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ArribaAbajoCanto VI

El Jardín de Dragontina57




    Fazañas valerosas que el divino
premio alcanzaron de inmortal memoria,
recuerdan en papel y en pergamino  3915
ya la moderna y ya la antigua historia.
Héroes por este y por aquel camino
innumerables hubo, que la gloria
anteponiendo al ocio y los regalos,
cogieron palmas y llevaron palos.  3920
   ¿Quién los trabajes no escuchó de Alcides?
¿Quién de Jasón, Belerofonte y Baco
no oyó cantar las memorables lides,
y del que la alta Troya metió a saco?
Pero perdonen cuantos adalides  3925
hubo, y el mismo matador de Caco,
si digo que va errado el que pensare
que alguno al conde Orlando se equipare.
   Dirán que juzgo a usanza de poeta,
y que arrimo la brasa a mi sardina;  3930
—416→
mas en las dotes de virtud perfeta,
brío que los peligros no examina,
valentía que todo lo sujeta,
constancia heroica, ¿quién se le avecina?
Los hechos hablen, si es que son los hechos  3935
lo que acrisola generosos pechos.
   Nadie al mundo purgó de monstruo tanto;
no Hércules, no Cadmo, no Teseo;
lustre a su patria, a lo demás dio espanto,
y de paganos empachó al Leteo.  3940
Y no hay que dar en si hubo o no hubo encanto
por deslucir algún marcial trofeo,
sí, que de la mismísima manera
que Orlando, invulnerable Aquiles era.
   Y no por eso, o porque el dios Vulcano  3945
las armas le forjase, o porque a Juno,
Palas y Tetis tuvo siempre a mano,
sufrió su fama detrimento alguno;
ni la del pío capitán troyano
por el favor de Venus y Neptuno,  3950
o por aquel arnés, no menos fino,
que del yunque vulcánico le vino.
   Mas las comparaciones son odiosas.
Así que, a mi propósito tornando,
digo que de las más dificultosas  3955
empresas que arrostró en su vida Orlando,
es una la presente, y de dos cosas
que admiro en ella, estoy considerando
cuál le valiese más, y no lo puedo
dirimir; la fortuna, o el denuedo.  3960
—417→
   Salta el osado caballero al puente,
y levanta la clava Zambardino;
mas Roldán esquivó ligeramente
el bastonazo que de arriba vino,
y en la muñeca diestra a manteniente  3965
da un golpe a Zambardín con tanto tino,
que de sentido la dejó privada,
y del bastón tremendo desarmada.
   Pues el follón, que vio la clava en tierra,
de apelar a la red casi trataba;  3970
mas, recobrado, el corvo alfanje afierra,
y arremete al sin par Conde de Brava.
Y no penséis que este otro golpe yerra,
como el antecedente de la clava;
que sobre el bozo se lo asienta. Dando  3975
traspiés por poco al suelo viene Orlando.
   ¡Válame Dios! ¿Y quién dirá el enojo,
la rabia que del Conde se apodera?
Blanca tiene la cara y bizco un ojo;
¡pobre gigante! es menester que muera.  3980
Ondea Durindana cual si flojo
mimbre, o cual si flexible caña fuera;
huye silbando el aire, y al empuje
de la empinada planta el puente cruje.
   Más blandamente que una hoz la espiga,  3985
la espada el tahalí primero taja;
la loriga tras él; tras la loriga
una de azófar tres-doblada faja,
y últimamente encuentra la barriga,
—418→
donde unos cuatro dedos se le encaja;  3990
y pasara tal vez más adelante,
a no caer de espaldas el gigante,
   O miedo fuese, o súbito accidente,
se le paró la faz como de cera,
la nariz fría, el pulso intercadente;  3995
y se estiró, cual si difunto fuera;
pero el bastón cobrando de repente,
al buen Roldán, que lance tal no espera,
un latigazo da, con que le trajo
envuelto en las cadenas boca abajo.  4000
   Espada, porra, escudo, echando fuera,
que ya servirles pueden poco o nada,
comienza entre los dos la pelotera
más extraña que vista fue o pensada.
El Conde asió al jayán de la gorguera,  4005
y le rompió la sien de una puñada;
mas abrázale el otro fuertemente,
cárgale y a arrojarle va del puente.
   Roldán, que la intención le ha conocido,
el brazo, cuanto puede más, levanta;  4010
y dale otra puñada que el sentido
le enturbia y la cabeza la ataranta;
suelta la presa, y cae con tal rüido
que parece que el puente hunde y quebranta;
pero acorrióle el diablo, porque luego  4015
vuelve en sí, y con la clava torna al juego.
Roldán también la espada ha recobrado,
y renueva la lid de buena gana;
—419→
bien es verdad que semejaba al lado
de aquel gigante una figura enana;  4020
pero creciendo a brincos otro estado.
esgrime tan de cerca a Durindana,
que poco espacio a Zambardino queda
en donde rodear la clava pueda.
Valerse quiso, pues, de cierta traza:  4025
arranca en aparente fuga, y cuando
piensa tener lugar, vibra la maza
creyendo hallar desprevenido a Orlando.
El caballero, que le daba caza,
y las cadenas vio venir zumbando,  4030
salta (que otro recurso allí no mira)
sobre la maza y un mandoble tira.
   En dos la dividió, y a Zambardino
sólo un pedazo deja trunco y breve.
Ahora a Trivigante y Apolino  4035
el pobre diablo encomendarse debe;
sin maza y sin alfanje, no hay camino
de que ventaja en esta lidia lleve;
y Durindana, según ve, no escampa;
no tiene otro recurso que la trampa.  4040
   Dale un revés Roldán enfurecido,
que entrando en un cuadril le lleva el anca,
De un hilo el tronco le quedó prendido,
y ya siente que el alma se le arranca.
Viendo, pues, el negocio conclüido,  4045
al tiempo de caer, con una zanca
toca el oculto muelle; el muelle escapa;
dispárase la red, y al Conde atrapa.
—420→
   Con tanta furia sobre el Conde vino
que a cuatro pasos le aventó la espada;  4050
y en el mismo momento Zambardino
el ánima exhaló descomulgada.
Contra la red bregaba el paladino,
jurando que la chanza era pesada;
y cuanto más forceja y brega y jura,  4055
se le hace la prisión más recia y dura.
   Medroso es el lugar y solitario;
alma no ve que por allí transite;
y así prestar paciencia es necesario,
pues nadie le ha de oír por más que grite.  4060
Tomara a buen partido que el contrario
viviese, y ruega a Dios le resucite.
Ni el más leve rumor se percibía
en todo el campo. Orlando pasa el día;
   Pasa la noche en la prisión estrecha;  4065
fallece la esperanza, el hambre apura.
Como la vista a todas partes echa,
a un hombre ve, que por la selva oscura,
en túnica de toscas pieles hecha,
con barba que le llega a la cintura,  4070
de tal blancor que al de la nieve excede,
corriendo va cuan presuroso puede.
   «¡Favor!, ¡favor!, exclama, Padre mío;
favorecedme, que gran cuita paso».
La señal de la cruz el hombre pío  4075
hízose, temeroso de mal caso.
Vio sobre el puente el gran cadáver frío,
y estuvo por volver atrás el paso;
llega y ofrece a Orlando cuanto quiera
espiritual socorro antes que muera.  4080
—421→
   «Empuñad esa espada, dice el Conde,
y dad en estos lazos con denuedo».
«¡Santa María!, el otro le responde,
¡no lo permita Dios! Matarte puedo;
hace Patillas de las suyas donde  4085
menos se piensa, y si te mato, quedo
irregular». El Conde al hermitaño
replica que no tema hacerle daño;
   Pues ya le ve que está muy bien armado,
y a más impenetrable tiene el cuero.  4090
Tanto le ha dicho y tanto le ha rogado,
que al fin, por contentar al caballero,
del suelo a gran fatiga ha levantado
la espada con entrambas manos; pero
por más que dio en la red de punta y filo,  4095
no pudo en ella falsear un hilo.
   Aburrido de ver que no la corta,
suelta la espada, y con semblante humano
al mísero Roldán consuela, exhorta,
asístele a morir como cristiano.  4100
«Hijo, salvar el alma es lo que importa;
no te fatigues por el cuerpo en vano;
a ser vas por este áspero sendero
de la milicia eterna caballero».
   Tras esto a Dios bendice, que así quiere  4105
hacerle digno de su reino eterno,
y mil casos de santos le refiere,
probando con lo antiguo y lo moderno,
que sólo rompe aquel que en gracia muere
las redes de la carne y del infierno.  4110
—422→
El Senador romano, que no gasta
mucha paciencia, dice: «Padre, basta;
   «¡Basta por Dios! Maldito el diablo sea
que no me trajo un ganapán fornido
en vez de este vejete que chochea,  4115
y no me da la ayuda que le pido».
«¡Ay! dice el Monje; ¿así tu fe flaquea?
¿así el malo te ciega, empedernido
pecador, que antepones a la palma
celeste el polvo vil, y el cuerpo a el alma?  4120
   «Muestras ser caballero de excelencia,
y ¿a tal punto la vida te aficiona?
Sabe que la Divina Providencia
al que confía en ella no abandona;
cual lo ha probado hoy mismo la experiencia  4125
en la que ves aquí flaca persona,
caduca, inútil, achacosa, inerte,
que ni valerse puede ni valerte.
   «Yo, señor, y dos monjes más, salimos
de Armenia el mes pasado en romería;  4130
y como nos perdiésemos, hubimos
de aportar, no sé cómo, a Circasía.
Ayer mañana en esta selva dimos,
cuando el más joven de los tres, que iría
como unos veinte pasos adelante,  4135
vuelve trémulo, pálido, anhelante.
   «Y vemos que de un páramo eminente
baja un vestiglo horrible, agigantado,
con sólo un ojo en medio de la frente,
grande, y como una brasa colorado.  4140
—423→
¡Misericordia!, todos juntamente
clamamos, y a los pies de aquel malvado
caímos medio muertos; él nos lleva
cargándonos en brazos, a una cueva.
   «Allí con estos ojos la infelice  4145
muerte... ¡qué muerte, San Antón bendito!
No pienses que le cueza o descuartice;
vivo devora al joven hermanito;
y vuelto a mí, para esas carnes, dice,
es preciso tener más apetito.  4150
Llevónos a la boca de un hediondo
báratro; a puntapiés nos echó al fondo.
   «No te sabré decir de qué manera
pude llegar de aquella sima al centro;
pero al Señor rogué que me acorriera,  4155
y presto me acorrió; porque allá dentro,
a la pálida luz de una tronera,
una nudosa vid acaso encuentro,
que de lánguidos pámpanos el hondo
cementerio tapiza; allí me escondo.  4160
   «Y apenas vi ocasión, de nudo en nudo
trepo calladamente; y por el abra
que poco a poco a guisa de un embudo
se ensancha...». No hubo dicho esta palabra,
cuando suspenso queda, absorto y mudo,  4165
—424→
y luego echó a correr como una cabra,
«Éste, diciendo, éste es el monstruo fiero»;
y a la vecina selva huye ligero.
   Huye ligero, sin volver la cara,
hasta esconderse en el follaje umbroso.  4170
El jayán sube al puente, y allí para,
en torno echando el ojo sanguinoso;
alta la jeta y de una forma rara,
con un par de colmillos horroroso;
y de grumos de sangre, seca apenas,  4175
las engrifadas barbas tiene llenas.
   Llégase al Conde, y de este y de aquel lado
volviéndole, «¡Oh qué gorda palomilla!,
dice, ¡oh qué gazapillo delicado!
Tendrá el riñón cubierto a maravilla;  4180
ha de ser sabrosísimo bocado,
si le relleno y le aso a la parrilla».
Cargar con él, diciendo así, pretende;
mas la trabada red se lo defiende.
   En esto, aquel grande ojo volteando,  4185
a Durindana vio; suelta la maza,
la espada toma, y en las mallas dando,
las rompe poco a poco y despedaza;
todo se cimbra y se contuerce Orlando,
cual malhechor que azotan en la plaza,  4190
y como un toro que agarrochan, muge;
bajo los golpes la armadura cruje.
—425→
   Más no brinca un león que desgarrada
ha dejado la trampa a diente y uña,
como él brincó; y estando sin espada  4195
la maza del jayán resuelto empuña.
Mucho se escandaliza el camarada
de verlo, y entre dientes refunfuña,
teniendo a gran ofensa y desacato
que piense resistirle un mentecato.  4200
   Armas diversas cada cual ensaya
de las que a ejercitar hubo aprendido;
la clava el Conde, que era un tronco de haya,
manejando brïoso y atrevido,
tener procura al enemigo a raya;  4205
y en manos del ciclope enfurecido
apenas verse Durindana deja,
y en el aire un relámpago semeja.
   Por más porrazos que Roldán redoble,
encuentra siempre la invencible espada;  4210
y siendo el monstruo de estatura doble,
aun con aquel bastón desesperada
cosa fuera llegarle a parte noble.
Pero tuvo una gran corazonada:
mira el de Zambardino, el suyo bota,  4215
y de aquel otro arranca una pelota.
   De Zambardín la clava, como dije
en otra parte, tres pelotas tuvo;
de éstas la que creyó más gorda, elige
Roldán, y desganchado que la hubo,  4220
—426→
al ojo del ciclope la dirige
y parece que el tiro haciendo estuvo
un cuarto de hora, pues de aquella herida
le rompió el ojo y le quitó la vida.
   Orlando a Dios las gracias retribuye;  4225
y cátate que vuelve el hermitaño.
Aun muerto el monstruo tal pavor le influye,
que torna arredro, recelando engaño;
acércase otra vez, y otra vez huye;
y así se hubiera estado todo el año,  4230
si rïendo Roldán no le llamara,
y le mostrase la difunta cara.
   Al conde dice: «¡Insigne caballero,
que favor tanto al cielo mereciste!
Suplícote, y si cabe, te requiero  4235
vayas y a los que encierra aquella triste
mazmorra des la libertad. Yo espero
poder guïarte allá, si Dios me asiste;
pero si más jayanes hay, te digo
que solo vas; no hay que contar conmigo».  4240
   A la caverna fue guïado el Conde,
y desde afuera a los cautivos grita.
Con doloridos ayes le responde
la pobre gente que en su centro habita.
Bajo un peñasco el boquerón se esconde,  4245
y el removerlo esfuerzo necesita
—427→
más que mortal; del uno al otro lado
lo tiene una cadena asegurado.
   ¡Oh Conde! ¡Oh diestra invicta! No hay terrena
cosa que a tu pujanza no sucumba.  4250
De un tirón hace trizas la cadena;
empuja el gran peñasco y lo derrumba;
vuelve la luz a los que en sombra y pena
guardaba esta de vivos honda tumba.
Todos besan la mano al paladino,  4255
y toma cada uno su camino.
Roldán a Brilladoro cabalgando
llegó, no sé si con feliz estrella,
a cierta encrucijada, y meditando
por qué rumbo camine, hace alto en ella.  4260
Fortuna caprichosa, enderezando
sus pasos hacia Angélica la bella,
al verle tanto en elegir confuso,
un mensajero allí traer dispuso.
   «¿A dónde bueno?», el Conde le demanda.  4265
«De Albraca vengo, y voy a Circasía,
responde el caminante, que me manda
en busca de socorro el ama mía,
contra la cual poderes grandes anda
juntando ahora el Kan de Tartaría,  4270
que da en amarla con amor tan fuerte
como ella le odia, que es a par de muerte.
—428→
   «El padre de la niña, Galafrón,
como prudente príncipe y sagaz,
y que no gusta de tener cuestión  4275
con el tal Kan, que es hombre contumaz,
querría, o con razón o sin razón,
que se casara y le dejase en paz;
pero entre éstas y esotras la liviana
niña se fue de casa una mañana.  4280
   «Por último, en la Albraca se ha metido,
plaza famosa, bien fortificada,
que del Catay, su patrio imperio y nido,
poco más distará de una jornada.
Angélica es su nombre, conocido  4285
de polo a polo por estar dotada
de hermosura divina, que sin duda
hará venir el mundo a darle ayuda».
   Orlando, que la cuenta al fin por suya,
pues de ser la que busca está seguro,  4290
todo es contento, júbilo, aleluya.
Cabalgando a lo claro y a lo oscuro,
rodeaba un peinado monte, a cuya
falda un raudal se ve sonante y puro,
y una marmórea puente en él, y en ella  4295
con una copa en mano una doncella.
—429→
   La cual se inclina al Senador romano,
y así le dice en acto reverente:
«¡Oh caballero, en quien se dan la mano,
si tu gentil presencia no me miente,  4300
lo valeroso y lo cortés y humano!
Fresco licor de cristalina fuente
a gustar te convido en este vaso;
si lo rehusas, te es vedado el paso.
   «Hereditaria usanza y pleitesía  4305
sólo pasar permite al que lo pruebe».
Orlando, que lo tiene a cortesía,
le da las gracias, toma el vaso y bebe.
Pero no bien aquel brebaje enfría
el seco labio, el alma se conmueve  4310
toda del paladín; nada concibe
de lo pasado; nueva vida vive.
   No se le acuerda si es o no es Orlando,
ni sabe si tal Francia hay en el mundo,
ni dónde está, ni cómo vino o cuándo;  4315
su amor de ayer olvido es hoy profundo.
—430→
Iba de diestro a Brillador llevando
la ninfa; al paladín meditabundo,
o estúpido más bien, el frontispicio
aparece de espléndido edificio.  4320
   Tiéndense al derredor ledos vergeles,
que jamás entristece helada bruma;
alternan con las palmas los laureles,
y a la vid su purpúrea carga abruma;
asoman entre rosas y claveles  4325
cárdeno lirio y pálida ariruma;
y en el ambiente embalsamado el alma
bebe serena paz y dulce calma.
   Jamás allí pesar, jamás cuidado,
ansia, temor, los corazones lima,  4330
ni del fastidio el enojoso estado
que la felicidad miseria estima;
contento cada cual y bien hallado
goza de aquel jardín la copia opima,
—431→
sin que secreto sinsabor le asalte  4335
de que a su dicha cosa alguna falte.
   Ni arquitecto jamás greciano o moro
fábrica diseñó tan elegante,
como en la que, oprimiendo a Brilladoro,
entra el fuera de sí señor de Anglante;  4340
bellos follajes y arabescos de oro
ostenta sobre el mármol rutilante
cada columna y arquitrabe y friso;
y escaqueado jaspe forma el piso.
   Orlando se apeó de Brilladoro,  4345
que la dama llevaba de la brida;
y viendo a poco trecho un ledo coro
de ninfas, agregóse a la partida;
de canto y danzas el rumor sonoro
a placer y deporte le convida.  4350
Mas de volver es hora, que ya escaso
me viene el tiempo, al noble rey Gradaso.
—432→
   Con el arnés que de Sansón fue un día,
altivo el paso y la actitud gallarda,
al sitio marcha en que lidiar debía,  4355
y a su rival tranquilamente aguarda.
Las diez, las once son, ya es mediodía;
mucho el barón de Montalbano tarda.
Podéis pensar si tiempo largo espera
a quien va tantas millas mar afuera.  4360
   Viendo que su contrario no ha llegado,
y de luces el cielo se tachona,
de verse así tratar vuelve indignado
al campo, y a la ira se abandona.
¿Pues qué hará Ricardeto desgraciado  4365
que oye el cántico ya que el gallo entona,
y qué sea de Reinaldos no adivina?
Tanto tardar le dio muy mala espina.
   Mas no tanto le aqueja el sentimiento,
que no haga en tal conflicto lo que debe;  4370
—433→
manda a todo el cristiano campamento
que a dar la vuelta se disponga en breve;
y cumplida la orden fue al momento,
y todo, antes que raye el sol, se mueve,
sin que sospeche el rey Marsilio nada,  4375
cuya hueste a gran trecho está acampada.
   Cabalga Ricardeto dolorido,
llevando a Carlomagno la almofalla;
Gradaso, avinagrado, embravecido,
pone su gente en orden de batalla;  4380
y el mísero Marsilio, que ha perdido
la flor de sus guerreros, teme y calla;
creyendo que le plantan sus aliados,
mesábase las barbas a puñados.
   Abominando del francés linaje,  4385
viene y se echa a los pies del Sericano,
y le pondera el recibido ultraje,
y a los ausentes carga bien la mano;
obediencia le jura y vasallaje,
y en conclusión, el rey Zaragozano  4390
y el del Oriente hicieron alïanza,
y en buena se trocó la malandanza.
   Su hueste Ricardeto ha conducido,
y hace en París la cosa manifiesta.
Levántase en la corte gran rüido,  4395
toda en extrañas confusiones puesta.
Dicen los maganceses al oído:
«Huele a traición a tiro de ballesta».
Ni aun los amigos de Reinaldos hallan
cómo abonarle, y de corridos callan.  4400
   Mientras a dobles marchas las legiones
caminan a París del rey Gradaso,
Carlos convoca pares y barones
para tratar de lo que pide el caso.
—434→
Previenen torres, fosos, bastïones,  4405
y en derredor se deja el campo raso.
Súbitamente un atalaya avisa
que la enemiga hueste se divisa.
   Dan las campanas grandes badajadas;
el pueblo grita, alármase la tierra;  4410
ondean las banderas desplegadas;
suenan los instrumentos de la guerra;
las gentes corren por la calle armadas;
la puerta del alcázar se abre y cierra.
Mándase a Urgel Danés que al campo saque  4415
la primer banda, y dé el primer ataque.
   Gradaso la gentuza sarracina
en cinco divisiones acomoda;
es india la primera y abisina;
está tiznada como el diablo toda;  4420
a mandarlas dos príncipes destina;
Urnaso el uno, el otro era Grancoda;
el cual Urnaso ciertos dardos lleva,
de cuyas puntas no hay loriga a prueba.
   A Berra la segunda escuadra toca,  4425
que, como un jabalí, tiene la cara;
sálenle dos colmillos de la boca,
largos como la sesma de una vara;
y le acompaña el negro Brutarroca,
que alabardas gordísimas dispara  4430
con un grande arco que dos brazas mide;
a la Etiopía asiática preside.
   Sigue la escuadra del gigante Alfrera;
la cuarta es de Marsilio y española;
y rige el rey Gradaso la postrera,  4435
que de sus sericanos era sola;
—435→
gente bizarra, impávida, guerrera,
que azules estandartes enarbola.
Principia la función. Hacia el monarca
Grancoda aguija, Urgel de Dinamarca.  4440
   Es de doce mil hombres la brigada
de Urgel Danés; lozana tropa y bella,
que del Norte en las nieves engendrada
cuanto encuentra baraja y atropella.
Dando a su dromedario una pinchada,  4445
el rey Grancoda se arrojó sobre ella;
pero el Danés arrepentir le ha hecho,
metiéndole la lanza por el pecho.
   Tenerse en los estribos no le vale,
que se enflaquece todo y se marchita;  4450
fuerza es que caiga y que la vida exhale
entre la negra sangre que vomita.
Mas, contra Urgel, Urnaso al medio sale,
y con soberbia y cólera infinita
le tira un dardo; pasa el dardo esquivo  4455
escudo y peto, y llégale a lo vivo.
   Arremete el Danés con ciego arrojo;
y tírale el follón, que alerta estaba,
segundo dardo, que de sangre rojo
en el hombro siniestro se le clava.  4460
—436→
«Pagármela has, bergante, si te cojo»,
Urgel, bramando de dolor, gritaba.
Urnaso, al verle cerca, no se empacha;
bota los dardos y enarbola el hacha.
    Y no me causa el hacha tanto miedo  4465
como el caballo, que cabalga Urnaso,
que tiene un asta, a que no falta un dedo
para una vara, y temo andar escaso.
Mas la medida yo del canto excedo,
y tal vez a enfadaros me propaso;  4470
cumple ensayar más alto contrapunto,
para el que sigue serio y grande asunto.

  —437→     -[415]-  

3913-3915:



   Ejemplos de valor, a que el Destino
   concedió el premio de inmortal memoria,
   conservan en papel y en pergamino

3927-3928:



   si digo, que va errado el que conceda
   que alguno a   -[416]-   Orlando equipararse pueda

3931:



   pero en las dotes de virtud perfeta

3933 B y C:



   alto valor que todo lo sujeta

3935:



   Los hechos hablen, ya que son los hechos

3941 C:



   Ni hay que insistir si hubo o no hubo encanto

B y C:



   Ni hay que tratar de si hubo o no hubo encanto

3951 C:



   ni por aquel arnés, no menos fino,

3952:



   que de la propia fábrica le vino

3959:



   cuál fuese la mayor, y no lo puedo

  -[417]-  

3962-3964:



   y levanta la porra Zambardino;
   mas Orlando esquivó ligeramente
   el recio golpe que de arriba vino


   el gran porrazo que de arriba vino

3968 B y C:



   Pues el jayán que ve la clava en tierra

3981-3984 B y C:



   Cual si de cuero fuese o mimbre flojo,
   se cimbra Durindana toda entera,
   y ondea bajo el brazo que la esgrime.
   El puente se estremece; el aire gime.


   Retumba el ancho puente; el aire gime

3988:



   una de acero tres-doblada faja,

C:



   una de hierro tres-doblada faja,

  -[418]-  

3990:



   donde una buena tercia se le encaja;

3995:

3992 B y C:



   la nariz fría, el pulso intermitente;

3997:



   mas el bastón tomando de repente

4001-4002:



   Comienza entre los dos la pelotera
   más extraña que vista fue o pasada

4003-4004 B y C:



   el Conde asió al jayán de la babera,
   y diole con la diestra una puñada;

4008:



   álzale, y a arrojarle va del puente.

4012 B y C:



   le quita y la cabeza le ataranta

4016:



   vuelve en sí, y con la maza torna al juego

  -[419]-  

4026:



   echó a correr, como en huída; y cuando

C:



   dase a correr, como en huída; y cuando

4026 B y C:



   pensó tener lugar, vibró la maza

4031:



   salta (que otro remedio allí no mira)

4041-4048:



   Dale un revés Roldán enfurecido,
   que entrando en el cuadril le llega al anca.
   De un hilo solamente está prendido;
   la piel, como un papel, se ha puesto blanca.
   Pero el bribón, que muerto se ha sentido,
   al tiempo de caer, con una zanca
   tira el oculto muelle; el muelle escapa;
   dispárase la red, y al Conde atrapa.

  -[420]-  

4052:



   el ánima arrojó descomulgada,


   el ánima exhaló desaforada.


   el ánima exhaló desesperada.

4058:



   hombre no ve que por allí transite;

4066:



   fallece la esperanza, el hambre crece.

4068-4070:



   divisa a un hombre entre la selva oscura,
   que en túnica de toscas pieles hecha,
   y barba que le llega a la cintura,

  -[421]-  

4081:



   «Toma aquesa espada, dice el Conde,

4083:



   «¡Jesús!, el hermitaño le responde;

4092:



   que al fin, por libertar al prisionero,

4095-4096:



   por más que da en la red, no ya rompella,
   un rasguño no pudo hacer en ella.

4098:



   tira la espada y con semblante humano

4100:



   aliéntale a morir como cristiano

4106:



   hacernos dignos de su reino eterno,

  -[422]-  

4111:



   el enredado Conde, que no gasta

4113:



   «¡Basta por Dios!; maldito el barro sea

4115:



   no este viejo caduco, que chochea».

4117-4118:



   «¡Ay de ti!, dice el santo, ánima rea.
   Ciego te tiene el diablo, empedernido

4126-4127:



   de la que ves en mí flaca persona,
   endeble, inútil, achacosa, inerte,

4136:



   vuelve azorado, pálido, anhelante.

4138:



   baja un jayán feroz, desaforado,
   baja un monstruo horroroso, agigantado,

  -[423]-  

4142:



   dijimos, y a los pies de aquel malvado

4145-4152:



   «Allí con estos ojos, ¡oh infelice!
   vi... ¡qué abominación, Jesús bendito!...
   No pienses que le cueza o descuartice,
   crudo devora, al pobre frailecito

V    y vuelto a mí, para esas carnes, dice,
   es preciso tener más apetito.
   Y luego a puntapiés aquella bruta
   fiera me arroja al fondo de la gruta.

iv



crudo devora al joven frailecito

vii-viii



Y luego que esto dijo, aquella bruta
fiera me arroja al fondo de la gruta.

Habiendo dicho así, de aquel hediondo
báratro, a puntapiés nos echa al fondo.

4153-4155:



   Rodé cuarenta pies de esta manera,
   hasta llegar de aquella sima al centro.
   Humilde rogué a Dios, que me acorriera;

4159-4160:



   que de lánguidos pámpanos el fondo
   tapiza de la gruta: allí me escondo;

  -[424]-  

4167:



   «Éste es, gritando, éste es el monstruo fiero»;


   «Ése, gritando, ése es el monstruo fiero»;

4169-4170:



   Vuela el santo varón como una tara
   y desparece entre el follaje umbroso

4172-4173:



   girando en torno el ojo sanguinoso.
   Alta la jeta y lívida la cara

4178:



   volviéndolo, «¡Oh qué gordo pajarillo!,

4182:



   si le relleno y aso a la parrilla

4185:



   mas la acerada red se lo defiende

4188:



   las rompe prontamente y despedaza

4191-4192:



   bajo los golpes que recibe cruje,
   y, como un toro agarrochado, muge.

  -[425]-  

4199:



   pues tiene a impertinencia y desacato

4201:



   Diversas armas cada cual ensaya

4204:



   calando presuroso y atrevido

4208:



que en el aire un relámpago semeja

4209-4213:



   Por más que el paladín golpes redoble,
   lo que gana con eso es poco o nada,
   que en estatura el monstruo es más que doble,
   y con aquel bastón casi es negada
   el poderle llegar a parte noble

4217-4221:



   De Zambardín la porra, como dije
   en otra parte, seis pelotas tuvo.
   La que por más pesada el conde elige
   toma; y desenganchado que la hubo
-[426]-
   De ellas la más pesada y gorda elige
   Roldán y desprendido que la hubo
   al ojo del gigante la dirige

4226:



   y cata aquí que vuelve el hermitaño

4232-4240:



   y aún tiembla al ver la yerta cara.
   Al Conde dice: «¡Oh noble caballero,
   que favor tanto al cielo mereciste!
   Por quien Dios es, te pido y te requiero,
   vayas a libertar de aquella triste
   mazmorra los cautivos, que yo espero
   poder guiarte allá, si Dios me asiste.
   Pero si más gigantes hay, te digo
   que solo vas; no hay que contar conmigo».

4242 B y C:



   A la caverna es conducido el Conde

4242-4243:



   y desde fuera a los cautivos grita:
   y con dolientes ayes le responde

4245-4246:



   un gran peñasco la ancha boca esconde,
   y el removerlo empuje necesita

  -[427]-  

4249-4256:



   ¡Oh Conde! ¡Oh diestra de alto esfuerzo llena!
   ¿Qué habrá que a tu pujanza no sucumba?
   Da un tirón, y hace trizas la cadena;
   y el gran peñasco a otro tirón derrumba;

V vuelve la luz a los que en sombra y peña
   guardaba ésta de vivos honda tumba:
   las gracias dan a Dios y al paladino
   y toma cada uno su camino.

i



¡Oh Conde! ¡Oh diestra de alto esfuerzo llena

4262-4264:



   sus pasos tras Angélica la bella,
   viéndole tanto en elegir confuso,


   como él estaba en elegir confuso,
   un montado viajero le antepuso.

4266-4267:



   «Vengo de Arcadia, y voy a Circasía,
   responde el mensajero, que me manda

4271:



   que la ama con amor tan vivo y fuerte

  -[428]-  

4275:



   a fin de no tener consternación

4279-4280:



   mas ella, porfïada cuanto hermosa,
   ha puesto ya los pies en polvorosa


   mas ni el mandato la venció ni el ruego


   mas al mandato sorda fue y al ruego
   y las calzas tomó de villadiego

4283-4284:



   que del Catay, donde el paterno nido
   y reino se hallan, dista una jornada

4287-4288:



   de divina hermosura, que se piensa
   hará volar al mundo en su defensa».

4289:



   Orlando, que la cuenta ya por suya,

4293-4295:



   porque ocasión tan linda no se le haya
   llega a do ve un raudal tonante y puro,
   y una soberbia puente en él, y en ella

  -[429]-  

4297-4304:



   La cual se inclina al Senador romano
   y dice en tono y acto reverente:
   «¡Oh caballero, en quien se dan la mano,
   si tu gentil presencia no me miente,
   valor y cortesía! El soberano
   licor que te presento humildemente
   gustar te dignes que si de este vaso
   beber rehusas, te es vedado el paso.

4305-4312:



   «El fuero antiguo de caballería,
   que quien aporte le tome y pruebe».
   Orlando, que lo tiene a cortesía,
   le da mil gracias a la dama, y bebe.

V    Pero no bien el seco labio enfría
   el primer sorbo del brebaje aleve
   todo se muda y cuanto sabe, olvida:
   a vivir comenzó segunda vida.

i-ii



«Es heredada usanza y pleitesía
que no pase de aquí, quien no lo pruebe».


«Por heredada usanza y pleitesía
debe volverse atrás quien no lo pruebe».

vii-viii



toda del paladín, y otro sentido,
otro aliento vital le es infundido.

4313-4320:



   Ignora por qué vino, cómo o cuándo:
   su mismo amor, olvido es ya profundo:
   no se le acuerda si es o no es Orlando;
   ni sabe si tal Francia hay en el mundo.
-[430]-

V   La dama a Brilladoro va llevando
   de diestro y un palacio sin segundo,
   a que un portal conduce refulgente,
   de blanco mármol aparece enfrente.

v-viii



Iba de diestro a Brillador llevando
la dama; y a Roldán meditabundo
o atónito más bien, el frontispicio
se otea de un espléndido edificio.

4321-4328:



   Corren alrededor vagos vergeles
   en que a la vid dulce carga oprime
   y alternan con las palmas los laureles,
   que al invernal rigor Favonio exime

V    no hay tronco que no ciñan mil claveles,
   o a que un jazmín su verde red no arrime,
   y llena el aire un apacible aliento,
   que inspira blanda calma al pensamiento.

i-ii



Extiéndense alredor vagos vergeles
que de invernal rigor Favonio exime;


que no despoja helado cierzo o bruma;


que jamás entristece hielo o bruma;

iv-vi



y a la vid su purpúrea carga abruma;
teje el albo jazmín verdes doseles
al nardo, la azucena y la ariruma


al rojo lirio, el nardo y la ariruma

viii



que infunde dulce calma al pensamiento

4333:



   tranquilo cada cual y descansado


   contento cada cual y alborozado

  -[431]-  

4335-4336:



   y el sinsabor secreto no le asalta
   de que a su dicha alguna cosa falta.

4337-4344:



   A paso lento sobre Brilladoro,
   iba el fuera de sí señor de Anglante.
   Jamás arte sutil de sabio moro
   fábrica diseñó tan elegante.

V    Bellas lazadas y follajes de oro
   resaltan sobre el pórfido brillante
   de las columnas y del alto friso,
   y escaqueado jaspe forma el piso.



   Jamás arte sutil de sabio moro
   fábrica diseñó tan elegante,
   como en la que, a paso lento, en Brilladoro
   entra el fuera de sí señor de Anglante.

Va    Follajes ricos de arabescos de oro
   sobre el mármol resaltan rutilante
   de las columnas y del alto friso,
   y escaqueado jaspe forma el piso.

ia B y C:



Ni arte sutil jamás de sabio o moro

iii C:



como en la que embobado y sin decoro

4348 C:



   de ninfas, quiso ser de la partida

4352 C:



   me viene el tiempo, a España y a Gradaso

  -[432]-  

4353-4360:



   Con el arnés que de Sansón fue un día,
   altivo el porte y la actitud gallarda
   al sitio corre en que lidiar debía,
   y ansioso en él a su contrario aguarda.

V    Eran las diez; Reinaldos no venía.
   Más de las doce son: Reinaldos tarda.
   Podéis pensar si largo tiempo espera
   a quien está mil leguas mar afuera.

iv



y en él, tranquilo, a su contrario aguarda.

4361-4368:



   Viendo el cielo de estrellas tachonado
   y que el francés no llega, se enfurece.
   Al campamento vuelve envenenado,
   creyendo que Reinaldos le escarnece.

V    ¿Pues qué será de aquel desventurado
   de Ricardeto, al ver que no parece
   Reinaldos, y que la noche se avecina?
   Aquel tardar le dio muy mala espina.



   Al ver que su contrario aún no ha llegado
   y que el cielo de estrellas se tachona
   Gradaso a sus reales, indignado,
   se vuelve, y a su ira se abandona.

Va    ¿Pues qué hará Ricardeto desgraciado
   cuando ya el gallo su canticio entona,
   y qué es de Reinaldos no adivina?
   Tanto tardar le dio muy mala espina.

4369-4370:



   Mas no le aqueja tanto el sentimiento,
   que no haga en aquel lance lo que debe.

  -[433]-  

4375:



   sin que entienda el rey Marsilio nada

4383-4384:



   y dase bofetadas a dos manos
   al ver que le han plantado los cristianos

4390:



   y por decirlo en breve, el pueblo hispano

4392:



   y en buena se cambió la malandanza.

4401-4402:



   Entretanto a París sus batallones
   conduce por la costa el rey Gradaso,

  -[434]-  

4414:



   la puerta de San Celso se abre y cierra.

4418:



   en cinco escuadras parte y acomoda

4424:



   de que no hay armadura que esté a prueba

4428:



   de estupendo tamaño y forma rara

4430-4432:



   que al de más fuerza y nervios se equipara
   y con un arco que tres brazas mide,
   alabardas gordísimas despide.

  -[435]-  

4437:



   gente gallarda, intrépida, guerrera

4443-4444:



   del monte a los rigores engendrada,


   que de corage intrépido aunada
   y cuanto encuentra rompe y atropella

4450:



   trabuca, y fuerza le es que el alma exhale

4457-4460:



   Aviéntasele Urgel lleno de enojo;
   tírale Urnaso con no menos brava
   furia otro dardo, que de sangre rojo
   le deja, y en el hombro se le clava.



   Lanzándosele Urgel brama de enojo
   a tiempo que el contrario le asestaba
   segundo dardo que de sangre rojo
   le deja y en el hombro se le clava



   Lanzósele el Danés con ciego arrojo,
   mas tírale el bribón, que alerta estaba
   segundo dardo, que de sangre rojo
   en el hombro derecho se lo clava

  -[436]-  

4467-4468:



   pues tiene un asta que, deciros puedo,
   mide bien vara y media y ando escaso.

4469:



   y la de vuestra tolerancia acaso;

4470-4472:



   y restaurar me cumple el pecho laso,
   pues la materia es grave, horrenda y fiera
   que en los siguientes versos os espera.