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ArribaAbajoSobre los géneros literarios en la literatura griega

Francisco Rodríguez Adrados


La renovación de los estudios de historia literaria está en conexión con la nueva atención que reciben los aspectos formales de la obra literaria y su conexión con los de contenido, así como con el nuevo concepto de Ciencia de la Literatura como una prolongación o terreno contiguo a la Ciencia del Lenguaje. En relación con esto está el hecho, que parece evidente, de que cuando se escribe una Historia de la Literatura y, sobre todo, la de una Literatura tan formalizada como es la griega antigua, la atención a los géneros literarios, a los subgéneros y al análisis formal de las obras, debe ocupar un puesto absolutamente fundamental. Ello no es así, sin embargo, en los manuales al uso.

Y, sin embargo, sería sumamente importante que lo fuera. Y ello no solamente desde el punto de vista propio de los que cultivan el estudio de la literatura griega, sino también de los de otras literaturas, las modernas especialmente. La atención a los géneros literarios griegos es susceptible, en efecto, de aguzar la receptividad y la atención sobre todo el problema de los géneros literarios en general. En Grecia están representados la mayor parte de los géneros de las literaturas posteriores, aunque haya, por supuesto, diferencias notables; y ello lo mismo si se trata de géneros que han surgido en forma más o menos paralela que si ha habido influjo griego, directa o indirectamente, o que si ambas cosas son verdad a la vez. En Grecia las líneas son más simples, más claras, más nítidas. Quizá por esa clara formalización de que hablamos; quizá porque el nacimiento de la literatura griega, en sus diferentes géneros, es un fenómeno que podemos contemplar con nuestros ojos o al menos reconstruir y que es, fundamentalmente, un fenómeno endógeno, en el que los influjos extranjeros -orientales, concretamente- no han hecho otra cosa que contribuir, más bien modestamente, al desarrollo de cosas que encontraban sus antecedentes y sus condicionamientos dentro de la propia Grecia368. Es éste, de otra parte, un modelo relativamente reducido   —160→   si se compara con la dispersión, multiplicidad, volumen, influjos múltiples, de las literaturas modernas.

Es notable que la consideración de la literatura como un conjunto de géneros es algo específicamente griego. Nace, desde el siglo V a. C., en los tratados de retórica, luego en los de teoría poética. Pero un autor como Aristóteles no se contenta con establecer distinciones tajantes, de forma y contenido, entre la tragedia, la comedia y diversos géneros poéticos, sino que también intenta señalar características fijas y estables a la historia y la filosofía, por ejemplo. Para él, un género literario tiene una physis o naturaleza propia; su historia no es otra cosa que el camino recorrido para llegar a ella. Pues era algo, en cierto modo, previo. Así se expresa Aristóteles en un pasaje muy conocido de su Poética (1449 a 15). Ciertamente, la definición absolutamente cerrada y tajante de los géneros que de aquí se desprende, rompe conexiones existentes y en cierto modo se comprende la reacción consistente en disminuir su importancia al lado de otros factores temporales, ideológicos, etc. Pero se ha ido demasiado lejos en esa reacción.

Sin profundizar aquí en esta cuestión, que es una cuestión teórica imposible de plantear siquiera en forma rápida, lo que resulta claro es que la literatura griega presenta, históricamente, un despliegue de géneros literarios que, de un lado, nacen unos de otros y se polarizan y se definen unos por oposición a otros; pero, de otro lado, prescindiendo del plano temporal, ofrecen un muestrario de posibilidades existentes con carácter general.

No hay, para verlo, más que ofrecer un panorama de los géneros griegos que podríamos llamar originales y otro del conjunto de los géneros griegos, de ellos derivados, que florecen en fecha posterior. Los géneros literarios griegos, en general, están ligados al tiempo y al espacio, aunque son susceptibles de resurrecciones artificiales y de expansiones diversas: no existen todos a la vez ni a la vez en todas partes. Pero idealmente forman un conjunto que llena unas casillas sistemáticamente relacionadas; un conjunto que presenta toda la apariencia de ser cerrado y equilibrado.

Los dos géneros griegos originales son, evidentemente, la épica y la lírica; géneros orales y tradicionales los dos, géneros que pasaron a escribirse y hacerse obra de poetas individuales a partir del siglo VIII a. C. La épica es una monodia, canto de un aedo, que éste ejecuta en ocasiones festivas pero sin que tenga ya un carácter mayormente religioso; utiliza temas, lenguaje, métrica, fórmulas, recursos de composición que son tradicionales. Es fundamentalmente narrativa y sólo secundariamente tiene una función exhortativa o didáctica: en la medida en que el mundo que describe se considera modélico por los contemporáneos. En sí, insistimos, es poesía narrativa, caracterizada por el dominio de los tiempos de pasado (ni siquiera usa el presente histórico), del indicativo y de la tercera persona. Esto, muy esquemáticamente369.

Frente a ella está la lírica, en la que lo fundamental es la intervención de un coro formado por la colectividad que celebra una fiesta religiosa o por individuos representativos de esa colectividad; muy frecuentemente, no se trata de un coro, sino de dos, que compiten en una acción mimética (agón)370. Junto al coro está   —161→   el solista que puede ser o no ser, según las ocasiones, el jefe de coro o corego (primer danzarín); puede ser o no ser el músico. El hecho es que alternan las intervenciones de solista y coro, aunque es un tipo muy importante aquel en que el solista abre y cierra la intervención del coro. Éste fundamentalmente danza y marca el ritmo con sus manos o sus pies o bien con estribillos y frases rituales; las intervenciones de los solistas, por lo demás, son tradicionales y consisten en plegarias, invocaciones, exhortaciones al coro, etc. En definitiva, el significado de la palabra, que es lo secundario, y de la danza, que es lo principal, es de tipo impresivo: se llama o celebra al dios, se pide la abundancia para la ciudad, se llora y celebra al muerto, se ataca o expulsa a un principio negativo, al muerto, etcétera. Frente a un lenguaje representativo, tenemos uno impresivo (y secundariamente expresivo); en vez del pasado, el indicativo y la tercera persona, tenemos el presente, el subjuntivo o imperativo y la segunda persona («haz», «ven», etc.) o bien la primera de subjuntivo («hagamos», etc.).

Estos dos géneros, de los cuales la lírica, cuando se hace literaria, produce una larga serie de subgéneros, se oponen también muy especialmente por un rasgo no mencionado hasta ahora: la épica presenta una estructura abierta, mientras que la lírica presenta una estructura cerrada. La épica no es predecible en su extensión ni en su organización interna; la lírica, en sus distintos subgéneros, sí. La lírica literaria no teatral, concretamente, presenta una organización ternaria, con proemio, centro y epílogo, las tres partes con rasgos formales y de contenido muy acusados.

En la épica y la lírica tienen su raíz todos los géneros literarios griegos de la época clásica, mediante cruce o derivación. A saber, una serie de géneros abiertos, como son fundamentalmente la historia y la novela; y una serie de géneros cerrados, como son el teatro, el diálogo y la oratoria. Géneros ya poéticos, ya prosaicos y dotados de subgéneros numerosos; géneros que presentan una serie de evoluciones en cuanto a la estructura interna y a ciertos rasgos generales como el paso de lo colectivo a lo individual, de lo sacro a lo profano, etc.

No se puede comprender bien esta evolución si no se tiene en cuenta una serie de hechos sucedidos en la evolución de la épica y la lírica a partir del momento en que se convirtieron en literarias. Veámoslos.

1. La épica que, por lo que podemos juzgar, era de duración corta en época preliteraria, creó en época literaria grandes poemas: para nosotros, la Ilíada y la Odisea. Es ahora cuando, realmente, se crea la estructura abierta de la épica. Este carácter de género de estructura abierta implica dos rasgos hasta aquí no considerados: se sigue en líneas generales el curso del tiempo, pero en el detalle hay marchas hacia atrás, excursos y detenciones, siempre en forma imprevisible; el carácter fundamentalmente narrativo no impide la entrada, también imprevisiblemente, de elementos impresivos: discursos y oraciones. La diferencia de épica y lírica no es, pues, radical y menos si se tiene en cuenta que la lírica literaria incorpora en su parte central el mito, que demuestra el poder del dios y justifica el que se le implore; y con el mito otros elementos narrativos igualmente (fábula, anécdota, etc.) Este mito de la narración lírica se caracteriza por el manejo irregular, «a saltos», del tiempo.

2. Las unidades mínimas de la épica griega son, fundamentalmente, una larga serie de unidades narrativas, que se distinguen por el tema y las fórmulas (sobre todo las iniciales y finales); y otra no tan larga de unidades impresivas. Hay luego unidades secundarias, como los símiles, máximas, invocaciones a la Musa. Estas unidades se yuxtaponen e involucran, a la manera de las cajitas chinas,   —162→   para crear unidades de distintos niveles371. Lo característico es que operan alternativamente dos principios distintos, el que hace seguirse preparación, clímax y anticlímax; y el puramente yuxtapositivo, que sirve con frecuencia a efectos de distensión, aplazamiento y rotura del orden temporal. Por otra parte, es con frecuencia subjetivo el análisis en unidades de distintos niveles jerárquicos, por el hecho de que muchas fórmulas iniciales y finales son multivalentes, a efecto de los niveles. En realidad, hay combinación de un principio dramático y otro yuxtapositivo y existen varias posibilidades de análisis jerárquicos.

3. Todo esto ha influido mucho en la conformación de los géneros literarios nacidos después: sólo a partir de aquí puede comprenderse, pensamos, la composición de la Historia de Heródoto. Pero hay que añadir que nos hemos referido solamente a la poesía épica que pudiéramos llamar heroica y que culmina en la Ilíada y la Odisea. Hay que añadir que la tradición oral contenía también otros tipos de narración, de los que quedan huellas en distintos pasajes de Homero y, sobre todo, en Hesíodo: la épica genealógica, los catálogos diversos, los calendarios (agrícolas y otros), las cosmogonías372. En algunos de estos géneros hay una descripción de la realidad, puesto que presentan elementos atemporales. Son una de las bases de la poesía didáctica, representada para nosotros por Hesíodo, y, en fecha posterior, del tratado filosófico y científico. Sobre esto volveremos. Pero antes insistiremos en otro punto. En fecha posterior a Homero se creó un tipo de poema épico que se organiza rigurosamente siguiendo la línea del tiempo: así pensamos que serían poemas del llamado Ciclo épico, en los siglos VII y VI antes de Cristo, los Cantos Chipriotas, la Pequeña Ilíada, etc. Es evidente que este subgénero influyó grandemente en el desarrollo del género histórico.

4. Si los hechos que acabamos de presentar son obstáculo a una definición demasiado simple de la épica griega, con mucha mayor razón puede decirse esto de la lírica literaria, que desarrolló progresivamente multitud de subgéneros. Pues si, de un lado, representa una limitación respecto a la lírica popular, en cuanto tiende a generalizar la estructura ternaria, y a eliminar el diálogo y los elementos no miméticos, de otro produce un enriquecimiento. En primer término, se crean sucesivamente los géneros mixto (monodia-coral-monodia), monódico y puramente coral, de los cuales son los dos últimos los que en un momento dado ocuparon todo el panorama. En segundo término, hay una serie de factores que, combinados u opuestos entre sí, crean distintos subgéneros de lírica. Podemos señalar, abreviando, los siguientes373:

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a) Tipo de fiesta (pública o privada; en honor de tal o cual dios, boda, celebración fúnebre, elogio del vencedor...)

b) Finalidad (colectiva o individual; petición de favores al dios, exhortación al auditorio en diversos sentidos, celebración de la novia o el muerto, ataques y sátiras, etc.)

c) Características de los coros (de doncellas, jóvenes, viejos...), del tipo de danza (circular, procesional, agonal...), del metro, el dialecto, la música.

Combinando, como decimos, varios de estos factores, más el carácter mixto, monódico o coral de la poesía, surgen los diversos subgéneros líricos. Los factores que intervienen no son exclusivos de uno solo: por ejemplo, la sátira o escarnio domina en la poesía yámbica, pero está presente a veces en la elegíaca y en otros tipos más; el treno es coral o monódico; etc. Por otra parte existen una serie de libertades: el centro puede ser un agregado inorgánico de máximas o reflexiones o ser un símil, el proemio puede ser una afirmación luego comentada, etcétera.

O sea, en los géneros literarios griegos hay rasgos que son o tienden a ser relevantes, otros que son simples hechos de frecuencia; hay concomitancias y hay asociaciones simplemente frecuentes. Pero hay «puentes», elementos que en ocasiones son comunes a dos géneros (épica y lírica, por ejemplo) o dos subgéneros. Y no hay, con frecuencia, diferencia tajante entre los elementos desde estos puntos de vista, las asociaciones entre ellos para dar un género o subgénero no siempre son predecibles.

Así sucedió en Grecia un fenómeno que fue, pensamos, de una importancia decisiva a la hora de establecerse su «cuadro» de géneros y que tuvo una importancia relevante para la posteridad. Porque así como en las literaturas modernas hay géneros que, evidentemente, nacieron de raíces populares dentro de las mismas, así la épica y la lírica, aunque luego recibieran el influjo de las literaturas antiguas, otros no son concebibles más que como derivación de éstas. Me estoy refiriendo a un género específicamente griego, el tratado científico, cuyas raíces están, claramente, en un género nuevo que se creó, pensamos, por una contaminación de ciertos tipos de épica y ciertos tipos de lírica. Nos referimos a la poesía didáctica, a que ya aludimos arriba.

Si tomamos, por ejemplo, el poema de Parménides y un tratado hipocrático es fácil observar que son sólo dos fases diferentes, en verso épico y en prosa, respectivamente, de un mismo género. Tomando como ejemplo de tratado hipocrático el Sobre la enfermedad sagrada, hallaremos en ambas obras estos elementos comunes:

a) Estructura ternaria con proemio, centro y epílogo.

b) Dominio de las afirmaciones y negaciones, es decir, uso del indicativo en tercera persona, como en la épica, pero en presente.

c) Presencia, aunque secundaria, de elementos exhortativos: exhortación a no hacer tales o cuales cosas para buscar la verdad, exhortación al médico a seguir una determinada conducta.

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Hay, ciertamente, grandes diferencias en la parte central, que en Parménides procede por simples yuxtaposiciones y en Hipócrates presenta clasificaciones sistemáticas. Pero fundamentalmente tenemos ante nosotros el mismo panorama que es, más tarde, el del tratado científico helenístico, modelo en definitiva de todo tratado científico374. Dominan los rasgos procedentes de un determinado tipo de épica al que hemos hecho referencia más arriba; pero se añaden dos rasgos propios de la lírica, la estructura ternaria y los elementos exhortativos.

Esta fusión la encontramos ya en Hesíodo, que pensamos que escribió en el siglo VIII a. C., poco después de Homero. La composición de Hesíodo es ciertamente muy irregular: sus dos poemas presentan hacia el final un deshilachamiento apositivo y carecen de epílogo propiamente dicho; mezclan las digresiones de tipo homérico con la introducción de un principio cronológico más estricto y con el uso de principios puramente apositivos; son repetitivos e introducen en forma irregular «nidos» de máximas375. Pero en ambos existen amplios proemios, dirigidos a las Musas, que son propiamente transposiciones en verso épico de proemios líricos y son, en cierto modo, anticipos o índices de los poemas, como luego en el tratado científico. Y en ambos domina el tono didáctico que combina la narración en presente de verdades generales y la exhortación (por lo demás existente también en Homero) en subjuntivo o imperativo. Por lo demás, en cuanto al contenido, es sabido que las especulaciones presocráticas sobre los «principios» del mundo continúan el pensamiento mítico-cosmogónico, racionalizándolo lentamente.

Así son tres y no dos los géneros arquetípicos con que comienza la literatura griega; aquellos cuyos rasgos, más o menos modificados, se transmiten a los géneros posteriores, que de ellos derivan. Hemos tratado de hacer ver, de una manera rápida y esquemática, las oposiciones fundamentales entre dichos géneros, así como sus relaciones internas. Pues sus elementos integrantes o subordinados son, en parte, los mismos. Lo que en un nivel es pura oposición permite a otros la existencia de «puentes» y elementos ambiguos.

Naturalmente, los nuevos géneros toman elementos de estos tres géneros literarios antiguos, pero no queremos decir que deriven exactamente de ellos. El teatro no nace de la lírica literaria: ambos géneros proceden de elementos en general diferentes de la lírica popular, pero luego lírica y épica literarias ayudan a conformar el teatro literario. El diálogo socrático (de Platón, Esquines, Jenofonte) no nace del teatro: pero éste contribuye, sin duda, a conformar el diálogo de la calle en un género literario. La oratoria practicada desde siempre en asambleas, tribunales y reuniones, las narraciones de hechos históricos o fictivos que desembocan en la historia o la novela, producen en un momento dado géneros literarios del tipo de la lírica y la épica, respectivamente, y no sin influjo de estos géneros: pero no son derivaciones directas de los mismos. O sea: cuando hablamos de derivación lo hacemos en un sentido especial. La existencia de unos géneros favorece la creación de otros a partir de raíces populares y tradicionales.

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No es esto muy diferente de lo que ocurrió en nuestra Edad Media y en nuestro Renacimiento. Hay que pensar que el solo conocimiento de la existencia de una historia o un teatro latinos -derivados de los griegos- fue factor decisivo para que, a partir de elementos populares preteatrales y de la simple narración de sucedidos históricos por sus protagonistas, nacieran verdaderos géneros literarios. Como la lírica o la sátira populares produjeron más tarde géneros influenciados por la tradición antigua.

Las líneas fundamentales de la evolución de los géneros literarios griegos fueron las siguientes:

1. Géneros abiertos, narrativos. Tras la extinción de la épica en el siglo VII, tras algunos pequeños precedentes, nace la historia, cultivada por Hecateo a fines del siglo VI y comienzos del V y por Heródoto en fecha posterior dentro de dicho siglo (muere después del 429). Este género continúa vivo a partir de este momento; y por grande que sea su evolución formal y de contenido podemos decir que, fundamentalmente, es un género narrativo abierto de las características de la epopeya, pero relativo a hechos históricos, no legendarios. Desde el siglo III tenemos otro género más de este tipo: la novela, caracterizada por la narración fictiva y por algunos rasgos más: tema erótico y de viajes, cultivo del suspense, final feliz. El influjo de la poesía narrativa en ambos géneros es claro: la epopeya era para los antiguos narración de hechos que se consideraban verdaderos y luego Jenófanes en su Fundación de Colofón, Mimnermo en su Esmirneida hicieron relatos en que a un comienzo mítico seguían hechos históricos (en Heródoto hay algo de esto también). Por otra parte, viajes y elementos eróticos aparecen en la epopeya, así en la Odisea.

2. Géneros mixtos, didácticos. Son toda la línea que deriva de Hesíodo y que combina, como hemos dicho, una estructura ternaria (cuyo centro es abierto, de ahí que hablemos de «géneros mixtos») con un relato en presente y, en la fase más antigua, elementos exhortativos. Así como en el siglo VI Ferécides de Siro puede escribir una cosmogonía en prosa, de igual manera por esa fecha surgen tratados filosóficos en prosa, lo cual no quiere decir que no continúen escribiéndose otros en verso (Parménides, Empédocles; el género continúa con Lucrecio, etc.). Sigue siendo característica (a juzgar por lo que sabemos de las obras de Heráclito, Parménides y Empédocles, sobre todo) la estructura mixta. De aquí deriva, a partir del siglo V, el tratado filosófico o científico de tema especializado (Demócritos, sofistas, tratadistas de retórica, Hipócrates, etc.). Se introducen, sin embargo, ahora, rasgos formales importantes de que hemos de ocuparnos aún.

3. Géneros cerrados, miméticos. Son los géneros teatrales, a los que hay que añadir, en fecha posterior, el mimo. Por más que entren dentro del subgrupo de los géneros de estructura cerrada y que deriven, como es evidente, de la lírica, tienen un status aparte: lo característico de ellos es el uso libre de los modos (narrativos y exhortativos) y los tiempos, pero en primera persona. Es decir: son géneros miméticos, son héroes o dioses o personajes reales o inventados los que actúan, narran, oran, amenazan, dialogan. El teatro viene de la lírica mixta, y combina el canto coral y monódico con el recitado también monódico. Ha producido una formalización muy compleja que se basa en unidades que se escalonan jerárquicamente y se definen por factores concomitantes de dialecto, métrica, ejecución (coral, monodia, recitado, combinaciones varias), contenido (agón, treno, información, anagnórisis, etc.), distribución, función, etc.; por supuesto, dentro de una   —166→   gramática que indica posibilidades, restricciones, combinaciones posibles, etc.; y de determinadas evoluciones en cuanto a forma y contendo. Comedia, tragedia y drama satírico tienen elementos comunes y diferenciales, tanto en lo relativo a la forma como en lo relativo al contenido. Hay, por otra parte, una evolución en el sentido de la desformalización, la eliminación de los corales, la imposición al final de un género, la comedia nueva de Menandro, que combina momentos trágicos con el final feliz propio de la antigua comedia. La existencia de oposiciones, de «puentes» y de una evolución se da así claramente en el campo del teatro376.

4. Géneros cerrados, no miméticos. Hay que considerar, en primer lugar, la oratoria, que alcanza forma literaria, escrita, a fines del siglo V y que se subdivide en los géneros forense, político y epidíctico (conferencia o ensayo). Es fundamentalmente un género exhortativo, muy formalizado, que desde antiguo fue estudiado por una serie de tratadistas a partir de Corax y Tisias en el siglo V. La formalización no significa rigidez: aquí, como en el teatro, género por lo demás más complejo, las unidades pueden repetirse o desplazarse o variarse para producir determinados efectos377. Lo característico de la literatura griega, a partir de un cierto momento, fue el influjo de la oratoria sobre otros géneros. Por lo demás, ciertas piezas líricas son, en fecha antigua, claros precedentes de la oratoria: Solón habla a los atenienses o Tirteo a los espartanos, en sus versos, más o menos como los oradores posteriores. Y elementos oratorios entraban en los géneros narrativos, como hemos dicho, desde la épica a la historia, y también en los mitos del «centro» de la lírica.

En segundo lugar, hay que citar el diálogo, que evolucionó como género concurrente con el tratado para la exposición de la filosofía y la ciencia. Aunque luego fuera resucitado artificialmente (como todos los géneros antiguos) por autores como Cicerón, el diálogo tuvo corta vida. No puede calificarse de mimético, puesto que, en realidad, el diálogo es un género narrativo: o va enmarcado dentro de un relato o, en todo caso, se entiende que es el autor el que hace el relato. La comparación con el teatro hace ver que presenta diferencia por su carácter no representable, por falta de un coro, etc. Pero los diálogos de Platón, sobre todo muchos de extensión intermedia y escritos en el centro de su vida (Gorgias, Protágoras, Banquete, Fedro, Fedón, etc.) permiten análisis en unidades comparables a las que se realizan para el teatro. Se trata de un género de estructura cerrada que admite claras divisiones internas en niveles sucesivos. Es, en sus mejores ejemplos, la presentación de un drama en que intervienen tanto personas como ideas: es, desde este punto de vista, claramente comparable al teatro378.

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En torno a estos grandes géneros, en el detalle de cuya clasificación en otros subordinados no entramos, se mueve toda la literatura griega de época clásica, es decir, hasta el 423 a. C. aproximadamente: primero sólo en verso, luego ya en verso ya en prosa, luego fundamentalmente en prosa. Pero si hasta aquí hemos presentado ya las grandes oposiciones, fundadas en las diferentes funciones del lenguaje, en oposiciones como verso / prosa, estructura abierta / cerrada / mixta, carácter no mimético / mimético, y reflejadas en el uso de personas, modos y tiempos, ya los «puentes» y elementos intercambiables, ahora vamos a centrarnos en algunos hechos importantes que hasta aquí no han sido mencionados y que hacen que, en dos momentos de la historia literaria griega, el panorama de los géneros literarios cambie fundamentalmente. Nos referimos, con esto, al influjo del movimiento de la Ilustración griega, en el siglo V a. C., sobre los géneros literarios; y, luego, al influjo del Helenismo, que provoca, a partir del siglo III a. C., primero la resurrección de géneros ya muertos; luego, la modificación de otros; finalmente, la creación de otros más.

Evidentemente, por más que el panorama de los géneros literarios griegos de las edades arcaica y clásica parezca encuadrarse en un casillero y casi agotar las posibilidades de éste, no es menos cierto que estos géneros sólo nacieron cuando las circunstancias sociales e intelectuales estuvieron maduras para ello. La gran lírica literaria nació en el momento de la prosperidad de unos cuantos santuarios y ciudades que, en los siglos VII y VI a. C., crearon las grandes fiestas que atraían a los artistas internacionales. Es el momento del desarrollo de las artes en un momento de fronteras abiertas, de lujo y de riqueza. El teatro nace solamente a fines del siglo VI, en la corte de los tiranos de Atenas y en el marco de las grandes fiestas populares y nacionales creadas por ellos. En cuanto al tratado científico, la historia, la oratoria y el diálogo, géneros en prosa, son inseparables de los movimientos intelectuales que se desarrollaron a partir del último tercio del siglo V y de la ciudad de Atenas, en que alcanzaron su culminación. Inseparables también de la democracia y la libre discusión de las ideas.

Tiene el máximo interés, efectivamente, señalar las conexiones entre estos géneros literarios y el movimiento que, generalizando, llamamos la Ilustración griega del siglo V379. Ello se refleja, evidentemente, en el contenido de libre discusión unas veces, de elaboración científica del contenido, otras: no parece preciso entrar en el detalle. Más interés tiene, por su trascendencia para la evolución de los géneros literarios y por ser un hecho menos conocido, que la estructura formal de estos géneros está fuertemente influenciada por los movimientos racionalistas a que acabamos de referirnos.

Un buen ejemplo puede encontrarse en la Historia. Para Heródoto, el modelo composicional es evidentemente la Ilíada, como hemos puesto de relieve en otro lugar. Encontramos la misma elaboración en unidades que se organizan en niveles, la misma ambigüedad en los límites, los mismos excursos y marchas hacia atrás, los mismos enlaces y anticipaciones, la misma concentración progresiva de las tensiones, la misma coexistencia del principio de yuxtaposición y el del clímax y anticlímax, el mismo uso de relatos, discursos y máximas que se involucran entre sí. El enfrentamiento de griegos y persas, culminación del de Europa y Asia, es narrado   —168→   sobre el modelo, en definitiva, del enfrentamiento entre griegos y troyanos380. Pues bien, si de aquí pasamos a Tucídides, encontramos un marco temporal y local absolutamente rígido381. Tras un amplio proemio (el libro I), lo que se nos da es el relato de tres años por libro, dividido cada uno en invierno y verano (o buen tiempo) y organizado cada uno de estos momentos en una serie de escenarios locales. Hay una especie de corsé racional que no impide una diferencia de énfasis según el juicio del autor. Los discursos son mantenidos, pero usados con finalidades diferentes. Ya no son, por así decirlo, partes de la acción, sino instrumentos para presentar el dramatismo de la lucha de ideas y concepciones; y la acción que les sigue lo que hace es poner de relieve quien es el que, históricamente, tiene la razón de su lado.

El racionalismo de la Ilustración ha favorecido una formalización un tanto rígida y mecánica. Donde se ve mejor esto es en el tratado científico, en el que la impronta marcada por esta fase de la literatura griega se ha conservado a través de los tiempos mejor que en el caso de la historia. Si bien se respetó la estructura ternaria de que hemos hablado, el «centro» dejó de construirse mediante una yuxtaposición inorgánica: se estableció la división en partes (anunciadas en el proemio y recordadas en el epílogo). Cada una presenta, en líneas generales, el esquema ternario, y puede estar dividida a su vez en partes construidas sobre el mismo principio; y así sucesivamente. Es, en suma, el modelo seguido hoy todavía en un tratado dividido en partes que se subdividen en capítulos que a su vez poseen subdivisiones.

Esto puede verse claramente en tratados como Sobre las aguas, aires y lugares, aunque la estructura que hemos descrito es más bien un ideal que presenta todavía fallos. Pero no sólo aquí. Un tratado como el Sobre la enfermedad sagrada presenta una organización absolutamente coherente. Un exordio presenta la tesis de que la epilepsia es una enfermedad «natural», ni más ni menos «sagrada» que otras; con esa tesis se mezcla la refutación. A estos cinco capítulos iniciales siguen 15 del núcleo o centro, divididos en tres partes: principios de anatomía y fisiología del cerebro, causas de la enfermedad, apéndice sobre la importancia y funciones del cerebro. Luego, en un sólo capítulo, el epílogo reafirma la tesis general del proemio, insiste en la específica del centro, y concluye con una exhortación al médico. Las tres partes se distinguen claramente por demarcaciones iniciales y finales de cada una y también por el uso lingüístico general: dominio del «creo» con infinitivo en la primera; del indicativo aseverativo y los verbos de «afirmar» en la segunda; de los verbos de voluntad y exhortación en la tercera. En la primera son frecuentes las condicionales irreales (refutación) y reales (conclusiones); en la segunda, las copulativas antitéticas (descripciones y clasificaciones); en todas, las causales382.

En cambio, la formalización del diálogo a la manera platónica, que es grande y no está bien estudiada, debe considerarse como una confluencia de rasgos estructurales del teatro y de otros que introducen un sistematismo racional semejante al que acabamos de describir. Platón creó una gramática de unidades estructurales que   —169→   construyen verdaderos actos con estructura agonal, al servicio del drama de la filosofía. Pero, evidentemente, este género tuvo para el futuro mucha menos trascendencia que el anterior, como también es menor la trascendencia de la historia a la manera de Tucídides. Y menor la de la oratoria, aunque ésta, por una especia de ósmosis, influenció a la larga toda la prosa, incluida la novela.

Esto nos lleva a la época helenística. En ella la literatura deja de ser nacional, para dirigirse a todos los griegos: ya a un público culto, ya a una nueva masa de lectores a la que se dedicaban géneros como la novela, la biografía realista, la fábula, la parodia cínica, etc. No nos interesa en este contexto lo que hay ahora de resurrección artificial de géneros muertos, aunque, naturalmente, con características modificadas a veces: trátese de la epopeya, el himno, el yambo satírico, la tragedia, etc. Ni lo que hay de decadencia en lo relativo a géneros que, como la oratoria política, no eran adecuados a las nuevas circunstancias históricas. Pero tiene interés el anotar la existencia de géneros antiguos modificados que adquirieron rasgos no sin trascendencia para la posteridad; y la creación de nuevos géneros.

Estas modificaciones se refieren, fundamentalmente, al teatro, la historia y el tratado científico. Este último alcanzó su máximo desarrollo a partir de las normas ya antes iniciadas; y la historia adquirió rasgos ya retóricos, ya de escrito puramente documental. En realidad, el tratado científico avanzó por el camino de la formalización y la historia por el de la desformalización: los caminos se separaron. En cuanto al teatro nuevo, nos referimos a la comedia nueva, hoy bien conocida gracias a los hallazgos papirológicos de Menandro. Aquí encontramos un ensayo en el camino que ha de recorrerse en el futuro, no sin influencia de la comedia griega a través de la latina: eliminación de las barreras de la diglosia -el doble lenguaje en las distintas unidades teatrales- e, incluso, de la oposición de tragedia y comedia. Y, sobre todo, tendencia a la máxima libertad, a la eliminación de las unidades estereotipadas de base tradicional y aun ritual.

Pero lo más característicamente nuevo dentro de los géneros cultivados en época helenística, lo que manifiesta su originalidad y hace ver que la impresión de círculo cerrado que producían ya en esta época, sin duda, los géneros de edad clásica, era falsa o exagerada, es la doble dirección en que, si sintetizamos, se crean géneros nuevos. Nos referimos a los géneros biográficos y a los géneros antológicos:

1. Géneros biográficos. Tienen, evidentemente, ciertos precedentes en géneros anteriores, desde la épica a la historia pasando por géneros líricos como el encomio y por leyendas no escritas como la de Esopo o la de los Siete sabios que se habían ido formando383. Pero ahora producen géneros escritos que organizan los hechos sobre base cronológica en torno a personajes ya históricos, ya legendarios, ya ficticios. La técnica fundamentalmente usada es la del recurso a la anécdota y digresión: la posibilidad de acelerar o detener la marcha de la narración, de crear suspense y de introducir elementos de carácter simbólico que repercuten sobre toda la narración. Ésta tiene caracteres e intenciones distintas en los tres subgéneros fundamentales, que han sido decisivos para toda la literatura posterior:

a) Biografía de carácter histórico, a la manera de las de Plutarco384.

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b) Novela griega385, narración idealizada de contenido erótico y con final feliz; normalmente, sobre el entramado de un viaje con múltiples aventuras. Realmente es el género que, más que la historia y la biografía, ha dado para el futuro el modelo de la narración abierta por excelencia, en la que todo es imprevisible, salvo la aparición (en momentos imprevisibles y con rasgos que lo son igualmente) de las crisis y su feliz solución.

c) Novela entre realista y fantástica, de la que nos han llegado como ejemplos la Vida de Esopo, El asno (conocida por versiones de Luciano y Apuleyo) y el Satiricón de Petronio386. Es un género eminentemente popular, con tendencia a ser anónimo, que se organiza en torno a las aventuras de un viaje, aventuras de tipo realista y satírico. Presenta variantes con rasgos fantásticos, como la Vida de Alejandro.

2. Géneros antológicos. Estos géneros nacen, seguramente, en torno a la escuela de Aristóteles, con su afán de recoger y clasificar datos. Obras como las Victorias Dionisiacas y los Olimpionicas del maestro, las Opiniones de los Físicos de Teofrasto, la colección de inscripciones históricas de Polemón, etc., no son otra cosa que colecciones de datos, que bien respetaban su forma original, bien los redactaban de nuevo. Pero, para referirnos propiamente a la literatura, podemos distinguir varios casos:

a) Antologías que respetaban la forma original. Así la Colección Teognídea, colección de elegías de Teognis y otros387.

b) Antologías de pasajes de la antigua literatura, a veces modificados o ampliados, pero en todo caso redactados de nuevo. Así nacieron las colecciones de fábulas (a partir de Demetrio de Faleron, hacia el 300 a. C.)388, las de anécdotas (con el mismo autor), apotegmas, aforismos, refranes, etc.; y obras nuevas como los Catasterismos de Eratóstenes, Aitia o «Causas» de Calímaco, Metamorfosis, de Ovidio (y antes de Nicandro), que recogen mitos de determinados rasgos o características. Hay que añadir colecciones de cartas, obras de mitografía, etc. En sustancia: se trata de tomar lo que en la antigua literatura eran unidades dentro de otras mayores y coleccionarlas.

c) Obras nuevas de carácter igualmente antológico. Los autores publican ahora colecciones de obras breves de carácter homogéneo: Yambos de Calímaco, epigramas de Meleagro (la Corona), etc. Hay una diferencia sólo de grado con el apartado anterior. A veces estas obritas pertenecen a géneros menores creados o hechos literarios sólo ahora: mimos (de Herodas, sobre todo), poemas bucólicos (de Teócrito y otros).

O sea, en definitiva. A partir de ahora no sólo tenemos géneros cerrados, que más bien son una herencia del período anterior y se refieren a obras breves, géneros abiertos y géneros mixtos. Hay nuevos géneros abiertos formados por mera   —171→   yuxtaposición de elementos breves semejantes entre sí y que normalmente son cerrados. De otra parte, en la historia se imponen estructuras abiertas y los géneros biográficos crean otras nuevas, menos formalizadas aún. Incluso dentro de un género cerrado como la comedia nueva, aumenta la desformalización.

Todo esto no es más que un panorama esquemático que clasifica la literatura griega en géneros, por lo demás condicionados temporalmente y desde puntos de vista sociales e históricos. Es un panorama que, todo lo simplificado que se quiera, fue accesible a los hombres de la Edad Media y del Renacimiento y, evidentemente, no fue ajeno al desarrollo de los géneros de nuestras literaturas.

Estudiar estas relaciones genéricamente es una labor que, evidentemente, está destinada a producir un fruto abundante y que, en buena medida, no está hecha. Sólo puede realizarse teniendo en cuenta las diversas coordinadas que inciden en nuestras literaturas: la popular de tipo tradicional (épica germánico-románica, de raíces indoeuropeas; lírica popular, unida al canto y la danza, de tipos diversos, etcétera); la de tipo clásico greco-latino ya conocida en la Edad Media (historia, oratoria, tratado científico, fábula, etc.); la de origen oriental (fábula, cuento, etc.), y la clásica conocida sólo desde la época del Humanismo. Sólo conjuntando estas coordinadas en cada caso y añadiendo condicionamientos históricos y una nueva dinámica que nace en la reacción de unos géneros sobre otros y en las tendencias renovadoras, podrá intentarse un estudio de conjunto, algún día, sobre el problema de los géneros literarios en lo que tienen de universal y en lo que tienen de diferencias internas.

Un panorama de los géneros greco-latinos conocidos en la Edad Media, sumado al de los géneros de las Sagradas Escrituras y a los de las tradiciones árabe y hebrea es necesario a todas luces para formarse una idea clara de los géneros medievales y aun de los del siglo XV. En este dominio pensamos que pueden encontrarse todavía sorpresas: así en lo que respecta a la relación de la fábula y los distintos géneros biográficos antiguos con géneros medievales y del siglo XV como son la fábula, las colecciones de cuentos y, pensamos, la novela picaresca.

Pero hay, al propio tiempo, otro tema de estudio que resulta particularmente interesante. Pues los géneros antiguos no sólo han ejercido influencia en la medida en que han sido aceptados, sino también en la medida en que han sido rechazados. Una comparación de la novelística del siglo XVI, tanto con las estructuras de la novela antigua como con las de los distintos géneros biográficos helenísticos, que eran bien conocidos, sería esencial, nos parece, para poner de relieve aquello que en ella hay de más nuevo. Porque se da el fenómeno, incluso, de que un género que en ciertos aspectos es continuado, es en otros prácticamente vaciado por dentro, pasa a tener un significado muy diferente. Esto es, exactamente, lo que ocurre con la novela.

Tiene interés, igualmente, dentro de este estudio de literatura comparada, la existencia de nuevas formalizaciones, sobre la base de criterios y factores diferentes, de géneros que, parcialmente al menos, responden a iguales principios. Y, más todavía, quizá, la existencia de desformalizaciones que ya anulan las diferencias entre antiguos géneros (entre tragedia y comedia, por ejemplo), ya borran, a primera vista al menos, la distinción de unidades en el interior de una obra: así en un sector bien conocido de la novelística moderna a partir de Joyce, y también en un sector de la especulación filosófica (Wittgenstein).

Una literatura tan formalizada como la griega -aunque a partir de un cierto momento se reconozca en ella una tendencia desformalizante-, tan íntimamente relacionada con la nuestra, de otra parte, es extraordinariamente importante para realizar estudios de este tipo, sean de orden genealógico, sean de orden puramente   —172→   sistemático. La comparación de las evoluciones de los géneros en Grecia y en nuestras literaturas a partir de la Edad Media podría suministrar una primera base para un estudio panorámico de los géneros y su evolución. Pues géneros existen y existirán siempre, por más que se desformalicen, se entrecrucen, neutralicen, polaricen, se creen otros nuevos: fenómeno este último más bien raro ya, como es fácil de ver.

Tenemos muchos apoyos para esta tarea, desde la antigua Historia Literaria a nuevas tendencias como las de los formalistas rusos, la nueva crítica anglosajona, la Gramática del Texto alemana, el nuevo florecimiento de los estudios de retórica y estilística. Un cierto peligro está en la consideración puramente formalista, aunque la forma sea esencial, y en el aislamiento con que, con demasiada frecuencia, se procede, entre unas y otras literaturas y, concretamente, entre las antiguas y las modernas. Las consideraciones, muy generales, que hemos hecho, no tienen otra intención que llamar la atención sobre el interés de una comparación que si genéticamente tiene una importancia innegable, sistemáticamente es no menos importante. Una teoría de la Literatura debería edificarse, pensamos, sobre puntos de partida como éste.