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DICCIONARIO DE LA LITERATURA CUBANA
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DICCIONARIO DE LA LITERATURA CUBANA

 

E

 

Eco, El (Villaclara [1831-1856]). Fue el primer periódico de esta ciudad. Comenzó a salir el 3 de diciembre, según señala Manuel Dionisio González en la página 25 de su Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción (Villaclara, Imp. del Siglo, 1858). En su artículo «Periodismo villaclareño» -publicado en El Palenque Literario (La Habana, 1 (13): 289, abr. 10, 1878)-, C[amilo] V[aldés] Veitía afirma que «D. Manuel de Sed y D. José Manuel de la Torre, fueron los prohombres que realizaron una empresa que acreditó la sensatez, la cultura de un pueblo ávido de instrucción y anhelante por estar en comunicación con el mundo civilizado». Añade dicho autor, en las páginas 289-290 de su trabajo antes citado, que se publicó dos veces por semana hasta el 1º de febrero de 1834, fecha en que se extendió a un número más «no sólo por haber quedado dueño único de la imprenta D. Manuel de Sed, sino porque la suscrición [sic] aumentó en el distrito jurisdiccional y fuera de él a más de trescientos debido a la importante colaboración de los que lo redactaban. José Dionisio Veitía, Andrés José de la Parra, Cristóbal Plana, Indalecio y Joaquín Santos Suárez, Manuel González del Valle, Juan Antonio Pascual y Francisco Poveda fueron los que dieron importancia con sus escritos a una publicación que el Diario de La Habana reputó como de las mejores en su época». Joaquín Llaverías aclara, en la página 271 del tomo 1 de su Contribución a la historia de la prensa periódica (La Habana, Talleres del Archivo Nacional de Cuba, 1957), que Manuel Sed fue su principal redactor y editor. Su título sufrió variaciones. En los facsímiles de los ejemplares correspondientes al 1º de octubre de 1836 y al 18 de agosto de 1849, reproducidos por Llaverías en las páginas 276 y 278, respectivamente, de su ya mencionada obra, aparece como El Eco de VillaClara y Eco de Villa-Clara. Del 2 de mayo al 3 de diciembre de 1844 fue su redactor Luis Eduardo de Cristo. En los ejemplares revisados, correspondientes a los años 1844, 1845 y 1849, se encuentran colaboraciones de Miguel Teurbe Tolón, F. J. de la Cruz, J[uan] M[artínez] Villergas. En sus páginas se publicaron, además de noticias oficiales, artículos reproducidos de publicaciones de la capital y de Madrid y otras secciones de interés local, numerosos trabajos de índole literaria: poesías, cuentos, crítica y folletines. Estos últimos aparecían firmados por Epifanio. Contó también, según señala Llaverías en la página 271 de su obra anteriormente citada, con la colaboración de Eligio Eulogio Capiró, Plácido (seud. de Gabriel de la Concepción Valdés) y Manuel Dionisio González. C[amilo] V[aldés] Veitía expresa, en la página 290 de su artículo ya mencionado, que su salida finalizó el 31 de julio de 1856 y que se le trató de sustituir «con una publicación didáctica titulada El Progreso, que dio su primer número el 1º de diciembre de 1856, dirijido [sic] por José María Céspedes, y en ese número terminó».
 

Eco de Cuba (La Habana, 1869-[Id.]). Periódico político, artístico, literario, de noticias y anuncios, redactado por varias señoras y señoritas. Comenzó a publicarse el 14 de marzo. En el artículo «Dos palabras», que servía de introducción a este primer número, se expresaba, entre otras cosas, lo siguiente: «Aun cuando somos las primeras en lanzarnos al terreno político, al acometer tan ardua empresa en nada creemos faltar al debido decoro de nuestro sexo y estado; por el contrario, el sentimiento de amor patrio que nos impulsa es lleno de fe hasta la abnegación, y esta fe nos hace alentar la dulcísima esperanza de que el cielo guiará nuestros pasos, porque LA PAZ ES NUESTRO LEMA.» En los ejemplares revisados no se expresa quién lo dirigía, pero Carlos M. Trelles señala, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 235, jul.-dic., 1938)-, lo siguiente: «...creo que lo dirigía Doña Domitila García de Coronado». José M. Labraña, en la página 707 de su trabajo «La prensa en Cuba» -publicado en Cuba en la mano. Enciclopedia popular ilustrada (La Habana, Úcar, García, 1940, p. 649-786)-, afirma que lo dirigía la García de Coronado, auxiliada por Rafael María Merchán. En las páginas de este semanario se publicaban artículos de variada índole, así como poesías y otros trabajos de interés literario, debidos todos a plumas femeninas: Domitila García de Coronado, Elena de Santa Cruz, Manuela C. Cancino, Paz (seud. de Belén Miranda y Céspedes?), La hija del Damují (seud. de Clotilde del Carmen Rodríguez?) y otras. El último ejemplar revisado corresponde al 23 de mayo de 1869, pero Trelles señala en su trabajo antes citado que salió hasta junio de dicho año.
 

Eco de Cuba, El (Nueva York, 1855-1856). Periódico que, con el lema «Libertad - Igualdad - Fraternidad», comenzó a editar José Mesa el 22 de junio. Se publicaba tres veces al mes. José M. Labraña señala, en la página 662 de su trabajo «La prensa en Cuba» -aparecido en Cuba en la mano. Enciclopedia popular ilustrada (La Habana, Úcar, García, 1940, p. 649-786)-, que fueron sus directores Domingo Goicuría y Elías Hernández. Dedicado fundamentalmente a la propaganda por la libertad de Cuba, con polémicas y artículos sobre las actividades de la Junta Cubana, es interesante desde el punto de vista histórico por ofrecer un panorama de la difícil situación por que atravesaba la emigración cubana. Siempre aparecieron en sus páginas trabajos de índole literaria: poemas, leyendas en verso, folletines. Estos últimos se debían a A[ndrés] A[velino] de Orihuela. Los trabajos aparecían, generalmente, firmados con seudónimos tales como Caonabo, El criollo, Onicagina, Camarioca, Eleuterio, Bigirita [sic], Grabiel Puñales, Guillermo Buenotte, etcétera. En total llegaron a editarse 22 números, en el último de los cuales (correspondiente al 1 de febrero de 1856) se explica que su publicación se suspende «hasta que El Eco de Cuba pueda aparecer como el verdadero Eco de su patria sin temor de que, exijencias [sic] de ninguna clase pretendan hacerlo Eco del poder, de las circunstancias o de partido ninguno. El Eco por lo tanto deja de oírse y su última vibración, llena de dignidad y patriotismo, es para Cuba y por su independencia, como lo será siempre que reaparezca, ya sea con ese nombre, ya con otro cualquiera, bajo la dirección de su Editor».
 

Eco de Cuba, El (La Habana, 1886-[1888?]). Revista quincenal de ciencias, filosofía y letras. Comenzó a salir el 15 de septiembre, bajo la dirección de José María Céspedes y Tiburcio Castañeda. En el prospecto publicado en el primer número, los directores, luego de referirse a las revistas que se editaban en esa época, expresan: «Nuestros propósitos son más modestos: venimos a contribuir con nuestro esfuerzo al movimiento general y a poner también nuestra piedra en el edificio de la cultura cubana.» Más adelante, al hablar de los trabajos puramente literarios, aclaran que serán «muy escrupulosos, aceptando sólo aquellas composiciones en prosa o verso de mérito reconocido, que puedan dar en todas partes muestras de progreso, en vez de señales ostensibles de decadencia». Al comenzar el segundo tomo en enero de 1887, su periodicidad varió a mensual, cambio que, por supuesto, se hizo constar en el subtítulo. Después de publicar el tercer número del segundo tomo (marzo de 1887) desapareció de su subtítulo la periodicidad y se publicó en forma de entregas que sólo señalaban el año. En sus páginas se publicaron artículos y ensayos de diverso carácter sobre temas científicos, filosóficos, de derecho, criminalística, jurisprudencia, algunos traducidos de publicaciones extranjeras. Aparecieron también críticas literarias y estudios lingüísticos. La mayor parte de estos trabajos eran de los propios directores. Otros colaboradores fueron Pablo Desvernine, Francisco Lastres, Benjamín de Céspedes, Andrés Clemente Vázquez, Enrique P. de Vignier, Nicasio Silverio, Juan Vilaró. El último número publicado (quinta entrega del tomo segundo) apareció en 1888 aunque en general se ha dado siempre el año 1887 como el de su fin.
 

Eco de la Literatura Cubana (La Habana, 1858-[Id.?]). Periódico semanal. Comenzó a editarse el 5 de abril, bajo la dirección del español Manuel González de Jonte. En la relación de colaboradores que aparecía en su primera página se destacaban los nombres de Gertrudis Gómez de Avellaneda, [Antonio] Bachiller y Morales, [José] Fornaris, [Joaquín Lorenzo] Luaces, [Rafael María] Mendive, [Tristán de Jesús] Medina, aunque en los catorce números vistos no se ha encontrado ningún trabajo firmado por los mismos. Publicaba poesías, artículos de crítica e historia literarias, notas sobre espectáculos y fiestas y otros trabajos. Fueron sus colaboradores, entre algunos menos conocidos, Felipe López de Briñas, Antonio Enrique de Zafra, Ramón Vélez Herrera, Miguel de Cárdenas y Chávez, María del Pilar Sinúes, Ramona Pizarro, J. Martínez Villergas, T. Tuñón Cañedo, Adalio Scola y Robles, La hija del Yumurí (seud. de María Belén Cepero). El último ejemplar revisado (número 14) corresponde al 5 de julio de 1858, pero Carlos M. Trelles señala, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 237, jul.-dic., 1938)-, que se publicó hasta agosto de 1858 y que reapareció en octubre de dicho año.
 

Eco de las Damas, El (La Habana, 1891-[1893?]). Periódico científico, artístico, literario, de modas, actualidades y anuncios. Comenzó a salir el 4 de octubre. Se editaba semanalmente. Sus redactores eran Benjamín Estrada y Morales y Mariano Benítez Veguillas. En su primer número, luego de referirse a que el objeto de la publicación va implícito en el título de la misma, expresa Estrada y Morales: «Demás [sic] pues está decir que no se insertará en las columnas de este semanario nada que no sea digno de su objeto y del deber de respeto que, como caballeros y escritores, tenemos que guardar al bello sexo.» Y en su segundo número, después de mencionar las características de la prensa general y de explicar la necesidad de periódicos para las damas, se aclaraba: «Bajo tales antecedentes, El Eco de las Damas se propone llenar esta digna misión: ilustrar, instruir, educar y proporcionar solaz y agradable entretenimiento al bello sexo, para quien ex profeso se escribe» [sic]. Desde el 6 de marzo de 1892, al «renunciar voluntariamente a su cargo» Estrada y Morales, Benítez Veguillas asumió la dirección literaria. Desde el 19 de junio de este mismo año fue el director-propietario. A partir del 24 de abril de 1892 apareció como secretario Francisco García Cisneros, quien posteriormente fue sustituido por Rafael B. Santa Coloma (desde el 19 de febrero de 1893). Además del subtítulo que aparecía en la portada, en la primera página podía leerse otro: «Enciclopedia económica de las familias» (desde el 29 de enero de 1893). La mayor parte de sus páginas se dedicaba a la literatura. Se publicaban cuentos, poesías, pequeñas prosas y otros trabajos, dedicados fundamentalmente a la mujer. También aparecían crónicas teatrales. Entre sus colaboradores se encontraban Ildefonso Estrada y Zenea, Francisco García Cisneros, José de J[esús] Márquez, Domitila García de Coronado, Avelina Correa, Carlos Ciaño, Enrique Fontanills, María de Urzáis y Zequeira y otros menos conocidos. Además, aparecieron colaboraciones ocasionales de Enrique José Varona, Diego Vicente Tejera, Juana Borrero, Conde Kostia (seud. de Aniceto Valdivia), Manuel Serafín Pichardo, Ofelia (seud. de Mercedes Matamoros?) El último ejemplar revisado corresponde al 4 de junio de 1893. Carlos M. Trelles indica, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 238, jul.-dic., 1938)-, que su publicación cesó en ese año.
 

Eco de Villa-Clara, El (V. Eco, El)
 

ECHEVERRÍA, José Antonio (Barcelona, Venezuela,?. 1815-Nueva York, 11.3.1885). Emigró a Cuba con su familia durante su primera infancia. Tuvo necesidad de abandonar los estudios de derecho y trabajó desde muy joven como escribiente de Hacienda bajo el intendente Villanueva. Fue autodidacto en los idiomas francés, inglés e italiano. A los dieciséis años obtuvo con su Oda al nacimiento de la Serenísima Infanta Doña María Isabel Luisa el primer premio en el certamen literario celebrado por la Sociedad Económica de Amigos del País. Conoció a Domingo del Monte, con quien cooperó en los trabajos de la Comisión de Historia de la Sociedad Patriótica. En 1831 publicó, de forma anónima, en la Revista Bimestre Cubana. Junto con Ramón de Palma editó el Aguinaldo Habanero (1837) y dirigió El Plantel (1838). Colaboró en La Aurora de Matanzas, El Álbum, La Cartera Cubana, Revista de jurisprudencia. De 1840 a 1841 asumió la dirección del colegio matancero La Empresa. Fue Vicedirector del colegio San Fernando, secretario de la compañía de ferrocarriles de Matanzas y administrador en 1842 del ferrocarril de Villanueva. Entró en contacto con la Junta de La Habana y fue deportado a España por orden del Capitán General Concha cuando el movimiento de Pintó y de Quitman (1855). En Madrid se relacionó con el ambiente político español. En 1865 se obtuvo el Decreto para la creación de la Junta de Información y Echeverría regresó a Cuba, donde fue electo para ir a Madrid. Fracasada la Junta, no pudo realizar el viaje. Fue abolicionista y apoyó el movimiento de Yara de 1868. Enviado a prisión en España, logró escapar y se dirigió a los Estados Unidos, donde formó parte de la Junta Cubana, recabó fondos, organizó expediciones y trató de conseguir del gobierno americano el reconocimiento de la revolución cubana. Publicó en El Mundo Nuevo, La Ilustración Americana, La Revolución, todos de Nueva York. Al fallecer Morales Lemus pasó a ser director del órgano de la junta Cubana en Nueva York. A partir de la Paz del Zanjón (1878) se retira de la vida política. Entre las obras que publicó en revistas se cita el artículo que dedicó al Obispo Morell de Santa Cruz, reproducido en diversas ocasiones, en el que dio a conocer y glosó el Espejo de Paciencia de Silvestre de Balboa, inserto en la obra del mencionado Obispo, Historia de la Isla y Catedral de Cuba, cuyos manuscritos dijo haber copiado y logró así salvarlos para la posteridad. En El Plantel dejó inconclusa la serie de «Historiadores de Cuba». En 1839 publicó su novela histórica «Antonelli», en La Cartera Cubana. Murió en el destierro. Firmó algunos de sus trabajos con los seudónimos El Anticuario, El Peregrino y Zacarías, así como bajo Echeverría y J.A.E.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Oda al nacimiento de la Serenísima Infanta Doña María Isabel Luisa. La Habana, Imp. Del Gobierno, 1831. Cuba before United States. New York, Styles and Cash, Printers, 1869. Facts about Cuba. New York, Sun Job printing office, 1870. Los Comisionados y el agente general de la República de Cuba en los Estados Unidos, a los cubanos. New York, Junta Cubana de New York, 1871. Facts about Cuba. To the Congress of the United States of America Now Assembled. January, 1875. New York, Junta Cubana de Nueva York. 1875. Obras escogidas. La Habana, Ministerio de Educación. Dirección General de Cultura, 1960.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Bachiller y Morales, Antonio. «José Antonio Echeverría, en Revista Cubana. La Habana, 1:264-275, 1885. Dihigo y Mestre, Dr. Juan Miguel, José Antonio Echeverría. Discurso leído en la sesión solemne celebrada el 10 de abril de 1929 al colocarse el retrato de aquél en la Galería de Historiadores de Cuba. La Habana, Avisador Comercial, 1929. García Vega, Lorenzo. «José Antonio Echeverría», en su Antología de la novela cubana. La Habana, Ministerio de Educación. Dirección General de Cultura, 1960, p. 69. López Prieto, Antonio. «José Antonio Echeverría», en su Parnaso cubano. Colección de poesías selectas de autores cubanos desde Zequetra a nuestros días precedida de una introducción histórico-crítica sobre el desarrollo de la poesía en Cuba, con biografías y notas críticas y literarias de reputados literatos por [...]. T. 1 La Habana, Miguel de Villa, editor, 1881, p. 246-247. Varona, Enrique José. «In Memoriam», en Revista Cubana. La Habana, 1: 233-234, 1885.
 

Edad de Oro, La (Nueva York, 1889). Publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de América. Comenzó a salir en julio y terminó en octubre, con la publicación del cuarto número. Era redactada en su totalidad por José Martí. Su editor era A. Da Costa Gómez, a quien se debía el título, según expresó Martí en carta a Manuel Mercado, fechada en Nueva York el 3 de agosto de 1889. En dicha carta -publicada en el tomo 20 de sus Obras completas (La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1965, p. 146-148)- Martí expresa que entra «en esta empresa con mucha fe, y como cosa seria y útil, a la que la humildad de la forma no quita cierta importancia de pensamiento». Más adelante define sus propósitos con las siguientes palabras: «Verá por la circular que lleva pensamiento hondo y ya que me la echo a cuestas, que no es poco peso, ha de ser para que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella, sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como ciudadanos retóricos, o extranjeros desdeñosos nacidos por castigo en esta otra parte del mundo. El abono se puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer conforme al suelo. A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y hombres de América.» En la introducción al primer número, aparecida bajo el título «A los niños que lean La Edad de Oro», Martí explicaba a sus pequeños lectores los objetivos de la revista: «Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.» Y a continuación añade: «Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América y en las demás tierras... Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, los niños son la esperanza del mundo.» Para ellos Martí redactaba artículos sobre historia -americana o universal-, arte, tradiciones y otras cuestiones de interés. Además, insertaba poesías y cuentos, algunos adaptados de otros autores. Con fecha 26 de noviembre de 1889 escribe nuevamente a Mercado y le explica que La Edad de Oro ha salido de sus manos «a pesar del amor con que la comencé, porque, por creencia o por miedo de comercio, quería el editor que yo hablase del «temor de Dios», y que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuvieran en todos los artículos e historias». Y añade: «La precaución del programa, y el singular éxito de crítica del periódico, no me han valido para evitar este choque con las ideas, ocultas hasta ahora, o el interés alarmado del dueño de La Edad.» (Esta cita puede leerse en su Obras completas. T. 5. La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 153-154). Los cuatro números de la revista, reunidos en forma de libro, han sido editados en varias ocasiones.

BIBLIOGRAFÍA

Aguirre, Mirta. «La Edad de Oro y las ideas martianas sobre educación infantil», en Revista Lyceum. La Habana, 9 (33 y 34): 33-58, feb.-may., 1953; «José Martí: La Edad de Oro», en Cuba Socialista. La Habana, 3 (20): 123-129, abril, 1963. Almendros, Herminio. A propósito de La Edad de Oro de José Martí. Notas sobre literatura infantil. La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972. Carricarte, Arturo R. de. «Apostillas martianas. La Edad de Oro», en Ahora. La Habana, 2 (295): 4, ago. 4, 1934. García Marruz, Fina. «La Edad de Oro», en Temas martianos. La Habana, Biblioteca Nacional José Martí, Dpto. Colección Cubana, 1969, p. 292-304. Gutiérrez Nájera, Manuel. «La Edad de Oro, de José Martí», en Revolución y Cultura. La Habana [2ª época] ([3]): 5-8, may., 1972. Jorge Viera, Elena. «Notas sobre la función en La Edad de Oro», en Universidad de La Habana. La Habana, (198-199): 39-56, ene.-feb., 1973. Larrea, Elba M. «José Martí, insigne maestro de literatura infantil», en Cuadernos Americanos. México, D.F., 28, 163 (2): 238-251, mar.-abr., 1969. Lazo, Raimundo. «Un antecedente de la Edad de Oro de Martí», en Diario de la Marina. La Habana, 125 (31): 4-A, feb. 5, 1957. Llaverías, Joaquín. «La Edad de Oro», en su Los periódicos de Martí. La Habana, Imp. Pérez Sierra, 1929, p. 61-70. Morales, Ernesto. «José Martí y La Edad de Oro», en Diario de la Marina. La Habana, 97 (147): 16, may. 28, 1929. Schultz de Mantovani, Fryda. «La Edad de Oro de José Martí» en La Edad de Oro. San Salvador, Ministerio de Cultura. Dpto. Editorial, 1955, p. 9-33.
 

Edad de Oro, La (La Habana [1904]-?). «Revista quincenal dedicada a los niños», se lee como subtítulo en el ejemplar más antiguo encontrado, correspondiente al 15 de mayo de 1904. Como redactores aparecían Miguel de Carrión y Félix Callejas. Se han revisado varios números de 1904, el último de los cuales (19) corresponde al 15 de diciembre. El 10 de diciembre del año siguiente se encontraba ya en su segunda época (número 3, único visto). Aparecía entonces como «Revista infantil ilustrada». Era su redactor propietario Eduardo Pulgarón, que según parece era quien firmaba la Sección «Con mis niños», con el seudónimo Eduardo, en la primera época. Publicaba artículos sobre cuestiones de interés para los niños y trabajos de éstos. Además, aparecían poesías, cuentos, pequeñas obras de teatro infantil y pasatiempos.
 

Edita (La Habana, 1964-[1966?]). Boletín mensual de la Editorial Nacional de Cuba. En su primer número, correspondiente a julio, Alejo Carpentier, director de la Editorial Nacional de Cuba en ese momento, expresaba, entre otras cosas, lo siguiente: «Esta actividad editorial es tan vasta que requiere una información constante destinada al público lector, al pueblo de Cuba. Cada cual, de acuerdo con sus aficiones o la orientación de sus estudios encontrará en él una indicación útil acerca de las novedades que, por iniciativa de los consejos editores del gobierno revolucionario, vayan apareciendo. Nuestra madurez editora reclama una publicación de esta índole. Debemos añadir que, además de la reseña de publicaciones nacionales, aparecerán, en las columnas de este boletín, los títulos disponibles por concepto de importación.» Tuvo una salida irregular. En sus páginas, además de las cuestiones señaladas por Carpentier, apareció durante varios números una «Cronología histórica de la literatura cubana», así como críticas a libros recién publicados y fragmentos de las obras en venta. Contó con la colaboración de José Antonio Portuondo, Edmundo Desnoes, Ambrosio Fornet, Nuria Nuiry, José Triana, Armando Álvarez Bravo, Rogelio Luis Bravet, Luis Agüero, Antón Arrufat y José de la Colina. El último ejemplar revisado (número 10) corresponde a enero de 1966.

BIBLIOGRAFÍA

«Edita», en El Mundo. La Habana, 63 (21 054): 4, sep. 1, 1964.
 

Educador, El (La Habana, 1938-?). Revista trimestral. Órgano oficial de la Orden Caballeros de la Luz en la República de Cuba. Dirigida por Domingo Aragón Armendariz, comenzó a salir en junio. En 1939 pasó a dirigirla Manuel A. de la Terga González. En 1942 (no se han visto ejemplares de 1940-1941) era su director Francisco Madruga Berrier. No obstante ser una revista masónica, dedicada en lo fundamental a reseñar las actividades de las logias de la Orden y otras cuestiones de interés general para sus miembros, publicó cuentos, poemas, críticas literarias, artículos de carácter histórico, generalmente relacionados con las actividades e intereses propios de la institución de la que era órgano oficial. En sus páginas colaboraron Gerardo del Valle, Hilarión Cabrisas, Arturo Doreste, Dulce María Borrero, Juan Luis Martín, Arturo González Dorticós, Ernesto Matamoros Lucha, Luis Gutiérrez Delgado, J. Buttari Gaunaurd, Lucía del Castillo. El último número revisado corresponde a mayo de 1942.
 

EGUREN, Gustavo (Nueva Gerona, Isla de Pinos, 6.4.1925). Vivió parte de su infancia en España. Se graduó de Bachiller en Letras en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río (1944) y obtuvo el título de Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana (1950). Por esa época formó parte de la dirección de la revista Pinar del Río y del semanario pinareño Extra del Lunes. Antes del triunfo de la Revolución desempeñó diversos trabajos. En 1959, fue jefe del Negociado de Pactos y Convenios del Ministerio del Trabajo. Desempeñó diferentes cargos diplomáticos, entre 1960 y 1965, en la India, RFA y Finlandia. Ha colaborado en Diario de la Marina, Carteles, Nueva Revista Cubana y Casa de las Américas. Su novela La Robla obtuvo mención en el concurso literario convocado por la UNEAC (1965). Fue asesor literario de la presidencia (1967) y director nacional de literatura (1968-1969) en el Consejo Nacional de Cultura. Investigador literario en la Biblioteca Nacional José Martí desde 1969 hasta 1971, año en que vuelve al Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue encargado de negocios de Cuba en Bélgica (1971-1972). Ha viajado también por otros países de Europa, el campo socialista, Estados Unidos y México. Ha sido jurado en concursos convocados por la UNEAC, el Consejo Nacional de Cultura, los CDR y el MINFAR. A partir de 1972 trabaja en el consejo de redacción de la revista Unión y actualmente forma parte del ejecutivo de la Sección de Literatura de la UNEAC.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

La Robla [Novela]. La Habana, Eds. Unión, 1967. Algo para la palidez y una ventana sobre el regreso [Cuentos]. La Habana, UNEAC, 1969. En la cal de las paredes [Novela]. La Habana, UNEAC, 1971. Los lagartos no comen queso [Cuentos]. La Habana, UNEAC [1975].

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Alcides Pérez, Rafael. «La Robla», en Unión. La Habana, 6 (3): 134-135, jul.-sep., 1967. Benítez Rojo, Antonio. «El Mundo como atmósfera», en La Gaceta de Cuba. La Habana, (84): 29-30, jul., 1970 Bueno, Salvador. «Algo para la palidez...» en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. La Habana, 61 (2): 179-180, may.-ago., 1970. Hoz Pedro de la. «Los lagartos de Gustavo Eguren», en Bohemia. La Habana, 67 (20): 28, may. 16, 1975. Suárez, Adolfo. «De los humores del queso y los lagartos», en El Caimán Barbudo. La Habana, 2ª época,: 15, may. 1975. Friol, Roberto. «El mundo y el logos», en Unión. La Habana, 9 (3): 199-203, sep., 1970.
 

ELIZAGARAY, Alga Marina (Caibarién, Las Villas, 17.9.1935). Cursó la primaria en Caibarién y en La Habana. Se graduó de Bachiller en Letras en el Instituto de La Habana en 1956. Entre 1960 y 1964 estudió la carrera de Filosofía y Letras. Durante sus años de estudiante universitaria trabajó como profesora de segunda enseñanza y desempeñó labores en la rectoría de la Universidad. De 1965 a 1967 trabajó en la Dirección Provincial del CNC. Desde 1967 es investigadora del Departamento de Literatura Juvenil de la Biblioteca Nacional José Martí, donde además desempeña labores de asesoría literaria. Participó en el I Forum Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1972) y en un encuentro internacional de escritores y teóricos de literatura infantil de los países socialistas, celebrado en Checoslovaquia. En 1974 ganó el Premio de Ensayo «Enrique José Varona», de la UNEAC, por su libro En torno a la literatura infantil. Es miembro del Grupo Asesor Permanente de Literatura Infantil y Juvenil y de la comisión para los textos de lectura de primaria, ambos del MINED. Ofrece seminarios sobre literatura infantil en la Escuela de Técnicos Bibliotecarios y cursillos anuales a los empleados de los departamentos juveniles de toda la red de bibliotecas del país. Ha colaborado en Bohemia, Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Anuario Martiano, Boletín de bibliotecas escolares del MINED, Teoría y técnica del arte de narrar y Texto para narradores, estos dos últimos publicados por la Biblioteca Nacional. Ha traducido cuentos de Marcel Aimé y diversos trabajos de carácter teórico sobre literatura infantil. Ha realizado, además, adaptaciones y versiones para niños del folclore cubano.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

En torno a la literatura infantil. La Habana, UNEAC, 1975.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Robinson Calvert, Nancy. «Alrededor de los libros para niños», en Granma. La Habana, 12 (37): 4, feb. 14, 1976.
 

En el Hogar (La Habana, 1880-1881). «Periódico decenal ilustrado de literatura, artes, ciencias, música, modas, &., que se publica los días 10, 20 y 30 de cada mes, dirijido [sic] por Óscar A. Fernández Yánez y Bernardo Costales Sotolongo», se leía a continuación del título. Comenzó a salir el 30 de julio. Desde el 31 de octubre de 1880 su periodicidad varió a semanal. A partir del 2 de enero de 1881 presentó un nuevo subtítulo: «Ilustración cubana. Semanario de literatura, artes, ciencias, música, modas, &.» No obstante lo que se señalaba en el subtítulo, se dedicaba fundamentalmente a la literatura. Aparecían en sus páginas poesías, cuentos, prosas poéticas y notas críticas, algunas traducidas. Tenía un relevante cuerpo de colaboradores, del que formaban parte, entre otros, Antonio López Prieto, Antonio y Francisco Sellén, Antonio Bachiller y Motales, Saturnino Martínez, Luis Victoriano Betancourt, Pablo Hernández, Rafael María de Mendive, Francisco Calcagno, Domitila García, Mercedes Matamoros, Luisa Pérez de Zambrana. Otros colaboradores fueron Rafael María Merchán, Ángel Mestre y Tolón, Eusebio Cacho Negrete, Ramón Codina, Bruno Valdés Miranda, Octavio Irio Bausá. El 20 de marzo de 1881 se publicó el último número, en el que se aclaraba que desde el 3 de abril continuaría publicándose como Cuba Ilustrada, «título más adecuado, que llena más las aspiraciones del país y que está más en armonía con su cultura y adelantos literarios».
 

ENRÍQUEZ, Carlos (Zulueta, Las Villas, 3.8. 1901-La Habana, 2.5.1957). Cursó la primaria en su ciudad natal y en La Habana. Se graduó de bachiller en 1920. Enviado por su familia a los Estados Unidos, estudió comercio en la Pearce School de Trenton. Más tarde ingresó en la Pennsylvania Academy of Fine Arts, de Filadelfia, para estudiar pintura, pero fue expulsado por la incompatibilidad entre su sensibilidad artística y los estudios académicos que allí cursaba. Al regresar a La Habana en 1925, no tardó en incorporarse al movimiento plástico cubano denominado «Generación del 27», que encabezaba Víctor Manuel. Trabajó durante esos años como administrador de las carboneras de uno de sus cuñados. Volvió a Nueva York y se estableció en el Greenwich Village. En 1930 regresó a La Habana y partió hacia Europa. De 1930 a 1934 viajó por Francia, España, Italia e Inglaterra. A partir de 1934 se estableció en La Habana. Sus cuadros han sido exhibidos en más de cuarenta exposiciones desde 1927, tanto en La Habana como en España, México, Estados Unidos, Guatemala, Haití y Argentina.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Tilín García. Novela. La Habana. La Verónica, 1939; La Habana, Ministerio de Educación. Dirección General de Cultura, 1960. La Feria de Guaicanama (Novela). La Habana, Ministerio de Educación. Depto. Nacional de Cultura, 1960. La Vuelta de Chencho [Novela]. La Habana, Ministerio de Educación. Dirección General de Cultura, 1960. Dos novelas. Tilín García. La vuelta de Chencho. Pról. de Félix Pita Rodríguez. La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1975.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Arrufat, Antón. «Las novelas de un pintor», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (123): 29-30, sep. 18, 1961. «Una breve biografía para una larga vida», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (123): 2, sep. 18, 1961. Bueno, Salvador. «Carlos Enríquez», en su Antología del Cuento en Cuba (1902-1952). La Habana, Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación, 1953, p. 151. García Vega, Lorenzo. «Carlos Enríquez», en su Antología de la novela cubana. La Habana, Ministerio de Educación. Dirección General de Cultura, 1960, p. 323. Pita Rodríguez, Félix. Carlos Enríquez. La Habana, Editorial Lex, 1957; «Magia y creación en Carlos Enríquez», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (123): 22-23, sep. 18, 1961. Pogolotti, Marcelo. «El tilinismo», en su La República de Cuba al través de sus escritores. La Habana, Editorial Lex,

1958, p. 177-180. Portal, Herminia del. «Márgenes. Tilín García», en Luz. La Habana, época 4 (16): 4, mar. 23, 1940. «Recuerdo de Carlos Enríquez», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (123), sep. 18, 1961. Victori, María del Carmen. «Carlos Enríquez, pintor de novelas», en Revolución y Cultura. La Habana, (23): 9-12, jul. 1974.
 

ENSAYO El ensayo es género movedizo, flexible, que irrumpe en muchas zonas limítrofes, y cuyas características más reconocidas por la crítica es conveniente deslindar antes de iniciar el breve recuento de su desarrollo en la literatura cubana. El ensayo como tal se tiene por género moderno, cuyo ejemplo básico es Montaigne, y que gana popularidad según se generalizan las publicaciones de índole literaria en la prensa periódica. Siempre se habla de que no es el tema, sino el modo de tratarlo, lo que define al género. Aquí se valora al máximo la lograda expresión de una fuerte personalidad, sin sujeciones a planes ceñidos, ni propósitos didácticos científicamente analíticos. Esto lo separa de las monografías, informes, disertaciones, o cualquier otro tipo de composición que se imponga el transmitir una información o indagar sobre un tema con precisión determinada por el asunto, sin permitir el libre divagar del autor. Pero éste tampoco nos contará en específico su vida, con lo que el ensayo se deslinda también de la memoria o la autobiografía. Y aunque críticos literarios, historiadores, filósofos u otros escritores especializados puedan expresarse a través del ensayo, será en cada caso la forma en que desarrollen su tema lo que determinará su especificidad genérica. También debe señalarse que el ensayo es típico de la madurez de pueblos y literaturas, y que, dado su carácter reflexivo, suele tener particular florecimiento en aquellas épocas de crisis, en las que los antiguos valores son puestos en duda y los nuevos pugnan por ganar terreno.

Dentro de la literatura cubana solamente podrá hablarse de ensayo cuando aparezcan sus primeros escritores importantes, ya en el siglo XIX. Ni siquiera pueden rastrearse antecedentes ensayísticos en los oradores sagrados o en los cronistas históricos, aunque ya en los prosistas que colaboran en el Papel Periódico (1790) pudieran hallarse matices anticipadores, especialmente en algunos de los artículos de José Agustín Caballero (1762-1835). Pero entre los escritores empeñados en convertir la factoría en una rica colonia de plantaciones, la voz principal es la de Francisco de Arango y Parreño (1763-1837), cuya prosa, sobria y elegante, es muestra ya de un estilo personal con valores destacables, aunque aún obras como su Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla (1792) pertenezcan más al campo de la monografía. Sí ya dentro del ensayo suele ser situada parte de la importantísima obra de Félix Varela (1787-1853), en particular su Miscelánea filosófica (1819), así como varios de los artículos publicados en El Habanero (1824) y algunos fragmentos de Cartas a Elpidio (1835-1838), con lo cual coinciden en Cuba la aparición del género y el surgimiento del sentimiento de «nación», con su consecuente ideal de independencia. La trascendencia de su pensamiento y de su conducta no puede hacernos olvidar que Varela es uno de los mejores ensayistas de la lengua española en aquellos momentos.

Los comienzos de nuestro siglo XIX, período esencialmente formativo, con sus contradicciones políticas, económicas y sociales, era propicio para la aparición de fuertes voces polémicas, que iban a servir de portavoces al patriciado nativo, interesado en la incorporación de la isla al capitalismo industrial contemporáneo. La figura que mejor encarna esta postura es José Antonio Saco (1797-1879), que puso su prosa vigorosa y aguda al servicio de sagaces análisis de la problemática nacional, en los que la vehemencia del tono convierte, ocasionalmente, en ensayos los rigurosos análisis económicos-sociales, recopilados posteriormente en tres tomos bajo el título común de Colección de papeles [...] (1858-1859). La otra gran figura intelectual del patriciado en aquellos momentos, José de la Luz y Caballero (1800-1862), realizó su fecunda labor nacionalista más bien a través de la enseñanza. Y aunque cuenta en su haber con distintos ensayos sobre temas literarios, educacionales, filosóficos y sociales, no era un estilista, aunque tuviese vigor y hasta originalidad en su expresión. Ensayista más cuajado, desde el punto de vista estilístico, fue Domingo del Monte (1804-1853), en especial en sus trabajos de crítica literaria, recopilados póstumamente en dos tomos de Escritos, con una prosa elegante y fluida, aunque ideológicamente se identifique con la porción más conservadora de la sacarocracia criolla. Porque tanto Del Monte como Saco y Luz, representan la actitud «indagadora y criticista de un pueblo cuya clase hegemónica, la burguesía azucarera, acababa de descubrirse a sí misma». Manuel González del Valle (1802-1884), Ramón de Palma (1812-1860), Antonio Bachiller y Morales (1812-1860) y Anselmo Suárez y Romero (1818-1878), pueden ser citados también entre los escritores de la época que dejaron páginas, en una u otra medida, ensayísticas.

Probablemente el más alto ejemplo del género en los comienzos de siglo lo sea el «Ensayo sobre la novela», de José María Heredia (1803-1839), nuestro primer gran poeta, que ocasionalmente cultivó el artículo periodístico con calidad poco común. Como él, algunos de nuestros principales poetas decimonónicos también harán incursiones no muy extensas en el ensayo, como José Jacinto Milanés (1814-1873), con artículos de crítica literaria, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1863), que aportará interesantes colaboraciones en su Álbum cubano de lo bueno y lo bello (1860), y Juan Clemente Zenea (1832-1871), que publicó en la Revista Habanera (1861-1862) prosas ensayísticas aún no bien valoradas. Por lo demás, en lo que resta del siglo XIX, hasta la terminación de nuestra primera guerra independentista y el posterior surgimiento de la que se ha llamado generación modernista, hacia 1880, el ensayo es género pobremente cultivado, que aparece de manera casi fugaz en algún escritor menor o que se disfraza a veces con los muy gustados ropajes del costumbrismo.

Las guerras por la independencia de Cuba suponen una toma de conciencia definitiva, que implicará el énfasis en los análisis críticos de la problemática nacional, tanto para indagar en sus raíces como para ir sentando las bases de nuestro futuro desarrollo. Por eso no es de extrañar que el ensayo sea quizás el género más favorecido en esos momentos. Incluso Max Henríquez Ureña ha llegado a afirmar que «nunca ha tenido Cuba, como lo tuvo entonces, tan valioso y nutrido conjunto de buenos ensayistas». Dos publicaciones nuclearán a la mayor parte de dichos autores: la Revista de Cuba (1877-1884), dirigida por José Antonio Cortina, y la Revista Cubana (1885-1895), dirigida por Enrique José Varona. Enrique Piñeyro (1839-1911) es el de más edad entre estos escritores y, aunque su labor es fundamentalmente la de un crítico interesado en el examen de las corrientes literarias del siglo XIX, cosa que pudo realizar sólo fragmentariamente, su estilo elegante e impecable, que fue puliendo con el transcurso del tiempo, lo coloca entre los mejores prosistas en lengua española del momento. También más crítico que ensayista fue Rafael María Merchán (1844-1905), riguroso y erudito, que dejó recopilados algunos de sus trabajos en dos interesantes tomos: Estudios críticos (1886) y Variedades (1894). En el período entre las dos guerras independentistas comenzaron también a destacarse una serie de oradores, agrupados bajo la bandera autonomista, que solían cultivar el ensayo, pero en los cuales siempre primaban las cualidades tribunicias; el más importame de ellos fue Rafael Montoro (1852-1933).

Manuel Sanguily (1848-1925) puede ser considerado un gran orador y un ardiente polemista; ambas características contribuyeron a matizar el tono ensayístico de su certera y exigente revisión de los valores nacionales, como puede comprobarse en la revista Hojas Literarias (1891-1894), que él solo redactó casi íntegramente. En sus ensayos hay siempre una prédica política, ya que en él, en definitiva, existía una unidad inquebrantable entre el estilo y el hombre. También en Enrique José Varona (1849-1933) las preocupaciones ideológicas y políticas serán fundamentales, en una obra que va a extenderse hasta el primer tercio del siglo XX. Esta vez nos encontramos ante un escritor sereno y pulido, de rigurosa formación clásica; dos tomos en los que recopiló sus artículos ensayísticos pueden servimos de ejemplo: Desde mi belvedere (1907) y Violetas y ortigas (1917). Pero en el ensayo, al igual que en toda nuestra literatura, la culminación va a encontrarse en la obra genial de José Martí (1853-1895), que nunca compuso un libro específico dentro del género, pero que supo elevar el comentario o el artículo periodístico a la más alta categoría ensayística, para lo cual contaba con su prosa renovadora e inigualable, instrumento del cual el pensador y el revolucionario supieron aprovecharse para lograr algunas de las muestras más importantes del género en toda la literatura escrita en lengua española. Y esto, desde su medular «Nuestra América», pasando por sus críticas literarias sobre Emerson y Whitman, hasta algunas de las páginas dedicadas a los niños en La Edad de Oro (1889). Manuel de la Cruz (1861-1896) es también estilista agudo, como lo prueban sus escritos recogidos bajo el título de Crítica y filosofía, pero generalmente desborda los límites específicos del género. Al igual que el malogrado Aurelio Mitjans (1863-1889), que dejó un tomo de Estudios literarios (1887). Aún pueden mencionarse una poetisa, Aurelia Castillo de González (1842-1920), y un novelista, Nicolás Heredia (1852-1901), que también incursionan en el ensayo, particularmente el último con su estudio La sensibilidad en la poesía castellana (1898). Dentro de esta generación finisecular, para terminar, citaremos a José de Armas y Cárdenas (1866-1919), Justo de Lara, que alcanza bondades ensayísticas en muchos de sus artículos periodísticos. Preocupado por los estudios formalistas y eruditos, fue dueño de un correcto y ágil estilo, el cual consagró en numerosos libros al estudio de la obra cervantina.

Los comienzos del siglo XX van a contemplar la madurez de algunos de los grandes ensayistas del siglo anterior, como Sanguily y Varona, pero el cultivo del género decaerá si lo comparamos con la etapa anterior. Son los momentos en que la República da sus primeros y tambaleantes pasos, y hay mucho de amargura y desilusión en el ambiente. La revista Cuba Contemporánea (1913-1927) será el órgano literario más importante del momento. Entre los escritores que cultivan el ensayo por esta época, figuran algunos que realizan su labor fundamental en otros géneros, como los poetas Regino E. Boti (1878-1958) y José Manuel Poveda (1888-1926), y los narradores Jesús Castellanos (1879-1912), prosista de gran calidad que dejó inconcluso su libro Los optimistas, y José Antonio Ramos (1885-1946), también dramaturgo, con su Manual del perfecto fulanista (1916). Sí dedicaron sus esfuerzos mayores al ensayo Mariano Aramburo (1870-1940), Luis Rodríguez Embil (1879-1954) y sobre todo, los matanceros Fernando Llés (1883-1949) y Emilio Gaspar Rodríguez (1889-1939), estos dos últimos muy influidos por Rodó. También Medardo Vitier (1886-1960) cuenta en su haber numerosos títulos ensayísticos. Entre los periodistas que inciden en el género puede mencionarse a Manuel Márquez Sterling (1872-1934) y Rafael Suárez Solís (1881-1968), mientras que Francisco González del Valle (1881-1942) cae más dentro del campo de la crítica erudita e historicista. El aporte femenino al ensayo es más abundante en estos momentos, contando con dos poetisas, Dulce María Borrero (1883-1945) y Emilia Bernal (1884-1964), además de la helenista Laura Mestre (1867-1944) y la investigadora Carolina Poncet (187?-1969). Hay un autor dominicano, muy notable ensayista, que tiene especial importancia en este momento: Max Henríquez Ureña (1885-1968). Por último, dos figuras que desbordan el género y el momento, ya que su producción se extiende por toda la primera mitad del siglo XX: Ramiro Guerra (1880-1970), historiador y economista, pero que a veces utiliza un certero enfoque ensayístico, como en Azúcar y población en las Antillas (1927), y Fernando Ortiz (1881-1969), polígrafo con especial interés en los estudios afrocubanos, cuya amplísima bibliografía, que trata de apoyarse en bases científicas, no excluye la agilidad ensayística en libros como Contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco (1940) o El engaño de las razas (1946).

La reacción ante la situación política y cultural imperante en el país conduce a los escritores más jóvenes a una actitud crítica y renovadora, reconocible en la llamada Protesta de los Trece (1923) y en la subsiguiente formación del Grupo Minorista, el cual dio a conocer, en 1927, una declaración de principios redactada por el poeta y revolucionario Rubén Martínez Villena (1899-1934). Consecuentemente, ésta va a ser de nuevo una generación en la que los ensayistas tendrán el mayor peso. Dos publicaciones, Social, que comenzó a salir en 1916, y de la cual fue jefe de redacción Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), y la Revista de Avance (1927-1930), entre cuyos editores figuraron algunos de los más importantes ensayistas de la época, son los vehículos literarios más utilizados. Los editores de la segunda revista desarrollarán posiciones ideológicamente bien opuestas. El ala derecha va a estar representada por Francisco Ichaso (1900-1962), Jorge Mañach (1899-1961) y, un poco menos, por Félix Lizaso (1891-1966), que realizó una amplia labor como investigador y comentarista. El más importante de ellos fue Mañach, por su aguda incidencia en el género, vinculada a Ortega y Gasset y Eugenio d'Ors, con libros como Indagación del choteo (1928) e Historia y estilo (1944). El ala izquierda de dichos editores tiene cabal representación en la figura de Juan Marinello (1898), de bien definida filiación marxista, preocupado por lograr la más fiel expresión americana, con mucho más de impulso ensayístico que de análisis científico. Entre sus títulos se encuentran Poética (1933), José Martí, escritor americano (1958), Contemporáneos (1964) y Creación y revolución (1973). Otro minorista también destacado como ensayista fue José Antonio Fernández de Castro (1897-1951), especialmente con Barraca de feria (1933). Algo al margen de las preocupaciones epocales realizó su acuciosa pero no extensa obra de crítica e investigación José María Chacón y Calvo (1893-1969), del cual pueden citarse Ensayos de literatura cubana (1922) y Estudios heredianos (1939). Otros cultivadores del género en estos momentos son Francisco José Castellanos (1892-1920), nuestro ensayista más puro, muerto prematuramente, y José de la Luz León (1892).

Entre los autores ya nacidos en el siglo XX, un grupo se vincula estrechamente con la generación del minorismo. A él pertenece Alejo Carpentier (1904), que ya cultivaba el artículo ensayístico mucho antes de iniciar su brillante producción narrativa. En 1966 publicó su Tientos y diferencias. Más inmerso en la lucha contra la dictadura machadista, que radicalizará las búsquedas de nuestras soluciones nacionales, está Raúl Roa (1909), cuya pluma, ágil, mordaz y certera, logra páginas ensayísticas inigualables, como las recogidas en Retorno a la alborada (1964) y Escaramuza en las vísperas y otros engendros (1966). La urgencia de la acción política impide el desarrollo ensayístico de prosas tan vigorosas como la de Julio Antonio Mella (1905-1929). Narradores como Enrique Labrador Ruiz (1902) y Marcelo Pogolotti (1902), pintor además, hacen interesantes incursiones por el ensayo. Y utilizan el género para muchos de sus estudios el historiador Elías Entralgo (1903-1966) y los críticos Raimundo Lazo (1904-1976) y Loló de la Torriente (1907).

Nuevas voces se enfrentan a las premisas sociopolíticas que suceden al derrocamiento de Machado. De la respuesta escapista que propone el grupo de la revista Orígenes (1944-1956) surgen tres poetas que son a su vez ensayistas de notable fibra. José Lezama Lima (1912) une la expresión barroca a su aguda percepción en libros como La expresión americana (1957), Tratados en La Habana (1958) y La cantidad hechizada (1970). Los otros dos poetas, Cintio Vitier (1921) y Fina García Marruz (1923), quizás son más críticos que ensayistas, aunque el primero tenga en su haber títulos tan fundamentales como Lo cubano en la poesía (1958) y su fina colección de ensayos Crítica sucesiva (1971). La otra respuesta generacional la intentan escritores que se afianzan sólidamente en las doctrinas marxistas-leninistas. A ella pertenecen Carlos Rafael Rodríguez (1913) y el historiador Sergio Aguirre (1914). Pero dentro de esta orientación las figuras más notables del género son José Antonio Portuondo (1911), serio y ameno indagador de nuestra realidad nacional, con títulos como Contenido social de la literatura cubana (1914), El heroísmo intelectual (1955), Crítica de la época y otros ensayos (1965), Astrolabio (1973), La emancipación literaria de Hispanoamérica (1975), y Mirta Aguirre (1912), cuya fina y medular prosa ha cuajado en libros como Un hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra (1948), El romanticismo de Rousseau a Víctor Hugo (1973), y Del encausto a la sangre: sor Juana Inés de la Cruz (1975). Prosas ensayísticas también tienen el poeta periodista Ángel Augier (1910), el crítico Salvador Bueno (1917) y, ya en camino hacia la generación más joven, Roberto Fernández Retamar (1930), Edmundo Desnoes (1930), Ambrosio Fornet (1932) y Graciella Pogolotti (1932), con su interesante Examen de conciencia (1965). Como un estímulo al desarrollo del género, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba instituyó el Premio Nacional de Ensayo «Enrique José Varona», el cual ha sido ganado por Federico de Córdova en 1966, Francisco López Segrera en 1969 y Pedro Dechamps Chapeaux en 1970.

BIBLIOGRAFÍA

Bueno, Salvador. «Proceso de la crítica y el ensayo», en Medio siglo de literatura cubana (1902-1952). La Habana, Publicaciones de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1953, p. 93-118. Costa, Octavio R. «El ensayo en Cuba», en Libro de Cuba. La Habana, Talleres Tipográficos de Artes Gráficas, 1954, p. 640-645. Lizaso, Félix. Ensayistas contemporáneos. 1900-1920. La Habana, Editorial Trópico, 1938. Portuondo, José Antonio. «El ensayo y la crítica en Cuba revolucionaria», en El ensayo y la crítica literaria en Iberoamérica. Edición al cuidado de Kurt L. Levy y Keith Ellis. Toronto (Canadá), Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 1970, p. 215-220
 

Ensayo, El (La Habana, 1881-[Id.]). «Semanario de ciencias, artes y literatura», se lee como subtítulo en el segundo número, aparecido con fecha 13 de febrero. Todo parece indicar, por tanto, que comenzó el día 6 de dicho mes, como hace constar Carlos M. Trelles en la cuarta parte de su trabajo. «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 247, jul.-dic., 1938)-. Era dirigido por J[osé?] M[aría?] C[éspedes?], a quien se deben algunos de los artículos de crítica literaria y de filosofía que aparecieron en sus páginas. Además publicaba otros trabajos de índole literaria, fundamentalmente poesías y cuentos. Fueron sus colaboradores, entre otros menos conocidos, Emilio Bobadilla y Lunar, Pablo Hernández, Mercedes Matamoros, Ricardo Rodríguez Cáceres, Antonio G. Cuyás, Carlos Noreña. En la «Cronología de Julián del Casal», publicada en sus Poesías (La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 7), se expresa que en el número de esta publicación correspondiente al 13 de febrero apareció «la primera colaboración de Casal conocida en un órgano de la prensa», firmada con sus iniciales J. C. En los ejemplares revisados, el último de los cuales (número 13) corresponde al 1º de mayo de 1881, se encuentran otras poesías de Casal, también firmada con sus iniciales. Trelles indica, en su ya citado trabajo, que sólo se publicó durante este año.
 

Ensayo, El (La Habana, 1908-[1909?]). Revista ilustrada científico-literaria. Órgano de los estudiantes del Instituto de La Habana. Comenzó a salir quincenalmente a partir del 7 de diciembre. Era su director literario Manuel Costa. José M. Chacón [y Calvo?] y Julio Hernández Miyares ocupaban, respectivamente, los cargos de jefe y de secretario de la redacción. En números posteriores se subtituló «Revista quincenal ilustrada». Fueron sus directores literarios, sucesivamente, Ramiro Capablanca y Gustavo Herrera. Publicaba poemas, cuentos, críticas literarias, semblanzas biográficas y otros trabajos de interés para los estudiantes. Contó con la colaboración de José A. Rodríguez García, Luis A. Baralt, Manuel S. Pichardo, Fermín Valdés Domínguez, Luis A. Mustelier, Emilio Valdés y de Latorre, Isidro García, Aurelio Silvera y otros. El último ejemplar revisado corresponde al 30 de abril de 1909.
 

Ensayos Literarios (Santiago de Cuba,1846-[1847?]). Revista. Emilio Bacardí expresa, en la página 384 del tomo 2 de su obra Crónicas de Santiago de Cuba (Santiago de Cuba, Tipografía Arroyo, 1925), que comenzó a publicarse en abril; pero el Diario de la Marina señala, en su edición del 4 de junio de 1846, que días antes se había anunciado en El Redactor, periódico de Santiago de Cuba, «la pronta publicación de una obra con el título de Ensayos Literarios». (Los periódicos del interior se recibían en la capital con un atraso que oscilaba entre los 10 y los 15 días.) Según parece comenzó a finales de mayo o principios de junio, pues el Diario de la Marina correspondiente al 25 de junio expresa que desde hace varios días tiene en sus manos la primera entrega, y felicita a los directores «por la elección de asuntos, sobre todo por haber dirigido su atención a la historia antigua de Cuba». Se repartía por entregas mensuales. Fueron sus fundadores y editores José Joaquín Hernández, Pedro Santacilia y Francisco Baralt. No se ha encontrado ningún ejemplar, pero por la reseña que de algunas entregas se hizo en la prensa habanera de la época, se sabe que aparecieron en sus páginas poesías, trabajos de carácter histórico y costumbrista, artículos de crítica e historia literarias, etcétera, todos debidos a los editores. En su discurso Pedro Santacilia; su vida y sus versos (La Habana, Imp. El Siglo XX, 1924), José Manuel Carbonell reproduce, sin detallar la fuente de que se ha servido, los títulos de todos los trabajos en prosa publicados por Santacilia en la revista.

BIBLIOGRAFÍA

«Ensayos Literarios [... ]», en Diario de la Marina. La Habana, 3 (175): [2] jun. 25, 1846. «Ensayos Literarios», en Diario de la Marina. La Habana, 3 (303): [2] oct. 31, 1846. «Publicaciones periódicas. Ensayos Literarios. «El Prisma», en Diario de la Marina. La Habana, 3 (200): [2] jul. 20, 1846.
 

Ensayos Literarios (La Habana, 1862-[Id.?]). Periódico quincenal. Comenzó a mediados de febrero. La primera entrega apareció sin fecha, pero en la edición del Diario de la Marina correspondiente al 16 de febrero de 1862 se acusa recibo de la misma. Eran sus directores F[rancisco] E. de Silva y A[lfredo] J. Torroella. En nota publicada en el Diario de la Marina del 31 de enero de 1862 se señala que en el prospecto los redactores «esplican [sic] lacónicamente que no la mira del lucro ni la ambición de laureles, sino el deseo de ser útiles a sus semejantes, los impulsa a emprender arduas tareas en la áspera senda del periodismo, ansiosos de buscar la verdad donde la razón ejerce su benéfico influjo». Los mismos redactores, en la primera entrega, explican al público qué sería la publicación, y concluían con las siguientes palabras: «Ahí tenéis hoy la primera entrega de nuestros Ensayos Literarios juzgadla si queréis pero estableced bien las premisas: somos estudiantes y no maestros, ensayamos y no componemos: analizad nuestros trabajos, y si lo malo excede a lo bueno confesarémos culpables» [sic]. Según parece sólo salieron dos números (del segundo se da noticia en el diario Prensa de La Habana del 7 de marzo de 1862), en los que se publicaron poesías y artículos de contenido filosófico y sobre otras materias. Contó con la colaboración de Andrés Clemente Vázquez, Antonio de J. Zambrana, G. de Estrada y Zenea, Leopoldo Berriel, Rosa Marrero y Caro y F. de la Portela. José M. Labraña señala, en la página 663 de su trabajo «La prensa en Cuba» -aparecido en Cuba en la mano. Enciclopedia popular ilustrada (La Habana, Úcar, García, 1940, p. 649-786)-, que en esta publicación colaboraron Pedro Santacilia, Francisco Baralt y J. J. Hernández, pero es un error, pues la revista en que dichos escritores colaboraron y que tenía el mismo título que ésta, se publicó en Santiago de Cuba en 1846.
 

ENTRALGO, Elías (La Habana, 28.3.1903-Id., 4.9.1966). Cursó la primaria en las Escuelas Pías de Guanabacoa y el bachillerato en el Instituto de su ciudad natal (1922). Se graduó en la Universidad de La Habana de Doctor en Derecho Civil (1927), en Derecho Público (1928) y en Filosofía y Letras (1929). Profesor instructor de Sociología en dicha Universidad durante el curso 1929-1930, renunció durante la tiranía de Machado. En 1934 volvió a la Universidad para ocupar las cátedras de Historia de Cuba y Sociología Cubana. Fue miembro de la Sección de Ciencias Históricas del Ateneo de La Habana, bibliotecario de la Sociedad Económica de Amigos del País, fundador del Instituto de Altos Estudios de Cuba, miembro correspondiente del Círculo de Altos Estudios de Rosario (Argentina) y miembro del Instituto Internacional de Estudios Ibero-Americanos de París. Dirigió las revistas Universidad de La Habana y Vida Universitaria. Fue secretario de redacción de la Revista Bimestre Cubana. Colaboró en Cuba Contemporánea, Repertorio Americano (Costa Rica), Revista de Occidente (España). Pronunció numerosas conferencias. Publicó su «Historia social» en el tomo 4 de Historia de la Nación Cubana (La Habana, Editorial Historia de la Nación Cubana, 1952). También seleccionó la antología de José Martí Ideas políticas y sociales (La Habana, Eds. Nuevo Mundo, 1960, 2 t.) Al morir desempeñaba los cargos de Decano de la Facultad de Humanidades, presidente de la Comisión de Extensión Universitaria y presidente de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Luisa Pérez de Zambrana; conferencia pronunciada en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa el día 31 de julio de 1921. La Habana, Editorial Hermes, 1921. Pepe Antonio; contribución histórica leída en el Ateneo de La Habana el día 26 de febrero de 1922, en la sesión solemne y pública celebrada por la Sección de Ciencias Históricas. La Habana, Editorial Hermes, 1922. Perfiles (apuntes críticos sobre literatura cubana contemporánea). Pról. del Dr. Salvador Salazar. La Habana, Editorial Hermes, 1923. Domingo Delmonte y su época (Conferencia leída en el Colegio de Arquitectos de La Habana, el 8 de abril de 1922). La Habana, Editorial Hermes, 1924. Esquema de sociografía indocubana. La Habana, Molina, 1935. Historia de Cuba [Copias de clase. Ed. mimeografiada]. La Habana, Universidad de La Habana. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Depto. de Copias, 1937-1956. 20 t. El ideario de Varona en la filosofía social. La Habana, Molina, 1937 (Publicaciones de la Biblioteca Municipal de La Habana. Serie B, Cultura Popular, 4). José Silverio Jorrín; o, La timidez política. La Habana, Molina, 1937. Historieta de unas largas oposiciones de historia. La Habana, Imp. Excélsior, 1939. Domingo del Monte. La Habana, Cultural, 1940. Apuntes caracterológicos sobre el léxico cubano. La Habana, Molina, 1941; 3a. ed. La Habana, Editorial Selecta, 1945. Correría sobre los elementos históricos de la segunda enseñanza en la cultura cubana; verificada en la Federación de Doctores en Ciencias y en Filosofía y Letras el 2 de octubre de 1937. La Habana, Cultural, 1941. La Universidad de Berriel. La Habana, Publicaciones de la revista Universidad de La Habana, 1942. Síntesis histórica de la cubanidad en los siglos XVI y XVII. La Habana, Molina, 1944. Los diputados por Cuba en las Cortes de España durante los tres primeros períodos constitucionales. Trabajo presentado por el académico correspondiente en Marianao, provincia de La Habana [...] y aprobado en la sesión ordinaria de 20 de abril de 1944. La Habana, Imp. El Siglo XX, 1945. La paradoja histórica de Luz Caballero. Pról. de la ed. De la vida íntima, tomo I, Epistolario y Diarios, que se han publicado en la Biblioteca de Autores Cubanos de la Editorial de la Universidad de La Habana. La Habana, Úcar, García, 1945. Dos apelativos continentales: Enrique José y José Enrique (Conferencia dicha por [...] en el Ateneo puertorriqueño, la noche de 26 de julio de 1945). La Habana, Cultural, 1946. El sentido revolucionario de la protesta de Baraguá. La Habana, Cultural [1946]; Id., 1951. Períoca sociográfica de la cubanidad. La Habana, J. Montero, 1947. Cartas a Luz Caballero. Pról. de la ed. De la vida íntima, t. 2, que se ha publicado en la Biblioteca de Autores Cubanos de la Editorial de la Universidad de La Habana). La Habana, 1949. La genuina labor periodística de Enrique José Varona. La Habana, Editorial Librería Selecta, 1949. Apología de las 7 de la mañana (Lección inaugural del año académico 1950-51 en la cátedra de Historia de Cuba de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana). La Habana, Universidad de La Habana. Depto. de Intercambio Cultural, 1950 (Cursos y conferencias de extensión universitaria, 6); 2da. ed. La Habana, Valcayo, 1959. La insurrección de los Diez Años (una interpretación social de este fenómeno histórico). Discurso de apertura del año académico 1938-39 en la cátedra de Historia de Cuba de la Universidad de La Habana. La Habana, Universidad de La Habana. Depto. de Intercambio Cultural, 1950 (Cursos y conferencias de extensión universitaria, 3). La América Latina y su Enrique José Varona (conferencia dicha en el hemiciclo del Ministerio de Educación). La Habana, Imp. de la Universidad de La Habana, 1951. La Asamblea de la Yaya en Cosme de la Torriente. Discurso leído en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en la noche del miércoles 8 de agosto de 1951. La Habana, Imp. Universitaria, 1951. Visión de la bandera centenaria. La Habana, Sociedad Colombista Panamericana, 1951. Dos arquetipos para una deontología cubana: don Pepe y el Generalísimo (lección inaugural del año académico 1951-52 en la cátedra de Historia de Cuba en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana). La Habana, Universidad de La Habana. Depto. de Intercambio Cultural, 1952 (Cursos y conferencias de extensión universitaria, 9). Un humoroide en la presidencia del Ateneo de La Habana [Sobre Rafael Fernández de Castro]. La Habana, Imp. Universitaria, 1953. La liberación étnica cubana. La Habana, Imp. de la Universidad de La Habana, 1953. El resentimiento de un prólogo. La Habana, Imp. de la Universidad de La Habana, 1953. Los conceptos libertadores en Enrique José Varona (Conferencia leída en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País). La Habana, Imp. de la Universidad de La Habana, 1954. Contornos y dintornos de la investigación y de la erudición. La Habana, 1955; 3a. ed. La Habana, 1956; Santa Fe (Argentina), Universidad Nacional del Litoral. Depto. de Extensión Universitaria, 1958 (Temas bibliotecológicos, 9). Las inscripciones en nuestros ventanales. México, D.F., Edificaciones Humanismo, 1955 (Letras de América, 4). El modo agraciado de enamoramiento en Domingo Delmonte (Disertación leída en el Ateneo de La Habana, la noche del 4 de noviembre de 1953 en el acto con que esa Sociedad conmemoró el centenario de la muerte del prócer). La Habana, Imp. de la Universidad de La Habana, 1955. Doctrina del progreso + revolución mecánica = El Lugareño. Disertación dicha en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la noche del viernes 8 de agosto de 1952. La Habana, Imp. de la Universidad, 1956. La cubanía de Fray Candil. Discurso leído por [...] en la sesión solemne de su ingreso como académico de número, el día 31 de octubre de 1957. La Habana, Imp. El Siglo XX, 1957. Una vocación y su temperamento: desde Emilio Bobadilla hasta después de Fray Candil. Discurso de ingreso como miembro correspondiente de la Academia Nacional de Artes y Letras, leído el 26 de junio de 1958. La Habana, Imp. de la Universidad de La Habana, 1958. Los grandes cambios sociales traen siempre prosperidad a los pueblos. Versión taquigráfica del discurso pronunciado el 30 de junio de 1959, en el Capitolio Nacional. La Habana, Delegación del Gobierno en el Capitolio Nacional, 1959. Lecciones de historia de Cuba. La Habana, Talleres del Archivo Nacional, 1960. Lecturas y estudios. La Habana, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1962. Algunas facetas de Varona. La Habana, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1965.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Aguirre, Sergio. «Huella de un maestro», en Universidad de La Habana. La Habana, 30 (181): 7-11, sep.-oct., 1966. A[ugier] Á[ngel]. «Lecturas y estudios, por Elías Entralgo [...]», en Universidad de La Habana. La Habana, 27 (161-162): 167-168, may.-ago., 1963 «Bibliografía interamericana. Elías Entralgo. José Silverio Jorrín; o, La timidez política», en América. La Habana, 3 (3): 94-95, sep., 1939. Carbonell, José Manuel. «Elías José Entralgo y Vallina (1903)», en su La prosa en Cuba. Recopilación dirigida, prologada y anotada por [...]. T. 5. La Habana, Montalvo y Cárdenas, 1928, p. 403-404 (Evolución de la cultura cubana. 1608-1927, 16). Córdova, Federico de. «Elías Entralgo», en El Mundo. La Habana, 66 (21 986): 4, sep. 3, 1967. Dr. Elías Entralgo y Vallina. Apuntes caracteriológicos sobre el léxico cubano [...]», en América. La Habana, 13 (1): 94, ene., 1942. Nuyri Beltrán, Juan. «Elías Entralgo», en El Mundo. La Habana, 65 (21 704): 4, oct. 6, 1966. Pogolotti, Marcelo. «La estratificación social» [Sobre Períoca sociográfica de la cubanidad], en su La República de Cuba al través de sus escritores. La Habana, Editorial Lex, 1958, p. 150-157.
 

Epigrama, El (La Habana, 1883-[Id.]). Semanario crítico satírico. Periódico. Comenzó a salir el 7 de enero. Fue dirigido por Emilio Bobadilla. Era su administrador Vivino Govantes y Govantes. Como expresaba el subtítulo, sus columnas se llenaban de comentarios a problemas de actualidad, así como de impresiones críticas sobre cuestiones literarias, algunas con tono serio. Bobadilla firmaba éstas con su conocido seudónimo Fray Candil. Otro colaborador se escondía tras el seudónimo Lord Bilis. El último número revisado (4) corresponde al 28 de enero de 1883. Carlos M. Trelles indica, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 248, jul.-dic., 1938)-, que sólo salió durante este año.
 

EPISTOLARIOS A pesar de no contar Cuba con una tradición en el género epistolar comparable a la de Europa, a partir del siglo XIX encontramos un crecido número de epistolarios que, tanto por la calidad literaria como por la importancia que para la historia de nuestra cultura revisten, no pueden dejar de mencionarse al hacer un recuento de su vida literaria.

Ya del primero de nuestros poetas mayores -José María Heredia-, poseemos una importante colección de cartas, cuya edición más completa se encuentra en el tomo II de las Poesías, discursos y cartas de José María Heredia (1939), publicadas en el volumen XLII de la Colección de autores cubanos que dirigía Don Fernando Ortiz. En él se encuentra incluida su célebre carta del 17 de junio de 1824, en donde el poeta narra las impresiones de su visita a las cataratas del Niágara y consigna haber escrito allí, inspirado por el magno espectáculo, su famosa oda. Falta, empero, su más polémico escrito: la carta que envió en 1836 al Capitán General de Cuba, Miguel Tacón, en la que solicitaba autorización para regresar a nuestra patria, siquiera por breve tiempo, con el objeto de visitar a su madre y otros familiares. Son las suyas, cartas de gran interés que esclarecen aspectos importantes tanto de su biografía como de su producción literaria.

Por la trascendencia que para el pensamiento cubano del siglo XIX y la formación de nuestra nacionalidad tuvo la figura de José Antonio Saco, resulta de capital importancia la compilación de las cartas a él escritas que ejemplarmente realizó en 1923 el estudioso de nuestras letras José Antonio Fernández de Castro (Medio siglo de historia colonial (1823-1879), con prefacio de Enrique José Varona. La obra cuenta con una erudita introducción del autor y se encuentra dividida en cuatro grandes períodos -«la formación (1823-1837)»; «las tentativas de fuerza (1846-1857)» «las ideas (1858-1868)», y «la revolución (1869-1879)»-, en los cuales las cartas comprendidas han sido cuidadosamente anotadas. Cuenta, además, con una tabla biográfica de los corresponsales de Saco, entre los cuales se encuentran personalidades tan relevantes de la cultura cubana como José de la Luz y Caballero, Félix Varela, Domingo del Monte, El Lugareño (seud. de Gaspar Betancourt Cisneros), José A. Echeverría, Juan Bautista Sagarra y Nicolás Escobedo. En su clase, la obra constituye un verdadero modelo y una fuente de obligada consulta para todo estudioso de nuestro siglo XIX.

Al notable esfuerzo de Fernández de Castro viene a unirse, años más tarde, la publicación del epistolario de otra de las más preclaras figuras del pensamiento decimonónico en Cuba: José de la Luz y Caballero. Con el título de De la vida íntima fueron editadas estas cartas en dos volúmenes, entre 1945 y 1949, por la Editorial de la Universidad de La Habana, al publicar en su Biblioteca de autores cubanos las obras completas de Luz, prologados ambos volúmenes por el doctor Elías Entralgo. Tal como en el caso de la obra de Fernández de Castro, nos encontramos en presencia de una muy cuidadosa edición, ampliamente anotada, con una «addenda» biográfica y un índice analítico no sólo de los remitentes de las cartas sino también de los destinatarios pues -a diferencia del epistolario de Saco y como una ventaja sobre éste- se encuentran recogidas en el segundo tomo 215 cartas dirigidas a Luz por figuras tan destacadas como Alejandro de Humboldt, Saco, Varela, El Lugareño, Domingo del Monte y José Antonio Echeverría, entre otras.

Continuando la senda abierta por estos trabajos, Federico Córdova compilaría con gran rigor las Cartas del Lugareño (1951), autor que gozó de la más alta reputación como epistológrafo entre los cubanos de su tiempo. Córdova recoge primeramente las 57 cartas de Gaspar Betancourt Cisneros que se encuentran incluidas en el Centón epistolario de Domingo del Monte, luego las 15 dirigidas a Luz y Caballero y las 17 a José Antonio Saco, que junto a las 20 aparecidas en la Gaceta de Puerto Príncipe y 4 remitidas a varias personas suman las 113 epístolas que, tras una búsqueda exhaustiva de varios años de duración en todas las fuentes de obtención posibles, le fue dable reunir. Es de lamentar que el epistolario íntimo de El Lugareño no hubiera podido ser de nuestro conocimiento, dado que fue incinerado por su autor en 1869, temeroso de una posible requisa por parte de las autoridades españolas. Es, con todo, una valiosísima contribución la que con su paciencia y laboriosidad ingentes ha aportado a nuestras letras Federico Córdova.

Pero la obra más importante en este género para darnos a conocer el contexto sociopolítico en que se insertó la vida literaria cubana durante la primera mitad del siglo XIX, es, sin dudas, el Centón epistolario de Domingo del Monte, cartas dirigidas a del Monte, publicadas en siete gruesos volúmenes por la Academia de la Historia de Cuba entre 1923 y 1957 bajo la dirección sucesiva de Domingo Figarola-Caneda, quien preparó la edición de los tres primeros volúmenes (1923, 1924, 1926); Joaquín Llaverías, que a la muerte de Figarola-Caneda lo sustituyó en la publicación de los volúmenes cuarto y quinto (1930-1938), y Manuel I. Mesa Rodríguez, director de los tomos sexto y séptimo (1953-1957).

Gracias a la paciente labor de estos investigadores, disponemos hoy de esta obra de capital importancia para el estudio de la cultura cubana, obra que se vio interrumpida en más de una ocasión «por falta de numerario al efecto en los pasados presupuestos» y requirió, en otras, auspicios privados para ser editada. En ella se hallan recogidas cronológicamente las cartas que a Del Monte dirigió lo más granado de la cultura cubana del XIX: Saco, Luz, José Jacinto Milanés, Ramón de Palma, Cirilo Villaverde, El Lugareño, José A. Echeverría, la Condesa de Merlin (María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo), Anselmo Suárez y Romero, José Zacarías González del Valle, por citar sólo algunos nombres del gran número de sus corresponsales. Particular interés ofrece la correspondencia de los dos últimos tomos por la luz que arrojan sobre la controvertible actitud en hechos poco esclarecidos de nuestro historial, en especial la llamada Conspiración de la Escalera, de figuras tan importantes para la cultura nacional como Luz y el propio Del Monte, así como todo lo relacionado con la trata de esclavos y las relaciones de Del Monte con los funcionarios consulares ingleses Turnbull y Madden, opuestos a los intereses de los esclavistas españoles.

Ya enmarcadas en un ámbito más estrictamente literario, aunque es sabida toda la motivación de tipo políticosocial que envolvió la creación de la novela Francisco, de Anselmo Suárez y Romero, las 49 cartas que a este autor escribió el joven catedrático de filosofía José Zacarías González del Valle entre 1836 y 1840 -publicadas por la Secretaría de Educación de la Dirección de Cultura bajo el título de La vida literaria en Cuba (1938)- resulta un documento de notable valor para el conocimiento no sólo de la gestación de la novela mencionada, sino en especial sobre el grupo de intelectuales que orbitaba en torno a la figura de Del Monte y asistían a sus famosas tertulias, de tanta importancia en el desarrollo de la literatura cubana en el pasado siglo.

Pero si en todos estos epistolarios que hemos dejada consignados el valor radica básicamente en su calidad de documento para la comprensión cabal de una época, en el caso de las famosas cartas amorosas dirigidas a Ignacio de Cepeda y Alcalde por Gertrudis Gómez de Avellaneda, la nota lírica resulta en ella la dominante y les confiere un singular encanto que las ha convertido en un verdadero clásico de las letras hispánicas en la vertiente erótica del género.

Muerto Cepeda en 1906, a expensas de su propia viuda se publicaron las cartas que entre 1839 y 1854, con algunos años de interrupción, le dirigió la poetisa. Fueron editadas en Huelva en 1907 con el título de Autobiografía y cartas de la ilustre poetisa hasta ahora inéditas, con un prólogo y una necrología por D. Lorenzo Cruz de Fuentes. Esta primera edición estaba compuesta por 40 cartas. Una segunda edición hecha en 1914, prologada por el propio Lorenzo Cruz de Fuentes, fue enriquecida con 13 nuevas cartas. El epistolario ha sido editado con posterioridad varias veces en Cuba: en la edición nacional del centenario de las Obras de la Avellaneda (1914), en la edición de Cuba contemporánea (1914) y en la que tiene por título Diario de amor (1969), la más reciente, ya posterior al triunfo de la Revolución. Una selección de las cartas fue publicada en lengua inglesa -traducidas en 1956 por Dorrey Malcolm y prologadas por J. A. Portuondo- en los talleres gráficos de Juan Fernández Burgos con el título de The love letters of Gertrudis Gomez de Avellaneda [1956]. Otras expresiones epistolares de la poetisa son los libros Gertrudis Gómez de Avellaneda. Cartas inéditas y documentos (1911) y Memorias inéditas de la Avellaneda (1914), correspondencia dirigida a su prima Eloísa Arteaga en 1838 las primeras, y a Doña Dolores de la Cruz las segundas, editadas por José Augusto Escoto y Domingo Figarola-Caneda respectivamente.

La más noble expresión del género epistolar entre nosotros, que no desmerece en estatura moral o perfección estilística de lo escrito con la de los clásicos de la lengua, habría de lograrla nuestra más alta figura política y literaria. Sólo el genio de José Martí pudo alcanzar la milagrosa concisión de estas cartas -ante las cuales el propio genio de Miguel de Unamuno se extraviaba-, que resulta un preciado tesoro que aguarda aún la investigación estilística definitiva.

Política, social, amistosa, estética, amorosa, notas todas sublimadas por la mano del artista impar, armoniosamente aleadas en este epistolario único que para orgullo de nuestra América continúa enriqueciéndose, puesto que la inagotable producción epistolar de Martí dista aún de haberse completado. Cada edición sucesiva de sus obras completas va engrosando el caudal de cartas acopiadas que, arregladas cronológicamente con introducción y notas de Félix Lizaso, en dos volúmenes publicó la Colección de libros cubanos, dirigida por Fernando Ortiz, bajo el título de Epistolario de José Martí (1930).

Nuestra Revolución, que vela por que cada día se divulgue y estudie sin adulteraciones la vida y la obra de José Martí, garantiza que no se escatimarán esfuerzos a fin de que, en un futuro no lejano, las nuevas generaciones de investigadores formados por ella tengan en sus manos -lo más completamente posible- este legado de valor inapreciable para nuestra América que constituye su epistolario.

El siglo XIX habría de cerrarse con el espléndido aporte al género epistolar de otra poetisa, el cual sólo recientemente nos ha sido dable conocer en forma completa. En la conferencia Juana Borrero, la adolescente atormentada, pronunciada por el poeta y crítico Ángel Augier el 17 de marzo de 1937 en el Palacio Municipal y recogida al año siguiente como folleto, el autor -al que le había sido dado conocer el epistolario a través de una hermana de la poetisa-, citaba fragmentos de algunas de las cartas y llamaba la atención acerca del valor excepcional del epistolario dirigido a Carlos Pío Uhrbach. Lamentablemente, la familia no se decidió a dar a conocer entonces las cartas de Juana, las que permanecieron inéditas hasta que en 1966, bajo el cuidado de los también poetas y críticos Fina García Marruz y Cintio Vitier fueron publicadas por nuestro Instituto de Literatura y Lingüística (Epistolario). Su aparición dio lugar a un extenso trabajo, discutible en más de un aspecto -particularmente en el tratamiento dado a la figura de Carlos Pío-, del profesor norteamericano Manuel Pedro González, el cual motivó observaciones de Ángel Augier y Cintio Vitier sobre algunos planteamientos suyos contenidos en él. Trabajo y observaciones fueron recogidos en el número 1 de nuestro Anuario L/L (1970), al que remitimos al lector como la fuente de documentación más completa hasta el presente sobre este epistolario.

Juana Borrero fue un caso excepcional en nuestras letras y el estudio de su personalidad poética no puede hacerse basándose meramente en procedimientos literarios. Ya desde la época en que pronunció su conferencia, Ángel Augier llamaba la atención sobre este particular y hacía hincapié en la necesidad de un estudio sicológico de la autora a la luz de su obra y el testimonio de sus familiares, que complementara el estilístico (de hecho, un intento de ello desde el punto de vista sico-pedagógico fue realizado por la entonces alumna de pedagogía Matilde Serra). En la actualidad, ya publicado el epistolario, ese estudio se impone y confiamos en que pronto se realice para bien de nuestras letras.

Se ha repetido insistentemente que el género epistolar se encuentra en agonía en el presente siglo, pues resulta indudable que el revolucionario progreso técnico de las comunicaciones en nuestra época y el ritmo cada día más agitado de la vida conspiran contra el cultivo de la forma epistolar. Con todo, aunque en crisis, no es de temer -por fortuna- su extinción inmediata. En la actualidad nuestro Instituto prepara la edición de un epistolario trascendental para nuestras letras. Por disposición de la familia del poeta Regino E. Boti, nos ha sido legado el epistolario que Boti sostuvo con José Manuel Poveda, que ofrece la particularidad de ser el único epistolario de importancia entre nosotros, en el cual podemos contar -gracias a la extraordinaria capacidad organizativa de Boti- con las respuestas del destinatario. Con excepción de las cartas dirigidas a Poveda en 1907 y 1908, de las cuales Boti no conservó copia por haberlas escrito a mano, poseemos la totalidad casi absoluta de las epístolas cruzadas entre estos dos importantísimos poetas -los más altos de su generación y a quienes se debe la labor renovadora de nuestra poesía a comienzos del siglo- entre 1907 y 1923 en que termina, tras una interrupción casi total a partir de 1915 cuando se entibió la amistad entre ellos por causas que aún se encuentran pendientes de determinación por parte del investigador que prepara la edición.

Si grande es su valor literario -el propio Boti apuntaba que con este epistolario se podría reconstruir la historia del modernismo en Cuba- no es menor el sociológico, pues en estas cartas se nos hace participar, indirectamente, del clima asfixiante de los inicios de la seudorrepública, cuestionada de modo implacable por la conciencia lúcida de estos dos aparentemente fríos estetas, ajenos al trágico destino nacional que se les imponía. Sólo cuando sea publicado este epistolario se podrán comprender a cabalidad cuestiones vitales de la vida literaria de las primeras décadas del siglo que, ignoradas o erróneamente interpretadas, se han venido repitiendo en nuestros manuales de literatura.

Queda aún mucho por investigar en el género epistolar entre nosotros. El estudio de los epistolarios de nuestras figuras literarias del XIX es todavía muy incompleto. En cuanto a los de las figuras del siglo XX, apenas se ha ensayado. En manos privadas aún permanecen cartas de personalidades relevantes de nuestra cultura, el estudio de las cuales resulta fundamental para la comprensión plena de nuestra historia literaria. De ahí la necesidad de que esta tarea sea calorizada por nuestros investigadores. La publicación del epistolario Boti-Poveda, más la ulterior edición de la correspondencia que sostuvo Boti durante más de 50 años con las más prominentes figuras literarias cubanas y otras de países de habla hispana, son sólo los primeros pasos que permiten entrever las nuevas y halagüeñas posibilidades que se nos abren para el género.

BIBLIOGRAFÍA

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ESCARDÓ, Rolando (Camagüey, 7.3.1925-Cercanías de la ciudad de Matanzas, 16.10.1960). Estudió la enseñanza primaria en Camagüey, donde transcurrieron sus primeros años de juventud. Su educación fue autodidacta. Fundó en su provincia el Grupo Los Nuevos, que publicó una selección de versos de Martí (1953). En 1958 fundó el Grupo Yarabey. Llevó a cabo actividades revolucionarias en la clandestinidad, fue perseguido y sufrió prisión. En 1958 tuvo que abandonar el país y se estableció en Mérida, Yucatán. Después del triunfo de la Revolución regresó a Cuba y fue designado teniente del Ejército Rebelde. Fue jefe de Zona de Desarrollo Agrario y organizó cooperativas de carboneros en la Ciénaga de Zapata. Practicó la espeleología. Fue colaborador de Ciclón y Lunes de Revolución. Cuando organizaba el Primer Encuentro de Poetas Cubanos, que debía celebrarse en Camagüey, un accidente automovilístico truncó su vida. Con posterioridad a su muerte apareció publicado su poemario «Jardín de piedras» (Islas. Santa Clara, 3 (3): 147-154, may.-ago., 1961).

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Libro de Rolando. Poesía. Pról. de Virgilio Piñera, La Habana, Eds. R. 1961. Las Ráfagas. Poemas [Prol.] de S[amuel] F[eijóo]. Santa Clara, Universidad Central de Las Villas, 1961.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Arrufat, Antón. Testimonio. «Lo que será Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 13, oct. 31, 1960; «La poesía de Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (l24): 9, sep. 25, 1961. Baragaño, José A. «Testimonios, Rolando», en Lunes de Revolución, Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 13, oct. 31, 1960. Casey Calvert. «Testimonios. Muerte de un poeta», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 13, oct. 31, 1960. Fornet, Ambrosio. «Testimonios Imagen de Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 14, oct. 31, 1960. García Marruz, Fina. «Escardó», en Islas. Santa Clara 3 (2): 174-181, ene.-abr., 1961. Guillén, Nicolás. «Testimonios. Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 14, oct. 31, 1960. «Homenaje a Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): oct. 31, 1960. «Homenaje a Rolando Escardó», en Islas. Santa Clara, 3 (2): 165-218, ene.-abr., 1961. Hurtado, Óscar. «Testimonios. In memoriam», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución, La Habana, (83): 14, oct. 31, 1960. Iznaga, Alcides. «Ha muerto un poeta», en Islas. Santa Clara, 3 (2): 189-190, ene.-abr., 1961. Lezama Lima, José. «Testimonios. Orfismo de Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 15, oct. 31, 1960. Navarro, Noel. «Las páginas por Escardó», en Islas. Santa Clara, 3 (2): 184-186, ene.-abr., 1961. Oraá, Pedro de. «Testimonios. Un maldito agraciado de libertad: Tomás Escardó», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 15, oct. 31, 1960; «Rolando Escardó: Libro de Rolando», en Casa de las Américas. La Habana, 2 (9): 151-152, nov.-dic., 1961. Piñera, Virgilio. «Homenaje», en Lunes de Revolución. Suplemento del periódico Revolución. La Habana, (83): 2, oct. 31, 1960. Pita Rodríguez, Félix. «Escardó: el derrumbe de un mito», en El Caimán Barbudo. La Habana, 2ª época, (91): 7, jun. 1975. Suardíaz, Luis. «Escardó: pasión y sueños», en Islas. Santa Clara, 3 (2): 181-183, ene.-abr., 1961. Triana, José. «Rolando T. Escardó: Las Ráfagas», en Casa de las Américas. La Habana, 2 (8): 177-178, sep.-oct., 1961.
 

ESCOTO, José Augusto (Matanzas, 24.1.1864-Id., 2.2.1935). Cursó la primaria en Matanzas. En 1880 se graduó de bachiller en el Instituto de La Habana y se matriculó en Medicina, la cual abandonó para dedicarse a la literatura y a la crítica. En 1900 sucedió a Carlos M. Trelles como director de la Biblioteca Pública de Matanzas. Colaboró en El Correo de Matanzas, Yucayo, El Republicano Conservador, Juventud, La Discusión, Revista de Instrucción Primaria, Cuba y América, Revista Bimestre Cubana (segunda época), donde divulgó sus investigaciones sobre la historia y la literatura cubanas. Publicó Revista histórica, crítica y bibliográfica de la literatura cubana (Matanzas, 1916) de la cual sólo se editaron cuatro números, en los que dio a conocer algunos epistolarios importantes de nuestras letras. En 1918 fue premiada su «Contribución a la historia de la primera Orden Franciscana en la Isla de Cuba», publicada en Crónica del certamen histórico-literario celebrado en la ciudad de La Habana el día 11 de abril de 1918, en homenaje al cardenal Fray Francisco Jiménez de Cisneros en el cuarto centenario de su muerte, ocurrida en Roa el 8 de noviembre de 1517 (La Habana, Editora El Debate, 1918, p. 417-491). Aportó documentos inéditos y escribió la introducción a las Obras completas de José Jacinto Milanés. T. 1. Poesías. (La Habana, Imp. El Siglo XX, 1920, p. IX-XXIX).

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Gertrudis Gómez de Avellaneda. Cartas inéditas y documentos relativos a su vida en Cuba de 1859 a 1864. Matanzas, Imp. La Pluma de Oro, 1911. Los indios macuriges en Haití y Cuba. Matanzas, Imp. de Ricardo Betancourt, 1924.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Chacón y Calvo, José María. «La muerte de un erudito, José Augusto Escoto», en Revista Cubana. La Habana, 1 (1): 323-324, feb.-mar., 1935. Dollero, Adolfo. «Escoto y Castello (José Augusto)», en su Cultura cubana (La provincia de Matanzas y su evolución). La Habana, Seoane y Fernández, 1919, p. 98-99.
 

ESCOVEDO, Nicolás Manuel (La Habana, 10.9.1795-París, 11.5.1840). Alumno del Seminario de San Carlos, en donde fue discípulo de Félix Varela, a los diecisiete años era bachiller y a los veinte ya se había graduado en filosofía y en derecho. Desempeñó la cátedra de Texto Aristotélico en la Universidad de La Habana. Sobresalió como orador. Fue cofundador en 1820 de El Observador Habanero, en el que se dio a conocer como escritor. Alcanzó el segundo lugar en oposiciones a la cátedra de Constitución y pasó a sustituir a Varela en la misma al ser electo éste diputado a Cortes. Fue auxiliar del obispo de Michoacán en el Ministerio de Gracias y Justicia en España. Tras su regreso a Cuba desarrolló actividades en la Sociedad Económica de Amigos del País y en la Academia Cubana de Literatura. Fue electo diputado a Cortes en 1836, pero no fueron admitidos los diputados de Ultramar. En 1837 visitó a París. Ya ciego, regresó a Cuba y se dedicó a la profesión de abogado. Fue electo de nuevo diputado a Cortes. Sólo se han conservado dos de sus discursos.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Oración que pronunció el H.: N. M. de Escovedo en las honras funerales del M.: M.: José Mª Rivero, miembro activo del T.: New York, Imp. de la Fraternidad, 1822. Oración que pronunció el H. Nicolás Manuel de Escovedo en las honras funerales que la M.: R.: L.: N.: 16 bajo el título distintivo La Tranquilidad hizo a su fundador y Prim. Esp. Miguel de Peñalver y Aguirre, Cab. Kadoch (G.: 30.:). New York, Imp. de la Amistad, 1822.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Luz y Caballero, José de la. «Elogio de D. Nicolás Manuel Escobedo [sic] pronunciado sobre sus reliquias en el cementerio de La Habana el 1º de agosto de 1840», en su Escritos literarios. Pról. de Raimundo Lazo. La Habana, Editorial de la Universidad de La Habana, 1946, p. 212-233 (Biblioteca de autores cubanos, 11. Obras de José de la Luz y Caballero, 6). Santovenia, Emeterio S. «Nicolás M. Escovedo, el ciego que vio claro», en Conferencias de historia habanera. 1ª Serie; habaneros ilustres, I. La Habana, Municipio de La Habana, 1937, p. 23-39 (Cuadernos de historia habanera, 9).
 

Escuela Cubana, La (La Habana, 1912-[19?]. Revista decenal ilustrada, pedagógica y literaria. Comenzó el 10 de mayo, bajo la dirección de Manuel Fernández Valdés, quien en abril de 1913 también ocupaba la jefatura de redacción. Este cargo fue asumido por Salvador Salazar (hasta el 30 de octubre de 1913) desde agosto de ese mismo año, en que reaparece luego de dejar de publicarse desde abril de 1913. Hacia diciembre de 1912 incluyó una sección de varias páginas dedicada a los niños y titulada «Hojas de primavera». Su periodicidad sufrió cambios y, en general, salió irregularmente. Revista dedicada a los problemas de la escuela en Cuba, brindaba a los maestros información general sobre cuestiones pedagógicas y escolares. En su sección literaria se publicaron poesías, cuentos y notas bibliográficas. Entre sus colaboradores se contaron, además de muchos desconocidos, Mario Muñoz Bustamante, Luis A. Baralt, Alfredo M. Aguayo, Ramiro Guerra, Manuel Valdés Rodríguez, Adrián del Valle, José A. Rodríguez García, Rafael S. Jiménez, G. Jiménez Lamar, Saturnino Escoto y Carrión, Guillermo de Montagú, Miguel Galliano Cancio, Héctor de Saavedra (quien firmaba sólo con su nombre), Luciano R. Martínez, Carlos F. Codina. El último ejemplar revisado corresponde al 28 de febrero de 1914. Según parece su publicación cesó en ese año, pues León Primelles no la menciona en su obra Crónica cubana 1915-1918 (La Habana, Editorial Lex, 1955).
 

Escuela y Hogar (Güines, Habana, 1911-[1913?]). Revista quincenal, pedagógica y literaria. Comenzó el 15 de noviembre, bajo la dirección de Valentín Cuesta Jiménez. Después de publicar los tres primeros números suspendió su salida hasta el 15 de febrero de 1912, fecha en que tiene un formato mayor. Cesó nuevamente a mediados de este último año y en enero de 1913 reapareció como «Revista ilustrada». Se publicaba entonces cada diez días. Era una revista de educación que dedicaba la mayor parte de sus páginas a problemas relacionados con la escuela, pero también publicó poesías, cuentos y otros trabajos de interés literario. Entre sus colaboradores ocasionales se contaron Joaquín N. Aramburu, Luis A. Baralt, José Varela Zequeira, Diwaldo Salom, M. Rodríguez Rendueles, Carlos Ciaño, José María Collantes. El último ejemplar revisado corresponde al 20 de febrero de 1913.

BIBLIOGRAFÍA

Fernández Valdés, Manuel. «Por el título», en Escuela y Hogar. Güines (Habana), 1 (3): 2-3, dic. 15, 1911. «Vida nueva», en Escuela y Hogar. Güines (Habana), 2 (1): 1, ene. 10, 1913.
 

Español Libre, El (La Habana, 1822-[1823]). Periódico que comenzó el 15 de septiembre. Se editaba tres veces a la semana. En el prospecto, luego de referirse sus editores a la tónica constitucionalista de la publicación, así como a los tres aspectos del plan que se habían propuesto desarrollar con la misma (instrucción pública, recolección de artículos y hechos históricos), expresan su esperanza en que el público sepa dispensar «nuestros descuidos y permitirá que en amenidad de este periódico insertemos alguna vez rasgos de chiste y de crítica fina que puedan entretener instruyendo, y algunas piezas de poesía que alhaguen [sic] sin detrimento ni de las costumbres, ni del arte, ni del respeto a las autoridades, que serán siempre nuestro norte y el fiel del equilibrio entre la ley y la imaginación; entre la libertad y la licencia; entre la sabiduría y el sarcasmo; entre la urbanidad y la chocarrería.» En la página 408 del tomo 2 de su Contribución a la historia de la prensa periódica (La Habana, Talleres del Archivo Nacional de Cuba, 1959), Joaquín Llaverías señala que este periódico fue «contrario acérrimo de cuanto fuese beneficioso para las libertades de nuestro país». Añade el propio Llaverías que fue su editor Tiburcio Campe. Debajo del título y fecha, aparecía siempre un verso distinto. A partir del número 21 (correspondiente al 2 de noviembre de 1822) la portada sufrió cambios en su composición. En la página 417 de su obra antes citada, Llaverías escribe que los trabajos, «anónimos en su inmensa mayoría, se refieren a noticias de la Península, París, Méjico, Puerto Rico y locales, diálogos, poesías, asuntos masónicos, comedias, variedades, bandos, política, antigüedades, anécdotas, etc., habiendo sostenido constantes polémicas con la Gaceta de La Habana». El último ejemplar consultado (números 64 y 65) corresponde al 13 de febrero de 1823, pero según expresa Antonio Bachiller y Morales en la página 223 del tomo 2 de su obra Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la isla de Cuba (La Habana, Academia de Ciencias de Cuba. Instituto de Literatura y Lingüística, 1971), el último número (70) salió el 25 de febrero de 1823. Sin embargo, Carlos M. Trelles afirma, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 252, jul.-dic., 1938)- que salieron 71 números, el último con fecha 27 de febrero de 1823.

BIBLIOGRAFÍA

Llaverías, Joaquín. «[El Español Libre]», en su Contribución a la historia de la prensa periódica. T. 2. Prefacio de Elías Entralgo. La Habana, Talleres del Archivo Nacional de Cuba, 1959, p. 408-418. (Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, 48).
 

Espartaco (La Habana, 1922-[1923?]). Revista ilustrada. Comenzó a salir el 1º de octubre. Se editaba mensualmente, bajo la dirección y administración de Carlos Baliño. Se han revisado los tres primeros números, el último de los cuales corresponde a diciembre de 1922 y enero de 1923. Publicación dedicada a la superación cultural y política de los trabajadores, a quienes iba dirigida, aparecían en sus páginas, fundamentalmente, artículos históricos y políticos, algunos sobre cuestiones relativas al socialismo y sobre la Rusia soviética; además, publicaban poesías del mismo carácter y reproducciones de trabajos de otras publicaciones. Entre sus colaboradores se destacan Alfredo López, Luis Gómez Wangüemert, A[ntonio] Penichet, Sara Pérez García y M. de Jesús Parrilla.
 

Espectador Habanero, El. Una revista mensual utilitaria cubana (La Habana, 1933-[1939?]). Comenzó en julio, como una continuación de Carta Mensual, de la que ya se habían publicado doce números, que no se han visto. Era editada por J. E[nrique] Runken, quien además era su director y propietario. En octubre de 1935 tenía como subtítulo «El magacén [sic] más cosmopolita de América». Desde febrero de 1936 Arturo Doreste figuraba como responsable de las colaboraciones y canjes. A partir de noviembre de este mismo año su subtítulo fue «El magacén de las tres Américas», al cual añadieron, desde junio de 1938, «Periódico de combate y acción social interamericana». Su «staff editorial» estaba integrado, desde junio de 1937, por José Ángel Buesa, redactor poético; Andrés de Piedra Bueno, bibliotecario, y Guillermo Villarronda, bibliógrafo. En sus inicios era una revista de cuestiones económicas y sociales; pero poco a poco fue derivando hacia la publicación de materiales de carácter literario, para lo que contaban, según expresión propia, con la «colaboración de las más distinguidas firmas literarias del Nuevo Mundo». En sus páginas aparecieron cuentos, poemas, críticas literarias, reseñas biográficas, artículos sobre problemas sociales, económicos, históricos, religiosos y otros temas muy variados. Sus colaboradores más constantes fueron, entre otros menos conocidos, Gerardo del Valle, Gerardo Castellanos G., Guillermo Villarronda, Arturo Doreste, Andrés de Piedra Bueno y José Ángel Buesa. Además contó con la colaboración de Hilarión Cabrisas, Antonio Iraizoz, Agustín Acosta, Renée Potts, Gustavo Sánchez Galarraga, Dora Alonso, Gonzalo Mazas Garbayo, Eugenio Florit, Esteban Foncueva, Medardo Vitier, Enrique Serpa, Felipe Orlando, Aida Peláez de Villa-Urrutia, Graciela Barinaga y Ponce de León y otros, así como con la de numerosos escritores de Latinoamérica. El último número revisado (73) corresponde a julio de 1939.

BIBLIOGRAFÍA

Runken, J. Enrique. «Nota prefactoria», en El Espectador Habanero. La Habana, 1 (1): 1-2, jul., 1933; «Estamos equivocados?», en El Espectador Habanero. La Habana, 1 (6): 97-100, dic., 1933.
 

Esperanza, La (Guanabacoa, Habana, 1864-1865). Periódico local de Guanabacoa. Comenzó a salir el 15 de septiembre. Se publicaba tres veces a la semana. «Tiempo ha que la Villa de las lomas - expresan en el trabajo «Al público» aparecido en el primer número- tenía necesidad de un periódico que se ocupase de sus intereses, sirviendo de intérprete a las necesidades de la población.» Y más adelante añadían, en el trabajo mencionado: «Nuestra profesión de fe es bien lacónica, por cierto, publicar artículos literarios y científicos de los mejores escritores, poesías, novelas, crónicas de moda y artículos de fondo [...].» Se ignora quién lo dirigía. Contó con la colaboración de Felipe López de Briñas, R[amón] Zambrana, M[anuel?] C[ostales?], Saturnino Martínez, Merced Valdés Mendoza, María de Santa Cruz, Fernando Urzáis, El hijo del Damují (seud. de Antonio Hurtado del Valle?), Shochiklofkfwershpruchisk (seud. de Francisco Calcagno), Serafín de la Flor (seud. de Manuel Torres y Feria?), J[osé] F[rancisco] F[unes] y otros muchos escritores que generalmente firmaban con seudónimos. Dedicaba su primera página a comunicados, partes oficiales y avisos, y las dos centrales a la publicación de artículos de variado carácter, poesías, pequeñas narraciones, así como una crónica local. En la sección de folletines, firmada generalmente por Julio, aparecían trabajos en prosa dedicados preferentemente a la mujer. Publicó, durante varios números, las «Noticias históricas y estadísticas de la Villa de Guanabacoa y su jurisdicción, recopiladas por Francisco Cartas». Su salida cesó, según se lee en la edición del periódico habanero El Siglo correspondiente al 25 de enero de 1865, el domingo 22 de dicho mes y año. En el periódico Prensa de La Habana del 7 de febrero de 1865 se expresa que lo sustituyó La Reforma, periódico que comenzó el 5 de febrero de ese año y que se editaba en la misma imprenta.

BIBLIOGRAFÍA

«[La Esperanza]», en La Esperanza. Guanabacoa (Habana), 1 (1): 2-3, ene. 1, 1865.
 

ESPINOSA, Ciro (Jicotea, Las Villas, 14.9.1890-La Habana, 18.9.1956). Cursó la primaria en su pueblo natal y el bachillerato en el Instituto de Santa Clara (1924). Obtuvo el doctorado en Filosofía y Letras en 1927 en la Universidad de La Habana. Graduado en la Escuela Profesional de Periodismo «Manuel Márquez Sterling». Viajó a los Estados Unidos y estudió un curso en la Universidad de Columbia. Fue fundador, profesor y director de varios centros docentes, entre ellos el Instituto de Segunda Enseñanza del Vedado. Ocupó el cargo de presidente de la Junta de Educación de La Habana, el de secretario de la Junta de Directores de Institutos de la República y el de inspector general de la cátedra de Español. Participó en las luchas contra la tiranía de Machado. Asistió a varios congresos de doctores en Filosofía y Letras. El periódico Avance premió su novela La tragedia del guajiro. Recibió además el Premio de Ensayo Filosófico por su obra La crisis de la segunda enseñanza en Cuba y su posible solución, otorgado por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación. Fue director del boletín masónico El Nivel y colaborador en los periódicos La Patria y El Tiempo, todos de Sangua la Grande. Fue director también de Labor y Educación y codirector de Instituto del Vedado. Además, colaboró en Continente, Orientaciones, Azul, Avance, El Mundo, El Comercio, Acción. Utilizó los seudónimos Dr. Chamizo y Ronosa.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Leopoldo Alas y la novela en España del romanticismo al realismo. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1928. Leopoldo Alas (Clarín). Matices de su personalidad literaria. La Habana, Impresos Óscar Echevarría [1930]. En torno a la crítica de Leopoldo Alas (Clarín). La Habana, Impresos Óscar Echevarría [1931]. Leopoldo Alas (Clarín), como ensayista. La Habana, Impresos Óscar Echevarría [1931]. Proyecto de constitución en relación con la Sección de Educación, Instrucción y Cultura. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1933. Del acervo de mi péñola. La Habana, Impresos Óscar Echevarría [1934]. La enseñanza privada. Su reforma en relación con el Estado. La Habana, Impresos Óscar Echevarría [1934]. La evolución fonética de la lengua castellana en Cuba. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1935. La novela picaresca y el Guzmán de Alfarache. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1935. Programa de gramática castellana para desarrollar en la enseñanza oficial en un curso de 130 horas. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1935. Programa de Historia de la Literatura Española para desarrollar en la segunda enseñanza oficial en un curso de 130 horas. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1935. Programa de literatura preceptiva. La Habana, Impresos Óscar Echevarría, 1935. La tragedia del guajiro. Novela. La Habana, Imp. Carasa, 1939. Indagación y crítica. Novelistas cubanos. La Habana, Cultural, 1940. Tratado de lengua española. Ajustado al programa del primer curso de español de los institutos de segunda enseñanza de la República. La Habana, Cultural, 1940. La crisis de la segunda enseñanza en Cuba y su posible solución. La Habana, Cultural, 1942. Español primer curso. La Habana, Cultural, 1942; 2a. ed. corr. y aum. Id., 1945. Español segundo curso ajustado al programa vigente en los institutos de segunda enseñanza de la República. La Habana, Cultural, 1943-1944. 2 t. Verdades y mitos de la enseñanza en Cuba. La Habana, Tipografía Ideas, 1955. Reforma de la segunda enseñanza privada. La Habana, Editorial Guerrero [s.a.]

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Figueroa, Esperanza. «Ciro Espinosa, Indagación y crítica; novelistas cubanos [...]», en Revista Iberoamericana. México, 3 (5): 216-219, feb. 15, 1941 Suvillaga, Lázaro, seud. de Gilberto González Contreras. «Ciro Espinoza» [sic], en Mañana. La Habana, 2ª época, 5 (168): 2, jun. 2, 1943.
 

Espuela de Plata (La Habana, 1939-1941). Revista. El primer número correspondió al bimestre agosto-septiembre. A partir del segundo número se subtituló «Cuaderno bimestral de arte y poesía». Dirigida por José Lezama Lima, Guy Pérez de Cisneros y Mariano Rodríguez, la revista tenía una especie de comité de colaboración integrado por Jorge Arche, José Ardévol, Gastón Baquero, Adolfo Lozano, René Portocarrero, Justo Rodríguez Santos y Cynthio [sic] Vitier, a los cuales se van uniendo, posteriormente, Manuel Altolaguirre, Eugenio Florit, Amelia Peláez, Virgilio Piñera y Ángel Gaztelu. En el último número (Cuaderno G), correspondiente a agosto de 1941, sólo quedaban Arche, Ardévol, Lozano, Peláez, Portocarrero y Piñera. En este mismo número Ángel Gaztelu entró a formar parte de la dirección. A pesar de su corta existencia fue una publicación importante en más de un sentido. Marcó el inicio de la formación de un grupo intelectual que alcanzaría su coherencia definitiva algunos años después alrededor de la revista Orígenes, también dirigida por Lezama Lima. En sus páginas, dedicadas fundamentalmente a la publicación de poesías, vieron la luz también cuentos, trabajos de crítica literaria y de arte y otros artículos de interés, así como dibujos y viñetas de los pintores adscritos al grupo. Según expresaba la revista, todos los trabajos y traducciones eran inéditos. Además de los ya mencionados, colaboraron en sus páginas Mariano Brull, Emilio Ballagas, Ramón Guirao, Enrique Labrador Ruiz y algunos conocidos escritores españoles: Juan Ramón Jiménez, José Ferrater Mora, Jorge Guillén, Pedro Salinas y María Zambrano. Confeccionado por un equipo de investigadores se ha publicado su índice analítico en Índices de las revistas cubanas. T. 1. Introd. de Graciella Pogolotti (La Habana, Biblioteca Nacional José Martí. Depto. de Hemeroteca e Información Humanística, 1969, p. 31-51).
 

ESTÉNGER, Rafael (Santiago de Cuba, 15.10.1899). Graduado de Bachiller en Ciencias y Letras, se doctoró en Derecho Civil en la Universidad de La Habana en 1925. Publicó sus primeros versos en La Independencia, El Cubano Libre y otros periódicos de Santiago de Cuba. Desempeñó múltiples cargos, entre ellos abogado de oficio en la Audiencia de Oriente, secretario de la Administración Municipal de Santiago de Cuba y consejero del Instituto Nacional de Reforma Económica. Estuvo vinculado al régimen de Gerardo Machado. Perteneció al Colegio Nacional de Periodistas y a la Academia Nacional de Artes y Letras. Fue jefe de redacción de El Sol y colaborador de Letras, El Fígaro, Cuba Contemporánea, Alerta, Avance y Bohemia. Compiló la antología Cien de las mejores poesías cubanas (La Habana, Eds. Mirador, 1943; Id., 1948; Id., 1950). Con motivo del centenario de Antonio Maceo reunió los discursos pronunciados en su honor en la Cámara de Representantes bajo el título Homenaje a Maceo (La Habana, Editorial Selecta, 1945). Ha prologado La vagancia en Cuba (La Habana, Ministerio de Educación. Dirección de Cultura, 1946), de José Antonio Saco, y los Proemios de cenáculo (La Habana, Ministerio de Educación. Dirección de Cultura, 1948) de José Manuel Poveda, entre otros trabajos. Desde 1959 reside en el extranjero por sus vinculaciones con la dictadura de Batista, a la que sirvió como periodista.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Los énfasis antiguos. Poemas. Manzanillo (Oriente), Imp. y Casa Editorial El Arte, 1924. Mussolini y la ideología fascista. Conferencia pronunciada por [...] la noche del 14 de febrero de 1930, en el Centro de Altos Estudios de la Escuela Normal de Oriente. Santiago de Cuba, Casa Editora Arroyo, 1930. Vida de Martí. Santiago de Cuba, Imp. Ros, 1934; 2a. ed. Santiago de Cuba, Taller El Lápiz Rojo, 1935; Pról. de A[lfonso] Hernández Catá. Santiago de Chile, Eds. Ercilla, 1936; Id., 1937; Nota preliminar de José Antonio Portuondo. México, D.F., Secretaría de Educación Pública, 1944 (Biblioteca Enciclopédica Popular, 27); La Habana [México], Eds. Mirador [Eds. Botas, 1945]; Id., Id., La Habana [México, D.F.], Librería Económica [Eds. Botas, 1945]; 6a. ed. La Habana, Eds. Mirador, 1953. Heredia, la incomprensión de sí mismo. La Habana, Editorial Trópico, 1938 (Biografías cubanas, 7). Sonata patética. Vida del Dr. Argilagos. La Habana, Secretaría de Educación. Dirección de Cultura, 1938; La Habana, La Novela de Avance, 1941. Amores de cubanos famosos. Miniatura biográficas. La Habana, Editorial Alfa, 1939; Madrid, Editorial Afrodisio Aguado [1953]. Esquema de Heredia. La Habana, Cultural, 1939; La Habana, La Novela de Avance, 1941. Hacia un Heredia genuino. Conferencia pronunciada en el Instituto «América», Santiago de Cuba, 1939. Santiago de Cuba, Imp. Renacimiento, 1939. Sociopatía americana (Comentarios a Hostos). La Habana, Molina, 1939. Don Pepe, retrato de un maestro de escuela. La Habana, Editorial Alfa, 1940. Hostos; biografía para niños. La Habana, Editorial Alfa, 1942. Retorno. Romancero-Sonetario-Estampas criollas. Poemas inconexos. La Habana, Talleres Tipográficos Alfa, 1945. Céspedes el precursor. Guanajay (Habana), I. Hernández, impresor, 1949. Caracteres constantes en las letras cubanas. Apuntes para la revisión de los valores literarios. La Habana, Talleres Tipográficos Alfa, 1954. El hombre de las montañas. La Habana, Talleres Tipográficos Alfa, 1954. El pulpo de oro. Novela política. México, D.F., Librería de Manuel Porrúa, 1954. Las imágenes de Céspedes. La Habana, Editorial Lex, 1956 (Monografías del Museo Nacional, 3). Las máscaras del sueño [Poesías]. La Habana, Eds. de la Organización Nacional de Bibliotecas Ambulantes y Populares, 1957. Poveda y su doble mundo. México, D.F., Litográfica Machado, 1957 (Cuadernos de la Embajada de Cuba, 6). Recordación de Hernández Catá. Cubanidad de Hernández Catá. La Habana, Seoane Fernández, impresores [s.a.]

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Argilagos, Rafael G. «Un libro de afirmación patriótica», en Ahora. La Habana, 2 (444): 2, ene. 27, 1935. A[rocena] de M[artínez] M[árquez], B[erta]. «Lecturas pus niños. Vida de Martí de Rafael Esténger», en Ahora. La Habana, 3 (440): 4, ene. 23, 1935. Labrador Ruiz, Enrique. «Las máscaras del sueño, por Rafael Esténger», en Revista Cubana. La Habana, 31 (2): 153-154, abr.-jun., 1957. Ladra, Antonio. «En torno a la biografía, Vida de Martí: Rafael Esténger», en El Nuevo Mundo. Ed. dominical. La Habana, 2 (61): 7, ene. 26, 1941. Lizaso, Félix y José Antonio Fernández de Castro. «Rafael Esténger», en su La poesía moderna en Cuba (1882-1925). Antología crítica, ordenada y publicada por [...]. Madrid, Librería y Casa Editorial Hernando, 1926, p. 357. Mañach, Jorge. «Glosas. Los énfasis antigos [sic] de Esténger», en Diario de la Marina. Ed. de la tarde. La Habana, 93 (76): 1, abr. 25, 1925. Rodríguez, Luis Felipe. «Vida de Martí. Epístola a Rafael Esténger», en Ahora. La Habana, 3 (447): 2, 14, ene. 31, 1935. Vitier, Cintio. «Rafael Esténger», en su Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952). Ordenación, antología y notas por [...]. La Habana, Ministerio de Educación. Dirección de Cultura, 1952, p. 133.
 

ESTEVANELL, Justo Estevan (Santiago de Cuba,?.1933). Cursó estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba y en la Escuela de Historia de la Universidad de Oriente. En su ciudad natal participó, con el Movimiento 26 de Julio, en la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista. Después del triunfo de la Revolución pasó a ser oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Su obra Santiago 57 fue estrenada en 1965 por el Conjunto Dramático de Oriente. En el concurso literario convocado por las FAR en ocasión del sexto aniversario de la Revolución fue premiado por su El ejército rebelde no es más que el pueblo uniformado, que apareció publicado con el libro de Alfredo Reyes Trejo, Memorias de una jornada (La Habana, Imp. del Consejo Nacional de Cultura, 1965). Su libro Testimonio sobre el 30 de noviembre fue premiado en el II Festival Nacional Cultural Universitario de la FEU (1973). Ha publicado ensayos militares, cuentos y relatos en Verde Olivo, Sierra Maestra, Bohemia, Combatiente, Santiago. Es autor, además, de las obras de teatro El año del plomo, Santiago 59 y El impacto. Figura en la recopilación Quince cuentistas (La Habana, Casa de las Américas, 1974).

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Las FAR en la defensa. La Habana, 1964. Santiago 57. La Habana, Instituto del Libro, 1969. Peor que el marabú. La Habana [196-].

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

«A propósito de Santiago '57», en Cultura '64. Santiago de Cuba, 2 (25): 18-19, feb. 1966. González Freire, Nati. «Santiago 57», en Granma. La Habana, 2 (228): 5, ago. 18, 1966.
 

Estímulo, El (Santiago de Cuba [1902-1904]). «Revista ilustrada», se lee como subtítulo en el ejemplar más antiguo revisado (año 3, número 24), correspondiente al 1º de enero de 1904. Era su director y administrador, en ese momento, Marco Antonio Dolz. Como redactor-jefe fungía Luis F. Ibarra. Se editaba quincenalmente. Refiriéndose a José Manuel Poveda, su primo Héctor Poveda expresa, en su trabajo «Notas de ampliación y rectificación, al margen del estudio biográfico, bibliográfico y crítico de Regino E. Boti, acerca de José Manuel Poveda» -publicado en el folleto de Regino Boti Notas acerca de José Manuel Poveda, su tiempo, su vida y su obra (Manzanillo (Oriente), Imp. y Casa Editorial El Arte, 1928, p. 30)-, lo siguiente: «A los catorce años de edad se trasladó con su familia a Santiago de Cuba. Ingresó en el Instituto Provincial de Oriente. Allí, con la cooperación de Marco Antonio Dolz, de Alfredo Antonetti y la mía, publicó su primer periódico impreso, que se llamó El Estímulo. Estábamos en el año 1902.» Han sido revisados los cinco primeros números de 1904 (el último de ellos, número 28, con fecha 1º de marzo). En los mismos aparecieron publicados cuentos, poesías, crónicas y otros artículos sobre cuestiones escolares, deportes, filatelia, etcétera. Entre los colaboradores se destacan José Manuel Poveda, H[iginio] J. Medrano, José G. Villa, El cautivo (seud. de Desiderio Fajardo Ortiz). Su publicación cesó, según señala Héctor Poveda en la página 31 de su trabajo antes citado, en 1904, al marcharse su primo José Manuel para La Habana, en cuyo Instituto fundó otra revista con este mismo título el año siguiente.
 

Estímulo, El (La Habana, 1905-?). Revista quincenal. Órgano de los alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Comenzó a publicarse el 1º de febrero. Como jefe de redacción fungía José M. Zayas. La administración estaba a cargo de Antonio M. Eligio de la Puente. Los redactores eran Eusebio A. Hernández, Miguel Ángel Trujillo, José Manuel Poveda, Eligio Villavicencio, Baldomero Grau y José M. López Silvero. En su primer número expresaban que la revista era «la expresión de los sentimientos de la juventud estudiosa y aventajada, que da un paso hacia el Progreso, apenas salida de la primera infancia». Desde el número correspondiente al 1º de febrero de 1906 se leía en su portada el subtítulo «Revista ilustrada», aunque en su interior continuaba apareciendo el original. El 1º de agosto de 1906 los fundadores se despiden y dan paso a una nueva redacción, integrada también por alumnos: Lucas Lamadrid, Carlos L. Elcid, Emilio R. Correa, Ricardo Croza, Luis A. Gorordo, Antonio Guiral, Álvaro F. Zaldívar y José A. Sánchez. Los dos últimos ocuparon, respectivamente, la jefatura de redacción y la administración desde el 1º de noviembre, al pasar a la Universidad José M. Zayas, quien venía desempeñando ambos cargos desde el 15 de julio. Con posterioridad, Bernardo G. Barros y Emilio Villageliú se sumaron a la redacción. Revista estudiantil, dedicaba sus páginas a cuestiones de interés para la juventud, fundamentalmente en el campo literario. En sus páginas se publicaron poemas, cuentos, artículos científicos, históricos, pedagógicos y de crítica literaria. Además de todos los ya mencionados como participantes de la empresa, algunos de los cuales se destacaron por su constante aporte (como es el caso de José Manuel Poveda, que además firmó algunos trabajos con su seudónimo Filián de Montalver), contó con la colaboración de Annio Iraizoz, Miguel Macau, Héctor Poveda Sánchez (usó también el seudónimo Héctor de Balcázar), José G. Villa, Gonzalo Pou Daubar, Mario O. Betancourt, Marco Antonio Dolz, Max Henríquez Ureña, Guillermo de Montagú. También aparecieron trabajos de profesores del Instituto, entre los que se destacaron José A. Rodríguez García, Emilio Blanchet, Luis A. Baralt, Enrique Maza, Guillermo Domínguez Roldán, Rodolfo Rodríguez de Armas. El último ejemplar revisado corresponde al 15 de diciembre de 1906.

BIBLIOGRAFÍA

Betancourt, Mario O. «Primeros pasos de El Estímulo», en El Estímulo. La Habana, 2 (3): 40-41, feb. 1, 1906. Fundadores, Los. «Despedida», en El Estímulo. La Habana, 2 (15): 221-222, ago. 1, 1906. Piedra, Ángel. «El saber humano y El Estímulo», en El Estímulo. La Habana, 2 (3): 41-43, feb. 1, 1906. Redacción, La. «El Estímulo», en El Estímulo. La Habana, 1 (1): 1-2, feb. 1, 1905; «A nuestros compañeros», en El Estímulo. La Habana, 1 (17): 227-228, oct. 1, 1905; «Nuestra fecha» en El Estímulo. La Habana, 2 (3): 30-31, feb. 1, 1906; «Saludo», en El Estímulo. La Habana, 2 (15): 222, ago. 1, 1906.
 

ESTORINO, Abelardo (Unión de Reyes, Matanzas, 20.1.1925). Cursó la primaria en su pueblo natal y el bachillerato en Matanzas. Se trasladó a La Habana en 1946 para estudiar Cirugía Dental. Ejerció esa profesión entre 1954 y 1957. En el concurso Casa de las Américas de 1961 obtuvo mención de teatro por El robo del cochino. Ese mismo año asistió al Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y comenzó a trabajar como asesor literario de los grupos teatrales del Consejo Nacional de Cultura. En 1962 viajó a la URSS y Checoslovaquia. Volvió a obtener mención en el concurso Casa de las Américas (1964) con su obra La casa vieja. Escribió con Jorge Fraga el guión de El robo (1964-1965), adaptación cinematográfica de El robo del cochino. Asistió al Encuentro de Teatristas del VI Festival de Teatro Latinoamericano (La Habana, 1966) y al Congreso Cultural de La Habana (1968). Ha hecho crítica teatral en Lunes de Revolución, Unión y Casa de las Américas. Tiene estrenadas Las impuras (adaptación de la novela de Miguel de Carrión), Las vacas gordas (comedia musical) y piezas para guiñol. También ha ejercido la dirección teatral. Sus obras se han representado en Chile, España, Inglaterra y Estados Unidos. El robo del cochino ha sido publicada en Teatro cubano (La Habana, Casa de las Américas, 1961, p. 131-182) y en El teatro hispanoamericano contemporáneo. T. 2. (México, Fondo de Cultura Económica, 1964, p. 76-128), de Carlos Solórzano. El peine y el espejo apareció en la antología de Rine Leal Teatro cubano en un acto (La Habana, Eds. R, 1963, p. 171-185). La casa vieja se publicó junto con otra obra de Andrés Lizárraga bajo el título común Teatro (La Habana, Casa de las Américas, 1964, p. 9-124). En cuanto a Los mangos de Caín, apareció en Casa de las Américas (La Habana, 4 (27): 49-64, dic., 1964) y ha sido traducida al inglés en la antología de J. M. Cohen Writers in the new Cuba (London, Penguin Books, 1967). Forma parte desde 1971 del equipo técnico de la Dirección Nacional de Teatro y Danza del Consejo Nacional de Cultura.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

El robo del cochino. La Habana, Eds. R, 1964 (Cuadernos ERRE, 13).

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Abdo, Ada. «Teatro y Revolución», en La Gaceta de Cuba. La Habana, 3 (41): 21-22, nov., 1964. Arias, Salvador. «El 'machismo' en el teatro de Abelardo Estorino», en El Caimán Barbudo. La Habana, (9): 9-11, dic. 1, 1966. Casey, Calvert. «El robo del cochino», en La Calle. La Habana, etapa 4 (617): 8, jul. 30, 1961; «Las vacas gordas», en Diario de la Tarde. La Habana, (326): 4, dic. 26, 1962; «La casa vieja», en Diario de la Tarde. La Habana, (870): 4, oct. 6, 1964; «Los mangos de Estorino», en Bohemia. La Habana, 57 (36): 24, sep. 3, 1965. «Diálogo con Estorino», en Bohemia. La Habana, 56 (44): 23, oct. 30, 1964. González Freire, Nati. «El robo del cochino», en Revista del Granma, Suplemento del periódico Granma. La Habana, 2 (19): 15, mar. 6, 1966. Leal, Rine. «Abelardo Estorino», en su Teatro cubano en un acto. Antología. La Habana, Eds. R. 1963, p. 163-169; «El robo del cochino», «Las impuras» y «Las vacas gordas. I y II», en su En primera persona (1954-1966). La Habana, Instituto del Libro, 1967, p. 135-137, 140-143 y 164-169, resp. Piñera, Virgilio. «Tres en uno tras una», en La Gaceta de Cuba. La Habana, 2 (15): 11-12, abr. 1, 1963. Torriente, Loló de la. «¿Qué quieren que diga de Las impuras?», en El Mundo. La Habana, 61 (20 351): 4, may. 24, 1962. Valdés Rodríguez, José Manuel. «La casa vieja: cubanía y teatralidad», en El Mundo. La Habana, 63 (21 098): 6, oct. 22, 1964.
 

ESTRADA Y ZENEA, Ildefonso (La Habana, 23.1.1826-México, 2.2.1912). Cursó estudios de Bachiller en Artes. En 1848 realizó un breve viaje a España. Al regresar se le juzgó en consejo de guerra por creérsele cómplice de Facciolo y Bellido de Luna en la impresión de La Voz del Pueblo Cubano. Residió entre 1858 y 1867 en Matanzas, donde desempeñó el cargo de vocal secretario de la Comisión de Instrucción Primaria (1863). En 1861 fue premiado, con medalla de plata impuesta por la Avellaneda en El Liceo de La Habana, su romance de costumbres cubanas El Guajiro. Perteneció además al Liceo de Matanzas. Radicó en La Habana en 1868 y emigró a México durante la Guerra de los Diez Años debido a sus sentimientos revolucionarios. Permaneció en México de 1869 a 1878. En Campeche dirigió el colegio «El Porvenir». Fundó las escuelas del ejército y fue nominado miembro honorario de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Retornó a Cuba en 1878 e introdujo los kindergartens (1880). A partir de 1900 laboró en Ciudad México hasta su muerte. Redactó con Andrés Poey El Colibrí (1847). Fue miembro fundador de El Almendares (1852), El Periquito -para niños-, El Iris (Yucatán, México, 1868), La Primera (Ciudad México). Dirigió El Alba (Mariel, Cuba, 1887) y colaboró en La Prensa, Revista de La Habana. Escribió folletos sobre diversos temas no literarios. Firmó como Ildefonso Zenea, I.E.Z., I de E y Z., D. I... E... y Z..., Estrada y Estrada y Zenea e Ildefonso, y utilizó el seudónimo Pablo de la Luz.

BIBLIOGRAFÍA ACTIVA

Reloj de las habaneras. Cuaderno de versos originales del joven [...]. La Habana, 1847. Catecismo de la fe, puesto en verso por I.E.Z Madrid, Imp. de Gabriel Gil, 1849. Recuerdos y esperanzas (Composición poética). La Habana, Imp. de La Prensa, 1850. El grito de la inocencia. La Habana, Imp. de A. M. Ávila, 1854. A la Caridad. Oda moral premiada con flor de plata y título de socio de mérito, en los Juegos Florales celebrados en el Liceo la noche del 4 de noviembre de 1867. Matanzas, Imp. Aurora del Yumurí, 1867; 2ª ed. México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1905. Diccionario de los niños. Mérida (México), Imp. El Iris, 1869; 2ª ed. Matanzas, La Aurora del Yumurí, 1879. Yucatán. Romance histórico y geográfico por [...], dedicado a la juventud yucateca. Mérida (México), Imp. El Iris, 1870. Colón. Soliloquio Campeche (México), Tipografía El Fénix, 1871; La Habana, Imp. La Nacional, 1892; México, 1905. La heroica Ciudad de Veracruz. Descripción de sus más notables edificios, con noticias históricas sobre el origen y fundación de éstos. México, Tipografía de José Jimeno, 1874. Guía del mapa enciclopédico intitulado Panorama de las ciencias, de las letras y de las artes. México, Imp. El Porvenir, 1875. Memorandum de Ildefonso Estrada y Zenea [Autobiografía] México, F. Díaz de León, 1876. Chapultepec. México, Imp. de J. M. Aguilar Ortiz, 1877. Luisa Sigea (La Minerva de Toledo). Drama histórico original en tres actos y en verso. Matanzas, Imp. Aurora del Yumurí, 1878; 2ª ed., México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1905. Manual de gobernadores y de jefes políticos. México, Imp, de T. V. Villada, 1878. El quitrín. Costumbres cubanas y escenas de otros tiempos. La Habana, Imp. La Industrial, 1880. El libro de las charadas. La Habana, 1883. Ramillete de pascua. Presente a las damas. En prosa y verso. La Habana, Imp. La Universal, 1884. Opinión de la prensa periódica respecto a la habilitación del Puerto del Mariel. La Habana, Imp. Soler, Álvarez, 1886. La Poética al alcance de todos. La Habana, Imp. El Retiro, 1889. Alerta a los maridos. Observaciones y pensamientos sobre el matrimonio, el amor y la mujer por un maestro en el arte que enseñaba Ovidio. Matanzas, Imp. Aurora del Yumurí, 1890. Autobiografía moral en verso. Matanzas, Imp. La Aurora de Yumurí, 1890. Recuerdos de Galicia. Apuntes de mi viaje a la Península. La Habana, Imp. La Unión Constitucional, 1893. Fechas gloriosas [Prosa y verso]. México. Tipografía. Correo Mayor, 1900. ¡Juárez! Monólogo. México, Imp. de A. Loaiza, 1903; México, 1906. Parte histórica de la hoja de servicios del profesor I. Estrada y Zenea, bachiller en artes. México, Imp. El Arte Moderno, 1903. El robo de la bandera. Diálogo. México, Imp. de A. Loaiza, 1903; 2ª ed. México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1906. Mi labor. Apuntes para la historia de la isla de Cuba y especialmente para la ciudad de Matanzas. México. Tipografía de A. Loaiza, 1904. Crítica literaria. Un poeta. Paralelo entre la oda «El 5 de Mayo» de Manuel M. Flores (mexicano) y algunas composiciones de los poetas españoles y americanos más célebres. 2ª ed. México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1905. Geografía de la República Mexicana. Escrita en verso por [...], director de la Escuela Nacional primaria superior núm. 7 de la capital. México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1905. Historia de la monarquía goda en España. En verso. México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1906. Las víctimas del amor. Análisis del Canto de Manuel Acuña a Rosario. México, Imp. de I. Estrada y Zenea, 1906.

BIBLIOGRAFÍA PASIVA

Roig de Leuchsenring, Emilio. «Ildefonso Estrada y Zenea», en su La literatura costumbrista cubana de los siglos XVIII y XIX. IV. Los escritores. La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1962, p. 191-192 (Colección Histórica cubana y americana, 26).
 

Estrella Solitaria, La (Camagüey [1869]-[1870?]; [1875]-[1877?]; La Habana [1898]-[1899]; 1906-?). Carlos M. Trelles señala, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 256, jul.-dic., 1938)-, que era un «Periódico político republicano», que comenzó a editarse el 1º de diciembre de 1869 en Camagüey, bajo la dirección de Rafael Morales y González (Moralitos). El propio Trelles añade que escribían en él, entre otros, [Luis Victoriano] Betancourt y Eduardo Machado. En la página 249 de su obra Hombres del 68. Rafael Morales y González (La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972), Vidal Morales expresa que sólo ha visto los dos primeros números, el segundo con fecha 15 de enero de 1870, y que los mismos «aparecen hechos en una mala imprenta portátil y rudimentaria, en sendas hojas de papel rayado, como se usa para los libros de cuentas, -por el ciudadano Clodomiro Betancourt, dueño de La Libertad- imprenta de la República». Las columnas del periódico se ofrecían, según cita Vidal Morales en la página 257 de su ya mencionada obra, «a todo ciudadano que con justicia quisiese hablar de la Cámara de Representantes, Presidente de la República y demás servidores del pueblo». El 1º de febrero de 1875 comenzó su segunda época, nuevamente editado en Camagüey, expresa Trelles en su trabajo ya citado. La misma se extendió hasta 1877, según señala el propio Trelles, quien añade que durante esta época contó con las firmas de Manuel Sanguily (Otto), Eduardo Machado (Eddy), Luis Victoriano Betancourt (Ludovico y Américo), Ramón Roa (Tudó) y F. La Rúa (René). De estas dos primeras etapas no se han encontrado ejemplares. En 1898 (17 de septiembre, según Trelles) comenzó a editarse nuevamente, ahora en La Habana, aunque sin indicar, por lo menos en los escasos ejemplares que se han revisado, relación de continuidad o parentesco con los anteriores. Salía semanalmente. El ejemplar más antiguo revisado (número 4, correspondiente al 8 de octubre de dicho año) aparecía como «Periódico libre», subtítulo al que le fueron añadiendo palabras hasta adoptar el definitivo de «Primer periódico libre de La Habana». Su lema era «La Patria Cubana se establece para todos». A partir del 14 de enero de 1899 presentó a Blas Sandrino como director. Durante esta época, trataba en sus páginas los problemas propios del período confuso en que se vivía a raíz de la terminación de la guerra. Además dio espacio a producciones de índole literaria, fundamentalmente poesías patrióticas. Aparecieron trabajos firmados por Máximo Gómez, Enrique José Varona, Mercedes Matamoros, Ricardo del Monte, Juan Gualberto Gómez, Bonifacio Byrne, Francisco Sellén y otros. El último ejemplar consultado (número 18) corresponde al 14 de enero de 1899. Trelles expresa, en su trabajo anteriormente citado, que en dicho año finalizó su publicación. El 24 de febrero de 1906 reaparece e indica que se encuentra en su cuarta época y que fue fundado en Camagüey en el año 1869 por Rafael Morales y González. Su subtítulo lo caracterizaba como un «Periódico independiente». Como director y editor responsable fungía Salvador Cisneros Betancourt. Al igual que en sus etapas anteriores, era un periódico de contenido eminentemente político. Contó con la colaboración de Juan Gualberto Gómez, Enrique Collazo, [Enrique] Loynaz del Castillo, Silverio Sánchez Figueras, Manuel Secades y otros. El último ejemplar revisado (número 10) corresponde al 11 de mayo de 1906.

BIBLIOGRAFÍA

Morales y Morales, Vidal. Hombres del 68. Rafael Morales y González. La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, pp. 249-257. Santovenia, Emeterio S. «La Estrella Solitaria de Rafael Morales», en El Periodismo en Cuba. La Habana: 23-29, 1950.
 

Estudiante, El (Matanzas [1882?]-?; 1904-[1919?]). Según se lee en el ejemplar correspondiente al 10 de julio de 1910 (número más antiguo visto de este año), comenzó a publicarse en 1882; pero en ninguna de las fuentes consultadas se encuentran referencias a los ejemplares de ese año ni a los subsiguientes. Se ha encontrado, sin embargo, una revista con este título que se editó en la propia ciudad en 1889. El 1º de febrero de 1904 aparece el primer número como «El Estudiante. Periódico literario quincenal. Órgano de los alumnos del Instituto de 2ª Enseñanza», sin expresar aún continuidad alguna con la publicación de 1882. Era dirigido por Fermín Aguirre Mercier. De ese año no se han visto ejemplares, pero la propia revista reproduce, en el número correspondiente al 1º de febrero de 1906, el facsímil del primer ejemplar publicado. En el número 28, con fecha 15 de marzo de 1905 (ejemplar más antiguo visto), se expresa que es una «Revista literaria». La dirigía entonces José R. García. Del 1º de agosto de 1905 al 15 de enero de 1906 fue su director Prudencio Bacelo. A partir de esta última fecha no se menciona director. El último ejemplar revisado (número 51) corresponde al 1º de septiembre de 1906. Había dejado de publicarse desde el 1º de abril de dicho año. No se han encontrado números de los años 1907-1909, pero Joaquín V. Cataneo señaló, en su artículo «El Areópago Bohemio de Matanzas» -aparecido en la revista El Espectador Habanero (La Habana, 12 (72): 260-262, jun., 1939)-, que en 1908 esta revista «dejó de ser órgano estudiantil, para convertirse en portavoz de los nuevos rumbos del intelecto matancero» y «emprendió nuevos rumbos con Agustín Acosta y Plácido Martínez, como director y administrador, respectivamente, siendo redactores Carlos Prats y el autor de esta línea». Regino Boti señala, sin embargo, en la página 12 de su Notas acerca de José Manuel Poveda, su tiempo, su vida y su obra (Manzanillo (Oriente), Imp. y Casa Editorial El Arte, 1928), que en 1908, cuando él comenzó a colaborar en la revista, ésta era dirigida por Plácido Martínez. En julio de 1910 (ejemplar más antiguo revisado de este año) salía como «Revista semanal ilustrada», bajo la dirección de Plácido Martínez, quien también era su propietario. Había sufrido cambios en el formato y se señalaba que había sido fundada en 1882, como se hizo constar al principio de estas líneas, por lo que indicaban que estaba en el año 28 de su existencia. Nuevamente era «Órgano oficial de los estudiantes del Instituto de 2ª Enseñanza» y, además, «defensor de los intereses de los maestros y alumnos de las Escuelas Públicas de la provincia de Matanzas». En el ejemplar del 7 de julio de 1912 (no se ha encontrado otro desde el 26 de mayo de dicho año) aparece como director Corpus H. Iraeta Lecuona, quien continuaba como tal en el último número revisado de ese año, con fecha 22 de septiembre. No se han encontrado, tampoco, ejemplares de los años 1913-1915. En el número correspondiente al 20 de febrero de 1916 (último revisado) estaba bajo la dirección de Alejandro Pérez y presentaba un formato menor. Sus páginas recogieron gran parte de la producción de los poetas postmodernistas de la provincia, así como de otros escritores cubanos de similar tendencia estética. Aparecieron poesías, cuentos, críticas literarias, prosas poéticas, pequeñas crónicas, etcétera. También se publicaron artículos de carácter lingüístico, histórico, científico, pedagógico y algunas secciones variadas, con informaciones de interés local fundamentalmente. Contó con la colaboración de Agustín Acosta, José Manuel Poveda, Regino E. Boti, Medardo Vitier, Fernando Llés, Bonifacio Byrne, Carlos M. Trelles, José Augusto Escoto, José A. Rodríguez García, Pedro Alejandro López, Arturo R. de Carricarte, Marco Antonio Dolz, Armando Leyva, Carlos Prats, José G. Villa, Esteban Foncueva, Higinio J. Medrano, Primitivo Ramírez Ros, Emilio Blanchet, Mariano Albaladejo y otros.

BIBLIOGRAFÍA

«Aniversario», en El Estudiante. Matanzas, 3 (47): [5-6] feb. 1, 1906.
 

Estudiante, El (Matanzas, 1889-[Id.?]). Semanario ilustrado de literatura y ciencias. Comenzó a salir el 7 de marzo. En este primer número se explicó que la redacción «se compone estrictamente de estudiantes», pero que también escribirían en él «varios señores de una envidiable reputación como escritores». Además señalaron que publicaban el semanario «para ver si de este modo se despierta el interés y el estímulo y logramos que nuestra juventud consagre un tiempo a un estudio tan noble como útil». La idea de su publicación se debió, según expresó Adolfo G. Torres en el artículo «Sin pretensiones», aparecido en la página 4 del primer número, a Anselmo A. Valle. En sus páginas se publicaron, además de trabajos sobre materias científicas y pedagógicas y otras cuestiones de interés general para los estudiantes, numerosas poesías y algunos cuentos. Contó con la colaboración de Mateo I. Fiol, Cosme J. de la Torriente, G[uillermo] Schweyer, Miguel Garmendía, Francisco Jimeno, Julián González Torres, Anselmo A. Valle, J. Luis Prado, A. L. Baró, Leopoldo Reyes y otros. El último ejemplar revisado (número 7) corresponde al 21 de abril de 1889. Carlos M. Trelles indica, en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2(10-12): 257, jul.-dic., 1938)-, que salió hasta el 28 de abril de dicho año, pero señala, erróneamente, que aparecieron cinco números.
 

Estudiante, El (Santa Clara [1910]-191-?]). «Revista literaria ilustrada», se lee como subtítulo en el ejemplar más antiguo encontrado (número 4 de la segunda época), correspondiente al 10 de agosto de 1911. Era su director en ese momento Salvador Domínguez, quien continuó apareciendo como tal en todos los números salteados de los años 1911-1912 que se revisaron. Se publicaba cada diez días. Regino Boti señala, en la página 12 de su Notas acerca de José Manuel Poveda, su tiempo, su vida y su obra (Manzanillo (Oriente), Imp. y Casa Editorial El Arte, 1928), que había comenzado a publicarse en 1910. Presentaba en sus páginas poesías, cuentos, artículos de crítica literaria y otros trabajos de interés local. Fueron sus colaboradores, entre otros menos conocidos, José Manuel Poveda, Armando Leyva, Fernando Llés, P[edro] Alejandro López, José de la Luz León, Miguel Galliano C[ancio], Juan Guerra Núñez, Diwaldo Salom. El último ejemplar consultado (número 26 de la segunda época) corresponde al 20 de marzo de 1912.
 

Estudiante, El (Pinar del Río [1912-1915-?]). «Revista quincenal. Órgano oficial de la 'Asociación Estudiantil Vueltabajeral'», se leía en el ejemplar más antiguo encontrado, correspondiente al 30 de agosto de 1913, momento en que se hallaba en su segundo año. Era su director y redactor jefe, respectivamente, Luis de J. Muñiz y Rafael Daussá. Posteriormente fue dirigida por Rafael Oliva. Su subtítulo se transformó en «Revista quincenal ilustrada. Órgano puramente estudiantil». En sus páginas aparecían, además de trabajos sobre cuestiones estudiantiles y escolares, poesías y otros artículos de interés literario. Entre sus colaboradores se destacan Emilio Blanchet, Emeterio Santovenia, Juan G. Geada, Leandro G. Alcorta, Félix Duarte Rivera, José González Vélez y otros. El último ejemplar revisado corresponde al 30 de enero de1915.
 

Estudios (La Habana, 1950-[Id.?]). Mensuario de cultura. Revista que comenzó a salir en febrero. Era dirigida por Marcelo Salinas. En este primer número ofrecía una extensa relación de colaboradores extranjeros y cubanos de la que formaban parte, entre estos últimos, Fernando Ortiz, Herminio Portell Vilá, Enrique Labrador Ruiz, Samuel Feijóo, Enrique Serpa, Emilio Ballagas, Leví Marrero, José Z. Tallet, aunque de casi ninguno de ellos aparecieron colaboraciones. Desde el segundo número -correspondiente a abril- presentó un consejo de dirección integrado por Marcelo Salinas -quien pertenece al mismo sólo hasta el siguiente número-, Abelardo Iglesias y Luis Dulzaides. Estudios fue una revista en que se reflejó claramente la confusión estética, política e ideológica de la época. De tendencia anarquista, aparecieron en sus páginas trabajos sobre las actividades y posibilidades de esta corriente en el mundo. En lo estrictamente artístico-literario, dio preferencia a la crítica, sin desdeñar por ello la poesía y el cuento. Colaboraron en sus páginas, además de autores extranjeros, José Álvarez Baragaño, Luis Felipe Collado, Eduardo Manet, Miguel de Marcos, José Antonio Oliva, Joaquín Texidor. Las artes plásticas y la música recibieron una atención constante. Las primeras a través de artículos críticos y polémicos y de reproducciones de los pintores cubanos Lam, Carmelo, Mijares, Feijóo, [Antonio] Vidal, dibujantes de la revista. La segunda, o sea, la música, mediante críticas y otros trabajos de los músicos José Ardévol, Edgardo Martín y otros. Sólo se han revisado seis números, el último correspondiente a septiembre de 1950.
 

Estudios Afrocubanos (La Habana, 1937-1940; 1945-1946). Revista semestral de la Sociedad de Estudios Afrocubanos. Era dirigida por Emilio Roig de Leuchsenring. La administración estaba a cargo de José Luciano Franco. Sus redactores eran todos los miembros de la Sociedad. En el segundo volumen (1938) -del que sólo salió un número- pasó a ser trimestral. En el siguiente (1939) aparecían, como redactores, Fernando Ortiz y Enrique Andreu. Los asociados se convirtieron entonces en colaboradores. En 1940, con la edición del volumen 4, cesó su publicación. «Fueron motivos primordiales e invencibles la insuficiencia de recursos económicos y las dificultades creadas a la prensa cubana por la guerra, que ocasionaron restricciones inesperadas en el mercado del papel y en las posibilidades del transporte», expresaron al reaparecer con la publicación del que sería su quinto y último volumen, correspondiente a los años 1945-1946. Dirigida entonces por Fernando Ortiz, presentaba una comisión redactora integrada por Emilio Roig de Leuchsenring, Enrique Andreu y José Luciano Franco. Como administrador fungía José Luis Vidaurreta. Estudios Afrocubanos fue una revista de calidad insuperable en su campo, además de una empresa ardua y casi irrealizable para la época. Dedicada, como su título indica, al estudio de las relaciones entre lo africano y lo español y a la síntesis de ambos en lo afrocubano, no circunscribió su radio de acción a lo nacional, sino que se extendió a lo americano, estudiando las influencias y la presencia del arte, la literatura, la música y otras manifestaciones culturales africanas en nuestro continente. Además, aparecieron en sus páginas otros trabajos sobre cuestiones históricas y sociales, referentes siempre a la presencia africana en América. La sección «Publicaciones recibidas» estaba dedicada a notas crítico-bibliográficas sobre las más recientes obras aparecidas en América relacionadas con las materias propias de la revista. Otras secciones fijas eran «Actividades», donde se reseñaban las que llevaba a cabo la Sociedad, y «Notas y noticias», donde brevemente se comentaban actividades desarrolladas durante el año por otras organizaciones y personalidades ajenas a la Sociedad. En sus páginas se publicaron trabajos de Fernando Ortiz, Emilio Roig de Leuchsenring, José Antonio Ramos, Lidia Cabrera, José Luciano Franco, José Antonio Fernández de Castro, Herminio Portell Vilá, Rómulo Lachatañeré, Salvador García Agüero, Gerardo Castellanos G., José Luis Vidaurreta, Enrique Andreu, Zoila Gálvez, Julio Ayllón, Armando Guerra, Ramón Vasconcelos, Adolfo Salazar, María Muñoz de Quevedo, Fernando Romero y otros. Compilado por Tomás F. Robaina se ha publicado su índice, aparecido en Índice. Revistas folklóricas cubanas (La Habana, Biblioteca Nacional José Martí. Depto. de Hemeroteca e Información de Humanidades, 1971).

BIBLIOGRAFÍA

Romero, Fernando. «Los Estudios Afrocubanos y el negro en la patria de Martí», en Revista Bimestre Cubana. La Habana, 47: 395-401, 1er. semestre, 1941.
 

Etnología y Folklore (La Habana, 1966-1969). Revista. Era editada semestralmente por el Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba. En ninguno de los números se consigna el nombre del director. Dedicada a la publicación de trabajos e investigaciones llevados a cabo por los miembros de la institución que la editaba, aparecieron en sus páginas trabajos sobre el desarrollo de las culturas africanas en Cuba, sobre sus religiones y sobre la permanencia de las mismas en la sociedad cubana actual. También publicó artículos relativos a cuestiones literarias dentro de este campo. Prestaron su colaboración Argeliers León, Alberto Pedro, Armando Andrés Bermúdez, Rafael L. López Valdés, John Du-Moulin, Alejandrino Borroto Mora y algunos destacados investigadores y escritores como José Antonio Portuondo, Julio Le Riverend, Ángel Augier y René Depestre. Su publicación cesó con la salida del número 7, correspondiente al semestre enero-junio de 1969. Compilado por Tomás F. Robaina se ha publicado su índice, aparecido en Índice. Revistas folklóricas cubanas (La Habana, Biblioteca Nacional José Martí. Depto. de Hemeroteca e Información de Humanidades, 1971).

BIBLIOGRAFÍA

[¿Pérez de la Riva, Juan?]. «Una nueva revista. Etnología y Folklore [...]», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. La Habana, 57, 3ª época, 8 (3): 105-09, jul.-sep., 1966.
 

Evolución (La Habana, 1914-1921). «Revista quincenal», se lee en el ejemplar más antiguo consultado (número 46), correspondiente al 10 de enero de 1916. En este momento se encontraba en su segunda época y era dirigida por Félix V. Preval. Había comenzado a salir el 25 de febrero de 1914 (según se lee en el número del 25 de febrero de 1916). Desde el 25 de febrero de 1916 presentó una relación de redactores, de la que formaban parte Carlos G. Llorente, José Miró, Manuel R[odríguez] Rendueles, José Luis Hevia y José Zamora Valdés. Los dos últimos eran, además, administrador y secretario de redacción, respectivamente. Posteriormente se incluyó también, entre los redactores, a Manuel P. Delgado. Desde el 25 de febrero de 1917 comenzó a editar, adjunto a la revista, un suplemento de 4 páginas dedicado a los niños, con el título Pulgarcito. A partir del 10 de agosto de 1921 José L. Hevia pasa a la dirección y Félix V. Preval aparece como propietario. Evolución era una revista masónica que dedicaba gran parte de sus páginas a informaciones sobre las actividades de la masonería en Cuba. También dio espacio a producciones de carácter literario: poemas, cuentos, crónicas, artículos de crítica literaria. Entre sus colaboradores más constantes se destacan Fray Candil (seud. de Emilio Bobadilla), Luis Bonafoux, Aurelia Castillo de González, Francisco G. de Cisneros, José Manuel Carbonell, Gerardo L. Betancourt, José Luis Vidaurrieta. Otros colaboradores fueron Raimundo Cabrera, Eduardo Gómez de Baquero, Jesús Castellanos, León Ichaso, Juan López Núñez, Arturo Doreste, Billiken (seud. de Félix Callejas), José de la Luz León, Víctor Muñoz (quien también firmó trabajos con su seudónimo Attaché). Con la salida del número 188-189, correspondiente a diciembre de 1921, cesó su publicación.

BIBLIOGRAFÍA

«25 de febrero», en Evolución. La Habana, 2ª época, 3 (49): 1, feb. 25, 1916.
 

Expedicionario, El (Tampa, Estados Unidos, 1896-[1897]). «Hebdomadario cubano», se lee en el ejemplar más antiguo revisado (número 4) correspondiente al 6 de diciembre de 1896. En este momento eran su redactor en jefe y redactor-administrador, respectivamente, Pastor Moinelo y Fernando de Zayas. Como redactores aparecían Carlos A. Boissier, Octavio G. Campos y José M. Carbonell. Comenzó a salir en noviembre, según expresa Carlos M. Trelles en la cuarta parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2 (10-12): 258, jul.-dic., 1938)-. A fines de diciembre de 1896, Fernando de Zayas era redactor en jefe y José M. Carbonell redactor-administrador. Los antiguos redactores eran, entonces, colaboradores en Cuba libre. A ellos se sumaba Pastor Moinelo. En enero de 1897 Bonifacio Byrne fungía como redactor en jefe y Fernando de Zayas como secretario de redacción. Este último cargo fue más tarde ocupado por Arturo d'Costa, al pasar nuevamente De Zayas a ser redactor en jefe. Después de dejar de salir por un corto período reapareció el 1º de abril de 1897, en una nueva era y como Órgano oficial del Club 'Discípulos de Martí'», con José M. Carbonell como redactor en jefe, D'Costa como secretario administrador y Eligio Carbonell y Bernardo Figueredo como redactores. Presentaba además una extensa relación de colaboradores, integrada por Federico Pérez Calbó, Fernando Figueredo, Esteban Borrero Echeverría, Agustín Ibarra, Mendo Méndez, Bonifacio Byrne, Carlos Pío y Federico Uhrbach, Wen Gálvez, Ramón Rivero y Nicolás Arnao, así como los ya mencionados colaboradores en Cuba libre. Aparte del espacio que dedicaba a las noticias y trabajos sobre la revolución en Cuba y sobre las actividades de la emigración y del club de que era órgano oficial, publicaba bastantes trabajos de índole literaria, fundamentalmente poesías. El último ejemplar revisado corresponde al 19 de mayo de 1897. Trelles afirma, en su trabajo antes citado, que finalizó en este mismo año.

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