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BERNAL FRANCES Y UN ESTRIBILLO GITANO.

FRAILE GIL, José Manuel

El romance de Bernal Francés, al que gusto más llamar La venganza del marido, título que atiende y resume mejor el argumento de su fábula, pervive aún en la tradición oral peninsular especialmente en la antigua franja noroeste del dominio leonés, aunque como veremos su área de difusión llega hasta la misma cuna del Castellano en tierras de La Rioja. Con la conquista del Nuevo Mundo viajó entre los fardos de los aventureros a la América Latina y, aunque hoy muy debilitada, la historia se canta también entre los judíos de origen español. El topos universal de la adúltera sorprendida por el esposo ultrajado se cuenta aquí so capa de un capitán de los Reyes Católicos llamado Bernal Francés, que en las guerras de Granada (1482-1492) se hizo célebre entre la tropa por su insaciable avaricia. El sobrenombre de Francés -acaso de él derive el Francisco de las versiones castellanas y el Fernando de las americanas -pervive aún en gran parte de los textos portugueses de la tradición moderna; pero lo que más llama la atención de este romance es sin duda el que la acción se sitúe desde el principio in media res, manteniendo en vilo la atención del auditorio hasta el terrible desenlace que, al ser ella y no él quien infringe el código moral en boga, bien puede imaginar el lector cuál sea. Pero no es éste el lugar nel que tratar con despacio origen, argumento ni difusión de esta terrible historia, pues doctores tuvo la iglesia que lo hicieron sin duda con mayor acierto(1); vamos a ocuparnos tan sólo del estribillo que en muchas versiones marca el ritmo y compás del canto, para intentar encender luz al nuevo Hero que pretenda navegar por el piélago de la música en el Romancero, terreno que salvo muy honrosas excepciones está aún poco hollado(2).

Para familiarizarnos con la historia que atendemos, veamos una hermosa y arcaizante versión recogida en la Requejada zamorana(3) cuyo estribillo, si no se ajusta plenamente a la idea que más adelante propondremos, deriva eso sí de aquel mismo tronco que la tradición se ha encargado de reverdecer con diferentes retoños.

LA VENGANZA DEL MARIDO (í)

-¿Quién pica a mis tristes puertas? doni ana
¡Mi Dios! ¿Quién estará allí? dona de
2 ¡Mi Dios, si será la muerte! ¡Mi Dios, si vendrá por mí!
¡Ay, si será Simón Blanco! lejos tierra está de aquí.
4 -Abre, que soy don Francisco a quien tú sueles abrir.
-Levántate mi criada a don Francisco abrir.
6 -Levántese usté, mi ama, que con usté ha de dormir.-
Levantóse Magdalena más le valiera dormir
8 hízole una rica cena ni bocado que probase
púsole una rica cama nella no quiso acostarse
10 Magdalena fue a la cama don Francisco quedó allí
a eso de medianoche, Magdalena soñó así:
12 -¿Qué tienes tú don Francisco no solías ser así
o te han corrido los moros o te han dicho mal de mí.
14 -Ni me han corrido los moros ni me han dicho mal de ti
tengo miedo a tu marido no venga y nos coja aquí.
16 -No temas a mi marido lejos tierra está de aquí,
ni temas a la justicia que mi padre es aguacil.-
18 -Va y llama a tu padre y madre si te quieren ver morir.
-Mal hayan mi padre y madre desde la hora en que nací.
20 -No los maldigas, traidora que tú lo has querido así.
Levántate, Magdalena que te quiero ver vestir.-
22 Puso saya sobre saya y un jugón de sangretil.
Su gargantilla encarnada para sus pechos gentil.
24 -Dí la confesión, traidora, que te quiero ayudar nella.-
Y al decir: señor, pequé... el corazón le atreviesa.

Buena parte del manojo de versiones que yo mismo recolecté o que me allegaron las buenas gentes del Romancero parece ceñirse por el cordel de un estribillo que anima el canto y que hace recaer el ritmo en la última -í con que remacha sus eslabones esta cadena de hemistiquios. Incluso las versiones catalanas, italianas y portuguesas acentúan invariablemente la cadena de sus eslabones con esa í que tiene su más cantarina expresión en la palabra candil, ausente de este texto zamorano pero muy presente en la mayor parte de las versiones de este romance que han llegado hasta nosotros siempre por tradición oral; ya que la historia no pareció merecer el aplauso de los recolectores que en los siglos XVI y XVII llenaron las prensas de la época con sus romanceros, silvas, flores, cancioneros...

La tradición romancística del lugar cacereño denominado Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz) ha conservado un espléndido texto de este Bernal Francés que, como el resto de las historias que allí se cantan, se bailaban en corros por tiempo de carnaval, cuando callaban las panderetas, el tamboril y la gaita; llamaban allí precisamente el corro del candil a nuestra historia(4). Incluso las versiones judeo-españolas que muy maltrechas han llegado hasta nosotros desde la otra esquina del Mediterráneo Oriental siguen dale y venga amatando el candil dorado de la protagonista, bella imagen de la muerte que en ella se anuncia:

Oyó un bate en la puerta -¿Quén es que bate y aquí?
2 -Yo soy yo el piligrino el que uso a vinir.-
Tomó candil d’oro en mano juntos se fueron a abrir
4 abrióle la media puerta y la media por abrir
tomóse mano con mano juntos se fueron a durmir
6 -Ca’ amanesca la mañana vos cortaré un buen vistir
vos cortaré gargantera que ya quisieye el visir.-.(5)

El motivo de la muerte como colofón de estos versos un tanto inconexos ya está presente en ese vos cortaré gargantera que pone el texto turco en relación directa con la gargantilla encarnada de la versión zamorana de suso y con la gargantilla colorada con que obsequia el ultrajado marido a la protagonista de la versión arroyana que ya hemos comentado. Esta delicadeza de que usa nuestro marido es otro motivo que adorna con frecuencia la poesía tradicional judeo-española, pues tropezamos con ella en otro romance que suele ser ejemplo del género llamado mujer adúltera. En la historia de Landarico, el rey turba la soledad de la reina que en su tocador sin duda aguarda la presencia de su amante; despechado, el marido parece dispuesto a perdonar cuando arteramente pronuncia aquello de:

El rey esvaneió su spada, la cabeza l’hay cortado
Ya te lo pedroní, reina, con un yerdán corelado (6).

Pero volvamos al canto, al estribillo y a las melodías con que se cantó y aún se canta La venganza del marido alboreando el siglo XXI. El estribillo zamorano doni ana - dona dé rompe taxativamente el ritmo de la í que la versión mantiene, salvo en dos momentos en que parece discurrir por un par de sinuosos meandros que en áe y éa (vs.8-9 y 24-25) quiebran el discurso de su fábula atrayendo aún más si cabe, por sorprendida, la atención del auditorio. Pero lo corriente es que estos estribillos se adhieran a la constante rima del romance con una fijeza tal que, a pesar de la dispersión geográfica de las versiones, un no sé qué de origen común se ventea al escucharlas.

Veamos un par de ejemplos extremeños:

-Abre María la puerta, la dini dana
abre, Mariquita, aquí, la dana y dí.(7)

-Abre la puerta, Emiliana la dini dana
-Ábrela tú, flor de alí, dana y dí.(8)

Y aún hay ecos de este refrán en áreas más distantes al antiguo dominio del leonés, como en la sierra madrileña:

-Levántate, Teresita, con la din dana
levántate, flor de lis, con la dina y din.(9)

En la tierra riojana, hasta hoy tan poco explorada:

-¿Quién es ese caballero, la dini dana
que a tu puerta llama a abrir? la dana din.(10)

-¿Quién es ese caballero, la dili dana
que a mi puerta ha dicho abrir? la nada din.(11)

Y aún tropezaremos con la cantinela en plena serranía de Cádiz:

Tran tran, que a la puerta llaman di, diana
tran tran, yo no puedo abrir di, diana, di.(12)

Lo cierto es que nuestro romance debió de adherirse a una música ya en boga que, por su estribillo en -í, fue anillo que se ajustó sin holgura a la métrica y asonancia del Bernal Francés. Este mecanismo de simbiosis fue harto frecuente hasta que la aparición de los medios técnicos facilitó enormemente la difusión y el aprendizaje de las melodías. Hasta bien entrado el siglo XX muchos pliegos de cordel se subtitulaban con esta apostilla: para cantar con la tonada de...

En la tradición judeo-española encontramos un caso muy semejante al de nuestro Bernal Francés: se trata de una versión de Las señas del esposo asonantada en í, como es frecuente en el área balcánica, que encontró el caracol donde instalarse en una canción turca con un estribillo de queja amorosa que nada tiene que ver con la trama del romance, si no es la í -acentuada- que comparte con ella. Veamos el ejemplo que procede de Esmirna:

Arbolera, arbolera arbolera tan gentil
la raíz tiene de oro, la simiente de marfil.
A, Ganem, dostum guideyim.(13)

Pero, ¿podremos saber algún día qué canción se ligó con la historia de nuestro Bernal Francés? He podido localizar al respecto unas cuantas referencias clásicas que voy a enumerar para su conocimiento; y el que más sepa que más diga.

Góngora publicó una letrilla sacra en 1609 en la que dice zoberana por soberana, imitando así, como era corriente en la época -como hizo Cervantes en su gitanilla- el habla ceceosa de los gitanos. He aquí la letrilla:

A la dina, dana dina, la dina dana,
vuelta, zoberana;
a la dina, dana dina, la dina dana,
mudanza divina.


Y al poco Lope, en La madre de la mejor (escrita entre 1610 y 1612), publica estos versos:

A la dana dina, a la dina dana,
a la dana dina, Señora Divina,
a la dina dana, Reina Soberana.


Y no contento con reutilizar aquí el manido estribillo, vuelve en Pastores de Belén (1612) a usar la glosa modificando el orden, pues los versos 3 y 4 pasan a ser el primero y segundo en estribillo independiente. Valdivieso, en La amistad en el peligro, vuelve al mismo lugar común:

A la dina dana, la linda gitana,
a la dana dina, la gitana linda.

En la Mojiganga de la gitanada, de hacia 1670, leemos:

Ahora llega una danza haciendo lazos de versos,
que vienen a servir, humilde, a tan soberano dueño.

Por no perder la costumbre del estilo pedigüeño
que acostumbran los gitanos vienen cantando estos versos:

A la dina dana, la dana dina,
canten y bailen las gitanillas.


Siguen luego haciendo unas mudanzas con pañuelos y bailan después un villano vuelto a lo divino con la siguiente copla:

Hoy al hombre se lo dan,
carne y sangre, vino y pan.
Las gitanas y gitanos
zapatean con las manos
y, son que el compás se pierda,
con la derecha y la izquierda,
y al son de aquestas tablillas,
hemos de hacer maravillas.

La fiesta terminaba bailando una chacona con castañetas.(14)

Como vemos, todo el siglo XVII está lleno de estas referencias a las canciones que los egipcianos hicieron famosas desde su llegada a España a fines del siglo XV, y que aún hoy perviven en manifestaciones como los balls de gitanes de Cataluña. No me parece arriesgado concluir que ese dí de las letrillas gitanas se complementó con la -í de nuestro romance, y en él encontró asiento duradero hasta nuestros días.

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NOTAS

(1) Véase los comentarios al romance de MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, en Romancero Hispánico. Ed. Espasa Calpe, Madrid 1968: Obras completas de... Tomo IX, vol. 1, pág. 361., entre otras citas. También en Flor Nueva de Romances Viejos, Col. Selecciones Austral, Nº 10, Ed. Espasa Calpe, Madrid 1980, pág. 123 y en Los romances de América y otros estudios Col. Austral, Nº 55, Ed. Espasa Calpe, 7ª edición, Madrid 1972, cap. La adúltera pág. 23.

(2) Véase al respecto la meritoria obra ETZION, Judith y WEICH-SAHAK, Susana: The Spanish and the Sephardic romances: musical links. En Ethnomusicology Ed. Tel-Aviv University, vol. 32 Nº 2 (Primavera-verano) 1988. Págs. 1-37.

(3) Versión cantada por Victoria Centeno Centeno, de 47 años de edad, natural de Doney de la Requejada (Zamora). Se grabó en Baracaldo (Vizcaya) el día 7 de Febrero de 1989 por J. M. Fraile Gil y Gustavo Cotera.

(4) En la impresionante audición de los discos que en España dejó Schindler (hoy, como tantas fuentes de nuestra memoria, reservada sólo a unos pocos) puede escucharse la voz de un hombre, probablemente un erudito local, que anuncia así el canto de nuestro romance: Corro del candil, Arroyo del Puerco, Cáceres, interpretado por la señorita Julia Payí, fiel intérprete de estos típicos corros arroyanos.

SCHINDLER, Kurt: Música y poesía popular de España y Portugal Centro de Cultura Tradicional, Diputación de Salamanca, 1991; Nº225. En la década de los cincuenta del siglo que acaba de finalizar, otro meritorio investigador, esta vez norteamericano, volvió a salvaguardar para nosotros un hermosísimo registro de nuestra historia que puede oírse en LOMA, Alan: Col. The storic series: World library of folk and primitive music vol. 4 , Spain. Cambridge. Massachusetts, 1999. Corte 15: Larín Larero. Y nuestro Bernal Francés volvió a grabarse en Arroyo para aparecer en un magnífico LP doble que tuve el honor de editar: Canciones y romances de Arroyo de la Luz (Cáceres) Ed. Saga. S.A. ref. VPD-1089/90, Madrid 1985, disco 2, cara A, corte 2. El texto de este romance se publicó también por GARCÍA REDONDO, Francisca: Cancionero Arroyano Ed. Insitución cultural El Brocense, Cáceres, 1981. Pág. 49, aparece con el título corro del larín larero.

(5) Versión cantada por Bienvenida Aguado, nacida en Chanakalé (Turquía). Fue grabada en Jerusalén en 1993 por S. Weich-Shahak, quien amablemente me cede la primicia de su publicación. Transcribo lo más literalmente que me es posible el habla de la señora Aguado, teniendo en cuenta que juntos debe leerse como yuntos, diferenciación que debería hacerse por acentos diacríticos sobre las consonantes. Los dos últimos hemistiquios dobles 6 y 7 aparecen en el canto de Bienvenida encabezando el texto; bajo mi criterio los he colocado al final, como desenlace de la historia, dado que para la propia informante la trama del romance no queda ya muy clara
(6) Versión de Sofia, Bulgaria, cantada por la señora Milka David y recogida por Susana Weich-Shahak a quien una vez más he de agradecer la cesión de sus materiales. La palabra yerdán es un préstamo turco que significa collar. Una reconstrucción de esta versión puede escucharse en Arboleras II, Ed. Saga S. A., ref KPD. 10.966, Madrid 1997. Corte 9.

(7) Versión cantada por Carmen Diosdado y su madre Juana Morales en Cañamero (Cáceres). Fue recogida durante el verano de 1983 por J. M. Fraile Gil.

(8) Versión de Madrigalejo (Cáceres) cantada por Sebastiana Lago García de 83 años de edad. Fue grabada en Parla (Madrid) el día 3 de Febrero de 2001 por J. M. Fraile Gil y M. León Fernández.

(9) Versión de Robregordo de la Sierra, publicada parcialmente por GARCÍA MATOS, Manuel: Cancionero popular de la provincia de Madrid. Ed. CSIC, Instituto de Musicología, Barcelona-Madrid 1951, Tomo I, pág. 97, Nº 180.

(10) Versión de Villamediana de Iregua (La Rioja) cantada por Ovidia Luezas Lapuente, de 81 años de edad, recogida en Logroño el día 6 de Agosto de 2001 por J. Asensio García, quien está realizando una revisión absoluta de la tradición oral en aquélla Comunidad cuyos resultados son más que sorprendentes.

(11) Versión de Muro de Aguas (La Rioja) cantada por Adela Pérez Ibáñez, de 62 años de edad. Fue grabada en Logroño el día 8 de Noviembre de 2000 por J. Asensio García.

(12) Versión de Arcos de la Frontera (Cádiz) cantada por José María Capote y Josefa Benot en Septiembre de 1982. Publicada por ATERO, Virtudes y PIÑERO, Pedro Romancerillo de Arcos pág. 68. Puede escucharse en el doble LP titulado Páginas inéditas del folklore español. Temas 1-8, El cancionero de Arcos de la Frontera patrocinado por el Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas, Ed. Dial Discos S. A., Madrid, 1983. Para las versiones andaluzas véase el estudio de ATERO, V. y PIÑERO, P. Bernal Francés, un tema renacentista en la tradición moderna Arcense. Homenaje al profesor Alonso Zamora Vicente. Ed. Castalia, Madrid.

(13) Versión procedente de Esmirna (Turquía) cantada por Rahel Altalef, fue grabada en Israel por Susana Weich-Shahak, quien amablemente me cedió su uso. Las palabras turcas, que sin duda proceden del estrato anterior de canción lírica que tuvo el romance, significan ¡Oh, mi alma, mi amigo, vámonos! Una reconstrucción puede escucharse en Arboleras II, Ed. Saga, S. A. Ref. KPD 10.966. Madrid 1997, corte 3.

(14) Aunque como en tantas otras bregas fue Cotarelo y Mori quien abrió brecha, tomo esta referencia de AA.VV: Historia del Flamenco. 2 vols. 1995. Obra dirigida por NAVARRO GARCÍA, José Luis y ROPERO NÚÑEZ, Miguel