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61

Don Manuel, su hermano de padre y madre.

 

62

Durante su breve permanencia en aquella ciudad le hizo su retrato el notable miniaturista Moral, del cual procede el que publicamos en esta edición.

Allí conoció al maestro Lista, que regentaba el Colegio de San Felipe, y a los redactores de La Aureola, de quienes habla en carta de 28 de agosto de ese año.

 

63

Se refiere a una escena destemplada que tuvo con el señor Cepeda, a quien había acusado de vanos amoríos.

 

64

Se ha creído oportuno suprimir tres renglones inspirados en los celos, que devoraban a la poetisa, y faltos, por tanto, de verdad.

 

65

Corresponde a los primeros días de agosto de 1839, entre el 4 y el 15, fecha esta última en que ya estaba don Ignacio en Almonte. El sobrescrito dice: «Sr. D. Ignacio Cepeda, en S. M.»

 

66

Reproducimos la composición en la seguridad de que será del agrado de los lectores.




A la Luna


¡Astro de paz!... tiempo hubo
que al contemplar tu luz pura
cantaba yo mi ventura
con deliciosa emoción.
A tus cándidos albores
lucía mi frente serena,
in turbar amarga pena
la paz de mi corazón.

En aquel cielo fulgente,
que vio mi apacible cuna,
de mi Cuba hermosa, Luna,
allá te miré lucir.
Y cual tu luz pura y bella
era la esperanza mía,
y a mis votos sonreía
apacible porvenir.

Hoy, ¿lo ves?... Crudo destino
mi existencia atormentando,
con furor la va quitando
toda halagüeña ilusión.
Y en el instante que miro,
Luna, tu faz refulgente,
aña mi mejilla ardiente
el llanto de la aflicción.

Acaso implora tu auxilio
el turbado marinero
al sentir el austro fiero
u triste nave amagar.
Y el caminante extraviado
en su ruta peligrosa
demanda tu luz hermosa,
que le debe consolar.

Vete, pues, Luna, te ruego,
y que una noche sombría,
triste cual el alma mía,
tienda su manto feral.
Mas, ¡ay!, en vez de ocultarte
a mis anhelantes ruegos
lucen más vivos los fuegos
en este instante fatal.

Tal parece te recrea
mi desdicha tormentosa,
mostrándote tan hermosa
ara insultar mi dolor.
Luce, pues, luce, tirana,
despreciando mis enojos
y no fatigue mis ojos
tu importuno resplandor;

que tal vez esté cercano
el momento deseado
que sobre un mármol helado
esparzas tu claridad.
Mármol triste que señale
el sepulcro silencioso,
do su velo misterioso
descorre la eternidad.

Si entonces algún viajero
isa el recinto sombrío
y quiere con llanto pío
la sepultura regar,
haz, Luna, por un momento
lucir tu lumbre más pura,
y pueda en la piedra dura
veste epitafio grabar:

Del cielo tuvo al nacer
la que aquí descansa quieta,
con un alma de poeta
un corazón de mujer.
Por eso del padecer
agotó la copa amarga,
y no fue su vida larga;
que en florida juventud
depuso en este ataúd
de la existencia la carga.

G. G. de A.                


 

67

No tiene fecha, pero su contenido indica que debió ser escrita en la primera quincena de agosto de 1839. El sobre está dirigido en esta forma: «Condado de Niebla.- Sr. D. Ignacio Cepeda en Almonte.»

 

68

La villa de Almonte.

 

69

La plaza de este nombre.

 

70

Poesía de M. Lamartine contenida en las Nuevas Meditaciones que se publicaron en 1823.