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VI. Historia de Salamanca

Vicente de la Fuente


Encargado tiempo há de informar acerca de la Historia de Salamanca escrita por nuestro digno correspondiente D. Manuel Macías, no me ha sido posible cumplir con ese cometido como deseaba por atender á otras graves y perentorias ocupaciones, pues por lo demás, la obra es tal, por fortuna, que bien merece el favor de la Academia, sin necesidad de un minucioso examen.

Afortunada ha sido en este punto la ciudad célebre é ilustre que, por tener su Universidad afamada y sus insignes y opulentos colegios, mereció ser llamada la Atenas española. Escribió su historia en el siglo XVII el cronista Gil González Dávila. El maestro Chacón la de su Universidad. Continuó y amplió la de la ciudad y sus linajes en el siglo pasado el cura D. Bernardo Dorado.

El célebre literato y dignísimo correspondiente D. José María Quadrado escribió una bellísima descripción, que ilustró Parcerisa, en sus Recuerdos y bellezas de España.

Nuestro no menos digno correspondiente D. Modesto Falcón publicó una bellísima descripción de sus edificios más célebres y monumentales, que muchos quedan por fortuna, aunque quizá otros tantos han demolido la codicia y el fanatismo impío, que á veces raya en la barbarie. Su curioso fuero moderno dado por

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Alfonso IX publicó nuestro malogrado correspondiente Sánchez Ruano, aunque por desgracia valiéndose de una mala copia, que puede rectificarse por la de esta Academia, y convendría se hiciera.

En pos de estos viene el Sr. Villar á honrar á su patria con una nueva y bella Historia, que bien lo merece. Consta de tres abultados tomos, de unas 500 páginas cada uno en buen papel, limpios y elegantes tipos, avalorados con el mérito de servir en una imprenta de la misma población, lo cual siempre es recomendable en obras de esta índole, pues indica el estado de su cultura en los adelantos de la tipografía por los países historiados.

La obra va dedicada á la Excma. Diputación provincial. Como no se ha remitido el expediente por la Dirección, ignora el que suscribe si se ha cumplido con lo dispuesto en la legislación vigente sobre subvenciones, pues aquella Diputación tiene fama de rica, ilustrada y generosa.

El Sr. Villar, siguiendo una moda, que ya va cayendo en ridículo, principia su historia por la prehistoria, como todas las historias y corografías antiguas principiaban por Adán, el Diluvio y la venida de Túbal. Ahora ya se han jubilado (al menos por ahora) esas noticias, que volverán á estar de moda cuando les toque su turno. El Sr. Villar duda si los primeros pobladores de Salamanca vinieron de las playas del Mediodía ó por el Norte, y habla con este motivo del tiro del puente, que nada tiene de prehistórico. Todas estas lucubraciones paleontológicas terminan generalmente en las historias modernas por decir, si no por lo claro por lo turbio, lo de Argensola:


   «Y en este valle y líquida laguna,
si he de decir verdad como hombre honrado,
jamás me sucedió cosa ninguna.»



El tomo primero avanza hasta principios del siglo XV en cuatro libros.

El segundo los siglos XV y XVI hasta la muerte de Felipe III, en tres.



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El tercero comprende desde fines del siglo XVII hasta fines de la guerra de la Independencia en unas 300 páginas y dos libros.

En este tercer tomo el historiador marcha con excesiva rapidez. Al siglo XVIII, que es el libro VIII, apenas le da 100 páginas, destinando el resto á biografías de hijos célebres.

La guerra de la Independencia hasta los sucesos de 1820 ocupan unas 40 páginas. Desde la 300 hasta la 470 la historia se reduce á un amontonamiento de hechos, fechas, fundaciones, biografías, toros y teatro. Al escritor le sucedía lo que á muchos: al fin de la jornada llegaba cansado. Quizá para los sucesos contemporáneos es lo mejor.

Al final de cada uno de los nueve libros en que el autor divide su Historia insértase un catálogo de apéndices curiosos, con algunos documentos, no muchos por cierto, catálogos de los Obispos y Corregidores y otros asuntos curiosos, cuya intercalación podía hacer pesada la marcha de la Historia.

Las notas y referencias son copiosas, y esto al par que denota laboriosidad del autor alivia su trabajo y las pruebas de sus asertos, indicando donde podrán ser halladas; y siquiera el que suscribe no siempre esté de acuerdo con aquellos, ni sean idénticas las apreciaciones, con todo, no son de aquellos lunares que llegan á borrones, ni menos á manchas.

En resumen, la obra es de mérito y acredita al autor, como á la Academia que le tiene por Correspondiente, como á los otros historiógrafos de Salamanca; y á la verdad place que al escribir estos libros se halle la Academia con la satisfacción de que ya de antemano había apreciado el mérito de los autores.

Puede por tanto decirse á la Dirección de Instrucción pública que la Historia de Salamanca escrita por D. M. Villar y Macías no es original en el sentido estricto de la palabra, ni es posible que lo sea, después de haberla ilustrado escritores tan notables como Gil González Dávila, Dorado, Quadrado (D. José María), Falcón y otros, que en libros y monografías han escrito acerca de su célebre Universidad y Colegios y conventos; de Colón, de Fr. Luís de León y otros sujetos que tuvieron aquella ciudad por teatro de sus controversias y vicisitudes, no todas halagüeñas. Pero tiene originalidad en la forma clásica y concreta con que

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procede, resumiendo y recapitulando los sucesos con acierto y buen golpe de vista, imparcialidad, erudición y criterio; de todo lo cual se deduce el relevante mérito en su género y su utilidad en las Bibliotecas, según el recto y usual criterio de la Academia con otras obras de la misma índole.

La Academia ignora si ha sido ya subvencionada, y por ese motivo nada dice acerca de los demás puntos de que trata la legislación vigente.

La forma de la obra es elegante, el papel y tipos excelentes, y como esta clase de obras suelen tener poco atractivo fuera de la localidad, difícilmente podrá indemnizarse el autor de los dispendios de su publicación. En las bibliotecas populares podrá ser su lectura no solamente útil, sino también amena é instructiva, sirviendo quizá de modelo y estímulo para escribir otras de este linaje.

La Academia, sin embargo, dispondrá como siempre lo más acertado.

Madrid, 25 de Febrero de 1888.

Vicente de la Fuente.



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