Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Carta de Alberto Gerchunoff a Manuel Ugarte. Chascomús, 9 de junio de 1905

Alberto Gerchunoff





  —[f.1]→  

Chascomús, junio 9 de 1905

Mi querido Ugarte:

Acabo de recibir, aquí, en el rural pueblejo de Chascomús su último libro -Mujeres de París- «reedición de páginas ya conocidas» como dice Ud. mismo y cuya segunda lectura, que terminé antes de comenzar esta carta, me produjo la impresión de esos buenos licores del Rhin, tan alabados por Iurgueñeff (sic) que tienen la cualidad de gustar más cuanto más se les bebe.

En efecto, conocía esos exquisitos diseños y si no me equivoco he hablado de ellos a los lectores de la revista Ideas en frases desgreñadas y agresivas indicando a su laborioso autor como ejemplo al estéril núcleo argentino que pierde su tiempo en pueriles alucinaciones.

Esa minúscula Colección Diamante habrá hecho pensar a los que leemos y escribimos en la forma extraordinaria en que Ud. trabaja. Volúmenes con su firma aparecen con frecuencia y sus artículos se leen en los diarios y en las revistas más importantes. Ello significa que su labor se cotiza y su labor -he ahí el gran mérito- es a más de arte fino, cátedra y guía. El viejo decir horaciano «enseñar deleitando» se confirma en su obra de escritor incansable y bueno que al pulir sus joyas piensa en el destino de los que han de (sic) admirarlas. En una palabra, el arte con un fin útil y generoso, tan preconizado y combatido como tesis, halla en Ud. una confirmación sin réplica.

  —[f.2]→  

Este pensamiento altruista circula en su labor de literato y de periodista desde los lúgubres capítulos de Paisajes parisienses hasta las correspondencias circunstanciales que publica La Nación tienen esa virtud preciosa. Muchos son los que escriben entre nosotros pero pocos son los que se atreven a pensar. Jóvenes de talentos apreciables pierden su tiempo en diluir neblinas de ajenjo imaginario en esfuerzos débiles, en balbuceos que nunca se convierten en palabras con alma. Tal vez se debe esto a la inercia que ahora monopoliza el ambiente, vocablo que sirve para disimular muchas culpas y muchos errores. Tal vez esta pereza de pensar en un ideal fuerte y alto sea debido a la anquilosis general en que se [...] tantos bellos cerebros. Peor para ellos; cuando se den cuenta que la vida es una mujer que se domina a gritos de sargento, dejaran de modelar figuritas de cera para dedicarse a la estatua de noble mármol. Esos raquíticos aún no se han dado cuenta que no es una obra de prodigio hacer de barro blando un talle más o menos bonito, sino dar vida a la ruda piedra que espera a la pujanza del varón fuerte que sepa vencerla. En esto consiste el problema.

Por otra parte, el arte intenso, tendencioso, humano, no excluye el refinamiento exquisito, la línea breve y grácil. Podemos citar muchos ejemplos: -Anatole France   —[f.3]→   en París, Almafuerte, ese agreste profeta, y Ud. en esa pobre Argentina que recién abre los ojos. Noto que he omitido a nuestro gran Payró, ese admirable conquistador de Pago Chico.

En virtud de lo expuesto, mi querido Manuel Ugarte, indico a mis amigos y camaradas el nombre de Ud.

Hay que aplicar el talento a algo útil, sino la tarea se hará fastidiosa como a los prisioneros de Siberia que describe el épico Dostojëwsky (sic), cuya labor le resultaba doblemente terrible por su inutilidad.

Todo sembrador concienzudo acaba por recoger buena mies. Sembremos...

Ahora un párrafo sobre mi propia persona que tal vez le interese. Como le he indicado antes vivo en Chascomús, población colonial y triste. Mi vida consiste en escribir diariamente cuatro columnas, en una hoja cotidiana que lleva el inevitable título de El Argentino. No obstante, estudio mucho mis autores predilectos y todas las noches, después de llenar unas carillas entrego mi alma a los cantares de Heine, mi poeta preferido entre todos. Escribo mucho para mí. Al amor de la lámpara, mi primer libro está casi concluido. Ya voy buscando editor. ¿Lo encontraré? Este problema monetario es una amarga obsesión que me tortura día y noche. El periodismo, que apenas alcanza para el restaurant -(un restaurant rural...)- no puede solucionar este difícil teorema...

  —[f.4]→  

Con todo, estoy muy contento. Ya le digo: trabajo mucho y el trabajo, aunque pesado, es el único consuelo que tenemos los pobres obreros que soñamos con libros y con versos y nuestro champagne es el entusiasmo... Mi libro prospera y eso me alienta. Me he refugiado en un rincón de provincia para sudar en silencio. Tal vez no sea en vano. Tal vez le salude mi primer volumen en París, dentro de unos pocos, muy pocos meses. He publicado el prólogo en el diario en que laboro y es probable que la revista Ideas lo reproduzca en breve. Se lo enviaré. Mientras doy la última mano Al amor de la lámpara, planeo otros dos libros: uno «En Puerto Lápice» y otro «Cartas sentimentales».

En fin,


Trabaja, niño, trabaja,
Ya la primavera vino,



dijo Schefchenko.

Junto con mi trabajo literario, prosigo mi habitual labor de propaganda. Cuando vine a Chascomús, era casi desconocida la palabra Socialismo. He dado una serie de conferencias y la Buena Nueva va entrando en los corazones buenos.

También me he metido a redentor artístico. Estoy enseñando a los habitantes de acá que Rubén Darío es más que Núñez de Arce y que Leopoldo Lugones es más que cien Andrades.

  —[f.5]→  

De cuando en cuando me voy a Buenos Aires y junto con Becher, Ricardo Rojas, Alfredo C. López y otros, doy una fiesta a mi espíritu como diría el sutil Eça de Queiroz. Allí, en una rueda amable, bajo el gas del café, recitamos a Darío y Lugones y comentamos sus cartas a La Nación. También suelo ir en peregrinación a La Plata, donde vive el gran Almafuerte. Días pasados estuve con él. Me leyó cuatro poemas inéditos y hablamos largamente de todos y especialmente de Darío y de Ud. Él me dijo: «Darío es un magnífico artista y Ugarte tiene un alma llena de bondad maternal, por eso es adorable». Si ve a Darío, transmítale estas palabras.

He ahí todo lo que puedo decirle por ahora. No sé si Arango le dio el abrazo que le di para Ud. Por si le encuentra ruéguele en mi nombre que me envíe la cubierta que ha de adornar los frutos de mi primer amor. Mucho le estimaría si pudiera enviarme algunos libros, de esos que se venden a cinco céntimos en las orillas del ilustre Sena... Quiero oler algo viejo del gran París que duerme en las páginas de los libros abandonados. Si no es empresa   —[f.6]→   del todo imposible, espero me complacerá, pero créame que el placer más intenso experimentaré cuando reciba contestación a esta carta.

Escríbame, mi querido Ugarte.

Le abraza

Alberto Gerchunoff

Escríbame si Arango ya conquistó a París.

Vale.

s/ Redacción de El Argentino

Chascomús.

Pcia. de Buenos Aires.

F. C. S.

  —[f.7]→  

¿Podría enviarme la dirección de Darío, Gómez Carrillo, Fombona, Pedro E. Coll, etc., etc.?

Se lo agradeceré.

Alberto G.





Indice