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Comienza el Epistolario del mismo famoso coronista don Francés, y son cartas enviadas a diversas ilustres personas

(1)

[CASTRO, A. de (ed.). Biblioteca de Autores Españoles. Desde la Formación del Lenguaje hasta nuestros días. Curiosidades bibliográficas. Colección escogida de obras raras de amenidad y erudición, con apuntes biográficos de los diferentes autores, v. XXXVI, Madrid : 1855.]





Carta que puso don Francés a las puertas de palacio

     Don Francés, por la gracia de Dios, reformador de los locos y enemigo de necios, extramuros de miserables, salud y gracia: Sepades cómo el Emperador, nuestro señor, me hubo hecho merced de la putería de Arjona, y por nuestros pecados en la dicha casa de adulterio ogaño no ha quedado mujer que no haya muerto. Movido a caridad, digo que cualquier señora o caballero que hija tuviere y no la pudiere casar tan a su honra como ellos quisieren, que yo don Francés la recibiré en la mi casa de Arjona para que cada día haga cincuenta pecados mortales, que allí la absolverán totiens quotiens; con tanto que la señora que allí entrare sea primero obligada a examinarse con el chantre don Hemando de Córdoba y con don Francisco González de Medina, que se parece al desierto en que anduvo san Juan, y con que sepa el cantar de Pedro Aguiloche, y «so los álamos vengo, madre», y con que lleve una cama de ropa y tina libra de cera y cinco mil maravedís. Allí la serán guardadas sus buenas costumbres y previlegios y órdenes, y para ello damos por fiadores a Carazo, zancajo de cabra cecinada, y al regidor de Segovia, gusano de seda muerto, y a Soria el secretario, que parece buey aguado; y porque lo dicho es y será ansí, lo firmo de mi nombre, y para que sea notorio a todos, venga cada uno firmando por lo que hubiere de hacer.

Don Francés de Zúñiga.



Carta de don Francés al Rey de Portugal

     Muy reverendo Señor: El otro día escribí a vuestra alteza haciéndole saber la mucha voluntad que siempre he tenido a la casa de Portugal, especialmente a vuestro padre de gloriosa memoria, por quien yo he de mirar, ansí por vuestra alteza como por vuestros hermanos, que en verdad no os miro yo con menos ojos que a mi hijo el mayorazgo; y por esto que dicho tengo he trabajado de os casar con la más gentil moza que hay en el mundo, sino que a la sazón que llegó este vuestro paje fidalgo y algo morenete, la señora vuestra mujer tenía tanto reuma, que era maravilla. Ella decía a todos que era romadizo; mi fe, para con vuestra alteza, hablando a la ciara, ellos son mozos cotidianos, heredados de padres y agüelos. El embajador Pedro de Correa es tan honrado y hace tanto en vuestro servicio, que su majestad y cuantos buenos somos en este reino le tenernos en mucho. Han querido decir algunos que parece el dicho embajador al Lias(2), que está depositado en los Algarbes hasta el novísirno día. El doctor que tenéis es muy buen caballero y gran servidor; sabe toda aritmética, es gracioso y más apacible que el mapa-mundi; ha dado tan buena cuenta en esta Castilla de su persona, que viudas y doncellas le querían detener hasta que Dios las alumbre, y dícenle a grandes voces: «Domine doctor, ¿por qué nos queréis hacer batanar?» Ansí que una dellas le dijo con enojo que parescía porrón de piedra en pilar de agua o imagen en medio de camino, vuelto el rostro hacia regañón. Y porque a vuestra alteza le placerá del bien de doña Elvira de Mendoza, que es muy vuestra servidora, la desposamos víspera de San Francisco con mosiur de Laxao; y dice doña Elvira que la causa por qué más se casó con él, fue por la gran solicitud suya; y la noche que la desposaron salió muy bien vestida con una ropa de zorros, y tina espada de a dos manos, cantando dolorosa. Danzó la marquesa de Cenete con el mayordomo mayor, y el duque de Béjar, vuestro amigo, con doña Ana Manrique, y en medio de la danza decía el Duque a doña Ana: «Juro a Dios y por el cuerpo de Dios, que se me ha olvidado;» y doña Ana contaba al Duque de la ferocidad de su padre y de la antigüedad de sus pasados; ansí que para bien danzar no era menester nada desto. Y la noche que a vuestra alteza desposarnos salieron hechos momos el gran duque de Alba y el almirante y don Herrando, su nieto del Duque; y como este mancebo sea largo y bien dispuesto, y estotros señores no tanto, parescía que iban nadando con alabardas; y porque a esta llora se hundió un entresuelo con el Doctor y otras dos dueñas, la una de las cuales se llamaba Sánchez de Ardaz, no alargo más, sino que quedo a lo que cumpliere a vuestra honra.

Don Francés.



Carta de don Francés al mayordomo mayor de su majestad; donde pone el blasón de sus armas del mismo don Francés

     Lo que de mis pasados se sabe, y cómo ganaron sus armas, es esto: En la ciudad de Samaria había un caballero que se llamaba Abued, el cual caballero tenía un castillo que había por nombre Nínive, frontera de luengos tiempos con Nabucho-Donosor, y al tiempo que Titus y Vespasiano fueron a cercar la ciudad de Jerusalén, temiéndose de aquel castillo, en el cual estaba por alcalde un mi agüelo de parte de padre, el dicho Titus y Vespasiano enviaron gentes de guarda sobre el castillo; y como esta gente se aprontase a combatir el castillo, y mi agüelo no pudiese defenderse por la poca gente que dentro tenía, acordó de armarse, y sobre las armas, en el costado izquierdo, llevaba un corazón de paño colorado, y abrió las puertas del castillo, y peleó con los enemigos de tal manera, que a los primeros golpes que vio la gente, cayó de miedo muerto en el suelo. Y por esta hazaña le fueron dadas por armas, a la mano izquierda un roel colorado a guisa que los mardoqueos antiguos traían, y a la mano derecha una torre; quieren buenas lenguas que este roel sea epítima, y la torre coluna.

     Otrosí, en Castilla hubo un rey que se llamó Sancho Abarca, el cual fue avisado de algunos caballeros cómo la provincia de Vizcaya se quería levantar contra su servicio, y con enojo que este rey tuvo, de presto tomó la más gente que pudo, y entró por la provincia por les quebrantar sus costumbres y previlegios; y en este tiempo un bisagüelo de parte de mi madre, natural de Garnica, llamado Perote de Lezogunes, como vio estragar la tierra, apellidó los más parientes que pudo y puso al Rey en tanta necesidad, que capituló con él desta manera: que les guardaría sus previlegios; y porque mi agüelo, andando peleando, había dejado un capote en el campo antes que entrase el Rey, al modo que él y sus parientes estaban en piernas, y un dardo en la mano y un pie descalzo, por eso le fueron dadas por armas una lanza, con la cual dicen que después se halló en la de Hierusalén.

     Otro mi agüelo, viviendo con el rey Melquisedech, por hacer fiesta al Rey, le convidó al monte, y en el monte le aderezó de comer para él y los suyos; y como este mi agüelo anduviese cansado de aderezar la comida, adurmiose; y estando durmiendo, un puerco montés medio rabioso, herido, se soltó de la enramada y pasó por donde estaba este mi agüelo adormido, y el puerco, con la rabia de la muerte, no sabiendo lo que hacía, le comió el prepucio, y por esto nos fue dado por armas que, en lugar de prepucio, de camino trajésemos papahigo, y de rúa muceta; así que estas son las armas que vuestra señoría ha de poner en la planzada del oro para mí, según por este blasón mas claro paresce.

Don Francés.

Carta de don Francés para el Marqués de Pescara

     Señor primo: Aquí anda Gutiérrez más trajisado que el año de 23, y muriendo por vuestros negocios y solicitando más que Pedro Mártir, sus juicios que se han hecho. Yo hubiera ido a ver a vuestra señoría, sino por miedo; que me han dicho que os han hecho capitán general contra Francia. Soy tan mal amigo de quijotes y guarda-brazos, que en vellos se me acuerda de aquella escaramuza de Jerusalén. Cada día digo al Emperador lo mucho que merecéis, y su majestad responde que se verá en Conejo. El solicitador del duque de Sesa anda tras mí para que en muriendo tenga cargo de sus casas, pues que lo tengo ya de las de Gutiérrez; yo le he dicho: «Escudero muy chiquito, vade enhoramala, que solo el marqués de Pescara me da pan que chillo(3).» A vuestra señoría hago saber cómo ha tres meses que estoy fuera de la corte, y si el Emperador por mí no enviara, tarde volviera; y la razón es, porque los que aquí andan son pocos y pobres de ánimo y traen los gaznates secos de codicia; hasta el novísimo día os mando que estéis con lo estabais. Luego vuestra señoría me envíe de allá unas sortijas con piedras que parezcan buenas y no valgan nada, y un joyel del mismo jaez; en tal manera que el oro tengan grueso. El conde de Nasao se casó, y razonablemente, y llámase marqués de Cenete; la señora novia es ganosa de pelear. El Emperador y la reina de Portugal fueron padrinos, y yo subdiácano, y el conde de Ginebra, que paresce horno metido entre paredes, y marqués cuanto Dios querrá y cuanto vuestra señoría se mostrará colérico, hizo de nionacillo; Antonio de Fonseca ha holgado mucho de las bodas; el duque de Béjar, mi amo, no ha hecho en sus negocios más que el día primero. El prior de San Juan tiene encargo en Barcelona de setenta y tres virgos, amen de muchas casadas disfamadas, y el gobernador de Breda cada luna nueva tiene pasiones nuevas de sus almorranas. El gran Chanciller trae cabellera, y el otro día tuvo ciertas palabras delante de su majestad con el Presidente, en tanta manera, que llegaron a las manos, y quedó tal, que parecía madre de maestre Liberal, físico. El embajador de Portugal habla muchas veces a su majestad sobre la especería, que creo que la habrá de venir a comprar acá Portugal. Por el capitán Corbera me preguntó el otro día su majestad, y me dijo si le conocía; yo diciendo que no sabia por quién decía, me dijo SU majestad que era uno que parecía osa nueva embarrancada en arroyo. Hablará vuestra señoría al Papa, y decirle ha que si como come lonjas de tocino, comiese garbanzos, que otro gusto le darían.

     A mi señora la Marquesa , mi prima, dirá vuestra señoría que Hernando de Vega muere por amores suyos, y que cuando no se casare, correrán las postas a besarla las manos él y don Juan Manuel, y será como cuando van a caza galgo y podenco. Y el señor don Rafael de Guardiola, mi embajador de Florencia, hace tanto por Gutiérrez, que si no fuera por su señoría, estaría mas angosto que tina anguilla cecial; quiere al Rey también, y más que a don Antonio de Córdoba, el obispo de Burgos. Fue el otro día a palacio como le parió su madre y la mano puesta atrás, y lo que iba diciendo: Estella fiel gatho die(4); y porque se me alborota el seso, no digo más sino hacer saber a vuestra señoría que gobierno al Emperador. Al visorey de Nápoles dará mis encomiendas, y de mi parte le diga que nunca medre SU señoría, porque no me escribe, y que digo yo que paresce acerola que no ha madurado o carne de membrillo hecha en Toledo. De Burgos , a lo que cumpliré a vuestra honra. Yo digo que soy vuestro pariente, y que lo entiendo de probar.

Don Francés.



Carta de don Francés para la Reina de Francia, doña Leonor

     Desasosiego de mi vida: Lo que yo os puedo escribir es que noramala os conocí para vos y para mí; y si Adán, nuestro padre, penó tanto por Eva, maldito sea su merced; y desto que os escribo, no solamente lo callaréis, mas guardaos el diablo, no lo sienta el Emperador; y por me hacer merced no os alteréis, porque buen ejemplo tenemos que los hombres quieren bien a las mujeres; hasta los bueyes y animales; que el buey quiere a la vaca, y el mono a la mona, y el duque de Calabria a doña Ana Manrique, y don Gómez a doña Elvira de Mendoza, y Antonio de Fonseca al conde de Nasao, y el duque de Béjar al duque de Alba, y el duque de Nájera al Condestable; y esto he dicho porque sin amor ninguna cosa se puede hacer; y no de balde dijo el obispo de Coria que si Sancho Cota vinicre con su cruz, díganle de mi parte que paresce botijón en casa de boticario con rétulo; y si el embajador de Portugal os hablaré en el camino sobre la especiería, respondedle [sic] muy mesurado: «Por la mi vida, Embajador, nescitis quid petatis

     Don Luis de Rojas ha hecho muchas fiestas a su majestad aquí en Lerma; la primera fue que le presentó medio cuarto de ternera y tres docenas de huevos, y tras esto le dio una petición contra su suegro, que le hiciese pagar la mitad. El duque de Béjar, viernes en la tarde, dio tantos de palos a su hijo que dijeron que les parescía que le dejó medio muerto, y esto hizo porque le pareció que era obligado a alimentarle. Diréis al duque de Alba que su nieto me ha hecho media copla, y como marqués de Villafranca lo oyó, dijo a grandes voces a Boscán: «¡Cuánto os debemos la casa de Alba, pues que a nuestro mayorazgo habéis hecho trovador!»

     Al arzobispo de Toledo dirá vuestra alteza que parece cisne ahorcado y don Hernando de Córdoba, boticario de acónito; y si fuere menester dejar al Emperador por vuestra merced, non te negabo. ¡Oh mujeres! que no de balde dijo por vosotras Salomón, estragadoras de ciencia, complexiones del diablo; y aunque lo disimulé el otro día, cuando di paz a Guiomar , bien vi que se os saltaron las lágrimas, y Dios no quiere del pecador más sino que se arrepienta. Ayer tarde acaeció una gran desdicha, y fue que maestre Liberal, médico del Emperador, cabalgó a la brida, y por saltar de un cerrillo cayó en medio del rio, y queriéndose ahogar en presencia de todo el pueblo, dijo: «El diablo me emporte;» ansí que dió tanta devoción a las gentes, que nos hizo llorar de contrición.

El más triste, don Francés de Zúñiga.



Carta de don Francés al Marqués de Pescara

     Inexpugnable señor primo, el marqués de Pescara, capitán general , porque parece hijo bastarda de Villalta, caballerizo de su majestad.

     Inexpugnable señor primo: Tengo en tanto vuestra persona, que por honrado me tengo en que tengáis deudo conmigo. A Dios doy muchas gracias que en mis días vea yo hombre de mí linaje valer tanto. Bien parecéis a vuestros antepasados Melquisedech y Júdas Macabeo. El prior de San Juan está doliente de vuestra merced, y por parecer que está en guerra, ha dado batería a dos de vuestras fortalezas que hay en Barcelona, que se llaman Junqueras y Valdoncellas, y ha sido de tanta y tan buena manera, que si la pólvora de la potencia no le faltara al mejor tiempo, se le dieran todas cuantas casas hay en aquella comarca. El capitán Bracamonte y Gutiérrez andan muy juntos, como perdices cuando se venden en la plaza, una flaca con una gorda; el cual capitán, haciendo una habla muy de propósito delante del duque de Béjar y de don Juan Manuel y de la marquesa de Cenete y de otros muchos caballeros, le dijeron:«De la cernadera(5) mandaréis abreviar o volveros a Marsella.» Quedó tan enojado, que revolví y le dije que parecía sobrino de canónigo que le había su tío puesto en las guardas.

     El Emperador está mejor de su cuartana, y fue por una purga que yo le ordené, que es la cosa más probada y averiguada que para los cuartanarios se puede dar, y fue que le mandé que cuando le viniese el frío, que le leyese el Amadis el duque de Arcos, porque tiene gentil lengua, y le contase cuentos el marqués de Aguilar, y que cuando le viniese la calentura le cantasen un pater ¿quid faciendum? a tres voces Rui Díaz de Rojas y don Pedro de Zúñiga, hijo del duque de Béjar, y que el contralto llevase el conde de Haro; y para que no se durmiese mandose que le trajesen para hablar con él en negocios a don Berenguel Domo y a setecientos negociantes, y al conde de Noguerol con sus epigramas, y de rato en rato quejándose el obispo de Niza y diciéndole: «Monseñor, en echinaton do me è maçato la mia testa que oy dada es en Napoli, como desea el micero(6),» que sea un cuento de renta más de lo que tenía. Respóndele el Emperador: «Vade pasa mato, que tenéis gesto de ternera vieja atada a escalera.» Su majestad lo hizo, y a Dios gracias, se ha pillado mejor.

     Las nuevas que hay son, que, como el Rey vio a lo quinque tan luengo y angosto, pensó que era liebre fiambre, y el mayordomo mayor dijo que era avitranca del arzobispo de Santiago, y yo dije que parescía criado de ginovés con tercianas. Al presidente de Valladolid hicieron arzobispo de Santiago y presidente en la corte; está tan ufano, que las más veces me llama vos; mire vuestra merced que sintiera el solicitador del duque de Sesa. El duque de Béjar, mi amo, está en menearse más que suele, y no menea negocio suyo que valga un maravadí. El conde de Siruela, como trae pleitos, acordó de tener cuartana, pensando de echar cargo al Emperador, diciendo que él es cuartanario y que suplica a su majestad mande hacer sus negocios a su voluntad; fuele respondido por su majestad: «Conde, cuanto a lo de la cuartana, vos tendréis mal ivierno por merced que Dios os haga, y cuanto a lo de los pleitos, verse han por justicia. El gran Chanciller y Hernando de la Vega, como no tienen qué hacer, muéstranse a esgremir y a danzar, y Juan de Bracamonte, vuestro huésped, resucitó. ¡Guay de vuestra merced! Al señor marqués del Guasto dirá vuestra señoría que no gaste tanto, si no, que le llamaran «el del Gasto», y a vuestra señoría del engasto, porque no me ha inviado los joyeles. El duque de Alba anda más enamorado que Galeno, y el obispo de Mallorca mas hipócrita que Hipocrás, pensando que el Rey le ha de mudar el obispado. Al gobernador de Brescia hallaron esta semana en una cama desnudo con la del licenciado Bernaldino, y hovo tanto enojo de ello maestro Liberal, que decía a grandes voces: «Nostra dona di Loreto me saque el alma, mi parte por la gamba que se me vian piú agora dieci años».

     A don Juan Manuel han puesto a deprender gramática, porque de muchacho no le hallaron tal habilidad en el mundo, y hanlo hecho ansí, porque hallaron en un juicio que le echaron, que desque fuese grande no sería chico.

     Al duque de Borbón dirá vuestra señoría la gran voluntad que le tengo de hacer bien y merced, y que aunque me hubiera escrito, no hubiera perdido nada en ello, porque lo hubiera sentido en la mano; mas no embargante esto, no puedo dejar de ser su amigo por muchas razones. La primera, por lo mucho que esa su casa debe a la mía, y porque soy tanto vuestro carísimo. El Emperador le quiere en tanta manera, que parece loco inglés; es tan privado y tan vano de la cabeza, que si Dios me llevase desta presente vida, no dejaría a otro encomendado mis cosas y las Españas sino a él, no por otra cosa sino por la mucha habilidad que tiene. César Ferramosca e yo nos preciamos de una misma cosa y manera, panem nostrum quotidianum, y Bauvri es muy buen caballero y alegre hombre; el Emperador le ama con demasía.

     Fray Securo, yendo en una carreta de Valladolid a Simancas, junto a Duero se quebró la carreta, y cayó en el río y ahogose; y dicen muchos que le oyeron decir al tiempo que se ahogaba: «¡Oh infelice marqués de Mantua y nietos del duque de Alba, ya quedaréis sin el Salustio Catilinario!» Y holgara de ir a Marsella, sino porque al marqués de Villafranca le dieron a entregar cinco mercaderes, y no le hallaron en su casa bienes de hasta dos mil maravedís. Mosieur de Borcarmen hallan que está enamorado, y en las palabras que a su amiga decía, subíala con un diurnal y con la oración de san León papa; así que, los amores más quieren piñones mondados que no devociones. Otrosí, porque no gastéis más tiempo sobre Marsella, quiero decir cómo la habéis de tomar, y sea desta manera: Lo primero que os abran la puerta, lo segundo que salgan los enemigos por la otra, lo tercero que mojen la pólvora, lo cuarto que os entreguen la artillería, lo quinto que entréis dentro, lo sexto que entréis a grandes voces diciendo: «¡España, España!», lo sétimo que pongáis por inventario todo lo que dentro halláredes, lo octavo que sea confiscado para mi cámara o cámaras que os tomaren, cuando dentro fuéredes. Dada en Gutiérrez villa, que parece que la han sacado las lechugas del rostro, para hacer manjar blanco en Anianago, donde ha tomado mal de ijada y de cámara a cuantos allí están. Testigos que fueron de esta carta, don Luis de la Cerda, mozo de mula alcoholada, y el señor duque de Calabria, que no lo vio, y don Juan de Zúñiga, que parece buharro, cosidos los ojos para tomar otros. Fecha de otubre de 513, cuando Vozmediano arrendó la creceada(7) a España.

     Yo digo que seré vuestro amigo cuando no hubiere guerra.

Don Francés.



Carta del mismo don Francés al mismo Marqués de Pescara

     Muy magnánimo señor primo: Con cuidados que tengo de gobernar estos reinos, no he podido hacer saber a vuestra señoría, ansí de mi persona como de muchas cosas que pasan; de que yo vaya donde está, tendrá paciencia.

     Ofrécense tantas cosas que decir, que casi no diré nada, sino nuevas que vuestra merced puede saber. El Papa es muerto, y el obispo de Niza no tardará mucho en morir. El duque de Béjar prestó a su majestad cincuenta y cuatro mil ducados; si le plugo o le pesó determínelo Dios, que él harto decía que los dineros para eso eran, para servir a su rey y señor. Y el de Benavente y otros señores están aquí en Navarra los cuales estarán presto (así plazca a Dios) en la otra vida eterna; y no porque se metan en lo duro de la batalla sino porque se les afloje el corazón, como al profeta Ezequías cuando hacia planto a los cortesanos.

     En esta corte ha venido nuevamente una enfermedad que se llama sobresalto, que da a los hombres sin pensallo. De esta enfermedad el arzobispo de Santiago que lo hicieron de Toledo, está mas angosto que vuestra señoría lo dejó, y el Obispo, de placer que le dio se volvió más negro que un carbón. El señor arzobispo de Bari llegó a esta corte, y su majestad lo recibió y mostró la voluntad que mostraba a su padre, si le viniera a quitar el reino de verdad; que le tiene tan buena voluntad, que este otro día se partió en postas para su casa. César es gran privado, y tanto, que debe en la corte más de cinco mil ducados. Las cosas de la guerra van de bien en mejor, y esto hace Dios por su majestad, porque es buen cristiano, y véolo por experiencia que un padre que yo perdí, como era un desesperado, las cosas de Dios tenía tan delante los ojos, que a la hora de la muerte nunca le pudieron hacer decir el Credo. Yo mandé al Emperador, y en tanta manera que por vagamundo me han dado cien azotes, y no por capeador, que maldito lo que puedo quitar a nadie.

     En Pamplona estamos mi serenísima persona y Gutiérrez. Éste anda muy bueno y echa largamente la silla de lo que vuestra señoría le mandó, aunque no de quijadas, que más desventuradas las tiene que cuando vuestra señoría se partió. Yo hago cada día memoria de vuestra merced a su majestad, lo que es razón y lo que yo debo. El hermano del marqués de Mantua anda aquí abierta la boca, tan espantado, que paresce labrador que le han metido por fuerza en iglesia catedral; y los que comían a la mesa de vuestra señoría, la mitad han sido desorejados por ladrones. Y porque vuestra señoría parece sardo, que le han desterrado de su natural, no me alargo más.

     A la señora mi prima, vuestra mujer, dirá vuestra señoría que cuanto a lo de Dios, tan disfamada está conmigo en esta corte como la duquesa de Frías, de malaventurados cuadriles. Su majestad ha querido haber información de tales personas para pasar en ellos trigo de Secilia para este real; yo hice memoria del capitán Cerbera(8), al cual mandan que en sus caderas sea obligado de traer a España setenta mil hanegas de trigo; el cual cabrá cuatrocientos toneles. A esos señores de Italia, mis amigos y deudos, dará vuestra señoría mis encomiendas.

     ¡Oh marqués! Malas dádivas te maten, pues que tan malaventurado me dejaste, y maldito sea el hombre que parece que está cocido con especias, y tanta falta me hace; y si Dios por Josué hizo detener el sol fuera de naturaleza, ¿por qué a mí no me volverá el propósito o me pondrá en casa de vuestra señoría en dos horas? Y porque a esta hora negó san Pedro, no digamos más. De Pamplona, a lo que vuestra merced me mandare.

Don Francés.



Otra carta de don Francés para el mismo Marqués

     Ilustrísimo señor primo: Una epístola de vuestra merced me dieron acerca de Portugal, y de holgar yo con ella más que los de Capadocia con las de san Pablo, no hay duda. Ellas eran pocas palabras, y no me haciendo saber de vuestras buenas andanzas, mal hace vuestra merced; porque si consejo habéis menester, ¿quien mejor que yo le podrá dar, pues por mis pecados tanto me cuesta? En España he sabido lo que vuestra señoría hizo al rey de Francia cuando le mató los cuatrocientos hombres de armas y otras gentes y solados. Bendito sea Dios porque me dio deudo con vuestra señoría, tan valerosa persona. El parabién de vuestras venturas todos vienen a mí a dármelo y yo lo recibo alegremente; y en verdad, los que quieren saber de mí las nuevas, las saben, y quien no las quiere saber yo se las digo; y si vos habéis muerto a diez, yo mato a ciento con esta lengua que Dios me dio; ansí que, bueno es tener parientes en la corte.

     Yo fui a Portugal con la reina doña Catalina, y no con mucha voluntad del Emperador; y pues a vuestra señoría tengo por señor y padre, no puedo excusarme de darle cuenta de todo. Han querido decir algunos que a esta señora reina la conocí yo siendo muchacha, y que no sé qué pasión tuvo ella de liviandades, que por mi honra no lo digo; y por atajar malas lenguas y tirar sospechas acordé de ir este camino con ella. No sé si a vuestra señoría le parescerá bien; que acá yo me aconsejé con el doctor Beltrán y con don Francisco Pacheco y les pareció bien.

     Mucho me pesó cuando el capitán Corbera llegó a la corte y no me hallé yo allí; lo uno porque él padesciera por sus culpas, y lo otro porque supiera por entero la cosas de vuestra señoría.

     Al obispo de Niza le han dado cien azotes por vagamundo, y al duque de Calabria porque está en el mundo y no ahoga.

     Micer Hernando, hermano del marqués de Mantua (bendito sea de Dios) ya ha ablado a su majestad víspera de la Candelaria, y díjole: «Micero, yo me andaro una volta para mi may; plora por mi cada día; y aquesto me a aconsejato lo mio fratello Pandolfo», que paresce muchachuelo dormido sobre peña. Su majestad está mejor, a Dios gracias; Dios le guarde, porque es el mejor rey que nunca fue. El alcalde de Herrera es muerto; digo que es muerto, porque caduca y morirá, si place a Dios, para el primer de Cuaresma. El Próspero Colona vino a la corte por besar las manos al Presidente y al licenciado Aguirre, a los cuales dicen que habló más de cuatro loras, y lo que les dijo no se sabe, mas de que se sospecha, según Juan de Vozmediano dijo, que este Próspero Colona había dicho que en la refriega que vuestra señoría había hecho en los franceses, que él se había hallado primero en aquella trasnochada y que él los había acometido primero; de lo cual hubo tanto enojo el embajador de Florencia, que parece perro bermejo de los del conde de Ginebra, que dijo a grandes voces: «Empórtete el diablo.» El duque de Béjar, vuestro caro amigo, llevó a la señora Reina, y como entrásemos en la raya, nunca a la Reina quiso entregar, hasta que los portugueses se desdijeron de lo de Aljubarrota, y que los Algarbes era la más ruin tierra del mundo para tener en ella ejército de alemanes. Los portugueses estuvieron gran rato en confusión, y en esto se levantó el marqués de Villareal y dijo: «Duque de Béjar, ¿habedes perdido o seso, o pensades que en Portugal no cogen vino ni pan, y que non comemos? Pois fázovos saber que comemos terra e facemos cagar ferro.» A Gutiérrez, vuestro solicitador, ruego a Dios que nunca le falte papel, porque escribe más que Tolomeo y que Colón, el que halló las Indias. Pedrarias está en tierra firme, y fray Severo no la tiene, porque pienso que con él se ha de hundir la tierra.

     Dejadas estas cosas aparte, os hago saber a vuestra señoría cómo en esas partes hubo pasado un hermano de mi mujer, que se llama Álvaro de la Serna, y se halló en las de Génova, y después fue doblado, y acá su hermana y madre le tenían por muerto; y junto con la carta de vuestra señoría, me escribió este mi cuñado, en que me rogaba que por amor de Dios le encomendase a vuestra señoría; y ansí, ruego a vuestra merced lo haya por encomendado de tal manera, que éste no se pueda quejar; y si quisiera ser por la iglesia, pues que ella es de vuestra señoría, encamínele como haya de comer por ella antes que por otra vía; y si por otra vía, como bobo quisiere hablar, a vuestra señoría le encomiendo, como él se ha valido por mí; y por vida vuestra y del Emperador, que en él quepa toda cosa, porque es buen hidalgo.

     A la señora Marquesa, mi prima, me encomiendo, y plega a Dios que dé hijos a vuestra señoría, y que a mí me traiga a tiempo que le muestre buena crianza y los artículos de la fe. Gutiérrez es muy buen servidor y muy cierto; tiene algo de Madalena y de Marta. Este mi cuñado se llama Álvaro de la Serna: otrosí, su hermano Alonso y otro Juanico, que es bobo, y otro Simón, que es el menor de todos, y tiene una tía, hermana de su madre, casada en Béjar, que se llama Teresa Gómez; y esto digo porque si fuere allá, vuestra señoría le pida señas; no sea otro. Una corónica he hecho desque la reina de Portugal partió de Tordesillas hasta la raya; y entendidas las personas, es la más alta escritura que se ha visto; envíela al Emperador, y escrebí al duque de Calabria que la trasladase y la enviase a vuestra señoría. Mi hija desposé en Madrid; a Dios gracias, dila nicho; yo quedo solitario, sin dinero; por eso tibi Deo surge. De Badajoz, a lo que vuestra señoría mandare.

Vuestro primo, Don Francés.



Carta de don Francés para el Visorey de Nápoles

     Muy noble Señor: Un breve de vuestra merced recebí, y si como era breve fuera Biblia, no me osara desamenazar con Fiol. El cual, venido en España por vuestro amor, yo le haré que como me vea y me oiga, diga: Domine, nolite obdurare corda vestra, cuanto más que a un caballero semejante que yo, y de la parte donde vengo, no le han de afrentar con el advertimiento de un loco. Por respecto de vuestra señoría, él será bien tratado, y no sólo haré esto, mas darle he reverencias de loco, para que pueda curar en esta corte y cinco leguas al rededor a todo gran señor que tenga torozón de cuitado, y a todo caballero bozal, recién venido de casa de su padre; y para que pueda meter cisma entre amigos y descasar casados e infamar religiosos, y pueda ir aquí y decir allí; y si fuere cristiano viejo, le anularemos y quitaremos las necesidades y le haremos confeso, para que mejor pueda hablar y decir lo que quisiere. Y en lo que vuestra señoría dice del marqués de Pescara, mi primo, que os ha informado de mi persona, no era yo raposa para que pueda ése dar cuenta de mí, y vuestra señoría bien me conocía, que aún deudo tengo yo por mis pecados con el marqués de Cenete, conde de Nasao, porque mi madre y su agüela fueron de Vormes, donde el rey Salomón hizo banquete a su madre del Almirante. Y en lo que vuestra señoría dice, que le tenga por deudo y servidor, lo del servidor aceto, y en el deudo no plega a Dios que por ninguna cosa yo dañe mi sangre.

     Las nuevas que acá hay son, que maestre Liberal se apuñeó con monsiur de Bauvri delante de su majestad, y maestre Liberal, como se viese repelado, dijo a Bauvri: «El diablo te emporte; que pareces pija rascada de perro sarnoso». Su majestad y yo somos tan amigos, que el que primero ha visto y leído vuestra carta fue él, y César Fieramosca, que ahí se halló, tomó tanto regocijo en la venida de Fidel, que lo favoreció mucho, y yo volví sobre César y dije: «Visorey de Nápoles, hosana fili de ternera bermeja, ven agora, porque César parece todo purga de cañafístola para dar al conde de Cabra.»

     Otrosí, el obispo de Niza gasta su hacienda, y no sólo esto, mas el seso; el cual sea en gloria. El señor Fernando Lorencio, hermano del marqués de Mantua, es buen mancebo, muy honrado, y su majestad le tiene buena voluntad. Nunca habla sino pocas palabras, y cuando a hablar delante de su majestad se atreve, tírale de la capa Pandolfo, su ayo, que paresce almorrana del conde de Anquete, y dícele: Nostro micero, non parlate piú asta otra volta, perque allí parlate mas de cinco veces. El de Venecia anda por aquí que parece ansaron que le han dalo de palos en las alas.

     Aquí vino el embajador del Sofi, con gestico de melecina, para echar al comendador Hernando de Vega. Disputamos un día sobre la fe en casa del gran Chanciller y dímonos tan buen recaudo el señor Embajador y yo, que si no fuera por algunos teólogos que allí se hallaron, nosotros lo habríamos hecho como la malaventura.

     A la señora mosiura, vuestra mujer, daré yo encomiendas. Gutiérrez, el del marqués de Pescara el Turco se parescen en tanta manera, que Gutiérrez está para renegar la fe, sino porque quiere mucho al Marqués, y porque a esta vía andaba revuelta ansí ostiaria con san Pedro. No digo mas. Plegué a Dios que de tal manera vaya vuestra señoría al campo que haga ir infinitos franceses al de Josafat. Al marqués de Pescara, mi primo, ternéis por hermano, porque desta manera seremos amigos. Dada en la cámara de Meteney, a ruego de Monfalcón, que tiene el seso extramuros. A lo que, Señor, os cumpliere.

Don Francés.



Carta de don Francés para Antonio de Leyva

     Contrito y satisfecho Señor: Con los trabajos gobernación detos reinos, no he podido escribiros; hasta he escrito más que Tito Livio en decir cuánta honra habéis dado en la casa de vuestro padre, donde yo vengo por partes de mi madre; y como, Señor esa negra honra tenga más rabos que pulpo y más circunstancias que pecados tuvo Juan Jordán, no os he escrito, esperando que vos me escribiérades primero; ansí que, señor pariente, esto os he dicho porque de aquí adelante no cayáis en sentencia de necesidad; y si algo os cumpliere escribir en ello, lo hagáis; que en verdad yo lo haré también; porque vuestras nuevas han dado ocasión a que yo publique cómo sois mi deudo; y pues ansí es, mirad que trabajéis por hacer siempre lo que hasta aquí; y cuando otra cosa fuere, el mundo es tal que luego se conoce. Acuérdaseme que siendo mochacho, me decía mi padre que no quería honra, por no sostentarla, y paréceme que no lo dejó a bobo. Este vuestro criado es muy leal, y no le cabe el corazón en el cuerpo, contando vuestras indulgencias plenarias, en tanta manera, que aún trabaja porque yo os tenga por servidor, y ofréceseme cada día de vuestra parte mirra y encienso. Yo le digo: «Señor Herrera, otro metal se que olvida, que hace mucho a mi caso de me ofrecer a mí que yo quedo prendado porque sé cuán amigo sois de mi primo, el marqués de Pescara;» y porque Morales parece tintero desposado, y Arana, monazo de mercader, no alargo más. Plegué a Dios de conservar tan buen caballero como vos sois, que en verdad muchos Cides Rui Díaz y Laines Calvos hay. Dada en Toledo, en la plaza mayor de Zocodover, hablando con don Francisco de Mendoza, tío del duque de Sesa, y con un puntero de cadena de palacio. A lo que queráis.

Don Francés.



Carta de don Francés a un su amigo labrador

     Señor: Por la presente sabéis lo que en vuestro servicio se ha hecho. Después que de allí vine, como vine fui a la aldea de Balendillo, y hallé a vuestro casero ido, y para entrar dentro en casa fue necesario entrar yo y otros dos por el vivero, porque andando el uno arriba, anduviesen los dos abajo. Desquiciose la puerta, y traspellose el postigo, y hallé tanto desconcierto, que no lo sé decir: las herramientas, cada una por su parte, los mazos en el trascorral, y los picos en el sumidero, y los escoplos en el caño; y porque no se perdiesen y estuviesen a mano, púseos los mazos tras las puertas, y los escoplos en el estiércol, y los picos en La Granja(9) con armellas; y púseos las dos a la puerta de enmedio, y las dos a la puerta falsa, y las otras dos en el postigo; traspúseos el puerro y paleéos los higos de la vuestra higuera, que con la mucha seca no son tantos ni tales como los de antaño, a causa que andan muchos topos por bajo, que se los comen todos; cogí maestros y recogíos el caballete de la trazera, porque se mojaba la cal que está ahí. Y esto hecho, adrecé lo necesario para las vendimias; cogí cincuenta peones, púselos de dos en dos por los pagos, puse dos de ellos en lo hondo del valle, y dos en el Cascajar, y dos en el Cigüeñal, y dos en el Valjuncal, y dos en el majuelo de a par el monte, y dos en el lagar, y dos con los que acarrean el mosto, y dos en la viña del cerro, y dos en el majuelo redondo, y dos en el valle del Mango, y dos en la Gasapera; y con los que quedaron adrecéos el lagar, y puse el cestillo por derecho, de manera, que la viga os apretará bien el mosto. A vuestro criado Antonillo tengo emplazado porque soltó aguatrechos de agua caliente vuestra canal maestra. Los alcaldes de la Mesta os prenderán el ganado, porque lo tomaron en el egido de trasterriego, y tuviéronle tres días en el corral, y estaba tan esperecido de sed, que cabra está ahí que no vale dos maravedís; yo os lo saqué del corral, y metíoslo por entre las dos cañadas abajo del Salmerón; cabalguéos el potro voci-prieto, y echéos el tranquilo a la ballesta, y echéos (los bodoques) por el agujero, de manera que ya no bamboleaba el birote, porque os le tengo metido por medio del blanco; pero hágoos saber que este cura del aldea me demanda el diezmo de los pollos y me arrienda el del vino, e yo los di a Diosdado el ventero, que es buen creyente; enviadme a decir a cuál queréis que se dé. Vuestra casera, la vieja, se os encomienda e os hace saber cómo su hija mayor rabió de sed y es perdida, y no parece aunque la pregonamos cada día. Yo estoy mal dispuesto a causa de un enojo que hube con aquesa puta viejo de Perosago, porque tiene tanta envidia como os lo hago saber, y también que dice que después que yo ando sobre vos, anda vuestra hacienda por derecho; yo no puedo más de procuraros vuestra honra y de metérosla lo más adentro que pudiere. De acá no hay más que haceros saber; daréis mis encomiendas a Antón Riégoos y a Pero Pásoos y a Alonso Tópeos, vuestros parientes, y al vainero y Gaspar del Molino, vuestros amigos, y a Pero Lumoso, el zorzuelo.

Don Francés.



Otra carta que el dicho coronista y conde don Francés escribió a su majestad

     Sacra, cesárea, católica majestad(10): Sí pensara, señor Emperador, que tan mal me había de suceder, y que tan poco había de medrar, y que mis amigos había de perder, y tantos enemigos cobrar, y tantas sobarbadas llevar para una santiguada; y por merced de los hijos de doña Sancha, que mal amenazado me han, que ni auctor me hiciera ni coronista me llamara. Mas no me maravilla, que negocio es muy usado que quien mucho habla su pago lleva y muy poco medra, digo de riquezas y bienes comunes; porque de palos y pescozones, en su mano es dallos, y mi trabajoso cuerpo recibillos.

     Sé decir a vuestra majestad (así mi mujer goce de mí más tiempo que doña Sancha de Guzmán, condesa de Benavente, gozó del Conde, su marido, y así a mi hijo vea yo poseer la prebenda que a nuestro muy santo papa yo pedí, si se la enviare) que desmandado o desmayado no acierto a hablar, y de dar gritos sin que me oya vuestra majestad, estoy ronco. Por amor de quien sois, sea yo oído, y en oyéndome, sea luego en bienes como los perros de Bauvri aprovechado, cuando se hartaban por la necesidad que tenían de las ollas de sus vecinos, que yo me contentaré con dos mil ducados de pensión sobre el arzobispado de Sevilla, aunque al dicho señor arzobispo le pese de me los dar, que ya conozco de mí no se me dará nada de los recibir. Por que la tal pensión me podrá sacar de lacería, y mi persona y casa tener autoridad, y sic de medico non contrarias ad me; porque, como me veo rucio viejo y tan rucio como caballo, ternía por mejor estarme yo en mi casa con mi mujer e hijos, descansando como otros hacen, sin haberos servido, como yo, de silla y albarda, y no andar como ando, flaco y trasijado, siguiendo el palacio, con voluntad de ser aprovechado, como otros quinientos amigos míos, y criados de vuestra majestad. Y sé destos caballeros por cosa muy averiguada, y conmigo lo han tratado, no una vez, sino muchas, que se obligaran de tener de comer, si vos, señor Rey, se lo diésedes, sin hacer conciencia de ello. Y que de ser esto no es maravilla, porque no hay hombre en lo criado que no desee verse mejorado, aunque fuese en tercio y quinto de los bienes de Rafael Vanco, de esta corte. Yo quedo, sacra cesárea majestad, oleado o para espirar, o por mejor decir, para esperar mercedes vuestras. No permitáis, Señor, mi alma llevar a cargo, ni que salga de mis carnes de hambre; porque solo el cuerpo no le pueden llevar treinta acémilas de las más señaladas de esta corte. Porque todos los que me ven me llaman camellazo del rey de Tremecen, harto de andar caminos, acebadado de panizo; yo les respondo que más parezco salchichera gorda de Medina del Campo, que murió pidiendo a Dios le pagasen lo que le debían, que era más de lo que debe hoy día Gonzalo Chacón, del juego de pelota. Sea lo que fuere, que non te negabo, en desear tener e recebir hasta verme con lo que espero; no más, porque si se ha de aprovechar basta lo ya dicho, y si no, la misericordia de mi Dios es grande.

     De lo demás, sé decir que el duque de Béjar no me mira, aunque pase por junto a él, y el Condestable me guiña, el marqués de Cenete me amenaza, musiur de Laxao me las jura, y Sancho Bravo me las pega Domine, adjuva me.

     Del puerto del Pico, donde quedo desnudo como besugo de Laredo, el ojo abierto, esperando buena venta.

El infante don Francés, vuestro amigo y criado.



1.       De cuantos códices hemos examinado, sólo el X, II de la Biblioteca Nacional, tiene completo este Epistolario, el cual se inserta aquí como obra de DON FRANCÉS o quien quiera que sea el autor de esta crónica; pero debe advertirse que la copia, que no es muy antigua, está plagada de errores que no es posible rectificar mientras no parezca otra más auténtica y fidedigna.

2.       Así en la copia.

3.       Así en la copia, pero debe haber error del copiante.

4.       No es fácil atinar qué diría el original en este lugar; así se lee en la copia.

5.       Así en la copia.

6.       Debe faltar algo; el sentido no está completo.

7.       Quizá quiso decir cebada.

8.        Quizá Corbera

9.       Así en la copia, aunque también podría leerse Loranca.

10.       Esta epístola no se halla entre las del códice de la Biblioteca Nacional, señalado X. II, pero está en uno de la real Academia de la Historia que fue de los Jesuitas de Madrid y tiene la marca de Varios, núm. 20.



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