Quera; es un lugarejo situado al poniente de «El
Puesto del Marqués», ubicado en el distrito de Mocaraite,
allí en ese páramo montañoso y alto tuvo lugar el
encuentro de las tropas del Gobernador de Jujuy don José María
Álvarez Prado, con las de don Laureano Saravia, el 4 de enero de
1875.
Con el objeto de ganar prestigio, entre los pobladores de
los departamentos de La Puna, promovió don Laureano Saravia un
movimiento en favor de la entrega de las tierras a los paisanos pastores que la
habitan.
Los puneños querían librarse de la
sujeción de los dueños de tierra, para eludir el pago de los
arriendos de los campos donde alimentaban sus ovejas, llamas y burros,
únicos animales domésticos adaptables a esas alturas.
Ellos se consideraban aún con derecho a la tierra
porque en el régimen colonial tuvieron su dominio útil y una ley
provincial, de 1835, contiene una formal promesa de los poderes públicos
de solucionar esa situación.
El movimiento encabezado por Saravia tomó en seguida
mucho incremento. El 4 de diciembre de 1874, tuvo lugar el primer combate con
las tropas del gobierno. Los puneños se atrincheraron en Cochinoca y
resistieron valientemente a los atacantes. El gobernador Álvarez Prado
organizó entonces una expedición en forma y con las fuerzas de
Salta ocupó La Puna hasta vencer a Saravia en «Quera».
Es interesante el parte de esta batalla, redactado por don
Segundo Linares, y por eso lo transcribo.
Cuartel General en Mocaraite, enero 5 de 1875.
Al excelentísimo señor Gobernador de la
Provincia de Jujuy, Comandante en jefe de la División Expedicionaria a
la Puna, coronel don José María Prado.
Tengo el honor de dar a Vuestra Excelencia el parte
detallado del combate que ha tenido lugar ayer en las serranías de Quera
entre la División Expedicionaria a la Puna y las fuerzas rebeldes
encabezadas por el caudillejo Laureano Saravia, dando por resultado la completa
destrucción de la montonera, con lo que muy pronto quedará
restablecida la tranquilidad de la República en el único punto de
ella que aún se encontraba alterada, no obstante haber sido vencido
Mitre y sus seides cuyos nombres invocaban los sublevados de esta provincia,
como consta de los documentos que le les ha tomado.
Pero antes de entrar a describir este hecho en la parte
militar, voy a permitirme hacer mención de los generosos y laudables
esfuerzos hechos por Vuestra Excelencia en el sentido de arribar a un
avenimiento con los rebeldes que diera por resultado la completa
pacificación de la Puna, sin efusión de sangre argentina.
A este propósito, en nombre de Vuestra Excelencia e
invocando el del Excelentísimo Gobierno de Salta a quien tengo el honor
de representar, me dirigí al rebelde Saravia desde Abra Pampa
acompañándole una intimación de Vuestra Excelencia para
que se rindiera, ofreciéndole en cambio plenas garantías para
él y sus subordinados; y habiendo contestado negativamente, me
dirigí por segunda vez proponiéndole una conferencia con Vuestra
Excelencia que se adelantaría a esperarlo en el «Puesto del
Márquez» acompañado nada más que de una
pequeña escolta, pudiendo él venir sólo o con toda su
fuerza, como mejor le pareciese. Esta segunda nota tampoco dio resultado, pues
los rebeldes, lejos de aceptar un expediente tan racional como el que se les
proponía, pretendían que la División Expedicionaria se
retirara de la Puna, quedando Vuestra Excelencia con sólo su escolta;
pretensión absurda y pueril que no merecía tomarse en
consideración. Sin embargo, recibida la comunicación que la
contenía, el 4 del presente a las 8 a. m. fue contestada por el suscrito
una hora después, manifestando a Saravia que Vuestra Excelencia
insistía en su anterior intimación, fijándole las 3 p. m.
de ese mismo día para que hiciera conocer su resolución
definitiva.
A la sazón nos encontrábamos en el Puesto del
Márquez de donde emprendimos la marcha a las 10 a. m. con toda la
División a situarnos al frente del enemigo que estaba posesionado de las
serranías de Quera, distantes tres leguas del de nuestra partida, para
esperar allí la del caudillejo Saravia.
Habíamos andado como dos leguas cuando Vuestra
Excelencia destacó los dos escuadrones de tiradores de caballería
a las órdenes de sus comandantes Torres (Capitán del Regimiento
12 de Línea) y Villegas, para que flaqueando las posiciones del enemigo,
el uno por la izquierda y el otro por la derecha, se pusieran ambos en contacto
por su retaguardia, cortándole la retirada a los campos de la
Rinconada.
La infantería (compuesta por los Batallones 1.º
Comandante J. Álvarez Prado; 2.º (Salta) Comandante Ignacio
López, Jefe de la 1.ª Brigada; 3.º Comandante Samuel Linares,
Jefe de la 2.º Brigada y 4.º Comandante Emilio Zenarruzza, bajo las
órdenes del Comandante don Justo Aguilar, Teniente Coronel del
Ejército Nacional) continuó su marcha hasta colocarse al pie de
las escarpadas serranías de Quera e hizo alto en el punto denominado
Mucaraiti, donde, después de haber aliviado a la tropa de todo aquello
que no le era indispensable para el combate, esperó hasta las 3 p. m.
hora en que no habiendo llegado la contestación de Saravia (que
había apresado a nuestro emisario) ordenó Vuestra Excelencia que
la infantería trepara el cerro que tenía al frente.
Según los informes de los prácticos de la
localidad que habíamos tratado de recoger con toda la minuciosidad
necesaria, el campo enemigo estaba a espaldas de dicho cerro de manera que tan
luego como llegáramos a la cumbre de él, debíamos
avistarlo (informes que como lo sabe Vuestra Excelencia resultaron inexactos y
hasta los creo maliciosos) así es que la infantería tuvo que
emprender su ascensión por la parte más perpendicular, en el
orden siguiente; a la derecha los Batallones 1.º y 2.º y a la
izquierda el 4.º y 3.º mediante una distancia de 3 a 400 metros uno
de otro Batallón habiendo destacado una descubierta compuesta de doce de
nuestros asistentes por una quebrada que desembocaba a nuestra izquierda
comunicando con el campo enemigo.
A las 3.35 p. m. toda la infantería, lo mismo que
Vuestra Excelencia con su reducido Estado Mayor, ocupaba la cumbre del cerro,
cuyo ascenso se ejecutó en el mayor orden y sin que se fatigara la
tropa; pero lejos de encontrar el campo enemigo a sus espaldas, como lo
esperábamos, sólo descubrimos otros cerros, escalonados de
distancia en distancia, tanto o más elevados que el primero; y en la
cúspide del más alto a una distancia, que no bajaría de
mil metros alcanzamos a percibir con el anteojo algunos hombres, lo que nos
hizo creer que el enemigo había emprendido su retirada con
anticipación; y en tal concepto ya ordenaba Vuestra Excelencia que
regresara al campamento de Mucaraiti, cuando algunas detonaciones confusas y
apenas perceptibles, a muy larga distancia, lo decidieron a avanzar hacia el
punto de donde parecían partir, llevando los Batallones el mismo orden
antes indicado. A medida que avanzábamos las detonaciones se
hacían sentir con más precisión, lo que entusiasmaba
sobremanera a la tropa que quería medir cuanto antes sus armas con las
del enemigo.
Habríamos marchado, como una legua cuando llegamos al
pie de otro corro tan elevado como el anterior, a la derecha del cual, en una
meseta, descubrimos recién el campo que había abandonado poco
antes el enemigo: emprendimos, desde luego, su ascensión y caímos
a una quebrada profunda desde la cual se percibía al frente en la cumbre
de otro cerro mucho más elevado y con menos inclinación que los
anteriores y a la izquierda las fuerzas del enemigo que diseminadas en una
extensión que no bajaría de una legua se batían con
nuestros dos escuadrones de caballería y que ocupaban los extremos,
sosteniendo un nutrido fuego de una y otra parte.
La infantería, continuó avanzando hacia los
lugares del combate y desde la mitad de esta tercera altura empezó a
recibir una lluvia de proyectiles de plomo y de piedra que le descargaba el
enemigo desde las cumbres de que estaba posesionado, las que eran contestadas
con un fuego graneado que se hizo general en toda la línea. Desde este
momento se empeñó un combate cuerpo a cuerpo entre nuestros
valientes soldados y los no menos bravos indígenas de la Puna que, sin
tener quien los dirija por haber huido cobardemente su jefe el caudillejo
Saravia al principio del combate, se batían cada uno por su cuenta pero
con un valor individual superior a todo elogio y digno de mejor causa.
Los primeros de nuestros soldados que llegaron a la cumbre
fueron bárbaramente sacrificados, pues se han encontrado sus
cadáveres con las manos amarradas para atrás, fusilados y luego
aplastados (chancados, como dicen los indígenas) con gruesos
pedrones.
A las 6 p. m. en medio de una espesa niebla y de la nieve
que empezaba a caer, se pronunció la retirada del enemigo que
descendía de las alturas que había ocupado hacia una quebrada que
desemboca en los campos de la Rinconada.
Nuestras tropas emprendieron entonces una tenaz
persecución: y entusiasmados por el heroico ejemplo que les daba Vuestra
Excelencia bajaban confundidas con las enemigas que seguían
batiéndose en retirada y cuerpo a cuerpo en las nuestras. Así
llegaron hasta una pequeña planicie donde parte de ellas fueron cortadas
del resto que logró escapar, gracias a su destreza sin igual en trepar
los cerros que conocen palmo a palmo por haber nacido y criádose en
ellos.
A las 7.25 p. m. recién había cesado el fuego
y la persecución y nuestras tropas extenuadas de fatiga se replegaron a
una quebrada estrecha y cubierta de bosque de queñua, donde se
encendieron fuegos tanto para hacer menos sensible la inclemencia de la
temperatura en esa elevada región de las nieves, como para indicar a los
muchos rezagados que habían quedado, un punto de reunión.
Allí hemos permanecido hasta las 9 a. m, de hoy en
que hemos regresado al punto de donde partimos conduciendo los prisioneros y
trofeos tomados al enemigo; y después de recibir los partes parciales de
los jefes de los cuerpos de que la División, recién me es posible
pasar a Vuestra Excelencia como lo hago, el parte detallado ante.
El enemigo que ha presentado en acción un
número de más de 800 nombres, entre ellos 300 y tantos con armas
de fuego y los restantes armados de lanza y honda, ha perdido 194 muertos entre
ellos el cabecilla Federico Zurita, titulado comandante y el de igual clase
Benjamín Gonza; 231 prisioneros, entre ellos 87 heridos, 123 fusiles, 27
lanzas, 4 sables y espadas, 2 banderas, una caja de guerra, 5730 tiros a bala,
207 tarros de pólvora y algunos otros artículos de guerra de poca
consideración. Entre los prisioneros se encuentran 9 de los principales
cabecillas de la sublevación.
Por nuestra parte llevamos al combate 702 hombres, quedando
de reserva y en distintas comisiones 294; y tenemos que lamentar la
pérdida de 73 hombres fuera de combate, entre ellos 27 muertos de tropa
y dos oficiales de caballería.
La conducta de todos los jefes y oficiales y tropas de
nuestra división es digna de todo elogio, pues debido a su bravura,
entusiasmo y decisión es que ha podido vencer a un enemigo tan fuerte en
sus inexpugnables posiciones que, si bien no las ha defendido a pie firme, como
era de esperarse, se ha batido durante tres horas consecutivas con una
obstinación igual a la de los paraguayos. La caballería, a las
órdenes de los valerosos comandantes Torres y Villegas, ha soportado lo
más rudo del combate; así es que no puedo dejar de hacer una
mención especial de este Regimiento, como de los doce asistentes que
formaban la descubierta destacada, por Vuestra Excelencia la que se
incorporó al comandante Torres en los momentos más
difíciles del combate.
Los heridos enemigos son asistidos por el mismo
interés que los nuestros por el cirujano de la División
señor A. Ojeda, que desde el arribo a este punto se ocupa de hacerles la
primera curación con una decisión verdaderamente humanitaria y
digna de todo encomio.
Felicitamos a Vuestra Excelencia por el triunfo obtenido
sobre la última montonera que subsistía en la República,
con cuya destrucción quedará restablecida su tranquilidad y
pacificada la Puna; y deplorando tan sólo que para la consecución
de tan altos fines haya sido menester emplear el terrible recurso de las armas
por negarse a todo otro acomodamiento el enemigo fanático que
teníamos al frente, me es grato reiterarle la seguridad de mi respetuosa
consideración.
Dios guarde a Vuestra Excelencia |