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ArribaAbajo Estructura estilística en el Quijote

R. M. Flores



The university of British Columbia

The linguistic polyphony and polymorphism characteristic of the style in Don Quixote, as products of the manner in which Cervantes uses language, and the variety and number of components that generate and define them have been studied at length by Julio Cejador y Frauca, Helmut Hatzfeld, and Angel Rosenblat, and in numerous monographs dealing with specific aspects of Cervantes's discourse. Some sections of the work, however, have altogether escaped the detailed and systematic research given to the adventures of Knight and Squire. This study projects the findings of Cejador, Hatzfeld, and Rosenblat beyond the novel proper, into the Prologues of Parts I (1605) and II (1615), demonstrating that these sections of the narrative are not only essential components of the whole but also fit well within the overall stylistics and inner structure of the system.


La publicación en 1949 de El Quijote como obra de arte del lenguaje marcó nuevos rumbos a la crítica cervantina. Oscar Walzel, Karl Vossler, Leo Spitzer, Amado Alonso y Dámaso Alonso ya habían apuntado esta dirección, como Helmut A. Hatzfeld anota en su prólogo a la segunda edición en español de su obra76, pero el minucioso análisis lingüístico de Hatzfeld es todavía ejemplo de laboriosidad y metodología para críticos e investigadores del Siglo de Oro español. Sólo un estudio detallado de la obra de Hatzfeld le puede dar a uno una idea aproximada de la erudición, paciencia y años de   —48→   investigación que el autor volcó en ella. El propósito de este artículo es estudiar el trabajo de Hatzfeld y proyectar su labor hacia otras secciones del Quijote.

La intención crítica y las conclusiones intercaladas al principio del estudio parecen claras y evidentes. Hatzfeld nota: «Todos los críticos que se han ocupado de la composición del Don Quijote... han acentuado decididamente el dominio de lo ideológico y de la proporción interna... con desventaja de la estructura externa» (págs. 24-25). «Las observaciones esporádicas que sobre [los medios estilísticos al servicio de la técnica novelística] han hecho Clemencín, Cortejón y Rodríguez Marín son insuficientes y los estudios estructurales modernos evitan sistemáticamente considerar los detalles estilísticos» (pág. 55). «Cervantes tiene bien unidas las dos partes por una composición sinfónica en la que diferentes motivos, en el sentido musical, procuran una vinculación fuerte y del todo evidente entre los dos 'Quijotes'» (pág. 7), y su arte «es una síntesis» (pág. 2) de obras anteriores. El Quijote como obra de arte del lenguaje se convierte, así, en tres estudios completamente diferentes: (1) un estudio de los temas dominantes del Quijote (págs. 7-53), (2) un estudio estilístico del Quijote (págs. 55-283), y (3) un estudio comparativo (págs. 285-362), y algunas de las correspondientes conclusiones de Hatzfeld son: (1) la «misión caballeresca de Don Quijote, su relación con Dulcinea, su discreta locura, la avaricia y afán de mando de Sancho, etc., exprimidos en forma de motivos fueron cadenas enlazadas destinadas a vincular las dos partes de la novela» (pág. 53), (2) el Quijote enlaza los episodios «fuertemente en una unidad de composición» (pág. 111), y (3) el Quijote es «una obra artística de fusión [de estilos anteriores y la] coordinación armónica de experiencias originales y aprendizajes culturales, es decir el estilo nacional español y el estilo clásico italiano unidos» (págs. 283 y 365). Pero la intrínseca disparidad de los diferentes tópicos hace que las citas, referencias y conclusiones parciales se entrecrucen, se contradigan, se repitan, y que el bosque termine por desaparecer tras la inmensidad de árboles que se nos ponen por delante. El lector acaba, en realidad, con sólo una percepción borrosa   —49→   de exactamente cuáles eran las intenciones críticas del autor, de qué conclusiones específicas sacar de su trabajo y de cómo usarlas.

Hatzfeld, valga un ejemplo, da 46 citas para demostrar que la «misión caballeresca» (págs. 8-13) es uno de los motivos que le da unidad temática al Quijote: Primera Parte, capítulo 1 (una cita), 2 (1), 3 (1), 4 (3), 9 (1), 11 (1), 18 (1), 19 (2), 22 (2), 29 (1), 31 (1), 45 (1), 46 (1), 52 (4); Segunda Parte, 1 (1), 4 (2), 7 (1), 9 (1), 10 (1), 16 (3), 18 (1), 25 (1), 26 (1), 27 (1), 32 (1), 36 (2), 38 (1), 48 (3), 52 (2), 55 (2), 73 (1)77. Aquí cabría preguntarse qué pasó en los capítulos 5, 6, 7, 8, 10, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 20, 21, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 30, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 47, 48, 49, 50, y 51 de la Primera Parte, y en los capítulos, 2, 3, 5, 6, 8, 11, 12, 13, 14, 15, 17, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 28, 29, 30,   —50→   31, 33, 34, 35, 37, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 49, 50, 51, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, y 74 de la Segunda Parte. Y se dan aún menos citas para los otros motivos: Dulcinea, 18; sosiego, 26; cólera, 11; cuerdo-loco, 21; gobernador, 27; la vuelta, 7; encantamiento, 30; la antítesis don Quijote-Sancho, 40. El escaso número y la fortuita localización de las citas que Hatzfeld da para probar que hay una unidad temática en el Quijote en realidad demuestran todo lo contrario, es decir, que el sistema carece de unidad temática.

Algo muy semejante ocurre con la sección dedicada a los medios estilísticos, donde cientos de citas del Quijote se mezclan con citas sacadas de, entre otros muchos autores y obras, La Celestina, La Galatea, Erasmo, El Lazarillo de Tormes, Las novelas ejemplares, La Diana de Montemayor, las obras de San Agustín y Calderón, Guzmán de Alfarache, Amadís de Gaula, el Roman Comique de Scarron, Guía de pecadores, El Persiles, Marcos de Obregón y, sobre todo, las obras de Boccaccio (véanse, especialmente, págs. 246-283). Mucho de esto es inevitable en un estudio comparativo, lingüístico o estilístico, claro está, pero quizá hubiera sido mejor separar los diferentes elementos: citas del Quijote en el texto mismo, citas tomadas de otras obras en las notas a pie de página, comparaciones directas en estudios separados dentro de la sección «Paralelos artísticos78». Es más, como la secuencia de las citas no sigue el orden en que aparecen en el Quijote, no es posible discernir si hay un desarrollo interno en los diferentes componentes estudiados, si existe un proceso creativo en el estilo global de la obra, si se usan otros elementos estilísticos, o si el uso de los estudiados se mantiene constante a todo lo largo de la novela. El número total de citas y referencias dadas en las secciones dedicadas a estilística es 2107 (Primera Parte 909, Segunda Parte 1198). Con un número tan elevado de citas y con tantos aspectos lingüísticos considerados, es de esperar que haya una relación directa entre el número de citas por capítulo y el número de páginas que éste tiene, y la hay. La mayoría de los capítulos con menos citas son, en efecto, los capítulos más cortos del Quijote. Verbigracia: los capítulos 32, 38, 42 y 50 de la Primera Parte tienen 8, 5, 8 y 8 páginas respectivamente, y sólo 9, 8, 9, y 10 citas fueron sacadas de ellos; los capítulos 9, 15, 39 y 72 de la Segunda Parte tienen 4, 2, 3 y 5 páginas respectivamente, y sólo 7, 4, 3 y 7 citas fueron sacadas de ellos79. Así mismo, de la mayoría   —51→   de los capítulos más largos también se sacaron números de citas más altos. Sirvan como ejemplo: Primera Parte, capítulos 20 (16 páginas, 28 citas) y 25 (20 páginas, 40 citas); Segunda Parte, capítulos 49 (11 páginas, 16 citas) y 60 (13.5 páginas, 29 citas). En otras palabras, lo normal es que se hayan tomado entre 1 y 2.2 citas por página, y la gran mayoría de los capítulos de ambas partes se ajustan perfectamente a esta proporción80. Pero las excepciones confrontan al lector con un sinnúmero de preguntas. Por ejemplo, ¿por qué los números de citas tomados de los primeros capítulos de la Primera Parte son tan irregulares en relación a los números de citas tomados de la mayoría de los otros capítulos? ¿Quiere esto decir que Cervantes usó   —52→   más componentes estilísticos al principio de su obra que al final? ¿Indica esto algún desarrollo creativo, o es sólo una prueba más de que su intención original había sido la de escribir una novela corta? ¿Hay, o no hay paridad estilística en el sistema? El editor del Quijote no sólo tiene que hacerse estas preguntas, y muchísimas otras, sino que tiene que contestarlas porque toda nueva edición implica una revalorización tanto del texto editado, como de la crítica anterior.

Comencemos con los capítulos que contienen la novela intercalada El curioso impertinente. Los capítulos 33, 34 y 35 de la Primera Parte tienen 58 páginas en total, pero Hatzfeld sacó de ellos sólo 32 citas. Es más, de estas 32 citas, 6 se sacaron de las 4.5 páginas del episodio de los cueros de vino tinto (Hatzfeld: página 26, línea 34, página 38, líneas 12 y 34; página 44, líneas 10-11; página 61, líneas 1-3; y página 254, líneas 4-5)81. Es decir, de las 53.5 páginas que corresponden a El curioso impertinente se sacaron solamente 26 citas (0.49 citas por página), lo que las hace sumamente irregulares, y esto a pesar de que Hatzfeld dedicó una de sus subsecciones exclusivamente al «estilo italianizante y de Boccaccio» (págs. 264-283). De las páginas en las que se narra el episodio de los cueros de vino tinto, por otra parte, se sacó un número regular de citas (4.5 páginas, 6 citas). ¿Por qué existe esta diferencia tan marcada entre el número de citas que se sacaron de El curioso impertinente y el que se sacó del episodio de los cueros de vino tinto y de la mayoría de los otros capítulos del Quijote? La respuesta nos la proporciona el mismo autor, aunque de manera indirecta. La «única falta grave» de Cervantes contra su ideal de hacer una unidad de su obra, escribe Hatzfeld, fue «la inclusión de la novela del Curioso Impertinente» (pág. 112). Hatzfeld buscaba unidad temática en el Quijote y como no   —53→   consideraba que El curioso impertinente formara parte del todo, lo relegó consciente o inconscientemente, a un segundo término, no prestándole la misma atención que les había dado a otras secciones del Quijote. Las irregularidades en los números de citas por capítulo parecen ser, por lo tanto, resultado no de variaciones en el estilo de Cervantes, sino de cómo se acercó Hatzfeld a la obra que estudiaba. Si esta teoría es válida, algo muy parecido ha de haber sucedido en otros capítulos con narraciones ajenas a la trama principal. Veamos: Cardenio, Dorotea y el Cautivo cuentan su historia en los capítulos 27, 28 y 39-41 de la Primera Parte (21.5 páginas, sólo 11 citas; 18.5 páginas, sólo 17 citas82; 50.5 páginas, sólo 29 citas), las bodas de Camacho ocurren en el capítulo 21 de la Segunda Parte (7 páginas, sólo 6 citas), y la muerte de don Quijote (capítulo 74, 7.5 páginas, sólo 4 citas -en este capítulo don Quijote reniega y renuncia a la mayoría de los motivos temáticos estudiados por Hatzfeld al principio de su libro: misión caballeresca, Dulcinea, cólera, cuerdo-loco, Sancho gobernador, encantamientos, antítesis don Quijote-Sancho; lo que es una negación más de la elusiva unidad temática). Es obvio, pues, que los capítulos con menos de una cita por página señalan secciones del Quijote en las que Hatzfeld no estaba muy interesado. Los capítulos con más de 2.2 citas por página son los siguientes: Primera Parte, capítulos 1-10, y 16-18; Segunda Parte, 2-3, 7, 12-14, 17, 26, 28-34, 44, 48, 53, 55, 58, 61, 66, 68, 70-71, y 73. Creo que el que Hatzfeld haya sacado más de tres citas por página en los primeros diez capítulos de la Primera Parte (69 páginas, 215 citas) es un hecho que simplemente refleja la emoción de todo aquél que principia una labor fascinante. Hatzfeld comenzó reuniendo un gran número de citas para ilustrar su sección sobre los medios estilísticos, pero pronto se dio cuenta de la enormidad de la tarea que se había echado sobre los hombros y empezó a sacar menos citas (capítulo 11, 8 páginas, sólo 9 citas). Ésta fue una decisión bien pensada; si no, Hatzfeld hubiera acabado con cuatro mil citas en vez de las dos mil y pico que sacó. Los otros capítulos con más de dos citas por página contienen pasajes de interés temático: las desventuras y encantamientos que don Quijote y Sancho sufrieron en la venta que aquél tomó por castillo (Primera Parte, capítulos 16-18), la aparición de Sansón Carrasco (Segunda Parte, capítulos 2-3), las preparaciones de don   —54→   Quijote y Sancho, y el principio de su tercera salida (capítulos 7), la batalla entre el Caballero de los Espejos y don Quijote, y el triunfo de éste (capítulos 12-14), la aventura de los leones (capítulo 17), la batalla entre don Quijote y los títeres de Maese Pedro (capítulo 26), la desilusión de Sancho con las aventuras caballerescas de su amo, la aventura del barco encantado, la llegada de amo y escudero al palacio de los Duques, y su salida y regreso a él (capítulos 28-34, 58 y 68), los capítulos donde Sancho toma el mando de su ínsula, sólo para abandonarlo más tarde (capítulos 44 y 53), el episodio de doña Rodríguez (capítulo 48), las angustias de Sancho en la sima en la que cayó al salir de su gobierno (capítulo 55), la entrada de don Quijote a Barcelona y su salida de la ciudad (capítulos 61 y 66), la cuestión de los azotes y el episodio en que Sancho se decide a azotar los árboles en vez de a sí mismo (capítulo 70-71), y el retorno de don Quijote y Sancho a su aldea (capítulo 73). Es importante notar que los capítulos con números irregulares de citas generalmente se siguen unos a otros (Primera Parte, 1-10, 16-18, 27-28, 33-34-(35), 39-41; Segunda Parte, 2-3, 12-14, 28-34, 70-71) o señalan el principio y final de una situación episódica (Segunda Parte, 7 y 73; 30 y 58; 31, 58, y 68; 44 y 53; 61 y 66; 7 y 73). Estas secuencias no pueden ser simplemente coincidencias. Es obvio que siguen un propósito subconsciente por parte del investigador, dándoles más importancia a los pasajes que él consideraba cruciales o de más interés. Y es precisamente por esta razón por lo que no encontramos en el trabajo de Hatzfeld ni una sola cita sacada de los poemas que abren y cierran la Primera Parte del Quijote, o de los Prólogos. Como estas secciones de la obra no son parte integral de la narración, es posible que no tengan elementos que soporten la teoría de la unidad temática que Hatzfeld le había prometido al lector, el Santo Grial del investigador.

No me acerqué al Quijote, escribe Hatzfeld, con «ningún principio prejuzgado y parcial, con ninguna cuestión tendenciosa, con ningún cuestionario prefabricado... La materia misma lo dictó todo» (pág. 363). Pero el hecho de que Hatzfeld haya llegado a la conclusión opuesta de lo que su data sobre la unidad temática sugiere, que haya relegado El curioso impertinente, y las narraciones de Cardenio, Dorotea, y el Cautivo, y los episodios de las bodas de Camacho y la muerte de don Quijote a un segundo plano sin regresar jamás a ellas aún después de haber abandonado la cuestión temática, y que no haya tocado ni los poemas que abren y cierran la Primera Parte ni ninguno de los Prólogos, son prueba concluyente de todo lo contrario de lo que el investigador estipula en su epílogo. Hatzfeld inició su estudio con prejuicios críticos y con conclusiones preformadas,   —55→   lo que hace El Quijote como obra de arte del lenguaje tanto una fuente de preguntas, como de respuestas. Algunas de estas cuestiones ya han sido aclaradas en las páginas precedentes, pero aún queda por saber si el estilo cervantino de las secciones estudiadas por Hatzfeld es consistente con el estilo de las secciones que él sólo tocó y el de aquéllas que excluyó completamente de su estudio crítico.

Según el orden cronológico en que se escribieron las secciones físicamente independientes del Quijote, los Prólogos están idealmente situados para estudiar la naturaleza y número de los elementos estilísticos que Cervantes usó cuando estaba a mitad de su obra y cuando la concluyó (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha > poemas laudatorios > Prólogo de la Primera Parte > El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha > Prólogo de la Segunda Parte). Otra razón que hace atractivos los Prólogos, es el hecho de que en su definitiva obra sobre el lenguaje del Quijote, Rosenblat también haya sacado de ellos sólo una cita por página83. Así que aquí me limitaré a estudiar sólo estas secciones del Quijote. Las citas que se dan a continuación son listas de algunos de los componentes estilísticos considerados por Cejador, Hatzfeld y Rosenblat en relación a otras secciones de la obra84.

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Motivo de la misión caballeresca: (3)

«sacar a luz las hazañas de tan noble caballero» (188), «[don Quijote fue] luz y espejo de toda la caballería andante» (246), «[y] el más valiente caballero» (376).

Motivo de la alabanza a Dulcinea: (1)

«[don Quijote] fue el más casto enamorado» (375); alabanza indirecta, casto enamorado > enamorada honesta.

Motivo cuerdo-loco: (0) (3)

Los dos cuentos de loco (20949-20984), «discretas locuras» de don Quijote. (21016)

Antítesis don Quijote-Sancho: (1)

«la historia del famoso don Quijote de la Mancha..., las hazañas de tan noble... y tan honrado caballero..., luz y espejo de toda la caballería andante..., [y] las gracias escuderiles... del famoso Sancho Panza, su escudero». (373, 188, 378-379, 246, 382, y 380-381)

Antítesis: (8)

«hermoso... gallardo... discreto... seco... avellanado... antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados» (142, 147-148), «calumnien... premien» (171-172), «mal... bien» (172), «falta de... sobra de» (239-240), «confundo... remedio» (242-243),   —57→   «claridad... caos» (248-249), «verdad... mentira» (259-260), «aborrecido de tantos, y alabado de muchos más». (363)

Elipsis: (3) (3)

«Muchas veces tomé la pluma... y estando una» (179-180), «De aquí nace la suspensión y elevamiento, ...bastante causa para ponerme en ella la que de mí has oído» (225-227), «la imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere» (346-348), «heridas... las que» (20919), «si él lo dijo por quien parece que lo dijo... que del tal adoro» (20930-20931), «modestia... la que» (20937-20938).

Pleonasmos verbo-complemento: (2) (2)

«procures nombrar estos nombres» (314), «escribiere. Y pues esta tu escritura» (348), «son estimados... en la estimación» (20913-20914), «descargó la carga:» (20968).

Enlaces abstracto-concretos: (14) (6)

«toda incomodidad tiene su asiento» (149-150), «todo triste ruido hace su habitación» (150-151), «el amor... le pone una venda en los ojos» (157-158), «tienes tu alma en tu cuerpo» (165), «duermo en el silencio del olvido» (191-192), «disparando en una carga de risa» (228-229), «estás tan lejos de [ser discreto y prudente] como lo está el cielo de la tierra» (233-234), «ingenio tan maduro y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades» (237-239), «luz y espejo» (246), «llenar el vacío de mi temor» (248), «muerdan y murmuren» (258-259), «entrarte... por la escritura divina» (273), «lo humano... lo divino, ...género de mezcla... ha de vestir... cristiano entendimiento» (343-345), «Pintando... tu intención» (355-357), «manco, como si hubiera sido en mi mano» (20909-20910), «manquedad hubiera nacido» (20911), «en alguna taberna, sino en la más alta ocasión» (20911-20912), «que vieron los siglos pasados... ni esperan ver los venideros» (20912-20913), «si mis heridas no resplandecen en los ojos» (20913-20914), «heridas... estrellas... cielo... honra» (20920-20921).

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Caracterización de los personajes por medio del lenguaje: (5)

Cervantes al lector:

«no quiero... suplicarte..., lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que... vieres, y ni eres su pariente, ni su amigo..., y estás en tu casa». (161, 162, 163-165, 166)

Cervantes a su amigo:

«Porque, cómo queréis vos» (188-189), «De aquí nace la suspensión y elevamiento, amigo, en que me hallastes, bastante causa para ponerme en ella, la que de mí habéis oído». (189, 225-227)

Amigo a Cervantes:

«me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras acciones» (229-233), «se puede remediar en que vos mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes» (252-254).

Expresiones exclamativas: (3) (1)

[Amigo de Cervantes] «Por dios» (229), «A la fe» (239), «os voto a tal» (317).

[Cervantes] «Válame dios» (20898)

Lengua popular en las imágenes y bordones: (6) (4)

«con las lágrimas en los ojos» (162), «como el más pintado» (166), «una leyenda seca como un esparto» (193), «un abrir y cerrar de ojos» (242), «que vengan a pelo» (265), «caigo en la cuenta» (333), «castíguele su pecado» (20907), «con su pan se lo coma» (20907-20908), «allá se lo haya» (20908), «Olvídaseme de decirte» (21019).

Lengua popular para ironía: (5)

«si yo... pidiese [los sonetos] a dos o tres oficiales» (215), «no se te dé dos maravedís» (259), «que vengan a pelo algunas sentencias o latines» (264-265), «yo te diré la historia de Caco, que la sé de coro» (300), «con dos onzas que sepas... toparás con León Hebreo» (307-309).

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Diminutivos: (3) (1)

«sermoncico cristiano» (204-205), «tantico de curiosidad» (274), «Y con esos latinicos, y otros tales» (280-281), «palmaditas» (20956).

Refranes: (2) (2)

«eres señor de [tu casa], como el rey de sus alcabalas» (167), «debajo de mi manto, al rey mato» (168-169), «no se ha de añadir aflicción al afligido» (20937-20938), «este es podenco, ¡guarda!» (20981).

Uso del latín: (5)

«Non bene pro toto libertas venditur auro» (268), «Palida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres» (270-271), «Es autem dico vobis, diligite inimicos vestros» (275-276), «De corde exeunt cogitationes malas» (277-278), «Donec eris felix, multos numberabis amicos, tempora si fuerint nubila solus eris» (279-280).

Alusiones mitológicas: (2)

«las musas más estériles» (154), «Medea..., Calipso, ...Circe» (303-305).

Metáforas y Silepsis: (3) (7)

«salgo ahora con todos mis años a cuestas» (192), «se quede sepultado en sus archivos» (219), «no te han de cortar la mano con que lo escribiste» (260-261), «como si hubiera sido en mi mano haber detenido» (20909-20910), «detenido el tiempo que no pasase por mí» (20910-20911), «las heridas..., estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra» (20920-20921), «no se escribe con las canas, sino con el entendimiento» (20922-20923), «soltar la presa de su ingenio» (20985-20986), «como la virtud dé alguna luz de sí» (21005-21006), «esta segunda parte... es cortada del mismo artífice y del mismo paño que la primera» (21010-21012).

Acumulación: (4) (1)

«El sosiego..., el lugar..., la amenidad..., la serenidad..., el murmurar..., la quietud» (151-153), «seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos, y falta   —60→   de toda erudición y doctrina» (193-195), «sentencias de filósofos, consejos de la divina escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos» (351-353), «el melancólico..., el risueño..., el simple..., el discreto..., el grave..., ni el prudente» (359-362), «dilatado... muerto y sepultado» (21013).

Acumulación casi sinónima: (16) (3)

«estéril y mal cultivado» (146), «de maravilla y de contento» (155), «feo y sin gracia alguna» (156-157), «discreciones y lindezas» (158-159), «agudezas y donaires» (159-160), «respeto y obligación» (170), «monda y desnuda, sin el ornato» (173), «es un contento y un regalo» (205), «señor y amigo mío» (218), «insuficiencia y pocas letras» (222-223), «soy poltrón y perezoso» (223), «suspensión y elevamiento» (225), «discreto y prudente» (232), «anotaciones y acotaciones» (316), «simple y sencilla historia» (328), «oración y periodo, sonoro y festivo» (355), «en realidad de verdad» (20926), «buen donaire y gracia» (20947-20948), «ladridos y aullidos» (20967).

Acumulación casi sinónima verbal: (6) (1)

«se muestren fecundas y ofrezcan partos» (154-155), «perdones o disimules» (163), «te exenta y hace libre» (169), «suspender y absortar» (237), «intricarlos y oscurecerlos» (358), «sin ponerlas en disputa, las aprobé» (368), «ando muy limitado y... me contengo» (20936).

Acumulación dinámica («estilo veni-vidi-vici»): (0) (1)

«bajó el canto, dióle en la cabeza, alzó el grito el molido perro, viólo y sintiólo su amo, asió de una vara de medir y salió al loco y no le dejó hueso sano» (20970-20973).

Repetición de vocablos: (11) (7)

«el más hermoso, el más gallardo y más discreto» (141-142), «toda incomodidad... todo triste» (149-150), «ni eres su pariente ni su amigo» (164-165), «Todo lo... todo respeto... todo aquello» ( 169, 170 y 171), «Muchas veces tomé..., y muchas la dejé» (179-180), «ni quería hacerlo, ni menos sacar a luz» (187-188), «sin acotaciones... y sin anotaciones» (195-196), «ni tengo qué acotar..., ni qué anotar..., ni menos sé qué» (207-208), «tan simple... la simple» (327-328), «los seguiste... los seguiste» (332), «ni dijo..., ni   —61→   alcanzó... Ni caen..., ni las observaciones..., ni le son..., ni la confutación..., ni tiene» (337-342), «del... del... del» (20906), «lo dixo... lo dixo» (20930), «de todo en todo» (20931), «tanta fama como dineros, y tantos dineros cuanta fama» (20946-20947), «perro... podenco... podenco mi perro... podenco» (20973-20975), «de hito en hito» (20980), «digas más... decirte más» (21009).

Enumeración: (10) (3)

«sonetos, epigramas, y elogios» (175), «el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla» (181-182), «de Aristóteles, de Platón, y de toda la caterva» (198-199), «leídos, eruditos y elocuentes» (200), «Aristóteles..., Xenofonte..., Zoilo, o Zeuxis» (210-211), «duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas» (213-214), «sonetos, epigramas o elogios» (250), «Aristóteles..., San Basilio..., Cicerón» (337-338), «palabras significantes, honestas y bien colocadas» (354), «la discreción de mi amigo, la buena ventura mía..., y el alivio tuyo» (370-372), «venganzas, riñas y vituperios» (20900), «asno..., mentecato..., atrevido» (20906), «a la santa, a la noble y bien intencionada» (20927).

De una simple enumeración y repetición de vocablos resultaría un estilo aburrido, monótono y por demás pesado, claro está, pero el arte de Cervantes es repetir sin repetirse. Cervantes escribe: «Desocupado lector» (139), «Lector carísimo» (163), «antiguo legislador que llaman vulgo» (190), «que en el vulgo tienen» (350), «lector suave» (370), «Prólogo al lector» (20897), «lector ilustre (o quier plebeyo)» (20899), «lector amigo» (20960); o: «hijo de mi entendimiento» (141), «la historia de un hijo» (146-147), «se engendró» (149), «cada cosa engendra... qué podía engendrar» (144-145), «se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo» (154-155), «padre... hijo» (156), «padre... padrastro» (160), «este mi hijo» (164), «sacar a luz» (188), «sacar a la luz del mundo» (245), «ahijándolos» (254), «se engendró... y nació» (20901-20902), «hubiera nacido» (20911). Cervantes, como se ve, es capaz de acarrear una melodía temática en el trasfondo de toda su narración sin afectarla, y sin que al lector le parezca cargante la repetición, gracias a continuas y sutiles variaciones internas de orden, de tono, y de vocabulario. Lo que le da substancia al sistema narrativo es la interacción de una palabra clave con las que la califican (ya sea recta: lector -desocupado, carísimo, suave, prólogo al, ilustre, amigo;   —62→   o elípticamente, «antiguo legislador», «o quier [lector] plebeyo»), o de palabras que son semántica o figuradamente afines (hijo, padre, padrastro, ahijar, engendrar, fecundar, sacar a luz [dar a luz], parto, nacer). Esta polifonía lingüística, este don natural, porque es impensable concebir que Cervantes se preocupara de estas nimiedades estilísticas y regresara al texto después de haberlo escrito para asegurarse que cada repetición fuera una sutil variación de las otras, es idéntico al natural don de Sancho de repetir el mismo refrán de seis maneras diferentes.

Pero además de todas estas variaciones tonales, del número de citas dado, y de la variedad de componentes estilísticos presentes en estas secciones del Quijote, están también representados en los Prólogos los intercambios entre don Quijote y Sancho y la naturalidad de su diálogo, los cómicos y punzantes despropósitos de Sancho y su habilidad para ensartar refranes y bordones, y los diferentes tratamientos que usa don Quijote para dirigirse a su escudero según la situación en que se encuentran. Hallamos estos componentes en la calma resignación del tono de Cervantes en contraste con el rápido fuego lingüístico y las expresiones exclamativas de su amigo, en un cómico despropósito de éste («te henchirá las medidas» se convierte en «te hinchará las medidas», expresión que encontrará eco en el Prólogo de la Segunda Parte en el loco que hinchaba perros, 309)85, en los tres eslabones de la cadena «castíguele su pecado, con su pan se lo coma, y allá se lo haya» (20907-20908), y en el empleo de las formas del para dirigirse al lector y al autor del Quijote apócrifo, las del respetuoso vuestras mercedes que usa el loco de uno de los cuentos para dirigirse a los curiosos, y que Cervantes pone en boca del lector para que se dirija a Avellaneda (20958-20959), y las del vos (incluyendo aquéllas con la -d- intervocálica en forma esdrújula que aun estaban en uso en aquel entonces) para dirigirse a un caballero (Cervantes y su amigo), para dirigirse a inferiores como signo de distanciamiento social (en el caso de amo a escudero), o para ofender (Cervantes a Avellaneda). El selectivo empleo de todas estas formas no sólo revela una diferenciación lingüística evidente   —63→   para Cervantes, sino también el cambio de siglos y de usos. El vos es remanente de las caballerías de don Quijote y el añeja habla de la Primera Parte. En la Segunda Parte las formas antiguas y los arcaísmos se hacen menos y el vos caballeresco se empequeñece con ellos. Cuando don Quijote y el Caballero de la Blanca Luna se encuentran, don Quijote le da el tratamiento de vos, pero le habla de después de que aquél lo vence (37785). Ni don Quijote ni Cervantes se quedan estáticos en una época de vacilación y transición lingüística, sino que usan todas las formas a su alcance como puente entre triunfo y derrota, entre la Primera Parte y la Segunda. El uso del y del vos en el diálogo es parte del humor en el Prólogo de la Primera Parte. Es el cuchicheo inocente de complicidad entre el autor y el desocupado, carísimo, suave e ilustre (o quier plebeyo) lector de sus Prólogos. El brusco, permítaseme la tautología, anacoluto del cambio sin transición de lector a amigo sugiere un, 'tú y yo sabemos lo ridículo del voseo, pero ¿qué se le va a hacer?'. Es el medio para zaherir entre chistes y veras a escritores de la época y burlarse de sus pendanterías, ignorancia y presunciones literarias con un 'tú -vos- tú y yo sabemos lo ridículo de estos aires de grandeza, pero ¿qué se le va a hacer?'. El del Prólogo de la Segunda Parte pone a Avellaneda en el lugar.

Otro componente estilístico cervantino que encontramos en estas secciones del Quijote es uno de los elementos narrativos característicos del mester de juglaría: el decir a su público que quisiera hacer lo que no hace («quisiera [darte la historia] monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios», dice Cervantes, 173-175; pero la Primera Parte del Quijote cuenta con prólogo, sonetos y elogios); el asegurarle que no necesita lo que acaba por necesitar («soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos», 223-225; e inmediatamente después Cervantes cita o alude a Aristóteles, Platón, Gualterus Anglicus, Ovidio, Horacio, San Mateo, Lope de Vega, Fray Antonio de Guevara, Homero, Virgilio, Julio César, Plutarco, León Hebreo, Fray Cristóbal de Fonseca, Xenofonte, Zoilo, Zeuxis, San Basilio y Cicerón; en el Prólogo de la Segunda Parte, en flagrante contraste con el de la Primera Parte, Cervantes cita del Entremés de la Perendenga y menciona las coplas de Mingo Revulgo); el tratar de convencerle que no le pide lo que termina por pedirle («puedes decir de la historia, [lector carísimo,] todo aquello que te pareciere», 170-171; pero acaba con un, «yo no quiero encarecerte el servicio que te hago, [lector suave...,] pero quiero que me agradezcas» 377-379); el negarle que sea lo que es («aunque parezco   —64→   padre, soy padrastro», de «este mi hijo», 160 y 164); y el decir que no escribirá lo que está escribiendo («quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido [al autor del quinto Quijote], pero no me pasa por el pensamiento», 20905-20907).

Está claro, pues, que el humor de los Prólogos es un juego constante entre lo que no es y lo que es, y viceversa. Es achacarle a Catón lo que es de Ovidio (279), o a Horacio lo que es de Gualterus Anglicus: «Como será poner, tratando de libertad y cautiverio, Non bene pro toto libertas venditur auro, y luego en el margen citar a Horacio. Si trataras del poder de la muerte, acudir luego con Palida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres» (267-271). Aquí, Cervantes está liando con una socarrona interrogación el nombre de Horacio con lo que no es de éste, e inmediatamente después cita lo que sí es de Horacio sin darle crédito a su autor. Para ilustrar todas los variantes que uno encuentra del componente estilístico 'humor' en los Prólogos, habría que citar el Prólogo de la Primera Parte in toto, puesto que la fuente del humor es el contraste entre inconsecuencias de construcción gramatical y preciosismos técnicos, entre lo que Cervantes escribe y lo que implica, entre retórica y habla popular, entre ignorancia fingida y fingida sabiduría, entre tuteo y voseo, entre el descaro y la picardía del amigo de Cervantes y la honestidad de éste, a quien, después de todo, no se le puede acusar de nada porque sólo le dio al lector lo que su gracioso y bien entendido amigo le dijo a él. Las últimas palabras que el amigo de Cervantes le dice a éste en el Prólogo de la Primera Parte son: «En efecto, lleva la mira puesta a derribar la máquina mal fundada de estos caballerescos libros» (362-363). Rodríguez Marín escribe de este pasaje: «En este y los anteriores consejos el 'gracioso y bien entendido' amigo de Cervantes se pasa de listo; pues ¿a qué cuento podían venir, escrita ya la historia de don Quijote y pendiendo sólo del prólogo el sacarla a correr mundo?» (pág. 10). Pero, ¿no podría verse todo este pasaje como una prenoción creativa de lo que se materializaría en 1615? Cervantes ya veía en 1605 la posibilidad de escribir la Quinta Parte del Quijote como una continuación a su novela, como una futura labor para su bien cortada pluma. Baste para esto recordar que su promesa de 1585 de escribir una segunda parte de La Galatea aún estaba en pie en 1605 (el cura dice: «es menester esperar la segunda parte» de La Galatea que promete su autor al fin del libro, 1985-1986)86 y en 1615   —65→   (en el Prólogo de la Segunda Parte, Cervantes escribe: «Se me olvidaba decirte que esperes... la segunda parte de Galatea», 21019-21022).

Igualmente, al dejar fuera del Prólogo de la Primera Parte el nombre de Dulcinea y hacer de don Quijote «el más casto enamorado» (375), Cervantes ya está prefigurando con diez años de anticipación la resignada aceptación de Alonso Quijano de que Dulcinea nunca existió y de que todas sus caballerías fueron una fantasía: «en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño» (39666-30679). Al prometer El Persiles y una segunda parte de La Galatea una vez concluido el Quijote y Alonso Quijana muerto, Cervantes se está abriendo nuevos destinos creativos en su camino. Está proyectando en el presente, un posible futuro.

Por otra parte, el misterioso, «se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona» (20902), refiriéndose al anónimo autor del falso Quijote, es una variación más del poder autorial para decir o callar, para obscurecer o aclarar, para revelar u ocultar nombres y hechos según uno lo quiera. Los enfáticos, «Pero yo, que aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote» (160), y «[los] libros, en siendo malos, son más duros que las peñas» (20986-20987), y el sugerente, «hay opinión por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel» (373-375), son todos referencias veladas a algunos de los enigmas plasmados en la Primera Parte de su obra, son ecos de anónimos 'autores', del escrutinio de la biblioteca de don Quijote y la discusión de éste con el canónigo, y del 'lugar de cuyo nombre' Cervantes no quiso acordarse al abrir de la novela. Este recordar lo que ya sucedió, y aquel predecir lo que aún está por suceder, son dos facetas más de la maestría de Cervantes y de su omnisciencia artística87.

Los juegos de palabras y de ideas, y los malabarismos con los distintos niveles del habla tan característicos del cuerpo narrativo del Quijote, ocurren así mismo en los Prólogos. Del preste Juan de las Indias y del emperador de Trapisonda, dice el amigo de Cervantes «yo sé que hay noticia que fueron famosos poetas, y cuando no lo hayan sido, y hubiera algunos pedantes y bachilleres que por detrás te muerdan y murmuren de esta verdad, no se te dé dos maravedís,   —66→   porque ya que te averigüen esta mentira, no te han de cortar la mano con que lo escribiste» (256-261). En vez de decir, 'yo sé que fueron', el amigo de Cervantes dice, yo «sé que hay noticia que fueron», cuidándose así de asegurar algo que él sabe bien no ser cierto; «y cuando no lo hayan sido», continúa, «y murmuren de esta verdad». ¿De qué van a murmurar los pedantes y bachilleres?, ¿de que 'no lo fueron' y la noticia 'no es verdad', o de que 'lo fueron' y Cervantes está poniendo en duda esta 'verdad'? Pero no te preocupes de que murmuren «de esta verdad... [y] te averigüen la mentira», le dice a Cervantes. ¿Mentira o verdad, verdad o mentira? Y, ¿cómo es que encontramos expresiones tales como: «por detrás te muerdan», «no se te dé dos maravedís», «no te han de cortar la mano», y «que vengan a pelo» (265), y al preste Juan de las Indias y al emperador de Trapisonda, pareados casi en seguida con Horacio y «Palida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres» (269-271)? «Un análisis detenido de la lengua de Cervantes», nota Rosenblat, «revela un fino y complejo juego de intenciones, hasta en las palabras más inocentes, hasta en lo que parece puro juego acústico: detrás de las burlas se ocultan las veras, y en las veras las burlas» (pág. 205). Pero, ¿quién hubiera podido haber previsto que la burla del amigo de Cervantes resultaría tristemente profética unos años después? Cervantes y su profundo conocimiento del alma humana ya lo habían presupuesto de antemano. El Quijote apócrifo del apócrifo Alonso Fernández de Avellaneda apareció en 1614. En el Prólogo de la Primera Parte del Quijote ya se había preguntado Cervantes qué diría el vulgo al verlo salir con su novela y todos sus años a cuestas, y su amigo más tarde le dice que no se preocupe si algunos pedantes y bachilleres lo mordieran por detrás cuando leyeran su Prólogo, porque no le iban a cortar la mano con la que lo había escrito. Avellaneda lo atacó viciosamente en estos dos puntos:

No le parecerán a [Cervantes ingeniosas] las razones desta historia, que se prosigue... con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos [los otros escritores] hemos de decir dél que, como soldado tan viejo..., tiene más lengua que manos...; Y [como] es ya de viejo como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo, que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que cuando quisiera   —67→   adornar sus libros con sonetos campanudos, había de ahijarlos, como él dice, al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda, por no hallar título quizá en España que no se ofendiera de que tomara su nombre en la boca..., con permitir tantos [Títulos que] vayan [sus nombres] en los principios de los libros del autor de quien murmura88.



Cervantes se defendió de este ataque en el Prólogo de la Segunda Parte del Quijote diciéndole al lector: «no he podido dejar de sentir... que [ese señor] me note de viejo, y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taverna..., que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años..., [y las heridas] que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra» (20908-20911, 20922-20924, 20919-20921). Y para demostrarle a Avellaneda que sí tenía amigos, y de título, escribió que con dos le bastaba, el Conde de Lemos y don Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, y que a ellos se acogía.

En sus Prólogos, Cervantes nos lleva así, de la mano, paso a paso, de dudas inspiradas por su edad y falta de letras («salgo ahora con todos mis años a cuestas con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina» 192-195), a suficiencia autorial y sapiencia (no necesito «andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos», 224-225), a crítica de lo que otros escritores hacían («[lo] de los sonetos, epigramas y elogios... se puede remediar en que tú mismo tomes algún trabajo en hacerlos y después los puedes bautizar y poner el nombre que quisieras», 250-254), a orgullo creativo y seguridad artística (en Sancho Panza «te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas», 381-383) y, cerrando finalmente el ciclo que había iniciado diez años antes al referirse a su edad en el Prólogo de la Primera Parte, al conocimiento pleno de que la vejez par un escritor no es una desventaja, sino una acumulación de experiencias.

El número (158 citas: Prólogo de la Primera Parte, 113 citas, 8 páginas; Prólogo de la Segunda Parte, 45 citas, 3.5 páginas), la   —68→   variedad y la naturaleza de las citas catalogadas, además de los de las citas dadas en el texto mismo de este estudio, y de los otros componentes estilísticos considerados aquí, son prueba concluyente de que el característico sistema estilístico de Cervantes corre intacto y señor a todo lo largo del Quijote y, muy posiblemente, a lo largo también de toda su obra. Se puede concluir, así mismo, que el número de citas por página que se ha sacado de los Prólogos (un promedio de más de 14 citas por página), ha de ser muy aproximado al número de citas que se podría sacar de toda página de la obra. Tratar de hacer un trabajo comprensivo de este aspecto del Quijote, catalogando, enumerando y citando toda ocasión en que Cervantes empleó alguno de estos componentes sería una labor monumental. El que ha llegado más cerca a esta meta es Cejador, quien, refiriéndose a sólo una figura retórica se conformó con apuntar la enormidad del proyecto: «El campo de la metáfora en el Quijote es inmenso, y llenaría un buen volumen si hubiésemos de espigarlo» (tomo 1, pág. 540).

Solamente ahora es posible comprender y apreciar la paciencia, la dedicación, y la tenaz y difícil labor de Hatzfeld, y de Cejador y de Rosenblat antes y después de él. Aunque sólo nos dan un vislumbre de la riqueza de la veta lingüística escondida en el Quijote, sus trabajos hacen patente la gran variedad de figuras retóricas y otros componentes característicos del estilo cervantino. Pero el gran valor de sus obras está en la cuidadosísima lectura del texto, en la enjundiosa erudición de sus autores, en las intuiciones críticas que uno encuentra página tras página, y en el detallado estudio de la escala valorativa de cada grupo de elementos estilísticos y de cada ejemplo citado. Lo dicho por Cejador, Hatzfeld y Rosenblat sobre los medios estilísticos usados en el texto de la novela, también cabe decirse tratándose de los Prólogos. Los casi invisibles hilos que le dan coherencia interna a toda la obra y hacen del Quijote un discurso único y personal son el policroísmo producido por el carácter y número de los elementos estilísticos, por la interacción de palabras entre sí, y por el entrecruzar de los varios sistemas lingüísticos producidos (Cervantes al lector, Cervantes al amigo, el amigo a Cervantes, Cervantes a Avellaneda, el loco del cuento a los curiosos, el bonetero del cuento al loco, el lector a Avellaneda). Pero, a final de cuentas, no es esto lo más sorprendente de la obra. Lo que es más de admirar en el Quijote es el hecho de que Cervantes, a pesar del recargado ambiente literario y social de su época, se haya escapado de caer en los excesos en los que cayeron la mayoría de sus culteranos y conceptistas contemporáneos. Cervantes se yergue a horcajadas,   —69→   por un lado, sobre la triste realización del alto renacimiento de que las palabras pueden ser usadas para engañar, por el otro, sobre la descarada aceptación del barroco decadente de que las palabras son para engañar89.

Gracias a que Hatzfeld decidió excluir de su estudio todos los medios de la antigua tradición literaria y concentrarse en los que aún conservaban su fuerza plástica y pintoresca a pesar de estar anclados en la tradición, y en los que traducen aprehensiones originales y peculiares asociaciones del autor, y gracias también a que Rosenblat siguió sus pasos, El Quijote como obra de arte del lenguaje, La lengua del Quijote, y Cervantes's Theory of the Novel (Oxford: The Clarendon Press, 1962) se complementan. «Desde el libro de E. C. Riley», escribe Hatzfeld, «se sabe mucho mejor que antes, cómo Cervantes siguió de cerca las preceptivas literarias y las artes poéticas y los comentarios de Aristóteles florecientes en su época. Que Cervantes hubo de mesurar se originalidad con tantas 'servitudes', así se hizo muy claro» (pág. 56). Riley nos apunta a la poquísima originalidad de Cervantes como teorista y a sus fuentes. Las secciones de las obras de Hatzfeld y Rosenblat dedicadas al estudio de los componentes estilísticos del Quijote dirigen nuestra atención al genio creativo de Cervantes, a su enorme originalidad como escritor y como generador de nuevas imágenes y de nuevas formas lingüísticas. La publicación del falso Quijote nos revela el profundo conocimiento que Cervantes tenía del alma humana. Avellaneda no le cortó a Cervantes la mano con que había escrito el Prólogo de la Primera Parte, pero lo tachó de manco y se burló cobardemente de su mal y de su avanzada edad. Cervantes, sin embargo, sí 'dio dos maravedís' e hizo del Prólogo de la Segunda Parte la palestra desde la cual atacó al pedante y bachiller autor del Quijote apócrifo, conocido sólo pseudónimamente ahora en contraste y como pobre reflejo del nombre de Cervantes y del de su obra maestra.

«Procura», le dice el amigo a Cervantes, «que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga tu oración y periodo sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzaras y fuera   —70→   posible tu intención, dando a entender tus conceptos sin intricarlos y oscurecerlos. Procura también, que, leyendo tu historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla» (353-362). El Prólogo de la Primera Parte, se podría concluir, es una invectiva contra la falsa erudición y la presunción de los escritores contemporáneos de Cervantes, y tiene en sí la simiente de lo que se materializaría en 1614 y justificaría el Prólogo de la Segunda Parte como una invectiva contra todos los libros que, «en siendo malos, son más duros que las peñas» (20986-20987).

Estas secciones del Quijote son claro muestrario de la polifonía y polimorfía características del sistema total. Son ejemplo, también, de la habilidad única que Cervantes tenía para aunar componentes dispares, y aun contradictorios, en la producción de un todo; para mantenerse dentro de los límites, y alcanzar los objetivos que él mismo se imponía; para acarrear a todo lo largo de su narración una melodía de trasfondo sin hacerla monótona; para aludir y referirse de una manera casual a hechos, ideas y temas de lo ya escrito; y para predecir sin alardes lo que aún estaba en el tintero del porvenir.