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Otra Asturias sería la de su padre y de su hermano Genaro, de característica más políticas, o de sus amigos (como Aramburu), de características más literarias si bien fraternas, y por ello de menor consuelo.

 

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Dicen los últimos versos de este poema: «Godi, fanciullo mio; stato soava/Stagion lieta è cotesta. Altro dirti no vo': ma la tua festa/Ch'anco tardi a venir no ti sia grave».

 

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En su artículo sobre «La Universidad de Oviedo. Discurso de Don Rafael Ureña», Ilustración gallega y asturiana, 29, de 18-X-1881, «como hijo que es de esta escuela» siente Clarín un «intenso placer contemplando el desfilar de nuestro claustro joven por mayoría pero también el orgullo que debe sentir todo buen asturiano al ver a los doctores vivos, a la juventud estudiosa e inteligente de nuestro claustro universitario pasar con sus togas y birretes respectivos. Si hay algo que ennoblezca a un país, es el adelanto científico, el progreso de la enseñanza», afirma.

 

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Llega incluso a dar para la prensa nacional como El Imparcial el ejemplo de la iniciativa de la Sociedad de Amigos del País de Oviedo en punto a educación de artesanos y a saludar (e informar) sobre la Revista de Asturias, con una especie de ufanía y patriotismo asturiano.

 

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No parece ser que Alas se adhiriera a La Quintana ni a la Sociedad demológica asturiana (El Folklore Asturiano).

 

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Esta hipótesis de S. Saillard (1973, 2: 41) se puede comprobar con lo hiperbólico y convencional de la expresión, por ejemplo cuando compara la bajada del puerto de Pajares con una «navegación como en un mar de piedra, con montañas por olas», o evoca «la vegetación abundante, esplendorosa, [que] sube hasta la cima; en la falda, los castañares de turgentes formas cubren en apretada espesura el terreno en los claros prados de verde eterno pero de un verde de que no tienen idea los que no han estado en Asturias» o «El Cantábrico, malhumorado casi siempre, (que) deshace sus furores en espumas que forman guarnición de encaje en las peñas y en las playas de la orilla.»

 

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«De Oviedo no pienso salir (a no ser por temporada) en algunos años. Hago una vida de hombre bueno que me sienta muy bien, etc.» le escribe a Galdós el 15-III-1884 (apud Coletes, 2001, 68).

 

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En los cuentos de los años 1890 es donde, con una poética ternura, conseguirá -por fin- expresar y transmitir este sentimiento por tantos años callado.