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ArribaActo tercero

 

Sala de la quinta del MARQUÉS DEL ROBLE una puerta y dos ventanas en el foro que dan al jardín. A la izquierda una puerta que da al interior. A la derecha otra que da salida a la calle. A un lado hay un piano.

 

Escena I

 

DOÑA VENTURA y DOÑA ROSA.

 

DOÑA ROSA. -  Venga usted, señorita: dejemos descansar a mamá.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¿Conque ha estado tan malita la señora marquesa?

DOÑA ROSA. -  ¡Oh! Muy mala; pero ya, gracias a Dios, está convaleciente, y no tenemos qué temer. Sin embargo, el médico no la deja todavía salir de su cuarto. Aquí podemos hablar. ¿Conque iba usted a Burgos, a casa de una señora, de aya de sus niñas?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Sí señora.

DOÑA ROSA. -  ¿Y usted no la conocía?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  No, señora; pero iba recomendada por mi bienhechora doña Inés Aguilar, y creo que me irá bien.

DOÑA ROSA. -  ¡Quién sabe! Su bienhechora de usted doña Inés Aguilar puede ser una persona muy agradable y bondadosa, y la señora de Burgos huraña y desabrida; y si en esta incertidumbre se le ofreciese a usted ocasión de colocarse en otra parte que usted ya conociera, debía usted... A ver: dígame usted; ¿que tal le parezco yo a usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Usted, señorita! ¿Y a qué fin?

DOÑA ROSA. -  Vamos, francamente: ¿qué tal le parezco yo a usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Una persona a quien amaría con todo mi corazón si estuviese sólo dos días a su lado.

DOÑA ROSA. -  ¿De veras? ¿Y mamá?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Su mamá de usted presenta en su cara un aspecto de bondad tan agradable, que al verla dije entre mí: ¡ah!, ¡cuánto amaría yo a esa señora de Burgos si tuviese esta fisonomía!

DOÑA ROSA. -  Pues bien: se queda usted en casa.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¿Qué dice usted, señorita?

DOÑA ROSA. -  Que también usted ha gustado a mamá; y por lo delicado de su salud y sus frecuentes indisposiciones, trató ya otra vez de traer a su lado una joven honesta, solícita, cariñosa, que reuniese también alguna habilidad..., la música, por ejemplo, que es la pasión de mamá; conque..., ¿usted loca el piano, según me ha dicho? ¿Canta usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Muy poco; pero...

DOÑA ROSA. -  Cantaremos dúos, y mamá llorará de gozo escuchándonos. Vamos, vamos, yo preveo que usted gustará aquí a todos. Se quedará usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  De usted depende...

DOÑA ROSA. -  Ya entiendo: usted consiente en que hable a papá y a mamá. Pues bien; les hablaré.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero reflexione usted...

DOÑA ROSA. -  Ya está reflexionado. ¿Cómo se llama usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Ventura Bazán.

DOÑA ROSA. -  ¿Ventura? Bien, y yo Rosa.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Rosa! ¡El nombre de mi mamá!

DOÑA ROSA. -  Mi padre quiso que me pusieran Rosa, en memoria de una hermana que amaba mucho, y de quien tuvo que separarse en la guerra de la independencia, y luego no volvió a ver por más que la buscó de vuelta de sus viajes... Todavía cuando habla de ella se le saltan las lágrimas. -Conque hemos de ser muy amigas, ¿no es verdad?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Quien la oiga a usted creerá que está ya decidido que me quede.

DOÑA ROSA. -  Hágase usted cuenta que lo está, porque me he empeñado en ello, y... Y mi hermano también se alegrará mucho cuando lo sepa..., y ahora que vendrá a vernos más a menudo porque su regimiento ha venido de guarnición al Quintanar... ¡Cuánto me alegro!

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Ah! ¿Tiene usted un hermano?

DOÑA ROSA. -  Sí, en casa está; ahora poco llegó. Usted no le ha visto todavía, porque otro oficial que llegó antes a este pueblo lo vino a buscar y se lo llevó. Sin duda son muy amigos, porque mi hermano lo abrazó diciendo: «¡Mendoza! ¡Eres tú! ¡Cómo estás aquí!» No pude, decir más, porque se marcharon juntos, y mi hermano no ha vuelto todavía; pero verá usted qué guapo es.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Siendo de la familia no lo dudo.

DOÑA ROSA. -  Muchas gracias por la parte que me toca. Voy corriendo a poner mi plan por obra, y délo usted por conseguido.

 

(Va a irse, y sale ZAMORA por la derecha.)

 


Escena II

 

DICHAS y ZAMORA.

 

DOÑA ROSA. -  Zamora, ¿dónde está papá?

ZAMORA. -  Señorita, creo que ha de estar en su gabinete.

DOÑA ROSA. -  Voy allá. Vaya usted entre tanto a dar un paseo por el jardín: pronto iré a buscarla a usted..., y con buenas noticias.  (Éntrase por la izquierda, y DOÑA VENTURA por el foro.) 



Escena III

 

ZAMORA, y luego DON CARLOS.

 

ZAMORA. -  ¡Pobre muchacha! Qué hubiera sido de ella si no da la casualidad de que el amo...

DON CARLOS. -  ¡Hola, Zamora! ¿Habrá llegado papá?

ZAMORA. -  Sí señor; hará cosa de una hora: acababa usted de salir según nos dijeron.

DON CARLOS. -  Ese loco de Mendoza me ha detenido. (Tuvo que separarse del camino real porque lo venían persiguiendo, y la maldita casualidad lo ha traído aquí con la muchacha... Yo no sé cómo ha de salir de esta aventura.)  (Viéndole reír.)  ¿De qué te ríes Zamora?

ZAMORA. -  Ah, ah, ah, señorito... Me río de esa señora que trae el señor de Mendoza, que al apearse en la posada me han dicho que tenía un cuidado de taparse la cara... Ah, ah, ah... Se me figura que esa dama es...

DON CARLOS. -  Es su... su mujer.  (Serio.) 

ZAMORA. -  Ah, ya entiendo.

DON CARLOS. -  Pues yo te prohíbo entenderlo de otro modo que como yo te lo digo.  (Viéndole reír.) 

ZAMORA. -  Está bien, señorito.

DON CARLOS. -  Quién es aquella  (Deteniéndose en la puerta del foro.)  joven que anda por el jardín..., allí debajo del emparrado..., creo que no es mi hermana.

ZAMORA. -  No señor. Es una joven que vino con el amo hasta Ocaña en la diligencia..., allí le sucedieron mil trabajos, y..., es historia larga. El amo se lo contará a usted.

DON CARLOS. -  (Qué aire se da a lo lejos a aquella muchacha... ¡Aprensión! ¡Su imagen me persigue por todas partes!) ¿Ha venido alguien más?

ZAMORA. -  No señor. ¡Ah! Sí señor: el amo ha reclutado otro en Ocaña. Don Cenón Carcoma, el fabricante del Quintanar.

DON CARLOS. -  ¡Qué me dices! ¡Don Cenón aquí! ¿Y a qué viene? (Si será detrás de los otros.)

ZAMORA. -  Creo que el amo quería hacerle unas compras, y por eso sin duda se lo ha traído.

DON CARLOS. -  (¡Ojalá!) Dime, ¿está de mal humor?

ZAMORA. -  ¡Hecho un demonio! Y a cada momento se le oye gritar: «¡Estoy arruinado!»

DON CARLOS. -  (Vamos: sabe ya la fuga de su sobrina.)

ZAMORA. -  Pero no creo que lo mate ninguna pesadumbre. En el comedor está dando cuenta de una fuente de jamón con tomate que le han presentado, y es un gusto verlo llorar, beber, limpiarse las lágrimas, tragar y suspirar.

DON CARLOS. -  Me alegro que la pena no le quite el apetito. Mira, Zamora: corre a la posada, pregunta por el señor de Mendoza, y dile que don Cenón Carcoma acaba de llegar a la quinta.

ZAMORA. -  ¡Ah! ¿Su amigo de usted conoce a don Cenón?

DON CARLOS. -  Sí, sí; ve pronto.

ZAMORA. -  Voy corriendo, señorito.  (Volviendo.)  Diga usted, ¿podré decirle de paso a don Cenón que el señor de Mendoza, esta en el pueblo?

DON CARLOS. -  ¡Demonio! ¿Estás en tu juicio?

ZAMORA. -  Bueno, bueno. Voy.  (Vase por la derecha.) 



Escena IV

 

DON CARLOS.

 

  Si se quedan aquí hasta mañana, como tenían pensado, se exponen a que don Cenón los descubra y se lleve a su sobrina; y yo debo favorecerlos, porque la intención de Mendoza es casarse con ella, y... ¡Ah!, aquí viene don Cenón.



Escena V

 

DON CARLOS y DON CENÓN.

 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Excelente vino! Creo que me ha rejuvenecido. Yo no tenía gana de reír, y ahora..., ¡ah, ah, ah! Siento un calorcito..., ¡ah, ah, ah! ¿Dónde andará el marqués? Quisiera darle las gracias por...  (A DON CARLOS, que los saluda.)  ¡Hola, caballerito! Beso a usted...

DON CARLOS. -  Mi padre se alegrará mucho de haber contribuido con su vino a rejuvenecer a usted.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ah! Usted es el hijo de...  (Saludando.)  Caballero, caballero, reconózcame usted...

DON CARLOS. -  ¿Sin duda es el señor don Cenón a quien tengo el honor de hablar?

DON CARLOS. -  Sí señor; aquí tiene usted un hombre casi moribundo de pena, de...

DON CARLOS. -  ¡Cosa singular! Pues su semblante de usted manifiesta cierta alegría..., que da regocijo.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ah! Sí señor..., estoy alegre  (Con un gran suspiro.) , pero es contra mi voluntad; porque..., en el fondo..., ¿está usted? ¡Tengo una dosis de sentimiento!... ¡Si yo le contara a usted!... Me voy a dar un paseo por el pueblo.

DON CARLOS. -  ¡Por el pueblo! (¡Ay si los encuentra!) Oiga usted, don Cenón. Creo que papá tenía que hablar a usted, y..., preguntaba...

D. CENÓN CARCOMA. -  Pronto volveré, Voy a hacer una visitilla aquí cerca a una casa donde me deben unos cuartejos..., y ya que estoy en Yepes...

DON CARLOS. -  Pero oiga usted. (¡Si sale los pilla!) Enviaremos a buscar al deudor, y le hablará usted aquí sin incomodarse en salir.

D. CENÓN CARCOMA. -  Muchas gracias. ¡Qué! No señor, si esta clase de visitas no me incomoda. Además, he comido bien, y no me hará daño un paseíto.

DON CARLOS. -  Si no es más que eso, ahí tiene usted el jardín.

D. CENÓN CARCOMA. -  No: en un jardín no se pasea uno bien. Por las calles...  (Yéndose.) 

DON CARLOS. -  Si hay unos pedruscos...  (Deteniéndole.) 

D. CENÓN CARCOMA. -  No: yo no tengo callos.

DON CARLOS. -  ¡Si hace un calor!...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Eh!, yo estoy ya curtido.

DON CARLOS. -  Pero...

D. CENÓN CARCOMA. -  Al instante vuelvo.  (Vase por la derecha.) 



Escena VI

 

DON CARLOS, y luego ZAMORA.

 

DON CARLOS. -  ¡Maldito testarudo! ¡Si los pillará! ¡Este Zamora es tan pesado! ¡Ah! Aquí viene. ¿Los has visto?, responde.

ZAMORA. -  Lo encontré en el patio de la posada, y apenas le dije que don Cenón estaba en la quinta, sin aguardar a más hizo enganchar un caballo a una silla de posta verde que tenía allí: hizo llamar a su..., su mujer, como usted me ha dicho; suben en la silla, y echan a correr.

DON CARLOS. -  Perfectamente.

ZAMORA. -  Pero luego se pararon.

DON CARLOS. -  ¡Cómo!

ZAMORA. -  El posadero salió gritando: «Señor oficial, señor oficial», y con una maleta en la mano, que sin duda se dejaban olvidada. Paró la silla: el posadero apretó el paso; pero su amigo de usted se bajó impaciente, y corrió a su encuentro.

DON CARLOS. -  Por qué no te esperaste a saber... ¿Has encontrado a don Cenón?

ZAMORA. -  No señor.

DON CARLOS. -  Está bien.  (Vase ZAMORA.) 



Escena VII

 

DON CARLOS.

 

  ¿A qué se habrá bajado? ¡Si don Cenón lo ve! En fin, yo he hecho ya por ellos todo cuanto podía, y..., él se saldrá con la suya: dicen que la suerte favorece siempre a los amantes..., ¡pero no es siempre! Y si no dígalo yo, que he perdido ya toda esperanza. La hermosa Ventura estará en este momento andando por el camino de Burgos..., ¡cada minuto que pasa aumenta la distancia que nos separa! Vamos, es preciso desterrarla de mi imaginación. ¡Ah!, ¡esta mañana la vi por la última vez!  (Vase por la izquierda, y sale DOÑA VENTURA por el foro.) 



Escena VIII

 

DOÑA VENTURA y luego DOÑA ROSA.

 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Mucho tarda la señorita Rosa! Pero yo no debo concebir esperanzas. Sin conocerme, ni saber quién soy, ¡cómo me han de recibir sin más ni más! ¡Esta Rosa es un ángel! Mientras viene me entretendré.  (Acercándose al piano, se sienta y preludia.)  ¡Ah, qué felicidad sería para mí vivir en el seno de una familia tan amable!

 

(Toca y canta. Al empezar la copla sale DOÑA ROSA, y se coloca a la puerta del foro para escuchar a DOÑA VENTURA.)

 

   ¿Qué fiero quebranto
aflige a Belisa,
que ha trocado en llanto
su pura sonrisa?
    ¿Acaso, oh Cupido,
artero la heriste?
Su madre ha perdido,
¡oh huérfana triste!



Escena IX

 

DOÑA ROSA y DON CARLOS, en el fondo, y DOÑA VENTURA al piano cantando.

 

   Tus ojos, Belisa,
la buscan en vano.
Ya el mundo no pisa
su pie soberano.
    ¿Voz consoladora
del cielo no oíste?
Tu madre aquí mora,
¡oh huérfana triste!

 

(DOÑA ROSA hace señas a su hermano de que se acerque. DON CARLOS sale, y se coloca junto a su hermana.)

 

DON CARLOS. -  Quién es esta joven que...

DOÑA ROSA. -  Chist..., ahora.  (DON CARLOS se acerca poco a poco para verle la cara. DOÑA VENTURA vuelve de repente la cabeza, y se interrumpe.) 

DON CARLOS. -  ¡Qué veo!

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Cielos!  (Levantándose precipitada.) 

DON CARLOS. -  ¡Me engañan mis ojos!

DOÑA ROSA. -  ¡Qué les ha dado!

DON CARLOS. -  ¡No puede ser! Acaso la semejanza...

DOÑA ROSA. -  ¡La semejanza! Hermano, ¿qué dices?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Su hermano!  (Turbada.) 

DOÑA ROSA.   -¡Callas! ¡Y usted también, Venturita! ¿Se ha quedado usted muda?

DON CARLOS. -  ¡Hermosa Venturita, es usted! ¡Cuando yo la hacía a usted a muchas leguas de aquí en el camino de Burgos! Cómo es que...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Cometí la torpeza de tomar una diligencia por otra, y a no ser por la extremada bondad del señor marqués...

DON CARLOS. -  ¡Qué oigo! ¡Conque debo a una casualidad tan maravillosa la dicha de volverla a ver!...

DOÑA ROSA. -  Pero explíquenme ustedes esto. ¡Conque se conocían ustedes ya!

DON CARLOS. -  Sí, hermana; una casualidad me hizo conocer a esta señorita en Madrid; y esta mañana misma la encontré en la casa de diligencias pronta a marchar a Burgos.

DOÑA ROSA. -  ¡Qué aventura! ¡Despedirse en Madrid para tomar dos caminos opuestos, y encontrarse a las pocas horas, sin haber dado la vuelta al mundo! ¡Luego dirán que estas cosas no se ven más que en las comedias!

DON CARLOS. -  Te aseguro, hermana, que lo veo y no lo creo. Este encuentro parece por magia. ¡Ah! ¡Conque es tanta mi felicidad!  (Aparece el MARQUÉS, y se detiene.) 



Escena X

 

El MARQUÉS y DICHOS.

 

DON CARLOS. -  Pues sepa usted que mi corazón...  (A DOÑA VENTURA, queriendo besarle la mano.) 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Qué hace usted!... Esa libertad...  (Retirándola.) 

MARQUÉS DEL ROBLE.  -(¡Hola, hola!)

DON CARLOS. -  ¡Ah! Ya no es tiempo de...  (A DOÑA VENTURA.)  (¡Cielos, mi padre!)

D.ª VENTURA BAZÁN. -  (¡El marqués!)

MARQUÉS DEL ROBLE. -   (Con tono festivo.)  Rosa, tu madre ha conocido que no eras tú la que tocaba hace poco el piano.

DOÑA ROSA. -  No era difícil conocerlo, papá. Esta señorita lo hace mucho mejor que yo.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí; no hay duda; y Carlos, como es tan filarmónico, le estaba manifestando su admiración...

DON CARLOS. -  (¡Me ha visto!)

DOÑA ROSA. -  Pero papá...  (Aparte al MARQUÉS.) 

MARQUÉS. -  Todo lo he visto, y estoy contento de ella.  (Aparte a DOÑA ROSA.)  Carlos, palabra.  (Aparte a DON CARLOS.)  Tu madre necesita de una joven que la cuide, y quiere recibir a esta, cuya modestia y aspecto de candor le han agradado mucho.

DON CARLOS. -  ¿Esta joven se queda en casa?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí. Ya sabes cuál es tu deber.

DON CARLOS. -  Basta, papá: lo sé.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Señorita  (Alto.) , he visto con mucho placer que tiene usted habilidades muy apreciables, sobre todo en el canto, y nos prometemos disfrutar de ellas.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero señor...

MARQUÉS. -  Mi mujer y yo acabamos de decidir que se quede usted con nosotros.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Yo!...  (Conmovida.) 

DOÑA ROSA. -  ¡Amiga mía! ¡Qué contenta estoy!

DON CARLOS. -  ¡Se queda en casa!... (¡Y mi deber es huir de ella!)

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Ahora vamos al cuarto de mi mujer, y...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Señor marqués, ¿quiere usted oírme un instante?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Hable usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero...  (Señalando a DOÑA ROSA y a DON CARLOS.) 

MARQUÉS DEL ROBLE.   -Hijos, allá vamos nosotros.

DOÑA ROSA. -  Después de lo que yo he trabajado no vaya usted a rehusar...  (Aparte a DOÑA VENTURA.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Rosa, déjanos.

DON CARLOS. -  Ven, hermana.  (Desde la puerta, y se van los dos por la izquierda.) 



Escena XI

 

EL MARQUÉS Y DOÑA VENTURA.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Hable usted, Venturita.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Señor marqués, hace pocos instantes que hubiera sido para mí una felicidad vivir en el seno de tan respetable familia; pero en este momento faltaría a lo que debo a usted, y a lo que me debo a mí misma, si aceptara su generosa oferta.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No entiendo..., explíquese usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Yo ignoraba cuando vine a esta casa que encontraría en ella a un sujeto que, paseándose en Madrid por el Prado, me defendió de dos insolentes que me faltaron al respeto.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Calle! Es usted la misma que... ¿Y por qué no quiere usted vivir con los padres de su caballero andante?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Señor marqués..., es que..., me ha parecido que su hijo de usted..., por lo que me ha dicho...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Ya entiendo. No le ha parecido usted saco de paja..., no lo extraño. Pero tranquilícese usted: mi hijo sabrá respetar a una persona que se halla bajo la protección de su madre, querida de su hermana, y considerada por mí.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero señor marqués..., es que..., yo no

me atrevo...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Vamos; usted se ha empeñado en que yo adivine. Tampoco el muchacho le ha parecido a usted costal de trigo, ¿eh?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Señor marqués...  (Turbada.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Lo adiviné. Eso ya es más serio. Sin embargo, cuando se conoce el peligro se puede fácilmente... ¡Calle! ¡Qué traerá don Cenón, que viene hecho un puercoespín!



Escena XII

 

DICHOS y DON CENÓN.

 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Señor marqués! ¡Vengo como un leopardo!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Contra quién?

D. CENÓN CARCOMA. -  Contra todo el mundo.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Mucho es eso.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Esto es una picardía! ¡Una muerte civil! ¡Cuándo se ha visto!... ¡Uf!  (Se deja caer en un sillón limpiándose el sudor y respirando fuerte.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Venturita, vaya usted con los otros.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  Pero..., él estará allí.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  No importa: luego trataremos de ese punto. Vaya usted.



Escena XIII

 

DON CENÓN y el MARQUÉS.

 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Conque, cuando acabe usted de tomar aliento me contará...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Los he visto, señor marqués!  (Levantándose de repente.)  Han pasado por delante de mí..., así; por mis hocicos..., sí señor, mi sobrina y el oficial.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Pero hombre, en este pueblo, separado del camino!

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ahí verá V. S.! Al fin de esta calle veo parada una silla de posta, tirada por un solo caballo: paso adelante sin hacer el menor caso, y apenas había andado diez pasos pasa corriendo la silla por mi lado, y oigo clara y distintamente estas palabras: «¡cielos, mi tío!» Era la voz de mi sobrina; y me lo acabó de probar el ver a Mendoza, que saca la cabeza por verme. Comienzo a gritar, «para, para.» ¡Que si quieres! Iba la silla que el diablo se la llevaba. En esto veo salir de las casas una multitud de salvajes que me cercan, se paran, me miran, se ríen, miran a la silla, y ninguno se mueve. ¡No es una infamia que las gentes de este maldito pueblo no presten auxilio a un hombre de bien! ¿O hay aquí algún convenio tácito de favorecer a las muchachas robadas?

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Oiga usted, don Cenón: cuando las muchachas robadas no llaman ellas mismas a su socorro, es difícil que los espectadores decidan quién tiene razón si el raptor, o el que los persigue.

D. CENÓN CARCOMA. -  Por más que V. S. diga..., es un delito de negligencia...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Vamos, tranquilícese usted.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Cómo es posible!, ¡verlos pasar pegaditos, y no poderlos pillar!..., ¡pero qué veo!... ¿Ese que llega no es don Ventura Almazán? Él es..., por qué casualidad...



Escena XIV

 

DICHOS y ALMAZÁN.

 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Ah, señor marqués, perdóneme la descortesía: dijéronme que aquí hallaría a don Cenón con mi novia, y he corrido... ¡Ah, don Cenón!  (Viéndole.)  ¡Cuánto me alegro de verlo!, venga un abrazo.  (Lo abraza.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Señor Almazán, usted está en su casa: hablen ustedes...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Si no hay nada que hablar. Yo vengo a casarme con la sobrina, ya se lo dije esta mañana; conque una vez que usted está en autos...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí; pero don Cenón puede tener algo que decirle a usted, y no es cosa de..., me alegro de que haya esta ocasión de ofrecer mi casa al hijo de mi antiguo amigo y paisano.  (Vase.) 



Escena XV

 

DON CENÓN, ALMAZÁN, y luego ZAMORA y un payo.

 

D. CENÓN CARCOMA. -  (En verdad, no sé cómo decírselo.)

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Qué guapo es este marqués! Conque don Cenón, aquí me tiene.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ya lo veo!  (Tristemente.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Sabe que con su condenada carta me ha hecho apresurarme tanto que..., ¡canario! ¡Verá qué regalos le traigo a mi novia!... ¿Pero qué tiene? ¿Está malo?

D. CENÓN CARCOMA. -  Precisamente malo no; pero..., mi sobrina...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Su sobrina! ¡Ah!, del cansancio del viaje...

D. CENÓN CARCOMA. -  No señor... En fin, amigo Almazán, no puedo menos de decirle que..., le han informado mal: mi sobrina no está aquí.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Dónde está?

D. CENÓN CARCOMA. -  Está..., está viajando.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Viajando!

D. CENÓN CARCOMA. -  Sí..., ¡un capricho!..., se ha empeñado..., marchó esta mañana, y la acompaña un oficial.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Un oficial!

D. CENÓN CARCOMA. -  Mire usted si decía yo bien en mi carta.

Sale ZAMORA y payo. -  Don Cenón, este hombre quiere hablar con usted.  (Vase ZAMORA.) 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿Qué hay?  (Se retira a hablar con el payo.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Marcharse con un oficial! ¡Vaya un modo de viajar! ¡Canario! ¡He llegado a tiempo!

D. CENÓN CARCOMA. -  Bien, bien, admirablemente. Toma, toma, por el trabajo.  (Le da una moneda y vase el payo.) . ¡Una dicha inesperada, amigo Almazán! ¿Señor marqués?  (Llamando.)  ¿Señor marqués? ¡Ya los atrapamos, amigo Almazán! El caballo que llevaban... No, ya no se me escaparán.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Pero cuénteme, hombre...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Ah! ¡Señor marqués!  (Salen CARLOS y el MARQUÉS.) 



Escena XVI

 

DON CENÓN, ALMAZÁN, DON CARLOS y el MARQUÉS.

 

D. CENÓN CARCOMA. -  Vengan ustedes, vengan ustedes. ¡Castigo del cielo! Uno del pueblo ha venido a avisarme que mis fugitivos están detenidos cerca de aquí por un accidente que nos dará tiempo para pillarlos. Vamos, vamos a llamar...

DON CARLOS. -  ¿Pero cómo ha sido?...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿No le dije a V. S., señor marqués, que la silla de posta no llevaba más que un caballo? Pues bien, el caballo, reventado de tanto correr, se ha tumbado a un cuarto de legua de aquí, y no pueden continuar..., conque ya ven ustedes. Vamos, vamos corriendo...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  A ver, aguarde un poco. ¿Qué es lo que ha dicho don Cenón? ¿Una silla de posta con un caballo? ¿Una silla verde?

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Verde, verde, amigo Almazán!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¿Y un caballo tordo?

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Tordo, tordo, amigo Almazán!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Burro de mí!  (Dando un grito, y corriendo por la sala.) 

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿Qué es eso?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Yo mismo! ¡Yo mismo!...

DON CARLOS. -  ¿Qué dice este hombre?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Corran, sí, corran... ¡Ya puede que estén en Ocaña!

D. CENÓN CARCOMA. -  Pero explíquese usted.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Qué tiene que explicar! Oigan, y pásmense de mi estrella. Tomo en Ocaña dos caballos y un guía, y a cosa de un cuarto de legua de este pueblo me encuentro una silla de posta con el caballo por tierra. Allí había un oficial esperando dos mozos que había enviado al pueblo para que le trajeran otro caballo: dentro de la silla había una señora muy tapada llorando amargamente. Yo, como me vi cerca, determiné andarme el cuarto de legua a pie por hacer un favor a aquellas gentes, y..., ¡borrico de mí!, les doy mis caballos y el guía y los ayudo yo mismo a enganchar.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Hombre asesino! ¿Y después?

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Después el oficial me dio las gracias, me abrazó, y subió en la silla gritando: «postillón, a escape», y a escape van.

D. CENÓN CARCOMA. -  ¡Maldita sea su estampa de usted!

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Y aquella señora de la silla verde era...

D. CENÓN CARCOMA. -  Su novia de usted: hombre atroz...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  ¡Ah, cocodrilo!  (Desesperado, y gritando.) 

DON CARLOS. -  ¡La aventura es graciosa!, ah, ah.  (Riendo.) 

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Carlos, no te rías.  (Conteniendo la risa.) 

DON CARLOS. -  Pues usted también se ríe, papá.



Escena XVII

 

DICHOS, DOÑA ROSA, y DOÑA VENTURA por la izquierda.

 

DOÑA ROSA. -  ¡Toma! ¡Si se están riendo! Perdone usted, papá; oímos tanto ruido que temíamos...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Nada, hija mía... El señor, que nos estaba contando... ¡Ah!, señorita  (A DOÑA VENTURA.) , acérquese usted. Señor Almazán, aquí tiene usted la persona que equivocada al oír su nombre de usted, que se parece un poco al suyo, ocupó su asiento de usted en la diligencia de Valencia, en vez de subir en la de Vitoria.

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Conque fue esta señorita la que...

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí señor: usted se llama don Ventura Almazán, y esta señorita doña Ventura Bazán; ya ve usted...

D. CENÓN CARCOMA. -  ¿Bazán dice usted? Hombre, he conocido mucho un valiente oficial del mismo apellido.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¿En el Quintanar de la Orden?

D. CENÓN CARCOMA. -  Sí señora. Vivía en mi misma casa: de esto hará unos veinte años. Vaya si me acuerdo; como que serví yo de testigo en su boda con una guapa chica que llamaban doña Rosa, y...

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¿Doña Rosa Calvo?

D. CENÓN CARCOMA. -  Justamente.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Rosa Calvo!

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Esa era mi madre!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Su madre de usted! ¡Dios mío! ¡Ah! Diga usted, ¿de dónde era?

D.ª VENTURA BAZÁN. -  De Tuy.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡No hay duda!... Abrázame, Ventura..., yo soy tu tío.

TODOS. -  ¡Su tío!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Sí, sí: esta es hija de aquella hermana a quien amé tanto, y que en vano he buscado desde mi vuelta a España.

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Es posible! ¡Qué felicidad!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Pobre Rosa! ¡Pobre hermana mía! He aquí la que va a reemplazate. Ventura, ya no te separarás de mí. Tú serás también hija mía.

DON CARLOS. -  ¡Hija de usted! Eso no puede ser sino de un modo.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¿Cómo?

DON CARLOS. -  Casándose conmigo.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Ah bribonzuelo! Por mí..., si ella consiente...

DOÑA ROSA. -  Si tú consientes..., oyes, primita.  (Con malicia.) 

D.ª VENTURA BAZÁN. -  ¡Tantas felicidades en un día!

MARQUÉS DEL ROBLE. -  ¡Y en qué poco ha estado que no te viese jamás!  (Abrazándola.) 

D. VENTURA ALMAZÁN. -  A mí..., a mí se me debe todo; sí señor. Si yo no me llamara Ventura Almazán, si no hubiera faltado a la hora de la diligencia..., esta señorita se hubiera ido a Burgos, no hubiera venido a la quinta, usted no hubiera hallado a su sobrina, ni el señor se hubiera casado con su prima. Conque a mí, a mí es a quien todo el mundo debe dar las gracias.

D. CENÓN CARCOMA. -  Menos yo, señor Almazán. Si usted hubiera llegado dos días antes, se hubiera casado con mi sobrina, y luego...

D. VENTURA ALMAZÁN. -  Y luego hubiera llegado el regimiento, y yo me hubiera coronado de gloria, ¿no es esto? Muchas gracias, señor don Cenón; mejor estoy así.

MARQUÉS DEL ROBLE. -  Tiene razón. Señores, el cambio de diligencia ha venido bien a todos, porque tengan ustedes entendido que en este mundo nada sucede que no deba suceder, y muchas veces se suele acertar errando.





 
 
FIN