Aparte de asistir en una pequeña sala a la proyección de Il miracolo con la presencia de Anna Magnani y Roberto Rossellini, y de un largo encuentro con él en El Cairo, donde rodábamos un documental y él daba un curso de cine, fuimos testigos de una proyección inolvidable en un cine de barrio, del mismo barrio retratado en Roma città aperta. Habían pasado más de diez años desde el final de la guerra, y, como era costumbre, esa película sólo se ponía en ese tipo de local un día. La sala era pobre e incómoda, pero no cabía un alfiler. Hubo lágrimas, aplausos, gritos. Jamás hemos visto una película en un clima tan electrizante como aquel. Los rostros de la gente al salir hacia la calle no lo hemos olvidado nunca.

Lo que prácticamente nadie supo entonces, y ese ha sido para nosotros uno de los grandes descubrimientos de los años noventa, es que el episodio Jangadeiros, que Welles rodó en 1942 en Brasil, tenía todos los ingredientes neorrealistas en los que esta escuela presentaba de entronque con el gran movimiento de cine documental. Y lo curioso es que el propio Welles, que en nuestras conversaciones nombraba a veces a Rossellini y que era un admirador sin límites de Limpiabotas (Sciuscià, 1946), de De Sica, jamás mencionase esa circunstancia. Algo que la gozosa recuperación de parte del metraje, estrenado en cine y distribuido en videocasete, nos ha permitido, con mucha alegría, constatar.