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ArribaAbajoSoneto LXIII


ArribaAbajo    Error fue vano disponer el pecho,
enseñado al dolor d' Amor esquivo,
a nueva libertad; qu' al fin cativo
buelvo, no sé si diga a mi despecho.

    Pudo traerm' el crudo a tal estrecho,  5
qu' abrió en la fuerça d' un semblante altivo
la vena, que de nuevo en fuego vivo
encendió al coraçón, ya un ielo hecho.

    Mas, ¿qué mucho?; ¿no vêmos inflamarse
un pedernal herido, y encontrado  10
un hierro en otro, despedir centellas?

    ¿Cómo puede mi pecho no abrasarse
al golpe del Amor, si está tocado
siempre en el fuego de mis dos estrellas?




ArribaAbajoSoneto LXIV


ArribaAbajo    Ya qu' el sugeto reino Lusitano
inclina al yugo la cerviz paciente;
y todo el grande esfuerço d' Ocidente
tenéis, sacro señor, en vuestra mano;

    bolved contra el suelo órrido Africano  5
el firme pecho y vuestra osada gente;
que su poder, su coraçón valiente,
que tanto fue, será ante el vuestro en vano.

    Cristo os da la pujança deste imperio
para que la fê nuestra s' adelante,  10
por do su santo nombre es ofendido.

    ¿Quién contra vos, quién contra el reino Esperio
bastará alçar la frente, qu' al instante
no se derribe a vuestros pies rendido?




ArribaAbajoSoneto LXV


ArribaAbajo    Ya el rigor importuno y grave ielo
desnuda los esmaltes y belleza
de la pintada tierra, y con tristeza
s' ofende en niebla oscura el claro cielo.

    Mas, Pacheco, este mesmo órrido suelo  5
reverdece, y pomposo su riqueza
muestra; y del blanco mármol la dureza
desata de Favonio el tibio buelo.

    Pero el dulce color y hermosura
de nuestra umana vida, cuando huye,  10
no torna; ¡ô mortal suerte, ô breve gloria!

    Mas sola la virtud nos asegura;
qu' el tiempo avaro, aunqu' esta flor destruye,
contra ella nunca osó intentar vitoria.




ArribaAbajoSoneto LXVI


ArribaAbajo    Esta rota y cansada pesadumbre,
osada muestra de sobervios pechos;
estos quebrados arcos y deshechos,
y abierto cerco d' espantosa cumbre;

    descubren a la ruda muchedumbre  5
su error ciego, y sus términos estrechos;
y sólo yo en mis grandes males hechos
nunca sé abrir los ojos a la lumbre.

    Pienso que mi esperança a fabricado
edificio más firme; y aunque veo  10
que se derriba, sigo al fin mi engaño.

    ¿De qué sirve el juizio a un ostinado,
que la razón oprime en el deseo?
De vêr su error, y padecer más daño.




ArribaAbajoSoneto LXVII


ArribaAbajo    ¡O breve don d' un agradable engaño,
dulce mal del contento aborrecido,
cuán presto pierdes el color florido,
y muestras los despojos de tu daño!

    El oro buelto en plata un blanco paño  5
cubre, y el color vivo y encendido
de los ojos, sin fuerça ya y perdido,
de tu vencido orgullo es desengaño.

    Acabas, y tu dura tiranía;
y al fin si acabas, mueres con vitoria  10
de nuestro error en devaneo tanto.

    Mas quien por ti s' olvida, y desvaría
del camino, perece sin memoria
con mayor culpa en un perpetuo llanto.




ArribaAbajoCanción V


ArribaAbajo    Inclinen a tu nombre, ô luz d' España,
ardiente rayo del divino Marte,
Camilo, y el belígero Africano,
y el vencedor de Francia y d' Alemaña,
la frente, armada de valor y d' arte;  5
pues tú, con grave seso y fuerte mano
por el pueblo Cristiano
contra el ímpetu bárbaro sañudo
pusiste osado el generoso pecho,
cayó el furor ante tus pies desnudo,  10
y el impio orgullo Vándalo deshecho,
con la fulmínea espada traspasado,
rindió l' acerba vida al fiero hado.

    De ti temblaron todas las riberas,
todas las ondas, cuantas juntamente  15
las colunas del grande Briäreo
miran; y al tremolar de tus vanderas,
torció el Nilo medroso la corriente,
y el monte Libio, a quien mostró Perseo
el rostro Meduseo,  20
las cimas altas umilló rendido
con más pavor, que cuando los gigantes,
y el áspero Tifeo fue vencido,
postráronse los bravos y arrogantes,
temiendo con espanto y con flaqueza  25
el vigor de tu ecelsa fortaleza.

    Pero en tantos triünfos y vitorias,
la que más te sublima y esclarece,
de Cristo ô ecelso capitán, Fernando,
y remata la cumbre de tus glorias,  30
con qu' a la eternidad tu nombre ofrece;
es, que peligros mil sobrepujando,
bolviste al sacro vando,
y a la cristiana religión traxiste
esta insine ciudad y generosa;  35
qu' en cuanto Febo Apolo de luz viste,
y ciñe la grande orla espaciösa
del mar cerúleo, no se vê otra alguna
de más nobleza y de mayor fortuna.

    Cubrió el sagrado Betis de florida  40
púrpura y blandas esmeraldas llena
y tiernas perlas, la ribera ondosa,
y al cielo alçó la barba revestida
de verde musgo; y removió en l' arena
el movible cristal de la sombrosa  45
gruta y la faz onrosa,
de juncos, cañas y coral ornada,
tendió los cuernos úmidos, creciendo
l' abundosa corriente dilatada,
su imperio en el Océano estendiendo;  50
qu' al cerco de la tierra en vario lustre
de sobervia corona haze ilustre.

    Tú después que tu espíritu divino,
de los mortales nudos desatado,
subió ligero a la celeste alteza,  55
con justo culto, aunqu' en lugar, no dino
a tu inmenso valor, fuiste encerrado;
hasta qu' aora la real grandeza,
con eroica largueza
en este sacro templo y alta cumbre  60
trasfiere tus despojos venerados,
do toda esta devota muchedumbre,
y sublimes varones, umillados
onran tu santo nombre gloriöso,
tu religión, tu esfuerço belicoso.  65

    Salve, ô defensa nuestra, tú que tanto
domaste las cervizes Agarenas,
y la fê verdadera acrecentaste,
tú cubriste a Ismael de miedo y llanto,
y en su sangre ahogaste las arenas,  70
qu' en las campañas béticas hollaste;
tú solo nos mostraste,
entre el rigor de Marte viölento,
entre el peso y molestias del govierno,
juntas en bien travado ligamento,  75
justicia, piëdad, valor eterno;
y cómo puede, despreciando el suelo,
un príncipe guerrero alçars' al cielo.




ArribaAbajoSoneto LXVIII


ArribaAbajo    Yo bien pensava, cuando el desdén justo
refrió en duro ielo el fuego ardiente
del coraçón, y con osada frente
s' opuso contra Amor fiero y robusto;

    que no bastara a derribarm' el gusto,  5
ni a torcerm' el intento otro acidente;
que ya me conocía diferente,
y libre d' un tirano tan injusto.

    Mas al primer sonido del asalto
desamparo la fuerça, y el escudo  10
rindo y armas temblando antes del hecho.

    Bien sé qu', en lo que devo a la onra, falto;
mas el temor, que della está desnudo,
y otra fuerça mayor, vencen mi pecho.




ArribaAbajoSoneto LXIX


ArribaAbajo    Pongan en tu sepulcro, ô flor de España,
la virtud militar y la vitoria
grandes ciudades presas en memoria,
y todo el noble mar qu' a Grecia baña.

    Tú solo, tú con singular hazaña  5
ganaste vencedor tan alta gloria,
que las vozes se cansan de la istoria,
que tus ínclitos hechos acompaña.

    El furor d' Otomano quebrantado
será justo despojo, qu' esculpido  10
en lengua de la fama alce tu nombre

    con tal blasón; valor nunca domado,
ingenio y arte hazen que vencido
no pueda ser del tiempo un mortal ombre.




ArribaAbajoSoneto LXX


ArribaAbajo    Solo y medroso, del peligro cierto,
qu' en la guerra d' Amor temido avía,
con fortuna mejor tarde huía
en tanta tempestad seguro al puerto.

    Mas en el paso del camino incierto,  5
cuando con más descuido proseguía,
Amor, qu' en vuestros ojos m' atendía;
d' un golpe atravesó mi pecho abierto.

    Y antes que yo pudiese de mi pena
alabar la ventura, invidiöso  10
huyó con vos, y me dexó perdido;

    cual huye el parto do el Éufrates suena,
y rebuelve el cavallo presuroso,
dexando al fiero contendor herido.




ArribaAbajoSoneto LXXI


ArribaAbajo   Del fresco seno ya la blanca Aurora
perlas de ielo puras esparzía,
y, con serena frente alegre abría
el esplendor suäve, qu' atesora;

    el lúcido confín d' Euro y de Flora  5
con la rosada llama, qu' encendía
Delio aún no roxo, al tierno y nuevo día
esclarece y esmalta, orla y colora.

    Cuando sale mi Luz, y en Oriënte
desmaya el vivo lustre; ô vos del cielo  10
vagas lumbres, si tanto se consiente,

    digo, con vuestra paz, qu' en mortal velo
pareció más que vos bella y fulgente
mi Luz, qu' onora el rico, Esperio suelo.




ArribaAbajoSoneto LXXII


ArribaAbajo   Amor en mí se muestra todo fuego,
y en las entrañas de mi Luz es nieve;
fuego no ay, qu' ella no torne nieve,
ni nieve, que no mude yo en mi fuego.

    La fría zona abraso con mi fuego,  5
l' ardiente mi Luz buelve elada nieve,
pero no puedo yo encender su nieve,
ni ella entibiar la fuerça de mi fuego.

    Contrastan igualmente ielo y llama;
que d' otra suerte fuera el mundo ielo,  10
o su máquina toda viva llama.

    Más fuera; porque ya resuelto en ielo,
o el coraçón desvanecido en llama,
ni temiera mi llama ni su ielo.