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La Monarquia Hispanica Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


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Sancho de Mallorca
(1311-1324)


por Pau Cateura Bennàsser
Catedrático de Historia Medieval de la UIB

     Sancho de Mallorca (1277-1324) tuvo una primera experiencia política traumática con motivo del ataque a Perpiñán por parte de Pedro el Grande, en 1285. Entonces, Jaime II de Mallorca pudo huir, pero su mujer Esclaramunda y sus hijos, entre ellos Sancho, que solo contaba con 8 años, fueron capturados por el rey de Aragón. La reina Esclaramunda fue liberada, pero sus hijos fueron separados de ella y encarcelados en Torroella de Montgrí en calidad de rehenes.

     Tanto el primogénito Jaime como Sancho fueron enviados a la Corte en París, para iniciar su formación. A su regreso, Jaime fue apartándose de la gestión de los asuntos públicos y desarrollando un interés creciente por el franciscanismo. En 1299 hizo pública su renuncia a la sucesión de la Corona de Mallorca, ingresando en el convento de san Francisco, de Perpiñán.

     La sucesión recayó en Sancho, quien en 1302 fue declarado oficialmente heredero de la Corona de Mallorca. No era la mejor solución, Sancho estaba aquejado de una enfermedad crónica, pero Jaime II decidió respetar el orden de sucesión. Además, la alternativa era el Infante Fernando, cuya tirantez con Jaime II era notoria a raíz de los acontecimientos mencionados.

      Poco tiempo antes, se habían iniciado gestiones de matrimonio, por mediación de Jaime II de Aragón. El rey de Aragón estaba casado con Blanca d' Anjou, hija de Carlos II de Nápoles. Nada mejor que otro matrimonio con la Casa de Nápoles para facilitar la tan deseada paz entre Aragón y Anjou. De ahí que la candidata elegida para Sancho fuera María de Nápoles. La Paz de Caltabellota, que cerraba un ciclo de 20 años de guerra entre los reyes de Aragón y los Capetos, añadió otro proyecto matrimonial, esta vez promocionado por Carlos II, entre su otra hija Leonor y Federico III de Sicilia. Finalmente, el sucesor de Carlos II de Nápoles, Roberto, viudo de Violante, hermana de Jaime II de Aragón, se casó en 1304 con Sancha, hermana del futuro rey de Mallorca, Sancho. Es difícil encontrar, en otro momento histórico, una mayor concentración de enlaces dinásticos entre las casas de Aragón, Mallorca, Nápoles y Sicilia. Además, los matrimonios de Sancha y Sancho de Mallorca se celebraron con pocos meses de diferencia, en junio y septiembre de 1304.

     Si el flanco internacional parecía asegurado con la intensa política dinástica mencionada, otra cuestión fueron los resultados de dichas uniones. El matrimonio de Sancho con María de Nápoles tenía virtualidades interesantes de cara al comercio internacional de los agentes mallorquines, pero fue un matrimonio sin descendencia. Sancho tenía una salud precaria, en tanto María un carácter extravagante. En cualquier caso, la ausencia de herederos legítimos no fue obstáculo para que Sancho obtuviera descendencia de uniones esporádicas. Si en un principio el tema de la falta de descendencia fue una cuestión íntima, acabó imponiéndose en la segunda parte del reinado de Sancho como una cuestión política a resolver: la continuidad dinástica.

     La historiografía tradicional ha establecido un retrato nada halagüeño de Sancho como hombre pacífico, virtud a menudo devaluada por su debilidad y falta de carácter. En realidad, Sancho no era débil, sino consciente de la debilidad de los territorios que gobernaba. Conocía la historia reciente, él mismo la había padecido, el sometimiento de su padre a vasallaje, el desposeimiento del reino de Mallorca, el aislamiento. Por ello asume de forma pragmática su papel político subordinado como fórmula de supervivencia.

     En el reinado de Sancho se distinguen dos etapas, una primera de 1311 a 1317, caracterizada por la continuidad de los programas desarrollistas emprendidos por su padre Jaime II, y una segunda, de 1318 a 1324, dominada por las turbulencias generadas por la sucesión de Sancho y por la conquista de Cerdeña.

     En la primera etapa hay continuidades, pero también giros y rectificaciones de líneas marcadas en tiempos anteriores. Así como su padre Jaime II había recuperado el reino de Mallorca merced a los tratados internacionales, Sancho obtuvo la Corona por sucesión pacífica. Su posición, por consiguiente, era diferente a la de su progenitor. De ahí que la mediatización del municipio, puesta en práctica por Jaime II, y la misma fiscalidad real -a través de la sisa- puesta en práctica por este último, eran concebidos como propios de un estado de excepción, pero no de una fase, ya normalizada, de la relación bilateral Corona-municipio de Mallorca.

     Bajo estas premisas la Universidad de Mallorca, representada por los Jurados, instó la reintegración del espíritu y la letra del municipio autónomo establecido en 1249 por Jaime I el Conquistador. El envite suponía para la monarquía un retroceso de su posición dominante. De ahí que la actitud de Sancho fuera cautelosa. Se comprometió a devolver la autonomía municipal, pero después de abrir un período de negociaciones bilaterales. En efecto, en 1314 el municipio recuperó su autonomía, pero paralelamente Sancho puso en marcha una operación para socavar todo atisbo de poder municipal. En efecto, aprovechando las reclamaciones de los campesinos o foráneos, contra las autoridades municipales ciudadanas, Sancho decidió organizar sus intereses a través de una nueva institución, el llamado Sindicato Foráneo.

     En 1315 empezó la historia de este nuevo organismo dotado de autonomía en la elección de representantes y con facultades de supervisión del movimiento financiero gestionado por los Jurados de la capital de la isla. La anterior Universidad de Mallorca, con la ciudad como capital y el resto de la isla como término municipal, queda así segmentada en la Universidad de la ciudad y la Universidad foránea. Un organismo común donde estarán representadas ambas, el Consell de Mallorca, será el nuevo marco de decisión para asuntos comunitarios. La divisa clásica del divide et vinces parece haber alentado la estrategia real. Sancho obtuvo entonces lo que deseaba: un municipio debilitado y una nueva institución que le debía su razón de ser.

     La paz de Caltabellota, de 1302, había finalizado un período de conflictos, pero no era un secreto el incremento de la piratería genovesa y musulmana. El mismo Sancho, propietario de galeras, era parte interesada en el tema. Jaime II había atendido la defensa del archipiélago, disponiendo que las nuevas fundaciones rurales estuvieran dotadas de un recinto de defensa. Pero se trataba de una defensa pasiva e incompleta. De ahí que Sancho promoviera un programa naval. El escollo principal era el de su presupuesto y financiación. Sancho intentó que fuera la Universidad de Mallorca quien corriera con todos los gastos de la nueva armada. La Universidad de Mallorca replicó que si la flota debía defender el archipiélago, también debían colaborar las islas menores. Por otra parte, los portavoces de la nueva Universidad foránea no se mostraban partidarios de tal tipo de gasto. Ante la paralización del tema, Sancho promovió entonces acudir al sistema de pariaje. En 1316 se acordó finalmente la construcción de una flota de cuatro galeras y otras embarcaciones auxiliares a pagar mitad por mitad entre el patrimonio real y la Universidad de Mallorca.

     La nueva armada tenía virtualidades importantes, entre ellas el botín que podría obtenerse de las capturas, pero también suponían una carga financiera fija significativa. Es cierto que una hábil negociación sobre el destino de los bienes de la extinguida Orden del Temple había permitido a Sancho, en 1314, hacerse con un tercio de sus bienes en Mallorca. Pero en el contexto de negociaciones sobre la armada y como instrumento de presión sobre la Universidad de Mallorca, Sancho tomó una medida de amplia repercusión: aprovechando que la comunidad judía insular había sido inculpada de intentar convertir a unos cristianos, determinó la confiscación de todos sus bienes. Poco después se avino a negociar una reintegración de los bienes a cambio de una multa. Se trataba de una multa tan crecida que representaba el presupuesto de ingresos de tres años del municipio de Mallorca. Con tal medida, en lugar de atacar directamente a la Universidad de Mallorca, sustrayéndole directamente los contribuyentes judíos -vinculados fiscalmente al municipio desde 1309- consiguió el mismo objetivo con el procedimiento mencionado. Dado que los pagos de la multa fueron negociados a doce años, el rey obtuvo una financiación estable para sus empresas durante largo tiempo.

     Si el gobierno interior del reino de Mallorca fue orientado en la dirección mencionada, otra cuestión fueron problemas de mayor fuste como el tema de Montpeller, el de la sucesión de Sancho y el de la conquista de Cerdeña. Montpeller y su anexo llamado Montpelleret eran enclaves de la Corona de Mallorca sin continuidad territorial respecto a los demás dominios de la misma, se encontraban en territorio del rey de Francia. Una dificultad añadida era que Montpelleret pertenecía al obispo de Magalona. Los conflictos de jurisdicción eran frecuentes. En 1293 el mencionado obispo decidió vender sus derechos sobre Montpelleret al rey de Francia. También el rey de Aragón exigía a los reyes de Mallorca el reconocimiento de su soberanía sobre dicha ciudad. Este hecho determinó que el dominio de los reyes de Mallorca sobre Montpeller -por cuya posesión eran vasallos del rey de Francia- fuera cada vez más frágil. Pese a los intentos de vías de solución inspirados por Sancho no fue posible encontrar una salida satisfactoria al problema de Montpeller, al cruzarse en 1318 el tema de la falta de sucesión de Sancho.

     En efecto, Sancho había manifestado su deseo, a falta de hijos legítimos, de dejar la Corona de Mallorca a su sobrino Jaime, hijo del Infante Fernando y de Isabel de Sabran. Ya en 1315, cuando Jaime contaba con unos pocos meses, había sido trasladado desde Sicilia a Perpiñán a los pocos días de haber fallecido su madre. Un año después fallecía su padre el Infante Fernando, casado en segundas nupcias con Isabel de Ibelin, en defensa del recién ocupado principado de Morea.

     Jaime II de Aragón planteó a Sancho una negociación sobre sus planes de sucesión. Partía del principio de que falto de herederos legítimos directos, la Corona de Mallorca debía recaer en él. Por su parte, Sancho exhibía su derecho soberano a declarar heredero de sus territorios sin interferencias. El mantenimiento de las posiciones mencionadas abocaron a una situación de ruptura entre 1319 y 1320, alimentada por el rey de Aragón por el deseo de conseguir alguna ventaja en su proyecto de conquista de Cerdeña.

     Finalmente, en enero de 1321 Sancho tomó la iniciativa para reanudar las relaciones. Pero fue Jaime II quien estableció las condiciones: ofrecía al rey de Mallorca una doble alternativa, 40.000 libras, a cambio de las cuales sería exonerado vitaliciamente de acudir a las convocatorias de cortes catalanas y rendir homenaje al rey de Aragón, o presentarse en las mencionadas cortes y solicitar que no fuera obligado a asistir para rendir el mencionado homenaje. Los términos de esta alternativa eran amargos, pero Sancho optó por la segunda. En junio de 1321 acudió a Girona, donde se encontraba el rey y su corte, rindió homenaje a Jaime II de Aragón y recibió un documento que le eximía en el futuro de dicho compromiso, aunque sus sucesores deberían prestar de nuevo el homenaje acostumbrado. En la entrevista entre Jaime y Sancho nada trascendió sobre los problemas pendientes -el tema de Montpeller y la sucesión de Sancho-. Jaime decidió postergar de momento tales cuestiones, para establecer la prioridad del tema de Cerdeña. En efecto, solicitó a Sancho ayuda económica, en concepto de préstamo; se trataba de financiar 20 galeras y su correspondiente tripulación, armas y avituallamiento.

     Jaime II de Aragón había conseguido todos sus objetivos: la subordinación de Sancho, el concurso económico del rey de Mallorca a la empresa de Cerdeña y el mantenimiento de su reclamación a la sucesión del rey Sancho, que seguía vigente, aunque mantenida ahora en estado latente. Por su parte, Sancho había obtenido apenas un respiro para imponer la sucesión de su sobrino Jaime, pero a medida que se consolidaba la voluntad real menor era el interés de Jaime II de Aragón por dar una solución definitiva al tema de Montpeller.

     El rey de Mallorca estaba dispuesto a dejar la cuestión liquidada antes de su fallecimiento. Se ofreció, entonces, a comprar a Jaime II los derechos de los reyes de Aragón sobre Montpeller. Obtenida una respuesta afirmativa, Sancho inició negociaciones con Carlos IV para vender Montepeller a la Corona francesa. Los contactos se iniciaron a principios de 1324, pero Sancho no tuvo tiempo de concluir las negociaciones. En septiembre de 1324 fallecía en Santa María de Formiguera.

     El testamento de Sancho, redactado en 1322, establecía claramente que el heredero de la Corona de Mallorca sería su sobrino Jaime, hijo del Infante Fernando. En caso de fallecimiento de este último, la corona recaería en su hermanastro, Fernando, hijo del mencionado Infante Fernando y de su segunda esposa Isabel de Ibelin. Solamente en última instancia heredaría la corona Jaime II de Aragón.

     Dada la edad del sucesor designado -Jaime apenas contaba con nueve años- Sancho estableció un consejo de regencia, integrado por seis miembros (tres del reino de Mallorca y otros tres del Rosellón y de la Cerdaña) y estipuló el nombramiento de un tutor hasta que su sucesor cumpliera los veinte años.

     El gobierno del rey Sancho es una época de transición. Es cierto que hay vientos a favor, como la continuidad de una coyuntura expansiva, pero también hay fuerzas poderosas e insoslayables que condicionan su acción de gobierno. Hay una colisión entre el principio de legitimidad dinástica y el principio de la viabilidad política de la Corona. Hay un desequilibrio entre el poder de la monarquía aragonesa y la capeta y la pequeña monarquía mallorquina. Para la monarquía aragonesa la Corona de Mallorca es una asunto doméstico. Para la monarquía capeta un asunto estratégico. Finalmente, para la monarquía mallorquina los términos de su status quo no eran nada halagüeños: sin el apoyo de Aragón poco podía hacer frente a la monarquía francesa, pero el apoyo de Aragón significaba a medio plazo la anexión. Una alianza alternativa con Francia, frente a Aragón, significaba la guerra con esta, dado el vínculo vasallático establecido en 1279.


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Otras obras de interés
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