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Allá en
Ginebra, un hombre
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Anónimos y
muertos, continúan
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Antigua y tan
secreta
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Aprovechemos bien
estas frugales
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Aquello sí
que fue
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Aquí los
veintisiete niños y las
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Como el árabe
aquel
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Con indecisa pluma
voy poniendo
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De este millar y
pico
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¿De qué
modo decírtelo?
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Debéis
guardar silencio: Se ha dormido
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Días de
soledad y leve lluvia
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El 2 de septiembre
del año 31 antes de Cristo
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El ciego Amor se me
posó en los ojos
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En otro tiempo
habría mucha gente, a estas horas
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Esta mañana,
un viejo
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Estás entre
las cosas que me acechan;
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Fulano se enriquece
comerciando
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Habría que
mirarte con unos ojos ciegos
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La luna que miramos
desde el Tíber
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La silenciosa plata
de la luna
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La temerosa noche me
concede
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Las manos de la
diosa
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Las olas que
vinieron a morir a mis pies cada verano, desde mil novecientos
cuarenta y seis.
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Las quiero de esas
que
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Levanté un
monumento más perenne que el bronce,
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Mis escasos cabellos
ya son blancos.
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No es
solución, amigo Horacio, eso
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No le toques ya
más,
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Oh
Trimalción, tan rico. ¿Qué
sería
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Os encomiendo,
padres, a la pequeña Erotion
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Otros tendrán
los premios. Para ellos
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Para ti, pobre
imbécil,
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¿Recuerdas
una tarde en que te puse flores
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Sería
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Supongamos ahora que
es de noche
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Ten más
modestia, Muerte, aunque se te haya
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Tu lejana quietud y
esa apariencia
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Tu risa, en pleno
centro
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Un día
estaré muerto. De la mano
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Una luna
encarnada
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Viene rauda, veloz,
penetra en casa
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Yo sé que mis
palabras te parecen