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Entre las maravillas de la orfebrería quiteña por su trabajo y por el valor intrínseco de la materia, había un cáliz de oro, perlas y piedras preciosas que se mandó hacer por los años de1783 a 1786 y que costó más de mil pesos81. Pero si este cáliz no existe hoy día, se conserva aún otra joya de más valor: la famosa custodia de oro, plata, perlas y esmeraldas obra de fecha mucho más anterior que la del cáliz, como que se la encuentra nombrada con el título de custodia grande en los libros de sindicatura desde mediados del siglo XVII.

Tiene la custodia, algo más de un metro de altura. Su peaña está formada por unas tantas hojas de plata gruesas, sobrepuestas sin pretensión artística alguna y si sólo con el ánimo de comunicar un suficiente peso que pueda sostener el enorme del cuerpo de la custodia. Su forma es muy original; pues no es la de torre o de templete ojival, erizado de pináculos y sostenido por elegante pie como las custodias del siglo XV, ni tampoco la de templete romano de las de la época del Renacimiento, ni aún la característica de hoy día, a modo de sol radiante. Su cuerpo lo forma un enrejado de ramas y flores de oro que rodean al viril, en donde se coloca la hostia, rematado con una gran corona de oro. Encima del viril se halla una pequeña estatua de la Virgen y a los lados, trepando por las ramas del tupido follaje cuatro ángeles. Domina el conjunto, una estatuilla del Padre Eterno colocada encima de la corona. Todas estas estatuas son de plata maciza y fueron pintadas a todo color. Toda la custodia, desde la cruz de la corona, hasta la columna que la soporta se halla íntegramente recamada de preciosas esmeraldas de todo tamaño, colocadas unas, artísticamente y otras por sólo el placer de derrochar riqueza. Bien es verdad que entonces las esmeraldas valían poca cosa. En el período de la regencia provincial del padre fray José Fernández Salvador (1753-1756) por ejemplo, se compraron en «siete pesos quatro reales, dies esmeraldas para poner en la Custodia grande, por averse caído otras tantas»82. Muchísimas esmeraldas decoran esta joya admirable, obra genuina de nuestros orfebres quiteños, que suplieron defectos de trabajo artístico con sorprendente habilidad. La manera como se hallan distribuidas las esmeraldas da idea que el artífice o artífices que hicieron ese monumento, dispusieron y tuvieron muy a la mano, millares de esmeraldas de todo tamaño y forma para poder fácilmente colocarlas con cierta igualdad, ordenación y equilibrio. La custodia no tiene reverso, de modo que todo lo que se halla a un lado se encuentra exactamente en el otro. Son propiamente   —[Lámina XXXIII]→     —99→   dos custodias unidas por un aro fuerte de plata de tres o cuatro centímetros de ancho que sigue las sinuosidades de la forma exterior de ella.

Capa pluvial

Quito. Iglesia de San Francisco. Capa pluvial. Brocado con sedas y lamas de oro y plata hecho en Quito en época colonial.

[Lámina XXXIII]

Se sabe que España fue magnífica en el culto al Santísimo Sacramento, como no hay ejemplo en otras naciones. Eso hizo que los orfebres españoles pusieren todo su talento en la ejecución artística de las custodias. Célebres fueron casi todas las de las grandes iglesias de la península, como no lo han sido menos las de algunas de los templos latinoamericanos. Y si en España, aún llaman la atención la custodia de Toledo por su riqueza, la de la Seo de Zaragoza por su suntuosidad, la de Barcelona por su esbeltez y por sus 115 ópalos, 5 zafiros, 1205 diamantes 2100 perlas y 300 turquesas y la de Cádiz por su tamaño [4 metros], la nuestra de San Francisco de Quito no deja de ser su digna compañera, no fuera sino por su peregrina riqueza, muestra clara de la que tanta fama dio a las Indias españolas.

Por supuesto que custodia tan pesada era sólo para llevarla en las grandes procesiones de Corpus en una apropiada anda de plata, que también ya no existe después de diversas reparaciones que en ella se hicieren hasta mediados del siglo XVIII. Esa fue costumbre española establecida desde mediados del siglo XV.

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Junto con las obras de orfebrería que hemos detallado habría que hacer el recuento de los magníficos ornamentos que posee el convento. Punto de honra fue en todo tiempo para los frailes el esplendor del culto en la iglesia franciscana de Quito. Se gastaba dinero sin escrúpulo de año a año, ya en comprar o importar de Europa, lino, seda y franjas de oro y plata para que los artistas bordadores quiteños hicieren los primores que aún se conservan en la sacristía del convento con religioso cuidado. La seda se traía de España de las mejores fábricas de Sevilla, que gozaban de fama universal y las franjas de plata venían de Italia cuando no del Perú. Centenares de dinero se iban a España para ser convertidos en tapiz blanco, persiana, tafetán, tizú, franjas e hilos de seda de colores y de oro de pelo. Raras veces eran los fieles quienes gastaban en estos lujos, siempre eran los provinciales que se disputaban en cada período de su gobierno por dejar esas magníficas riquezas como recuerdo de su administración. Naturalmente lo hacían con plata del mismo convento que disponía de cuantiosos bienes, en aquellos tiempos83. Aunque el tizú acostumbraban traerlo a veces de España, los brocados lo trabajaban   —100→   en Quito los bordadores particulares o las monjas de los conventos. Reuniendo la primera colección de ornamentos que aún se conservan en la sacristía de San Francisco, es fácil distinguir el tizú extranjero del brocado con sedas y lamas de oro y plata hecho en el país. Este tiene variedad de matices más rica que aquel y la estilización de los ramajes y flores es más sumaria. Pero no siempre hacían nuestros artistas el brocado sobre tela de seda, sino que también lo ejecutaban sobre terciopelo y aún sobre fondo de tela de algodón. La riqueza que ostentan los ornamentos de brocado trabajado en el país es muy superior a la que revelan los fabricados de tizú extranjero. Los artífices quiteños derrochaban las lamas anchas de oro y plata, formando altísimos relieves en la superficie de la tela del fondo que casi desaparecía con ellas. Por supuesto que el peso de una capa pluvial, trabajada de esa manera es enorme, aún cuando no se contara con el peso de las manecillas y cierres de plata maciza con que se las sujeta al cuerpo. Poco usaban nuestros bordadores los hilos de oro y plata tenues y arrollados en hélice; preferían las cintas que tanto brillo comunican al brocado84.

Entre los ornamentos más antiguos, conservan los religiosos una casulla blanca que la tradición señala como que fue de fray Jodoco Ricke. No apoyaremos esta dudosa tradición, pero sí podemos asegurar que el brocado de ella es rico y tan bien trabajado como sólo podría verse en los tizús y brocados de los siglos XV y XVI, en que llegó a su colmo la perfección de esos tejidos.

El derroche de riquezas en los ornamentos del culto era tan grande que en 1760 se ponía en el púlpito un paño con «franjas, flecaduras y tiras de plata masisa» 85.

Contribuyeron, como dejamos dicho a tanto fausto y riqueza la devoción generosa de los fieles, pero no en una parte muy grande. Fue la riqueza misma del convento que, si no era fabulosa, como algunos creen, no dejaba de prestarle holgura y comodidad.

Esta riqueza provenía de ciertos bienes particulares que poseía en tierras86, de los censos que algunos devotos reconocían sobre sus bienes a favor del convento, de las contribuciones anuales (derramas) que gravaban a ciertos curatos, guardianías y capítulos y de los expolios de los religiosos curas de parroquia.

En el libro 5.° del Becerro, folios 305 vuelta a 307 vuelta, consta la que llamaban «Hijuela de la Provincia», en la que se hallaban establecidas las cantidades que pagaban al convento franciscano estos capítulos, curatos y guardianías. Los expolios de los religiosos curas de parroquia constituían un buen renglón de entrada al convento; pues éste heredaba todos los bienes que aquellos dejaban y entre los cuales se contaban, además de la ropa y útiles domésticos, libros, animales y hasta alhajas. Buena parte   —[Lámina XXXIV]→     —101→   de los libros de la biblioteca franciscana provienen de estos expolios. Por ejemplo, los 30 tomos primeros de la obra de los bolandistas y los 23 de concilios pertenecieron a los expolios del padre Morrón87.

Sacristía de la Iglesia de San Francisco

Quito. Sacristía de la Iglesia de San Francisco. Detalle del gran armario. (Tamaño natural).

[Lámina XXXIV]

Entre los grandes benefactores del convento y que indudablemente contribuyeron a la hermosura del templo, figurarán el comisario marqués don Francisco de Villacís, que costeó la hermosa capilla que lleva su nombre, mediante el establecimiento de su patronazgo en ella y un censo que se obligó a pagar al convento y el célebre capitán Rodrigo de Salazar, alias El Corcovado, al que se debe la capilla de Santa Marta llamada también del Pilar y del Comulgatorio88.

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El influjo enorme que tuvieron los religiosos franciscanos en la Colonia y la demostración exterior de las maravillas que hacían en su convento y templo, despertaba naturalmente el fervor religioso de los habitantes de Quito que no escatimaban sus limosnas, cuantiosas a veces, para el esplendor de la iglesia. Las cofradías que se fundaban, los patronatos que se adquirían sobre determinados altares, los derechos que los frailes concedían, reunidos en capítulo general, a son de campana tañida y con gran solemnidad, sobre algunos sitios de la iglesia para entierros de los ricos colonos, contribuían a enriquecer más y más el templo y el convento franciscanos.

  —[Lámina XXXV]→  

Belén

Quito. Convento de San Franciscano. Belén. Miniatura en cera ejecutada por el escultor quiteño Toribio Ávila. Siglo XVIII. (Tamaño casi natural).

[Lámina XXXV]

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En los libros del archivo, constan algunas de las limosnas de los fieles, ya para las obras de tal altar, ya sin determinación alguna, pero que los frailes las destinaban, interpretando la voluntad de los donantes, a las mejoras materiales de la iglesia.

Las cofradías eran muchísimas, establecidas por bulas pontificias en la iglesia de San Francisco. La de la Inmaculada Concepción, cuyos socios se llamaban los hermanos veinticuatros, fue establecida en 1620, y le concedió el capítulo como capilla «la que hasta agora asido de sancta Catalina, en la qual tengan sus sepulcros y entierros y todas las cosas necesarias para el aume.to y acrescentamy.to dela dha. Cofradía». Los linderos de esta capilla son: «por donde se entra al claustro biejo que antiguamente fue de nro. padre Sant Francisco Donde al presente esta laymagen Desanct bartholme q.e es amano derecha al lado del evangelio que alinda por la parte de arriba con el Arco toral y capilla del alférez Don diego Sancho de la Carrera q.e solía ser del capitán Salazar y por la parte de abajo hazia el coro con capilla de los herederos De don francisco Atabalipa inga».

Por lo expuesto, esa capilla es ahora el altar del Corazón de Jesús, pues la capilla de los Atahualpa era el altar siguiente, que es hoy de San José, el único de las naves laterales que conserva su hermoso retablo antiguo. Con todo, cuando el 11 de mayo de 1629, el síndico Cristóbal Martín vino a dar posesión de esa capilla a los mayordomos de dicha cofradía, Juan de Ruiz y Juan Vélez de Zúñiga, se presentó don Carlos Atabalipa inga, alcalde mayor de los naturales de esta ciudad a oponerse a la posesión por tener derecho a la capilla89.

Esta cofradía hizo algunas mejoras en la iglesia; pero los frailes no podían disponer de nada de lo que los cofrades tenían para su cofradía, ni siquiera de la imagen de la Virgen, menos de los ornamentos y vasos sagrados, según disposición expresa de sus estatutos.

Antes de ésta, ya existía la Cofradía de San Eloy fundada en 1585; por todos los plateros de Quito. El convento les dio un sitio debajo del coro para que allí hicieran altar90. Eran todo un gremio rico y poderoso y no sería aventurado presumir que esta cofradía no fue extraña a las preciosas obras de orfebrería que aun existen en el convento.

Pero la más interesante y más rica cofradía fue sin duda la de la Virgen del Pilar de Zaragoza fundada en 1681, cuyos estatutos, los confirmó el 7 de mayo de 1677 el obispo de Quito, don Alonso de la Peña y Montenegro. Los cofrades traían una cadenilla al cuello y otra en uno de los brazos en señal de esclavitud91.

La capilla en que se estableció esta cofradía era la que fundó Rodrigo de Salazar con el título de Santa Marta y que hoy se llama del Comulgatorio. Por los documentos del archivo se sabe que largo tiempo se la llamaba también Capilla del Pilar. Poseía esta cofradía una verdadera joya: la imagen de la Virgen que mandó a regalar a Quito el gran padre fray José Villamor Maldonado, hijo de esta ciudad y comisario general de las Indias, imagen que es una de las dos copias fieles que se han   —104→   sacado de la célebre estatua española: la una para el rey Felipe IV y la otra para el padre Maldonado, quien, a su vez la obsequió a su patria y a su convento. Para justificar la procedencia del magnífico regalo, el padre Maldonado envió por duplicado original el testimonio del padre Manero, vicecomisario general, que oyó la declaración del canónigo Hernández Cedeño, a quien el Rey le encargó la vigilancia de la reproducción y el mismo que pidió al artista que hiciere dos copias de esa imagen en vez de una, lo que en efecto consiguió. He aquí el documento:

Fray Pedro Manero Vicecomisario General y siervo de toda la orden de nro. P. S. Franco. en esta familia cismontana anro. R.mo P.e Fr. Joseph Maldonado P.e de la orden, y Comisario General de las Indias salud y paz en nro. S. Jesuchristo.

Haviendo nos V. P. R.ma informado q. la copia trasumpto q. en na. Presencia le dieron en la Imperial Ciudad de Çaragoza de la Virgen Sanctíssima del Pilar y la enviaba a las Indias a su Prov.a, para que entendiendo los Religiossos y los fieles de aquellos Reynos las prerrogativas de esta S. Imagen se moviesen a mayor devocion y culto de la Virgen nra. Señora de vajo la invocación y título del Pilar de Çaragoza, y porque lo singular que tiene la imagen que V. R.ma embia es justo que todos lo entiendan para que con mayor veneración le den culto y reverencia y nos haviendo estado presente quando V. R.ma la recivió no podemos negar el pres.te testimonio que V. R.ma nos pidió para que a todos conste de la verdad de que aviendo llegado V. R.ma a la Ciudad de Çaragoza del Reyno de Aragón: Y Haviendo vissitado la Capilla Angelia, y Apostólica de S.ta María lamayor del Pilar de aquella Çiudad acompañado de algunos P.es de aquella Prov.a y de algunos senores prebendados de aquella S.ta Iglessia atendiendo con especial cuidado al afecto, y devoción con que V. R.ma venerava aquel sanctuario, que la Virgen Santíssima viviendo en este mundo santifico con su presencia, y consagró con sus plantas. El muy Illustre Señor Doctor D. P.º Gerónimo Hernández Sedeño consultor del St.º Officio, y Canónigo Camarero, dignidad preminente de aquella S.ta Iglessia, y acuyo cargo, y quenta está el Govierno de ella y especialm.te el dela S.ta Capilla dijo a V. R.ma que por el singular afecto, y devoción que tenía a nra. Religión, y la veneración a los Prelados Generales de ella, y por la íntima amista que con V. R.ma profesava le avia de dar por prenda para memoria una Imagen de la Virgen Sanctísima del Pilar que fuese verdadero trasumpto de aquella S.ta Imagen, y Haviendo embiado el conv.to de S. Fran.co de Çaragoza esta S.ta Imagen q. V. R.ma embia a Indias, dijo en mi presencia, y de otros muchos Religiossos que se hallaban presentes en muchas ocasiones y nos en compañía de ellos también: Doy fee como Sacerdote que el año passado su Mag.d (que Dios G.e) manifestó a la Iglessia el gusto que tendría, y que sería de su R.l, servicio que se desnudase la Sanctísima Imagen, y la columna o Pilar para que un official y Maestro insigne en escultura la copiasse con toda propiedad por el consuelo que tendría la Reyna nra. S.ª (que goce de gloria) de tener en su Capilla una verdadera Copia de aquella S.ta Imagen, de quien era singular devota todo lo qual se ejecutó en la conformida que el Rey nro. S. fue servido mandar aesta su Iglesia. Y aviendo corrido pormiquenta q. la obra se hiciese con la propiedad que requería el servicio de su Mag.d me halle presente al tomar la medida del Pilar en la longitud, Latitud, y Rofundidad y anssí mismo de la S.ta Imagen q.'esta en la Columna y del   —[Lámina XXXVI]→     —105→   dibuxo que sesaco del Rostro de la Virgen, y de su Sanctíssimo Hijo, Y viendoq'ésta era una ocassión tan iregular q'no ai memoria en los papeles de la Iglessia que se aiga permitido otravez sacar copia semejante, y que la Iglessia no dará permisso que se haga sino es apetición instancia del Rey nro. S.or, o obedeciendo algún mandato del Sumo Pontífice me quisse valer de la ocassión y con muchos ruegos e instancias solicite al Maestro de la obra para que con todo secreto y silencio hiciesse paramí un tanto como el que sacava para su Mag.d lo qual conseguí y mucho consuelo de hallarme con el en la ocassión presente para servir al V. R.ma con la joya de mi devoción q.' masestimo y la doy por bien empleada porq' me persuade la devocion que V. R.ma a mostrado siempre aeste sanctuario que lograra la presencia del verdadero retrato y que otro como él no lo tiene sino es su Mag.d encomendándose a esta S.ta Imagen. Y porque a todo lo referido fuimos presentes a instancia de V. R.ma, Damos el presente testimonio afirmando a todos los que lo vieren, y leieren como esta S.ta Imagen q. V. R.ma enbia es la que vimos que recivio del dh.º, S.or Canónigo de aquella S.ta Iclesia, y porque todos le den la veneración devida como a copia que parece entallada en su mismo original dimos las presentes en nro. Conv.to de S. Fran.co de Madrid en once de Abril de 1650.

Fr. Pedro Manero
Bice Commiss.o Genal.

Por man.do su P., Rma.
Fray Fran.co Serra
Secre.to
Gen.l



La Coronación de la Virgen

Convento de San Francisco. La Coronación de la Virgen. Grupo escultórico. Siglo XVII. (Tamaño algo menor que el natural).

[Lámina XXXVI]

¿Quién fue el autor de la obra? Difícil sería precisarlo en tratándose de una copia que debía de ser fiel. Tengamos en cuenta que dice el canónigo Hernández, que el escultor que debía ejecutarla era insigne y así tenía que ser, tanto por servir al Rey cuanto por ser obsequio de éste a la Reina, como también porque las circunstancias excepcionales en que se consiguió hacerla, obligaban a buscar al mejor entre los mejores de los escultores españoles. Ahora bien, en ese tiempo florecían en España Alonso Cano, (1601-1667) José de Mora (1638-1725) su discípulo, Pedro Roldán y su hija Luisa, la admirable autora del San Miguel del monasterio del Escorial. Alonso Cano era además, escultor oficial. ¿Será la copia ejecutada por este insigne artista?

Sea de ello lo que fuere el obsequio del comisario general de Indias fue recibido, como era natural, como un don verdaderamente regio. Se entregó la imagen a la veneración pública en la capilla de Santa Marta y la Cofradía de la Esclavitud de la Virgen del Pilar, que se fundó veinte años después, abrió sus libros, poniendo en las primeras páginas y junto con la bula de Inocencio XI que concedió jubileo perpetuo para la capilla del Pilar de San Francisco, las dos cartas autógrafas del padre Manero, como testimonio y prueba de la calidad de prenda tan singular. Para llevarla en procesión, en las grandes festividades, se mandó hacer una magnífica anda dorada, de la que apenas se conservan ligeros restos, arrumbados en un depósito de cosas viejas. Un buen día del año 1800 le quitaron la piano del niño que tiene el cetro, porque como se había quebrado un dedo y este le hacía falta para que aquella pudiese soportar su peso, decidieron ponerla otra entera, mejorándola a su entender, con la sustitución de la   —106→   antigua mano que era de palo, con otra de estaño «que costó tres pesos»92.

Se dotó también a la Capilla de un órgano propio y de preciosas obras de orfebrería en plata, entre las cuales se contaba un magnífico frontal, el mismo que con otro de igual clase fue destruido por orden del padre Francisco de la Graña para hacer los dos que hoy, existen, uno de los cuales se declaró que sirva al culto de la Virgen del Pilar, en reemplazo del que fue deshecho93.

Como se ve, grande fue la magnificencia del culto religioso en San Francisco de Quito y a ello ayudaron las buenas rentas de que disponían los religiosos en aquellos tiempos y la católica caridad de los fieles. Pero si ésta duró largo tiempo aquellas desaparecieron muy pronto antes de que la obra del convento sea la que se quiso levantar. Ya a mediados del siglo XVIII, comenzaron los frailes a sentir la escasez de dinero, las partidas de ingreso de los libros de sindicatura disminuían notablemente y en cambio las deudas crecían de desmesurado modo94. Lo cual debió causar muchas preocupaciones a los religiosos, acostumbrados como estaban, no sólo a gozar de comodidades sino a cuidar y mejorar su convento y el templo franciscano, sin escatimar gasto alguno.

Porque es preciso saber que la sola conservación del templo y del convento ha costado cantidades enormes de dinero. Se dijera que durante casi tres siglos los frailes tuvieron siempre el vasto diario de albañiles y carpinteros. Muy frecuentemente el pintor iba también a pintar las paredes y, lo que es más angustioso,«a remozar» los cuadros del convento y de la iglesia. De este modo se comenzaron a perder los de la galería baja del convento, gracias al maestro pintor Antonio Astudillo, que por 1756-1759 recibía del hermano síndico, trescientos cuarenta y un pesos por «la hechura de los Quadros de toda la vida de N. S. P. S. Fran.co, puesta en el claustro principal de este Convento Máximo, q.e se ha renovado con   —107→   esmero y acierto singular». Pero también se restauraban las torres de la iglesia, se refaccionaba «el forro del cuerpo de la Igl.ª de la Corniza principal hasta los Altares, se reponía la linternilla de la cúpula del templo caída en el terremoto del año 1755, se pagaban, al mismo pintor Astudillo» «trescientos setenta y dos p.s cinco rrs. por la hechura de los Quadros de la Iglesia» y se gastaban «cinco mil setecientos y noventa pesos en maderas, fierro, clabason pequeña, cueros y paga de Oficiales, carpinteros y Labradores que han trabaxado la fábrica de el Arteson, molduras de los Quadros de la Ig.ª y una regilla de comulgatorio». fuera de «doscientos y ochenta pesos para la paga de Albañil y Peones, que han trabaxado en los andamios para el Arteson, continuos reparos de cañería y blanquimento de las Nabes de la Ig.ª» y «trescientos sesenta y seis pesos dos y medio rr.s que se gastaron en Maderas, clabason, cola y honorario de los Indios Carpinteros y labradores que trabajaron en la fábrica, de quatro Escaños grandes, seis confesionarios y reparo de los demás antiguos de la Ig.ª que se les pusieron gonses, regillas y Puertas a los que les faltaron».

Entre los provinciales que más hicieron por su convento en el trienio de su administración se distingue el padre Francisco de la Greña, religioso sabio que supo corregir con energía y tino muchas relajaciones que ya se presentaban de la disciplina monástica en el convento de Quito. El Barón de Humboldt y Espejo fueron sus grandes admiradores. El primero, mientras estuvo en Quito, era su diario visitante. Regentó en la Universidad las clases de Moral y Filosofía. Administró la provincia desde el 27 de octubre de 1792 hasta el 10 de setiembre de 1796 y tuvo por síndico, durante su gobierno a don Manuel Guerrero Ponce de León, conde de Selva Florida. Hizo tantos bienes al convento que, al dar cuenta al capítulo de su administración, dejando a un lado la humildad del hijo del pobrecito de Asís, hizo orgullo santo el recuento de las mejoras que dejaba, en los siguientes términos: