Volver a la página de inicio Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

:: www.cervantesvirtual.com » Historia » Carlos V » Cultura » Notas históricas

Cultura

Notas históricas


Don Francés de Zúñiga

José Antonio Sánchez Paso



Sobre su nombre

     El autor de la llamada Crónica burlesca del emperador Carlos V (1529) ha recibido, allí donde se le mencionaba, el singular nombre de Francesillo de Zúñiga. Aunque no se puede negar que en vida le dedicaran el diminutivo en cuestión, tampoco deja de ser cierto que, al menos en la documentación que a él se refiere, con tan familiar apodo no es mencionado sino después de su muerte, y quien definitivamente se lo encorsetó fue sin duda Adolfo de Castro, en el prólogo a la edición de la B.A.E. que hiciera Pascual de Gayangos (1855). Sin embargo, él mismo gustaba de llamarse conde don Francés de Zúñiga, su nombre real, salvo en lo de conde, por supuesto, y nombre un tanto más respetuoso para con el autor de esta entretenida obra, que no por que ésta sea divertida y su autor profesara de bufón cortesano ha de tenerse en menos su nombre.



Su vida

     Nada concreto sabemos de sus antepasados, aunque por algunas referencias de la Crónica a su propia persona sabemos de una indudable ascendencia judía. Su nacimiento se puede situar hacia 1480. Por comentarios que hace en su «Epistolario», cabe suponer que cuando se produjo el decreto de expulsión de los judíos sus parientes se bautizan y quedan en Béjar (Salamanca).

     Mucho se ha especulado sobre cuál fue el lugar de su nacimiento. Hasta ahora se había apuntado hacia Navarra, por aquello del apellido, o hacia varias localidades que tienen por nombre Navarredonda -en las provincias de Ávila y Salamanca-, localidad que él cita un par de veces en su «Epistolario». Hoy sabemos que Navarredonda no fue más que un lugarejo situado en las cercanías de Béjar y que en vida de don Francés estaba habitado por no más de una docena de personas. Éste es, sin duda, el Navarredonda que cita el cronista. Lo que ya es más conjeturable es que naciera allí. Descartadas las hipótesis de Navarra o las mencionadas localidades abulenses y salmantinas, todos los datos de su vida le relacionan estrechamente con Béjar; sólo al final de su existencia aparece en sus escritos la mención de Navarredonda. Es de pensar, pues, como más probable su nacimiento bejarano y que la aparición de Navarredonda en su vida se pueda deber a mercedes regias.

      Su mocedad nos es bastante oscura. Tan sólo conocemos el dato de su oficio en sus años adolescentes, el de sastre, un oficio de raigambre familiar entre los judíos y conversos. Mas don Francés no descolló precisamente por sus tijeras sino por su humor, que tan alto habría de llevarle: hacia la primera década del siglo XVI entró como criado al servicio del duque de Béjar, don Álvaro de Zúñiga, en cuya compañía permanecerá largos años y de quien adopta el apellido.

     Hacia la fecha de 1505, estando con seguridad ya al servicio ducal, tiene lugar su matrimonio con Isabel de la Serna y el nacimiento de sus dos hijos, Mariana y Álvaro, nombre éste que es sin ambages deudor del que llevaba el duque bejarano, en pleitesía agradecida. Cuando esto sucede, don Francés andaba por los veinticinco años y contaba ya con el claro favor de su amo, con quien hacía frecuentes viajes a la Corte, ambiente en el que habría de desarrollarse lo mejor de su vida y que quedaría posteriormente reflejado y satirizado en su Crónica.

     Junto al duque don Álvaro estaba cuando en 1517, muertos el rey Fernando y el cardenal Cisneros, el joven Carlos de Habsburgo llega a España para ser proclamado rey. Don Francés conoció al que habría de ser su futuro amo en Valladolid el 18 de noviembre de 1517, fecha en la que el monarca flamenco tuvo su primer contacto con lo más selecto de la nobleza castellana, entre la que se contaba el duque de Béjar. Es a partir de este momento cuando más datos nos son conocidos de la propia vida del bufón, ya que su Crónica, aunque no se comenzó a escribir hasta 1525, recoge detalles de su existencia al tiempo que los sucesos de la Corte. Pero todavía don Francés, hasta 1522, continuará siendo el bufón particular del duque don Álvaro, del cual no se separa, esté éste en la Corte o se aleje de ella.

     Así, el bufón está en Valladolid al tiempo de las Cortes de febrero de 1518, inventando sus personalísimos chascarrillos sobre la cortesanía hueca con la que convive y motejando sin piedad a tan falsos y altos personajes.

     Terminadas las Cortes, duque y bufón forman parte de la comitiva que acompaña al joven rey en un viaje por el oriente de la Península que habría de prolongarse por espacio de casi dos años, hasta enero de 1520. Aragón y Cataluña son las tierras visitadas. En este tiempo, Maximiliano de Austria fallece y Carlos es proclamado emperador, motivo por el cual regresa a Valladolid para embarcarse poco después con destino a Alemania. La partida se produce en La Coruña, en mayo del mismo año, después de unas agitadas y trascendentes Cortes en Santiago. Es en Valladolid donde sorprende a don Francés el estallido de las Comunidades, sobre el que tan agrios comentarios hace en su obra, quizás porque siendo de natural cobarde (así lo manifiesta él mismo) hubo de verse involucrado en algún enfrentamiento. Parece ser que, al menos, estuvo presente, y de forma activa, en la rendición de Toledo, en febrero de 1522. Antes ya, parece que también se halló presente en la batalla de Villalar. Don Francés aprovecha el suceso de las Comunidades para vilipendiar duramente a unos y otros, imperiales y comuneros, aunque decantándose fielmente hacia el bando del emperador, que no en balde era el que le daba de comer y la posibilidad de vivir en un ambiente que no le era permitido a los de su ascendencia, social y étnica.

     El 11 de mayo de 1521 los franceses entran en Navarra y llegan a poner cerco a Logroño. Un nuevo frente bélico en el que también tenemos constancia de la presencia de don Álvaro y su bufón. Hacia el final del verano, ambos regresan al palacio ducal bejarano. Aquí queda el duque para pasar el invierno, pero no don Francés, quien partirá para Toledo, donde se halla don Antonio de Zúñiga, prior de San Juan y hermano del duque. El bufón se ve involucrado físicamente, ya lo mencionamos antes, en la toma de la ciudad, en manos todavía de la gente comunera.

     Nada sabemos de él hasta el 28 de agosto, fecha en la que se encuentra de nuevo junto a su señor el duque para recibir al emperador, que llega a Valladolid después de su prolongado viaje a Inglaterra y Alemania. Es éste uno de los momentos decisivos en la biografía del bufón cronista: es el momento de la reconciliación del monarca con su pueblo, y también el de la concesión de Carlos V a don Francés de facultad para fundar mayorazgo en la persona de su hijo Álvaro, hecho que sucede el 21 de octubre de 1522. Más aún, es este último trimestre de 1522 la fecha más probable para la entrada de don Francés al servicio del emperador, evento que le propició la salvaguardia necesaria para escribir la corrosiva Crónica que le daría la gloria: la efímera de la fama, que obtuvo en su momento, y la eterna de ser autor de una obra única en su género en la literatura universal. Cambia don Francés de amo, pero no dejaba nunca a su gran benefactor, el duque de Béjar, al que siempre seguirá llamando «mi amo» y con el cual volverá al final de su vida.

     Apenas seis años estará al servicio de la Casa Real, pero serán los más fecundos e interesantes de su vida. La mano todopoderosa del emperador le protegerá y le permitirá lanzar sus más ponzoñosas y ágiles burlas hacia la Corte, que impotente (y no menos ella misma alentadora) se verá ridiculizada en la boca y la pluma del bufón. Esa misma Corte que, años después, no le perdonará las ofensas cometidas.

     En enero de 1523 llega a la Corte el marqués de Pescara, con quien trabará la excelente amistad que se hace patente en el «Epistolario» que nos ha quedado del bufón cronista. Un año después aquél le invitará a pasar a Italia, donde se encontraba el de Pescara, invitación que don Francés declinará con su natural poca belicosidad, ya que el marqués se encontraba por entonces al mando del ejército imperial que combatía la Liga hecha por el Papa y el rey de Francia.

     En agosto de 1523 el bufón acompaña al emperador en lo que habrá de ser su segundo viaje a Navarra: allí continuaba la guerra contra los franceses y allí permanecerá hasta los primeros días del año siguiente, tomando con humor sin par aquel grave conflicto, plasmando en esta Crónica el lado absurdo de los delicados aspectos de la naturaleza humana.

     A comienzos de 1524 tenemos noticia de una ausencia suya de la Corte durante tres meses, por motivos que nos son desconocidos (quizás algún enfado del emperador); al cabo, es el propio monarca quien le llama a su lado, estando en Burgos por el mes de mayo o junio. De allí a Valladolid, y de ésta a Madrid, donde Carlos V yace enfermo durante los últimos meses del año, tiempo que don Francés aprovecha para casar a su hija Mariana.

     El 13 de enero de 1525 tenemos otra vez al bufón viajando, sino al que parecía estar abocado y del que posteriormente se quejará amargamente a Carlos V. En esa fecha está de nuevo con su antiguo señor, el duque don Álvaro, que en Calzada de Béjar se une y pone al mando de la comitiva que llevaba de Tordesillas a Badajoz a la infanta Catalina para sus esponsales con el rey de Portugal. Es en la ciudad pacense donde el bejarano moja por primera vez en la tinta para escribir la Crónica. A esas fechas corresponden los primeros capítulos redactados:

Una corónica he hecho desque la reina de Portugal partió de Tordesillas hasta la raya; y entendidas las personas, es la más alta escritura que se ha visto.

     No es falsa modestia: enviados esos primeros capítulos a la Corte, a la sazón todavía en Madrid, provocaron el jolgorio y corrieron de mano en mano, con tal éxito que don Francés se animó a profundizar en esa descubierta faceta de escritor.

     En los dos años siguientes nuestro bufón se internará en la redacción de lo que él pretenderá que sea la crónica del reinado de Carlos V: para ello se retrotraerá hasta 1517 y escribirá lo que le pareció oportuno (que no lo más interesante) de lo ocurrido en la Corte hasta ese momento en que escribe. El resultado será la más ahistórica y divertida Crónica de cuantas se conservan del siglo XVI. Son dos años en los que llevará consigo sus papeles allá donde el destino y la Corte le van llevando: Toledo, otra vez Badajoz, Sevilla, Granada... dos años en los que al mismo tiempo despliega su humor en una amplia correspondencia que abarca Papas, reyes, príncipes, nobles y militares repartidos por toda Europa.

     De vuelta en Valladolid, en enero de 1527, don Francés tiene terminada una primera redacción de su obra, que divulga en forma de manuscrito por la Corte. Para su mal, todo hay que decirlo, porque tanto como el éxito provocó la ofensa de más de uno que se vio retratado en las jugosas páginas del bufón, hasta el punto de que, bajo amenazas, éste tuvo que retirarse a Béjar hasta que la tormenta pasó y las voces se aplacaron.

     Superada la «crisis de ánimos» de unos respecto a su persona y engalanado por las alabanzas de otros, el bufón vuelve a la Corte antes del nacimiento del futuro Felipe II, hecho que coincide con la llegada de la noticia del Saco de Roma y con la propagación de la peste en la ciudad vallisoletana, que provoca la diáspora de los cortesanos hacia varias localidades de la Tierra de Campos. Parece ser que don Francés pasó el verano en Burgos en compañía del duque de Béjar, a donde la familia real se dirigió desde Palencia en octubre, para en enero de 1528 trasladarse a Madrid, lugar donde el bufón terminará de redactar la Crónica, a la que después de su escandalosa divulgación en enero de 1527 había ido prestando progresivamente menor atención.

     Estando Carlos V en Toledo preparando un viaje a Italia, don Francés hizo una desafortunada broma sobre la lealtad de algunos nobles cercanos al monarca, lo que provocó las iras de éste y la expulsión del palacio de nuestro bufón, que supuso su separación definitiva del rey y de la Corte. Aquejado por alguna enfermedad, todavía el bufón permanece en Toledo amparado por su antiguo señor y amigo don Álvaro de Zúñiga. Cuando el rey parte para Italia, el 9 de marzo de 1529, duque y bufón regresan a Béjar. Desde Navarredonda, «mi villa» en sus palabras, escribió don Francés una hermosa carta a la emperatriz Isabel en la que le manifestaba su nostalgia de la Corte y le ofrece castañas y arrope de la tierra bejarana. Es la última carta conocida de don Francés. Su Crónica circulaba entre los cortesanos pero nunca más reemprendió su escritura. Aunque le había procurado favores y amistades importantes entre los nobles, también le había buscado enfados, golpes y amenazas que, años más tarde, se traducirían en su asesinato.

     A la muerte del que había sido su amigo durante cerca de treinta años, el duque don Álvaro, tomó posesión de la Villa, Estado, Rentas, Alcázar y Palacios de Béjar su viuda, doña María de Zúñiga. Ese 19 de octubre de 1531 don Francés alcanzaba la vieja aspiración suya de ostentar un cargo público, ya que fue nombrado Alguacil Mayor de Béjar, cargo en el que no duró mucho. Perdido el favor del emperador Carlos V en 1529 y muerto su protector el duque, alguien cuyo nombre nos está velado encontró el momento de vengar alguna vieja querella no perdonada con el paso de los años. En una fecha que bien pudo ser la del 2 de febrero de 1532 fue acuchillado y herido de muerte por unos desconocidos en alguna calle de Béjar. Con cuchilladas en la cabeza, brazos y manos, y una estocada en el lado izquierdo debajo de las costillas, don Francés fue llevado a su casa, donde su mujer, alarmada por el ruido, salió preguntando qué ocurría, a lo que el bufón, sin perder su humor siquiera en tan grave situación, respondió:

No es nada, señora, sino que han muerto a vuestro marido.

      Aquella misma noche hizo testamento y otorgó mayorazgo en favor de su hijo Álvaro. Resistió a la muerte todavía algunos días o algunas semanas, ya que estando en tal circunstancia vino a visitarle Perico de Ayala, bufón al servicio del marqués de Villena, conocedor del crítico estado en que se hallaba su amigo.

     Murió antes del 3 de marzo, fecha en la que su mujer ratificó y aprobó la escritura de mayorazgo y de testamento de su marido.



La Crónica

     En vida de don Francés, su Crónica nunca llegó a ser impresa. No lo fue hasta mediados del siglo XIX. Circuló hasta entonces, y con inusitada profusión, de forma manuscrita y en distintas versiones, unas más largas que otras. No es de extrañar que no llegara a ser impresa, ya que con seguridad no era esa la intención de su autor: no iba destinada al gran público lector sino a un círculo más cerrado: al emperador en primera instancia, puesto que a él está dedicada y dirigida y a él fue presentada como entretenimiento durante una convalecencia de cuartanas que padeció, pero es el público cortesano en última instancia el receptor de la sátira moral de la que ese mismo público es protagonista. Desde el momento en que se sabe que iba destinada a tan selecto grupo, se comprende que la obra no fuera ni una crónica en sí ni una obra histórica. El grado de corrupción de la verdad al que don Francés somete los aconteceres históricos hace que la obra haya que comprenderla como un ejercicio que se aproxima más a la amenidad y el entretenimiento de quien hubiera de leerla que a la divulgación, el conocimiento o la propaganda de la política carolina. Es más una subversión de la realidad que su reflejo, con continuos viajes de ida y vuelta entre lo serio y lo jocoso, lo formal y lo festivo, lo histórico y lo banal. A medio camino, pues, entre lo histórico y lo periodístico, donde mejor se plasma la burla de don Francés no es en la descripción de los grandes hechos históricos que vivió, sino en la ridiculización de los personajes concretos y la bufa individual. Con la misma tijera corta y cose chascarrillos y bromas de los de arriba y los de abajo, de nobles y villanos, nacionales y extranjeros, obispos, alcaldes, militares y criados; todos ellos son puestos en situación incómoda, para regocijo del lector, y cada cual se lleva su mote colgado del cuello, especialidad ésta en la que don Francés es maestro sin comparación en toda la literatura.

     La crítica al uso considera, y no sin razón, esta Crónica burlesca del emperador Carlos V como la obra maestra de la literatura bufonesca o del «loco» en España y uno de los mejores ejemplos europeos, en opinión de Francisco Márquez Villanueva, del jest-book. Don Francés de Zúñiga compone, junto con el doctor Villalobos y fray Antonio de Guevara, el trío de autores que llevan a su esplendor, en la segunda década del siglo XVI, este género literario que ya en la centuria anterior se había decantado con autores como Alfonso Álvarez de Villasandino, Juan Alfonso de Baena o Antón de Montoro. Un género cuyo principal rasgo es el de ofrecer, desde el punto de vista del «loco» racional, una crítica intelectual al poder y a la sociedad desde dentro y desde las alturas mismas de la arquitectura social y no desde la marginalidad.



Bibliografía

BIGEARD, Martine, «La folie et les fous littéraires en Espagne (1500-1650)», Paris: Centre d'Études Hispaniques, 1972.

BOUZA, Fernando, «Locos, enanos y hombres de placer en la Corte de los Austrias. Oficio de burlas», Madrid: Temas de Hoy, 1991.

«Folie et déraison à la Renaissance, Colloque International», Bruxelles: Université Libre, 1976.

GONZÁLEZ PALENCIA, Ángel, «El mayorazgo de don Francés de Zúñiga», en Del Lazarillo a Quevedo, Madrid, 1946, pp. 42-51.

JOLY, Monique, «Fragments d'un discours mythique sur le bouffon», en A. REDONDO y A. ROCHON (eds.), Visages de la folie (1500-1650), Paris: Sorbonne, 1981.

JOLY, Monique, «La bourle et son interprétation», Université de Lille III, 1982.

JOLY, Monique, «El truhán y sus apodos», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXIV (1985-86), núm. 2, pp. 723-740.

LIDA DE MALKIEL, María Rosa, «Fray Antonio de Guevara. Edad Media y Siglo de Oro español», RFH, VII (1945), pp. 367.

MARISCAL, George, «A Clown at Court: Francesillo de Zúñiga's Crónica burlesca», en Nicholas SPADACCINI y Jenaro TALENS (eds.), Autobiography in Early Modern Spain, Minneapolis: The Prisma Institute, Inc., 1988, pp. 59-75.

MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco, «Un aspect de la littérature du `fou´ en Espagne», en A. REDONDO, L'Humanisme dans les lettres espagnoles, Paris: Vrin, 1979, pp. 233-250 [versión española: «Planteamiento de la literatura del `loco´ en España», Sin Nombre, 10 (1979-80), núm. 4, pp. 7-25].

MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco, «Literatura bufonesca o del `loco´», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXIV (1985-86), núm. 2, pp. 501-528.

MENÉNDEZ PIDAL, Juan, «Don Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V. Cartas inéditas», RBAM, XX (1909), pp. 182-199 y XXI (1909), pp. 72-95.

MOREL-FATIO, A., y H. LEONARDON, «La Chronique scandaleuse d'un bouffon du temps de Charles-Quint», BHi, XI (1909), pp. 370-396.

MUSSAFIA, A., «Ueber eine spanische Handschrift der Wiener Hofbibliotek», Sitzunberische Der Philosophisch-Historischen Classe Der Kaiserlichen Akademie Der Wissenschaften, LVI, mayo 1867, pp. 83-125.

NAVAS MORMONEO, Ángel, Lenguaje de locura y tradición bufonesca en la España de los siglos XVI y XVII [Tesis Doctoral inédita: Universidad de Barcelona, enero 1986].

SÁNCHEZ PASO, José Antonio, «La sociología literaria de don Francés de Zúñiga», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXIV (1985-86), núm. 2, pp. 848-865.

WOLF, Ferdinand, «Ueber den Hofnarren Kaiser Karl's V genannt El Conde don Francés de Zúñiga und seine Chronik», Sitzungsberische Der Kaiser Akademie Der Wissenschaften. Philosophisch-Historische Classe, Bd. II, Heft I, junio 1850, pp. 21-63.

ZÚÑIGA, Francesillo de, «Crónica de don Francesillo de Zúñiga», edición de Pascual de Gayangos, en Curiosidades bibliográficas, BAE, XXXVI, 1855, pp. 9-54.

ZÚÑIGA, Francesillo de, «Crónica burlesca del emperador Carlos V», edición de Diane Pamp de Avalle-Arce, Barcelona: Crítica, 1981.

ZÚÑIGA, don Francés de, «Crónica burlesca del emperador Carlos V», edición de José Antonio Sánchez Paso, Salamanca: Universidad, 1989.

ZÚÑIGA, Francesillo de, «Epistolario», edición de Pascual de Gayangos, en Curiosidades bibliográficas, BAE, XXXVI, 1855, pp. 55-62.



Mapa del sitio / Web map Página mantenida por el Taller Digital Marco legal Página principal Enviar correo