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En el número especial de Cuadernos hispanoamericanos,117 dedicado a Galdós, el conocido crítico galdosiano, Walter Pattison, hace un estudio sobre las semejanzas entre el sacerdote-poeta catalán, Mossén Jacinto Verdaguer, y los dos religiosos que aparecen en Nazarín y Halma, Nazarín y el Padre Flórez. Pattison se pregunta si Galdós había conocido a Verdaguer o su «caso» antes de escribir las dos novelas; pues sólo tiene noticias de la famosa visita que, en 1896, Don Benito hizo al sacerdote, acompañado de su amigo, el novelista catalán Narciso Oller.
Después de investigar sobre el hecho, basándose en escritos de Oller, Galdós, y el mismo Verdaguer, Pattison llega a la conclusión de que si Don Benito no había visto al sacerdote antes de 1896, tenía, con seguridad, noticias del escándalo producido a raíz de la supuesta locura del poeta y de su persecución. Elementos éstos que sirvieron, en parte, de inspiración en la composición de sus novelas Nazarín y Halma, salidas a luz en el año 1895.
Esta nota tiene por objeto confirmar, con otros datos, la acertada deducción del crítico norteamericano y presentar con mayor detalle el punto de vista de Galdós, en un caso que conmovió tan intensamente la opinión pública, para precisar su importancia en el proceso creativo de las dos novelas mencionadas.
En un artículo fechado en junio de 1902, y aparecido en La Prensa de Buenos Aires el 5 de agosto del mismo año, con motivo de la muerte del poeta catalán, Galdós hace un breve estudio sobre su vida y obra. En él afirma haber visto a Verdaguer por primera vez en la Exposición de Barcelona de 1888:
Es bien claro, pues, que Don Benito había conocido al poeta antes de escribir Nazarín y Halma y había seguido con sumo interés las noticias sobre su «caso».
Galdós lo ve por segunda vez en 1896. La descripción de su visita a la casa en compañía de Oller recuerda, por su tono, a la primera parte de Nazarín, en donde el narrador y el periodista acuden a hacer un «interview» al sacerdote. Aunque los relatos son diferentes, es curiosa la semejanza en la presentación de algunos detalles: el aspecto ruinoso de la morada (el portal del edificio en donde Nazarín vivía «era como de mesón, ancho, con todo el revoco desconchado en mil fantásticos dibujos»; Verdaguer habitaba «una casona vieja y destartalada»), la pobreza de cuarto y moblaje (en donde no faltaban objetos religiosos y estampas) y las voces de mujeres en el patio (cuyas figuras, visibles en la novela, permanecen ocultas en la entrevista real). Sólo al retirarse, Don Benito y Oller alcanzan a ver una cabeza de mujer que los observa furtivamente. Parecería que el novelista, influido por su propia creación, introdujera, sin advertirlo, cierta atmósfera novelesca en el relato de la entrevista real.
—100→Para Galdós no son muy claras, ni las razones por las que el sacerdote pierde el favor del marqués de Comillas -«por qué perdió aquella plaza y fue lanzado al descrédito y a la inopia, es cosa que a ciencia cierta no se sabe»- ni los motivos verdaderos de su persecución -«[...] debemos ver el móvil de la fiera persecución en la labor oscura de algún poderoso elemento social.»
Presenta a Verdaguer como un ser candoroso en extremo, víctima del engaño de «gentes astutas». Desecha con indignación la acusación de desequilibrio mental del sacerdote y afirma que, después de la entrevista de 1896, a Oller y a él les «pareció el cerebro mejor equilibrado que podía concebirse.» Galdós hace notar el papel fundamental desempeñado por la prensa que, con su protesta, salvó al sacerdote de la posible reclusión perpetua en el manicomio de Vich.
Un año más tarde, en 1897, Don Benito tiene oportunidad de ver por última vez a Verdaguer cuando el poeta catalán se establece en Madrid, «privado de licencias sacerdotales» y esperando a «que se le levantara la injusta penitencia». Los Padres Agustinos interceden en su favor con éxito y Verdaguer, recuperadas las licencias, vuelve a Barcelona.
Pattison ve en el Padre Flórez y Nazarín un desdoblamiento de Verdaguer. El primero refleja al Verdaguer próspero, limosnero del marqués de Comillas, que vive confortablemente con la aristocrática familia; el segundo, al Verdaguer caído en desgracia y perseguido. Sin embargo, no es ésa la impresión que produce la lectura del artículo de Don Benito. No parece que el novelista hubiese intuido la posibilidad de un cambio en la personalidad del sacerdote como consecuencia del contraste entre las dos épocas de su vida. El Verdaguer de 1896 sigue siendo para él el mismo de 1888:
Es más probable que el contraste entre Verdaguer y Colell, a quienes conoce al mismo tiempo en la Exposición de Barcelona, le haya sugerido el personaje del Padre Flórez, contrafigura de Nazarín en la novela Halma. Así expresa Galdós sus impresiones de 1888 al observar a los dos sacerdotes:
Y más adelante añade: «Junto a Colell parecía Mosén Cinto un cuitado...»
En conclusión, creemos valiosa la lectura de este artículo de Galdós porque permite establecer con mayor claridad la posición del novelista frente a un suceso de considerable importancia en el proceso creativo de Nazarín y Halma.
University of Mississippi