Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoRelación de la conquista de los Teules chichimecas que dio Juan de Sámano.

En veinte días del mes de Enero del año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e quinientos e treinta años, llegó el muy magnífico señor Nuño de Guzmán, que a la sazón era presidente del abdiencia real desta Nueva España por mandado de S. M., al río de Nuestra Señora de la Purificación con el ejército que desta cibdad sacó, o con la mayor parte de él, donde asentó su real y tomó posesión y de allí adelante en nombre de S. M.; y allí fundó un ermita cercada de su muro y almenas, y puso nombre a la dicha ermita Nuestra Señora de la Purificación; y esta casa de Nuestra Señora y este río está cuatro leguas de Puruándiro, donde estuvo ciertos días esperando alguna gente que había de venir, que no era llegada; y allí por ciertos delitos que contra el Cazoncí, señor de la provincia de Mechoacan, se hallaron, a lo cual me remito al proceso que contra él se hizo, le mandó arrastrar a la cola de un caballo el dicho gobernador, y le llevaron a un palo donde fue ahogado con un garrote y quemado; y decía el pregón «a este hombre por traidor, por muchos muertes de cristianos que se le han probado»; y en este caso, para más verdad decir, me remito al proceso que contra él se hizo.

En dicho día caminó el campo, el cual caminó tres o cuatro días sin hallar poblado; e yendo adelante el maestre de campo, que a la sazón era Villarroel, con cierta gente de caballo, al cuarto día halló unas casas, no muy buenas, de gente montés; estaban detrás de un río pequeño, y para pasar a ellos, que les daban grita, el paso era malo y tardáronse algo por pasar presto, e todavía alcanzaron diez o doce gandules, e hirieron un español que iba a caballo, en una pierna, e mataron ciertos indios dellos; y volvieron a dar mandado al señor gobernador, el cual mandó caminar otro día siguiente el campo, y caminó dos leguas y llegó dos leguas de un pueblo que se dice Cuyna, sin saber del maestre de campo; y estando allí el campo, siendo de mañana, salió el gobernador con ocho o diez de caballo, y siguió el camino, tanto que descubrió cierta poblazón del dicho pueblo de Cuyna; envió a llamar al veedor para sacar el campo a vista del dicho poblado, y el dicho veedor después de dejar aposentado el campo, con algunos de caballo e peones siguió al señor gobernador, y hallóle en un estero de mal paso, y allí hicieron noche, donde llegó mucha copia de gente de indios de la otra parte del estero a dar grita; y otro día de mañana llegó el campo, y cuando llegó la manguardia hallaron que los que habían allí dormido con el señor gobernador estaban haciendo una puente de madera y tierra para pasar la gente e caballos, la cual se hizo con harto trabajo, y el gobernador estuvo allí quedo hasta que pasó todo el campo, estuviendo adelante gran trecho guarda de caballo en el campo, que los enemigos eran retraídos; y después de pasado todo el campo, y porque era muy tarde cuando acabó de pasar todo el campo, mandó se hiciese el aposento allí luego, y envió al veedor su teniente, y al comendador Barrios, y a Hernando Sarmiento, escribano, y a Juan Pascual, lengua, y dos alguaciles a requerirles viniesen de paz; los cuales hicieron el requerimiento en haz de los dichos indios de guerra, y los dichos indios les dieron mucha grita e tiraron muchas flechas y piedras, y el dicho veedor con su gente arremetieron a ellos e mataron dos o tres, y dieron vuelta y llegaron donde el señor gobernador estaba, ya noche. Otro día de mañana mandó a toda la gente, así españoles como indios amigos, se pusiesen a punto de guerra, lo cual así se hizo, en la cual gente habría españoles ciento de caballo y doscientos peones, pocos más o menos, y de los indios cinco mill hombres de guerra. Mandó al veedor con su capitanía y una compañía de peones tomasen la halda de la sierra e la mano derecha, y mandó a los indios de Taxcala e Guaxocingo que le siguiesen. Mandó al capitán Cristóbal de Oñate y al capitán Cristóbal de Barrios tomasen el lado izquierdo, y con ellos el capitán Diego de Proaño con su gente de pie, y los indios tarascos siguieron la mano izquierda, y el gobernador con los que iban siguiendo su guión y el capitán Villalba con su guarda por medio; y mandó a los indios de México y Santiago le siguiesen. Mandó a Francisco Verdugo con su capitanía trujese recogido el fardaje tras él, y así caminando el campo hasta llegar a un arroyo, el cual pasado, mandó el gobernador a Samaniego, alcalde de las atarazanas, y a Juan de Sámano, y a Francisco de Villegas, su mayordomo, fuesen a correr el campo y a descobrir hasta llegar al pueblo; y los dichos lo fueron a hacer y entraron en el dicho pueblo de Cuynan, sin hallar persona ninguna en todo el pueblo; los cuales volvieron a dar mandado al dicho gobernador; y como lo supo, caminó con todo el campo hasta entrar por medio del pueblo, y los indios amigos se comenzaron a desmandar y a quemar algunas casas; y como el gobernador lo supo, el gobernador mandó pregonar so pena de muerte que ninguno quemase casa; e mandó luego salir la guarda de caballo al campo, para que nadie quemase ni desbaratase casa, y todavía no se pudo excusar que no se quemasen algunas casas; y hecho esto mandó al maestre de campo hiciese el aposento fuera del pueblo en una sábana, ribera de un arroyo de agua. Este pueblo está asentado en la halda de una sierra pelada, no grande, y alguna parte dél en llano. Es pueblo templado y de muchos bastimentos de maíz e frijoles y ají y otras semillas; tenían gallinas; hay muchos magueyes; hay muchos árboles de fruta de los de la tierra, y la tierra parece muy aprovechada para todas labranzas; hay muchas liebres e venados e conejos e codornices e tórtolas. El capitán Cristóbal de Oñate a la entrada deste pueblo se desvió algo sobre la mano izquierda, y dio en un escuadrón de indios e mujeres e muchachos, e dijo que se habían querido defender, y él dio en ellos, en que mató algunos y trujo presos cerca de cien personas al real. Estovimos allí dos días, y en los amigos tarascos que llevábamos se hallaron lenguas que dijeron al gobernador que había cerca de allí un gran poblado. El señor gobernador se partió luego para allá con toda la gente, y dejó en guarda del campo aquí en Cuynan a Francisco Verdugo, capitán de ginetes, y al capitán Vázquez con sus peones en guarda del real. Envió delante al maestre de campo y ciertos de caballo, el cual envió mensajero al gobernador haciéndole saber que el campo estaba cubierto de gente de guerra; y el dicho gobernador requirió todas las capitanías, y los mandó poner en orden, haciéndoles saber la nueva que el maestre de campo enviaba, y a los indios amigos se aderezasen, y así fue hecho luego, y caminó el gobernador con el campo a buen paso, y llegando a vista del poblado comenzaron los enemigos a huir pocos a pocos, y así que llegó el campo al dicho pueblo, salvo que los amigos alcanzaron alguna parte de la gente que iba huyendo, hicieron algund estrago en los enemigos, porque otro día de mañana andando el gobernador mirando el poblado, hallábamos el rastro de algunos muertos y otros heridos. Aquí hallamos que comían carne humana, porque hallamos muchos 96de indios asados. Este pueblo está algo derramado, porque está poblado a barrios. Está en unos llanos. Hallamos alguna falta de agua, pero la tierra es muy alegre y abundosa. A la una halda del pueblo hay una barranca grande muy trabajosa de bajar a un río que por ella va. Este río entra en el de Nuestra Señora que arriba digo; tiene muchos árboles de frutas, muchos bastimentos de maíz e frijoles, e otras cosas que los indios comen; dijeron las lenguas al gobernador que aquella gente que allí estaba sacrificada e asada que eran de Cuynan, deste pueblo que arriba digo, que allí se habían venido huyendo, y que los de aquel pueblo los habían muerto. Tomóse en este pueblo, que se llama Cuynacaro, mucha gente, que serían hasta seiscientas ánimas, entre las cuales se hallaron que había de Cuyna doscientas e cincuenta, de las cuales el dicho gobernador se quiso informar si era verdad lo que las lenguas decían de los muertos, y halló ser ansí verdad. Otro día de mañana el señor gobernador envió todos los prisioneros que allí parecieron ser de Cuyna, a sus casas, y con ellos tres de caballo, y los demás que quedaron deste dicho pueblo mandó que los soltasen después de habelles hablado que se fuesen a sus casas, y luego mandó caminar la manguardia por un camino que el piloto dijo que era la vía del Lesnordeste. Llevaba por guía a un indio, el cual nos llevó por un camino que el día antes habían descubierto ciertos de caballo; y aquel día anduvimos hasta tres leguas y bajamos un puerto harto agro; y bajando en lo llano dimos en un pueblo donde no se halló gente ninguna; y otro día envió al maestre de campo con cierta gente a pasar una barranca grande que estaba a la mano izquierda, que viese que había de la otra parte.Envió asimesmo al veedor por la mano derecha, si había algo. El maestre de campo al pasar de la barranca hallé cierta gente que le quiso defender el paso, y sobre ello, pelearon un rato, de lo cual salió herido el maestre de campo en un muslo; y de lo demás en este caso no me acuerdo. El veedor fue por la mano, derecha, dio en una poca de gente a la cual siguió un rato, en lo cual de un flechazo le mataron un caballo a García Ramírez; siguiéronlos hasta dar con los dichos indios en una barranca, y dieron la vuelta al real do el gobernador quedaba Aquí quedó rezagado un negro de Alonso de Contreras, y salieron los indios a él, y por presto que fue socorrido, hallaron que los indios lo llevaban muerto. Otro día de mañana mandó el señor gobernador al veedor que con su capitanía e con algunos otros caballeros, tomase la vía de aquella barranca que el día antes había ido el maestre de campo, y viese qué había de la otra parte; el cual pasada la barranca, obra de una legua, halló mucha gente de guerra en escuadrones que le estaban esperando en unos llanos muy grandes, todos poblados, de lo cual él dará a Vra. Sría. y Mdes. relación dello, porque yo no me hallé allí. Vuelto el dicho veedor, el gobernador mandó otro día de mañana caminásemos rodeando alguna parte de una sierra, porque no tornase el campo a subir aquel puerto que antes habíamos bajado; y así caminamos dos días por despoblados por unos pinales donde se halló mucha copia de venados, y ansí llegamos en dos días a Cuyna, donde había quedado Verdugo con el fardaje, y hallamos que eran venidos los señores del pueblo de paz. Otro día que allí llegamos fue primero día de cuaresma, do se tomó ceniza, y hablé el gobernador a los indios y les mandó que estuviesen quedos en sus casas y que no hubiesen miedo, y que si algund cristiano por allí pasase, que le diesen de comer y le encaminasen para do quisiesen ir; y ellos dijeron que ansí lo harían, y les pidió tamemes, y los dieron, aunque no todos los que fueron menester.

De aquí partimos, y andando hasta dos leguas, supo el gobernador de unos indios amigos que andaban a descubrir, cómo había gente de guerra en el campo que nos estaban esperando. Mandó aparejar la gente que fuesen apercibidos, y mandó a Cristóbal Flores y a Juan de Burgos y a Gonzalo López que fuesen a descubrir, y apartados un trecho del campo vieron cierta gente de guerra que iba huyendo, y siguiéronlos hasta que se echaron en el agua que es del río grande de Nuestra Señora. Aquí alcanzaron dos y tres y los alancearon, y volvieron a dar mandado al gobernador y mandó a la gente de caballo e peones caminar a buen paso, e cuando llegó el campo halló de la otra parte la gente de guerra que estaba peleando con sus arcos e flechas, e luego comenzaron a tirar con escopetas e ballestas, y el gobernador mandó a ciertos de caballo que fuesen el río abajo a buscar paso, e no se pudo hallar al presente, sino mucha gente de guerra que salían a pelear desta parte del río, donde se alancearon algunos dellos que se alcanzaban antes que se echaban al agua; y si nos llegábamos mucho al agua, eran tantas las flechas, que nos hacían daño a los caballos y visto esto, el gobernador mandó desbaratar una casa de un cu a los indios amigos, e peones, e se hiciesen luego balsas para pasar a la otra parte; y viendo los indios de guerra la primer balsa que se echó al agua, vino un indio de los de guerra, lengua, y dijo que estuviésemos quedos, que ellos venían de paz, y mandó el gobernador que no les tirasen y que llamasen el indio; y luego el indio pasó el río y habló con el gobernador aparte con la lengua que la entendía: no sé lo que con él se concertó, mas que mandó pasar de la otra parte gente, y pasó luego, y durmió allí aquella noche. Y luego otro día partimos el río abajo, los unos por la una parte e los otros por la otra, e anduvimos hasta dos leguas y media o tres hasta llegar al pueblo que se dice Cuyseo, que es la cabecera desta provincia, a do hallamos un vado no muy bueno, porque era un paso de ceborucos,97 donde los caballos pasaban con harto trabajo; y pasados mandó el gobernador aposentar el campo, y antes que se apease el gobernador quiso ir a ver el pueblo el río abajo, y hallaron en el río en canoas y por la costa dél, mucha gente de guerra que se acogía a una isla, e allí se hacían fuertes, flechando desde allí muy reciamente. El capitán Vázquez que allí se halló con ciertos peones de su capitanía, se echó al agua con una espada y una rodela, y le siguieron algunos de los peones, donde hizo harto daño a los enemigos, e mucha copia dellos mataron; a él hirieron en un muslo y en una pantorrilla, y los demás se echaron al agua. Y el gobernador envió al capitán Verdugo con cierta gente de caballo por la otra parte del río a que les tomasen las espaldas, el cual dio en mucha gente de guerra que debía venir a socorrer los de la isla. El gobernador, después de despachado Verdugo, siguió el río abajo, y mucha gente iba por el agua, unos se ahogaban, y otros que salían a tierra alanceaban, que creo yo que porque estaba presente fueron pocos los que allí se salvaron de muertos o presos; y con esto se volvió el gobernador al aposento con toda la gente que fuera estaba, y estuvo allí el campo cuatro días. Allí murió un peón de enfermedad. En este tiempo vinieron ciertos señores de paz, que entre ellos era el señor de allí, el cual el gobernador recibió muy bien; y otro día de mañana mandó ir a bojar una sierra muy agra, en la cual está poblado mucha cantidades de pueblo. Está de la parte del río a mano izquierda, y de la otra parte de la sierra está una laguna muy grande, y envió el gobernador al veedor por encima desta sierra y viniese a juntarse con él al cabo de la dicha sierra, donde sale el río grande de Nuestra Señora de una falda de la laguna, que se parece tres o cuatro leguas, se mete por la laguna y se torna a salir de ella sin impedimento ninguno. El veedor yendo bojando la dicha sierra dio en un pueblo que se dice Chapala y en otras estancias que a la sazón no se supieron los nombres, y acabó de bojar la sierra con harto trabajo de los caballos, y así se volvió donde el gobernador estaba. La otra parte desta poblazón está la mano derecha de un valle muy abundoso de bastimentos y gallinas y venados y de todas cazas, liebres e conejos, e de codornices, muchos árboles de frutas. Así se tornó el gobernador al aposento, y otro día de mañana mandó al veedor y a Diego de Proaño con su capitanía de peones y los indios de Taxcala y Guaxocingo fuesen por la otra parte de unas barrancas que se parecían, y doblasen una sierra alta, y por cima de la sierra diese la vuelta sobre la mano izquierda, lo cual hizo ansí, y segund después dijo él y los que con él iban, que habían hallado toda la tierra poblada por donde fue; y demandó el gobernador al señor y principales deste pueblo de Cuiseo que trajesen algunos tamemes e comida; no se pudo acabar ninguna cosa con ellos; mandó traer un perro e hízole morder, y tampoco aprovechó nada, aunque algo le fatigaron las mordeduras; y luego mandó poner fuego a unos cues donde estaba aposentado; y unos principales que allí estaban proveyeron de algunos tamemes, y fueron ellos mesmos con nosotros y nos guiaron adonde dormimos aquella noche en un despoblado: cierta gente de caballo trajeron dos indios que dijeron ser de Tunalá.

El gobernador envió a Tunalá a que llamasen a los señores, y otro día de mañana fue el maestre de campo adelante, y llegó el campo a vista de Tonalá, donde mandó el gobernador hacer alto a la gente e al fardaje, y esperó al maestre de campo para ver la respuesta que traía; y venido dijo que no le parecía bien porque se acogían a un cerro pedregoso, algo alto, y el gobernador mandó al maestre de campo y a Hernando Sarmiento y a otros tres fuesen a requerir viniesen a dar obediencia a S. M. y a él en su real nombre; e idos estos mensajeros, los indios estovieron tirando flechas y dando grita y haciendo muchos ademanes, aunque un barrio de naguatatos se estaban en sus casas y daban a los amigos alguna fruta e agua; y el gobernador determinó de ir al cerro y mandó a Cristóbal de Oñate con su capitanía tomase la halda de la mano derecha, y a Verdugo la mano izquierda, y él con su capitanía por medio. Y viendo los indios que de hecho ibamos a ellos, empezaron a bajarse por la otra parte del cerro, y el gobernador subió encima del cerro, y mandónos a todos que nadie alancease, y entre ellos iba dándoles voces que estoviesen quedos, y no curaban de nada e tiraban muchas flechas y unas porras pequeñas, de manera que hacían daño, especial en los indios amigos. Visto esto, el gobernador mandó que se diese en ellos, e así se hizo, que se alancearon muchos dellos por la sierra abajo y en los llanos hasta una legua, y los indios se retrujeron a una barranca grande, y el gobernador corrió harto riesgo, su persona, si no fuera socorrido, porque se le colgó un indio de los tiros del freno del caballo; y luego tañeron las trompetas y se recogió la gente, y se volvió al pueblo por do habíamos entrado y se hizo el aposento. Verdugo que había tomado aquel día la mano izquierda, siguió el alcance hasta tres leguas y dio en muchos pueblos e trajo muchos principales dellos de paz, y cuando él vino era ya llegado el veedor por de la otra parte de las barrancas por do había ido dende Cuyseo, donde dijo haber hallado mucha gente de guerra que había salido a pelear; y este día vino la señora de Tonalá de paz, y allí se tuvo el campo diez o quince días, en los cuales mandó el gobernador hacer una ermita encima del cerro donde había estado la gente de guerra, a honor de nuestra Señora; y en estos días vino mucha parte de la tierra de paz. Este pueblo está asentado en unos llanos muy grandes, y muy alegre tierra de mucha comida y bastimentos, y muy poblada de árboles de frutas, y por una parte del lado derecho le entra el río grande. Después de haber estado el gobernador los diez o quince días, determinó de partir y le dieron tamemes, y el día que partió de allí fue a dormir al campo a un pueblo su subjeto; trujo comida, y otro día en otro pueblo que también era subjeto: aquí no pareció nadie.

Otro día caminamos hasta dar en la barranca grande, y se abajó con mucho trabajo de los caballos, y a la bajada estaba un pueblo a la mano izquierda que se llama Izcatlan: no vino de paz. Pasamos de la otra parte del río por no le hacer daño a este pueblo; otro día caminamos y fuimos a dormir a un pueblo, que está sentado en un llano; están derramadas las casas; pasó el campo por el por no le hacer daño, y fue el campo a dormir ribera de un arroyo: allí salieron indios de paz; no sé cómo se llama este pueblo. Otro día caminó el campo, y andando una legua entramos por un lado grande: mandó el gobernador pasar adelante a hacer el aposento a una estancia pequeña, y allí mandó hacer aquella noche el aposento. Un mozo de espuelas suyo, sobre un aposento riñó con otro español y echó mano al espada y le cortó tres dedos de una mano, y le mandó cortar un pie al dicho mozo de espuelas. Otro día llegamos a un pueblo que está poblado sobre un cerro llano alto, que nosotros le llamamos el pueblo del Peñol: salieron los indios de paz. El gobernador mandó que no se hiciese el aposento dentro; aposentámonos a vista de él en un arroyo de agua: este pueblo no sé cómo se llama. Otro día llegamos a un pueblo, que se dice Nuchistlan; es muy grande: no nos esperaron de guerra ni de paz, mas que los indios amigos decían que habían dado en cierta gente. Aquí mataron dos mensajeros indios de Tonalá, que el gobernador enviaba adelante a hablallas, porque decían eran sus amigos. El gobernador anduvo aquel poblado antes que se aposentase; no pudo hallar ninguna gente: mandó al maestre de campo que hiciese el aposento en un arroyo de agua que pasa por medio del poblado. Aquí hicieron los amigos mucho daño, e quemaron mucha parte del pueblo. Aquí se recogieron bastimentos, porque el gobernador quiso estar aquí la Semana Santa; e aquí se halló entre los amigos indios haber sacrificado muchos indios: mandó quemar ciertos dellos que halló culpados. Este pueblo está sentado entre unos cerros, e muchas casas en los cerros. Pasa el río por medio de los poblados un arroyo de agua, y es muy abundoso de bastimentos; tiene muy pocos árboles de fruta, salvo muchos tunales. Estando aquí el gobernador la Semana Santa, mandó al veedor e a Diego de Proaño, capitán de peones, fuesen a una poblazón grande que había noticia que se llamaba el Teul. Mandó a Francisco Verdugo con su capitanía fuesen por otra poblazón que estaba a la mano, derecha, que se decía Xalpa. Partidos, el veedor por una parte e los otros por otra, el veedor dio en un pueblo antiguo; era lo poblado dél muy poco, segund los muchos edeficios y grandes tenía, segund que en esta cibdad de México se hallaron. El veedor pasó por allí y dejó este pueblo entero, y caminó su camino adelante; aquí no hallaron gente ninguna: trajo el gobernador un indio viejo que debía de ser papa en los cues, y a la vuelta que él se volvió, creo, que los amigos quemaron aquellos edeficios, segund los amigos confesaron. Verdugo por la mano derecha llegó a Xalpa, y lo que allí hizo, él habrá dado relación dello a Vra. Sría. y Mdes.; él volvió por el pueblo de los edeficios grandes, e se volvió al real tres días antes que el veedor. Desta Xalpa vinieron ciertos principales de paz y trujeron ciertos ídolos; decían que aquellos les hablaban, y el gobernador habló a los principales e les dio a entender cómo aquello que allí traían era una burla, e los mandó quemar públicamente en su presencia, y mandé a los principales se volviesen e llamasen a los señores de aquel pueblo; e otro día llegó el veedor el cual dijo al gobernador lo que había hallado; y el día antes desto salía el gobernador paseándose por el campo, y fueron con él algunos caballeros, y era a puesta de sol; andaban los amigos fuera por lo poblado; dieron los enemigos en ellos que venían a buscar bastimento, y volvieron huyendo al real. Aquí nos hallamos juntos Gonzalo López e Juan de Sámano e Juan de Ojeda y Alvar Pérez y otros que no me acuerdo, y salimos apriesa cabalgando, y a trecho de cuarto de legua hallamos ciertos indios de guerra y comenzamos a lancear en ellos, y el gobernador andaba paseándose de la otra parte, y como le fue hecho saber cabalgó luego y fue siguiendo por donde nosotros habíamos ido, ya que era escuro, andando él por una parte e nosotros por otra nos encontramos. Prendiéronse aquella noche algunos indios, y por ser de noche mandó recoger todos los amigos, e mandó tañer las trompetas, e recogiéronse todos los españoles al campo. Aquella noche mandó a Cristóbal de Oñate saliese con un indio guía que allí se había tomado, que decía que le llevaría a do estaba la gente de aquel pueblo, y otro día de mañana salió con el indio, y así como anduvo obra de una legua, dio en un escuadrón de gente de guerra que la noche antes se había recogido, y los indios como lo vieron, según él dice, volvieron a él y le tiraron muchas flechas y piedras, donde le hirieron tres o cuatro caballos, y alanceó muchos dellos hasta que los caballos no se podían menear, y así se volvió al real a decir al gobernador lo que pasaba, y otro día de mañana mandó el gobernador apercibir toda la gente, que saliese al campo, y salida, de allí tomó la que le pareció que era menester, comenzó a caminar y llegó a dar sobre unas barrancas aquel día bien tarde, donde estaba mucha copia de gente, y salieron allí huyendo; el alcance turó bien dos leguas, y mandó luego recoger el campo, y volvióse al aposento: y pasada la Pascua salió el gobernador con todo el campo la vía del Teul, y dende a dos días a un pueblo no muy grande; otro día salió de allí, y anduvimos dos horas, en los cuales había algund poblado, aunque no mucho, y llegamos al Teul, el cual es un pueblo derramado, porque el veedor había ya llegado allí, y los amigos le habían quemado; parecía tener muy grandes edeficios; es muy alto y tiene arriba agua, y abajo hay poblazón alrededor de él, aunque poca: no había en la tierra muestra de muchas labranzas, e pocos árboles de fruta. De allí envió el gobernador a Verdugo a un pueblo grande que estaba a la mano derecha del dicho Teul que está cerca de allí; dijo que había muy gran poblazón y de grandes sementeras; esto estaba todo alzado según él dice. Aquí estuvo el campo dos días, y venido Verdugo, habló el gobernador a un indio del Teul que había traído el veedor, y el indio le dijo que le llevaría a unos pueblos grandes, y que nos llevaría por dos caminos; y el gobernador mandó al veedor tomase la mano derecha, y llevase consigo a Francisco Verdugo y a Diego de Proaño, capitanes; e yo supliqué al gobernador me diese licencia para irme con el veedor, y él me la dio; y el gobernador tomó la mano izquierda con toda la otra gente: lo que se halló por el camino hasta juntarnos en Tepique, yo no lo sé, que no lo vi. El veedor halló muchas barrancas e ríos e malos pasos; aunque por ellas se hallaban algunas casas, eran muy pobres, que eran de chichimecas: por este camino iban con nosotros los indios de Taxcala e Guaxocingo. Anduvimos diez y siete días de camino, que los catorce no pudimos salir de barrancas del ríos grande, que todavía guiaba el indio del Teul; y visto el mal camino que llevábamos, al cabo destos días vimos de la otra parte de la barranca unos llanos, y el veedor acordó de pasar de la otra parte, por la mucha necesidad que teníamos de comida, y si no fuera por los muchos puercos, íbamos muy fatigados de hambre; y pasados de la otra parte de la barranca, fuimos a dormir a un robledar, e ahí descubrieron los amigos ciertas estancias donde hubo alguna comida; y otro día llegados a otro monte, que habríamos andado tres leguas, un negro del veedor se subió en un cerro, alto y descubrió un gran pueblo, y vino a dar mandado a su amo, y como el veedor se informó de lo que había, mandé al capitán Verdugo se quedase allí e recogiese todo el fardaje y amigos y caballos que venían de diestro, y pusiese en ello buen recabdo, como lo puso. Y el veedor cabalgó con hasta veinte de caballo, y fuimos con él por do el negro decía estaba el pueblo, y andando legua y media, dimos en el pueblo, que se llama Tepique, donde agora está poblada la cibdad de Compostela por mandado de S. M. Allí salieron los indios a nosotros con muchos arcos y flechas y muy emplumajados, y con mucha grita tirando muchas flechas, y el veedor partió la gente en dos partes, y él tomó la mano derecha, y ciertos de nosotros con él, y empezamos a lancear hasta que los hicimos pasar un río que por modio del pueblo pasa, y pasamos en pos de ellos, y los indios como lo vieron, pasaron ciertos naguatatos a nosotros dando voces que estoviésemos quedos, que no los matásemos; y luego mandó el veedor que estuviésemos quedos, que nadie matase, y los naguatatos llevaron al veedor a la casa del señor, y él nos salió a recibir, y mandó luego traer de comer, y luego que se trujo, aposentó el veedor toda la gente de la otra parte del ríos por donde habíamos entrado, y hecho el aposento, volvimos adonde el señor estaba, e supimos como este pueblo se llamaba Tepique; e recogida toda la gente, y otro día de mañana, antes que llegase Verdugo, cabalgamos por mandado del veedor cinco o seis de caballo, y anduvimos hasta una legua, y subidos en un cerro descubrimos una halda de una sierra grande, que habría hasta ella media legua, donde vimos una muy recia poblazón, y hallamos mucha gente que huía y nos tiraban unas varas de la misma sierra, y ahí se alancearon ciertos gandules que se alcanzaron, y se recogieron algunas mujeres, y ellos se acogieron a la sierra tirando flechas, y la sierra es tan agra que no se puede subir a caballo, y así acordamos de volver a dar mandado al veedor de lo que había; y viendo los indios que nos volvíamos, bajan de la sierra los indios e dan tras los peones que venían algo atrás, de manera que les hicieron dejar alguna comida que traían, y aun algunos dellos dejaron las armas por más huir, e oímos las voces que venían dando. Dimos la vuelta sobre ellos, y recogimos los peones. Dimos vuelta a Tepique, donde supimos como aquel pueblo donde esto había acaecido, se llamaba Xalisco; y luego el veedor mandó a los principales de Tepique que los fuesen a llamar, y ellos volvieron con la respuesta diciendo que habían muerto el uno de ellos, y esto le daban por respuesta; y aquel día, llegado Verdugo, mandó el veedor que toda la gente se apercibiese para dar otro día al cuarto del alba sobre ellos; aquella tarde que lo mandó, llegó Villaroel, maestre de campo, que venía con el gobernador por el otro camino, el cual dijo que había pasado por Xalisco, y le habían salido a él con arcos y flechas, y le habían dado dos gallinas, y que otro día sería con nosotros el gobernador, y a este efecto dejó la ida el veedor sobre Xalisco hasta que llegase el gobernador. Otro día de mañana salimos a recibir al gobernador hasta pasar de la otra parte de Xalisco, y la gente estaba por la sierra con sus arcos e flechas con muchos penachos dando grita; y llegado el gobernador, no quiso parar hasta llegar a Tepique aquella noche, y que el campo durmiese allí aquella noche, y llegó a Tepique y aposentóse desta parte del río do posaba el veedor; e otro día llegó todo el campo, e mandó recoger bastimento para veinte días, de Xalisco e su tierra que aún no querían venir de paz, y en el recoger del bastimento mataron un español; no se sabe dónde lo mataron: allí envió el gobernador otra vez a llamar a los señores de Xalisco, y no quisieron venir. Mandó aparejar para aquella noche al cuarto del alba, y así se hizo, y envió el maestre de campo a Hernando Sarmiento, escribano, y a Juan,98 alguacil, con otros ciertos de caballo e naguatatos de Tepique a requerir a los dichos indios viniesen de paz, y no quisieron; y al cuarto del alba otro día salió de Tepique con toda la gente, españoles e indios, ecebto dos banderas que quedaban en guarda del real, y salidos anduvimos a juntarnos a Xalisco, y allí se repartió la gente en dos partes; la una llevó el veedor que fuese por la mano izquierda del pueblo, y por la mano derecha tomó el gobernador, y entramos por el pueblo, donde se halló muy poca gente, y los amigos comenzaron a quemar, y el capitán general se lo mandó así, y los unos siguieron al capitán general y los otros al veedor; e los que fueron con el veedor, él hará la relación de lo que acaeció a Vra. Sría. y Mds., que yo iba con el capitán general; y siguió por unas barrancas, hasta dar en un cerro grande, todo montoso, donde se sacó mucha gente que se había acogido allí, e antes se habían hallado entre estas sierras muchas poblazones pequeñas, y se mató algunos indios, entre los cuales prendieron dos que parescían principales, e mandó el general que les cortasen las manos, e se las echasen al pescuezo, y los enviasen así. Dende este cerro montoso descubrimos la costa de la Mar del Sur, y el capitán general acordó de seguir hasta allá, y anduvo aquella tarde tanto, que dimos en una sierra muy agra, y por allí subió él y algunas otras muchas personas, en que subieron con harto trabajo en que ellos fueron, y otros trabajamos de rodear una sierra, e hecímoslo con mucho trabajo, pero, al fin salimos al camino, y el capitán general caminó derecho, e fue aquella noche a un estancia, donde hallaron la gente descuidada e hallaron de comer, y era bien menester, porque aquel día no había comido la gente. Y los que rodeamos la sierra salimos a dormir a un robledar, y llevábamos con nosotros la bandera de Cristóbal de Oñate. E otro día caminamos y llegamos a hora de las ocho del día, adonde hallamos al gobernador esperando, y en llegando partió de allí; y a obra de una legua halló otra estancia, y de allí andovimos hasta llegar a la mar, adonde tomó la posesión en nombre de S. M., como había hecho en todos los pueblos por donde había andado. Partimos de allí e fuemos por la costa hasta dos o tres leguas, y llegamos a un pueblo que estaba sobre la mar en un peñol de mala subida, y hallamos cinco o seis indios en el paso dando grita, pero luego lo desampararon, y entramos en él y aposentóse el campo, adonde hallamos mucho bastimento y pescado, y había mucho algodón. Y otro día de mañana salimos de allí derecho a Tepique.

En este medio había el veedor por la otra parte enviado gente e hallado ciertos pueblos, e otro día se habían vuelto al real, y como no halló en Tepique al capitán general, envió al capitán Barrios que con él estaba, en busca del capitán general, y viniendo su camino derecho para Tepique, halló dos o tres pueblos medianos, la gente de los cuales estaba ausentada, y los amigos quemaron parte de ellos. Salido de estos pueblos, vino a dar a un pueblo grande que se dice Çapocingo que está dos leguas de Tepique, que desde un cerro que está sobre él, vimos la bandera de Cristóbal de Barrios, y mandó el general que fuesen dos de caballo a saber do iban, el cual volvió y dijo que iba en su busca, y allí le mandó que siguiese aquella derrota y pasase el río grande, y viese qué había de la otra parte. Y luego el gobernador se fue a Tepique y estuvo esperando a ver lo que traía Barrios: en este tiempo que estuvo fuera vino de paz Xalisco y otros pueblos que no me acuerdo. Aquí hizo luego el capitán general oficiales de S. M. a Francisco Verdugo, tesorero, y a Cristóbal de Oñate, contador, y a Juan de Sámano, fator, y a Hernando Cherino, veedor. Hizo a Juan de Burgos, tesorero de la comunidad, y estuvo allí esperando tres o cuatro días hasta que vino Barrios, el cual dio nueva que pasado el río había hallado mucha copia de gente de guerra, que habían dado en él y en su gente, y como vio tanta, parecióle que era bien volverse a pasar el río: hirieron allí dos españoles, y entre las otras cosas que ellos decían, que traían muchas cintas de oro con espejos, ceñidas y otras puestas en la cabeza, y muchos penachos de plata, de lo cual trujeron ciertas cintas de oro, y dígolo porque las tuve en mi poder. Y luego el capitán general mandó apercibir la gente para otro día. Este pueblo de Tepique está sentado en un llano; tiene una sierra hacia la Mar del Sur: es la tierra de la calidad desta donde estamos; tiene todas las cosas que en esta cibdad hay; tiene un río que pasa por medio del poblado, que sale de muchas fuentes muy buenas. Xalisco está asentado en la halda de una sierra la más parte de sus labranzas; tiene enfrente unas vegas muy abundosas; hay en él muchas fuentes de muy buenas aguas, bastimentos e comidas e frutas, como en esta ciudad, ecebto cerezas.

Otro día de mañana partimos de Tepique, y fue a dormir a un pueblo que se dice Çapucingo, y otro día a otro poblezuelo que no le sé el nombre. Otro día fue a dormir el campo una legua del río grande, y así como aquí llegó el gobernador tomó diez de caballo, y fue a ver el río y a buscar paso para otro día de mañana, y halló muy buen vado, y en esta ida se tomó un indio, el cual nunca quiso decir cosa alguna, y mandóle echar un perro, y aperreado lo dejamos en la ribera, y volvióse al campo a comer al real, que era víspera del Espíritu Santo. Otro día domingo, día de Pascua, pasamos el río, y tomó posesión en él, y le puso nombre el río del Espirítu Santo de la Mayor España, y mandó a Verdugo e a Cristóbal de Barrios e a Vázquez, capitán de peones, que quedasen en guarda del fardaje e lo llevasen muy junto e recogido, y él con su gente, y el veedor y Cristóbal de Oñate con la suya, y dos capitanes de peones que iban en la batalla con el artillería, y los amigos por los lados, caminamos por un gran llano hasta media legua, sin confianza de hallar gente; y visto esto, el capitán general mandó al maestre de campo, y al alcalde Cristóbal Flores, y al maestre de Roa, e a Gonzalo López, y a un alguacil fuésemos descubriendo el campo, e fuimos delante nuestro camino derecho, y el gobernador con todo el campo lo seguía, y el veedor por la mano derecha, y Cristóbal de Oñate por la izquierda, y los amigos por más fuera apartados de la gente de caballo, y el artillería en la batalla, con dos compañías de peones que tenían cargo de guardalla; y los descubridores del campo descubrieron en un montón de tierra algo alto ciertos indios que estaban espiando, y anduvieron hasta llegar cerca dellos, y cuando los vieron, vieron tendidos en el campo a un tiro de piedra muchos escuadrones de gente que estaban tendidos en el suelo con sus arcos e flechas e plumajes, con muchas macetas99 que nos arrojaban: vino uno de los descubridores y dijo que había muchos escuadrones en el campo, y el gobernador mandó al veedor con su compañía, después que vimos la gente tanta, que siguiese por do el maestre de campo iba, que iba por la halda de un cirolar; e como el capitán llegó a vista de los indios, se levantaron y comenzaron con gran grita de caminar para nosotros, hasta tanto que nosotros llegamos a lancear en ellos, y en este instante salió de un arcabuco un escuadrón de gente grande, que dicen los que lo vieron, que entre ellos había un indio muy señalado y llevaba por devisa un penacho blanco, y en viendo los otros escuadrones que aquel salió, comenzaron los otros escuadrones con muy gran grita a pelear, y eran tantas las flechas que tiraban, que de los seis que fueron a descubrir hirieron dos caballos; los cuales pelearon como hombres muy gran rato, y el veedor tomó la halda del arcabuco, e hizo mucho estrago en la gente que dél había salido, porque se acogían a él; e viendo el pleito mal parado, salieron por otro cabo mucha copia de gente, e dieron en el fardaje, que si no hallaran resistencia hicieran harto estrago. Verdugo e Barrios con sus capitanías los desbarataron e siguieron el alcance; y vuelto el capitán general del alcance, mandó hacer el aposento en el mesmo arcabuco, haciendo mirar los heridos que se hallaron, que eran cuarenta caballos; destos murieron diez o doce, y siete o ocho españoles y otros muchos amigos. Estovimos allí dos días de la Pascua, y luego mando el capitán general aderezar para otro día, y fuemos a otro pueblo que está en otro arcabuco; no le sé el nombre: e otro día fuimos a otro pueblo que se dice Humitlan; está sobre una barranca de un río grande: allí mandó hacer el aposento por algunos días, el cual se hizo, y en todos estos pueblos y en el que se dio la batalla, hay gran copia de maíz e fríjoles e ají y otros bastimentos e frutas, y todos estos pueblos son subjetos a uno que se dice Sentiquipaque. En este Humitlan sobre la barranca estuvo el campo cerca de cuarenta días, en los cuales vino toda aquella provincia de paz; y un día saliendo el maestre de campo del real para ir a ver la cabecera destos pueblos, pasó el río que venía crecido, y con él pasaron seis o siete de caballo, entre los cuales iba allí Miguel Tria, y pasando el río se lo llevó, y el caballo salió nadando. Aquí murieron otros dos españoles de enfermedad. Aquí se trajo mucho bastimento, y envió el capitán general cierta gente de caballo e de pie hacia las sierras. Estos hallaron muchos ríos e ciénagas, porque ya los ríos venían grandes, porque ya venía el tiempo de aguas. Aquí se ahogó un caballo, y así se volvieron al real. Deste pueblo se volvieron a esta ciudad de México Hernán Pérez de Bocanegra, y Villaroel y el comendador Barrios; y vueltas estas personas, el capitán general mandó a Gonzalo López que fuese maestre de campo; y dende a cuatro o cinco días salió de allí para buscar asiento para invernar, porque allí no había muchos bastimentos y por no fatigar a los indios de la tierra, porque estaban de paz. De allí salió el maestre de campo con ciertos de caballo y peones, y fue a dar en un río, que se hubo de hacer una puente para pasallo. Y más adelante estaba otro, que se hizo otra; por allí había algunas estancias, y dentro en una laguna que se descubre de un cerro; allí entró Gonzalo López, maestre de campo, entró dentro y halló mucha gente, y dice que por ser de noche se fue cerca dél a dormir, y otro día de mañana por los descuidar lo dejó y fue su camino adelante. Halló otro pueblo, y la gente dél se le acojó a unas lagunas, e de aquí volvió el maestre de campo a dar mandado al capitán general, y a la vuelta que volvió dio en este peñol del agua: él habrá hecho relación a Vra. Sría. y Mds. El capitán general partió de Humitlan, y halló dos puentes en dos ríos hechas, por do pasó todo el campo, y en cuatro días fue a dar a un río que le pusimos el río de Santa Ana, porque llegamos allí día de Santa Ana. Allí asentó el real; y de la otra parte, a vista del dicho río, está mucha gente de guerra de una provincia que se llama Izatlan. En todo este camino hasta llegar allí se hallaron algunas estanzuelas, aunque no muy grandes. En esta Izatlan estaba mucha gente de guerra, y llegando que llegamos a la orilla del río, vinieron allí muchos escuadrones de indios a dar grita, y les mandó el gobernador tirar con el artillería e ballestas; y aquel día a la tarde se halló vado, y pasó el veedor con su capitanía a la otra parte a dormir; y otro día de mañana pasó el gobernador con todo el campo, y hallamos al veedor que estaba esperando, y caminamos derecho a lo poblado; y entre una arboleda vimos aquella mañana en un montón alto de tierra un escuadroncillo de indios, y así como nos vieron ir hacia allá se metieron por los arcabucos; e caminando más adelante fuimos a dar sobre un río grande, que de la otra parte estaba mucha gente de guerra. El gobernador mandó tirarles con el artillería: este día era día del Señor Santiago: los indios huyeron luego, y como el río iba muy grande, el gobernador se retrajo a una arboleda que había un barrio de casas, y mandó al maestre de campo fuese a buscar paso para hacer el aposento de la otra parte; y el maestre de campo fue y halló paso, y enviólo a decir al capitán general; y el capitán general mandó luego enviar por el fardaje que quedaba de la otra parte del río de Santa Ana, pues se había hallado paso en el ríos grande; y luego caminó el campo y pasamos el río de la otra parte, y hízose el aposento; y otro día de mañana llegó todo el fardaje, y pasó el ríos; y llegado allí el capitán general otro día de mañana, no le pareció bien aquel aposento, y mandó al maestre de campo ir a buscar otro. Fue el río abajo y hallóse otro aposento. Yendo el maestre de campo con siete o ocho de caballo, dieron en un escuadrón de gente, y arremetieron a ellos, y hicieron mucho estrago en los enemigos, y pasó adelante, que sería una legua, y halló aposento, y allí se aposentó el campo para invernar. Allí estuvo tres o cuatro meses: aquí se hallaron muchos bastimentos y muchas gallinas, y muchas frutas e otras muchas cosas con que los indios se sustentan. De este pueblo que se llama Izatlan se volvió el veedor y Juan de Burgos y Cristóbal de Barrios y otras personas que no me acuerdo de sus nombres. Aquí se amotinaron ciertos españoles, y el capitán general mandó ir tras ellos, y volvieron algunos dellos: entre ellos tomaron al principal del motín, e procedió contra él el gobernador, y ahorcóle; y en lo de demás me remito al proceso y a los más abtos que contra ellos se hizo. De aquí volvió Gonzalo López, maestre de campo, a la provincia de Mechuacan, y halló de guerra la provincia de Xalisco y de Aguacatlan, y a la vuelta que volvió de la provincia de Mechuacan hizo ciertos esclavos. Desto y de lo de demás que al maestre de campo le acaeció, él hará relación a Vra. Sría. y Mds. Este pueblo de Izcatlan está poblado en unos llanos muy grandes: llega la poblazón hasta la mar: va un muy hermoso río por medio del poblado: es muy abundoso de todos bastimentos, segund arriba digo. Aquí dio una enfermedad a los amigos, que murieron alguna parte dellos. Veinte días antes que de allí partió el capitán general, envió al capitán Verdugo e al capitán Proaño a la provincia de Chametla, que está catorce leguas deste pueblo que atrás queda; y como estos capitanes llegaron, le enviaron a decir que estaba de paz, que bien podía ir el campo. Luego el capitán general se partió: tardó siete días en ir todo el campo. Todo el camino por donde fue, hasta llegar a esta Chametla que arriba digo, es poblado a una parte e a otra de muchas estancias; y llegado el campo, los indios de aquella provincia dijeron que tenían guerra con una gente que estaba en las sierras. El capitán general mandó a cierta gente ir a entrar adonde esta gente estaba, y dijeron que la tierra era tan agra, que no podían andar por ella; y aquí estuvo el campo veinte o treinta días. Este pueblo es muy grande y muy poblado; pasa un río muy grande por medio; muy abundoso de bastimentos e muchas pesquerías y otras muchas cosas. Desta provincia me mandó a mí el capitán general que fuese a un pueblo que está siete leguas de aquí, que se llama Quezala, a ver si saldría de paz; e yo fuí con cierta gente de caballo e peones, e no salieron de paz ni de guerra, mas que se absentaron y se escondieron. Anduve por toda la provincia: tomóse alguna gente, y trújelos a Chametla do el capitán general estaba, y allí les habló con las lenguas e los mandó volver a sus casas. Este pueblo está muy bien poblado: va hasta la mar poblado: va un gran río por medio, de lo poblado hasta la mar: llamase este pueblo Quezala. Y dende a pocos días llegó el maestre de campo, que iba de la provincia de Mechuacan, y partió de aquí el campo. En esta tierra habían abierto los indios della un camino, y fue el campo a entrar por él para continuar nuestro camino; y andados tres días de camino, cayó malo Cristóbal Flores de dolor de costado, y el gobernador se detuvo por su cabsa dos o tres días. Aquí fueron a entrar ciertos peones e amigos hacia la parte de la sierra de Xicara (?), que habían hallado muchos valles e arroyos poblados, de donde trujeron muchos bastimentos e gallinas e otras cosas. De aquí me mandó otra vez el capitán general que fuese a Quezala, que estaba en este paraje, y s ver si saldrían de paz; e yo fuí allá y tampoco salió de paz. Truje alguna gente, y el capitán general les habló e los mandó tornar a sus casas. Aquí murieron dos españoles, y dijo el físico que eran muertos de dolor de costado. De aquí caminó el campo otros tres días, y era todo el camino poblado: decían que esta poblazón se llamaba Colipa. Al cabo de ella, en una estancia que nosotros le posimos el pueblo del Frijolar, estuvo el campo siete días, porque el camino abierto, que llevábamos iba a dar en unos muy grandes montes y secadales, y convino andar a buscar camino para seguir nuestro viaje. Allí envió el capitán general por muchas partes a buscar camino, y en todas partes se hallaba poblado; y el maestre de campo e yo seguimos un río arriba un camino, y andaríamos diez leguas por él, y dimos en unos valles poblados de muchas estancias, y hallóse un camino algo ancho. Volvimos con la respuesta al capitán general, y caminó de allí el campo siete u ocho días, que por todos ellos se hallaban poblados a una parte e a otra: no supe los nombres de los pueblos. Al cabo destos días llegó el campo a una provincia grande que se llama Piaxtla. Aquí llegó delante el maestre de campo, y dio en un pueblo de sobresalto, que los indios estaban sin pensamiento de nada, y dice que algunos indios se pusieron de guerra y comenzaron a pelear: remítome a su relación. En esta provincia hay muchos pueblos por la ribera de un río, por de la una parte e de la otra: hay muchos bastimentos e mucha arboleda de fruta, e algodón, e otros mantenimientos que los indios tienen. Aquí estuvo el campo cuatro días.

Salió de aquí y fue el campo tres leguas a un pueblo grande que está en la ribera de un río: pusímosle a este pueblo por nombre el pueblo de la Sal, porque había en él muchos montones de sal. Hallóse en él muchos bastimentos y mucho algodón. Es muy poblado el río abajo hasta la mar.

Y de aquí caminó el campo siete u ocho días por muchos pueblos, a una parte del camino e a otra, hasta llegar a la provincia de las Amazonas, que el nombre de estos pueblos yo no lo sé. En un pueblo antes de la provincia de las Amazonas, envió el general al maestre de campo con cierta gente de caballo. Aquí esperó el campo dos días o tres, hasta que el maestre de campo vino con la respuesta; y venido dijo que había dado en un pueblo, que había hallado en él mucha copia de mujeres y muy pocos hombres: trujéronse algunas mujeres de allí: el vestir dellas es una camisa ancha hasta en pies. El capitán general partió de aquí con todo el campo e fue al pueblo de las Amazonas, y aposentóse el campo en un pueblo grande que estaba bien poblado: tiene mucha abundancia de bastimentos, y mucho algodón e muchos árboles de frutas: pasa por él un gran río: va muy poblado, de muchos pueblos hasta la mar. Aquí estuvo el campo cinco o seis días. Aquí se amotinaron ciertos españoles, y amotinados, que tenían aderezado para huir, se descubrió, y el maestre de campo procedió contra ellos y hizo la pesquisa, y el gobernador sentenció a ahorcar al principal amotinador, y se ahorcó: remítome a la relación que el maestre de campo hará a Vra. Sría. y Mds. De aquí partió el campo y anduvo dos días, y al cabo dellos fue a dormir a un pueblo, que se dice Quinola: todo el camino hasta llegar a este, de una parte e de otra hay poblado. Otro día fue a dormir el campo a otro pueblo que se llama Quinola. Este pueblo es muy grande y bien poblado. En este y en todos los demás que atrás quedan se hallaron muchos bastimentos. Aquí dormió el campo esta noche, y otro día fue a dormir a un pueblo no muy grande, que nosotros le pusimos el pueblo de las Flechas, porque se hallaron en él mucha cantidad de ellas. Aquí tuvo noticia el gobernador de una gran provincia que se llamaba Culiacan. Otro día fue a dormir a un pueblo que estaba poblado en la ribera de un río que tenía cuatro barrios; los dos de la una parte del río, y los dos de la otra. Halláronse en él muchos bastimentos. Otro día caminó el campo y fue a dormir a una ribera de un río que había muchas estancias. Otro día fue a dormir a un pueblo grande, que nosotros le pusimos el pueblo Quemado, porque a la mañana cuando salimos de él, pegaron los amigos fuego a mucha parte de él. Deste pueblo fue el campo otro día a dormir a un poblezuelo que está en la ribera de un río, donde se halló mucho bastimento: no le sé el nombre. Otro día fue el campo a dormir a un pueblo grande: todo este río va poblado de muchos pueblos. En este pueblo grande se halló muchos bastimentos y comida; pusímosle por nombre el pueblo de Mejía, porque murió allí un gentilhombre, de enfermedad, que se llamaba Mejía. Otro día fue a dormir el campo a una estancia que le pusimos de nombre el Guamochal, porque era toda poblada de unos árboles que tienen fruta, que se llaman guamócheles. Así como llegó aquí el campo envió el gobernador general cierta gente de caballo adelante, que tuvo noticia que había mucha gente de guerra junta en unos pueblos grandes que son en la provincia de Cuylan. Aquella tarde Cristóbal de Oñate, capitán, con su capitanía, llegado que llegó al primer pueblo de la provincia, dio en mucha copia de gente que en el campo estaba, y dio en ellos e hizo mucho estrago e matanza, que habrá durado el alcance hasta la noche; y aquella noche hizo saber al capitán general lo que pasaba, y quedóse allá con su gente. Otro día de mañana me mandó a mi el capitán general que llevase la manguardia con cierta gente de caballo; e llegado donde Cristóbal de Oñate estaba, le dije estoviese quedo, y le enviásemos a decir del arte que estaba la gente, e yo llegué en saliendo el sol aquella mañana donde Cristóbal de Oñate estaba con la manguardia: le hallé que estaba en el campo a vista de una arboleda, que dentro della había muy gran copia de gente tañendo atambores e bocinas e dando muy gran grita, e yo lo hice saber al capitán general que ya venía por medio del campo andando, y envió a mandar a la retaguardia que recogiese todo el fardaje e caballos de diestro a un pueblo grande que estaba a la mano derecha, que se llama Colombo, y luego mandó aderezar toda la gente, e todos se pusieron a punto de guerra. Estando todos juntos, fue a frontar aquella arboleda donde la gente estaba de guerra, y la gente comenzó poco a poco a huir; pero todavía se alcanzó mucha parte della, y se hizo mucho estrago en ellos. Hirieron muchos caballos, que dellos murieron cuatro, y así se volvió el gobernador aquel día al aposento; y en este aposento estuvo cinco o seis días, y al cabo dellos salió de allí, y caminó el campo por una ribera de un río abajo donde se hallaron muy grandes pueblos y muchos de la una parte y de la otra, y muchos bastimentos y frutas y pescados, y otras muchas cosas. La gente desta provincia es muy bien dispuesta, así los hombres como las mujeres. Caminamos por esta provincia abajo cuatro días, hasta llegar a unos esteros grandes que la mar hacía. Aquí estuvo el campo cuatro o cinco días esperando cierta gente que eran idos por una parte e por otra a buscar caminos, y todos volvieron que no hallaron paso por donde el campo pudiese andar; y llegado el capitán general tornó a enviar gente en busca de camino para que entrásemos la tierra adentro, pues para ir por la costa no se hallaba, y así hubo de volver el campo por la misma provincia el río arriba, hasta llegar al primer pueblo donde en principio había llegado, que es a un pueblo grande por donde en aquella provincia entramos, que se llama Colombo. Allí llegó respuesta que habían hallado un camino por un río arriba, que este río entraba en este río grande desta provincia de Culiacan. Por aquí se caminó quince o veinte jornadas: continuamente en ellas se hallaron bastimentos, aunque la tierra era muy agra de andar, y rodeando por otras partes de que no tengo memoria, hubimos de tornar otra vez a la provincia de Culiacan, a un pueblo grande della, donde estuvimos desta vez veinte o treinta días, mientras por muchas partes e con mucho trabajo se buscaba camino, para pasar las sierras.; y al cabo destos días, un alférez de Cristóbal de Oñate, que se llama Zayas, veinte e cinco leguas desta provincia descubrió un pueblo de hasta cuatrocientas casas. Yendo para él, en e1 camino había muchas estancias e pueblos a la una parte e a la otra; y como llegó con la respuesta, partió el campo desta provincia y caminó las veinte e cinco leguas sin parar más de un día hasta llegar a él. En este pueblo se halló mucho bastimento y gallinas y otras cosas, y en las comarcas dél muchos bastimentos. Aquí estuvo el real treinta e tantos días mientras fue el maestre de campo a pasar las sierras y a ver la despusición del camino, y a ver lo que la tierra adentro había, para venir a informar al capitán general dello. El maestre de campo fue y tardó quince días, que no se supo respuesta dél, y al cabo dellos envió un mensajero que se llama fulano de Sepúlveda con seis compañeros a decir al gobernador lo que en la tierra habían hallado, y dijo que habían pasado veinte e cuatro leguas de sierras e puertos muy agros, y que encumbrado encima los puertos, había dado en unos pinales, que habían andado por ellos veinte leguas, y al cabo dellos habían hallado una estancia en la ribera de un río, y que el maestre de campo había pasado adelante con un indio que le guiaba, y decía el indio que le llevaría a un muy gran poblado que estaba a la vera de una laguna; y como el capitán general supo esto, determinó de pasar los puertos, y mandóme a mí que me aderezase, que había de ir con veinte de caballo en busca del maestre de campo, para si hubiesen menester gente, y dende a dos días que me fue mandado, salí con veinte de caballo, y pasé los puertos y llegué al estancia donde el mensajero había llegado al maestre de campo; y la tarde que yo llegué a aquella estancia, llegó el maestre de campo por otro camino con tres o cuatro de caballo, que la otra gente que tenía la dejaba en otra estancia, veinte e cinco leguas de allí; y como llegó donde yo estaba le di una carta del capitán general, y le pregunté que qué tierra había, y me dijo que había ido cuarenta leguas de allí, e que no había podido hallar poblado ninguno para poderse sustentar, y que él iba a gran prisa al capitán general a decirle cómo en la tierra no se hallaban poblados, que se volviese, que se perdería el campo de hambre; e así se partió de mí a gran prisa, porque no subiese el campo subidos los puertos, e yo me partí con la gente que tenía en busca de la gente que el maestre de campo dejaba veinte e cinco leguas de allí, e llegado que llegué a la gente yo estuve con ella ocho días, y al cabo destos ocho días hube una carta del capitán general, en que me mandaba que si no había despusición, o si había falta de bastimentos, que no curase de buscar más la tierra, sino que trabajase de traer todo el bastimento que hubiese menester hasta llegar a la provincia de Culiacan donde el capitán general determinaba de volver con todo el campo a invernar, y que me diese la más priesa que pudiese hasta llegar, porque por el camino hallaría mucha falta de bastimentos; y vista la carta, lo que por ella me mandaba, salí de aquella estancia con todo el bastimento que della se pudo sacar en indios y en caballos, y dejé en el estancia puesta una cruz en un cerro alto, y tomé allí la pusición por ante escribano en nombre de S. M., como por todas las otras tierras que andábamos se tomaba; y continuando mi camino, anduve en diez y seis jornadas ciento e cinco leguas, hasta llegar a do el gobernador estaba; y de los caballos que conmigo llevaba, se quedaron tres en el camino, desmayados de hambre, e yo topaba en el camino otros que había dejado el campo: a la vuelta del volver del camino oí decir que serían hasta cuarenta e cinco caballos e yeguas; e yo llegué a do el campo estaba, día de Señor Santiago, con harto trabajo, porque las aguas eran ya muy grandes, e los ríos venían muy crecidos. Aquí estuvo el capitán general del día de Santiago hasta quince días del mes de Otubre. En este tiempo vino de paz esta provincia de Culiacan e otros muchos pueblos e provincias de la tierra. Aquí dejó fundada una villa que se llama la villa del Señor San Miguel: quedaron en ella cincuenta de caballo e cincuenta peones: quedaron muchos ganados, yeguas e ovejas e puercos para criar.

A quince días del mes de Otubre del año de treinta e uno salió el gobernador desta provincia por todas las provincias e pueblos que arriba digo, por el camino derecho, e muchos pueblos e provincias salían de paz e estaban en sus casas, y el capitán general les hablaba, y los dejaban en sus casas; y en un pueblo destos del camino derecho mandó dar un pregón, que ninguna persona fuese osada de tomar indio, ni india, ni muchacho de los naturales de la tierra para traer cargado, ni otra manera, so pena de la vida: y andando por el camino adelante, en un pueblo que estaba la gente en sus casas, dos peones tomaron el uno una mujer y el otro un muchacho, y vínose a quejar un principal del pueblo, y súpolo el capitán general, y mandólos prender, y mandólos sacar a la vergüenza; y el nombre deste pueblo, donde esto acaeció, no le sé el nombre. E así venimos por el propio camino que habíamos ido, hallando toda la gente destas tierras en sus casas, e así llegamos al pueblo de Tepique, donde se edeficó la cibdad de Compostela de la Nueva Galicia. Y viniendo agora yo a esta cibdad, vine por el pueblo de Aguacatlan, que antes no había estado en él. Está entre dos sierras, una a la mano izquierda e otra a la mano derecha, e por medio della pasa un arroyo grande de agua. Es abundosa de bastimentos e de muchas frutas. Los indios estaban de guerra deste pueblo, dándonos grita de unos cerros cuando pasábamos; e así llegamos en un repartimiento de un vecino de Colima, que se dice Izatlan, viniéndome a esta cibdad de México; y de lo que yo me acuerdo e haya visto es esto arriba escripto. -JUAN DE SÁMANO.

(Original).