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Antología poética

Rosario Panez

Espacio propio (2007)

Y esa noche

repentinamente enemiga

sobre nuestros cuerpos atrapados

de espaldas a nosotros.

Y es que probablemente cuando la pierna es brazo

y la espalda tal vez espalda o pelo

solo queda mirar, buscar

a como dé lugar

el hilo caído

y luego lentamente hilvanar

el pelo, el ojo, el brazo

en su lugar correspondiente y esperar

esperar hasta que la habitación recobre sus ángulos

las paredes sean nuevamente cuatro

y tú descanses a mi lado como siempre.

Pero si bien recuerdo

nada de eso pasó

solo la noche

engullendo nuestro sueño

arrancando de raíz nuestra habitual manera de mirarnos

hasta perder contacto con tres minutos antes de las once

y correr a esa hora exactamente

hacia adelante o hacia atrás (no lo sé)

porque a decir verdad

yo creí que estabas lejos

y no alcanzo a comprender

si este encuentro a muchos años de nosotros

es el paso del ave hacia el verano

o tal vez un ir caminando de memoria

hasta encontrarte hablando de estos años

de estos años azotando nuestros rostros

destrozando los pocos vestidos que trajimos

y tú sabes lo que fuimos

lo que juntos recogimos de la vida

que estuvo alguna vez zambullida en las mejillas

y en tus manos y en las mías

aún se encuentran los guijarros

pues no es tan simple como cogerlos

y tirarlos fuera del camino

y luego gritar a toda voz lo felices que somos

no hay engaño ni en tu mirada ni en la mía

y quizás eso sea lo que sustenta nuestros pasos

o esa manera tan tuya

de coger el corazón por el cogote

y arrancarle de la piel toda palabra vana

y es entonces cuando hay que abrocharnos

la piel que aún nos queda

y caminar sobre este martes

y no otro.


La Plaza Francia

Anoche llegaste a mis sueños

como llegan los viajeros

con la maleta llena

                                 de cansancio

                                 de recuerdos

                                 de ropa trajinada

en el pasado

cuando éramos dos jóvenes de veinte años

de mirada abierta y caminar alado

sobre las páginas de los libros, de la vida

repleta de pájaros, de música

que escuchábamos en la cazuela

del Teatro Municipal.

II

Anoche decía llegaste a mi sueño

cómo llega el recuerdo

de aquellos días eternos

y te quedaste revolviendo los papeles

recobrando una a una las notas

que nunca escribimos

las canciones que jamás cantamos

porque el viento deshacía nuestros pasos

y eso nunca importó.

Avanzábamos como dioses

mirando el mundo

como se mira una manzana

cubierta de sol

mientras los anhelos, los afanes

crecían como hierba

que se recoge al paso.

Estábamos seguros de encontrar

a la vuelta de la esquina

la felicidad

y pensábamos que era sólo

asunto de arrancarla

y colocarla en la solapa, sin detenernos

porque aún había mucho que caminar

por las soleadas avenidas

sin saber exactamente dónde estaba el norte

ni cuál era el paso exacto a otro momento.

En ese universo creado

tú estabas a mi lado

recogiendo las cerezas

persiguiendo los ríos

que conducían a la infancia

sin otro pasaporte

que nuestra confianza de que el futuro

tan sólo era una amable

prolongación de la Plaza Francia.

y no era así


He encontrado

un nuevo lugar para mis papeles

                                 mis huesos

                                 mis reflexiones

donde no llega el viento

ni el polvo del camino

donde el sol

es tan sólo un recuerdo

tostado por el tiempo.

No hay registro

ni dirección

no hay puertas

ni rendijas

tampoco hay aristas

ni perfiles

que revelen su estructura

es un lugar redondo

donde descansan mis afanes

                            mis sueños

todo lo que llevo encerrado

en la palma de la mano.

Nadie lo conoce

es un lugar creado

día a día

con pedazos de tiempo

                     de recuerdos

                     de música

recogida de los árboles

donde encuentro

mi nombre

mi perfil callado

el exacto tono

de mi canto.


Eva en la Tierra (2011)

Eva en la Tierra

He de permanecer

en este lugar

donde un día de octubre

por un tiempo

me dejaste

en medio de los árboles

en medio de los pájaros

para recoger los frutos

para construir mi casa

donde guarecerme

para más tarde

cavar un hueco

donde descansarán

mis huesos


Nos habita el mono

Habla el mono

en nuestro saludo cotidiano

atisba sin pudor

desde su ángulo estratégico

buscando el momento exacto

de dejar -de una vez por todas-

su pelambre

ponerse el saco

mirarse fijamente en el espejo

y repetir su nuevo nombre

una y otra vez.

Nos habita el mono

con su cola escondida

con sus dedos largos

rascándose la espalda

con su invernal ropaje

que no hay quien se lo quite

con sus noventainueve por ciento

de genes compartidos

con ese modo de defender su territorio

con su intento de empinarse

sobre sí mismo

con su torpe manera de caminar

por la vida

tratando de encontrar

su nuevo paso.


La fuerza de la belleza

No sé cómo hacer para vivir

lo que no está

de la noche a la mañana

en un estado estético.

Flaubert



No encuentro

otro modo de vivir

de acercarme, de estirar la mano,

de poner el ojo en el tomate

en el color azul

en la inclinación de la cabeza

de los días al pie del mar.

No encuentro otro modo

de rodear con mis brazos

la verdad, sin argumentos ni citas al pie

que sustenten su presencia.

Está en medio de la vida

paseándose por la casa

en el rincón ajeno

en la cuadra callada

entre los olvidos

entre lo que ya no se quiere

donde menos se piensa

en medio del silencio

en mi corazón doblado

en mi lejanía

en medio del mar

en la doble identidad del peñasco

sobre la mesa servida

en la cara redonda de la luna

en cada una de las cosas

que necesita de mi ojo

que necesita mi ojo

que yo necesito para pode vivir.


Cuerpo de mujer (2014)

Araña de casa

Soy una araña

de seis patas

y sonrisa de Gioconda

que camina por la vida

                    por los techos

y rincones de su casa

soy una araña

que produzco seda

que tapizo mi refugio

que gusto de la soledad

                de las horas quietas

                de mundos imaginados

mientras tejo mis telas.

II

Soy una araña casera

de ojos grandes

habitados por mares y universos

de cuerpo redondo

donde guardo muchas vidas

historias y leyendas

mis seis patas diligentes

recorren las paredes

recorren otros mundos

tejen fino encaje

en las esquinas

de las tardes amables

por amor a mis crías

porque amo la vida

y otros universos

me han salido alas

con ellas empujo el viento

               empujo lo que no me gusta

entonces

soy mariposa de seis patas

vuelo por el campo abierto

como una promesa

avanzo entre los frutos

con el cabello recogido

con mi falda floreada

vuelo

por calles y mercados.


Si hubiéramos nacido pájaros

Si hubiéramos nacido pájaros

todo habría sido mejor

tú y yo volando

sobre las pampas de Azpitia

o mordisqueando yerbas

en los bosques de Viena

o corriendo

con patitas amarillas

sobre alguna orilla del verano

sin otro oficio

que seguir la vida

transitar por el tiempo

atravesar

sus cuatro estaciones

cuando el ánimo lo mandara

hacer unos cuantos garabatos

con nuestros trinos

llegado el momento

construir nuestro nido

en lo alto de un olivo

para mirar desde allí

con ojos de semilla

nuestro territorio

nuestros próximos vuelos

la vida entera.

Si hubiéramos nacido pájaros

todo hubiera sido mejor

tú y yo

sobre la yerba mojada

sin memoria

ni argumentos

mi cabeza de pajarita

suave y redondita

como un melocotón

por siglos

confundida entre las frutas

por años

cautivada por tus trinos

nada sabría de historia

nada sabría de Marx ni de Freud

y no me habría dado cuenta

de tus defectos de macho.


Carta al rey

«Y no hay remedio»

dice Huamán Poma de Ayala

con voz quedita

mientras camina por mis huesos

dejando su tristeza

                su poquito de esperanza

                  su desaliento

                   su necesidad de aferrarse

a la patita de conejo

 a la fuerza de la palabra

  al rey

allende los mares

sentado en su trono

tan lejos de todo

al que debo informar

sobre estos hechos

acaecidos en la Ciudad de los Reyes:

heme aquí señor

con mi colita de confianza

con mis ojos redondos como platos

con mis enormes orejas de elefante

con mi corazón pálido

temblando entre mis manos

para mostrarte mi sentir

para decirte todo

lo que he vivido, Señor

puedo escribir

el verso más triste

puedo dibujar en el aire

los perfiles más atroces

puedo hablarte con el amarillo

cuando la lengua me falle

he de contarte lo que he visto

sin callar nada

seré tu voz

seré tu memoria

para saber lo que esconde

el hombre

busca en tu ojo

la carta que te envío

para reconocerme

como hija del hombre

guarda entre tus manos, Señor,

mi poquito de confianza,

guárdame, Señor,

entre tus manos

dejo esta carta

de ser posible, Señor

pon remedio.


Biografía de una casa (2016)

Por la gracia de Dios

-hoy por hoy-

vivo en estos campos

donde salgo muy temprano a caminar

y no es raro

que me encuentre entre los árboles con una pintura

que se parece a los trazos de Cezanne

que se parece tanto a la vida

que sin acordarme del Impresionismo

ni de los mercados

entro con mi bolsa de mimbre

a recoger peros y duraznos

y es todo lo que quiero

porque poco se puede decir

sobre ésta u otra escuela de arte

sobre las pinturas de las cuevas de Altamira

cuando la belleza y el color son la vida misma

solamente sonreír

ponerme mi falda morada

y dibujar flores sobre paredes y ventanas

porque necesito la belleza

pinto de amarillo las madrugadas

las noches de naranja

de azul los árboles que he sembrado

en la mesa de mi casa

para que den sombra a mi vida

para que cubran mis días de hojas y frutos

porque quiero tener un pedacito de verano

en la mirada una pradera

porque soy naturaleza como un árbol o un río

estoy buscando mi propio modo de vivir

                            mi propio modo de decir

en este mundo natural y antiguo

donde acaso fui color o fruta.


Entre versos, pinturas y violines

Y he decidido vivir

en este universo

donde los versos crecen entre la grama

y las pinturas son otra forma de vida

que nada tiene que ver

con el transcurrir en el tiempo

porque nacieron

y se quedaron para siempre en su momento

como yo puedo quedarme en este día

o en alguna tarde de 1800

en la casita de los bosques de Viena

en el momento en que Schubert

captura los movimientos de «La Trucha»

nadando entre las aguas

buscando las hojas de tilo

y es difícil decir algo

cuando el mundo gira alrededor de un violín

porque no se trata de palabras, de imágenes

o del lamento del sol

lo que sucede es que el canto del violín viene del mar

del bosque, de la vida misma

y no es posible dejar de sentir su llamado

pero cuando el mundo gira

siguiendo su costumbre de planeta

y pasan los días, los años

no hay ganas de ver ni de escuchar

lo que ha quedado al otro lado

porque ha girado tanto

que todo es ajeno, distante

como el gastado recuerdo de una historia

que nunca existió

y entonces

solo queda el mundo de los violines

de bosques, de versos

de todo lo que traigo guardado en la mirada

mientras camino por la vida

puedo pintar ángeles volando

sobre los tejados y jardines

porque tengo derecho a crear con mis manos

-llenas de pintura y de candor-

algo bello e inocente

y vivir allí

en la esquina azul del cuadro

acurrucada en un verso

o en el lamento de un violín.


Yo

como casa que soy

estoy habitada por los que amo

por los que viven en mí

aunque hayan nacido en otro tiempo

en otro lugar

porque dentro de mí existe un universo

que gira alrededor de la vida

sin tomar en cuenta el tiempo

entonces

hay momentos que se quedaron

que viven por su propia decisión

que nunca han de ser hoy o mañana

como viven

palabras, sentimientos, retazos de mi vida

o mi propia historia

como si fuera un gran fresco

sobre mis paredes y techos

pasan ángeles volando

que llevan entre sus manos verdades

frescas y dulces como frutas

porque no es posible negar

que esta vida mía

es tan increíble y cierta

como cualquier forma de vida

y en esta casa

que soy

te he encontrado Alberto Caeiro

con tu mirada nítida de girasol

con tu eterna novedad del mundo

y sin nunca verte, sin nunca hablarte,

he amado tu alma

que conoce el viento y el sol

que sigue y mira la paz de la naturaleza a solas

y en este pedazo de naturaleza

que soy

entre árboles y versos

entre momentos y silencio

te he encontrado joven pastor

eres delgado como la yerba que cubre la tierra

cuando callada camino sobre estos campos

pensando en los tiempos

rogando que todo quede como está

porque tengo miedo

porque todo cambia, todo pasa

y debo decirlo

-de una vez por todas-

necesito tal como están

los caminos de tierra

el viento y el sol

los amaneceres naranja, un poco de cielo

porque soy campo, soy fruto, soy pájaro

soy hembra humana que habla con los colores

en medio del silencio

te encuentro Alberto Caeiro

calmo y contento como un arroyo

cuando recorres esas laderas desconocidas

estoy a tu lado

tomándote de un verso

fresco y verde como una rama

entro en tu vida

en tu alma

no existe el tiempo

no recuerdo si he vivido en 1800

o en otro tiempo cualquiera

no pienso en el tiempo que siempre separa

no recuerdo tampoco

si he vivido en Lisboa

con sus casas de varios colores

en la campiña de Azpitia

o en algún otro lugar

en este momento solo siento

tu tristeza natural y justa

ese modo tuyo de estar en el mundo

por ejemplo como un árbol antiguo

porque soy un ser natural

acá

en mi alma

no existe el tiempo

no existe

la muerte

tal vez solo sea

una ausencia de tiempo.


Asuntos humanos (2018)

Las palabras

He de encontrar palabras que sean trinos

gotas de lluvia o ángeles volando

que no nombren las cosas, que no digan nada

que sean la vida misma o mi corazón palpitando

porque al final de cuentas

cuando algo es

es tanto... que no hay nada que decir

y cuando se siente, se siente tanto

que de nada sirven las palabras

porque las palabras son sonidos

que nunca han sentido

ni han de sentir

dejo pues

las palabras a un lado

y me acerco a la orilla

de lo que existe solo para mí,

van conmigo

desnudos y mudos mis sentimientos

como inocentes dioses,

la cabeza en alto, la mirada clara

el cuerpo limpio como un poema.

Sin nada que decir.


Mi alma va conmigo

En estos tiempos oscuros

donde poco puedo ver,

poco decir,

solo sé

que acá o donde yo esté

mi alma va conmigo

y en alguna tarde -cuando todo calle-

me acercaré a ella, entraré en sus ojos

donde, tal vez,

he dormido tiempos que no recuerdo

pero ahora que estoy despierta,

que camino sobre esta parte de mi vida

que había olvidado,

que siento tan lejana, tan ajena

como un sueño que al despertar

no se puede recordar

ahora que camino -decía-

por estos días callados

me he de acercar a sus ojos

como a ventanas entreabiertas

para mirar mi vida

como miran los ojos del alma

porque quiero saber todo sobre mí:

mi historia, mis olvidos, lo que no digo a nadie,

lo que guardo en mi corazón

y, de ser posible

llegar hasta mis ancestros de pájaro,

de piedra, de mar,

porque allí

ha de estar mi nombre, mi verdad y mi canto.

Y si logro conocer mi vida, mi alma

/aunque sea un poco/

si encuentro lo que busco

si al final me encuentro

y otra vez, soy la misma de ayer,

la de la mirada confiada, la del vestido azul,

la que esperaba los días, la vida,

como se espera al amigo

que ha de llegar con su mirada tierna,

con su palabra limpia,

no me ha de importar el camino duro, el cansancio,

ni el desierto.


La ciudad era el parque

En ese entonces

la ciudad era el parque

donde jugaban los niños

los paseos por el Olivar

las tardes de playa

y yo

volando

por las calles de San Isidro

por los mercados

con mi falda amarilla

con mi canasta de fruta

con mis afanes

con mis ganas de vivir

yo brisa

yo vida

sin alarde

sumergida en mi sonrisa

llevando en el pecho

mi universo

redondo y pequeño como un camafeo

viviendo como se vive

cuando es tu única vida

todo lo que en ese momento es y será

por siempre tu vida

y nada más que tu vida

porque nada más importaba

nada más necesitaba

ese era mi universo

y era Lima, mi ciudad

y allí mi casa

pedacito de Lima

y en el patio

la pileta.


Poemas enviados (2018)

Entre las arvejas

Por tu gracia, Señor

estoy en esta tierra

donde crece la yerba, las hortalizas y la fruta

donde el hombre habita con tan poca gracia

y tan poco mérito

que estoy tentada de decirte, Señor

frente a todos los aquí reunidos

que no creo que hayamos sido hechos

a tu imagen y semejanza

y de tanto ver, de tanto escuchar

también he de decir

en presencia de las hortalizas

que quisiera abandonar de una vez por todas

la horda humana

meterme en un ciruelo

acomodarme entre las arvejas

cerrar las vainas

cerrar los ojos

descansar un tiempo.


Mi baño blanco

Mi baño es blanco como una ostra

allí se encuentra Vincent Van Gogh

con su barba roja

con su mirada desolada

con sus ojos apretados de ratón inquieto

listos a saltar sobre las noches moradas

de sol salvaje

lo encontré al pie de un domingo

hosco y silencioso como una madrugada de invierno

con ausencia de azul

en su frente

los tormentos del cielo

los maizales gritando al viento

la Catedral de Abbey

su homónimo muerto

lo tomé del brazo

lo llevé a mi casa

no a la sala donde se habla despacio

donde no suena el corazón ni vuelan los pájaros

no a la brevedad del hall

donde todo pasa sin dejar recuerdo

sin mucho que decir

sin preguntarle por su hermano Theo

ni hablarle de mi hermano

lo llevé a mi baño blanco

donde se aloja mi vieja sombrerera

que gusta del tiempo calmo

del color violeta

que huele a flor

que a veces vuela

llevando en sus brazos de madera

mis toallas tiernas y peludas como conejos

lo llevé a mi baño blanco

donde nadie llega

donde me quito el sombrero

donde me miro en el espejo

tal como soy

donde me encuentro con mi cuerpo honesto

con mi cabello despeinado

donde me reconozco

flor y conejo.


El alma de las cosas

Mis cosas no tienen edad

ni sombra, ni lugar de nacimiento

están llenas de alma

que es una manera de vivir

una forma de eternidad

pero ellas no están interesadas en temas metafísicos

son seres sencillos de vida amable y discreta

que aman y guardan la belleza en su propio cuerpo

en lo hondo de su corazón

guardan algo de vida, de alma humana

el alma de mis cosas se parece a la mía

sienten como mi alma siente

y algo dicen

con la nostalgia de sus gestos y posturas

que provienen de otros tiempos, de otras vidas

algo que nunca acaba, que es belleza y es memoria

que alguna vez fue por siempre

a veces creo que sus varias vidas

se sostienen en su memoria

pero no puedo estar segura

solamente puedo decir

que me gusta

su modo de estar en el mundo

su dulce y triste belleza

su cuerpo memorioso

su aroma de nostalgia

y su gran corazón.


Mi amigo Dios: el desconocido (2019)

Allí, donde estás

Allí, donde estás

no hay posada, pueblo, casa

donde hayas nacido

no hay historia, no hay días que pasan

ni momentos que terminan

tampoco nada empieza.

Todo está.

Y para nosotros que nos esforzamos por tener un sitio.

un rincón propio, un lugar donde descansar,

una cama donde dormir,

que caminamos apurados para llegar a casa

para olvidarnos del anonimato, de la multitud que

nos traga

de la dictadura de los muchos,

que no nos deja ser,

nos es difícil de imaginar que tu lugar de residencia

no sea ubicable

que estés en todas partes

que no tengas un lugar solo tuyo

donde descansar de la inmensidad del infinito,

de la eternidad.

Puedo decirlo, presentirlo (no entenderlo)

que habitas un tiempo sin orillas

en un lejano silencio

donde no hay lugar para acomodar la tristeza,

la decepción que día a día te causamos.

Y Tú, solitario

has ido poblando tu tiempo -tu único tiempo-

con tu potente pensamiento generador

Tú solo -en tu tiempo eterno-

creando las innumerables existencias

que habitan el universo.

Tú, solo, maestro del arte

-en tu tiempo eterno-

dibujando formas, pintando paisajes, madrugadas

mares, cielos, frutos

esculpiendo peñascos, piedras,

convirtiendo los árboles en esculturas vivas

distribuidas en los campos, en los bosques,

como salas de arte, museos,

dotado de música al viento, al agua, a los pájaros

llenando de belleza, de color, de poesía el mundo,

creando en la Tierra

la escuela de todas las artes humanas.


El solitario

Alguna vez

Dios vio en mí al solitario

que callado espera

que salga el ruido de la casa

para estirar sus huesos

caminar detrás de sí mismo

recorrer sus territorios

buscar sus olvidos

hasta encontrarlos

hasta que tomen su color de tiempo

hasta que suenen como una canción

y entonces

mirarlos de frente a los ojos

escucharlos como si fuera la primera vez

y bajo un olivo

ponerse a pensar.

Ese solitario

que cada vez que puede

busca esas mañanas solas

que calladas orean

sus amplias faldas al tiempo

y cuando las encuentra

saluda a su alma

se olvida del atrás, del adelante

de todo

lo que por añadidura soy

y casi

tocando las orillas

de alguna eternidad

pienso, Señor

en lo solo que estás.


Confidencias a Dios

Señor,

Yo bien sé cuán diferentes somos

Tú, el enorme, el eterno, el habitante de los tiempos

yo, la pequeñita de vida breve, de paso por este

planeta, apenas un poco de vida aferrada al alma

sabiendo que no es mía.

Pero, siendo así -como somos-

creo saber que la amistad que nos elige

es larga y duradera como un destino,

también suave y sostenedora como una caricia

después de una pena.

Y es que debes saberlo.

Yo habito en la arboleda humana, cubierta de niebla

y de silencio, donde por más que nos buscamos

no hacemos nuestro el amable campo donde florecen

las dalias, las miradas claras, los acuerdos,

enredados -como estamos- entre la maleza, las ramas

secas y la confusión,

y te digo -en verdad- por más que he buscado

el cálido predio de la amistad, no lo he encontrado

se va, se pierde entre los bosques.

No tengo un amigo,

entonces,

conocerte fue recuperar un sueño antiguo

la leyenda que existe, el confiable,

el que está conmigo

alto, sereno, como un árbol

que da sombra a mi cansancio, a mis flaquezas,

a mis penas, a mis quereres,

y así eres tú, Señor, mi amigo.

Y esta tarde de confesión y verdad

quiero decirte

que los viejos olivos que tanto amo,

mis amigos los manzanos, la primavera que llevo

conmigo olvidando los vientos, ese sol que no lo era,

y hasta mis propios atardeceres que son tan naturales,

son la mitad de mi sentido.

Y aunque todo es hermoso y afable

y por tu gracia

la belleza habita mis días, eso no es todo, está mi alma

esa frágil y silenciosa compañera,

ese leve soplo que va conmigo o, tal vez,

la columna más fuerte que sostiene mi existencia

y es que si bien ella habita en mí,

camina entre mis versos, duerme en el azul

de mis pinturas cuando llega la noche

gusta escuchar el «Concierto para violín

y orquesta N.º 3» de Mozart, a mi lado,

no tengo la menor duda que es habitante de tu reino,

pariente cercano de los ángeles,

y aunque no sé por qué está en esta tierra,

habitando mi cuerpo, quiero estar cerca de ella,

seguirla, hasta encontrar la otra mitad de mi sentido,

porque Tú bien lo sabes

mi existencia en la tierra es breve y transitoria

y si bien no tengo miedo de la muerte

no quiero quedarme entre los muertos, tampoco

ser lamento lejano de tu reino.

Yo quiero, Señor,

una simple y necesaria muerte

que guarde relación con el acontecer natural

algo así, como cuando acaba la mañana, cuando

acaban los versos de un poema o el libro que escribo,

quiero decir, que sea casi como un logro, un descanso,

una pausa para empezar algo nuevo,

y ese algo nuevo sería

que con tu ayuda, Señor,

mi alma vuelva a tus territorios, que mi alma y yo

un buen día alcancemos ese ámbito soñado

donde tu sonrisa es eterna.


Tiempos duros (2021 ed. virtual; 2023 ed. física)

En aquellos tiempos

En aquellos tiempos

caminaba yo

entre versos, árboles y pinturas

recogiendo momentos, recuerdos,

todo lo hermoso de la vida,

lejana del mundo,

de mi especie,

de su agitado modo de vivir,

de su apuro, de su ruido,

sintiendo mi parentesco con la lluvia,

con los aires,

andaba yo por los campos

llenando mis días de bosques,

de violines,

simplemente porque soy así,

no de otro modo,

cuando -sin más-

ingresaste de pie a mi mundo

vestido de viento

esgrimiendo en una mano la espada

y en la otra, un ramo de estrellas

-todo palabra-

te presentaste en otro tiempo

exhibiendo tu amor por la poesía

por el «Concierto para violín» de Tchaikovsky

por los libros y el recto vivir,

y te quedaste -lleno de ti-

cubierto de canto y de misterio.


Ando yo por el mundo -sin saber por qué-

buscando, intentando descubrir

lo que está en lo hondo de todo lo que es,

y es que detrás de la jarra

del árbol, del cuadro, de la silla,

de todas las existencias

que nos miran quietas, bien dispuestas

desde su sitio,

hay algo más, algo que se esconde,

que está como un enigma

que me atañe.

Y siendo -como soy- amanecer,

cuando llega la hora azul a mi ventana,

me quedo en silencio,

tratando de escuchar lo que calla el universo

cuando mira -con pena y ternura-,

mi pequeña pequeñez

que nada sabe,

y luego

cuando cierro la ventana,

regreso a mi cuarto

me miro al espejo,

y me encuentro con mi enigma callado

no puedo dejar de pensar

en lo que cada uno de nosotros

lleva en el alma, sin saberlo,

entonces,

cuando, sin buscarlo, nos encontramos

no fue querer saber, tu nombre,

atravesando puertas, respondiendo

a las llamadas de otros tiempos,

o conocer los caminos, los silencios,

que alguna vez recorriste,

ni detenerme en los tiempos

que ya no son,

porque tu nombre podría haber sido otro,

y otros tus caminos, tus costumbres,

y hasta tus escritos,

que poco conocí,

y seguirías siendo tú,

como los vientos,

que no tienen nombre,

que olvidan sus costumbres, sus caminos,

que no saben de registros ni de notas,

que van por el mundo

sin cáscara, sin nada que cargar,

desnudos de todo,

solo como son.

¿Y cómo son?

¿Qué es conocer?

¿Dónde encontrar al otro?


Territorios altos

Soy un ser natural,

llevo dentro de mí los tiempos,

la memoria de la vida,

el canto de mi especie.

Mi origen es antiguo,

tal vez, desciendo de alguna laguna,

de un viejo árbol,

de algún canto olvidado o de la vida.

Lo que sé,

es que soy habitante del universo,

que mis raíces están en la tierra,

en mi historia, en mis ancestros vegetales,

en ese poco que tengo de piedra,

de mineral.

Y mi alma

siendo -como es- un soplo

es oriunda de los árboles,

no le basta la tierra,

necesita los espacios altos,

abiertos, libres del universo,

y como mi alma habita mi cuerpo

he decidido vivir en las alturas,

pasar mis días en sus campos,

en sus claros, en sus caminos abiertos,

en su horizonte tachonado de azul,

sin penas ni llanto.

Y acá estoy

caminando entre arboledas de nubes

escuchando la voz de los vientos,

la voz de la vida,

recibiendo la fragancia de los bosques, que llega

como llegan volando los amantes de Chagall,

sus violines, su ternura de ayer, su memoria azul,

su historia que se ha quedado para siempre

navegando en un tiempo que ya no es

llenando de magia, de ilusión, de amor,

esta tierra de pájaros, de amaneceres,

de añoranza,

donde todo es posible,

donde el tiempo no existe,

donde habita

todo lo que no encuentra lugar en la Tierra,

donde a veces llegan ángeles volando

sobre jardines blancos,

llevando entre sus manos un laúd

y se cruzan con otros seres alados,

vientos que regresan

que, tal vez, son estaciones,

puertos, donde esperan las querencias,

las colinas, los prados de otros tiempos, su lejanía.

Y yo

siendo -como soy- amiga del aire,

de la libertad, de la magia, del milagro,

he aprendido a volar

y en las mañanas salgo tras alguna madrugada,

algún verso que se escapa, alguna melodía,

o el color naranja que tanto amo.

Pero también,

camino despacio, paseo por estos lares,

me reclino sobre la mañana,

miro a un lado, al otro,

buscando de donde viene el tiempo,

de donde el canto,

y, allá, lejos del mundo tan envuelto

en su pequeñez,

en su redonda confusión,

los hombres fatigados, a mí misma,

tan sola, tan sin saber, tan sin poder comprender,

al final de cuentas, tan confundida,

tan caminando sin encontrar,

entonces,

emprendo vuelo, regreso a las alturas

a su siempre amanecer, a su soledad,

a sus campos sin penas ni lamento,

donde habita el silencio,

donde se sienten

los pasos cansados de Dios.


Del quieto amor de las cosas (2023)

El mundo, las cosas y yo

El mundo no es la suma de las cosas
y estas existen en cuanto existe alguien
para el cual tengan sentido.

Martin Heidegger



Y siendo -como soy-

habitante de estos reinos

de misterio, de contradicción

e inocencia -que es el mundo-

que me mira desconcertado,

que no tiene nombre ni sabe hablar,

donde habito sin certeza,

donde camino atada al tiempo,

sin mucho saber, sin mucho entender.

Y en esta pradera muda y redonda

que es el mundo,

habitan las cosas solas en su enigma

-como estoy yo-

y coexistimos en él,

sin saber por qué,

compartimos sin quererlo

el mismo tiempo, el mismo destino,

como viajeros en tierra ajena,

pero, considerando

que pude haber sido una rama,

un cerezo, una gaviota o una canción,

miro a las cosas en lo hondo de su estar,

en su orfandad, en toda su humanidad,

las miro despacio

como quien se mira en un espejo,

como quien mira a su hermano

y se encuentra en él,

las guardo dentro de mí,

entre mis afectos,

entre mis interrogantes

y como escucho el rumor del silencio,

el apresurado caminar de los vientos,

el lamento del tiempo, la soledad del mundo,

como parte de la vida -que soy-

me acerco a las cosas

hasta el borde de su ser,

hasta tocarlas con la mirada,

con el corazón, buscando saber

la razón de su existencia,

de su quehacer,

de su estar en el mundo,

de su estar a mi lado.


La honda ternura de la cercanía

Mi sillón azul, mi escritorio,

mis pinturas, mis cubiertos, mi cama,

mi vieja sombrerera y tantos otros

habitantes de mi casa,

no son solo seres queridos

que acompañan mi vida,

son los que me permiten

ser yo misma cuando creo,

cuando pinto mis telas,

cuando escribo mis poemas,

cuando como una ciruela,

y hasta cuando duermo,

están siempre a mi lado

dándome -como me dan-

la honda ternura de su cercanía,

su ayuda, su apoyo, su propio ser,

hacen que yo sea, la que soy,

que el tiempo, sea mi tiempo,

que mi casa, sea mi casa,

sea mi nido, donde me acurruco

como paloma -que soy-

donde guardo lo que recojo

en mis vuelos por los aires

por los árboles, por los campos

donde descanso, sonrío, canto, sueño,

donde me encuentro conmigo misma,

con todo lo que amo,

donde están mis queridas cosas,

donde yo habito.


En aquellos tiempos,

la alacena de pino quemado

con sus cerrojos de fierro forjado

vivía dueña y señora de la cocina,

querendona y nostálgica

guardaba en su corazón de madera

el pan de la mañana, el tarro de miel,

nuestros mejores momentos,

nuestros sencillos festejos,

los días que se fueron,

el mantel verde a cuadros

sobre la mesa redonda los tazones de leche,

los platos servidos, los cubiertos,

y nosotros juntos, contentos.

Y ahora,

que el tiempo ha pasado,

que busco sobre las sillas de soguilla,

alrededor de la mesa redonda,

nuestro hablar, nuestras risas,

nuestro buen amor,

y ya no estamos.

me pregunto, te pregunto.

tú, que guardabas

en tu corazón de madera

nuestros momentos,

¿acaso, nos guardaste?


Detrás de mis huellas (2024)

Debo haber nacido

Debo haber nacido

como nacen las madrugadas

en el momento azul

en que los pájaros cantan el olvido de la noche

y como madrugada yo era un despertar,

una mirada extendida en el firmamento,

una mirada escrutadora en un mundo

callado, misterioso.

Dicen que fui una niña

de ojos negros, grandes como aceitunas

que no sabía llorar.

No sabía llorar, no sabía nada,

no sabía dónde estaba

ni lo que de mi se esperaba

y mis ojos sin lágrimas

eran dos faros encendidos, alarmados,

en busca de una señal que me orientara,

que me permitiera entender un poco

dónde me encontraba.

Llegué a la Tierra

como llega la mañana, las penas, el cansancio,

como llega todo lo que tiene que llegar

sin razón ni explicación.

Llegué en la madrugada de un siete de octubre

aunque pude llegar cualquier otro día,

nada sabía yo de meses ni de días,

de ruegos, ni de esperas,

era tan solo un ser pequeñito

balbuceante que dormía, tenía hambre

y a veces gorjeaba como un pájaro.


Y digo que desciendo de la lluvia

De la tímida y callada lluvia de Lima

que cae amable sobre el patio de mi casa

sobre las hojas de los árboles, sobre los crotos,

las enredaderas de mi jardín,

que dulce, suave y discreta -desde siempre-

cae sobre nosotros como una caricia

lavándonos de miedos, preocupaciones,

de todo lo que, sin buscarlo ni razón,

se acumula en el alma.

Y digo que desciendo de la lluvia

porque en las noches frescas de verano

la he escuchado tararear canciones

que acompañaban mis juegos de niña,

mis caminatas por los cuentos infantiles

de la mano de Pina

o las visitas al bosque de Arequipa

habitado de árboles, de lagunas, de magia

de príncipes y hadas

y porque en todos los lugares

donde transcurrió mi infancia

la lluvia ha dejado el tintineo amable

de su paso, su saludo en lenguaje de agua

y porque veo su fina y delgada figura

lavando granadas y pacayes,

limpiando troncos y ramas

para que no nos ensuciemos

cuando nos trepábamos por los árboles

para recoger nísperos o guayabas

y con su cuerpo de agua

-amorosa guardiana de nuestra infancia-

limpiaba las piedras del río

donde nos sentábamos a descansar

después de las caminatas por los campos

de Chaclacayo.

Y acá en Lima,

-de donde es oriunda-

ella, fiel a su temperamento,

que no conoce de desbordes, ni de furias

y debido a su costumbre de dama

pasa sus días acariciando jardines y flores

con su cuerpo, con sus manos de agua

porque ella simplemente es así,

siempre fue así.

Y esta tarde de recuerdos y verdades

debo decir que al verla siempre

tan dulce, tan suave,

aprendí a expresar mis emociones con cautela,

a evitar apuros, confusiones, violencia,

en fin, a mirar al hombre y al mundo

con ojos de lluvia.


Despedida

Es parte de la vida: la muerte, las despedidas.


Y de pronto

fuiste madrugada navegando sobre el mar,

viento canturreando sobre las olas,

mañana en el amanecer, lejos de noviembre

para siempre,

y es que ya no contaba el tiempo

tampoco el retorno, la espera,

y dejaste tu cuerpo vacío al pie de la ventana

como se deja el abrigo cuando llega el verano

y te fuiste con el viento.

Y fue entonces

tu vida un puñado de recuerdos

que entraban en el mar, que desaparecían

y tú de pronto en el olvido mirabas

de otro modo la vida

de otro modo entendías el mundo

donde yo me quedaba atada a la tierra

a las dudas, al misterio,

a mi pequeña vida.

Y libre de toda atadura

tus ojos se llenaron de árboles

de caminos que se abrían

de mañanas azules

y dejaste atrás la duda humana

las preguntas, los pensamientos

todo lo que fatigaba tu andar

por estas tierras

y volaste sin peso

sin pena, callada, contenta

como hoja de otoño

como pájaro volando

hacia el verano.