—[77]→
IV. La poesía árabe clásica: el
esplendor (Siglo XI)
Córdoba
La poesía árabe de tipo clásico había
llegado en al-Andalus a las máximas cotas respecto al modelo oriental a
finales del siglo X. Su pulso no iba a decaer durante los dos siglos
siguientes, tal vez por la ley de los grandes números. La caída
del califato omeya y la guerra civil produjeron la descentralización de
la cultura, que se extendió a todos los lugares de al-Andalus. Hasta
entonces la poesía árabe era una manifestación cortesana:
era en Córdoba o a lo más en otras ciudades de la Bética,
como Sevilla, donde se encontraban los cenáculos en que un poeta se
hacía, en las clases de poesía que se impartían en la
mezquita, en los salones, en las tertulias, desde el momento en que la
poesía árabe es especialmente erudición. Los sabios, los
filólogos, los literatos, los poetas de Córdoba emigraron de la
ciudad destruida por los bereberes y llevaron sus conocimientos exquisitos a
los más perdidos lugares de la Península donde hallaron refugio.
Como consecuencia hubo más poetas y más posibilidades de que
entre ellos hubiese buenos poetas. La poesía seguía siendo un
fenómeno cortesano, pero ahora había muchas cortes.
Hubo muchos poetas en árabe durante los siglos XI y XII:
excelentes, medianos y malos. Y excelentes historiadores, antólogos y
críticos. Casi sabemos todo lo que se escribió y además ha
sido muy bien estudiado en nuestros días.73 Dada la
extensión de estas páginas tendremos
—78→
que silenciar
muchos nombres y mencionar sólo aquellos que, desde nuestro punto de
vista, representan las cimas más importantes.
La primera generación de poetas de estos siglos de oro es
aún cordobesa y su núcleo mas importante está formado por
el grupo que denominamos los «nostálgicos» del califato. Es
una generación que forma parte de una clase social muy determinada: la
aristocracia de la sangre y de la administración, de la espada y del
cálamo, para usar una definición que usarían los propios
árabes. Son los hijos de los grandes funcionarios del califato omeya,
nacidos o criados en las ciudades de Medinazahara o Madīnat az-Zāhira que recibieron una
educación esmeradísima, que escribían el árabe
más depurado, que esperaban un futuro cómodo en la corte y que de
repente, cuando eran muy jóvenes, vieron derrumbarse su mundo. Algunos
se inventaron otros mundos, otros sucumbieron con el pasado, pero todos
sintieron nostalgia, política y cultural, por el mundo de su infancia:
quisieron restaurar el califato omeya, odiaron a la plebe y a los reyes de
taifas, se refugiaron en la escritura y sobrevivieron como pudieron. Casi todos
escribieron poesía y algunos fueron extraordinarios poetas.
En este grupo, no incluimos a los poetas de la corte de Almanzor
aunque siguiesen componiendo como Ibn Darrāŷ al-Qaallī,
ā‘id de Bagdad o Ubāda ibn Mā’ al-Samā‘74, supervivientes del desastre cordobés,
peregrinos por las cortes de taifas, poetas hasta su muerte, sino al grupo
formado por Ibn
Šuhayd (992-1035), Ibn
azm (994-1063), Ibn
ayyān (987-1067), Ibn Zaydūn (1003-1070), Ibn Burd
«el joven» y otras figuras secundarias.
Como poetas destacan Ibn
Šuhayd e Ibn Zaydūn, aunque la
poesía intelectualizada de Ibn
azm no deja de ser interesante y
requeriría un estudio que posiblemente no se ha hecho porque los otros
aspectos de su figura han eclipsado esta faceta.
Ibn
Šuhayd es un extraordinario poeta y
según sus propias teorías, por talento natural y no por
erudición, aunque su poco bagaje erudito no fuese sino una de las
puestas en escena del personaje que él mismo se creó, como
haría Lord Byron, con el que tiene ciertos paralelismos y no sólo
porque adoptase un talante cínico y libertino. Como poeta
—79→
cultiva los géneros modernistas porque son los que reflejan su forma de
vivir, con una evidente actividad bisexual y báquica, tal vez exagerada
para
épater le bourgois. Un ejemplo
podría ser uno de sus poemas en los que mezcla, con extraordinaria
habilidad, los géneros modernistas:
| La lluvia, insomne en el jardín, | | | | cayó mientras las flores dormían; | | | | al despertarse eran como las bellas | | | | que nadan entre las olas; | | | | dueñas a las que no importaba | | | | mostrar brazos y mejillas; | | | | doncellitas que se quejaban ruborosas | | | | y se escondían entre sus cálices; | | | | había rosas que eran como mejillas
ruborizadas | | | | por la mirada del atrevido; | | | | amapolas que se quejaban | | | | de su rostro abofeteado; | | | | ramas de árboles que parecían bailar | | | | una danza lujuriosa e incitante; | | | | todos revivían con la lluvia | | | | y reían mientras el cielo estaba taciturno; | | | | todas las flores tenían collares de perlas | | | | fundidas por mano de artífice; | | | | reían unas, llorando lágrimas de
rocío, | | | | otras lloraban, sonriendo; | | | | unas hermosas doncellas corrieron hacia ellas | | | | aquella mañana, también sonriendo; | | | | reían fatuamente y se encontraron | | | | sonrisas con sonrisas; | | | | reían cuando brilló un
relámpago | | | | y yo vi los dos tipos de relámpago. | | |
|
Tras la descripción de la tormenta primaveral con las
flores mujeres y las mujeres en flor, una
rawiyya, humanizada
exquisitamente, esboza un fragmento erótico cinegético:
| Se erguían y se encorvaban las cinturas | | | | de aquellas gacelitas sedientas; | | | | miraban con embeleso y pronto, el jacinto | | | | se quejó de ser ciego a las palomas; | | | | intenté cazarlas con un grupo de
jóvenes | | |
—80→
| | aguerridos en una guerra pacífica | | | | y entre ellos yo parecía Laqit | | | | cuando iba al frente del pueblo de Darim. | | |
|
Tras esta alusión a las batallas de los
árabes pre-islámicos que desmiente su autopretendida falta de
erudición, Ibn
Šuhayd inicia una escena báquica,
pues las víctimas de la cacería resultan ser las jarras de
vino:
| Las jarras de vino cayeron y fueron degolladas | | | | como si fueran gacelas heridas | | | | que manasen sangre de sus hocicos; | | | | el aura del céfiro sopló en el aire | | | | y las ramas se besaron, | | | | mientras nosotros parecíamos demonios | | | | y las copas las piedras que nos lanzaban. | | | | Nuestra borrachera era tan grande | | | | que nos empeñábamos en hacer lo
prohibido; | | | | arrojamos al suelo nuestros bonetes | | | | y arrastramos los cabos de nuestros turbantes; | | | | cantaban las cantoras y les contestaban | | | | los gañidos de las gacelas; | | | | nos levantamos dando palmas | | | | y danzando con las cabezas. | | |
|
Como si no fuese suficiente la bella descripción de la
orgía, hace su aparición un efebo adolescente y afeminado:
| Cantó un joven, de los pajes reales, | | | | vástago de los reyes sudarábigos; | | | | se quejaba suavemente del peso de sus zarcillos | | | | y protestaba por la carga de sus amuletos, | | | | no sentía vergüenza de que las
jóvenes le besasen | | | | los labios y las mejillas; | | | | ni de que le ofreciesen los frutos de sus pechos, | | | | ni de que le apretasen a sus ceñidores | | | | fingiendo ignorar el deseo despertado | | | | faque conocían perfectamente. | | | | Yo le seguí hasta la puerta de su casa, | | | | porque hay que seguir a la pieza hasta alcanzarla, | | | | le até con mis riendas | | |
—81→
| | y fue dócil a mi bocado. | | | | Fui a beber a los pozos del deseo | | | | y pasé por encima de la vileza del pecado...75 | | |
|
Ibn
Šuhayd sufre una hemiplejia a los
cuarenta y dos años que convierte su vida en un infierno. Entonces
compone algunos de los versos más intensos de la poesía
hispano-árabe, como su famosa despedida a Ibn
azm de Córdoba:
| Cuando veo que la vida me vuelve la espalda | | | | y que la muerte inexorable me alcanza, | | | | sólo aspiro a vivir escondido allí, en el
lugar más alto, | | | | donde sopla el viento, en la cumbre de la
montaña, | | | | alimentándome, lo que reste de vida, de granos
caídos, | | | | solitario, bebiendo agua de las grietas de las
peñas. | | | | ¡Amigos míos, se prueba el sabor de la
muerte una vez, | | | | mas yo la he probado cincuenta veces! | | | | Siento ahora, a punto de partir, | | | | como si no hubiera obtenido de la vida | | | | sino un instante tan fugaz como el resplandor de un
relámpago. | | | | ¿Qué te voy a decir sobre mí, a ti,
Ibn
azm, | | | | amigo en mis cuitas y desventuras? | | | | ¡La paz sea contigo! Yo me voy. | | | | Este saludo te bastará como viático del
amigo que se va; | | | | no olvides rezar por mí cuando me hayas
perdido | | | | y recordar mis hechos y virtudes. | | | | ¡Conmueve, cada vez que me menciones, | | | | cuando me entierren, a los jóvenes nobles! | | | | Quizá mi cuerpo en la tumba escuche algo de
ello, | | | | al ser repetido o cantado por el paseante nocturno; | | | | será un alivio para mí que me recuerden
después de muerto; | | | | no me lo neguéis como el capricho de un
agonizante. | | | | Espero que Dios perdone mis pecados pasados | | | | ya que Él conoce cómo realmente soy.76 | | |
|
Murió en la primavera del año 1035.
—82→
Ibn Zaydūn (1003-1070) tiene unas
características semejantes a la de su contemporáneo Ibn
Šuhayd, del que sólo le separa
una vida más larga, pero igualmente intensa. Es el creador, en
al-Andalus, de un tipo de elegía que si tiene precedentes en el
nasīb, recreada en el
neoclasicismo por al-Buturī, por ejemplo, inicia una sobriedad serena en
el verso, sin términos conceptistas, con figuras retóricas
sencillas, como en una depuración del modernismo. El tema de las
elegías son los amores y los lugares perdidos, la juventud que se aleja.
Es famosa su elegía a la princesa Wallāda, con la que tuvo unos turbulentos amores,
en el marco de las ruinas de Medinazahara, poema extraordinariamente traducido
por Emilio García Gómez:
| Desde al-Zahara con ansia te recuerdo. | | | | ¡Qué claro el horizonte! | | | | ¡Qué serena nos ofrece | | | | la tierra su semblante! | | | | La brisa con el alba se desmaya: | | | | parece que, apiadada de mis cuitas | | | | y llena de ternura, languidece. | | | | Los arriates floridos nos sonríen | | | | con el agua de plata, que semeja | | | | desprendido collar de la garganta...77 | | |
|
Pero no es la única de sus elegías, como no fue
Wallāda su
único amor. Es muy interesante la que a continuación traducimos
porque además utiliza un poema estrófico, rompiendo la rima
única de la casida, en estrofas de cinco versos, es decir lo que llama
la retórica árabe un
tajmīs. Escribió
el poema en la cárcel, adonde le habían conducido intrigas
palaciegas y sus amores con Wallāda. Poco después huiría a
Sevilla:
| Aspiro, del céfiro, su aura perfumada | | | | que me recuerda, del amor, el deseo; | | | | brilla un instante el fulgor de un
relámpago | | | | y brotan, a su conjuro, las lágrimas. | | | | ¿Puede, quien amó con locura, no romper
en llanto? | | |
|
—83→
|
| ¡Amigos míos! Excusada está mi
impaciencia; | | | | si paciente pudiera ser, por mi buen natural
sería; | | | | si es desgracia lo que hoy nos depara la suerte, | | | | bebamos hoy y mañana nos preocuparemos. | | | | No es prodigio sino cualidad del alma noble. | | |
|
| Las noches son arqueros que saetean desgracias; | | | | los mensajeros del destino me engañan, | | | | mis días paso con mentidas ilusiones | | | | y llego a la noche, con la lentitud de las
estrellas. | | | | El astro más lento es aquel que, de noche,
vela. | | |
|
| ¡Oh Córdoba la bella! ¿No eres
tú mi ansia? | | | | ¿No está mi corazón gritando por
tu lejanía? | | | | ¿Volverán alguna vez tus afamadas
noches? | | | | La belleza era tu rostro, el placer, tu
oído, | | | | toda la dulzura del mundo, tu morada. | | |
|
| ¿No es asombroso que pueda vivir lejos de
ti? | | | | Como si pudiera olvidar el aroma de tus calles, | | | | como si no estuviese separado de tus linderos, | | | | como si no fuese mi cuerpo criatura de tu polvo, | | | | como si me rodeasen los muros de mis lares. | | |
|
| Tus días son claros, tus noches serenas, | | | | tu tierra es aurora, tus ramas de vino, | | | | tu suelo ropaje, tu cielo un desnudo, | | | | tu aroma arrayán y sosiego del alma; | | | | tu sombra acogedora colma los deseos. | | |
|
| ¿Acaso olvidaste el tiempo de ocio en las
Cuestas, | | | | la vida regalada en la Ruāfa | | | | mis estancias en la
Ŷa‘fariyya. | | | | ¡Qué lugares para el alma, jardín
y agua, | | | | qué lugares para la juvenil locura! | | |
|
| ¡Cuántas fiestas y tertulias en el
Barranco, | | | | junto a los arriates donde miraban los narcisos; | | | | valle con aura, lugar de deseos y ansias, | | | | aún nublado, se soleaba por el resplandor del
vino | | | | que aparecía refulgente en la copa! | | |
|
| Nos reunimos en la Fuente del panal, allí
empezamos, | | | | volvimos luego y aún fue mejor; | | |
—84→
| | allí llevaron a la novia del placer,
hurí de esbelto talle, | | | | dulce sonrisa, mejilla de rosa, | | | | de manos alheñadas con el vino. | | |
|
| ¡Cuántas veces cruzamos el Puente, | | | | al palacio del Cristiano, entre colinas blancas! | | | | Pasábamos a la playa en la orilla del
río, | | | | donde juguetean los vientos y esparcen los
perfumes | | | | de las flores que allí crecen entre
cañas cimbreantes! | | |
|
| ¡Qué hermosos días que se
fueron | | | | en el aljibe de la noria o en el palacio de Nāi, | | | | mientras el viento soplaba en los arroyos, | | | | rizando la superficie del agua en las acequias, | | | | y el sol hacía brillar su lanza enrojecida! | | |
|
| ¡Qué amable Azahara, la de la bella vista, | | | | con su aura suave como suspiro, de diamantina pureza! | | | | Basta un atisbo de su belleza para admirarla, | | | | jardín del Edén, río del
Paraíso, | | | | con sólo mirarla la vida se alarga. | | |
|
| Son lugares donde lloro el amor perdido, | | | | más tierno y fresco que la rosa de jardín; | | | | allí nos vestimos el ropaje nuevo y bordado del
amor; | | | | fuimos para el placer ejército poderoso, | | | | nuestro aliado era el perdón, nuestro enemigo el
vigía; | | |
|
| la temprana primavera los vistió con brocado | | | | allí llegaron vientos suaves y húmedos, | | | | sus hijos nacieron dulces de carácter. | | | | Todavía nosotros, mañana y tarde, | | | | mandamos saludos a aquellos lugares. | | |
|
| ¡Oh amigos míos, a dónde hemos
llegado! | | | | No hay principio al que el fin no siga. | | | | Miro cómo contentar a la suerte, | | | | pero la fortuna es adversa y la miseria llega, | | | | dicen que acaba, pero el odio sigue. | | |
|
| Me fui porque la libertad era oprimida; | | | | intenté consolarme cuando estaba triste, | | | | pero siguió desesperado mi corazón, | | |
—85→
| | pues un país donde soy despreciado, es
despreciable | | | | y no estoy dispuesto a envilecerme. | | |
|
| Los enemigos no lograrán borrarme con la
cárcel, | | | | pues he visto al sol oculto entre las nubes. | | | | No soy sino sable oculto en su vaina, | | | | león en su cueva, sacre en su nido | | | | o almizcle en su saquillo. | | |
|
| Mi vida se hundió, por diversos devaneos, | | | | al ir hacia vuestros nobles pechos, | | | | de plata, perlas y oro; | | | | rivaliza la luna con las estrellas, | | | | sabiendo que ella es más bella y brillante. | | |
|
| Estoy triste, sin alegría: el vino se avinagra; | | | | no puedo tocar las cuerdas aunque suenen dulcemente, | | | | no dejo de suspirar, aunque me censuren, | | | | no encuentro otro consuelo, lejos de vosotros, | | | | que la llegada de vuestras noticias esporádicas. | | |
|
| Recibid mi alabanza por los días que pasaron
dulcemente, | | | | cuando me alegré con vosotros en un mundo bello y
frívolo, | | | | que está libre de reproches y aburrimiento. | | | | ¡Continuad siendo mis protectores, | | | | para que las viñas de los deseos crezcan
libremente!78 | | |
|
|
Las elegías de Ibn Zaydūn crearán escuela y volveremos a ver
poemas de este tipo que cantan desde la lejanía al amor y la patria
perdida.
Sevilla
Tras la caída del califato, Sevilla se convierte en un
reino independiente, en una taifa, bajo la soberanía de una
aristocrática y rica familia de provincias: los Banū
‘Abbād. Ya el primero de estos príncipes
sevillanos, Abū-l-Qāsim Muammad ibn
‘Abbād (1023-1043), muestra las
características que van a acompañar a todos los soberanos de su
—86→
estirpe: inteligencia, falta de escrúpulos,
ambición, valor, orgullo y sensibilidad estética. Con este bagaje
consiguieron ampliar los límites de su taifa al Algarve, Huelva,
Algeciras, Ronda, Córdoba, parte de Jaén y Murcia. Su extremada
sensibilidad estética, refinada por una gran cultura, les hizo rodearse
de belleza, ya se encontrara en un rostro femenino, en un objeto precioso, en
un palacio o en un poema. Por ello, y esto es lo que nos interesa aquí,
Sevilla fue la capital poética del al-Andalus en la época de las
taifas hasta tal punto que la caída de los Banū
‘Abbād, destronados por los almorávides,
genera un tópico literario: el odio a Sevilla,79 motivado por el recuerdo, irrepetible con la
dinastía norteafricana, de que una buena casida no sólo
recibía un alto pago crematístico sino que podía salvar la
vida, al aplacar la ira de los coléricos y estetas soberanos de
Sevilla.
La primera época de la poesía en Sevilla es
todavía una continuación de los gustos de los últimos
años del califato: los poetas cultivan las
nawriyyāt
-panegíricos que fueron reunidos en una antología por el literato
sevillano Abū-l-Walīd Ismā‘īl-ibn
‘Āmir (1023-1069), que era conocido como
habīb (amigo,
amado).
La poesía sevillana toma un mayor grado de exquisitez en
busca de la más perfecta belleza formal en el reino de
‘Abbād ibn Muammad, que lleva el título real de
Al-Mu‘taid, el más inteligente, cruel y esteta
de los reyes sevillanos, poeta ocasional él mismo y amante de la
poesía, de forma que intenta conseguir que sus ministros sean poetas o
que los poetas sean ministros, logro perfecto que alcanza al tener como
ministro a Ibn Zaydūn, huido de Córdoba. Pero seguramente
ya es el mejor poeta de su corte su hijo, el príncipe Muammad ibn
‘Abbād, que logra aplacar la cólera paterna
con una casida, cuando pierde, por desidia, la efímeramente conquistada
plaza de Málaga.80
El príncipe, desde muy joven, es poeta, y como dice Emilio
García Gómez, «personifica la poesía en tres
sentidos: compuso admirables versos; su vida fue pura poesía en
acción; protegió a todos los poetas de España, cuando
Sicilia y Kairauán fueron, respectivamente, invadidas por los normandos
y las tribus beduinas
».81 En Silves, donde su
—87→
padre le hizo gobernador a los
doce años, conoce a la esclava Rumaykiyya, a la que hará su
esposa favorita y a la que dedicará versos bellísimos, porque
Muammad ibn
‘Abbād, que reinará con el nombre de
al-Mu‘tamid,
es especialmente un poeta del amor. Recordemos por ejemplo el acróstico
en el que cada verso comienza con las letras del nombre que Rumaykiyya
tomará como esposa real: I‘timād:
| Invisible tu persona a mis ojos, está presente en mi
corazón. | | | | Te envío mi adiós, con la fuerza de la
pasión, con lágrimas de pena, con insomnio. | | | | Indomable soy, tú me dominas y encuentras la tarea
fácil. | | | | Mi deseo es estar contigo siempre. ¡Ojalá
pudieras concederme ese deseo! | | | | Asegúrame que el juramento que nos une no se
romperá con la lejanía. | | | | Dentro de los pliegues de ese poema, escondí tu dulce
nombre, I‘timād.82 | | |
|
También en Silves, el príncipe Muammad conoce a Ibn
‘Ammār (1031-1086), nacido en una aldea de esta
población lusitana, con el que le unirá una amistad
equívoca y apasionada. El rey al-Mu‘taid destierra a Ibn
‘Ammār por considerarle una influencia perniciosa
para su hijo y este hecho nos permite comprobar la calidad poética de
Ibn
‘Ammār, tan excelente poeta como político.
Desde Zaragoza se dirige a al-Mu‘taid para intentar lograr que le levantase el
destierro, con una casida elegíaca, al estilo de Ibn Zaydūn, pero con una
solemnidad de treno:
| No es sino por mí, por quien zurean tristemente
las palomas, | | | | no es sino por mí, por quien lloran las
nubes; | | | | no es sino por mí, por quien el trueno ha lanzado
su grito vengador | | | | y por quien el relámpago ha hecho vibrar su filo
cortante; | | | | no es sino por mí, por quien las brillantes
estrellas se han vestido | | | | de duelo, y por quien han marchado en cortejo
fúnebre; | | | | no es sino por mí, por quien el huracán ha
rasgado sus vestiduras | | | | y gime con los gañidos de las tiernas
gacelas; | | |
—88→
| | ¡Acogedme!, si habéis logrado tranquilizar
a los que | | | | engolfados en el céfiro, muestran tras él,
su cólera; | | | | negros y adustos rostros, a los que no distraen | | | | más que unos labios sonrientes, | | | | me ocultaron de la amenaza de la muerte, muerte sobre
postes | | | | en los que imagino que están clavadas
cabezas, | | | | y me metieron en las tinieblas, en las que creo que
tienen | | | | un aprisco entre las estrellas ocultas; | | | | ¡Mal haya de unos caballos que me alejaron de la
tierra | | | | de la grandeza y de las obras generosas! | | |
|
Tras el fúnebre comienzo, el poema se endulza con el
nostálgico recuerdo de los días pasados en Silves:
| ¿Acaso Silves no ha llorado por el que sufre | | | | y Sevilla no ha suspirado por un arrepentido? | | | | La lluvia cubrió el manto de nuestra juventud | | | | en un país donde los jóvenes
rompían los amuletos de la infancia. | | | | Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se
encendiese | | | | el fuego del amor en el pecho. | | | | Aquellas noches en que no hacía caso de la
sensatez del consejo | | | | y seguía los errores de los alocados; | | | | condené al insomnio a los párpados
somnolientos | | | | y recogí el tormento de las tiernas ramas. | | | | ¡Cuántas noches pasamos en el Azud, entre
los meandros del río, | | | | que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente! | | | | Escogimos el jardín como vecino y nos visitaba
con sus regalos | | | | que traían las manos de las suaves brisas; | | | | nos enviaba su aliento y se lo devolvíamos
aún más perfumado, | | | | y con más suave brisa; | | | | la brisa, en su ir y venir, parecía una
chismosa, | | | | que llevase y trajese maledicencia; | | | | el sol nos daba de beber. | | | | ¿Quién ha visto el sol en mitad de la
negra noche, sino nosotros? | | | | Pasábamos la noche sin que el delator
apareciese, | | | | como si estuviéramos escondidos en el pecho de un
hombre discreto. | | | | Aquello era vida y no lo que sufro hoy, | | | | recorriendo las pobladas fronteras que parecen
desiertos, | | | | en compañía de gentes cuyo carácter
no ha sido educado | | | | por el contacto con el literato, ni con la familiaridad
del sabio; | | |
—89→
| | forajidos que vagan por el desierto y visten pieles de
serpiente; | | | | compartimos una mesa, donde las flores son las
espadas | | | | y las vainas son sus cálices.83 | | |
|
En realidad su estancia en Zaragoza no tenía tintes tan
trágicos, la corte de Ibn Hūd había bellos efebos a los que
podía dedicar sus gazales, género en el que alcanzó gran
maestría, siempre con carácter homoerótico. A pesar de la
belleza de la casida, no produjo el efecto buscado, tal vez por la
alusión a la alegre vida que llevaba con el príncipe Muammad en Silves y que
también éste recordaría años más tarde en un
poema dirigido precisamente a Ibn
‘Ammār:
| ¡Saluda a esos lugares míos en Silves,
Abū Bakr, | | | | y pregúntales si su añoranza es como la
mía! | | | | ¡Saluda al Alcázar de las Barandas | | | | de parte de un joven que siempre lo ansiara! | | | | Morada de leones y de blancas doncellas. | | | | ¡Qué espesuras y qué gabinetes! | | | | ¡Cuantas noches pasé allí, en su
grato refugio, | | | | entre pingües nalgas y estrechas cinturas! | | | | Mujeres blancas y morenas que atravesaban mi alma, | | | | como las albas espadas y las oscuras lanzas. | | | | ¡Cuántas noches pasé allí, en
el remanso del río, | | | | en amoroso juego con la del brazalete curvo como
meandro! | | | | Se quitaba la túnica del tierno talle | | | | y era como un capullo que se encendía en
flor; | | | | la noche pasaba escanciándome de su mirada, | | | | o de su copa o de su boca; | | | | tañía las cuerdas de su laúd, y era
como si oyese | | | | los tendones de los cuellos al ser cortados.84 | | |
|
La diferencia entre el tono de la poesía de los dos amigos
se encuentra seguramente en que Ibn
‘Ammar es un poeta profesional, obligado a
hacer poesía, e Ibn
‘Abbād lo hace por puro placer.
La muerte de al-Mu‘taid (1069) convierte en rey de Sevilla al
príncipe Muammad, ya con el nombre de al-Mu‘tamid, el cual hace
—90→
volver inmediatamente a Ibn Ammār a la ciudad y ambos gobiernan, uno como rey,
otro como ministro, mientras gozan de los más refinados placeres que les
ofrece esta mítica Sevilla oncena y hacen poesía. Pero no son los
únicos poetas de la corte, pues además de los sevillanos, llegan
a la ciudad poetas no solamente por el mecenazgo real sino
por el exquisito ambiente cultural.
En Sevilla aparece con gran fuerza la que podríamos llamar
tercera generación poética de las taifas, poetas nacidos en la
mitad del siglo en los más diversos lugares de al-Andalus y que
representan la culminación poética de «las
provincias», la culturización literaria de al-Andalus, fuera de la
Bética. Uno de estos poetas es Ibn Wabūn de Murcia (1039-1090), que representa de
nuevo el neoclasicismo más puro. Así lo muestra en la casida en
la que describe el palacio de al-Mu‘tamid conocido como Al-Zāhī, conceptista e
hiperbólica:
| Su techo arroja olas del mar, | | | | que son alcores y colinas; | | | | quien tiene inteligencia se asusta, | | | | pues le parece que el mar es de fluyente aire; | | | | no faltan cometas que no corran, | | | | ni sol que no ilumine, ni media luna; | | | | el bello atrio tiene un techo de luz | | | | cuyas formas parecen sortijas; | | | | su decoración es como un bordado | | | | en el que aparecen figuras imaginarias | | | | y no te parece sino que el aire es un jardín | | | | y que el techo es, de la misma forma, un espejismo; | | | | compruebas que el fuego es una columna | | | | y que su esencia es el agua; | | | | te parece que su solidez fluye | | | | y que su humedad arde; | | | | cada figura está viva y, al mismo tiempo,
inerte. | | | | Se distingue belleza y coquetería; | | | | tiene acción, pero no tiene movimiento, | | | | se puede comprender, pero no dice palabra; | | | | un maravilloso elefante vierte agua como una espada | | | | y no se queja jamás de tedio; | | | | es como si estuviese enfadado con los otros animales | | | | y no levantase su testuz ante su vista; | | |
—91→
| | magnánimo, ha legado al patio los arrayanes | | | | que otrora plantaron los hombres.85 | | |
|
Ibn Wabūn fue uno de los pocos personajes de la corte
que osó lamentar la muerte de Ibn
‘Ammār.
Porque la amistad de al-Mu‘tamid e Ibn Ammār había terminado trágicamente.
El poeta lusitano, convertido en gobernador de Murcia, se había
ensoberbecido y atacado al rey de Valencia, el nieto de Almanzor,
‘Abd al-‘Azīz. Al-Mu‘tamid, desde Sevilla, había escrito
una irónica casida contra Ibn
‘Ammār, riéndose de sus orígenes
humildes con unos irónicos versos en los que elogiaba a los antepasados
de forma solemne:
| Los más poderosos señores y soberanos, | | | | los coronados en tiempos antiguos... | | |
|
Para continuar con una descripción de
annabūs de Ibn
‘Ammār, donde describe un imaginario palacio:
| annabūs les llora con lágrimas | | | | que son como las rompientes olas; | | | | y el alto alcázar cuyos balcones brillaban | | | | entre el verdor de los árboles, llora; | | | | no ríe con él el sol, sino que
creerías | | | | que vierte agua de oro en sus fachadas; | | | | lloran las cantoras, cuyos laúdes responden | | | | en los patios, al trinar de los pájaros. | | | | ¡Oh sol de aquel palacio! ¿Cómo se
deshicieron de ti | | | | los golpes del destino? | | | | Aún no tenías naciones, cuando fuertes
varones | | | | cruzaban por tus altos muros; | | | | ¡Cuántos leones te guardaban | | | | y defendían con lanzas y espadas! | | | | ¡Cuántas gentes de hermosa faz, en el
combate, | | | | cubrían sus blancos rostros con un ropaje de
negra pez! | | | | ¡Cuántos valientes se sumergían en
un torbellino | | | | buscando enemigos en el ardor del fuego! | | |
—92→
| | ¡Cuando los Banū
‘Ammār crecían en gloria, | | | | abreviaban las vidas de los enemigos!86 | | |
|
Ibn
‘Ammār comprende la ironía de la casida y
responde con una cruelísima sátira en que se burla a su vez de
los Banū
‘Abbād, de su feudo originario en Yawmīn, lugar cerca de
Tocina, en Sevilla, de los amados esposa e hijos de al-Mu‘tamid:
| ¡Saluda a la tribu que en Occidente ha hecho
arrodillar | | | | a los camellos y ha logrado la belleza! | | | | Haz alto en Yawmīn, capital del mundo, | | | | y duerme, ¡tal vez la veas como en un
sueño! | | | | Podrás pedir a sus habitantes ceniza, | | | | pero no verás en ella el fuego encendido. | | | | Elegiste, de entre las hijas de los viles | | | | a Rumaykiyya, que no vale un adarme; | | | | trajo al mundo sinvergüenzas de bajo origen | | | | tanto por la vía paterna como la materna; | | | | son cortos de estatura, | | | | pero sus cuernos son largos. | | |
|
Y acusa a al-Mu‘tamid de sodomía, haciendo, de nuevo,
alusión a la época dorada de su juventud en Silves:
| ¿Recuerdas los días de nuestra
juventud | | | | cuando brillabas como luna creciente? | | | | Te abrazaba la cintura tierna, | | | | bebía de la boca agua clara. | | | | Yo me contentaba con lo permitido, | | | | pero tú querías aquello que no lo es. | | | | Expondré aquello que ocultas: | | | | ¡Oh gloria de la caballería! | | | | Defendiste las aldeas, | | | | pero violaste a las personas.87 | | |
|
El poema hizo mucho daño a al-Mu‘tamid, que
decidió vengarse, aunque Ibn
‘Ammār estaba entonces lejos de su alcance. Pero
tras una
—93→
serie de acontecimientos, la pérdida de Murcia por
Ibn
‘Ammār, su regreso a Zaragoza, sus nuevas
conspiraciones, al-Mu‘tamid logró apoderarse de su persona y
encarcelarle en palacio. Estuvo a punto de perdonarle, pero en un ataque de
ira, tan característico de su familia, le mató de un hachazo.
Eran tiempos difíciles. Alfonso VI, con quien se dice que
Ibn
‘Ammār se jugó la suerte de Sevilla en una
partida de ajedrez, había decidido conquistar Toledo, como antigua
capital de Hispania, en su intento de crear, tal vez, un Sacro Imperio
Hispánico. Y lo consiguió en el año 1085. Entonces
al-Mu‘tamid
llamó en auxilio de los reinos de taifas a los almorávides, los
sub-saharianos, con todo el fundamentalismo islámico que les daba su
condición de neófitos de esta religión. Los
almorávides frustraron los planes de Alfonso VI, no consiguieron
reconquistar Toledo y destronaron a la fuerza a los reyes de taifas.
La conquista almorávide de Sevilla fue durísima,
como si se tratase de una ciudad cristiana. Al-Mu‘tamid y su familia
fueron hechos prisioneros y llevados al norte de África. Su partida en
barco en Sevilla motivó una de las más bellas elegías
andalusíes, obra de uno de estos poetas de la tercera generación,
Ibn al-Labbāna
de Denia, poema extraordinariamente traducido en endecasílabos por
Emilio García Gómez:
| Jamás olvidaré la amanecida | | | | junto al Guadalquivir, cuando las naves | | | | estaban como muertos en sus fosas. | | | | La gente se apretaba en las riberas | | | | mirando aquellas perlas que flotaban | | | | sobre los blancos lechos de espuma, | | | | descuidadas las vírgenes, los velos | | | | destapaban los rostros, que, cruelmente, | | | | más que los mantos, el dolor rasgaba. | | | | Cuando llegó el momento. ¡Qué
tumulto | | | | de adioses! ¡Qué clamor el que a
porfía | | | | las doncellas lanzaban y galanes! | | | | Partieron con sollozos los bajeles, | | | | como la caravana perezosa, | | | | que arrea con su canto el camellero. | | | | ¡Ay, cuánto llanto se llevaba el
agua! | | |
—94→
| | ¡Ay, cuántos corazones se iban rotos | | | | en aquellas galeras insensibles!88 | | |
|
Al-Mu‘tamid
en su destierro de Agmāt, junto a Marraquesh, compone sus
últimos poemas. No son exactamente elegías: son cantos
desesperados del prisionero que lo tuvo todo y tal vez los más sinceros
de la poesía hispanoárabe. Él mismo escribe sus propios
trenos y epitafio. Así dice en su propio planto:
| Extranjero y cautivo en tierra de africanos, | | | | llorarán por él el estrado y el
mimbar; | | | | llorarán por él las espadas cortantes y
las lanzas, | | | | y derramarán lágrimas abundantes; | | | | llorarán por él el rocío y el
aroma, sus palacios, | | | | al-Zāhi y al-Zāhir, que antes le buscaban y ahora le
ignoran; | | | | cuando se diga: en Agmāt ha muerto su generosidad | | | | y no se puede esperar que vuelva hasta la
Resurrección. | | | | Pasó el tiempo, y con él, aquel reino
amable, | | | | llegó el hoy, que es huidizo. | | | | Fue un dictamen del malvado destino, pero | | | | ¿ha sido alguna vez justo con los justos? | | | | El tiempo fue injusto con los Banu Mā’l-Samā’, | | | | los hijos de la lluvia del cielo, que fueron humillados.89 | | |
|
Los poetas de la corte de Sevilla se desperdigaron. Para algunos
era su segundo destierro, como para Ibn Hamdīs de Siracusa (1055-1132), que había
perdido su patria a manos de los normandos y había encontrado una nueva
en Sevilla. Se exiliará de nuevo a Bugía, a la corte de los
hammadíes, donde describirá una fuente de los leones, tema
recurrente en la poesía y el arte hispano-árabe:
| Valientes leones habitan la guarida de los jefes | | | | y susurran el agua como rugidos. | | | | Es como si el oro cubriese sus cuerpos | | | | y el cristal se deslizase por sus bocas, | | | | leones cuyo descanso es inquietud, | | |
—95→
| | como si algo se agitase en su interior. | | | | Ya he mencionado su arrojo: están sentados | | | | sobre sus cuerpos traseros para atacar. | | | | El sol muestra su color como si fuese fuego | | | | y como si sus lenguas diesen lametones de luz. | | | | Es como si hubiesen desenvainado las espadas | | | | de los arroyos que se derriten sin fuego.90 | | |
|
También Ibn al-Labbāna ha de buscar una nueva patria de nuevo,
después de haber encontrado refugio tras la pérdida de su patria
originaria, Denia, conquistada por los hudíes de Zaragoza, una de las
pocas taifas, con Toledo, donde la poesía fue episódica. Pero
antes es el único poeta de la corte sevillana que acude a visitar a
al-Mu‘tamid en
su destierro de Agmāt y le recita poemas escritos aún en su
honor. Ibn al-Labbāna, este personaje menudo y orgulloso,
había encontrado en al-Mu‘tamid el señor al que servir con sus
versos y tras su caída sabe que se encontrará en la
situación del buen vasallo si hubiese buen señor. Tras la muerte
de al-Mu‘tamid
y su paso rápido por Bugía, se refugia en la taifa de Mallorca,
que no ha sido aún conquistada por los almorávides. Su
señor, el eunuco Mubaššar,
tal vez no se asemeja a al Mu‘tamid, pero sí a los soberanos de su
infancia deniense, también antiguos esclavos de raza europea.
Allí compone los versos de su madurez, poblados de aves enamoradas como
siempre y con una secreta vena de poesía tradicional, como el resto de
su poesía.
Así, Mallorca tendrá los adornos de las aves:
| Es un país al que la paloma ha prestado su
collar | | | | y al que el pavo real ha vestido con sus plumas. | | | | Sus ríos son de vino, y los patios de sus casas,
las copas. | | |
|
Y cantará una fiesta de primavera que posiblemente sea una
reminiscencia pagana, conservada aún en la Mallorca islámica, de
las fiestas femeninas o mayas:
| Si aún tuviese el vigor de mis años
mozos, | | | | no dejaría pasar la fiesta del Nayrūz, sin beber de
amanecida. | | |
—96→
| | Es un día suave y poético, | | | | cuya blancura se extiende ya por los alcores y los
valles; | | | | es un día en el que juegan las muchachas | | | | y se contonean como las ramas bajo el soplo de la
brisa; | | | | cuando se sientan, parecen colinas sobre tierra
húmeda, | | | | cuando caminan, parecen antílopes en el
aprisco; | | | | tienen cuellos esbeltos, y sus vestidos, con
ceñidores, | | | | arrastran largas colas; | | | | son, a la vez, cultivadas y silvestres, | | | | sus rostros son, a la vez, serios y alegres; | | | | silenciosas, en su interior, hay una voz | | | | que grita y habla por ellas; | | | | cada una tiene un cumplido galán como
servidor, | | | | de rostro vergonzoso y corazón desvergonzado; | | | | no tiene miedo a las heridas del combate, | | | | pero las miradas hieren su rostro; | | | | la espada es fuego, la loriga es agua, | | | | entre los dos extremos, está el acuerdo. | | |
|
También compone panegíricos, entre los que destaca
uno en el que describe a la flota del soberano en la bahía de Mallorca.
Naturalmente, las naves se asemejarán a aves:
| Vuelan las hijas de la mar; sus plumas son | | | | como las de las hijas del cuervo, pero son halcones. | | |
|
Y tiene alguna imagen logradísima como:
| ... agitan los remos hacia ti, como pestañas | | | | de un ojo que parpadea ante el espía
indiscreto.91 | | |
|
Ibn al-Labbāna muere en Mallorca alrededor del año
1114, cuando se disponía a partir en busca de un nuevo al-Mu‘tamid.
Pero el rey poeta era insustituible. Los poetas que quedaban en
la ciudad decían odiarla en el odio a Sevilla literario. Así,
Abū-l-‘Abbās
—97→
Amad ibn
‘Abd Allāh, apodado «el ciego de Tudela»,
famoso por sus moaxajas y criado en Sevilla (m. 1126), dice:
| Me aburrí de Sevilla y ella se aburrió de
mí. | | | | Si ella me habló como yo la hablé, | | | | nos injuriamos mutuamente, por igual. | | | | Mi alma me movió a abandonarla y a vagar
errante, | | | | porque el agua es más pura en la nube que en el
charco.92 | | |
|
Levante
Los
fātas o antiguos
funcionarios califales, de origen europeo y servil, se hicieron dueños,
a la caída del califato, de las provincias de al-Andalus que se
extendían a lo largo de la costa este de la Península, el
Šarq al-Andalus, o Levante. Estas
tierras, de clima suave y próspera agricultura, no habían
conocido anteriormente un gran desarrollo urbano, a excepción de Murcia,
y la culturización producida por la llegada de las élites
cordobesas fue muy sensible. Hubo, con un gran desarrollo urbanístico,
un despertar a la cultura árabe, hasta entonces fenómeno lejano
de la Bética, tanto más cuanto los más conspicuos
intelectuales de la corte siguieron a los grandes
fātas en su aventura
taifal.
Así, los primeros nombres que suenan en tierras levantinas
son los de los poetas cordobeses como
āid de Bagdad o Ibn Darrāŷ
al-Qaalli. Ya vimos
cómo una de las más perfectas casidas neoclásicas de este
último poeta había sido compuesta, en Valencia, en honor de los
dos
fātas que
compartían el poder en esta ciudad. La presencia cultural cordobesa
continúa en Valencia cuando se convierte en rey de la misma
‘Abd al-‘Azīz, nieto de Almanzor.
Algo muy parecido sucede en el vecino reino de Denia, donde su
soberano, Muŷāhid, cultísimo militar de origen
seguramente sardo, aunque educado en Córdoba, acoge a importantes
intelectuales cordobeses. En esta taifa la poesía será fruta
madura, ya que Muŷāhid no es proclive a los poetas y prefiere a
los filólogos, ulemas y prosistas, porque, filólogo él
mismo, cree que los poetas no utilizan las palabras con propiedad. Ante la
figura de Ibn Darrāŷ guarda un respetuoso silencio,
—98→
cuando el anciano poeta recita ante él una solemne casida
en la que hace referencia a Muyŷāhid como marino, ya que con sus naves
conquistó las islas Baleares y Cerdeña, y que comienza
así:
| Naves que son como esferas celestes y donde sus
arqueros | | | | son estrellas, armadas de punta en blanco. | | | | Cruzas con ellas los abismos del mar, | | | | y sus olas se fatigan por el peso abrumador. | | |
|
Pero cuando los poetas no tenían la categoría de
Ibn Darrāŷ,
eran objeto de su desprecio. Un día se le presentó Abū
‘Alī Idrīs ibn al Yamānī de Ibiza, isla famosa por sus sabinas, y le
recitó, mientras el emir se dedicaba a tirarse de unos pelillos que
tenía en la mejilla ante el farragoso estilo del poeta balear, lo
siguiente:
Cuántas noches he viajado, preocupado
porque conmigo no iba la estrella de la buena suerte; iba acompañado de
un grupo de gentes altivas como leones del desierto o serpientes.
Vestían las negras tinieblas, cuando
andaban por la noche; se velaban con el resplandor de la mañana, cuando
caminaban por el día; caminan al occidente de cada tierra en su oriente,
y el oriente de cada tierra es occidente.
El alba está velada y la noche ha
tendido su tienda; es como si las deslumbrantes estrellas fuesen un grupo de
gente entre los que se levanta la luna como un predicador en el
púlpito.
Es como si la luz de la aurora fuese la
bandera de un jinete que siguiese un ejército de estrellas. Es como si
el rayo del sol fuese el rostro de Muŷāhid cuando ilumina con su resplandor el
atardecer.
|
Cuando terminó el poema, Muŷāhid le arrebató el papel en el que
estaba escrito, se lo llevó a la nariz, lo olió y
tapándose la nariz con los dedos, dijo: «Tu poema huele a
sabina
».93
Su sucesor
‘Alī ibn Muŷāhid (1045-1076), aunque no aparece como tal
crítico con los poetas, tampoco tiene una corte poética a su
alrededor. Los poetas denienses como Ibn al-Labbāna ya citados pertenecen
—99→
a la
tercera generación taifal y la conquista de Denia por los hudíes
de Zaragoza les lleva a exiliarse de su patria y hacer florecer su
poesía en otras tierras. No es solamente el caso de Ibn al-Labbāna: el filósofo,
científico, médico, botánico y musicólogo Abū-l-alt
(1067-1134), nacido en Denia y emigrado a Sevilla, será poeta en las
lejanas tierras de Egipto y Túnez.
Parecida situación se da en Murcia, pues ya hemos visto el
caso de Ibn Wabūn,
poeta en la corte de Al-Mu‘tamid. Parece que hay que esperar al siglo
XII para encontrar muchos excelentes poetas en esta tierra.
La excepción se encuentra más al sur, en tierras
levantinas de lo que hoy es Andalucía, en Almería, pues cuando
acceden al poder los Banū Sumādi, un familia de origen árabe, tras el
dominio de los
fātas Jayrān y Zuhayr, en el
año 1041, alrededor del rey al-Mu‘taim, se produce una pequeña corte
poética. Curiosamente la mayor parte de los poetas, exceptuados los
príncipes de la familia real, son de origen granadino, huidos del
ambiente poco favorable para la literatura árabe que ofrecía la
corte de los bereberes ziríes de Granada, donde el único poeta
que había podido sobrevivir fue Abū Isāq de Elvira, el alfaquí de
corazón de esparto.94 Así, son poetas en Almería Ibn
addād de Guadix (m. 1087), enamorado de una
doncella cristiana,95 o al-umaysir de Elvira, uno de los pocos
poetas andalusíes especializados en poemas de tipo ascético o
zuhdiyyāt, como muestra el
siguiente poema:
| El mundo es fugitivo y por eso dicen que es un
espejismo; | | | | todo lo que se construye acaba en desolación y
ruina; | | | | el destino es avaro y siempre hay en él
desasosiego; | | | | quita lo que ha dado y lo que da es castigo; | | | | el día del Juicio todos los hombres serán
interrogados | | | | y habrán de responder; | | | | El Acirate estará levantado aquel día, en
el que nada quedará oculto. | | | | ¡Confía en Dios y evita todo lo que
significa cálculo!96 | | |
|
—100→
Al-Mu‘taim, rey de Almería (m. 1091), es, como
al-Mu‘tamid,
un rey poeta, aunque no tiene la brillantez del sevillano, al que posiblemente
envidió un tanto. Tiene algunas imágenes bellas como:
| Miro las banderas palpitantes, movidas por las manos
del viento; | | | | ellas son nuestras mejores galas, y al verlas
tremolar | | | | parecen los corazones del enemigo el día de la
batalla. | | |
|
[Traducción de S. Gibert].97 |
|
Más interés como poetas tienen sus hijos Rafī‘l-Dawla, Abū
Ŷa‘far,
‘Izz al-Dawla y Umm al-Kirām, esta última
una mujer, de la que se conservan un par de versos, pero tal vez sus poemas no
hubiesen sido conocidos si no fuera por su condición de
príncipes.
Pero este
Šarq al-Andalus o Levante se redime de
no ser poéticamente la Sevilla oncena con el mejor poeta modernista de
al-Andalus, Ibn JafāŶa de Alcira (1058-1139). La vida de
este poeta de la ribera del Júcar no tiene el dramatismo de las de Ibn
Zaydūn,
al-Mu‘tamid o
Ibn
‘Ammār. El acontecimiento más importante de
su vida fue su encuentro, yendo de viaje con Ibn Wabūn de Murcia, entre
Almería y Lorca, con un destacamento de caballeros cristianos que les
atacaron y mataron al poeta murciano, pero Ibn Jafāŷa
logró huir (1091). Rico hacendado, no necesitó ir en busca de
mecenas de una corte en otra, ni en época de los reyes de taifas, ni de
los almorávides, aunque hizo algunos viajes y escribió algunos
panegíricos. Es, pues, su poesía y solamente su poesía lo
que le hace atravesar los siglos hasta nosotros.
Se le ha llamado el poeta «jardinero» porque su
poesía en este género poético alcanzó la más
extraordinaria calidad, pero en realidad su sentimiento de la naturaleza
desborda el marco del jardín y las flores, de forma que la poesía
que describe, la naturaleza se llamará, en al-Andalus, de estilo
jafāŷyi,
haciendo referencia a su apellido.
Es difícil analizar el secreto poético de Ibn
Jafāŷa,
especialmente cuando las muestras de su poesía han de leerse en una
traducción que ha perdido la belleza de las figuras de lenguaje
utilizado por el poeta como sus delicadísimas aliteraciones. Desde las
imágenes del pensamiento,
—101→
desde las comparaciones y todo
tipo de metáforas, podemos decir que realiza un encadenamiento sutil, de
forma que cada imagen lleva la connotación de otras muchas. Así,
cuando nos describe un jardín, vemos una sonrisa, un ejército en
marcha, el vino en su copa de cristal y a un caballo alazán, como en la
siguiente
rawiyyat, que acaba con la
aparición de un bello joven:
| ¡Ven a beber con premura, ahora que el
céfiro es lánguido | | | | y la sombra se extiende como trémulo
pabellón!; | | | | las flores son ojos que lloran al despertarse | | | | y el estanque es una sonrisa que brilla luminosa; | | | | las acacias están embriagadas y se cimbrean
ebrias | | | | mientras las palomas zurean en sus ramas; | | | | en el horizonte, nube y relámpago | | | | han dejado enseña y destacamento | | | | y así, todas las ramas de la fronda exhalan
aroma | | | | y sofocan con su aliento a collados y torrentes; | | | | el jardín agita graciosamente sus mantos, | | | | como un borracho, al que el céfiro tambalea; | | | | ahíto de agua, el rocío le ha
plateado, | | | | y al desaparecer la tarde ha dorado sus mejillas; | | | | desde el velo de las nubes, unos ojos vigilan el
jardín, | | | | mientras la tarde languidece; | | | | miran tiernamente a los que rondan, quejosos, | | | | del trato del fuerte hacia el débil; | | | | el sol, con la frente pálida, es suave | | | | y, en el viento, hay un aleteo de brisa
refrescante. | | | | El vino es abatido y cae de bruces, | | | | expulsando por su boca un aroma violento; | | | | la copa es un caballo alazán que da vueltas, | | | | con un sudor en el que fluyen las burbujas; | | | | corre con el vino y la copa, una luna | | | | de rostro hermoso y sonrisa mielada; | | | | armado de punta en blanco, en su cintura y en su
mirada, | | | | hay también armas y espadas penetrantes.98 | | |
|
Como hemos dicho, Ibn Jafāŷa es algo más que un
especialista en
rawiyyāt. Un ejemplo
podría ser el poema cinegético que traducimos
—102→
a
continuación y en el que ha logrado reproducir todo el colorismo y
dinamismo de una cacería:
| Caza con toda clase de aves de rapiña, | | | | de ruidosas alas y rojas garras, | | | | cuyos costados están rodeados de un tejido
rayado | | | | y tienen los ojos alcoholados de oro; | | | | se les da suelta, con todas las esperanzas | | | | y vuelven con las garras y el pico teñidos; | | | | también están los corredores, de gran
hocico, ojos pequeños, | | | | flexible talle, correas al cuello, y
experimentados; | | | | muestran dientes como puntas de lanzas, | | | | mas cuando corren, son las propias lanzas
cimbreantes; | | | | siguen a la presa sobre las rocas, mientras la
noche | | | | les envuelve con su manto de color de la pez; | | | | unos son negros, con ojos llameantes, | | | | que parecen lanzar carbones encendidos; | | | | otros llevan camisa rojiza en la que, la correa, | | | | parece un cometa errante en una nube de polvo; | | | | corren sobre la línea de un camino borrado, | | | | pero ellos leen la línea de escritura; | | | | su esbeltez ha doblado su espinazo, de tal manera que
parecen | | | | lunas menguantes entre el polvo que les oculta. | | | | A veces la presa es un zorro de vientre blanco, | | | | con finas orejas y pelaje gris; | | | | corre con precaución, encogiendo las patas, | | | | se encoge y se dobla como un brazalete; | | | | corre con astucia, dando regates, | | | | y casi está a punto de escapar de las manos del
destino, | | | | pero, al darse la vuelta, el temor de la muerte | | | | le impulsa como una pelota que devuelven | | | | las manos del desierto; | | | | otras veces es una ave ligera que pasa | | | | y levanta el vuelo de otras aves; | | | | corta de paso, parece caminar | | | | como una joven que arrastra un manto; | | | | con su pico teñido parece que ha bebido | | | | en una copa de vino.99 | | |
|
—103→
La visión antropológica de la naturaleza lleva a
Ibn Jafāŷa a
personificar una montaña como interlocutor de una serie de pensamientos
ascéticos. Así, sin dejar de ser el poeta de la naturaleza,
penetra en el género de las
zuhdiyyāt de una forma
originalísima, tanto como en el tema: la poesía árabe
medieval había olvidado las montañas como tema
poético:
| ¡Por mi vida! ¿Era el veloz viento
ábrego | | | | quien ponía alas a mis pies o era mi noble
cabalgadura? | | | | Apenas había amanecido, como si fuera un
astro, | | | | cuando ya me deslizaba hacia el ocaso; | | | | había errado solo por los desiertos, | | | | me había encontrado con el rostro enmascarado de
la muerte; | | | | no llevaba otra compañía que la espada
afilada, | | | | ni había tenido otra compañía que
la giba de mi camello; | | | | no había tenido otro solaz que la fugaz
sonrisa | | | | que aparece en los labios del deseo en la faz de la
ilusión; | | | | mis palabras, en la noche, se me mostraban
falsedades; | | | | arrastraba las tinieblas de negros penachos | | | | para abrazar las esperanzas de blancos pechos, | | | | cuando, al desgarrar el escote raído de la
noche, | | | | surgió el brillo de una sonrisa
sombría | | | | y vi en el girón del alba, en la claridad
tenue | | | | donde una estrella encendía su fulgor, | | | | un monte de alto y orgulloso penacho, | | | | cuya cumbre rivalizaba con la altura del cielo | | | | y detenía a los vientos de todas las
direcciones, | | | | mientras oprimía, con sus hombros, a los astros
de la noche; | | | | siempre joven a lo largo del tiempo, | | | | a veces aparece con la cabeza cana de nieve; | | | | las nubes que le envuelven parecen turbantes negros | | | | y el resplandor de los relámpagos, penachos
rojos; | | | | hincado de pie, en medio de la tierra desierta, | | | | parece pasarse la noche meditando. | | | | Yo le hablaba a gritos y permanecía mudo, | | | | pero aquella noche me contó maravillas: | | | | «¡Cuántas veces he sido refugio de
criminales | | | | y asilo de ermitaños y penitentes! | | | | ¡Cuántas veces han llegado, al anochecer,
viajeros | | | | y han dormido a mi amparo, jinetes y cabalgaduras, | | |
—104→
| | mientras mis espaldas eran azotadas por los vientos | | | | y mis flancos eran golpeados por el verde mar! | | | | ¡Cuántos soles y lunas he visto pasar | | | | y cuántas miradas de las estrellas se han posado
en mí. | | | | Todos han sido barridos por la mano de la muerte | | | | o han sido alejados por el viento de la adversidad! | | | | El latido de mis bosques no es sino temblor de un
pecho | | | | y el zureo de sus palomas, el planto de las
plañideras; | | | | el olvido no ha secado mis lágrimas, | | | | aún lloro el alejamiento de mis amigos. | | | | ¿Hasta cuándo seguiré
despidiéndome | | | | de un viajero tras otro? | | | | ¿Hasta cuándo seguiré vigilando
las estrellas | | | | que aparecen y desaparecen continuamente? | | | | ¡Ten piedad de mí, Señor!
¿Es la plegaria de un suplicante que | | | | extiende sus manos hacia ti?» | | | | Así me hizo oír en su prédica
todas sus experiencias | | | | que había traducido al lenguaje de los que han
sido probados; | | | | me consoló, al hacerme llorar, | | | | me alegró, al hacerme sufrir. | | | | Fue el mejor compañero de mis noches de
viaje. | | | | Me despedí de él y le dije
adiós: | | | | unos están condenados a permanecer, otros a
partir.100 | | |
|
La poesía de al-Andalus había alcanzado su cumbre
con esta montaña. Ya no volverá a subir a estas alturas. Ibn
al-Zaqqāq de
Valencia (m. 1134), sobrino y discípulo de Ibn Jafāŷa,
tal vez por su prematura muerte sólo reproduce de su tío la
belleza formal como en el poema:
| Crucé por los arriates de amapolas. | | | | jugando andaba el céfiro, y la lluvia | | | | con su fusta de azogue flagelaba | | | | las florecillas de color de vino. | | | | ¿Qué delito fue el suyo? Que robaron | | | | el lindo carmesí de las mejillas. | | |
|
[Traducción de E. García Gómez].101 |
|
—105→
Badajoz
Si en las tierras de al-Andalus que recibían primero el
sol floreció la poesía, no fue menos en las tierras del occidente
donde se ocultaba, pero tal vez, en un paralelismo con el fenómeno
astral, esta poesía no va a ser tan luminosa.
Si el Levante fue conocido por
Šarq al-Andalus, el occidente lleva
también el nombre geográfico correspondiente: Garb al-Andalus, u
oeste de al-Andalus, nombre que perdura aún hoy en el sur de Portugal,
en el Algarve.
En esta zona sudoccidental, los poetas estuvieron bajo la
influencia estelar de Sevilla, pues los pequeños reinos del Algarve
fueron incorporados a esta taifa por al-Mu‘taid. Así, el mejor de sus poetas en esta
época fue Ibn
‘Ammār de Silves. Pero las tierras centrales de lo
que es hoy Portugal y la Extremadura española formaron el reino de
taifas de Badajoz, que conservó su autonomía hasta la conquista
de los almorávides con la dinastía de los Banu Afas o aftasíes.
Estos soberanos, de lejano origen bereber, se distinguieron de las otras
dinastías de este origen étnico más o menos lejano como
Granada y Toledo por gustar, cultivar y proteger la literatura.
La corte de Badajoz tuvo también un poeta modernista, Ibn
āra de Santarén (m. 1123), del que ya
mencionamos un poema sobre la berenjena, pero su poesía resulta muy
artificiosa frente a la maestría de Ibn Jafāŷa.
Por ejemplo, Ibn
āra describe así un naranjo:
| Veo que el naranjo nos muestra sus frutos | | | | que parecen lágrimas de rojo por los tormentos
del amor. | | | | Pelotas de cornalina en ramas de topacio, | | | | en las manos del céfiro hay mazos para
golpearlas. | | | | Unas veces las besamos y otras las olemos, y
así, | | | | tan pronto son mejillas de doncellas como pomos de
perfume. | | |
|
[Traducción de E. García Gómez].102 |
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La descripción del naranjo y su fruto en Ibn Jafāŷa,
utilizando los mismo procedimientos, es decir, metamorfoseando las naranjas en
piedras preciosas, resulta superior, sin términos pedantescos:
—106→
| ¡Cómo se pavonea, orgulloso, cuando la
lluvia | | | | le regala joyas rojas y ropajes verdes! | | | | La saliva de las nubes se ha derretido como plata | | | | en sus ramas y se ha solidificado en oro puro.103 | | |
|
Unos personajes curiosos, al menos por su apellido romance que
significa «vuelvo la cabeza», son los hermanos Qaburnu, Abū Bakr (m. 1126), Abū-l-asan y
Abū Muammad, los dos
últimos muertos en fecha desconocida. Los tres eran poetas de tipo
modernista y se nos ha conservado un poema hecho por los tres al
alimón.
Los tres hermanos habían estado bebiendo juntos hasta que
el sueño les venció. Al amanecer, se despertó primero
Abū Muammad, que le dijo en
verso a su hermano Abū Bakr:
| ¡Oh hermano mío, ha llegado la aurora a la
que la noche | | | | había velado la luz y la belleza de su
rostro! | | | | ¡Despierta y aprovecha la alegría de la
mañana, | | | | pues no sabemos qué traerá la nueva
noche! | | |
|
Despabilado, Abū Bakr recitó al tercer hermano
aún durmiente, Abū-l-asan:
| ¡Oh hermano mío! ¡Levanta a ver la
languidez del céfiro, | | | | la mañana del jardín y el vino
fresco! | | | | No duermas y aprovecha la alegría del
día, | | | | pues ya tendrás un largo sueño bajo la
tierra. | | |
|
Despertose Abū-l-asan y dijo:
| ¡Oh hermanos míos! ¡Dejad los
reproches | | | | y bebamos el mejor vino de nuestra bodega!: | | | | ¡despreocupaos del transcurso de los
días: | | | | el día es de vino y la mañana
ocasión de beberlo!104 | | |
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El hedonismo de los Banū Qaburnu no fue interrumpido por la caída
de Badajoz en poder de los almorávides, mientras otro poeta, Ibn
—107→
‘Abdūn de Évora (m. 1126), entonaba un
lúgubre treno por la caída de los reyes de taifas en general y de
los aftasíes en particular.
Este género, el treno -rita o
martiya en árabe- ya tiene unas
características propias en esta época, tanto desde el punto de
vista formal con el uso de anáforas que le asemejan a una
letanía, como desde el punto de vista temático con el
leitmotiv del
ubi sunt o dónde fueron los
pueblos y grandes hombres que vivieron en el pasado y luego desaparecieron. El
treno de Ibn
‘Abbūn ofrece todas estas características,
pero la enumeración de personajes de la antigüedad que
desaparecieron como lo habían hecho los reyes de taifas le convierte en
una especie de enciclopedia erudita en verso. El mejor elogio fúnebre de
la época dorada de los reinos de taifas lo realizó otro
contemporáneo de Ibn
‘Abdūn y originario de las tierras del occidente de
al-Andalus: Ibn Bassām de Santarén, al escribir una
antología crítica de la literatura que se había producido
en el siglo de oro de al-Andalus: el siglo de las taifas.