CANTERAS


Los relieves del entorno de Carthago Noua pertenecientes al Dominio Bético, se caracterizan por tener una estructura geológica compuesta por unas litologías altamente consolidadas, idóneas para ser empleadas como material constructivo y arquitectónico. De esta manera, rocas carbonatadas como las calizas y dolomías, o silicatadas como ciertos mármoles, fueron objeto de una intensa explotación en la antigüedad. Estas series litológicas se ven enriquecidas con otras rocas de formación más reciente, fundamentalmente de tipo volcánico como las andesitas y los basaltos, o los afloramientos sedimentarios de margas y arenisca. Esta heterogeneidad de materiales lapideos permitió cubrir las necesidades constructivas de la ciudad desde época prerromana hasta los inicios del periodo altoimperial, proporcionando al mismo tiempo algunas rocas que por su vistosidad y la posibilidad de ser pulidas, fueron empleadas en la decoración de edificios de carácter público y privado.

Al noreste de la ciudad, a ambos lados de la vía Augusta, se concentran los afloramientos volcánicos más próximos a Carthago Noua, la mayoría de los cuales fueron objeto de una intensa explotación. El primero de ellos es el Cabezo de la Viuda, constituido básicamente por basalto, donde se aprecian algunos frentes de cantería; los materiales de superficie permiten fijar un marco cronológico entre época tardorrepublicana y el siglo I d.C. Los análisis petrológicos evidencian su uso para la elaboración de teselas de pavimentos tardorrepublicanos, y como material constructivo en edificaciones domésticas. Más al norte nos encontramos con el Cabezo Beaza, compuesto por andesitas; con ellas se realizaron los cubilia de la Torre Ciega y el podium del templo del molinete. Al otro lado de la vía se encuentra el Cabezo de la Fraila, que muestra también evidencias de una explotación datable entre el siglo II a.C. y el I d.C.

A una distancia de 22 km. de la ciudad, en dirección noreste, y ha algo menos de dos km. de la margen izquierda de la vía Augusta, se encuentra el Cabezo Gordo, caracterizado por sus mármoles de tonos blanco-grisáceos así como rosados y rojizos. Su empleo se ha constatado en el opus scutullatum de la villa de El Castillet, en el mosaico de la villa de Portmán, así como en diversos elementos arquitectónicos como basas y capiteles, usándose asimismo como soporte del 23 % de las inscripciones funerarias de la ciudad.

Al noroeste de Cartagena, en la cercanía de la vía de comunicación con la Bética, se sitúan unas extensas formaciones de margas y areniscas, que fueron objeto de una intensa explotación durante época tardorrepublicana, para dejar de ser utilizadas durante el siglo I d.C. Las formaciones calizas de color azul son muy frecuentes en las cercanías de la ciudad, aunque hasta el momento se desconocen zonas de extracción.

Respecto a su propiedad y explotación, se plantea una evolución similar a la de las extracciones mineras, con una propiedad inicial del estado por derechos de conquista, para pasar pronto a manos de particulares. Esta intensa actividad sin duda contribuyó a la aparición de un amplio contingente de operarios y artesanos de distintos rangos, tales como el liberto M. Messius Samalo, en cuyo epígrafe funerario datado en época augustea, se hace referencia a su profesión de faber lapidarii.

Todos los datos suministrados por la prospección de las canteras señala una interrupción de su explotación durante el siglo II d.C. La reactivación de la actividad edilicia en la ciudad durante los siglos IV y V d.C caracterizada por la aplicación de unos criterios de funcionalidad y reutilización de materiales, implicó una simplificación del proceso constructivo, con lo cual esas tareas sumamente organizadas y jerarquizadas que habíamos visto con anterioridad, se ven ahora anuladas.

Canteras de Tabaire

A unos 4 km al oeste de Cartagena, junto a la actual población de Canteras, se extiende un importante afloramiento de rocas sedimentarias de unos seis kilómetros de longitud por uno de anchura, compuesto fundamentalmente por margas y areniscas de color amarillento formadas durante el período Mioceno. Estas rocas fueron intensamente explotadas entre finales del siglo III aC y el I dC, así como durante las épocas moderna y contemporánea. Sus propias características físicas de elevada porosidad y escasa dureza que facilitaban su extracción y labra, así como su cercanía a Carthago Noua, contribuyeron decisivamente a facilitar su explotación y comercialización.

Este tipo de extracción a cielo abierto, tan prolongada en el tiempo, ha quedado extraordinariamente testimoniada mediante la conservación de imponentes frentes de cantería, muchos de los cuales conservan las trazas de las herramientas de los operarios, intercalados entre zonas de explotación en gradas, y áreas que fueron desprovistas de su manto o cubierta de cantera para iniciar una explotación que nunca llegó a materializarse. Las técnicas de cantería utilizadas consistieron fundamentalmente en la realización de ranuras en la roca, con las que se delimitaba la forma y dimensión de los sillares que se pretendían obtener, siendo posteriormente extraídos en hiladas horizontales; en otras ocasiones se recurría al empleo de hendiduras alineadas practicadas a distancias equidistantes, en las que se introducían cuñas que al ser golpeadas provocaban una línea de fractura con la orientación deseada.

Su utilización como material constructivo se ha podido documentar en un gran número de obras públicas de la ciudad, con un marco cronológico bastante amplio. De esta manera, lo encontramos por ejemplo en los paramentos interior y exterior de las casamatas de la muralla bárquida, en el podium del templo del Molinete, en diversos sectores del foro de la ciudad, así como en el porticus post scaenium y los aditii oriental y occidental pertenecientes al teatro augusteo. Asimismo ciertos elementos arquitectónicos como basas, fustes, capiteles y cornisas, son también realizados con esta roca.


Canteras de Tabaire