Tamazulapa, el de Xaltepec y el de Nochiztlan.

El idioma chocho es hermano del mixteco, conforme a tres diversas opiniones que hemos recibido de personas inteligentes de Oaxaca. El parentesco del mixteco con el zapoteco lo establecemos en virtud de la comparación del sistema gramatical de ambas lenguas71, y de la opinión particular del señor Pimentel y de las personas arriba indicadas, quienes además afirman que el cuicateco es lengua hermana del zapoteco.

Comenzaremos por el chocho. «Estos yopimes y tlapanecas, dice el padre Sahagún72, son de los de la comarca de Yopitzinco, llámanles yopes porque su tierra se llama Yopitzinco, y llámanlos también tlapanecas, que quiere decir hombres almagrados, porque se embijaban con color... Estos tales son ricos, hablan lengua diferente de la de México, y son los que llaman propiamente tenimes, pinome, chinquime, chochonti, y a uno solo llaman pinotl-chochon Inferimos de esta autoridad, primero, que yope,   —27→   yopi, jope, según se encuentra escrita la palabra en varios lugares, es sinónimo de tlapaneca; en segundo lugar, que yope y tlapaneca son lo mismo que chochonti. Los yopes estuvieron establecidos en el terreno que hoy forma el Estado de Guerrero, hacia el E y confinando con los mixtecos: el nombre ha desaparecido, prevaleciendo el de tlapaneco, y gran parte de los pueblos de esta tribu perdieron su idioma nativo cambiándolo por el mexicano, quedando actualmente unos restos en el distrito de Tlapa. Las palabras tenime, pinome, etc., sirven todas para explicar que los yopes eran gente bárbara por excelencia, y la última, la de pinotl-chochon, es un reduplicativo de la calificación, pues cada uno de los términos pinotl y chochol significa bozal, zafio, rudo, y es como si dijéramos rudo-rudo.

La fracción de esta tribu avecindada en Oaxaca, toma allí el nombre de chochos; el padre Reyes en el prólogo de su gramática les dice chuchones, y da a entender que los mixtecos invadieron sobre ellos el país que actualmente estos ocupan.

Chochos habitan también en el Estado de Puebla, en donde tienen el nombre de popolocas, popolocos o popoloques. Popoloca, nombre, significa bárbaro, hombre de otra nación y lenguaje, y popoloca, verbo, hablar lenguaje bárbaro; de manera que la tribu no desmiente su carácter en ninguno de los apellidos que le hemos dado.

Al O de la frontera del antiguo reino de Michoacán existió una tribu conocida bajo la denominación de teca; invadió las tierras de los tarascos, y estos se vieron obligados a pedir socorro a los matlaltzincas. De los tecos se asegura que hablaban lengua popoloca73, de manera que aquellos guerreros eran los mismos chochos y yopes que acabamos de enumerar. La suerte que a los tecos y a su lengua cupo nos la dice el padre la Rea asentando: «Y aunque es verdad que en lo principal del Reino no había otra lengua que la Tarasca, con la Matlaltzinga y Teca, que, se introdujeron en la captividad destas. La una se acabó que fue la Teca: porque como no es tuvieron de por sí, sino mezclados con los tarascos, acabó la sucesión de los hijos y descendientes.»74

Posee el señor don Joaquín García Icazbalceta, entre otros muchos, un curioso manuscrito del siglo XVI, y es la relación que Antonio de Leyva dió a Felipe II el año de 1579, de la alcaldía mayor de Ameca (Xalisco). Allí se lee, que según la tradición, el primer señor de Ameca, llamado Jojouh quitecuani (león cruel o bravo)75 vino de hacia el mar con cantidad de gente,   —28→   conquistó algunos pueblos, y se fijó en aquella cabecera por parecerle fértil y agradable: tuvo grandes guerras con el rey de Michoacan cuyo territorio era vecino, y se mantuvo siempre independiente. Los habitantes de Ameca hablaban entre sí el cazcan y el totonaco, aunque generalmente usaban la lengua mexicana. En la actualidad no se encuentran por aquel rumbo señales de aquellos dos idiomas que se perdieron como otros muchos en la lengua mexicana; mas sí aprendemos de la noticia de Leyva que existieron y aun duraban el siglo XVI en Ameca de Xalisco, guerreros de la estirpe popoloca y yope, marcando el camino que la tribu trajo de las regiones septentrionales.

Cerca del Pacífico y en territorio de Xalisco se hallaban los tecoxines, tecojines o tecoquines, que idénticamente eran los tecos. En la crónica de Mota Padilla se asegura que Cristóbal de Oñate «tuvo noticia que los indios de la provincia de Tecojines (que son los de Ostoticpac) andaban malos, y asaltaban a los indios de servicio, que ocurrían a Compostela, y que no había otro remedio, que mudar la ciudad de Tepic, (en donde estaba) al valle de Cactlan (donde ahora está) que era el riñón o centro de los Tecojines, para sujetarlos.»76 He aquí bien precisado otro nuevo punto ocupado por los individuos de esta familia.

Finalmente, pupuluca es el habla de los indios de los curatos de Yayantique y de Conguaco en Guatemala77, de manera que encontramos como despedazada en un espacio inmenso a esta pobre tribu, como si las diversas irrupciones de los pueblos que del Norte vinieron después de ella, la hubieran desgarrado para dejar esparcidos sus fragmentos. Y no olvidemos que tan diversas apelaciones en las lenguas y en las tribus son sinónimas, a fin de no confundirse tomándolas como cosa sin relación, como ya sucedió a alguno.

El amuchco o amusgo es lengua hermana del mixteco, y se separa, según dicen, menos de la principal que el idioma anterior. Poco o nada sabemos acerca de esta habla, de la cual se hace mención en los siguientes términos en un curioso manuscrito, obra de un religioso y en poder del señor don José Fernando Ramírez: «... tantas lenguas (dice) más difíciles, unas narigales, otras guturales, etc... otras con carencia de vocablos, como la lengua Musga, o Amusca, en una doctrina y aun en otras en los obispados de Oaxaca y Guatemala, que con solos vocablos, que no llegan a ciento, se ha de pronunciar según la variación de acentos y prolaciones, cuanto se necesite para la comunicación con los Indios, etc.»

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Los zapotecos, aunque de la misma familia de los mixtecos, eran rivales de estos, y con ellos tuvieron constantes guerras; llamaban a su tierra Lachea, y los mexicanos le decían Tzapotecapan. Su lengua, el zapoteco o tzapoteco, presenta un tronco principal con los dialectos de Zaachilla, Ocotlan y Etla, a los cuales se deben agregar los siguientes, que se separan todavía más de su origen; el nexitza o netzicho, hablado por los netzichos; el serrano de Ixtepeji; el serrano de Cajones, hablado por los cajonos o como se llaman en su lengua, benixono78; el serrano de Miahuatlan; el tehuantepecano.

El cuicateco se usa en una pequeña fracción del Estado de Oaxaca.




ArribaAbajo- VI -

El matlaltzinca. - Nombres que la tribu tenía en su lengua, en la mexicana y en la tarasca. - Son una misma cosa el matlalzinca y el pirinda. - Parece ser su lengua hermana el ocuilteca. - El tarasco o michoacanes.


«El nombre Matlaltzincatl, dice el padre Sahagún79, tomose de Matlatl, que es la red con la cual desgranaban el maíz y hacían otras cosas. Los que se llamaban Matlatzincas para desgranar el maíz, echan en una red las mazorcas, y allí las aporrean para desgranarlo; también lo que cargaban no lo llevaban en costal sino en red que tenía dentro paja, porque no se saliese por ella lo que llevaban, u otra cosa. También se llaman Matlatzincas de hondas que se dicen tlematlate, y así Matlaltzincas por otra interpretación quiere decir, honderos o fondibularios; porque los dichos Matlatzincas cuando muchachos, usaban mucho traer las hondas, y de ordinario las traían consigo, como los Chichimecas sus arcos, y siempre andaban tirando con ellas. También les llamaban del nombre de red por otra razón que es la más principal, porque cuando a su ídolo sacrificaban alguna persona, le echaban dentro en una red, y allí le retorcían y estrujaban con la   —30→   dicha red, hasta que le hacían echar los intestinos. La causa de llamarse coatl80 cuando es uno y qüaqüatas cuando son muchos es, porque siempre traían la cabeza ceñida con la honda; por lo cual el vocablo se decía qüa por abreviatura, que quiere decir quaitl que es la cabeza, y tlatl que quiere decir tlamatl81 que es la honda, y así quiere decir quatlatl hombre que trae la honda en la cabeza por guirnalda: también se interpreta de otra manera, que quiere decir hombre de cabeza de piedra.» También se llamaban tolucas, siendo muchos, y tolucatl, siendo uno82.

Añadiendo que matlatzincas significa también los que hacen redes, tendremos completa la interpretación mexicana y los nombres con que de los mexicanos eran conocidos83. Ellos en su idioma se decían nentambati, los del medio del valle, y nepintatuthui, los de la tierra del maíz, por estar avecindados en el valle de Toluca, tierra muy abundante en la producción de aquel cereal. Con motivo de la guerra que el rey de Michoacan Characu, el Niño, tuvo contra los tecos, según unos autores, contra los tochos y los tecuexes, según otros, pidió auxilio a los de Toluca, quienes le mandaron de socorro seis capitanes con mucha gente: alcanzada la victoria, los matlatzincas quisieron quedarse en Michoacan, y Characu les dió para que se establecieran desde Indaparapeo hasta Tiripitío en el centro del reino. Aquella comarca se llamaba characuo, tierra de Characu, porque era patrimonio del rey, de donde a los nuevos habitadores les dijeron characos, y corrompida esta palabra en Charo, les apellidaron entonces charences. Igualmente les decían en Michoacan pirindas, porque habitaban en la mitad del reino, de pirinta, la mitad, vocablo que corrompido quedó en pirinda, como si se dijera, los de en medio84.

Tenemos, pues, reunidos los nombres que la tribu se daba, y aquellos por los cuales era conocida de los mexicanos y de los michoacaneses; todos ellos son sinónimos, y tal vez por ignorar esta circunstancia, Balbi, Hervás y otros autores han hecho dos idiomas distintos del matlatzinca y del pirinda, y han formado dos tribus diversas de los indígenas a quienes atribuían que los usaban.

En cuanto al idioma matlaltzinca, matlatzinca, matlatzinga, asegura la   —31→   gramática de Guevara que tiene varios dialectos, aunque no expresa cuáles son. En el Estado de México casi ha desaparecido.

Sospechamos que el ocuilteca es dialecto del matlaltzinca, por lo que asienta el padre Sahagún85 «Estos que se llaman ocuiltecas, dice, viven en el distrito de Toluca, en tierras y términos suyos, son de la misma vida y costumbre de los de Toluca, aunque su lenguaje es diferente.» . El estar avecindados en los mismos terrenos y llevar las mismas costumbres, nos inducen a pensar que había parentesco entre ambos pueblos y entre sus lenguas; si la opinión parece aventurada, no hay más que desecharla, supuesto que ya no podemos salir de la duda, estando casi extinguido el ocuilteca. Este idioma tomaba su nombre del pueblo de Ocuila en el distrito de Toluca, Estado de México, que fue en un tiempo vicaría del curato de Malinalco y estuvo a cargo, en los principios, de los religiosos agustinos. Grijalva hace mención en estos términos86: «Ocuilteca, que es lengua singular de aquel pueblo, y de solo ocho visitas, que tenía sujetas a sí, y así somos solos, los que la sabemos» .

Tipo del todo diverso de los anteriores, y que por lo mismo forma familia separada, es el idioma tarasco o michoacanes. Michóacaque en singular, michoa en plural, quiere decir «hombre, u hombres abundantes de peces, por que la provincia de estos es la madre de los pescados, que es Michoacan: llámanse también Quaochpanme, que quiere decir hombres de cabeza rapada o raída... Su dios que tenían se llamaba Taras, del cual tomaron su nombre los Michoques, y también se dicen tarascos.»87 Ignoramos si la lengua tiene dialectos, y no hemos encontrado otra ninguna con la cual tenga parentesco.



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ArribaAbajo- VII -

Familia ópata-tarahumar-pima. - El ópata. - Sus lenguas hermanas el eudeve y el jova. - Segunda rama, el tarahumar. - Sus dialectos. - Tienen afinidad con él el varogio, el guazápare, el pachera y el tubar. - Son lenguas hermanas el tepehuan, el pima y el julime. - El cahita con sus dialectos. - El vacoregue o guazave. - Lenguas perdidas en Sinaloa y en Sonora. - El pima y sus dialectos el pápago, el sobaipuri, el yuma y el cajuenehe. - El coca pertenece a este grupo de lenguas. - Sus dialectos. - El colotlan.


Tócale ahora su lugar a una familia dilatada, que reúne en sus diversas ramas la mayor parte de los idiomas que las tribus hablan al NO de nuestro país; lenguas hermanas de un tronco común que no podemos decir cual es, y que iremos nombrando sucesivamente conforme se vayan presentando las autoridades en que se fundan sus parentescos.

Comenzaremos por el ópata. Se habla en Sonora, y además de ópata se le conoce por uré u ore, y tegüima; de algunas relaciones se puede inferir que también le dicen sonora, y de aquí sin duda tomó Balbi88 ocasión para poner en su catálogo la lengua sonora, aunque cometiendo el error de hacerla diferente de su sinónimo. Ignoramos si el ópata tiene dialectos; mas sabemos que tiene una lengua hermana el eudebe o eudeve, hegue, hequi, dohema, heve, eudeva89: de ella se afirma que se diferencia del ópata, como el portugués del castellano o el provenzal del francés90. Balbi menciona la lengua batuca91, que no existe: Batuco es un pueblo de Sonora habitado por eudeves, y los batucas hablan el eudeve. El escritor francés tomó este error, así como otros muchos de su clase, del padre Ribas y de los dichos de los antiguos misioneros.

Frecuentemente acontecía que en los principios de una reducción de las tribus salvajes, los dignos padres daban un nombre particular a los indios   —33→   congregados en un pueblo o en una misión, sin tener en cuenta si pertenecían o no, a una misma raza, de donde resultaban apelaciones diferentes, aplicadas a una sola y misma tribu. En semejante conducta podrían influir diversas razones; que los religiosos desearan que parecieran muchos y multiplicados los pueblos que doblaban el cuello bajo el suave yugo del cristianismo; que la nación reducida estaba diseminada en un extendido terreno, y fraccionada en reuniones pequeñas, sin lazo aparente de unión, y aun tal vez con muestras evidentes de apartamiento y de encono entre sí; que ponían a las fracciones un nombre arbitrario nacido de circunstancias accidentales, o del pueblo o lugar en donde les congregaban; pero sea de esto lo que fuere, lo cierto es, que en esas primitivas relaciones se encuentra gran confusión acerca de la filiación y de las apelaciones de las tribus, y que aquella no desaparece sino en los documentos posteriores de los misioneros, cuando mejor informados, sin las impresiones del momento, corrigieron los errores y nos dejaron, como siempre, verídicos e interesantes documentos que consultar. Al leer tales escritos, debe haber el tino bastante para saberlos aprovechar.

Prueba de lo que acabamos de asentar es el nombre de nebomes o nevomes con que algunos pueblos eran conocidos en Sonora. En 1658 las misiones de los nebomes estaban divididas en siete partidos; cuatro de nebomes bajos, que eran Cumuripa, Tecoripa, Matape y Batuco, y se llamaban así por estar situados fuera de la sierra; tres en la sierra, de nebomes altos, que eran Sahuaripa, Onabas y Movas. Pues bien; en esos siete partidos se hablaban las lenguas cahita, eudeve, pima y ópata, y se confundían estas cuatro nacionalidades bajo una denominación que nada tiene de común para esos pueblos, y que al cabo no prevaleció92. Sin embargo, esto dió motivo para que algunos autores incluyeran en sus catálogos la lengua nebome, que es la pima, que aseguraran que los nebomes la hablaban, y que estos eran una nación distinta de los pimas y de las que pueblan a Sonora.

El jova, jobal, ova, lo hacemos igualmente lengua hermana del ópata, fundados en la misma autoridad que alegamos para el eudeve, y en opiniones recogidas en otros lugares.

El tarahumar o tarahumara es de la familia del ópata. «Es cierto que entre algunos de estos idiomas (los americanos) se descubre tanta afinidad, dice Clavigero93, que muy en breve se echa de ver el origen común de que emanan: tales son la eudeve, la ópata y la tarahumara en la América Septentrional, etc.» Se confirma este aserto con los trabajos del señor don Francisco Pimentel, quien encuentra estas lenguas de la misma filiación.

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Se habla el tarahumar en los Estados de Chihuahua, de Durango y de Sonora; cuenta hasta cinco dialectos poco distantes de la lengua madre, y los siguientes, que se separan más o menos de su fuente.

El varogio, voragio, varohia, varogia, hablado en el partido de Santa Inés de Chinipa. La lengua varogia, «según se ha reconocido es lo mismo que la tarahumara, aunque varía algo principalmente en la gramática.»94 Es la misma que en algunas obras está apuntada como lengua chinipa.

El guazápare, usado en el partido de Santa Teresa de Guazápares: «la lengua es la misma (se refiere a la anterior) aunque ya más parecida a la de los tarahumares, por confinar más cerca con esta nación, y aun comúnmente los naturales se reputan por tarahumares.»95

El pachera, de los tarahumares pacheras96.

El tubar, distinto del varogio y del guazápare, que corresponde a los tu bares y a otras tribus97.

De las atinadas indagaciones del repetido señor Pimentel, resulta, que el sistema gramatical de las lenguas ópata, tarahumar, cahita y tepehuan es el mismo, de manera que no cabe duda en que presentan analogías que de muestran su descendencia de un tronco común.

La tribu tepehuan mora principalmente en el Estado de Durango, extendiéndose también por Jalisco, Chihuahua, Coahuila y Sinaloa. De la lengua tepehuan o tepeguana escribió gramática y vocabulario el padre Benito Rinaldini98, quien en la primera plana del proemio asienta: «Por eso los superiores informados, no solo ser la lengua tepeguana una de las cuatro más difíciles de estas misiones, por lo fecundo, metafórico, y gutural de su pronunciación, sino también frisar en mucho con las lenguas Pima y Julime, me ordenaron hiciese arte, etc.» Cuyas palabras establecen el parentesco del pima y del julime con la familia de lenguas que vamos enumerando. Tepehuan, según le he oído decir al señor don Fernando Ramírez, significa señor de las montañas; tal vez podría sacarse también la etimología de tepehuani, conquistador o vencedor de batalla.

La lengua que el padre Ribas y algunos otros misioneros o escritores llaman cinaloa, y que Hervás nombra yaqui, es el idioma que propiamente se conoce por cahita99. Se habla en los Estados de Sonora y de Sinaloa. Balbi   —35→   asegura100 que el cinaloa comprende tres dialectos principales, el zuaque, la maya y el yaqui o hiaqui; pero según la gramática de la lengua101 los dialectos son el hiaqui, el mayo y el thehueco, confundiendo el escritor francés naciones que no son la misma, aunque haya afinidad entre ellas.

Los indios avecindados en las orillas del río Yaqui, Hiaqui, Yaquimi, en Sonora, usan del primer dialecto del cahita, llamado yaqui o hiaqui.

Los habitadores de las orillas del río Mayo, en Sonora, hablan el idioma del mismo nombre, y ellos llevan la apelación de mayos. Como ya hemos indicado, ni el idioma ni los naturales tienen nada de común con los de Yucatán; a fin de distinguirlos hemos llamado maya a la lengua de los yucatecos.

El thehueco, tehueco, tehueco, se habla en las márgenes del río del Fuerte, en Sinaloa. Los misioneros casi constantemente llaman Zuaque al río del Fuerte, y colocaban en las misiones de la lengua cahita a los sinaloas, hichucios, zuaques, biaras, matapanes y tehuecos; de aquí sin duda tomó origen llamar zuaque al tehueco, como lo hace Balbi, de manera que, si se quiere, ambas palabras son sinónimas, aunque la propia sea tehueco.

Cerca de la embocadura del río del Fuerte vivían los ahomes, y hacia el Sur a lo largo de la costa los vacoregues, los batucaris, los comoporis y los guazaves; de la misma familia de los cahitas, su idioma, dialecto del principal, se nombraba guazave o vacoregue. Balbi conjetura102, que el ahome y el comopori son dialectos muy diversos o lenguas hermanas del guazave; no es exacto, todos esos pueblos hablan el mismo idioma y no hay uno particular ahome ni comopori.

En el documento antes citado encontramos, que en San Andrés Conicari «la lengua es particular, si bien una parcialidad de este pueblo es de mayo en la nación y en la lengua.»103 Y hablando de la Asunción Tepahue se asegura que «la lengua es particular y distinta de la de los demás pueblos, si bien todos los más de ellos entienden la lengua tepahue y aun la cahita aunque no la hablan.»104 Ambas poblaciones contenían a los indígenas conocidos bajo la denominación de tepahues, que usaban la lengua tepahue, en Sonora.

Cercano del río Mayo está el pueblo de la Asunción de Nuestra Señora de Macoyahuy «la lengua es particular macoyahuy.»105

Los zoes, según el padre Ribas, vinieron del Norte junto con los ahomes, aunque hablaban lenguas diversas; los misioneros les establecieron en el   —36→   pueblo de San Ignacio de Soez (Choiz), y dicen que «la lengua es particular, que llaman troes, si bien comúnmente los más hablan lengua caita y muchos la mexicana.»106 Encuentro llamado este idioma zoe, tzoe, troe, troes. Estos formaban partido con el pueblo de Santa Catalina de Baimena, cuya lengua «algo se diferencia a la de los troes.»107 a la lengua que estos hablaban se llamaba baimena, que como se ve, tenía afinidad con la zoe, pues solo tenía con ella alguna diferencia.

De los habitantes del pueblo de Santiago Ocoroni se asienta que, «la lengua es propia y distinta de las demás, que llaman ocoroni, si bien todos por lo general son muy ladinos y hablan comúnmente la lengua mexicana.»108

En San Ignacio de Nio «la lengua es distinta y particular, que llaman nio, aunque todos generalmente hablan la lengua mexicana, y muchos la «castellana por estar sobremanera ladinos.»109

En el pueblo de San Lorenzo de Oguera «conservan todavía los nombres de sus parcialidades, que unos son y se llaman cahuimetos, que aunque serranos son muy resabidos, y otros ohueras más bosales.» «Conservan entre sí distintas las lenguas de cahuimetos y ohueras, aunque por lo general y ordinariamente todos hablan la lengua mexicana como corre en la tierra.»110

Los habitantes del pueblo de la Concepción de Chicorato estaban «divididos en dos parcialidades con distintas lenguas que hablan entre sí, y son chicurata y basopa, aunque de ordinario todos hablan la lengua mexicana corriente en la tierra.»111 En San Ignacio de Chicuris «la lengua en parte es tepehuana y en parte basopa, que es la que comúnmente hablan.»112

La gente de Mocorito y de Bacuburito era ladina, «y aunque de cuatro parcialidades y distintas lenguas, que ya pocos conservan, congregados todos hablan en lengua mexicana corriente entre sí, y muchos hablan la lengua española.»113 No se puede inferir de estas palabras si esos cuatro idiomas eran semejantes a alguno de los conocidos, o completamente diversos.

Resumiendo tendremos el tepahue y el macoyahuy, en Sonora, y el zoe, el baimena, el ocoroni, el nio, el cahuimeto, el ohuera u oguera, el chicurata o chicorato, y el basopa, en Sinaloa. De ninguno de estos idiomas hemos encontrado noticias recientes; ni en las estadísticas publicadas, ni en   —37→   los informes que nos han mandado de aquellos Estados, ni en las conversaciones tenidas con personas entendidas de aquellos rumbos, hemos visto mencionados uno o algunos de ellos. Por las últimas clasificaciones que de los pueblos se hace por lenguas, inferimos, que todas las nombradas al principio han desaparecido, perdiéndose las unas en el cahita, las otras en el mexicano o en el español. Por conjetura, presintiéndolo más bien que sacándolo de las lecturas que hemos hecho, nos parece, que si esos idiomas muertos no pertenecían a los restos de las tribus que ocupaban el país, cuando lo invadieron los individuos de la nación cahita, eran dialectos o lenguas hermanas el tepahue, el macoyahuy y el nio, del mismo cahita; el zoe y el baimena del guazave; y el chicurata y el basopa del tepehuan.

Continuemos con la enumeración de los individuos de la familia, ocupándonos del pima o nebome114. Al hablar del tepehuan vimos el parentesco que une este idioma con el pima. Añadiremos para hacerlos lenguas afines otra autoridad; al mencionarse, en el documento tantas veces citada, el pueblo de Yécora, se asegura que usaban «la lengua pima que en poco varia de la tepehuana.»115 Los pimas se dicen en su idioma otama en singular, y en plural ohotoma; desde muy antiguo les dividieron los misioneros en pimas altos y bajos, apelaciones que conservan todavía. «Los pimas bajos usan del mismo idioma que los altos, y estos con todas las demás parcialidades de indios que habitan los arenales y páramos de los pápagos, los amenos valles de Sobahipuris, las vegas de los ríos Xila (a excepción de los apaches) y Colorado, y aun al lado opuesto del último, gran número de gentes, que a dicho del padre Kino y Sedelmayr, no diferencian sino en el dialecto; al modo que insinué hallarse entre los ópatas y eudebes; pues quien es dueño de una, entiende las dos sin mucha dificultad.»116«Son cuatro parcialidades las de los puros pimas altos, una hacen los reducidos a pueblos, otra los dichos pápagos, la tercera de los sobaipuris, y la cuarta los que viven en el río Xila. Los ópas, cocomaricopas, hudcoadan, yumas, cuhuanas, quiquimas y otros más allá del río Colorado, se pueden también llamar pimas y contar por otras tantas tribus de esta nación, pues la lengua de que usan es una misma, con solo la diferencia del dialecto.»117«La lengua de todas estas naciones (habla de las del río Gila), es una, cocomaricopa, yuma, nijora, quicamopa, suave al parecer, y más fácil que no la pima, pues tiene la suave vocal e, la que falta a los pimas,   —38→   repitiendo ellas la u; hablan su idioma cantando;... la razón porque estas naciones, aunque del mismo idioma y costumbres se han dado por diferentes, son las guerrillas que tienen unas con las otras...»118 En otro lugar, hablando de la Pimeria se dice: «Las lenguas son varias, y tan mezcladas en algunos pueblos, que en algunos partidos tienen que aprender dos los ministros. Lo más singular que aquí se ha notado es, que juntándose cuatro o seis indios de varias lenguas, conversan largo tiempo cada uno en su lengua y todos se entienden.»119

Las autoridades que acabamos de copiar, y otras muchas que aun pudiéramos añadir, prueban que hablan el mismo idioma pima o dialectos suyos, todos los pueblos que moran entre los indios reducidos al E, el río Gila al N y el Colorado y el Mar de Cortés al O, perteneciendo a la misma familia alguna de las tribus al otro lado de los ríos, con excepción únicamente de los apaches y sus afines, que forman rama separada. Para fijar cuáles son los dialectos del pima, debemos tener presente que se contaban por los misioneros cuatro parcialidades; los pimas propiamente dichos, los sobaipuris, los pápagos y las tribus de las orillas del Gila: la lengua de los pápagos se llama el pápago; le diremos sobaipuri a la de los sobaipuris, y probemos a encontrar la de los pueblos del río Gila. En la relación del viaje que el Muy reverendo padre fray Francisco Garcés emprendió al río Colorado an 1775-6120 hace la siguiente clasificación de las tribus y de las lenguas que hablan

EN EL RÍO GILA
PápagoA
PimaA
CocomaricopaB
RÍO COLORADO
CucapáC
JallicuamayC
CajuencheC
YumaB
JalchedumB
JamajabsB

Se ve por esto que el padre Garcés confunde el pima con el pápago, pues tan poca era para él la desemejanza. La lengua que señala con la letra B es la que se encuentra nombrada en los autores y por los misioneros con   —39→   la palabra yuma, tomada del nombre de la tribu. Hay otro dialecto marcado por la letra C, cuyo título no asigna, y que nosotros para poderlo distinguir, a falta de cosa mejor le diremos cajuenche, de la apelación de una de las principales tribus que lo usan.

Ya con esto podremos establecer, que los dialectos del pima son el pápago, el sobaipuri, el yuma y el cajuenche.

Los misioneros jesuitas dan el nombre de cora al idioma pima, y uno de ellos escribe: «No carezco totalmente de datos para creer que los indios nayares son pimas, o al menos descendientes de ellos.»121 Estas palabras y la semejanza que presentan las gramáticas de ambos idiomas, me hacen colocar aquí el cora, agregándolo a esta familia. Esta lengua se llama cora, chota, chota, nayarita, nayaerita. Los indios eran conocidos por los misioneros bajo los nombres de choras o coras, nayaeritas, nayaritas o nayares, y tecualmes o gecualmes, formando tres tribus diferentes. El padre José de Ortega nos suministra las siguientes noticias: «Tres son los ramos hoy en día en que se ve esparcido el difícil idioma Cora; sin que hayamos podido averiguar cual sea el primitivo. Los que viven en el centro de la Sierra, a quienes llaman Muutzizti en plural, y en singular Muutzicat, hablan como todos con solo la diferencia, que a los más vocablos de la lengua les añaden una R al principio, o en el medio, o en el fin: Ruihma dicen en lugar de Huihma. Erarit, en vez de Earit. Teatar en lugar de Teata. Teacuacitzisti llaman en plural, y en singular Teacuacitzica, a los que viven en los bajos de la Sierra por la parte que mira al Poniente contiguos cuasi a la vista de tierra Caliente. Estos aunque en lo más de la lengua van uniformes con los otros, pero tienen muchos vocablos en que varían. Yahhue cari, Nauca, tixuvi, dicen en lugar de Yahhue chapoari, Moauia, tamoamata, que dicen los otros. Y a este modo tienen otros vocablos, que los hacen tan cerrados, que muchos no los entienden. El tercer ramo es de los que viven a orillas del río propio del Nayaerit, que llaman hoy de Jesús María, y en su idioma le dicen los indios Até,122 por cuya causa llaman a los tales indios Ateacari, en plural, y en singular Ateanaca. Estos hablan la lengua, a mi corto juicio, más propia, y por esta causa, y por la ventaja de ser de todos entendidos aun de los más cerrados, he dispuesto este vocabulario en el idioma propio de dichos Ateacari.»123

Los misioneros que formaron en Jalisco las misiones llamadas de Colotlan, dieron a los indios el nombre de colotlanes, y de colotlan al idioma   —40→   que hablaban, que en sentir de aquellos era un dialecto también de la lengua cora124.

Por lo que toca al julime, mencionado en la gramática tepehuana como afín de este y del pima, sólo podemos decir, que en los Estados de Chihuahua y de Coahuila se encontraban indios conocidos con el nombre de julimes, y aun en Chihuahua se conserva una población del mismo nombre; pero no hemos hallado una tribu existente que así se llame, infiriendo de nuestras lecturas que se confundió con otras tribus, entre las cuales desapareció125.




ArribaAbajo- VIII -




Familia apache o yavipai. - El chemegue - El yuta. - El muca oraive. - El faraon. - El llanero. - El lipan.


Balbi126 enumera como dos idiomas diversos el apache y el yavipai, no siendo esas palabras sino diversos nombres de una misma cosa: coloca los y utas, que son de filiación apache, en el grupo de los panis-arbapaoes, juntamente con los ietanes, hietanes, totanes, tetanes, dichos también paducas, y conocidos en nuestra frontera por comanches o cumanches, los cuales son pueblo muy diferente de los apaches, así por la lengua como por las costumbres.

Los apaches se extienden por nuestra línea divisoria con los Estados Unidos, desde Sonora hasta Tamaulipas; no estando fijamente establecidos, vaguean cometiendo depredaciones en todos los lugares indefensos de aquellas comarcas, llevando algunas veces el exterminio hasta Estados más centrales. Se dividen en nueve parcialidades principales, subdivididas en fracciones pequeñas con nombre particular, lo cual hace fácil engañarse en la apreciación de la familia a que corresponde cada una de las tribus.

En cuanto a la parte etnográfica «Hablan un mismo idioma; y aunque varía el acento y tal cual voz provincial, no influye esta diferencia para que dejen de entenderse recíprocamente.»127 Esta autoridad, que es muy   —41→   competente, establece como principio, que existe un solo idioma, el apache, con algunos dialectos. Para encontrar cuáles sean estos ocurriremos al dicho del padre fray Francisco Garcés, quien asegura que las naciones que habitan al Norte del río Colorado, con las lenguas que hablan, están distribuidas del modo siguiente:

Chemegue cajualaD
Chemegue sebitaD
ChemeguabaD
ChemegueD
PayuchasE
YutasE
NOROESTE
JagullapaiE
Yavipai cajualaE
Yavipai cuercomacheE
Yavipai javesuaE
Yavipai muta oraiveF. G.

Es decir, las tribus arriba nombradas hablan dialectos distintos, marcados por las letras D, E, F, G: como no exprese los nombres con los cuales se les distingue, llamaremos al primero chemegue, del nombre dominante de la tribu; al segundo yuta, apelación ya conocida por los etnólogos, y al tercero muca oraive. Deberemos añadir, por los informes que hemos recibido, que existe alguna diferencia, en el habla de los apaches de Chihuahua, conocidos por yutajen-ne y sejen-ne, faraones y mezcaleros, dialecto al cual no le sabemos el verdadero apellido, pero que para distinguirlo le llamaremos faraón. Presentan también diferencias los cuelcajen-ne o llaneros de Coahuila, con los anteriores y con los lipajen-ne o lipanes del mismo Coahuila, y de Nuevo León, los cuales dialectos estando en el mismo caso del primero, por la falta de bautismo, les diremos el llanero y el lipan.

Resultará entonces, si no nos hemos engañado, el idioma principal apache, con los dialectos chemegue, yuta, muta oraive, faraón, llanero y lipan.



  —42→  

ArribaAbajo- IX -

El séri. - El upanguaima. - El guaima.


Los séris, tribu habitadora de Sonora, forma con sus subtribus familia separada. Por su idioma, por sus costumbres y por su fisonomía, se aparta completamente de la filiación de las naciones que la rodean, y parece que vive en la comarca que ocupa desde tiempos anteriores al establecimiento de la raza pima y de sus afines; por el uso de las flechas emponzoñadas, recuerda a los caribes así de las islas como del continente, y no sería remoto, aun que sí muy curioso, que con ellos tuviera parentesco. Los séris, conocidos también por tiburones, nombre derivado de la isla del Tiburón en el mar de Cortés, que les sirve de abrigadero, cuentan como fracciones a los tepocas y a los salineros. El upanguaima es nación bien corta, y de este como más confinente y contiguo al Séri, se debe presumir, y no hay duda en mi concepto, que le está coligado y unido. Poca es la distinción que hay entre séri y upanguaima, pues es una la inclinación y vida, y unos y otros casi hablan un mismo idioma.»128 De aquí y de otros lugares inferimos, que el upanguaima es dialecto del séri. De los guaimas se dice en otro lugar129, que: «hablan con muy poca diferencia una misma lengua con los séris;» razón por la cual colocamos también el guaima como dialecto del séri. El mayor Pike, según Balbi, llama gayamas a estos indios, siendo subtribu suya la de los cocomagues.




ArribaAbajo- X -

El guaicura y sus dialectos. - El cochimí y los suyos.


Resta que hablar de dos familias solamente, ambas pertenecientes a la California, y son la guaicura y la cochimí. Siguiendo al pie de la letra los asertos de Clavigero en su Historia de la Antigua y Baja California, señalamos para la primera, una lengua principal, llamada guaicura, con cuatro   —43→   dialectos, el coya, el uchita, el concho y el gripa. Balbi130 ortografía, la palabra guaicura poniendo waicura, y repugna que el uchita, uchiti como él le nombra, sea un dialecto del guaicura, no obstante que afirma lo contrario el padre misionero jesuita Mich. del Barco; nosotros seguimos esta última opinión, que hemos encontrado confirmada en diversos lugares y por diferentes personas peritas en la materia. El dialecto cora nada tiene que ver con el idioma del mismo nombre que se habla en Jalisco; no son semejantes entre sí, ni en la estructura gramatical, ni en casi ninguna de las voces primitivas que pueden dar idea del parentesco de dos lenguas.

El repetido Balbi asegura, hablando del cochimí131 que esta familia comprende cinco lenguas, consideradas malamente como otros tantos dialectos del mismo idioma; afirma que se usan al N de las lenguas guaicuras, y que las dos principales son el cochimí propiamente dicho y la laymona. Fundados nosotros en la autoridad antes citada de Clavigero, asignamos a este grupo una lengua principal llamada cochimí, y tres dialectos o más bien lenguas hermanas, el edú, el didú y el cochimí del Norte. En cuanto al laymon o laymona, nos figuramos, con todo el respeto debido al escritor francés, que no es idioma que pertenece al cochimí sino al guaicura, en cuya familia no tiene lugar separado, pues está comprendido entre las subdivisiones de las tribus que hablan el concho. Como una sospecha y no de otra, manera apuntaremos, que el cochimí puede tener afinidad con las lenguas del otro lado del golfo y del río Colorado, y que tal vez no sea extraño al pima, al ópata y a todos los individuos de esa tan larga descendencia.




ArribaAbajo- XI -

Lenguas sin clasificación. - El zoque. - El chiapaneco. - El huave. - El mixe. - El triqui. - El chinanteco. - El mazateco. - El chatino. - El papabuco. - El solteco. - El tepehua. - El cuitlateco. - El parre. - El huichola. - El piro. - El tueco. - Las lenguas perdidas. - El castellano en México.


Por desdicha, los datos que a fuerza de paciencia hemos recogido, no nos alcanzan para continuar agrupando las demás lenguas en familias: preciso será, pues, de aquí adelante, enumerar los idiomas que de México nos faltan, como si cada uno fuera un tipo particular sin afinidad ni correspondencia   —44→   con habla ninguna. Bien entendemos nosotros que no debe ser así; las lenguas madres o matrices no son tantas en solo México, y si tal aconteciera sería un fenómeno curioso en demasía. Nosotros estamos persuadidos que estos idiomas que ahora quedan como sueltos tienen parentesco, ya algunos entre sí, ya otros con los grupos arriba enumerados, y alguno, tal vez, presente caracteres propios que le constituyan en cabeza de una familia. Hecha esta aclaración, comenzamos el rebusco por los Estados más australes, para concluir, como antes, en el Norte.

El zoque, zoc, soque, se habla. en Tabasco, Chiapas y Oaxaca; entra, según antes vimos, en la composición del tzendal, y conjeturamos que pertenece a la familia maya-quiché.

El chiapaneco, en el Estado de Chiapas. Los chiapanecos, chiapaneces, chiapaneques, según Remesal132 son originarios de Guatemala; Juarros133 les hace descendientes de los toltecas, y por lo mismo afines de la familia de los quichées: unta tercera opinión, la de Clavigero134, afirma que llegaron del Norte, y estando en Soconusco, una fracción se estableció en Chiapas y la otra marchó para Guatemala. Sus tradiciones aseguran que fueron los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Computaban el tiempo a la manera de los mexicanos, si bien con diversas figuras para representar los años, los meses y los días; usaban de la escritura jeroglífica de los nahóas, a los cuales se asemejaban por alguna de sus costumbres. Así que, los chiapaneces y los mexicanos, si no son de una misma familia, bebieron su civilización en una fuente común, y aquellos deben ser en la República antecesores o al menos contemporáneos de las primeras tribus o fracciones de la familia mexicana, que de Norte a Sur, se precipitaron en nuestro país, y que el torrente de las inmigraciones sucesivas llevaron hasta más allá de la América Central. Si es verdad, como asegura algún autor, que la lengua chiapaneca es la usada por los habitantes del pueblo de Nicoya en Nicaragua, no es entonces otra que la orotina, hablada en Nicoya, Orotina, Cantren, Chorote y otros pocos lugares confinantes con los dírias.

El huave, huavi, guave, llamado también en un antiguo manuscrito guazonteca o huazonteca, se habla en el Estado de Oaxaca. Los huaves son originarios de Guatemala; unos les hacen de la filiación de los peruanos, fundándose en la semejanza de algunas costumbres, mientras otros les suponen hermanos de los pueblos de Nicaragua. La segunda opinión nos parece la más acertada, y aun nos atreveríamos a creer que el huave pertenece a la familia maya-quiché.

Corresponde a Oaxaca la tribu mixe o mije, que usa el idioma del mismo   —45→   nombre. Persona ha habido que nos diga, que la lengua mixe es tan pobre, que los indios necesitan dar complemento a la frase por medio de señas pantomímicas, y que solo así dan claridad a su discurso; de manera es esto, relatan, que por la noche, quienes quieren platicar, se sientan en corro alrededor de una candela a fin de observarse con minucioso cuidado, y si por acaso acontece que se mate la luz, todos entran en muda sin proseguir la comenzada plática. A esto sin duda hacen alusión las siguientes palabras, copiadas del tomo VIII del Boletín de la Sociedad de Geografía, pág. 385: «El ilustrísimo señor Lorenzana en una de sus pastorales asegura que hay en el obispado de Oaxaca un idioma que solamente se entiende de día, porque cada palabra va acompañada de algunos gestos que no pueden percibirse cuando falta la luz.» La pastoral del señor Lorenzana a que hace referencia la noticia acabada de copiar, es la que versa acerca de la necesidad de instruir a los indios en el idioma castellano, y fue publicada en México por Antonio Nogal, año 1770. Nosotros por nuestra parte no hemos logrado mayores informaciones que las asentadas; la pastoral calla el nombre de lengua tan singular y el de la tribu que la habla; y aunque se atribuye a los mixes, lo dudamos, porque encontramos que fray Fernando Bejarano escribió sermones en lengua mixe, y Agustín Quintana publicó gramática y diccionario del mismo idioma135, obras que no habiendo llegado a nuestras manos, no nos dejan comprender cómo puedan haber sido escritas, supuesto que no llevan los signos mímicos complemento de las palabras. Dejaremos en este punto semejante curiosidad.

Lo que los mixes eran aún en el siglo XVII, nos lo dice el padre Burgoa136 en el siguiente trozo, que da también idea de su lenguaje: «de su naturaleza son arrogantes (dice), altivos de condición, y cuerpo, y todo lo dice el tono de la voz, con que hablan siempre a gritos, y aunque los más atribuyen esta ruidosa articulación a su natural desmedido, y enojoso, he advertido que lo intratable de las sierras, les ha hecho de costumbre natural la vocería, porque siendo los montes seguidos unos tras otros tenían en barrancas profundas sus habitaciones, entre selvas que sacude el viento, y entre arroyos que se precipitan en raudales, y de todos resulta tan confuso murmullo, que era menester para entenderse hablar en sobre agudas con desentonado estruendo: esto ejercitan desde pequeños, y crecidos, ya lo son las voces que se atribuyen a su condición, y como no es propia pasión de su especie, es forzoso concedamos ser accidente separable, y es tanta verdad que los caseros, y domésticos, y que viven ya en poblado, no suenan tan ruidosos, y también su idioma tiene fuerza y energía en su   —46→   pronunciación, como la lengua chontal, y chocha, y sobre todo la sozil de los cendales que oyendo en Chiapa, hablar a algunos con la fuerza de las muchas consonantes pide aun en los ministros el metro alto: etc.»

Únicamente en cuatro poblaciones de Oaxaca se tiene el idioma triqui; se les confunde casi siempre entre los pueblos de los chontales de aquel Estado, causa por la cual nos parece que el chontal y el triqui han de tener parentesco.

Corresponde también a Oaxaca el chinanteco, lengua que parece no tener afinidad con las que la. rodean. De ella dice el padre Burgoa137 que «la locución es entredientes, violenta, y con los acentos de consonantes ásperas, confusas las vocales, sin distinción unas de otras que parecían bramidos, más que términos de locución.» Sabemos que don Nicolás Barreda escribió un arte de la lengua chinanteca, que no nos ha sido posible consultar. A los indios chinantecos les llama tenez Hernando de Barrientos en la carta que escribió de Chinantla en Abril de 1521, y que don Hernando Cortés inserta en sus relaciones138.

Mazateco, se habla aún en el Estado de Oaxaca.

Chatino, igualmente de Oaxaca. Este idioma nos parece ser de la familia mixteco-zapoteca, mas carecemos de datos para comprobar nuestro aserto. Entre los pueblos chatinos se encuentra el de Elotepec, cuyos habitantes usan una lengua nombrada papabuco, y el de Sola en que se habla el solteco: no sabemos si el solteco y el papabuco son dialectos de alguno de los lenguajes comarcanos, o más bien resto de las antiguas tribus contemporáneas de los chuchones, y anteriores a la invasión de los mixtecos.

En el Diccionario de historia y de geografía, artículo «Oaxaca (Departamento de),» en la nota a la pág. 111 se lee: «Es de notar que hay en este departamento varias lenguas, de las que las principales son el zapoteco y el mige; se habla el chantaleno, admirable por su armonía y dulzura, etc.» En otra parte no hemos encontrado hecha mención de tal idioma chantaleno. Nos ocurre que pudiera ser el chatino, lengua que con este nombre apuntamos corresponder a Oaxaca; pero no sabiéndolo asertivamente, preferimos poner el repetido chantaleno entre las lenguas perdidas.

En el tomo VII del Boletín de geografía se publicó un extracto de la «Estadística del Departamento de Oaxaca» escrita en 1826-7 por don José María Murguía y Galardi, y a la pág. 222 se encuentran estas palabras que se refieren al idioma ixcateco: «mas del Ixcateco infiero que fue alguna nación particular cuyo mayor número de pueblos corresponde hoy a la Provincia de Puebla, en cuyos términos al Poniente nos hallamos con inclinación al   —47→   Noroeste.» Tornamos a nuestra canción: ni en Oaxaca, ni en Puebla hemos visto más noticia del ixcateco, y en nuestra ignorancia de no saber cómo colocarlo, le ponemos también entre las lenguas perdidas.

Oaxaca presenta por último el huatiquimane, guatiquimane, huatiniquimane, lengua que se ha perdido en el departamento de la Villa Alta.

El tepehua, en el Estado de Veracruz, se habla solo en un pueblo y en otros cuatro lugares junto con el otomí. Falta averiguar si tiene alguna conexión con el tepehuan o es el mismo idioma, o bien si es afín del otomí: nosotros nos figuramos, que siendo el otomí tan antiguo en nuestro país, debe tener esparcidos, más o menos lejos de él, hijos o hermanos que por falta de estudio no conocemos.

El Estado de Guerrero nos presenta el cuitlateco, que no hay que confundir con el cuicateco: esta, palabra tiene tal vez por radical cuica (cantar), mientras aquella se derive de cuitlatl excremento, y genéricamente cosa sucia. Junto con esta tribu vivían los tepuztecos, hablando idioma particular, perdido en la actualidad: tepuzteco se deriva, en nuestro concepto, de tepuztli, cobre; por lo cual tepuzteco querrá decir, de color cobrizo, de color amarillo, cosa que cuadraría con la denominación que pudiere, darse a los cuitlateques, tribu que de la tepuzteca es hermana.

Solo cuatro pueblos hablan actualmente el cuitlateco. En lo antiguo la provincia, sujeta al imperio de México, se extendía según Clavigero139 por más de doscientas millas de largo: en 1580 se podían aun señalar treinta y dos pueblos en que se usaba (V. Guerrero); el mexicano ha ido poco a poco invadiendo el terreno ocupado por el cuitlateco, hasta dejar a este confinado en tan estrechos límites. Todavía en el mismo año 1580 se daban como existentes el tlatzihuisteco, el tuzteco, el tlacotepehua y el cuyutumateco, todos en la jurisdicción de los cuitlateques, que hoy han desaparecido completamente.

También perteneció a Guerrero la provincia del imperio mexicano nombrada de los coviscas, cohuixques, y cuixca en algunos manuscritos antiguos. De la tribu asienta el padre Sahagún: «Estos coviscas y tlapanecas, son unos que a uno solo llaman coviscatl y tlappanecatl, y están poblados en Tepecuacuilco y Tlachmalacac, y en la provincia de Chilapan, los cuales hablan lengua mexicana y son ricos.»140 Consultando la relación manuscrita de don Alonso de Montúfar, antes citada, encontraremos que se enumeran muchos de los pueblos de la provincia Cuixca, a los cuales, no solo se les asigna como habla el mexicano, sino también y generalmente el chontal, y en corto número el matlacinga, el izcuca, el matlame, el tuzteco, el texome   —48→   y el mazateco (V. Guerrero). La relación de Fernando Alfonso de Ayala, fecha 1579141, que versa igualmente acerca de la provincia Cuixca, traduce este nombre por «tierra de lagartijas;» asegura que los habitantes son de nación chontales o tuztecos, «que se interpreta que hablan por la garganta,» y afirma del cuixca que «es lengua casi mexicana que se escribe.» Las interpretaciones de Ayala son infelices en demasía, pero de sus asertos reunidos a los del arzobispo, y comparados con los del padre Sahagún, sí podemos sacar, que los cohuixcas eran tribu de la familia mexicana, que hablaba la lengua mexicana; que los cohuixcas ocuparon un país habitado ya por los chontales, mezclándose con ellos y haciéndoles perder su lenguaje, supuesto que en nuestros días ha desaparecido en aquella comarca el chontal, quedando sustituido con el mexicano. Chontales nos encontramos en Oaxaca, en Tabasco, en Guatemala; es probable que la invasión cohuixca los arrojara en parte de Guerrero para aquellos lugares, así como la invasión de los mismos chontales arrojó de la tierra a los mazatecos para Oaxaca, y se apropió de las posesiones de los izcucas, de los matlames, de los tuztecos y de los texomes, nombres que pueden representar a tribus más antiguas que la de sus conquistadores.

Más todavía: en 1580 había pueblos en la jurisdicción de Zacatula que usaban los idiomas tolimeca, chumbia, tizteco, texcateco, camoteca y el panteca que recuerda por allí una fracción de los cuextecas; todos han desaparecido en el mexicano. De ellos no podemos decir si eran idiomas diferentes, o bien dialectos de algunas de las lenguas de la República, mas es probable que pertenecieran al uno y al otro caso. Llama, sí, mucho la atención esa pluralidad de idiomas encerrados en tan corto espacio. Si de la aglomeración de diversos pueblos, si de la mezcla de las lenguas, y digámoslo así, de su confusión, se pueden sacar inferencias verdaderas, pudiéramos concluir de este fenómeno, que allí tuvieron lugar grandes acontecimientos relativos a la emigración de las tribus; que por allí pasaron unas tras otras muchas naciones; que en ese terreno la población es muy antigua. El hecho de que el mexicano es el idioma civilizador, se hace aquí palpable. Su fuerza expansiva ha sido mayor que la del castellano para destruir los idiomas primitivos, avanza por todas partes, borra en su camino el habla de los indígenas, y después de que hizo su conquista, cede paso a paso delante del lenguaje de los invasores blancos.

El pame se usa en la misión de Cerro Prieto del Estado de México, se extiende principalmente por los pueblos de San Luis Potosí, y también se le encuentra en Querétaro y en Guanajuato.

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El meco de los indios jonases o tonases, en Querétaro y Guanajuato, parece corresponder al otomí.

«Estos macoaques, dice el padre Sahagún142, son diferentes de los otros (los ocuiltecas), y aunque están y viven en una comarca de Toluca, y están poblados en el pueblo de Xocotitlan, y su lengua es diferente; pero son de la misma calidad y costumbres que los de Toluca, aunque son también inhábiles y toscos etc.» De aquí podramos tal vez inferir, que los macoaques eran de la familia matlaltzinca, y su lengua un dialecto suyo. Esto no lo podremos comprobar, porque el macoaque ha desaparecido.

En el territorio en donde vagueaban los chichimecas, reducido a misiones por los jesuitas en fines del siglo XVI, y que hoy corresponde al Estado de Guanajuato, se encontraban, al decir de los misioneros, multitud de lenguas, tanto, que cuando se reunían treinta vecinos, hablaban en cuatro o cinco dialectos diferentes, sin que pudieran entenderse entre sí, hasta después de mucho trato. No nos dicen cuales fueron los nombres de esos dialectos perdidos, a excepción del guaxabana143. Ignórase también el nombre del idioma que usan los naturales de una ranchería que existe a un cuarto de legua al E de San Luis de la Paz, aunque consta que es diversa de las de aquella comarca.

En el Estado de Jalisco encontramos perdidos desde hace tiempo el tlaxomulteco, el tecuexe y el coca, que según puede inferirse pertenecían a la familia mexicana; en tiempos posteriores se perdieron igualmente el tepecano y el colotlan, que, según nuestros informes, eran de procedencia cora.

De la misma cora debe de ser el huichola, idioma del cual no habíamos oído hablar, y que no conocimos hasta que las autoridades políticas del Estado de Jalisco nos aseguraron de su existencia, señalando los lugares en que aún se conserva. «Este idioma, nos dice el jefe político del cantón, es sumamente escaso de voces, pues sólo tiene las muy necesarias para determinar los objetos más usuales entre los indígenas.»

Desaparecieron también en Zacatecas el cazcan y el cuachichil o guachichil. Los cancanes se extendían por Zacatecas y por Jalisco, y los cuachichiles (cabezas coloradas) por Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Zacatecas y Jalisco; ambas tribus pertenecían a los bárbaros apellidados teules chichimecas, indudablemente de la filiación de los chichimecas que vinieron después de los toltecas a establecerse en el valle de México. Sus idiomas por consiguiente deben reconocer la misma filiación, y tal vez eran el chichimeco mismo o alguno de sus dialectos.

El padre la Rea asienta que «Fray Miguel de Rononia... fue gran religioso   —50→   y predicó seis lenguas en la latitud de México, Mechoacan y Jalisco, que fueron la Mexicana, Tarasca, Otomita, Cascanica, Tequijana y Cacupica, etc.»144 Los cuatro primeros nombres nos son conocidos, supuesto que la lengua cascanica sea el cascan que ya tenemos apuntado; mas en cuanto a las otras dos ningún rastro suyo hemos visto, y a falta de hacer cosa mejor, las colocamos entre las lenguas perdidas. Si nos aventuráramos a soltar una opinión, diríamos: que la palabra tequijana significa lo mismo que tecuexe, y la cacunica lo mismo que coca, nombres estos segundos de dos lenguas perdidas en Jalisco, apuntadas arriba.

Todas las tribus de Tamaulipas han desaparecido; en el siglo transcurrido desde su colonización acá, los bárbaros se han fundido en la población blanca, y si hoy alguno queda, es hablando el español y con el traje de los rancheros. En lo tocante a sus lenguas bien poco puede decirse. Nosotros inferimos de las relaciones que hemos consultado, que existió una tribu llamada olive, oriunda de la Florida; no se dice cómo se nombraba su idioma, por cuya causa nosotros adoptamos la misma palabra de olive. Apellidamos xanambre, por la misma razón, a la lengua que usaban los xanambres y los pisones, naciones que resultan tener un tronco común. El resto de los pueblos tenían habla peculiar, que tal vez diferenciaría en algunos lugares, y como tampoco sabemos su denominación, a fin de poderle distinguir le diremos tamaulipeco. Las tribus de las orillas del Bravo eran de filiación apache. Setenta y dos nombres diversos nos encontramos en aquellas comarcas, ignorando si son otras tantas familias, o apelaciones multiplicadas de una sola; en fin, todo lo que ofrecemos de Tamaulipas son recuerdos sin clasificación.

Nuevo León ha perdido, como los anteriores Estados, las lenguas indígenas que en su territorio se hablaban, por la adopción del castellano que hicieron las tribus errantes al confundirse en las misiones con los colonos blancos. Nos quedan como recuerdo de sus idiomas el pame, el xanambre, el tamaulipeco, de los cuales hemos antes tratado, y el hualahuises que consta ser dialecto distinto de los enumerados, si bien carecemos de datos para clasificarlo en familia determinada. Nombres de tribus hemos recogido treinta y uno, algunos de los cuales son los mismos de Tamaulipas o de Coahuila, cosa que debía ser así, supuesto que en Nuevo León se confundían las tribus de la cordillera con las que se extendían al O sobre las llanuras.

Ciento cuarenta y ocho apelaciones distintas hemos hallado de las naciones de Coahuila, perdidas todas en la población blanca; no quedan indígenas   —51→   allí, a excepción de los bárbaros apaches, y de las tribus que empujan a nuestro territorio los vecinos de los Estados Unidos. Fuera de los idiomas conocidos, el Estado cuenta con uno peculiar de aquella comarca y cuyo nombre no hemos descubierto; nosotros le llamamos el coahuilteco, a falta de cosa mejor que hacer. Presumimos que pertenecía a la familia tarahumar, y por consecuencia que las tribus de Coahuila no eran extrañas a las de Chihuahua y de Sonora. El tobozo, hablado por los tobozos, es de la filiación apache, y estos bárbaros tenían las mismas costumbres de aquellos y fueron sus precursores al Sur del río Bravo: nunca domesticados, fue menester exterminarlos, desapareciendo hacia el último tercio del siglo anterior. Por último, el irritila se usaba por los indígenas de la laguna de Parras y por las naciones fronterizas a Chihuahua; tal vez sea este el julime de que arriba hemos hablado, que pertenece o tiene parentesco con la tepehuana y las otras sus lenguas hermanas.

Desde siglos pasados desapareció en Durango la tribu cácari, con su idioma del mismo nombre.

El piro, en el Estado de Chihuahua, subsiste todavía; corresponde por filiación a los idiomas de Nuevo México, los cuales deben tener afinidad con el tarahumar.

Los huites, en Sinaloa, tenían lengua propia, conforme el padre Ribas145, pero consta que hacia 1678 había desaparecido.

«En medio de tantas calamidades (dice el padre Alegre146, refiriendo lo que sufrían los jesuitas en las misiones), no dejaban de hacer los misioneros un fruto copiosísimo. El padre Juan Bautista de Velasco había reducido a arte y vocabulario la lengua más universal de Sinaloa, y continuaba haciendo lo mismo con otra que llamaban mediotaguel.» Confesamos nuestra ignorancia, no sabemos cuál sea esta lengua, ni en cuáles pueblos se hablaba, ni encontramos reminiscencia suya en ninguno de los documentos consultados.

La anua jesuítica, correspondiente a 1597 asegura (también lo hemos visto en otra parte) que en el valle de Culiacan tenía su asiento la nación tahue, que hablaba la lengua tahueca: el obispo don Martín de Arzola persuadió a los naturales a que aprendieran el mexicano, en cuyo ejercicio empleaban las noches, y así lo ejecutaron hasta olvidar su propio idioma. Confírmalo el padre Ribas, a la pág. 54 de su obra ya citada.

En la obra del señor Buschmann147, pág. 66, refiriéndose a una cita de Alberto Gallatin, se asegura que Castañeda nombra tres lenguas en las cercanías   —52→   de Culiacan, que son el Tahu, el Pacana y el Acaxa. El tahu debe ser el tahue o tahueco que acabamos de nombrar arriba; el acaxa el acaxee; pero en cuanto al pacana no atinamos cuál sea. Noticia ninguna hemos hallado que le corresponda, ni conjeturamos a lo que pueda corresponder, supuesto que esté estropeado el nombre: le dejaremos en nuestro catálogo como lengua perdida. No queremos dejar sin contradecir lo que se pone en el mismo lugar, que el Tarahumas se habla en la misma región; el tarahumar se usa algo distante de Culiacan, y es un idioma que de pronto no aparece que tenga afinidad con el mexicano.

Sobre la costa de Sonora vivieron en lo antiguo los bacabaches, que a instancias de los misioneros dejaron las marismas en que habitaban, viniendo a establecerse entre los ríos Mayo y Zuaque. Esta noticia del padre Alegre148, que no hemos leído en otra parte, tenemos motivo para creer se refiere a los vayemas, pueblo que usaba una lengua dificultosísima, ya perdida en el cahita, pues los antiguos vayemas no se encuentran en parte alguna.

Sin poderlas referir a lugar determinado, encontramos en el mismo Estado los nombres de dos lenguas que se han perdido, el putima y el baturoque.

Añadiremos, bajo la fe de la relación inserta en el tom. III de Documentos para la Historia de México, pág. 345, que en el pueblo de San Joaquín y Santa Ana, cinco leguas al SE de Mobas, usaron los naturales la lengua teparantana no existente ya.

Quedan aún en la península de California algunos de los antiguos idiomas, si bien reducidos a pequeños límites, y algunos dialectos a punto de perecer. Se extinguió del todo, desde casi mediados del siglo pasado, el pericú, quedando pocos individuos de la tribu hablando español.

Esta es la enumeración de las lenguas vivas y de las muertas en nuestro país; de las primeras no debe entenderse que se hablan exclusivamente en las comarcas que les sirven de asiento, pues la conquista española introdujo el idioma castellano, y es al presente el dominante. Como acabamos de ver, las lenguas indígenas han perecido en todos los Estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Zacatecas, Aguascalientes, parte N de San Luis Potosí y E de Jalisco, es decir, en todo el espacio en que vagueaban las tribus bárbaras y cazadoras, sin domicilio fijo, ni apego a la tierra que los sustentaba. Atraídos allí los indígenas a formar las misiones, en contacto con los colonos blancos, perseguidos y exterminados quienes no quisieron domesticarse, fueron perdiendo poco a poco sus costumbres, sus hablas respectivas, concluyendo al cabo por no usar ni saber otra lengua que la castellana, adoptando también el traje y las maneras de los habitantes de nuestros   —53→   campos. Excepción de esta regla general son los nayaritas y los pueblos habitadores de la parte montañosa de los Estados de Guanajuato y de Querétaro, que no obstante pertenecer también a las tribus nómadas y de haber sido colonizados a la manera de sus semejantes, han conservado tenazmente su idioma, un traje peculiar poco diverso del antiguo, y casi casi sus costumbres primitivas. De Michoacan y de México y Veracruz para el Sur, en donde se asentaban las naciones más adelantadas en civilización; en Jalisco, morada de pueblos menos cultos que los anteriores; en Sinaloa y Sonora, Durango y Chihuahua, en donde las tribus eran semibárbaras, pero que ya habían adoptado la vida agricultora, las lenguas se han conservado tenazmente, los indios no se extinguen sino con lentitud, y las costumbres apenas se han modificado. Esto presenta el fenómeno de que la civilización ha sido, en la manera española de tratar a los vencidos, un escudo contra su aniquilamiento, mientras la barbarie desapareció del todo, sin dejar tras sí ni los hombres ni las cosas.

Los indios, sin embargo, que usan de los idiomas primitivos, tienen también el castellano para sus transacciones con los blancos, y pocos pueblos, retirados en las montañas y del trato común, nada saben del habla de los invasores, viviendo a sus anchuras como en los primeros días de la conquista. Los indígenas afectan frecuentemente no entender lo que se les habla en castellano, mas esto es señal de malicia y no de ignorancia.

Los descendientes de los españoles no pronuncian bien el castellano; en todo México se confunden los sonidos de la ll con el de la y, y los de la s, la e y la z entre sí, incurriendo en el defecto que los ortólogos llaman seseo; ningún caso se hace tampoco de la diferencia de pronunciación entre la b y la v, y se han puesto en olvido las aspiraciones de la h. El pueblo bajo, como acontece en España, conserva exagerando la aspiración de la h, diciendo joyo, jondo, etc., en lugar de hoyo, hondo, y persevera en usar de palabras anticuadas, como agora, mesmo, ansí, y otras. De aquí resulta, a semejanza de lo que acontece en algunas provincias de la Península, no ser el idioma hablado el mismo que el escrito, aunque en la ortografía los mexicanos no ceden en regularidad y precisión a sus maestros.

Han sido introducidas en el habla muchas palabras de la lengua mexicana y de otros idiomas indígenas, unas que marcan objetos propios de nuestro suelo, sin nombre en castellano, como zapote, ahuacate, tlaco, etc.; otras que tienen equivalente propio, como jacal, chichi, chichihua: no faltan ejemplos de voces provinciales formadas arbitrariamente. De las voces, las hay que han perdido la antigua acepción que gozaban para adquirir en la conversación otra nueva; se encuentran también conservando su significado genuino, con otro ahora añadido. Si no nos engañamos, el castellano hablado   —54→   en México cuenta con los sonidos de la tl, en las articulaciones directa e inversa, como en Tlaxcala, Tlalnepantla, Tepenenetl, Popocatepetl, etc., nombres tomados del mexicano.

Siendo la pronunciación igual por todas partes, los habitantes de los Departamentos distantes de la capital tienen cierto acento al hablar, que les hace ser reconocidos con facilidad; se distinguen principalmente los de Yucatán, los de Veracruz, los llamados de tierra adentro, los de Durango y de los Estados fronterizos. Los jarochos, de la costa del Golfo, usan de un lenguaje parecido al andaluz, y algo se les semejan los de las tierras calientes, mezcla de la raza negra. El pueblo menudo añade en sus conversaciones las palabras de una jerigonza de su invención, que por lo general son españolas, con el significado fuera de quicio, pues se les atribuye alguno generalmente absurdo: la clave de este lenguaje simulado no es la misma para todas partes. Los indios estropean miserablemente el idioma por falta de enseñanza, aunque también por capricho y tenacidad; no dicen completas las palabras, dislocan las concordancias, confunden los géneros, no siguen el giro de las conjugaciones, resultando otra jerigonza, graciosa a veces, bajo la cual los menos avisados creen descubrir la inocencia y el candor del indio, pero que deja traslucir a poco su bellaquería y falsedad.




ArribaAbajo- XII -

Tabla general de clasificación


Terminada la enumeración de las lenguas habladas en México, formamos la siguiente tabla. En ella damos un número de orden a cada familia. En la familia van puestos los idiomas que las forman, señalados con números romanos, en orden sucesivo hasta el fin. La lengua que tiene dialectos los lleva escritos en seguida de aquella a la cual corresponden; el número romano indica los que pertenecen a la determinada lengua, y el número arábigo la cantidad total de los dialectos.


I Familia. - Mexicana

1. Nahóa, nahua, nahual, nahuat, nahuate, nahuatl, hablado por los nahóas o toltecas y por todas las tribus de su filiación en México y en Guatemala.

Niquira o niquiran, por los niquiras o nicaraguas, en Nicaragua.

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II. Mexicano, culhua, azteca, hablado por las diferentes tribus que colectivamente llevan el nombre de mexicanos, en los Estados de México, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Tabasco, Michoacan, Jalisco, Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí, Colima, Tlaxcala y Durango.

Pipil, por los pipiles en Guatemala.

1. I. Zacateco, por los zacatecas y mazapilis, en Zacatecas.

2. II. Chinarra, por los chinarras u humas, en Chihuahua.

3. III. Concha o concho, por los conchos, conchas, mejuos, tapacolmes, anchanes, cholomos, mezquites, cacalotes, oposines, conejos, polames, sívolos, puliques, pasalmes, arigames, otaquitamones, pajalames, poarames, mammites y colorados, en Chihuahua.

4. IV. Ahualulco o agualulco, por los ahualulcos, agualulcos, en Tabasco.

5. V. Dialecto de Jalisco.

III. Acaxee, tópia, por los acaxees, papudos, tecayas, vaimoas, en Durango y en Sinaloa.

6. I. Sabaibo, por los sabaibos, en Durango y en Sinaloa.

IV. Xixime, por los xiximes, hinas, humes, en Durango y en Sinaloa.

V. Tebaca, por los tebacas, en Sinaloa.




II Familia. - Othomí

VI. Othomí, hia-hiu, otomí, otomite, por los otomís, otomíes, otomites, otonca, en México, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y Michoacan.

7. I. Mazahui, mazahua, matzahua, matlazahua, mozahui, por los mazahuis, mazahuas, matzahuas, matlazahuas, mozahuis, en México y en Michoacan.

8. II. Multitud de dialectos que no se especifican, y que constan de diferencias de pronunciación.




III Familia. - Huaxteca-Maya-Quiché

VII. Huaxteca, cuexteca, guasteca, por los huaxtecos, guastecos, cuextecos, toveiome, pantecas, panotecas, en Veracruz y San Luis Potosí.

9. I. Tantoyoc, por los huaxtecos, en San Luis Potosí.

10. II. Dialecto diverso al cual no se asigna nombre.

VIII. ? Totonaco, totonaque, por los totonacos, totonaques, en Puebla y en Veracruz.

11. I. Tetiquilhati, por los tetiquilhatis, en la Sierra alta.

  —56→  

12. II. Chacalhuaxti, por los chacahuaxtis, en los pueblos de Jalpan y de Pantepec.

13. III. Tatimolo, por los tatimolos, en el pueblo de Naolingo.

14. IV. Ipapana, por los ipapanas, en las que fueron misiones de los agustinos.

IX. Maya, yucatana, yucateca, por los mayas, mayos, cocomes, kupules, itzalanos, en Yucatán, Tabasco y Chiapas; y por los coboxes, chanes, chataes, puques, tutes, chinamitas, tulunquiés o tirampiés, queaches o cheaques, en Guatemala.

15. I. Lacandón, por los lacandones y los xoquinoes, en Chiapas y Guatemala.

II. Peten, por los petenes o itzaex, chichen-itzaex, chatan-itzaex, en Guatemala.

16. III. Caribe, por los caribes, en Tabasco y en Guatemala.

17. IV. Chañabal, jojolabal, jocolabal, comiteco, por los chañabales, en Chiapas.

18. V. Punctunc, en los alrededores del Palenque en Chiapas.

X. Chontal, por los chontales, en Tabasco, Oaxaca, Guerrero y Guatemala.

Cuba, por los antiguos naturales de la isla de Cuba.

Haití, quizqueja o itis, por los antiguos naturales de la isla de Santo Domingo.

Boriqua, por los habitantes de la isla Boriqua.

Jamaica, por los habitantes de la isla Jamaica.

XI. Quiché, kiché, utlateca, por los quichées, kichées, utlatecas, en Chiapas y en Guatemala.

Zutuhil, zutugil, subtugil, subtuhil, zutuhil, yutuhil, tzutuchil, zacapula, atiteca, por los zutugiles, en Guatemala.

Cakchiquel, kachiquel, cachiquel, kak-chi-quel-chi, por los kachiqueles, en Guatemala.

XII. Mam, mame, mem, zaklohpakap, por los mames, men, zaklohpakaps, en Chiapas y en Guatemala.

Pokoman, pocoman, por los pocomanes, en Guatemala.

Pokonchi; poconchi, por los poconchis, en Guatemala.

Caichi, kachi, kakchi, por los caichis, en Guatemala.

Coxoh, en Guatemala.

Ixil, ihil, izil, por los ixiles, en Guatemala.

XIII. Tzendal, zendal, cendal, tzeltal, celdala, celtala, por los tzendales, zendales, cendales, tzeltales, celdalas, celtalas, en Chiapas.

XIV. Tzotzil, zotzil, zozil, por los tzotziles, zotziles, zoziles, en Chiapas.

XV. Chol, mopan, por los choles, mopanes o aicales, manches, ajoyes, axoyes u oxoges, choles-uchines, en Chiapas y en Guatemala.



  —57→  
IV Familia. - Mixteca-Zapoteca

XVI. Mixteco, por los mixtecos, mixtoguijxi, en Oaxaca, Puebla y Guerrero.

19. I. Tepuzculano, en Oaxaca.

20. II. Mixteco de Yanhuitlan, en Oaxaca.

21. III. Mixteco de la Mixteca baja, en Puebla y en Guerrero.

22. IV. Montañes, por los montañeses, Guerrero.

23. V. Cuixtlahuac.

24. VI. Mixteco de Tlaxiaco.

25. VII. Mixteco de Cuilapa.

26. VIII. Mixteco de Mictlantongo.

27. IX. Mixteco de Tamazulapa.

28. X. Mixteco de Xaltepec.

29. XI. Mixteco de Nochiztlan.

XVII. Yope, yopi, jopo, tlapaneco, por los yopes, yopis, jopes, tlapanecos, tenimes, pinome, chinquime, chochonti, pinotl-chochon, en Guerrero. Chocho, por los chochos, chuchones, en Oaxaca y Veracruz. Popoloco, por los popolocos, poloques, en Puebla. Teca, por los tecos, en Michoacan, y por los tecoxines, tecojines o tecoquines, en Jalisco. Pupuluca, por los pupulucas, en Guatemala.

XVIII. Amuchco, amusgo, por los amuchcos, amusgos, en Guerrero.

XIX. Zapoteco, tzapoteco, por los zapotecos, tzapotecos, en Oaxaca.

30. I. Zaachilla, en Oaxaca.

31. II. Ocotlan, en Oaxaca.

32. III. Etla, en Oaxaca.

33. IV. Nexitza, netzicho, por los netzichos, en Oaxaca.

34. V. Serrano de Ixtepexi, en Oaxaca.

35. VI. Cajono, por los cajonos, benixono, en Oaxaca.

36. VII. Serrano de Miahuatlan, en Oaxaca.

37. VIII. Tehuantepecano, por los tehuantepecanos, en Oaxaca.

XX. Cuicateco, por los cuicatecos, en Oaxaca.




V Familia. - Matlatzinca

XXI. Matlatzinca, matlaltzinca, matlaltzinga, por los matlatzincas, matlaltzincas, matlaltzingas, qüaqüatas, quatlatl, tolucas, en el Estado de México. Pirinula, pirinta, por los pirindas, pirintas, nentambati, nepintatuhui, characos, charenses, en Michoacan.

38. I. Varios dialectos que no se expresa cuáles son.

XXII. Ocuilteca, por los ocuiltecas, en el Estado de México.



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VI Familia. - Tarasco

XXIII. Tarasco, michoacanes, por los tarascos, michoacaneses, michoacaque, michóa, quaochpanme, en Michoacan, Guerrero, Guanajuato y Jalisco.




VII Familia. - Opata-Tarahumar-Pima

XXIV. Opata, tegüima, ore, ure, sonora, por los ópatas, tegüimas, tegüis, cogüinachis, contlas, guazabas, himeris, ores, ures, sonoras, en Sonora y en Durango.

XXV. Eudeve, eudebe, hegue, hequi, heve, dohema, eudeva, por los eudebes, eudeves, hegues, hequis, batucos, dohme, en Sonora.

XXVI. Jova, jobal, ova, por los jovas, jobales, ovas, sahuaripas, en Sonora y en Chihuahua.

XXVII. Tarahumar, tarahumara, por los tarahumares, tarahumaras, en Chihuahua, Durango y Sonora.

39. I. Varogio, voragio, varohio, chinipa, por los varogios, voragios, varohios, chinipas, guailopos, maguiaquis, hizos, husorones, cutecos, tecargonis, en Chihuahua.

40. II. Guazápare, por los guazápares, temoris, en Chihuahua.

41. III. Pachera, por los pacheras, en Chihuahua.

42. IV. Tubar, por los tubares, tintis, en Chihuahua.

XXVIII. Tepehuan, tepeguan, por los tepehuanes, tepeguanes, en Durango, Jalisco, Chihuahua, Coahuila y Sinaloa.

XXIX. Cahita, taita, sinaloa, por los cahitas, taitas, sinaloas, cinaloas, en Sonora y en Sinaloa.

43. I. Yaqui, hiaqui, por los yaquis, hiaquis, en Sonora.

44. II. Mayo, por los mayos, en Sonora.

45. III. Tehueco, thehueco, tegueco, zuaque, por los tehuecos, thehuecos, teguecos, zuaques, hichucios, biaras, matapanes, en Sinaloa.

46. IV. Vacoregue, guazave, por los vacoregues, guazaves, guayaves, zuaques, ahomes, batucaris, comoporis, en Sinaloa.

XXX. Pima, cora, nevome, por los pimas altos, sobas, potlapiguas, piatos, en la Pimeria alta, y en la Pimeria baja por los pimas bajos, sibubapas, nures, hios, huvagueres, tehuizos, basiroas, tehatas, sisibotaris, aibinos, movas, onavas, comuripas, tecoripas, nevomes, pimahaitu, en Sonora.

47. I. Pápago, por los pápagos, papahotas, papabotas, papalotes, papavicotam, en Sonora.

48. II. Sobaipuri, por los sobaipuris, en Sonora.

  —59→  

49. III. Yuma, por los yumas o chirumas, gileños o xileños, ópas, cocópas, cocomaricopas, hudcoadanes, guaicamaopas, oaboponomas, jalchedunes, jamajabs o cuesninas, o cuismer, o cosninas, o culisnisnas, o culisnurs, quicamopas, en Sonora.

50. IV. Cajuenche, por los cucapá o cuhanas, jallicuamai, cajuenches, quiquimas o quihuimas, yuanes, cutganes, alchedomas, bagiopas, cuñai, quemeya, en Sonora.

XXXI. Cora, choca, chota, nayarita, nayaerita, por los coras, choras, chotas, nayaeritas, nayaritas, nayares, tecualmes, gecualmes en Jalisco.

51. I. Muutzicat por los muutzizti, en Jalisco.

52. II. Teacuacitzica, por los teacuacitzisti, en Jalisco.

53. III. Ateanaca, por los ateacari, en Jalisco.

54. IV. Colotlan, por los colotlanes, en Jalisco.




VIII Familia. - Apache

XXXII. Apache, yavipai, por los apaches, yavipais, vinni-ettinen-ne, tontos o coyoteros, segatajen-ne o chiricahuis, yutacjen-ne o navajos, navajoas, yavipai-navajoi, tjuiccujen-ne, gileños, xileños, yavipai-gileños, chafalotes, iccujen-ne, mimbreños altos, mimbreños bajos, sumas, baquiobas, en Sonora.

55. I. Chemegue, por los chemegue, chemegue cajuela, chemegue sevicta, chemeguabas, gecuiches, genicuiches, chemeguet, en Sonora.

56. II. Yuta, por los yutas o yum yum, o jut joat, payuchas, jagullapais, yavipais-cajuala, yavipais-cuercomache, yavipais-jabesua, yavipais-tejua, en Sonora.

57. III. Muca oraive, por los yavipais muca oraive, en Sonora.

58. IV. Faraon, por los yutajen-ne o faraones, sejen-ne o mezcaleros, xicarillas, janos, jocomis, jacomis, carlanes, ancavistis, llamparicas, echunticas, supis, mueres, changuaguanes, pazuchis, cahiguas, orejones, jumanes, cuampes, panana, cánceres, guazarachis, en Chihuahua.

59. V. Llanero, por los cuelcajen-ne o llaneros, natages, lipillanes, chilpaines, en Coahuila.

60. VI. Lipan, por los lipajen-ne o lipanes, lipanes de arriba, lipanes de abajo, en Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.




IX Familia. - Séri

XXXIII. Séri, por los séris, céris, tiburones, tepocas, salineros, en Sonora.

61. I. Upangucaima, por los upanguaimas, en Sonora.

62. II. Guaima, por los guamas, guaymas, guaymas, cocomaques, en Sonora.



  —60→  
X Familia. - Guaicura

XXXIV. Guaicura, waicura, por los guaicuras, en California.

63. I. Cora, por los coras, cantils, cayeyus, en California.

64. II. Uchita, uchiti, por los uchitas, uchitis, utschiti, uchities, uchitils, en California.

65. III. Aripa, por los aripas, en California.

66. IV. Concho, por los conchos, monquiés, lauretanos, laimones, monquiés-laimones, en California.




XI Familia. - Cochimí

XXXV. Cochimí, por los cochimíes, en California.

67. I. Cochimí del Norte, por los cochimís, cochimíes, en California.

68. II. Edú, por los edúes, en California.

69. III. Didú, por los didúes, en California. Lenguas sin clasificación.

XXXVI. Zoque, zoc, soque, por los zoques, soques, en Tabasco, Chiapas y Oaxaca.

XXXVII. Chiapaneco, por los chiapanecos, chiapaneces, chiapaneques, en Chiapas.

XXXVIII. Huave, huavi, guave, huazonteca, guazonteca, por los huaves, huavis, guaves, huazontecas, guazontecas, en Oaxaca.

XXXIX. Mixe, mije, por los mixes, mixes, en Oaxaca.

XL. Triqui, por los triquis, en Oaxaca.

XLI. Chinanteco, por los chinantecos, en Oaxaca.

XLII. Mazateco, por los mazatecos, en Oaxaca y en Guerrero.

XLIII. Chatino, por los chatinos, en Oaxaca.

XLIV. Papabuco, por los papabucos, en Oaxaca.

XLV. Solteco, por los soltecos, en Oaxaca.

XLVI. Tepehua, por los tepehuas, en Veracruz.

XLVII. Cuitlateco, por los cuitlatecos, en Guerrero.

XLVIII. Pame, por los pames, en México, San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato.

XLIX. Huichola, por los huicholas en Jalisco.

L. Piro, por los piros y sumas, en Chihuahua.

LI. Meco, por los mecos, en Guanajuato.



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Idiomas perdidos

Resumiendo: las familias de lenguas encontradas en México, serán por ahora once, las cuales, en nuestro concepto, se han de reducir a menor cantidad, cuando el estudio profundo de esos idiomas descubra las relaciones que tienen entre sí, y el parentesco que las liga, como descendientes de un tronco común.

  —62→  

Las once familias comprenden treinta y cinco idiomas, y sesenta y nueve dialectos. Hay además diez y seis lenguas sin clasificar, las cuales podrán dar nuevas familias, o pertenecer a este o a aquel de los grupos conocidos. Forman una suma de ciento y veinte lenguas vivas. Si añadimos los sesenta y dos idiomas muertos, de que hemos encontrado noticia, resulta un total de ciento ochenta y dos hablas diferentes; número prodigioso, atendido el espacio en que estaban derramados.





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