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GARCÍA DE LA CONCHA (1995: 943) confirma este hecho: «En cuanto a su estructura narrativa, Isla construye su novela sobre dos planos, utilizando una forma dialógica propia de la novela europea contemporánea, que se había inspirado en la bipolaridad estructural cervantina. Esta bipolaridad se refiere tanto a los ambientes -uno culto y otro inculto- como a los personajes -unos absurdos y otros sensatos-. Pero también esta estructura doble se extiende a la composición de la novela. Los episodios suelen tener dos partes: una primera en la que el personaje planifica y realiza su sermón -la parte más narrativa-, y una segunda, en la que los representantes de la sensatez y la cultura reorganizan y reinterpretan el suceso anterior extrayendo una moraleja».

 

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Con anterioridad ya había incidido el Padre Isla en esta preocupación, concretamente (MONLAU, 1945: VI) cuando traduce a sus estudiantes «en verso castellano las Sátiras latinas de Lucio Sectano, bajo cuyo nombre las había escrito pocos años antes el jesuita Julio Cordara, contra los abusos de la literatura, o mejor dicho, contra la presunción de los pseudoliteratos de aquel tiempo».

 

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Russell P. SEBOLD (Rico, 1983: 312) incide en ese aspecto al hablar acerca de los sermones: «Todo lo cual se convirtió luego en ritual juego de destreza para "tocar las circunstancias" externas de cualquier sermón, es decir, hallar en viejos y venerando textos como presentimientos de la fecha de un sermón que habría de darse, la parroquia donde se predicaría, y los mismos parroquianos que lo escucharían».

 

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Expone BRIESEMEISTER (Rico, 1992: 158-159): «Hasta podríamos entender la Historia de Fray Gerundio como lectura novelada en varios sentidos. Refleja primero las prolijas lecturas eruditas del propio autor. Por consiguiente, el padre Isla logra integrar en la Historia su "varia lección" tanto polémica como divertida y sus comentarios crítico-didácticos en torno al estilo gerundiano. En tercer lugar, el protagonista de la novela es un lector, o, mejor dicho, la desfiguración caricaturesca de lo que debiera ser un hombre vocado ex officio al servicio de la palabra, de la lectio divina y de las letras sagradas. [...] Sus divagaciones librescas le conducen a perder el juicio; iudicium quiere decir en la retórica la capacidad del orador de escoger bien los recursos artísticos para expresar lo que el ingenium halla».

 

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Según establece RODRÍGUEZ CEPEDA (1995: 39) «la obra de Isla era (es) uno de los mejores escritos satíricos aparecido en la Ilustración; como sátira gustó, entretuvo y cambio miles de voluntades, en España y fuera de la Península. Pero no como novela, ni como memoria histórica en los términos que hoy aceptamos».