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Volumen 20 - carta nº 297

De ENRIQUE MENÉNDEZ PELAYO
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Santander, 6 junio 1909

Mi querido Marcelino: Recibí ayer tu carta, y poco después el telegrama, cuyo contenido me extrañó, pues eras tú el que me debías carta. Supongo que habrás recibido la contestación, que te puse en cuanto comí.

Ahora, que te sobra razón en quejarte de que no te diera noticias directas de la velada episcopal; pero esperando a tener carta tuya para contestarla a la vez, y pensando que los periódicos traían unas reseñas detalladas, lo fuí dejando de un día para otro y me limité a mandarte La Atalaya, puesto que sólo recibes El Diario. Como en ellos habrás visto, gustó extraordinariamente tu salutación o discurso, siendo aplaudido con gran calor cada párrafo, y sobre todo aquellos más calientes de hacia el final que materialmente no me dejaban acabar de decir. Al levantarse luego nuestro Obispo a dar las gracias a todos, hizo única y singular mención de ti, encargándome que te transmitiera su profunda gratitud. Ya lo leerías en uno de los diarios: al otro se le pasó.

El resto de la velada fue pesadísimo e insulso, verdaderamente epatant. El trabajo de Huidobro (que se está publicando en El Diario Montañés) es estimable y discreto, y útil para vulgarizar la noticia de los Obispos de Santander, pero ni es a propósito para una lectura teatral ni se le oyó el cuello de su camisa. Todo lo demás valió muy poco y duró mucho.

Mucho me complace -pues prueba qué bien estás de tus remos y por extensión del ánimo- esas escapadas al gran mundo; y nos han interesado mucho esas noticias de la comida y larga conversación con la interesantísima Emperatriz Eugenia, cuya figura admiro muy de veras, hasta el punto de que todos los días, desde que leí su llegada a Madrid, ando buscando en el periódico noticias de lo que hace. Ya nos contarás más despacio lo que hablásteis y cómo es, etc. etc.

La obra de la pintura avanza, y calculo que estará terminada para la fecha que te dije, esto es, para mediados de mes. El terrible aguacero del otro día, de cuyos estragos en algunas partes de la ciudad te habrás enterado por El Diario, no produjo en la biblioteca desperfecto alguno, y eso que como andan ahora los operarios sobre el tejado mueven o rompen alguna teja sin que lo puedan remediar. Aparecieron, pues, varias goteras -¿en dónde no aparecerían aquel día?- pero ninguna sobre los libros; y sin esperar al día siguiente fueron remediadas, pues el tiempo seguía amenazador. Sigue lloviendo y hace un frío como en noviembre. Supongo que por esa zona se habrá también sentido este brusco cambio, pues leo que por Segovia estaba nevando.

Presérvate bien contra estos saltos termométricos, y con mil recuerdos de María recibe un abrazo muy cariñoso de tu hermano

Enrique

 

M. P, Enrique-M. P., Marcelino, p. 118-119.