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Cartas de Eugenio Cambaceres a Pedro Goyena desde París

Eugenio Cambaceres





Movido por el mismo deseo de dar un conjunto completo de los textos de Cambaceres, colocamos aquí dos cartas dirigidas a Goyena en respuesta a dos artículos de éste publicados en La Unión de Buenos Aires el 11 de noviembre de 1882 y el 1º de febrero de 1883. Ambas cartas de Cambaceres, fechadas el 23 de diciembre de 1882 y el 3 de abril de 1883, fueron publicadas, respectivamente, en El Diario del 31 de enero y del 2 de mayo de 1883, y recogidas en un artículo de Néstor Tomás Auza, titulado «Cambaceres enjuiciado por Pedro Goyena». Agreguemos que el desfase que puede observarse en las fechas, por un lado, entre las cartas de Goyena y las respuestas de nuestro autor, y, por otro lado, entre éstas y su publicación en El Diario, debe atribuirse al hecho de que Cambaceres estaba en Europa y que la lentitud de los transportes espaciaba las correspondencias en ambos sentidos. Podrán consultarse las dos cartas de Goyena que suscitaron las respuestas de Eugenio, así como una tercera, fechada el 3 de mayo de 1883, que cierra la polémica, en el Anexo 7 del presente trabajo, «La crítica literaria y la obra de Eugenio Cambaceres a través de la prensa argentina (Artículos sobre Cambaceres publicados en vida del autor)».


Primera carta

Miércoles 31 de Enero de 1883 - EL DIARIO (I, 2)

Silbidos de un vago (El autor a Pedro Goyena)

Sr. Dr. Don Pedro Goyena.

Gracias mi querido Pedro, muchas y muy repetidas, por el juicio que de mi «especie de larga conversación o cuento con digresiones» ha publicado su Unión.

El cariño que «más de una vez le ha hecho lamentar que no tenga yo la fuerza de voluntad necesaria para tomar un rumbo en la vida y dar objeto preciso de aplicación a mis facultades intelectuales», cariño del que acaba de ofrecerme una bien elocuente prueba, le ha nublado esta vez los ojos, Pedrito, cumple a mi sinceridad decírselo sin pecar de falsa modestia, y le aseguro que, a pesar de habérseme ya pasado el tiempo de esas cosas, me ha hecho Vd. poner colorado de vergüenza hasta las orejas, al leer la serie de alabanzas que tan inmerecidamente ha tenido la bondad de prodigarme.

Dos palabras ahora sobre su trabajito.

Como todo lo que sale de su pluma, es un pequeño prodigio de galanura y corrección.

Cent fois sur le métier remettez votre ouvrage,

Polissez-le sans cesse et le repolissez,

piensa Vd. con Boileau y hace perfectamente; el brochage, he ahí el medio mas seguro de no comprometer uno su reputación y, por mi parte, le confieso que es ese completo finished lo que más he admirado siempre en todas sus producciones.

Puede decirse de Vd. con plena y entera justicia que es, en literatura, el Fétis de su generación.

Hay sin embargo en su preciosa crítica, sencillamente porque la perfección n 'est pas de ce bas monde (disimúleme «el gusto de intercalar palabras francesas en medio de mi prosa decididamente criolla»), dos puntos oscuros, por pequeñas falsedades que voy a enmendarle, con su permiso, nada más que por amor a la verdad.

Primera - Los párrafos que han tenido la desgracia de lastimar su buen gusto y que Vd. transcribe como dirigidos por el Vago a la mujer de Juan, no son párrafos de una carta escrita a una mujer por un hombre de mundo en «semejante estilo verdaderamente raro, inverosímil», estilo que no se gasta en los salones, Vd. comprende que hace mucho tiempo que lo sé, sino ocurrencias del Vago para su capote, en un rincón de su cuarto, mano a mano con el mismo, circunstancia en que bien podemos dispensarlo de que se calce los guantes para abrir la boca. ¿No le parece?

Segunda - Cuando he dicho pot-pourri, he entendido que se leyera música y no olla.

Sufro una dispepsia crónica que me tiene, desde hace tiempo, reñido a muerte con esas comidas indigestas y rancias; no son ni de mi paladar, ni de mi estómago.

A Vd. probablemente no le sucede otro tanto, porque, gracias a Dios, goza una salud de fierro!

Que Dios la conserve muy lejana hasta la hora del último traspié, son los vehementes deseos de su afectísimo amigo y Seguro Servidor.

El autor de Potpourri

París, Diciembre 23 de 1882




Segunda carta

Miércoles 2 de Mayo - EL DIARIO

El autor de los Silbidos de un vago a Pedro Goyena.

El último correo nos ha traído la siguiente carta que el autor del libro eminentemente popular dirige al Dr. Goyena, uno de sus críticos tal vez el más acerbo.

El autor, cuyo nombre no es un misterio para nadie, vuelve a la carga demostrando claramente que no tiene el deseo de dejarse operar sin resistencia. Dice así:

«Señor Dr. Don Pedro Goyena:

Como así, mi querido Pedro, con la más santa intención de este mundo le escribí una amistosa cartita dándole públicamente las gracias y Vd. monta al picazo y se sale de la vaina y apela a los grandes medios y va hasta decirme, en condicional, es cierto, pero en fin, hasta decirme bonitamente calumniador, como quién no dice nada?

Vous m'avez épaté, mon cher; cáscaras con el geniecito!

Atempérese, Pedro amigo; mire que es muy feo ser necio. (No vaya, ¡por Dios! a dar a este vocablo otro sentido que el que se da en criollo; no sea el diablo que de esta hecha me arrastre ante el Jurado y me haga condenar al maximum de la pena).

Sobre todo, tenga en cuenta Vd., tan práctico en materia de doctrina cristiana que la rabia figura entre los pecados capitales y que de rabiosos esta el infierno lleno.

Procedamos con calma; vamos a ver, porqué se moja? Porque le he llamado piocheur o porque he dicho que faltaba a la verdad?

Si lo primero, para qué pioche?

Si lo segundo, para qué afirma lo que no es?

Y yo me lavo las manos...

No necesito jurarle, por otra parte, que ni remotamente se me ha ocurrido atribuirle más intención torcida, y esto Vd. lo sabe tan bien como yo, porque ni es torpe, ni es zonzo.

El término falsedad tiene dos significados diferentes según lo reza el primer diccionario que cae a mano, aun el de la Academia, y al decir yo «dos puntos oscuros, dos pequeñas falsedades» y no «dos puntos oscuros, por pequeñas falsedades» (error de imprenta) claro está que tomaba la palabra en su acepción general: calidad de lo que es contrario a la verdad, sin mínimo propósito de herirlo, como cuadraba a nuestras viejas relaciones amistosas y al género de documento en que la empleaba.

Vd. por el contrario, ha visto en ella una ofensa, agarrando o afectando agarrar el rábano por las hojas, probablemente porque el contenido de mi carta lo tenía un poquito fastidiado y no quiso dejar pasar la ocasión de tirarme un puazo.

Mal tirado Pedrito; puazo de gallo criollo, ni siquiera me ha rozado la epidermis.

Pero observo que esto se va haciendo aburrido, y como en definitiva el negocio no vale un pito, pongo por mi parte punto final, enmendando, de paso, otro pequeño error, ya que no falsedad que no sufre Vd.

En su afición por la Santísima Trinidad, ha creído ver reproducido el misterio una vez más y, así, asegura que el vago es el Dr. D. Eugenio Cambaceres y que el Dr. D. Eugenio Cambaceres soy yo.

Tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

En cuanto al vago que pueden ser muchos y que puede ser ninguno, rechazo la personería; déjelo donde está que está bien, por más que algunos pretendan lo contrario.

Ahora, en cuanto que al infrascrito sepa responder al nombre de Cambaceres (Eugenio), ya que Vd. lo quiere, será y hágase, Señor, tu voluntad, etc.

Dentro de unos cuantos meses, cuando se le haya pasado el enojo, cuento tener el gusto de darle un fuerte y cariñoso abrazo; mientras tanto, me repito siempre de Vd. afectísimo amigo y seguro servidor.

El autor de Potpourri

París, Abril 3 de 1883







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