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ArribaAbajoPrólogo416

Victor Balaguer


A los veinticinco años de haberse publicado la primera edición de esta obra, y á los sesenta de mi edad, emprendo la segunda, esperando que Dios me otorgue el gran beneficio de llevarla á feliz término, para que así pueda enmendar, adicionar y corregir todo aquello que nuevas investigaciones, estudios más detenidos y advertencias de crítica sensata me señalaron como digno de corrección, adición ó enmienda.

Exceptuando el estudio importantísimo de Los condes vindicados, de D. Próspero de Bofarull, y algunas monografías, escritas durante la primera mitad del siglo por sabios y eruditos literatos, que no estaban al alcance de todos, y que no transpusieron las lindes de ciertos círculos literarios, nada existía entonces que pudiera, dar á conocer al pueblo la historia de una de las más importantes regiones españolas. Desde los Anales de Cataluña, por Feliu de la Peña, relegados con notoria injusticia al fondo de los archivos y bibliotecas, nada se había escrito sobre historia de este nuestro país, y aquellos catalanes á quienes aguijoneaba el deseo de conocerla, tenían que ir á estudiarla en las páginas de las Historias generales de España, por lo común poco discretas y siempre poco explícitas al tratarse de Cataluña.

Fué entonces cuando, con el anhelo de corresponder á un sentimiento público, con el de llenar una necesidad, y también ¿por qué   —348→   no confesarlo? con el de contribuir á la propaganda liberal que á la sazón realizábamos todos los afiliados al partido progresista, comencé á publicar mi Historia de Cataluña y de la Corona de Aragón, empresa que, si podía parecer fácil y asequible á los bríos del mozo y del ciudadano, era realmente superior á mis fuerzas y facultades. Sucedióme lo que al que pasa por vez primera un vado, que mal lo pasa y con peligro, aun cuando lo enseñe á los demás.

Al salir á luz mi obra no se había publicado ninguna de las infinitas que en estos veinticinco años han aparecido, referentes todas á historia de Cataluña. Libros, folletos, discursos, disquisiciones, historias de ciudades, villas, templos y lugares, monografías eruditísimas, artículos de revistas y periódicos consagrados á debatir puntos dudosos de anales catalanes, todo esto, que en mi época no existía, abunda hoy con gran contentamiento y disfrute de cuantos se dedican á estudios históricos y con gran resultado para gloria de la patria.

Mi pobre trabajo salió á luz escueto, solo, desamparado; pero así y todo, sin gran vanidad - que nunca la tuve, - puedo permitirme creer que abrió y enseñó el camino. No es posible que cometa la injusticia de negarme esto ni siquiera mi mayor enemigo.

En medio de sus errores mi obra, cuya edición se agotó hace ya muchos años, obtuvo varios resultados:

1.º Enseñó historia de Cataluña, ó por lo menos dió un conocimiento de ella á los que la ignoraban.

2.º Inspiró afición y amor á las cosas de nuestra tierra.

3.º Despertó en muchos el deseo de estudiar más á fondo, y escribir con más datos, noticias, pormenores y detalles, ciertos pasajes ó determinados episodios de nuestra historia, que debieron parecer insuficientes, por haberse tenido que tratar á grandes rasgos.

4.º Dió á conocer infinidad de tradiciones, leyendas y sucesos históricos que pasaron á ser patrimonio de la juventud literaria, y que hoy abundan en el renacimiento de la literatura catalana, según patentemente demuestran los volúmenes de Juegos Florales y muchos otros, así en verso como en prosa, que con profusión se han publicado.

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Ni ha faltado tampoco quien haya escrito una obra voluminosa más que con el deseo de llenar una vocación, con el propósito sin duda de rectificar mi Historia y zaherirme y mortificarme al mismo tiempo. Es muy posible, ¿qué digo? es seguro que no hubiese llegado jamás á escribirse á no existir la mía y á carecer su vejaminista autor de aguijón para publicarla, ya que hay desgraciadamente en este mundo hombres á quienes no mueven grandes designios de perseguir altos y nobles ideales, sino desordenados apetitos de miserable satisfacción de amor propio para goce de sus escultóricas vanidades ó de sus idiosincráticos personalismos. Pero aun siendo esto así, lejos de mortificarme, huélgome de ello, pues á no ser la mía no se hubiera escrito esta otra, que, no obstante su iliteraria forma y sus graves errores, tiene pasajes que deben ser consultados, y publica documentos de alto precio, todo lo cual redunda en favor de la patria, que es quien en definitiva gana.

Al aparecer mi Historia fué dura y despiadadamente atacada. Tengo la seguridad de que algunos la criticaron sin leerla. Alguien me lo ha confesado noblemente más tarde, escribiéndomelo así, y autorizándome con hidalga franqueza á publicarlo, cosa que ni hago ni haré, porque rasgos de honor á rasgos de honor obligan entre hombres serios y bien nacidos.

Lo que sí diré es que en libros donde con fruición se me combate, no se ha vacilado en copiar párrafos del mío sin citarlo, sentándose opiniones mías como propias, y hasta llegando á aceptar yerros míos como artículos de fe, por haberlos hecho suyos el autor inadvertidamente. Gran ejemplo de lo que ciegan las humanas vanidades.

Hoy, que después de veinticinco años he vuelto á leer mi Historia, con el criterio imparcial que ya es á mi edad compatible, y con el entendimiento sereno de quien no está ya muy apegado á las cosas, y sobre todo á las vanidades de este mundo, encuentro en ella no poco que enmendar y mucho que corregir, y esto procuro hacer en esta segunda edición; pero encuentro también que hay en ella mucho de lo que faltaba en las antiguas crónicas, y no poco de lo que autores muy juiciosos y graves han dado luego como producto de investigaciones suyas, sin recordar, sin saber de seguro que me había adelantado á sus estudios.

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A dos observaciones de la crítica me importa contestar.

Es la una que mi Historia tiene trazos de novela, poco dignos de la gravedad histórica.

Esto no es cierto, y es una suposición gratuita. Obedece esto á mi manera de relatar los sucesos, á mi manera también de comprenderlos, y á que, amigo y entusiasta del encanto de la forma, que ciertos críticos parecen proscribir, condeno y deploro las narraciones indigestas y las largas y pesadas disquisiciones á que con tanta facilidad y placer se entregan otros. Procuro en el relato ser breve, fácil y sobrio, y relego á los apéndices, y muy particularmente á las notas, que no son escasas, las explicaciones difusas á veces, que deben darse para mayor aclaración de los hechos, ó más detalle de los sucesos, ó más lata confirmación de los estudios y autoridades que pudieron obligarme á seguir determinada opinión.

No es verdad - y el crítico que un día lo dijo en las páginas de la Revista histórico-latina cometió un acto evidente de mala fe, - no es verdad que haya dado yo como hecho histórico lo que es hijo de la leyenda, de la tradición ó de la fábula. Procuro aclarar y distinguir bien lo que es leyenda y lo que es historia. Relato lo que de ésta resulta con toda veracidad, aun cuando me plazca contar luego la leyenda en su lugar respectivo. Así lo hice con el cuento de El conde Arnaldo y el de Las monjas de Sant Aimans, que tan injustas é insólitas críticas me valieron del Sr. Parassols, á quien quiero hacer la justicia de creer que sólo leyó párrafos sueltos de mi obra, y así lo hice también con La lluvia de sangre de Carlomagno, La aparición de San Jorge en las batallas, Las aventuras de Fray Juan Garín y cien otras tradiciones, que no por ser leyendas religiosas dejan de ser fábulas semejantes á la de El conde Arnaldo, pero que son bellas, llenas de fe y de poesía, y que merecen un puesto de honor en cualquier libro serio.

Esto de que mi obra tiene aires de novela se hubo de decir sin duda porque fui entonces el primero en dar cierta forma literaria á la narración, apartándome de lo consuetudinario y tradicional de muchos cronistas antiguos, á quienes no se puede leer por su detestable forma. El cargo es tanto más injusto, dirigido á mí cuanto que he sido también el primer historiador, si no me engaño,   —351→   que ha convertido en v la b de nuestros barones de la fama, destruyendo con sólo esta sencilla variante una fábula profundamente arraigada en el seno de nuestra sociedad y de nuestro país, y el primero asimismo que se atrevió á rectificar muchos errores históricos y á ofrecer dudas sobre la veracidad y decantada buena fe del cronista Muntaner, que para nuestros sabios, incluso el Sr. Parassols, ha pasado, y pasa, y tal vez continuará pasando como un historiador insigne, siendo así que no es más que un hábil novelero y un sublime leyendista.

Otro cargo hízome la crítica: el de no haber dado la suficiente importancia á los primeros tiempos de Cataluña, profundizando poco y acaso mal en lo de sus aborígenes, y tratando las épocas romana, goda y árabe, de asaz compendiosa manera.

El cargo es justo. No tiene para mi defensa más explicación que la que doy en uno de los Apéndices añadidos al libro II de esta nueva edición.

En aquellos tiempos en que yo escribí mi Historia era muy difícil, cuando no imposible, encontrar un editor que quisiera aventurar sus capitales en una obra dedicada á tratar asuntos históricos, de los cuales el público en general no era muy amigo. Sólo encontré quien patrocinara mi idea si me avenía á escribir un libro titulado Los reyes de Aragón, en vez de una Historia de Cataluña y de la Corona de Aragón. Hubo necesidad de transigir. Se me permitió escribir una historia como yo deseaba, pero no podía pasar de tres tomos en folio, debiendo ocuparme sucintamente de las primeras épocas para llegar pronto á la de los reyes de Aragón y á los sucesos contemporáneos, que era lo deseado por el editor. Si después aparecieron cinco tomos en vez de los tres que se había pactado, fué porque, publicándose por entregas, y correspondiendo el público mejor de lo que esperaba el editor, ya no se me puso traba ni inconveniente alguno. Entonces, á no ser ya tarde, el editor hubiera accedido á publicar la obra con toda la extensión y bajo el plan que había sido concebido.

Sólo me falta añadir ahora, y con esto respondo también á otra observación de la crítica, que no apunto nada ni nada adelanto en estas páginas sin apresurarme á descubrir la fuente en donde he ido á buscarlo, teniendo buen cuidado de presentar mi opinión   —352→   aislada, con protestas repetidas y firmísima voluntad de rectificarme ó ser rectificado si me indujo á error mi criterio; que sólo así puede escribirse la historia, con perfecta buena fe, corrigiéndose uno á sí mismo ó corregido por los demás, para llegar al conocimiento y depuración de la verdad, única que ha de aparecer dominante y absoluta en trabajos de esta índole.

Por lo demás, aun cuando presento esta como una segunda edición, la verdad es que los lectores no tardarán en conocer que mi Historia de Cataluña de hoy está ampliada y es más completa, sobre todo en determinadas épocas, que mi Historia de Cataluña y de la Corona de Aragón, que así hube de titular entonces para dar á entender que Cataluña tenía anales, como estado independiente primero, y luego como reino perteneciente á la Corona Aragón.

Tras de esta publicación pienso dar á luz en una serie de volúmenes, como memorial histórico de cosas patrias, cuanto, posteriormente fuí escribiendo sobre Aragón y Cataluña: monografías, historias particulares, estudios biográficos, disquisiciones, etc., en una palabra, cuanto durante mi vida he ido publicando, ya en tomos sueltos, ya en revistas y periódicos, trabajos todos que en definitiva vienen á formar cuerpo de obra con mi Historia, siendo de ella aclaración y complemento.

Si Dios me concede la gracia de realizar mi plan según lo he proyectado, entonces es cuando de buena fe, con plena conciencia, sin reparo alguno y sin reticencia de ninguna especie, me presentaré, ante el tribunal de la crítica, dispuesto á someterme á su fallo, deseando sólo encontrar críticos que me juzguen con imparcialidad, lo cual harán seguramente si tengo la fortuna de encontrarlos ajenos á prevenciones de escuela y á intereses de partido, y propicios á las leyes morales y equitativas de la crítica relativa, no absoluta, ya que provechosas experiencias enseñan que la crítica absoluta, por lo que de tal tiene, acostumbra á ser ó pasión ó tiranía.

Villanueva y Geltrú 1.º Setiembre 1885.

VICTOR BALAGUER.