Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —119→  

ArribaAbajoCiencias Médicas

Ciencias Exactas y Naturales, viajes científicos


140- La Locura en Buenos Aires por Samuel Gache. Trabajo premiado en el Concurso Científico celebrado por el Círculo Médico Argentino en el año de 1879. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, Belgrano núm. 133 y 135. 1879. 208 ps.

La obra cuyo título encabeza estas líneas, no pertenece al género de esas publicaciones superficiales que con pretenciones de científicas suelen aparecer entre nosotros. Es, por el contrario, un trabajo serio, digno de la honrosa distinción que obtuvo en el concurso científico iniciado por el Círculo Médico. Su joven autor ha abordado con entereza una de las más arduas cuestiones científicas, y sin retroceder ante las dificultades que a cada paso debió hallar, ha desarrollado su vasto   —120→   tema de la manera más satisfactoria, pues sólo podemos reprocharle alguna falta de valor para tomar una posición definida o en el campo espiritualista o en el llamado materialista, que en pocas partes se tocan tan de cerca.

En el estudio de la locura se confunden el sicólogo y el médico; y en el análisis de esas extrañas aberraciones que privar al hombre del uso de su razón, tienen igual interés la ciencia y la ley. Las dolencias físicas constituyen con especialidad la esfera de acción del médico; pero la civilización ha entregado también a la ciencia el cuidado de los infelices dementes expulsados del seno de la sociedad. ¿Y el juez? A cada instante se presentan casos en los cuales es necesario averiguar el estado mental de un individuo, en los cuales el estado de la inteligencia en un momento dado es de la más alta importancia jurídica. ¡El crimen y la locura! Cuánto no podría decirse sobre el misterioso enlace que liga la acción y el estado intelectual, la mano homicida y el cerebro delirante! Las bendiciones de la caridad caen hoy sobre la frente del demente y la ciencia le brinda sus auxilios. ¿Vendrá día en que la caridad tendrá también una palabra de consuelo para el criminal y la ciencia una palabra de esperanza? Plena convicción abrigamos que así sucederá, que en parte así ya está sucediendo, pues no debe creerse que los medios de que dispone la ciencia son únicamente materiales; no levantemos como símbolo   —121→   de la medicina el mortero del farmacéutico ni repitamos con Molière:

sangrare, purgare et elistare



También el aire puro, el lecho limpio, el aseo personal, el trabajo, en una palabra la higiene y también las influencias morales, son potentes palancas que manejadas hábilmente dan resultados maravillosos.

Estas y muchas otras consideraciones se ligan al estado patológico, que constituye el tema del trabajo del Sr. Gache y que, a pesar de detalles en los cuales profesamos distinta opinión a la del autor, nos ha producido la más grata impresión. No podemos menos de adherirnos a la opinión del ilustrado jurado, que con más autoridad que nosotros determinó su valor: «Revela el autor mucho estudio en una materia verdaderamente difícil y digna de análisis». En efecto; si sería exagerar decir que el trabajo que nos ocupa es perfecto, hay sin embargo la más estricta justicia en decir que es digno de llamar la atención y ser estudiado detenidamente; tanto más teniendo presente que es el primer trabajo serio que se publica entre nosotros sobre esta materia.

El Sr. Gache ha inaugurado brillantemente su carrera científica, y cuando alcance triunfos mayores, recuerde que tuvimos una sincera palabra de aliento para el principiante.

A. K.

  —122→  

141- Higiene pública. Lecciones dadas en la Facultad de Medicina de Buenos Aires por Pedro Mallo, catedrático sustituto (en ejercicio). Médico de Sanidad del Puerto, etc. etc. Tomo II. Buenos Aires. Imprenta de la Tribuna, calle de la Victoria, núm. 37. 1878. En 4º menor, 96 ps.

Apareció en 1879, y tiene esta fecha en su carátula interna.

«La salud pública es riqueza nacional». Esta es una gran verdad desconocida desgraciadamente por la mayor parte de nuestros hombres de estado. En efecto, la higiene es una de las más importantes ramas de las ciencias médicas, pues no tiende a reparar un mal, sino a evitar que se produzca.

Fijándonos en lo sucedido en Inglaterra, modelo que debe tenerse siempre presente cuando se trate de esta materia, vemos que allí se le ha dado, de treinta años a esta parte, altísima importancia. Se han gastado ingentes sumas en modificar las condiciones higiénicas de muchas de las ciudades del reino; y, lo que vale más, pues no en todos los países sucede, se han gastado con provecho. No han tardado en obtener los benéficos resultados que eran de esperarse: no sólo la mortalidad ha disminuido, sino que, en general, se han desterrado ciertas clases de enfermedades, como por ejemplo las zimóticas y catarrales.

  —123→  

El carácter de ese pueblo, ante todo práctico y acostumbrado a considerar las cuestiones bajo su faz económica, que en realidad es la única que debe guiar a los poderes públicos, comprendió que las sumas gastadas en favor de la salud pública redundarían forzosamente en una ganancia positiva. Esto vino a presentarse bien pronto en la posibilidad de abolir las trabas comerciales, dando al intercambio nacional todas las franquicias imaginables.

Inglaterra tiene, además, por capital, ese coloso llamado Londres, que si es una maravilla bajo el punto de vista estético, comercial e industrial, lo es mucho más, teniendo en cuenta sus 4.000.000 de habitantes, bajo el punto de vista higiénico.

Esa gran aglomeración de seres humanos que al amparo de una legislación liberal luchan ardientemente por la existencia, no serían, bajo el punto de vista médico, sino un gran foco de infección, si una legislación sabia, ayudada por los progresos de la ciencia, no hubiese atenuado los graves inconvenientes que era natural esperar de semejante hacinamiento de seres humanos. Se ha logrado reducir la mortalidad desde 43 por mil hasta 23 por mil, lo que, dada la población de Londres, constituye una economía de 80.000 seres arrebatadas a la muerte para entregarlos al trabajo.

Este ejemplo palpitante nos señala la ruta que debemos seguir. Para ello es necesario   —124→   difundir las verdades higiénicas; y este es, sin duda, el fin que ha tenido presente el Dr. Mallo al publicar su importante obra, escrita en un estilo fácil a la vez que claro y persuasivo. El Dr. Mallo aborda con franqueza todas las cuestiones, y las resuelve en la mayor parte de los casos de una manera satisfactoria. Para escribir una obra de esta especie en nuestro país, es preciso tener los vastísimos conocimientos que posee este autor, puesto que, siendo escasísimos los datos sobre nuestro movimiento demográfico, hay que vencer barreras insuperables para la generalidad. El Dr. Mallo las ha franqueado, gracias a su laboriosidad, y no trepidamos en declarar que, a nuestro juicio, su obra es una de las más importantes que se hayan publicado hasta ahora en este país, y está llamada a dar excelentes resultados prácticos.

Concluye el interesante libro del Dr. Mallo con un apéndice sobre cementerios, en el cual va incluido un trabajo sobre cremación de cadáveres presentado a la Sociedad Científica Argentina. Nos complace sobre manera la actitud decidida que asume al tratar este delicado punto, combatiendo a los espíritus timoratos que, apoyándose en añejas preocupaciones sociales, tan respetables como se quiera, pero que han hecho ya su época en el mundo, se oponen a la cremación, y prefieren hacer del cadáver del ser querido que desean conservar, un foco de repugnante y peligrosa   —125→   infección, antes que entregarlo a las llamas purificadoras.

Es de lamentar que no haya dado el Dr. Mallo toda la importancia que merece entre nosotros, a la regularización de los fenómenos meteorológicos por medio de la vegetación alta.

Ahora mismo, nuestra industria ganadera, está sufriendo las consecuencias fatales de la falta de lluvia.

Recomendamos, pues, esta obra, no sólo a los que se dedican especialmente al estudio de la ciencia, sino a cuantos tienen interés en adquirir conocimientos útiles, aspirando al mejoramiento higiénico del país. Para todos ellos hay variada y útil lectura en el libro del Dr. Mallo.

G. U.

142- Fonografía de Buenos Aires. De la necesidad imprescindible de un dispensario de salubridad de costumbres para reglamentar y reprimir la prostitución por el Dr. Benjamín Dupont, Condecorado de la Legión de Honor, Honrado (concurso) de varias medallas por trabajos científicos. Miembro corresponsal de la Asociación Médica Bonaerense, Miembro de la Sociedad de Higiene de París y de otras Sociedades científicas y médicas, etc.. Ars longa, vita brevis. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras. 60, Alsina, 60, 1879. En 8º mayor, 70 ps.

  —126→  

Trabajo detenido y lleno de buenos datos. El autor lo dedica a la Municipalidad de Buenos Aires y al Jefe de Policía, porque cree que a ellos corresponde propender a la reglamentación que indica. Tiene el defecto de casi todas las obras sobre esta materia: ser inaplicable.

143- La cremación y su sanción decretada en un Municipio de Buenos Aires. Imprenta y Librería de Mayo, de C. Casavalle. Perú 115. 1879. En 8º mayor, 19 ps.

Contiene un detenido informe del Dr. D. José Francisco López, procurador fiscal de la Municipalidad de Belgrano, en apoyo de la incineración de cadáveres, y la resolución de esa corporación en el sentido del informe fiscal.

144- Gimnasia higiénica para niñas en la escuela, y en casa de familia por el doctor A. G. Drachmann (Con 134 láminas). Traducción de C. A. Schonhayder traduc. público. Buenos Aires. Librería Europea de L. Jacobsen y C.ª, calle Florida 242. 1879. En 8º menor, 112 ps.

«¡Queréis soldados» dice Víctor de Laprade en su libro La educación homicida, dedicado   —127→   a combatir el régimen actual de los liceos de Francia, idéntico al de la mayor parte de nuestros colegios de pupilos y medio pupilos; «queréis soldados, y vuestros liceos están atrozmente calculados para hacer inválidos! Y aunque se tratase de preparar ciudadanos destinados a seguir carreras liberales, siempre reclamaríamos en favor de los estudiantes una educación física más vasta y mejor sistemada, ciertos cuidados que propendan al acrecentamiento de la fuerza y de la belleza corporal, y por lo tanto, de la inteligencia y de la fuerza moral».

La gimnástica, tan adelantada y simplificada al mismo tiempo, obligándonos a la actividad de ejercicios convenientemente dirigidos, tiende a equilibrar y hacer marchar al unísono, por decirlo así, el desarrollo de nuestro cuerpo y nuestro espíritu; nos enseña a vencer la fatiga y a cumplir la ley del trabajo, que es, según la expresión de Schreber, un precepto filosófico universal.

El libro de Drachmann, recientemente traducido en Buenos Aires, se limita a los preceptos de gimnasia higiénica para las niñas, regulando ejercicios realizables no sólo en la escuela, sino también en la casa de familia. Parece que es en los colegios de señoritas de Buenos Aires donde se la introducido preferentemente este sistema de educación corporal, gracias a la constancia del Dr. Lausen, y no obstante los 70 o más años de ventaja   —128→   que lleva en el mundo la gimnasia para los varones a la gimnasia para las niñas.

Pero ellas lo reclaman más que nadie, por la especie de enclaustramiento a que las someten las exigencias sociales.

«La anemia y la nerviosidad son las dos enfermedades con que tienen que luchar las niñas. Las dos se producen por falta de ejercicio y demasiada ocupación de la inteligencia y de la fantasía. En los últimos decenios ha habido una tendencia predominante a estos males en toda la generación, particularmente en las mujeres que por naturaleza tienen inclinación a una vida sedentaria y poseen una fantasía muy desarrollada».



Wilde dice:

«El insomnio y la falta de luz solar engendran la anemia de las capilares; la palidez morbosa que se nota en los presidarios y en los que tienen costumbre de velar, es en mucho debida a esto.

Por otra parte, la falta de luz y de ejercicio son la causa de la blandura y poca resistencia de los tejidos».



Y en el mismo artículo agrega, describiendo los efectos fisiológicos de la gimnasia:

«Bajo el imperio de estos ejercicios sabiamente dirigidos, la nutrición se hace mejor, las secreciones por completo, la piel se pone blanda, suave, de color uniforme y se desprende de depósitos sebáceos, granos, etc, los músculos se desarrollan, los huesos adquieren   —129→   su dirección normal, la respiración se verifica espléndidamente, el pecho de las jóvenes se levanta y a lo hermoso del busto se añade entonces la sanidad y la amplitud de los pulmones, la circulación activa de la sangre derrama abundantemente la vida en todos los órganos, los capilares se llenan y coloran agradablemente el rostro, el organismo se convierte en foco de calor suave, ligeramente húmedo, el apetito se despierta y el sueño profundo se apodera del cerebro a horas oportunas, procurando al cuerpo un descanso completo».



El Dr. Lausen, para quien parece que ha sido traducido el libro de Drachmann, y a quien debe nuestra sociedad el planteamiento de buenos sistemas de gimnasia en los colegios de niñas, recibirá las felicitaciones de las personas que se preocupan de cuestiones de educación, y, lo que es más halagüeño, el agradecimiento sincero de las madres de familia.

145- Apuntes sobre la yerba mate. Recopilación y resumen de los trabajos conocidos hasta la fecha. Nuevas investigaciones de D. Domingo Parodi, por Emilio R. Coni. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle de Belgrano 135. 1879. En 16º, 32 ps.

  —130→  

Recopilación y resumen de los trabajos conocidos sobre este vegetal y algunas nuevas observaciones acerca de su acción fisiológica.

146- Estudio sobre el ácido quebrachitánico del quebracho colorado (Quebrachia Lorentzii, Gris), por Pedro N. Arata, profesor de química de la Universidad, miembro de la «Sociedad Científica Argentina». Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 4º, 14 ps.

147- Estudio sobre las aguas medicinales de Mendoza por el Dr. Abraham Lemos, Colaborador corresponsal de la Revista Médico Quirúrgica de Buenos Aires, miembro asociado extranjero de la Société française d'higiène, Médico Director del hospital de Mendoza; Médico de los Tribunales; autor de la Profilaxis de la viruela, (Manual del vacunador) (tesis); El Bocio y Cretinismo en Mendoza, Plantas medicinales, &. Dedicado a la Asociación médica bonaerense. Publicado en la «Revista Médico Quirúrgica» de Buenos Aires. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni. Alsina 60. 1879. En 8º, 32 ps.

148- Anotaciones sobre la sífilis y su tratamiento por Guillermo N. Hirón, doctor en   —131→   medicina, miembro de la Asociación Médica Británica y de la Asociación Médica Bonaerense. Memoria presentada a la Asociación Médica Bonaerense en su sesión del Jueves 8 de mayo de 1879. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni. Alsina 60. 1879. En 4º, 11 ps.

149- La escarlatina en el Paraguay, por Miguel Gallegos, Profesor de Farmacia de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, ex cirujano principal del Ejército Argentino en la campaña del Paraguay, jefe del servicio médico de la guarnición Argentina estacionada en el Paraguay desde el año de 1870 al del 1874, ex cónsul general de la República Argentina en la del Paraguay. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 8º, 48 ps.

150- Cholera and yellow fever: their causes and propagation. From a non-medical point of view (together with some hints as to the preservation of health, derived from the experience of a quarter of a century in this country) by J. M. Williams. All rights reserved. Buenos Aires. Imprenta a vapor de Juan H. Kidd, Corrientes 117. 1879. En 8º, 18 ps.

  —132→  

Sobre la salud; efectos atmosféricos, nutrición y localidades; cólera: sus causas; fiebre amarilla: sus causas; propagación de ambas enfermedades.

151- Dos observaciones de ovariotomía practicadas en Buenos Aires, por Pedro Defoix, Doctor en medicina, Miembro de la Asociación Médica Bonaerense en su sesión del jueves 31 de julio de 1879. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 4º menor, 22 ps.

152- Refutación clínico psicológica del informe médico-legal expedido por el Consejo de higiene pública sobre el estado mental del parricida José Vivado por Lucio Meléndez. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma. Belgrano números 133 y 135. 1879. En 4º, menor, 24 ps.

Es un trabajo completo en que el autor sostiene con los mejores alienistas modernos, la necesidad que existe en estos casos de hacer análisis prolijo de los antecedentes de familia, punto al cual el Consejo de higiene no ha dado la importancia que realmente tiene.

Refuta uno por uno todos los argumentos del informe del Consejo y concluye fundándose en el estudio de casos análogos para sostener que José Vivado era un enajenado en el momento en que cometió el crimen.

  —133→  
Tesis

Presentadas a la Facultad de Ciencias Médicas.
1879. Formato uniforme en 4º menor


El número de las tesis presentadas durante el año 1879 a la Facultad de Ciencias Médicas asciende a 33.

En general, son trabajos bastante completos; pero hay algunas que por el tema o por su desarrollo, merecen una mención especial. Entre éstas se encuentra la del Dr. Burgos sobre el Quebracho blanco, cuya corteza es un verdadero sucedáneo de la quina, pues reúne a su identidad de propiedades con ella, la ventaja de poderse obtener a un precio ínfimo por encontrarse abundantemente en nuestro país.

En vista de los resultados obtenidos por el Dr. Burgos con este agente, no es aventurado asegurar que si se repitiese el peligro que amenazaba a la humanidad por los años 1860-62 cuando estuvieron a punto de extinguirse los árboles quineros del Perú y Bolivia, la República Argentina podría ofrecer al mundo sus bosques inmensos de quebracho blanco.

Esta tesis ha merecido varios artículos de revistas europeas.

Otro de los trabajos más completos es el del Dr. Güemes sobre Medicina moral; no se   —134→   ocupa, como Burgos, de un punto nuevo en la ciencia, pero sí muy descuidado entre nosotros. Leyendo la introducción solamente de esta tesis, se ve que el autor posee conocimientos nada comunes de ciencias sociales.

Las tesis de Ramougé, Jorge, Susini, Revilla y Penna tienen el mérito de la originalidad, pues están llenas de observaciones clínicas efectuadas por los mismos autores.

153- Efectos fisiológicos del baño de aire comprimido entre una y dos atmósferas por Facundo T. Larguía, ex practicante de la administración de Vacuna, ex practicante del Asilo de Huérfanos en la Epidemia de Oftalmía del 77 y 78, propagador de la Vacuna en el Chaco. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 55 ps.

154- Estudio químico, fisiológico y clínico de la leche por José Verón. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 63 ps.

155- El mercurio en el tratamiento de la sífilis por Ricardo Suduik. «L' organisme guérit la vérole sous l'influence du mercure» Trousseau.   —135→   Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras. 60, calle Alsina, 60. 92 ps.

156- Tesis sobre medicina moral por Luis D. Güemes. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 125. 59 ps.

157- Estudio sobre el quebracho blanco (planta indígena de la República Argentina) por Félix R. Burgos. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 71 ps.

158- La electricidad por Miguel Murphry, Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 51 ps.

159- Apuntes teórico-prácticos sobre la hidroterapia y sus aplicaciones en el establecimiento del doctor Juan A. Lacroze, por Ernesto Cabral, secretario del Círculo Médico Argentino. Buenos Aires. 5572, Imprenta del Porvenir, calle Defensa 139. 57 ps.

160- Uremia por José Penna, ex practicante interno del Hospital General de Hombres, ex practicante   —136→   mayor interno (por concurso) del Hospital General de Mujeres, miembro de la Comisión redactora de los Anales del Círculo Médico Argentino. Buenos Aires. Imprenta, librería y litografía La Patria, Cuyo 79. 119 ps.

161- Contribución a las enfermedades del hígado por Alberto Ugarteche, ex practicante interno del Hospital San Roque y miembro del Círculo Médico Argentino. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 73 ps.

162- Estudio de algunas cuestiones sobre la herencia de la tisis por Pedro J. Frías. Buenos Aires. Imprenta, de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 47 ps.

163- Observaciones sobre los tétanos infantiles por Carmelo T. Crespo. Buenas Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 53 ps.

164- Consideraciones generales sobre la flucción y congestión del útero por Guillermo Valdés. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras, 60, calle Alsina, 60. 55 ps.

  —137→  

165- Fiebre tifoidea por Jaime Carrillo, ex practicante interno de la Penitenciaría. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras, 60, calle Alsina, 60. 67 ps.

166- Reumatismo por José Antonio Lasarte. Buenos Aires. Imprenta de El Mercurio, calle Alsina, 270. 77 ps.

167- Consideraciones sobre la eudocarditis reumática por Nicanor M. Basabilbaso. Buenos Aires. Imprenta de J. A. Alsina, calle de Méjico núm. 635. 77 ps.

168- Contribución al estudio de las aneurismas en general por José R. Gómez. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 89 ps.

169- Consideraciones sobre profilaxia y tratamiento de la piohemia y septicemia por Roberto Alexander, ex practicante mayor interno del Hospital San Roque, ex practicante mayor interno del Hospital General de Hombres, miembro activo del Círculo Médico Argentino,   —138→   Buenos Aires. 5441 Imprenta del Porvenir, calle Defensa 139. 30 ps. y 3 trazados térmicos.

170- Estudios sobre un nuevo método de tratamiento de las aneurismas de la aorta por Adalberto Ramaugé, licenciado en Farmacia y miembro activo del Círculo Médico Argentino. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle de Belgrano núm. 135. 61 ps.

171- Observaciones médicas y quirúrgicas del hospital de niños. (San Luis Gonzaga) durante el año 1878, por José M. Jorge, practicante mayor interno de dicho Hospital, miembro fundador y secretario del Círculo Médico Argentino, etc. etc. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma; calle Belgrano núm. 135. 201 ps. con 4 láminas.

172- Contribución al estudio del empacho por Telémaco Susini. Buenos Aires. Imprenta de La Pampa, calle de la Victoria 97 y 99. 137 ps. y 2 láminas.

173- Nutrición de la primera edad por Laureano Rivas Míguez, ex practicante interno   —139→   del Hospital Español, licenciado en Farmacia por la Facultad de Ciencias Médicas. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma; calle Belgrano núm. 135. 63 ps.

174- Consideraciones sobre un caso de neuritis del plexo cardíaco: Angor pectoris; Neuralgia cardíaca; Gota diafragmática; Estermalgia; Enfermedad de Hunter; Neuritis diafragmática; Isquemia cardíaca; See. Por Enrique R. Revilla, ex practicante mayor interno del Hospital General de Hombres. Secretario de la Asociación Círculo Médico Argentino. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano números 133 y 135. 64 ps.

175- Apuntes clínicos sobre afasia por Isidro M. Bergeire. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 49 ps.

176- Legitimidad del aborto médico por Carlos Rojo. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 25 ps.

177- Contribución al estudio práctico de las irido-coroiditis por Juan H. Bejarano. Buenos   —140→   Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano núm. 135. 55 ps.

178- Los manicomios por Norberto Maglioni. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras. 60, Calle Alsina, 60. 55 ps.

179- Estudio sobre menstruación, por José R. CASTILLA, ex practicante interno del Hospital General de Hombres. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano número 135. 37 ps.

180- Disertación sobre la distocia por Roberto Lloveras. Buenos Aires. 5625 Imprenta del Porvenir, calle Defensa 139. 35 ps. y 1 lámina.

181- Esterilidad en la mujer por Francisco Sarmiento. Buenos Aires. 5377. Imprenta del Porvenir, calle Defensa 139. 56 ps.

182- Hemorragias puerperales por Vicente Uriburu. Buenos Aires, Imprenta de Pablo   —141→   E. Coni, especial para obras. 60, Calle Alsina, 60. 39 ps.

183- Indicaciones del parto prematuro artificial por Bartolomé Constanzó. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras. 60, calle Alsina, 60. 65 ps.

184- Estudio estadístico del hospital general de mujeres por Juan B. Arini, ex practicante mayor interno del mismo establecimiento. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle de Belgrano núm. 135. 65 ps.

185- Análisis inmediato de los vegetales por Pedro Narciso Arata. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras, 60, Alsina, 60. 48 ps.

186- El sanitas agua, polvo y jabón producto antiséptico y desinfectante, higiénico, medical, preservativo (no contiene ningún veneno). Propiedad garantida con privilegio de invención. Para la venta e informes dirigirse a la agencia del sanitas, 609, Calle Cangallo, 609. Buenos Aires. En 8º, 24 ps. Publicado por la   —142→   Imprenta del «Courrier de la Plata» en número de 5.000 ejemplares. 1879.

187- La mortalidad infantil en la Ciudad de Buenos Aires. Estudio comparativo de la mortalidad infantil de Río de Janeiro, Montevideo, Lima, Méjico y otras ciudades americanas, por el Dr. Emilio R. Coni, Miembro honorario de la Asociación Médica Bonaerense; Miembro corresponsal de la Sociedad de Medicina de Lima, de la Academia Imperial de Medicina y de la Sociedad Médica de Río de Janeiro; Miembro de la Société française d'hygiène de París; Director y Redactor en jefe de la Revista Médico-Quirúrgica; Ex practicante mayor interno (por concurso) del Hospital General de Mujeres; Ex oficial primero de la Oficina de Estadística de la Provincia, etc. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras, 60, Alsina, 60. 1879. En 8º mayor, 62 ps.

188- Movimiento de la población de la Ciudad de Buenos Aires desde su fundación hasta la fecha, por el Dr. Emilio R. Coni, etc., los (títulos anteriores), Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras, 60, Alsina, 60. 1879. En 8º mayor, 62 ps.

  —143→  

189- Apuntes sobre el movimiento de la población en la Ciudad de Buenos Aires durante el año 1878. Consideraciones sobre la estadística médica y movimiento de los hospitales y hospicios durante el mismo año, por el Dr. Emilio R. Coni, etc. (los títulos anteriores). Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras, 60, Alsina, 60. 1879. En 8º mayor, 86 ps.

Se necesita cierto valor moral para publicar entre nosotros una obra puramente científica; pero a medida que avanzamos, se hacen más frecuentes estas pruebas de arrojo, y ya no es extraño ver inteligencias jóvenes, hastiadas de la eterna lucha política cuya esterilidad palpamos tan de cerca, buscar en las regiones literarias o científicas, campo vasto para las expansiones de su actividad. ¿Y quién podrá desconocer la importancia de semejante tendencia cuando la más desconsoladora superficialidad constituye el sello característico de la mayor parte de nuestras producciones?

Pocas son aún las personas que siguen nuestro naciente movimiento científico, y no trepidamos en asegurar que exceptuando los médicos, son poquísimas las que conocen los importantes folletos publicados durante el año 1879 por el Dr. Coni, dignos, sin embargo, de llamar la atención de las clases estudiosas, y que no han pasado desapercibidos para muchas   —144→   revistas europeas, las cuales se ocuparon de ellos en términos honrosos para el autor.

La mayor parte de los trabajos del Dr. Coni versan sobre estadística, ciencia a la cual Heusschling asigna por fin «la investigación de los hechos simultáneos que caracterizan la cultura de la humanidad en un momento dado, y la exposición de las relaciones con los hechos de igual carácter»; ella es hoy el grande apoyo de las ciencias naturales en cuanto se refieren a la demografía, merced a la certeza absoluta que la estadística ofrece, elevándose sobre las apreciaciones subjetivas. Ella forma por sí esa ciencia abstracta que Lalande no creía se pudiese estudiar más que en alemán, y cuya utilidad nace de su aplicación como auxiliar a las ciencias sociales y naturales. La higiene, por una parte, y la economía política por otra, emancipándose del ciego empirismo, descansan actualmente sobre la base que les ofrecen los datos estadísticos del movimiento social que señalan las misteriosas leyes a las cuales está sujeto el flujo y reflujo de las agrupaciones humanas, y que rigen hasta aquellos mismos hechos que por su carácter individual no parecen sometidos a regla alguna. La natalidad, la nupcialidad y la mortalidad, los tres elementos constitutivos de la demografía en su parte dinámica, así como la relación de los sexos y las relaciones que se derivan de circunstancias locales, por ejemplo entre nosotros la   —145→   existente del elemento indígena y del extranjero, están sujetos a múltiples influencias que la estadística manifiesta y la razón analiza, buscando los medios de combatirlas, si sus efectos son nocivos, o de favorecerlas cuando son convenientes. Así lo han hecho los pueblos más adelantados, que combatiendo las causas de la mortalidad, han logrado reducirla a veces de una manera extraordinaria; y justo es entonces que se desprenda una palabra de aliento para los que luchan por los intereses más sagrados de la humanidad.

Felicitamos al Dr. Coni por los trabajos que ha emprendido con tanta laboriosidad, y deseamos que persevere en sus tareas.

Regularmente nuestros datos estadísticas son mal llevados, por la deficiencia de los registros y la poca importancia que hasta ahora ha dado la autoridad a los controles indispensables para tomarlos exactos y seguros. Esto ha debido dificultar las investigaciones del Dr. Coni, entorpeciendo la regularidad de su procedimiento; y no es necesario buscar otro origen a la deficiencia de muchos de los resultados propuestos. Conviene hacer la observación a las sociedades europeas, que recibirán con avidez los elementos que se les brinda para el estudio de nuestras poblaciones argentinas.

El opúsculo que se refiere a la organización del servicio sanitario, señala una de las más tremendas llagas que corroen el cuerpo social   —146→   y que debería llamar la atención de los higienistas y hombres de estado; pero confesamos francamente que no tenemos mucha fe en el resultado de las casas de inspección, remedio propuesto por el autor.

G. U.

190- Código médico argentino. Recopilación y resumen de la legislación y jurisprudencia sobre la profesión, deberes y derechos de los médicos, farmacéuticos y parteras: por el Dr. Emilio R. Coni. Miembro honorario de la Asociación Médica Bonaerense; Miembro corresponsal de la Academia Imperial y Sociedad Médica de Río de Janeiro, de las Sociedades Médicas de Lima, Santiago de Chile y Mérida de Yucatán, de la Sociedad Francesa de Higiene de París; Director y Redactor en jefe de la Revista Médico-Quirúrgica, etc. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, editor, 60, calle Alsina, 60. 1879. (Es propiedad del editor). En 4º menor, 128 ps. y 27 ps. más del Código de ética médica, adoptado por la Asociación Médica Americana, con que completa este libro.

Es una importante recopilación de todas las disposiciones y leyes que se refieren al ejercido de la medicina. Termina su obra con un índice alfabético en el que al lado de cada enfermedad   —147→   se encuentran las diversas disposiciones dictadas para los variados casos, que sobre ella pueden presentarse.

Es un libro sumamente útil para los médicos y estudiantes.

191- La hipomanina. Un principio cristalizado en el «chuscho». Nierembergia Hippomanica Miers. Por Saile Echegaray. Tesis pública presentada el 17 de diciembre de 1878 a la facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad mayor de San Carlos, para optar al grado de doctor. Córdoba. Imprenta del Eco de Córdoba. 1879. En 8º, 26 ps.

Contiene la descripción y análisis químico de un nuevo cuerpo orgánico venenoso completamente desconocido por la ciencia descubierto en la solanácea, vulgarmente llamada chuscho.

192- Guía para el análisis inmediato de los vegetales por el Dr. Pedro N. Arata, profesor de Química orgánica en la Universidad. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni. 60, Alsina, 60. 1879. En 8º, 32 ps.

193- Ventajas de los abonos proporcionales de las tierras de cultivo. Instrucciones para   —148→   emplear el moronense, abono arreglado según la calidad de los terrenos y plantas. Fábrica situada al lado de los mataderos de los corrales de Abasto. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 8º, 7 ps.

194- Proyecto para el establecimiento de un viñedo modelo en la República Argentina por D. Joselín Huergo. Buenos Aires. Imprenta de la Nación, calle de San Martín, núm. 208. 1879. En 16º, 13 ps.

195- Coltivazioni pratiche nei territori del nord della Repúbblica Argentina per C. A. S. del Vasco. Dedicato ai coloni dal Commissario generale di immigrazione e colonizzazione. Buenos Aires. Tipografía del Porteño, vía Belgrano 79. 1879. En 8º, 66 ps. y algunas láminas.

196- El Petróleo de la Provincia de Jujuy, conferencia dada en la Asamblea de la Sociedad Científica Argentina el 17 de Mayo de 1879, por el socio Juan J. Kyle, profesor de química del Colegio Nacional de Buenos Aires. publicado en los «Anales de la Sociedad Científica Argentina». Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 4º, 14 ps.

  —149→  

107- La geología de la Sierra Baya. Conferencia dada en la Asamblea de la Sociedad Científica Argentina el 23 de junio de 1879 por el socio Eduardo Aguirre, Ingeniero civil y Profesor de Geología en la Universidad; Publicado en los Anales de la Sociedad Científica Argentina. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 8º, 14 ps.

Contiene un plano topográfico de la Sierra Baya, levantado por los alumnos de 5º año del Colegio Militar, bajo la dirección del señor D. Eduardo Aguirre.

198- Las especies minerales de la República Argentina por el Dr. D. Luis Brackebusch, Catedrático de Mineralogía en la Universidad Mayor de San Carlos de Córdoba. Publicado en los «Anales de la Sociedad Científica Argentina». Imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 4º menor, 120 y 4 ps.

Es un ensayo, como lo dice su autor; pero un ensayo bastante completo de los minerales de nuestro país, especialmente de las piedras útiles a la minería y a la industria. Puede servir de complemento a los estudios generales sobre la materia, de Burmeister, du Graty, Wappoeus y Moussy; siendo del mismo   —150→   género, aunque de más latitud, que los trabajos de Kyle, Puiggari y otros.

199- Propiedades físicas de las maderas de la República Argentina por Emilio Rosetti, ingeniero civil. Publicado en los «Anales de la Sociedad Científica Argentina». Tomo VII. Entrega V. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni. Alsina 60. 1879. En 4º menor, 16 ps.

200- Puerto del Riachuelo. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano nos. 133 y 135. 1879. En 4º menor. Por entregas de 40 a 45 ps. La primera contiene un plano de los diques proyectados en el Riachuelo.

Exposición del Dr. D. Juan Fair, sobre el proyecto presentado al gobierno de la provincia el 5 de junio de 1778; propuesta para terminar las obras del puerto; etc.

201- Ideas sobre la triangulación, y mapa general de la República. Tesis para la revalidación de sus diplomas de agrimensor por Arturo Seclstrang. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras. 60   —151→   calle Alsina, 60. 1879. En 4º menor, 93 y XXVII ps. y 4 láminas.

202- Identificación de dos alineaciones rectas y desarrollo de los arcos que sirven para ese objeto. Tesis presentada a la Facultad de Matemáticas para optar al grado de ingeniero civil, por Juan F. Sarhy. Buenos Aires. Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano número 35. 1879. En 4º menor, 75 ps. y 1 lámina con 2 figuras geométricas.

203- La electricidad aplicada como fuerza motriz. Algunos apuntes sobre la practicabilidad y empleo de esta nueva aplicación de la electricidad dinámica, por Carlos Fitz Gerald Robertson, ingeniero civil de la Universidad de Toronto. Buenos Aires. Imprenta de D. Jara y C.ª, Reconquista 73. 1879. En 4º menor, 16 ps.

Trabajo «presentado como tesis a la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Buenos Aires, para revalidar su diploma de ingeniero civil».

204- Casas de baños. Tesis presentada a la facultad de Matemáticas de la Universidad   —152→   de Buenos Aires por Enrique Aberg, para obtener la revalidación de su título de arquitecto de la Academia Real de Bellas Artes en Estocolmo. Buenos Aires. Imprenta de El Siglo, calle Alsina núm. 101. 1879. En 8º, 27 ps.

Con el plano de un baño turco y el de las termas menores de Pompeya.

205- Pozos artesianos absorbentes aplicados a la higiene pública. Dedicado a los poderes públicos de la provincia de Buenos Aires. Imprenta del Mercurio, calle de Alsina 272. 1879. En 8º, 31 ps.

Estudio hecho por el gobernador de la Penitenciaria, D. Enrique O'Gorman con el objeto de mostrar su aplicación en el establecimiento. Precédelo una carta del ingeniero señor Pico.

206- Contribuciones a la flora del Paraguay por Domingo Parodi. Mirtáceas. Fascículo cuarto. Buenos Aires. imprenta de Pablo E. Coni, Alsina 60. 1879. En 8º, de las ps. 10 a 160.

Los fascículos anteriores aparecieron en 1878. Todos han ofrecido datos nuevos sobre la flora del Paraguay.

  —153→  

207- Lecciones de historia natural. Extractadas por Januario Escobedo con arreglo a las conferencias dadas por el Dr. D. Isaac Larrain, catedrático de historia natural en la Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires. Imprenta del Pueblo, Defensa 78. 1879. En 8º, 116 ps.

No es un curso de historia natural, pues se limita a llenar las deficiencias de los textos y sólo comprende ocho bolillas del programa universitario: Bolilla 14: Mineralogía argentina; principales rasgos orográficos de la República; sus más importantes distritos mineros, y metales que producen. Bolilla 19: Principales sistemas de clasificación adoptados en botánica. Bolilla 25: Geografía botánica. Bolilla 26: Flora argentina. Bolilla 32: Calor animal. Bolilla 36: Principios de clasificación zoológica. Bolilla 37: Caracteres de los mamíferos. Bolilla 38: El hombre; principales rasgos; superioridad de su organización.

Como se ve por el sumario trascrito, hay algunos puntos importantes en estos apuntes de historia natural: la mineralogía y la flora de nuestra República están estudiadas con bastante detención y buenos datos.

208- Manual de geografía física y política por María L. Villarino de Carril. Aprobado   —154→   por el Gobierno Nacional para el uso de los Colegios y Escuelas de la República Argentina, y por la Junta de Educación de la Provincia, San Juan. Publicado bajo la protección del Ministerio de Instrucción Pública de la Nación. Buenos Aires. Imprenta y Librería de Carlos Casavalle. Calle Perú 115. 1879. En 8º menor, 160 ps.

Más que manual por lo sucinto y lacónico; con frecuencia deficiente, sobre todo en la parte política. La organización de la República Argentina es la que ha merecido más detención de parte de la autora, quien expone nuestra forma de gobierno en ocho líneas que parecen escritas con la intención de confundir al mejor muchacho.

La parte física está bastante bien tratada y es relativamente completa. Al fin de cada capítulo va un cuestionario sumamente detallado, que debe ser de utilidad tanto para los discípulos como para los maestros.

209- An explanation of the secular acceleration of the moon's motion, and of inequalities of its motion which make it reach certain points of its orbit half a minute before, and other points half a minute after the time indicated by theory. Also, the cause of the retrograde motion   —155→   of some of the comets; the obliquity of the ecliptic; and a proper motion of the sun. Dedicated to William Spottiswoode, esq., president of the royal society, as a challenge on behalf of the new elements of natural philosophy, by William Leighton Jordan, F. R. G. S. Buenos Aires. Imprenta de Juan H. Kidd, Corrientes 117. 1879. En 8º, 20 ps.

210- An answer to the president of the Argentine scientific society by William Leighton Jordan, F. R. G. S. Buenos Aires. Imprenta a vapor de Juan H. Kidd, Corrientes 117. 1879. En 8º, 12 ps.

Interesante investigación científica e histórica en respuesta a la frase del Dr. Rawson: «¿cuándo puede haber surgido la idea de que la materia es inerte?», tomada de su discurso ante dicha sociedad, publicado en La Nación de 16 de septiembre de 1879.

211- Resultados del observatorio Nacional Argentino en Córdoba. Benjamín A. Gould Director. Vol. I Uranometría Argentina. Publicados por el observatorio. 1879. Uranometría Argentina. Brillantez y posición de las estrellas   —156→   fijas, hasta la séptima magnitud, comprendidas dentro de cien grados del polo austral, por Benjamín Apthorp Gould. Con atlas. Buenos Aires. Imprenta de Pablo E. Coni, especial para obras. 60, Calle Alsina, 60. 1879. En la página siguiente, el mismo título en inglés. In folio, XV y 385 ps.

I

He aquí un libro que puede leerse con el interés de un romance, la seriedad de una historia científica, y la austera atención que requiere el registro de contabilidad de los tesoros celestes.

No sin intención empleamos la palabra romance a propósito de astronomía. Méry ha escrito una novela en que los astros intervienen, no como actores sino como elementos sugestivos de la imaginación. Hablando con tal motivo del «Cosmos» de Humboldt dice, que es un libro que puede volver loco a un hombre, con sus soles dobles de diversos colores, sus nebulosas, gérmenes de mundos nuevos en embrión, y sus meditaciones trascendentales sobre la germinación infinita en los espacios infinitos de la creación.

El libro de que vamos a ocuparnos, siendo la resultante matemática de la observación, sin una sola frase, sin la pretención de hacer sentir, es una verdadera revelación, que hará meditar a muchos, y que lejos de alterar el   —157→   juicio de nadie, puede contribuir a restablecer su equilibrio elevando el corazón a regiones superiores.

La Uranometría Argentina en un libro que en nombre de la ciencia toma posesión de más de la mitad del cielo, asignándole el nombre de una nación, y da carta de ciudadanía a las estrellas que lo pueblan, ni más ni menos que si se tratara de territorios y de habitantes regidos por la ley humana.

Es un magnífico volumen ilustrado con catorce mapas celestes, escrito en dos idiomas, inglés y español, impreso en papel azufrado, que lleva en letras de agua el nombre famoso ya del Observatorio Nacional Argentino en Córdoba.

Regístranse en él catalogadas y gráficamente representadas según sus magnitudes, las estrellas visibles del hemisferio austral y parte del boreal, clasificadas, numeradas y filiadas, ocupando en el campo sideral la posición exacta que les corresponde en los espacios con relación al equinoccio medio de 1875, ni más ni menos que como en las proyecciones de las cartas geográficas se relacionan al meridiano argentino los accidentes de su suelo.

II

¿Hay, pues, un cielo argentino, como hay una uranografía argentina?

A esta pregunta contestarán las remotas generaciones   —158→   que nos sucedan, cuando consultando las páginas de este libro -si es que llegase hasta ellas- vean levantarse nuevos astros sobre su horizonte, y los astros americanos vuelvan otra vez a alumbrar el viejo mundo como en tiempos no muy lejanos.

Ahora, vemos los astros de la noche, que se apagan y encienden en los crepúsculos de la mañana y de la tarde, brillar como lámparas divinas del inmenso escenario, precedidas de la chispa eléctrica de Mercurio y la antorcha azulada de Venus. Levántanse y escóndense en nuestro horizonte como otros tantos soles que ocupan constantemente la misma posición relativa, y giran armoniosamente sobre nuestras cabezas en movimiento aparente al derredor del eje de la tierra, trazando las nebulosas magallánicas los círculos polares; y a manera de un gigantesco caleidoscopio, vese variar en cada hora de la rotación diurna, la espléndida decoración de los espacios infinitos, marcando la cruz del Sur como un reloj celeste sus mágicas mutaciones; y repetirse todas las noches el mismo espectáculo cambiante en los dominios de la visión de nuestras latitudes.

Tal es el cuadro y el asunto de la Uranometría Argentina, o sea el inventario austral de nuestro cielo según se presenta a la simple vista en medio de la noche, como misterios encendidos de otros mundos.

  —159→  

III

Pero esta misma bóveda estrellada, que hoy consideramos como propiedad eterna del hemisferio Sur, y en la cual un sabio escribe con letras de luz el nombre argentino, cubrió antes el hemisferio opuesto, y en el trascurso de los tiempos volverá a resplandecer sobre otras tierras, variando hasta la figura de las constelaciones.

Las estrellas, como lo enseñan los sabios, se acercan a nosotros y se alejan en seguida en virtud de la precesión de los equinoccios, el movimiento propio de los astros, y el de atracción que lleva el sistema solar hacia la constelación de Hércules; y sobre todo, a causa le los cambios que experimenta la dirección del eje terrestre por la acción combinada del Sol y de la luna; y así, las constelaciones desaparecen poco a poco, mientras que se elevan lentamente sobre el horizonte estrellas brillantes antes invisibles.

Léese en el Cosmos: «La antigua raza humana pudo ver levantarse desde las altas regiones del Norte, las magníficas constelaciones del Mediodía, que por largo tiempo ocultas a su vista, reaparecieran después de miles de años».

Aun en los tiempos históricos, recuerdan los antiguos catálogos siderales que las constelaciones meridionales del Altar, el Centauro, Canopo, el Navío, se veían en vida de Tolomeo, sobre el horizonte de Alejandría.

  —160→  

Hasta la Cruz del Sur, atributo hoy del cielo austral, que el Dante entrevió al salir del Infierno, que sorprendió a Pinzón y Vespucio cuando atravesaron por primera vez la línea equinoccial, era visible en Europa veinte y nueve siglos antes de nuestra era y quinientos años después de erigida la pirámide de Keops; y pudieron verla en el siglo IV a diez grados de altura los anacoretas de la Tebaida, contemplando en el cielo el símbolo de su fe. Y esa misma constelación ha de dejar algún día de ser cruz, porque sus cuatro estrellas características tienden a dispersarse en sentido diferente y con velocidades desiguales.

De la fijeza de las estrellas, no quedará tal vez sino los proverbios.

IV

En presencia de estas revoluciones de los cielos, exclama Humboldt: «Un día llegará en que las brillantes constelaciones del Centauro y de la Cruz del Sur serán visibles en las latitudes boreales, en tanto que otras estrellas, como Sirio y el Cinto de Orión, dejarán de aparecer en su horizonte. Las estrellas de Cefeo y del Cisne servirán sucesivamente para reconocer en el cielo la posición del Polo Norte; y al cabo de doce mil años, Vega de la Lira será la estrella polar, la más magnífica de todas cuantas pudieran desempeñar este papel».

Así, cuando la tramontana haya desaparecido   —161→   del Polo Norte, las nubes magallánicas del Polo Sur serán invisibles para nuestros descendientes; y entonces, ¿qué quedará de la fijeza de la estrella polar y de la inmutabilidad de este cielo argentino que nos adjudicamos como propiedad eterna?

Quedará el libro del doctor Gould, que será inmortal mientras los hombres levanten sus ojos hacia arriba para admirar los resplandores de la creación, y los sabios inclinen sus pálidas cabezas sobre los libros para explicarse las leyes que la gobiernan.

El libro del sabio Director de nuestro Observatorio de Córdoba, aunque lleve a su frente un nombre nacional, es un contingente dado a la ciencia universal, que como el Nuntius sidereus de Galileo en otro tiempo, irá publicando por el mundo nuevas noticias del cielo austral.

Y estas noticias, aparte de su valor científico, tendrán tanta mayor novedad, cuanto que irán en cambio de un libro reciente de Flammarion, que reproduciendo adicionadas las cartas celestes del Dean, nos da, por toda información sideral respecto de nuestro hemisferio, los incompletos catálogos estelares de medio siglo atrás.

V

Es necesaria, empero, no exagerar el mérito real de esta obra, cuya importancia no consiste tanto en el número de astros catalogados,   —162→   cuanto en la exactitud de sus observaciones y en la originalidad de sus elementos constitutivos.

Algunos diarios que sin duda no han hojeado el libro, han asegurado que en él se contienen no memos de cien mil estrellas, y han coronado con ellas la cabeza meditabunda del sabio astrónomo, prestándole una luz falsa.

Es verdad que el Dr. Gould lleva ya anotadas en sus registros como ochenta mil estrellas del hemisferio Sur, habiendo hecho sobre ellas no menos de ciento diez mil observaciones, y que calcula en cien mil el número de su total; pero este trabajo no se halla aún terminado y por consecuencia no ha podido ver la luz pública. Este resultado hipotético coincide con el del hemisferio boreal, que tiene cien mil estrellas catalogadas, de las cuales cincuenta mil fueron observadas por Lalande, cuyas huellas luminosas sigue de cerca el Dr. Gould respecto de las latitudes australes.

La Uranometría Argentina es un catálogo de estrellas hecho a la simple vista, tal como el que Hiparco formara en los primeros tiempos de la astronomía descriptiva, auxiliándose a veces los observadores de un anteojo de teatro, y por excepción, del telescopio.

El número total de estrellas catalogadas, según lo declara el mismo autor, no pasa de 10.650, correspondiendo un décimo de ellas al hemisferio Norte, de modo que sólo quedan poco más de nueve mil estrellas para nuestro cielo.

  —163→  

Este trabajo representa aproximadamente 46.000 observaciones, en que los resultados han sido cuidadosamente confrontados cuatro y cinco veces antes de asignarles su posición definitiva en los mapas celestes.

No comprende sino hasta las estrellas de la séptima magnitud, que son las únicas que pueden observarse a la simple vista aún en el firmamento claro de Córdoba, quedando fuera de su alcance los astros telescópicos que formarán parte de una publicación ulterior.

Ni todas las estrellas allí registradas han sido descubiertas por el doctor Gould, como algunos parecen creerlo, pues gran parte figuraba ya en catálogos anteriores, que han sido consultados al efecto, sujetándolos a una nueva comprobación.

Esto y no más es la Uranometría Argentina; pero ello basta para la gloria de un nombre y para coronar con luces inextinguibles una vida consagrada a la investigación de la verdad en los mundos desconocidos.

El espacio abarcado en esta gran obra mide cien grados de la esfera, a contar desde el Polo Sur, comprendiendo por lo tanto diez grados del hemisferio boreal.

Todas las estrellas que se hallan al Sur del ecuador han sido observadas con el círculo meridiano del Observatorio de Córdoba, determinándose según operaciones complicadas, su magnitud, su brillantez, su color, su variabilidad, su movimiento horario, su duplicidad,   —164→   su ascensión recta y su declinación, y relacionando todo el sistema a las constelaciones que hacen el oficio de jalones en esta medición sideral, en que la vía láctea correctamente trazada por primera vez con todas sus fronteras y ramificaciones, circula en los espacios como un luminoso río cosmogónico.

VI

Los materiales ajenos incorporados a esta obra, a la par que le dan solidez, realzan la importancia del trabajo propio, ligándola a la historia de la ciencia universal en los espacios y en los tiempos.

La historia del cielo austral es corta, y sus documentos son tan poco numerosos con relación a las estrellas, que por breve y ser pertinente a nuestro objeto, puede compendiarse en un artículo bibliográfico de la materia, para entretenimiento útil y agradable de los lectores de esta noticia.

Antes del descubrimiento de la extremidad del África y de la América meridional, puede decirse que el cielo austral estaba oscuro y vacío.

Los antiguos conocían varias constelaciones australes, algunas de ellas visibles entonces para el viejo mundo, como le llamamos según queda dicho. Tolomeo tiene, sin embargo, en su catálogo algunas estrellas, cuyo conocimiento atribúyese a los navegantes que antes de Vasco de Gama y Colón frecuentaban   —165→   los últimos límites del Mar Rojo. Los indios brahmanes, que sólo llegaron hasta la península del Ganges, no alcanzaron a percibir los astros circumpolares del hemisferio Sur, que, según la expresión del Dante, sólo fueron vistos por los primeros hombres.

Non vista mai fuor ch'alla prima gente



En cuanto a los americanos, primitivos habitantes del nuevo mundo, esos no vieron sino el sol y la luna, cuyos movimientos observaron para medir el tiempo Los Peruanos o Quechuas, más adelantados en astronomía, aunque relativamente eran más atrasados que los mejicanos que vivían bajo el cielo boreal, sólo conocieron dos o tres constelaciones y los movimientos de Venus, estando a este respecto bajo el mismo nivel que las tribus salvajes de la pampa argentina, que no distinguían sino la aparición y desaparición periódica de las pléyades. Digno es, sin embargo, de recordarse con este motivo, que los solsticios y equinoccios del cielo peruano eran determinados por columnas de proyecciones de sombra, y por un gnomon que se estableció el Cuzco casi al mismo tiempo que el de Toscanelli en Europa.

VII

Los primeros que iluminaron el cielo austral, fueran los que, «cambiando de países y de estrellas», según la expresión del poeta, pudieron   —166→   contemplar en una época coetánea al descubrimiento del Río de la Plata, las Nebulosas de Magallanes y los Sacos de Carbón que hacen el oficio de la estrella polar al sur del Ecuador.

Pero un siglo después de descubierta la América meridional, su cielo era más desconocido que su suelo.

En los planisferios de principios del siglo XVII, apenas figuraban seis o siete constelaciones australes y unas pocas estrellas mal determinadas. En 1677, el famoso Halley daba al mundo la noticia de 341 estrellas de nuestro hemisferio, las primeras que fueron sistemáticamente catalogadas desde Santa Helena.

Y todavía un siglo después, en 1751, los espacios meridionales del mundo estaban casi vacíos. Fue Lacaille, el Colón del cielo austral, como ha sido llamado, quien desde el Cabo de Buena Esperanza -a la misma latitud de Buenos Aires- formó el primer catálogo de 9.766 estrellas al sur del trópico, incluyendo en él las estrellas telescópicas hasta la 9ª magnitud, de manera que sólo una parte de él se liga con el trabajo del Dr. Gould.

Después de Lacaille, vienen otros catálogos australes. En primer lugar el de Brisbane, hecho en 1825 en Australia, y que comprende 7.835 estrellas dentro de los 65 grados de latitud Sur; otro más importante, el de Herschell, el menor, que apreció el brillo comparativo de 260 estrellas que excedían a la quinta   —167→   magnitud; el de Madrás, de 1830, que sólo comprende las principales estrellas fijas; y por último, el del teniente norteamericano Gillies hecho en Chile en 1850, no incluyendo el de su sucesor Moesta de 1856, que, sin embargo, ha servido para buscar las estrellas anónimas; que también hay estrellas anónimas, aunque hayan sido publicadas en los cielos muchos millares antes de encontrar un editor responsable.

Tales son los antecedentes del libro del Dr. Gould, que él mismo tiene el cuidado de citar en su catálogo, asignando a cada estrella registrada, su procedencia y su nombre, y haciendo la debida justicia a sus ilustres predecesores.

VIII

Como se ve por esta reseña, el trabajo que nos ocupa es verdaderamente original, fruto de la propia observación, que servirá de prólogo al gran libro en que se anotarán por primera vez las cien mil estrellas australes que aún permanecen inéditas en su mayor parte, esperando al sabio que complete el mapa de las regiones celestes.

La idea de esta obra fue sugerida al doctor Gould, según él mismo lo dice, por la Uranometría de Argelander, completada por Heis, que es para el hemisferio Norte, lo que para el del Sur la Uranometría Argentina.

Cuando Humboldt escribía sus Cosmos, se   —168→   dirigió a Argelander pidiéndole noticia del número de estrellas que poblaban los cielos, y su respuesta figura en las páginas de aquel libro inmortal. El Dr. Gould, también se dirigió a Argelander; pero fue menos feliz que Humboldt: pidiole que designase unas cuantas estrellas visibles en Córdoba que a su juicio pudieran servir de tipo para representar la magnitud 7.0; y el sabio alemán le contestó que no se consideraba en aptitud de fijar tales tipos. Por aquí puede formarse idea de la originalidad de la obra.

Las experiencias fotométricas que precedieron a las observaciones astronómicas, la revisión y la crítica de los catálogos a consultar, la fijación definitiva del tipo de magnitud y el arreglo del plan general de la campaña celeste, he aquí la materia que forma el asunto de la introducción y de las notas que ilustran el catálogo estelar, y que constituye el núcleo del libro uranográfico argentino.

Esta memorable campaña celeste duró tres años, y en ella desempeñó el Director de nuestro Observatorio el papel de un general en jefe, pues la debilidad de su vista le impidió tomar parte personalmente en las observaciones que debían hacerse con el ojo desnudo. Pero como él mismo lo dice: «El entusiasmo y la buena voluntad de mis compañeros obvió las dificultades que surgieron de este obstáculo».

Los nombres de los colaboradores en la Uranometría, que pasarán sin duda a la posteridad   —169→   con el de su autor, merecen ser recomendados a la gratitud universal; y son los siguientes: Miles Rock, John M. Thome, William M. Davis y Clarence L. Hathaway, jóvenes estudiantes norteamericanos que lucieron sus primeras armas astronómicas en Córdoba bajo la dirección del sabio maestro.

Los cuatro ayudantes se distribuyeron el campo de observación y trabajando seis horas en cada noche por el espacio de dos años consecutivos, registraron el cielo, estrella por estrella, pulgada por pulgada, repitiendo y confrontando cuatro y cinco veces la misma operación.

Los resultados se consignaban en mapas arreglados a una escala en que las constelaciones, que determinaban los vértices de la triangulación del firmamento, han sido fijadas con una previsión tal, que puede decirse que por la primera ver sus respectivas fronteras han sido matemáticamente delimitadas.

¡Ojalá pudiera hacerse otro tanto respecto de las fronteras terrestres de la República Argentina!

IX

Así se formó el Atlas de catorce mapas que acompañan al libro, trece de ellos dibujados en la proyección estereográfica, correspondiendo a una esfera cuyo radio es de un metro, y uno que sirve de índice, en proyección sencilla. Cada mapa comprende una faja o   —170→   zona del cielo, en que las estrellas están gráficamente representadas en proporción a la cantidad de su luz, presentando el verdadero aspecto del firmamento en una noche clara y serena. El mapa índice representa cien grados de la esfera celeste, o sea todo el hemisferio austral, con más diez grados de la región boreal, o sea cuatro séptimos de todo el cielo.

Es un capítulo interesante y que tiene su novedad el que se refiere a la ecuación personal de los cuatro ayudantes del observatorio de Córdoba en el curso de sus observaciones uranométricas.

Aún entre los astrónomos ejercitados que observan con el telescopio, unos perciben primero que otros una estrella cuando cruza por el zenit; otros la perciben de distinta magnitud y con diverso color.

¿Cómo traer todas las magnitudes a una escala, todos los colores a un tipo, todos los tiempos a una duración, presentando un resultado armónico y exacto traído a la unidad?

He aquí lo que el concienzudo Dr. Gould determina por la comparación de las ecuaciones personales y la discordancia media de sus ayudantes en la apreciación de las estrellas.

Este estudio nos da el conocimiento científico de que, así como muy rara será la estrella de séptima magnitud que haya escapado a sus investigaciones, rarísima será aquélla cuyo tamaño aparente, brillo, color y demás circunstancias estén sujetas a corrección: tal   —171→   es la severa disciplina a que fueron sometidos y el rigoroso método de comprobación porque han pasado.

X

Un viajero que ha identificado su nombre con el de la América, ha dicho hablando del firmamento, cuyos astros visibles se catalogan hoy por primera vez, que «la zona del cielo austral, donde se juntan en número tan grande las nebulosas y los grupos estrellados, debe a la desigual distribución de las masas luminosas un carácter particular, un aspecto que puede llamarse pintoresco, un encanto infinito debido a esos agrupamientos, y a su separación por regiones que a la simple vista parecen desiertas y sin luz, como comarcas devastadas, en que las manchas oscuras y las nubes que describen aisladamente su órbita al derredor del polo sin estrellas, completan la variedad del cuadro de la naturaleza».

El sabio astrónomo del observatorio argentino, que ha contemplado tantas veces este cuadro grandioso y melancólico que ha sabido reducir a líneas y números, habrá buscado en esas regiones sombrías del cielo las dos estrellas de su constelación doméstica, que se perdieron en un abismo sin fondo, desapareciendo para siempre de su horizonte.

Ese vínculo de la simpatía del dolor que vincula al sabio a nuestro suelo y a nuestros   —172→   hombres, le hacía decir ahora poco a un amigo que le felicitaba por su libro: que su esposa, -que también tiene alguna parte en él-, había encontrado algún consuelo a tanta desgracia, en el trabajo y el estudio.

La esposa del Dr. Gould, como Carolina Herschell que compartió los trabajos astronómicos de su célebre hermano, es modesta colaboradora en sus trabajos científicos, y debe también ser contada entre los cooperadores de la Uranometría Argentina.

Y al consignar los nombres de todos los colaboradores de la Uranometría, no debe olvidarse el de su editor el señor Coni, por la ejecución de un volumen que tanto honor hace al país, aún tipográficamente considerado.

Bartolomé Mitre.

212- Description physique de la République Argentine d'aprés des observations personnelles et etrangères par le Dr. H. Burmeister, Directeur du Museo Público de Buenos Aires, Membre correspondant des Académies des sciences de Berlin, St. Pétersbourg, Turin, Washington et de l'Université de Santiago du Chili, etc., etc., etc. Traduite de l'allemand avec le concours de E. Daireaux. Avocat, Membre de plusieurs Sociétés littéraires. Tome troisième. Animaux vertébrés. Première partie. Mammifères vivants et éteints.   —173→   Avec atlas. Buenos Aires. Imprimerie de Paul-Emile Coni, Rue Alsina, 60. Paris, F. Savy. Halle Ed. Anton. En comission. 1879. Tous droits réservés. En 8º mayor, VI y 556 ps.

El Sr. Burmeister nació el 15 de enero de 1807 en Stralsund, y después de haber cursado en el gimnasio de la ciudad natal, pasó a la Universidad de Greifwold y luego a la de Halle, donde estudió Medicina a la vez que se dedicaba a estudios de historia natural, y donde se doctoró en 1829. Después de haberse establecido en Berlín, donde desempeñó el cargo de catedrático de historia natural en uno de los gimnasios allí existentes, volvió en 1837 a Halle y en 1842 fue nombrado profesor de zoología en esa Universidad. En 1848 tomó parte en las agitaciones políticas y fue miembro de la asamblea nacional alemana y de la Cámara prusiana; pero disgustado con la situación política, abandonó en 1850 la Alemania, para dirigirse al Brasil. Recorrió las provincias de Río de Janeiro y Minas Geraes, teniendo la desgracia de fracturarse un muslo en Sagoa Santa. Después de un viaje a Europa, llegó en 1856 a Montevideo y recorrió la Banda Oriental y la República Argentina en diferentes direcciones; en marzo de 1859 cruzó la Cordillera a la altura de Copiapó y pasando por Panamá y Cuba, regresó a Alemania.   —174→   En 1861 salió nuevamente para Buenos Aires, donde se hizo cargo de la dirección del Museo público y donde ha residido desde entonces con cortas interrupciones. Entre sus numerosas obras citaremos las que tienen por objeto nuestro país y que son: Reise durch die La Plata Staaten, Klima der Arg. Rep. y la Description fisique de la République Argentine, que está apareciendo en dos idiomas: alemán y francés.

Su nombre, pues, al frente de una obra científica constituye por sí solo una garantía. En efecto; es difícil en nuestros días, cuando tantas y tan distinguidas inteligencias se dedican al cultivo de la ciencia, adquirir la autoridad que en el mundo científico posee el director de nuestro Museo público, conquistada por una serie de obras y escritos sobre historia natural, en la lata acepción que esta palabra tiene actualmente, que no sólo revelan importantes descubrimientos nuevos, sino que se distinguen también por un elevado criterio y un lenguaje fácil y claro. Podemos felicitarnos de que el Dr. Burmeister, comprendiendo la importancia de los elementos que un estudio serio de la naturaleza de la América meridional y especialmente de la República Argentina pueden ofrecer a la ciencia, haya circunscrito su acción, con toda la conocida perseverancia alemana, a un territorio limitado, pues la obra monumental, fruto de este estudio, llamada «La descripción física de la   —175→   República Argentina», es sin duda el trabajo más notable que tenga por objeto a nuestra patria, bajo el punto de vista del autor, y que no dejará de llamar en alto grado la atención de los cuerpos académicos.

Llamados a emitir nuestra opinión sobre el tomo tercero de esta obra, que inaugura el estudio de la fauna argentina, comprendiendo a los mamíferos, y que desgraciadamente ha salido a luz sin el atlas correspondiente, debemos reconocer desde ya que responde a todas las exigencias de una crítica severa y que con el mayor placer hemos recorrido sus páginas, tan interesantes como profundamente científicas.

En la introducción el autor hace notar con mucha razón que la República Argentina no constituye una región zoológica única, y que sólo la Pampa se distingue por especies peculiares y características, como por ejemplo el lagostomas, mientras que la fauna del Este es análoga a la de las regiones vecinas del Paraguay y Brasil, y la del Oeste se confunde con la de las mesetas de Bolivia y en parte con la de Chile; y con este motivo es digno de notarse el hecho, que así como la Patagonia por su formación terciaria entra en un grupo con la Cordillera y los territorios en ella comprendidos, así también la fauna de la parte austral de la República es análoga a la de la parte occidental y a la de Bolivia, hallándose en Patagonia, sobre la costa del Atlántico, especies   —176→   que también reconocen por patria la cordillera Argentino-Chilena y la del alto Perú.

En seguida, el autor toca incidentalmente la importante y debatida cuestión del origen de los seres vivos; y si bien se coloca bajo un punto de vista completamente científico y admite en principio la teoría llamada generalmente de Darwin, niega, sin embargo, la posibilidad del cambio de un tipo fundamental, a causa de influencias externas; y, según su opinión, los- diferentes tipos son originales y contemporáneos, y sólo el desarrollo de cada tipo ha tenido lugar en épocas sucesivas. Reconocemos que esta teoría puede ser exacta, pues es muy posible que la célula primitiva o ya su protoplasma haya llevado en sí la razón de su futuro desarrollo; pero no puede negarse que los fenómenos de la ontogenia, osea del desarrollo individual, pueden interpretarse también de manera distinta y aplicarse a la filogenia, osea al desarrollo de las especies. En ningún caso nos parece justo querer poner a la teoría de la evolución fuera de toda discusión científica y rebajarla al nivel de un dogma de fe.

Antes de abandonar este tópico, no podemos menos de trascribir las siguientes hermosas palabras, que señalan el verdadero terreno en que debe colocarse el naturalista:

«La generación originaria es un hecho exigido por la ciencia exacta, que está en armonía íntima con todas las demás condiciones   —177→   del universo, y el naturalista que no puede admitir que la materia haya surgido de la nada, está obligado a admitir la eternidad de la materia y basar sus teorías científicas sobre las trasformaciones de la materia. La ciencia moderna está obligada a admitir la generación originaria como hipótesis inevitable; ella acepta como una verdad probada por la observación de los restos de seres organizados en las capas sedimentarias de nuestro globo, que los animales y las plantas primitivas han pasado de un grado inferior a los tipos actuales, y que éstos se han desarrollado lentamente por cambios sucesivos según las épocas geológicas por las cuales pasaron, hasta que por fin la presencia del hombre, de los mamíferos y de las plantas más perfectas, coronó este trabajo con el último y más sublime producto de nuestro planeta».



El autor sigue en la clasificación de los mamíferos el sistema de Cuvier, fundado principalmente en la diferencia de los órganos del movimiento y de la masticación: teóricamente habríamos preferido, por razones de fácil alcance, que el autor hubiese separado completamente los marsupiales de los demás mamíferos considerados como monodelfos; pero convenimos que, tratándose de la descripción de la fauna de un territorio, esta cuestión carece de importancia.

El hombre inaugura el estudio de las especies, y bajo la denominación de Bimana el   —178→   Sr. Burmeister la separa de la cuadrumana. Lejos estamos de suponer que razones de otro orden que el puramente científico sean la causa de esta división; y en efecto, el autor cree que la conformación del pie humano es bien característica de su especie para formar de ella un distintivo absoluto. Huxley ha combatido esta opinión, y siguiendo el ejemplo dado ya por Lineo, ha reunido al hombre, bajo la denominación de primates, con los monos en una sola tribu: preferimos adherirnos a este último modo de ver.

Este capítulo está algo compendiado y el Sr. Burmeister no se pronuncia con franqueza, ni sobre el origen de las razas indígenas, ni sobre la relación que conservan entre sí y con las demás razas humanas; pero trae interesantes datos sobre su conformación individual y sobre los primitivos instrumentos y armas que usaban. La cuestión sobre la existencia del hombre antes de la época geológica actual, el Sr. Burmeister la resuelve negativamente.

La descripción detallada de las especies zoológicas existentes y fósiles de la República Argentina, revela un estudio profundo, que jamás ha sido hecho tan completo y prolijo y que en gran parte es debido a las investigaciones y observaciones personales del Sr. Burmeister. Es un estudio sumamente interesante, sobre todo en cuanto se refiere a las especies de épocas geológicas anteriores a la actual, a esas formas de seres extraños y gigantescos   —179→   que en otro tiempo poblaron nuestro suelo y en cuyos restos fósiles el talento del naturalista tiene ancho campo para aplicar sus conocimientos y ejercitar su sagacidad y sus dotes observadoras. No puede ser nuestro ánimo entrar en un análisis minucioso de esta parte de la obra, que comprende la descripción de más de ciento cincuenta especies, y que es difícil no teniendo el atlas a la vista; pero no podemos dejar de llamar la atención sobre aquellos capítulos que a nuestro ver más se distinguen. Tales son por ejemplo el dedicado a los felinos con el hermoso artículo sobre el Machaerodus neogaens y sobre todo la parte relativa a los Edentata, con los artículos sobre los géneros Megatherium Mylodon, y sobre los Biloricata, y otros. El estudio sobre los caballos fósiles ha sido por arte del Sr. Burmeister objeto de una publicación especial, y se halla algo compendiado en esta obra; constituye uno de los más preciados trabajos del autor.

Terminaremos, en fin, con el deseo de que pronto aparezcan los tomos restantes de esta obra, y que halle en las clases ilustradas de nuestro país la acogida que merece y que sin duda hallará en los centros del movimiento científico europeo.

A. K.

213- Viaje a la Patagonia austral, emprendido bajo los auspicios del gobierno nacional, 1876-   —180→   1877. Por Francisco P. Moreno, director del Museo Antropológico y arqueológico de Buenos Aires y jefe de la Comisión Exploradora de los Territorios Australes, doctor ad honorem de la Universidad Nacional, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de la República Argentina, miembro académico de la Facultad de Ciencias Físico-naturales de Buenos Aires, miembro honorario del Círculo Médico Argentino, miembro honorario de la sociedad italiana de Antropología y Etnología, miembro corresponsal de la sociedad de Antropología de París, de la sociedad de Antropología, Etnología, etc. de Berlín, de la sociedad Real de Ciencias de Liège y de la sociedad Mejicana de Historia Natural, miembro de la sociedad Geográfica Italiana, etc. Tomo primero. Buenos Aires. Imprenta de La Nación, San Martín núm. 208. 1879. En 4º menor, 460 y IV ps., 36 láminas intercaladas y el croquis de una parte de Patagonia.

Refiriéndose a las ascensiones de los Alpes, dice Tschudi: «¿No es acaso, una atracción misteriosa e inexplicable la que impele al hombre a desafiar los continuos peligros, arrastrar su frágil existencia al través de desiertos helados, refugiarse contra la tormenta y el frío en una pequeña choza construida por él mismo, para pisar por fin con temblorosa planta la estrecha cumbre de un monte cubierto   —181→   de nieve? ¿Es tan sólo la gloria de haber estado allí, esa recompensa mezquina de esfuerzos sobrehumanos, la causa de su anhelo? No podemos creerlo. Es el sentimiento de la fuerza intelectual, que le conmueve y le impele a vencer los inertes obstáculos de la materia; es el deseo de medir el poder humano, el poder infinito de la voluntad inteligente con la resistencia bruta de la masa; es el impulso sagrado de investigar en nombre de la ciencia la formación y la vida de la esfera, terrestre y establecer la armonía, que como lazo misterioso une todo lo existente».

¡Con cuánta exactitud se aplican estas palabras al valiente viajero, que se ha propuesto la exploración de los territorios australes de la República y que nos expone parte de sus importantes descubrimientos en el volumen que tenemos a la vista, el primero de una obra cuyo objeto es la descripción de la Patagonia Austral! En este trabajo el señor Moreno da cuenta del viaje efectuado a las nacientes del Río Santa Cruz, cuyos resultados no están, por cierto, en relación con lo exiguo de los elementos de que disponía. En este viaje, al cual faltó quizás el magnífico espectáculo de la naturaleza de los trópicos para darle el realce fantástico del viaje de Orellana, pero al cual sobraron las fatigas, las penalidades y las pruebas de arrojo, para colocarlo a la altura de aquellas primeras excursiones al través del desconocido continente americano, el Sr. Moreno,   —182→   acompañado del teniente Sr. Moyano y de pocos auxiliares, realizó lo que sólo intentaron los valientes marinos del Beagle guiados por Fitz Roi y Darwin. Treinta días sin reposo lucharon contra la corriente del Santa Cruz: hubo jornadas terribles; y otros treinta días emplearon en la exploración de los grandes lagos que se extienden al pie de los Andes, dando nacimiento a aquel río, de los cuales el uno, descubierto por Viedma, lleva el nombre de este explorador, y los otros, descubiertos por el Sr. Moreno, han recibido el nombre de Lago Argentino y Lago San Martín. El débil esquife en cuyo alto flameaba la bandera patria, cruzó las aguas del Lago Argentino, que hasta entonces sólo surcaron los majestuosos témpanos que se desprenden de la Cordillera, de cuyos antros también surgió la terrible tempestad que sacudió la débil embarcación, poniendo en peligro la vida de los osados viajeros.

Allí el Sr. Moreno halló fértiles comarcas provistas de abundantes riquezas vegetales y minerales, de fácil comunicación entre sí y disponiendo de una vía fluvial hacia el Atlántico de la importancia del Santa Cruz; comarcas a las cuales no pudo menos de señalar un grandioso porvenir. Allí, en las riberas del Lago Argentino, halló grabadas en las rocas inscripciones misteriosas, que revelan la existencia de razas superiores a las que actualmente habitan la Patagonia. Plantó por fin la   —183→   bandera argentina en paraje que, como los anteriores, no había hollado aún el pie del hombre civilizado. Si a la descripción de este viaje, hecha en estilo suelto y agradable, agregamos varios otros episodios no menos interesantes referentes a las tribus tehuelches, que nos dan ocasión de admirar el valor del viajero que supo amoldarse a las costumbres de esos hijos del Sur, y algunas reminiscencias del viaje efectuado anteriormente por el Sr. Moreno a los toldos del poderoso cacique Shaihueque, señor de «Las Manzanas», donde fue sometido al solemne juicio de un parlamento que se reunió en torno de la sagrada piedra a orillas del Ya-la-ley-curá; tenemos una obra cuya lectura no podemos menos de recomendar calorosamente a todos los que se interesen por el progreso de la ciencia nacional y cuya continuación desearíamos que apareciera pronto.

La obra publicada por la imprenta de La Nación está lujosamente impresa, adornada con buenas láminas y con un mapa del territorio explorado.

A. K.

214- La conquista de quince mil leguas. Estudio sobre la traslación de la frontera sur de la República al Río Negro, dedicado a los Gefes y Oficiales del Ejército expedicionario, por Estanislao S. Zeballos (Abogado), ex director   —184→   de la Prensa, fundador y ex secretario de la Sociedad Científica Argentina, miembro de la Sociedad Geográfica Italiana, Oficial de Honor distinguido con la medalla de oro de la Academia Pico de Bolonia, miembro honorario y activo de varias sociedades nacionales. Segunda edición. Revisada y considerablemente aumentada por el autor, ofrecida al mismo por la empresa de la Prensa. Buenos Aires. Establecimiento tipográfico a vapor de la Prensa, Moreno 109. 1878. En 8º mayor, 908 ps.

Esta obra escrita en los momentos en que se preparaba la expedición al Río Negro, en el estilo fácil y brillante propio del autor y con profundo conocimiento de la materia, presenta reunidos y expuestos con método multitud de datos de alta importancia hasta entonces dispersos en gran número, de obras y manuscritos, cuya consulta debe haber exigido por parte del autor muchísima laboriosidad y no es en manera alguna tan sólo una obra de circunstancias, sino de un mérito intrínseco y duradero.

La primera edición de esta obra fue hecha por el Gobierno Nacional y repartida entre los jefes y oficiales que debían tomar parte en la expedición, a fin de que su estudio los familiarizara con el territorio en que iban a operar. La segunda edición, a la cual pertenece el ejemplar que tenemos a la vista, fue revisada   —185→   y aumentada considerablemente por el autor y constituye hoy el trabajo más completo que poseemos sobre el territorio de la Pampa.

Los dos primeros capítulos están dedicados a una reseña histórica y a la exposición de las exploraciones efectuadas en la Pampa.

El autor hace una reseña de la expedición de 1833, en la cual hallamos datos nuevos e interesantes, y en el segundo capítulo se halla la historia de la importante exploración efectuada en el siglo pasado por el piloto Basilio Villarino, que remontó el Río Negro hasta el Limay, y se acompaña un plano levantado por el explorador.

Los tres capítulos siguientes tienen por objeto el estudio del sistema hidrográfico de la Pampa, punto tratado con gran acopio de datos. Fácil es formarse con su lectura una idea acabada de los ríos de aquel territorio, sobre todo del Río Negro, y convencerse de la importancia que el porvenir reserva a esas vías fluviales.

La descripción del territorio de la Pampa ocupa el capítulo sexto, uno de los más interesantes, sin duda. Descríbese en él las fértiles regiones andinas, que ya habían llamado la atención de los hacendados chilenos por sus abundantes pastos, cuyos bosques han causado la admiración de todos los viajeros, desde Falkener hasta Musters y Moreno, y que encierra en su seno esa mole de cobre conocido por Cerro de Pallen y les opone el árido País   —186→   del diablo, cuyos arenosos médanos, extendiéndose al Norte del Río colorado, rodean el misterioso lago de las brumas, llamado Urrelauquen; pero que con todos sus peligros y misterios no fue capaz de detener la marcha del ejército argentino. Acompaña a este capítulo un croquis del itinerario del Sargento Mayor Bejarano en su viaje a los toldos de Shaihueque, el poderoso cacique de «las Manzanas», hermoso territorio, regado por la corriente del Limay; pero sentimos que no haya un mapa general de la Pampa, a pesar de que no desconocemos las dificultades que para su construcción apunta el Dr. Zeballos. La conocida tradición sobre la Ciudad de los Césares, también es mencionada y discutida.

Un estudio y consideraciones sobre la nueva línea de fronteras, hoy realizada, es el tema del capítulo séptimo; el octavo se ocupa de la raza indígena, que al escribir el libro aún dominaba en las soledades de la Pampa. Se conoce inmediatamente que el autor ha estudiado con marcada predilección este punto y que ha investigado con interés todo lo relativo a esos hijos de la raza arauca, valiente pero cruel, como el tigre que habita los matorrales de Natuel-mapa.

El último capítulo lo ocupan consideraciones generales, a que tanto se prestaba entre nosotros la eterna cuestión fronteras, resuelta felizmente ya.

Dice el señor Zeballos: «El misterio que   —187→   envolvía la naturaleza de la Pampa acaba de ser iluminado al fin por el sol de la civilización, cuyos rayos centellean sobre las bayonetas y lanzas de nuestros veteranos. Aquel país desierto, llano en unas partes como la superficie serena de las aguas, ondulante en otras, a la manera de un océano inmensamente agitado, aquí cubierto de bosques seculares, cuyas maderas serán la palanca de la población futura, allá interrumpido por cadenas de médanos desnudos, que entregan a los vientos torbellinos de arena enceguecedora, aquellas extensas regiones en las cuales el español no osaba aventurarse a menudo, el País del diablo de las preciosas descripciones del padre Folkener, acaba de abatir sus montes y sus médanos y de abrir sus lagos dulces y cristalinos al paso triunfante de la bandera que a la gloriosa conquista de los Andes debía añadir más tarde el laurel de la conquista de la Pampa».

La gran obra que al aparecer este libro sólo era aún un proyecto, un deseo patriótico, hoy está realizada, y quien haya recorrido los campos fronterizos habrá tenido ocasión de bendecirla, al contemplar los frutos que ha rendido en tan corto tiempo. Como la Unión Americana, la República Argentina también posee un far west, que brinda al colono un pedazo de tierra para asentar sobre las ruinas de una antigua toldería su blockhaus, núcleo quizás de una ciudad futura. Es la   —188→   misión de los hombres científicos de nuestro país, entre los cuales figura tan dignamente el autor de la obra que motiva este artículo, señalar las fuentes de riqueza, los elementos de progreso que encierra el seno virgen de la Pampa y que sólo esperan que el hombre los redima con la fuerza mágica del trabajo.

Que la rastrillada dejada por el ejército argentino al cruzar el desierto, sea, pues, la veta por donde avance la civilización

A. K.

215- Viaje al país de los Tehuelches. Exploraciones en la Patagonia Austral por Ramón Lista, miembro de varias sociedades Científicas. Primera parte. Buenos Aires. Puntos de venta: librería Europea, 242 Florida; librerías de Joly, Reñé y Mendesky; imprenta de Martín Biedma, 133, Belgrano,135. 1879. En 4º, 83 ps., con 9 grabados en madera y un vocabulario de la lengua Tsoneca o Tehuelche.

216- La Patagonia Austral. (Complemento del «Viaje al país de los Tehuelches») por Ramón Lista, miembro de varias sociedades científicas nacionales y extranjeras. Buenos Aires. Puntos de venta: librería Europea, de Joly, Reñé, Mendesky, etc. Imprenta de L. Tribuna, Victoria núm. 37. 1879. En 4º, 10   —189→   con 15 grabados en madera, litografías, etc. un mapa de la Patagonia Austral.

Incitado por el campo extraordinario, que vuestro país ofrece aún a las investigaciones científicas y por el ejemplo de los sabios extranjeros, que han elegido a la República por cuatro de sus exploraciones, se ha desarrollado también en nuestra juventud el deseo de tomar parte en el movimiento científico y no desempeñar tan sólo un papel pasivo a la retaguardia del progreso europeo. La Sociedad científica Argentina, reuniendo en un núcleo todas las fuerzas que en nuestro país se dedican al cultivo de la ciencia, ha dado expresión e impulso a nuestras aspiraciones científicas, y esperamos que un feliz resultado coronará sus esfuerzos. De su seno también han salido los exploradores que, afrontando peligros y venciendo dificultades, se han propuesto un reconocimiento de los territorios australes de la República Argentina. A este número pertenece el señor D. Ramón Lista, que ha efectuado dos viajes al extremo Sur de la Patagonia, exponiendo el resultado de ellos en sus dos obritas, cuyos títulos encabezan este artículo.

El «Viaje al país de los Tehuelches» y «La Patagonia austral», acompañado el primero de un mapa del territorio explorado y adornados ambos con varias láminas, son dos pequeños   —190→   trabajos que se complementan recíprocamente y que constituyen el primer ensayo de este autor. El fruto principal del viaje del señor Lista, realizado bajo los auspicios de la Sociedad Científica Argentina, es la exploración del Río Chico, el afluente más caudaloso e importante del Río Santa Cruz, de cuyo valle traza un cuadro que justifica las mayores esperanzas. El señor Lista ha venido a destruir una vez más esa preocupación tan arraigada, que supone la Patagonia un territorio completamente estéril, demostrando que aquel suelo sólo necesita del trabajo del hombre, al cual brinda sus grandes riquezas vegetales y minerales, para responder a un hermoso porvenir, cuyos elementos se hallan en los depósitos de carbón, en los bosques de maderas utilizables y en los campos recorridos hoy por innumerables tropas de guanacos, donde hallarían abundante alimento numerosos ganados vacunos y lanares. El autor nos da, además, interesantes datos sobre Punta Arenas y otros parajes recorridos por él en su excursión que llegó hasta el pie de los Andes, así como sobre las costumbres y el idioma de las tribus tehuelches. Habríanos interesado en alto grado un estudio sobre los depósitos de huano, pues lo conceptuamos de alta importancia práctica; pero el autor no ha tocado este punto, porque se ha mantenido demasiado alejado la costa para poder ocuparse de ello.

  —191→  

Ambos folletos están escritos con algún descuido y no se halla en la exposición el método y orden lógico, que serían de desear, defectos que desaparecerán, sin duda, cuando el, autor publique, como lo esperamos y deseamos, trabajos más detenidos.

A. K.

217- Estudios y viajes agrícolas por Eduardo Olivera, antiguo alumno de Grignon, miembro honorario de la Asociación Rural del Uruguay, presidente honorario de la Sociedad Rural Argentina. 2 tomos en 8º. Buenos Aires. Imprenta del Porvenir, calle Defensa núm. 139. 1879. Primer tomo: Viajes en Francia, Alemania, Holanda y Bélgica. 438 ps. Segundo tomo: Viajes en Francia, Italia y Suiza. 378 ps.

Los estudios y viajes agrícolas del señor Olivera forman una de esas obras cuya aparición es rara en nuestra patria donde se publican tan pocos trabajos de este género.

La Revista Argentina, dirigida por D. José Manuel Estrada y que cesó hace algunos años, había dado ya a conocer varios de sus fragmentos. El señor Olivera los ha refundido, los ha enlazado, por decirlo así, los ha corregido, y su conjunto constituye un estudio agradable de agricultura práctica, al par que una   —192→   obra literaria digna de seria estimación, no obstante los lunares de su estilo.

La lectura de los Estudios y viajes agrícolas instruye y recrea. Es un joven el que habla en ellos; un joven que se siente inclinado por una afición decidida, a la agricultura y que abandona las dulzuras del hogar por adquirir los conocimientos que anhela y la experiencia que necesita.

La historia consigna que Augusto encargó a Virgilio sus afamadas Geórgicas para inspirar al pueblo romano el gusto por los trabajos campestres. Después de haber leído el libro del señor Olivera se pregunta si, -estableciendo la relación natural entre obras de índole tan diversa-, ¿no habrá conseguido el mismo objeto empleando distintos medios?

La agricultura es, indudablemente, uno de los trabajos más nobles a que puede dedicarse la actividad humana. La tierra es una madre fecunda que nos abandona los tesoros de su seno, que nos devuelve con creces los sacrificios que hacemos en su labranza y que inunda nuestro espíritu con la paz de la naturaleza, siempre grande en su evolución constante y en sus cuadros múltiples y variados. El señor Olivera ama la naturaleza y quiere inspirar ese amor a sus lectores. Por eso ha prodigado, especialmente en el segundo tomo, descripciones interesantes que evocan ante nuestra imaginación paisajes escarpados, montes que se levantan a las nubes, valles risueños y salvajes   —193→   despeñaderos, rocas y praderas, picos y arroyos, brisas y pájaros que adornan y realzan esas audaces pinceladas en que se ve una región cubierta de grandeza y solemnidad, donde los rebaños descansan a la sombra, de los árboles frondosos y el cazador atrevido se destaca al borde del abismo sobre el fondo claro oscuro del crepúsculo.

La obra del señor Olivera enseña y recrea; pasea al lector por los países que ha recorrido, y al pasar refiere hechos agradables o consigna importantes y científicos datos; alumbra nuestro espíritu con recuerdos propios y bien traídos de hechos históricos; salpica su narración con una que otra máxima y uno que otro consejo que le ha sido dictado por su estudio y su experiencia; relata acontecimientos extraños y critica o celebra con franqueza y sinceridad.

Dos grandes móviles lo han guiado en su trabajo: el amor a su patria y el deseo de comunicar a los otros lo que ha observado en muchos años de aprendizaje y de práctica.

Creemos que todas las personas de ideas elevadas, generalmente afectas a lo que destruye en algo la monotonía de la vida y especialmente a aquellas relaciones que por más de un concepto instruyen deleitando (delectando docere), tendrán en cuenta al señor Olivera el «largo estudio y el gran amor» que invocaba el poeta.

  —194→  

218- Arqueología americana. Las ruinas de Tiahuanaco (Recuerdos de viaje) por Bartolomé Mitre. Buenos Aires. Imprenta de Pablo Coni, especial para obras, 60, calle Alsina, 60. 1879. En 8º, 67 ps.

El ilustrado autor de la historia del general Belgrano ha dado una nueva prueba de su infatigable contracción al trabajo con la publicación del folleto titulado Las ruinas de Tiahuanaco. Su constante amor al estudio, muy especialmente al de la historia, le han impedido permanecer indiferente al rápido adelanto de la arqueología, la lingüística y la filología, que desde ya prometen extenderse por todo el dominio de aquélla, para servirle de apoyo. Estas ciencias, marchando por la senda de la verdad, y estrechamente unidas en su noble y suprema aspiración, prometen darnos, en un día quizás no muy lejano, una completa fotografía de la antigüedad, cooperando cada una, en el límite que le está señalado por la razón y la experiencia, a llenar los vacíos de la historia, hacer retroceder la noche de los tiempos despojándola de su ropaje poético, y penetrar en la intimidad de esa vida, en el fondo de esa gran escena.

Arrancar secretas revelaciones al eterno y triste silencio de las ruinas, es tarea, por cierto, ardua y penosa; pero para naturalezas tan laboriosas como la de D. Bartolomé mitre,   —195→   esto constituye su vida diaria, su pan de cada día.

Basta como justificación de tal acierto, notar que el folleto en cuestión es el recuerdo de un viaje que el autor hacía en calidad de prisionero de guerra, para comprender con cuánto amor debió entregarse al apunte de sus prolijas observaciones, a extremo de olvidarse hasta del peso de sus propias cadenas.

Empieza su libro con una descripción de la altiplanicie perú-boliviana, enseñando la situación de las ruinas de Tiahuanaco, y deteniéndose en algunas consideraciones sobre el límite y confluencia de los idiomas quechua y aimara, pasa a ocuparse de la etimología de la palabra Tiahuanaco y relata las diversas tradiciones respecto de esas ruinas de origen desconocido, pero de indudable antigüedad.

Después del primer golpe de vista en que trasmite con caracteres poéticos y pintorescos las impresiones que despierta el paisaje, analiza las construcciones denominadas el Templo y el Palacio, comprueba las medidas tomadas por varios viajeros, habla de los subterráneos que encuentra y de las obras hidráulicas de los indígenas: llama especialmente su atención, por sus exageradas dimensiones y su ejecución artística, un enorme pórtico monolito que el autor juzga completamente original, de dibujos groseros, aunque de cortes vivos, atrevidos y de una corrección de líneas, admirable. El tamaño colosal de las rocas   —196→   transportadas desde largas distancias, acusan para el autor, en su mudo y sombrío lenguaje, la muerte de varias generaciones, una sociedad dominada por la fuerza y consumiéndose en inútiles anhelos. El modo cómo han sido labradas esas piedras llevan su espíritu insensiblemente al estudio de los cinceles de que disponían y de la aptitud nativa de los indígenas para el grabado. Explicando el significado de esas esculturas, refuta la interpretación dada por D'Orbigny, que les atribuye un origen político, y la teoría de Angrand, que ve más bien en ellas el símbolo de la formación de esas razas, y sostiene que ha dominado en su construcción la idea religiosa, hipótesis que corrobora con numerosos detalles. Da después cuenta del montículo de Tiahuanaco; describe las construcciones llamadas Fortaleza y Casa de Justicia y deduce algunas consideraciones generales, opinando que Tiahuanaco fue el centro de un pueblo numeroso y de una sociabilidad relativamente adelantada, que tenía un gobierno político y religioso, y termina manifestando el sentimiento de no poder visitar otra construcción descubierta por Squier a la que denominó «Santuario».

Al separarse de las ruinas, para entrar al pueblo de Tiahuanaco, encuentra allí otras antigüedades dignas de estudio; sobre todo dos estatuas gigantescas que describe detalladamente, mareando su carácter antropomórfico; refiere las opiniones de Cieza de León sobre   —197→   ellas, rectifica los errores cometidos por D'Orbigny y las compara, con otras estatuas americanas; deduce de ahí algunas consideraciones generales, viendo en esas ruinas el testimonio de dos artes distintas, producto de civilizaciones sucesivas destinadas ambas a perecer, faltas de elementos creadores y fecundos; marca las causas que a su juicio se oponían al progreso americano y cree que la Europa inoculó a América con su contacto el principio vital de que carecía.

Termina el folleto considerando lo mal resueltas que aún están las cuestiones de arqueología americana, que no podrán ser tema de serias investigaciones, mientras no se metodicen, clasificando científicamente los materiales acumulados; y espera que la nueva escuela de americanistas, que ha inscrito en su bandera de trabajo la leyenda «la América es de los americanos», podrá quizás algún día explicar los misterios de las ruinas de Tiahuanaco.

Así concluye de relatar su viaje arqueológico el Sr. Mitre, después de trasmitir curiosos e interesantes datos y rectificar muchos de los que se tenían por seguros. Ante estas pruebas de laboriosa dedicación, es de esperar que la posteridad, con más imparcialidad y justicia que la generación presente, confirme que los días robados por D. Bartolomé Mitre a la política, son los que han contribuido preferentemente a cimentar el nombre de que goza.