Durante
su breve permanencia en aquella ciudad le hizo su retrato
el notable miniaturista Moral, del cual procede el que publicamos
en esta edición.
Allí conoció al maestro
Lista, que regentaba el Colegio de San Felipe, y a los redactores
de La Aureola, de quienes habla en carta de 28 de agosto
de ese año.
63
Se
refiere a una escena destemplada que tuvo con el señor
Cepeda, a quien había acusado de vanos amoríos.
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Se ha creído
oportuno suprimir tres renglones inspirados en los celos,
que devoraban a la poetisa, y faltos, por tanto, de verdad.
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Corresponde a los
primeros días de agosto de 1839, entre el 4 y el 15,
fecha esta última en que ya estaba don Ignacio en
Almonte. El sobrescrito dice: «Sr. D. Ignacio Cepeda, en
S. M.»
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Reproducimos
la composición en la seguridad de que será
del agrado de los lectores.
A la Luna
¡Astro de paz!...
tiempo hubo
que al contemplar tu luz pura
cantaba yo mi
ventura
con deliciosa emoción.
A tus cándidos
albores
lucía mi frente serena,
in turbar amarga
pena
la paz de mi corazón.
En aquel cielo fulgente,
que vio mi apacible cuna,
de mi Cuba hermosa, Luna,
allá
te miré lucir.
Y cual tu luz pura y bella
era la
esperanza mía,
y a mis votos sonreía
apacible
porvenir.
Hoy, ¿lo ves?... Crudo destino
mi existencia
atormentando,
con furor la va quitando
toda halagüeña
ilusión.
Y en el instante que miro,
Luna, tu faz
refulgente,
aña mi mejilla ardiente
el llanto de
la aflicción.
Acaso implora tu auxilio
el turbado
marinero
al sentir el austro fiero
u triste nave amagar.
Y el caminante extraviado
en su ruta peligrosa
demanda
tu luz hermosa,
que le debe consolar.
Vete, pues, Luna,
te ruego,
y que una noche sombría,
triste cual el
alma mía,
tienda su manto feral.
Mas, ¡ay!, en vez
de ocultarte
a mis anhelantes ruegos
lucen más vivos
los fuegos
en este instante fatal.
Tal parece te recrea
mi desdicha tormentosa,
mostrándote tan hermosa
ara insultar mi dolor.
Luce, pues, luce, tirana,
despreciando
mis enojos
y no fatigue mis ojos
tu importuno resplandor;
que tal vez esté cercano
el momento deseado
que
sobre un mármol helado
esparzas tu claridad.
Mármol
triste que señale
el sepulcro silencioso,
do su
velo misterioso
descorre la eternidad.
Si entonces algún
viajero
isa el recinto sombrío
y quiere con llanto
pío
la sepultura regar,
haz, Luna, por un momento
lucir tu lumbre más pura,
y pueda en la piedra dura
veste epitafio grabar:
Del cielo tuvo al nacer
la que
aquí descansa quieta,
con un alma de poeta
un corazón
de mujer.
Por eso del padecer
agotó la copa amarga,
y no fue su vida larga;
que en florida juventud
depuso
en este ataúd
de la existencia la carga.
G. G. de
A.
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No tiene fecha,
pero su contenido indica que debió ser escrita en
la primera quincena de agosto de 1839. El sobre está
dirigido en esta forma: «Condado de Niebla.- Sr. D. Ignacio
Cepeda en Almonte.»
68
La
villa de Almonte.
69
La
plaza de este nombre.
70
Poesía
de M. Lamartine contenida en las Nuevas Meditaciones que
se publicaron en 1823.