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ArribaAbajoActo III

 

El teatro representa una parte de la villa de Martos, situada en anfiteatro sobre una alta colina. A la izquierda del actor habrá una quinta de arquitectura árabe con emparrado, naranjos y macetas de flores a la entrada. Sobre este edificio, que será de un solo cuerpo, habrá una azotea. En lo más alto del cerro se elevará hacia la derecha un áspero y desnudo risco, en cuya cima habrá una meseta y sobre ella un castillo con puerta que a su tiempo ha de abrirse. Habrá también una loma transitable entre la villa y la fortaleza.

 

Escena I

 

El REY. CASTRO.

 
 

(Aparece el REY voluptuosamente reclinado sobre un escaño de junco bajo el emparrado y entre las flores y frutales que adornan la entrada de la quinta. CASTRO en pie a su lado.)

 
REY
Deliciosa quinta es esta.
Los monarcas del oriente
saben serlo, que no hay gloria
como nadar en placeres.
Buen alarbe que plantaste 5
estos amenos vergeles,
si yaces en torno mío
bajo algún florido césped,
séate ligera mi planta;
que aunque austera me lo vende 10
más estrecha religión,
yo también, nieto de reyes,
perdidas cuento las horas
que no hermosea el deleite.
CASTRO
Por cierto que vuestro hermano 15
en el cerco de Alcaudete,
entre cascos y ballestas,
no tendrá tan buen albergue.
REY
La esperanza de vencer
le consolará. Es valiente. 20
Yo también de tal blasono,
mas acaudille mis huestes
en buen hora; que es locura
arrostrar soles y nieves
por ganar, Castro, una villa 25
el que tantas villas tiene.
Me hallo bien entre las rosas
y no envidio sus laureles.
CASTRO
Sólo faltaba, Señor,
a vuestra dicha que fuese 30
menos vana y desdeñosa
doña Sancha.
REY
Está rebelde,
mas no pierdo la esperanza;
que el tiempo todo lo vence.
  —27→  
CASTRO
Olvidadla. Mil bellezas 35
ansiarán lo que ella pierde;
que los reyes son contados
y sin cuento las mujeres.
REY
Nacen todas caprichosas,
mas Sancha a todas excede. 40
¡Desprecia al Rey de Castilla
por un condenado a muerte!
Confieso que al declararlo
su boca, como un demente
me enfurecí; mas la calma 45
otra vez al seno vuelve;
que si de un placer me priva,
otro más dulce me ofrece;
la venganza.
CASTRO
Aún no ha vencido.
Fiad en su sexo débil. 50
Si ama a Carvajal, acaso
cuando el momento se acerque
del suplicio...
REY
No está lejos.
Pero ¿qué hace que no viene
mi caro tío?
CASTRO
Sin duda
55
temeroso de la plebe
dictando está precauciones...
REY
¿Qué concepto te merece
mi tío?
CASTRO
Señor
REY
¿Te turbas?
Hablar sin recelo puedes. 60
CASTRO
Pues le dais vuestra confianza,
digno de ella me parece.
REY
¡Lindamente! ¿Y qué dirías
si de mi gracia cayese?
CASTRO
Señor...
REY
¡Señor!... Yo no gusto
65
de aduladores; ¿entiendes?
¡Que nunca se libre un Rey
de esa maldecida peste!
Si te precias de sincero,
di que es don Juan un aleve, 70
un traidor, un ambicioso;
di que España le aborrece
como le aborrezco yo;
di que me afrenta y me vende.
CASTRO
(¿Hoy la toma con don Juan? 75
Seguiremos la corriente.)
Pues queréis, señor, que os diga
la verdad, mucho se duelen
vuestros súbditos leales
de que las riendas se entreguen 80
del Estado a un hombre odioso,
indigno de su progenie
excelsa, y cuya maldad
ya es proverbio entre las gentes.
REY
Es un perverso.
CASTRO
Un hipócrita.
85
REY
Escrita lleva en la frente
la perfidia y la bajeza.
CASTRO
Rastrero y vil con el fuerte,
tirano con el humilde;
y si la fama no miente 90
(perdone el señor don Juan),
tiene sus puntas de hereje.
REY
Yo mi privanza le di,
mancebo inexperto y débil.
Sus lisonjas me engañaron 95
mas no tardé en conocerle.
Si aún sufro y el pie no pongo
sobre su cuello insolente,
temor del poder inmenso
que ha usurpado me detiene; 100
que ese infame, aunque rubor
el confesarlo me cueste,
más que yo manda en Castilla.
Mas día vendrá en que truene
mi reprimido furor 105
y él caiga y Castilla tiemble.
CASTRO
(¡Si así pierde su privanza,
no sea yo quien la herede!)
 

(Suena un atabal.)

 
REY
¿Qué atabal...?
CASTRO
El pregonero,
que recorre los cuarteles 110
anunciando la sentencia...
REY
Así será más solemne.
 

(Pregón. Gritando dentro.)

 

  El Rey y, en su real nombre, el su Merino mayor: Visto el juicio formado contra los hermanos don Juan y don Pedro Carvajal, acusados y convictos del crimen de alevosía y traición y homicidio violento, los condena a ser arrojados por mano del verdugo de lo alto de la peña de esta villa de Martos para escarmiento de traidores.

 

(Suena otra vez el atabal.)

 
REY
¿Y cómo el terrible fallo
oyeron los delincuentes?
CASTRO
Con noble serenidad. 115
REY
Sus almas son de buen temple,
y me huelgo de saber
que como soldados mueren.
 

(Corónanse de SOLDADOS las almenas del castillo. Un oficial distribuye otros por la loma que conduce de la villa a la peña. Otro coloca también centinelas en varios puntos para tener en respeto al PUEBLO, que saliendo de la villa va ocupando el cerro.)

 


Escena II

 

El REY. CASTRO. SOLDADOS. PUEBLO.

 
CASTRO
Ya los arqueros asoman
por las almenas del fuerte. 120
  —28→  
REY
Y el populacho curioso
por la colina se tiende.
CASTRO
¡Que siempre atraigan al vulgo
espectáculos crueles!
Miradlos. Con menos ansia 125
asistieran a un banquete.
REY
¡Singular pasión! Y acaso
a los reos compadecen,
y si librarlos pudieran...
CASTRO
No haya miedo que lo intenten, 130
que está el cerro bien guardado
y hay cuatrocientos jinetes
entre la plaza y la vega.
 

(Sordo rumor y continuo movimiento de la muchedumbre de ambos sexos y de todas edades que pugna por coger puesto. Los SOLDADOS los desvían con aspereza y procuran imponer silencio.)

 
REY
Como soy que me divierte
aquel confuso bullicio. 135
CASTRO
Cubierto con esa verde
espesura nadie os ve.
 

(Siguen hablando aparte.)

 
UNA MUJER
¡Ave María! No apriete.
UN HOMBRE
Haga paso.
OTRO
¡Mari-Nuño,
por aquí!
OTRO
¡Niños de leche
140
a estas funciones! ¿No ve
que es fácil que la atropellen?
UNA MUJER
Lo traigo para que aprenda.
UN HOMBRE
¡Si apenas tiene seis meses!
UN SOLDADO

 (A otro grupo.)  

¡Eh! Poca bulla. Ya he dicho 145
que se callen y se asienten.
UN NIÑO
Madre, ¿dónde está la horca?
UNA MUJER
No hay horca.
UN NIÑO
Pues ¿cómo mueren?
UNA MUJER
¡Despeñados!
UNA JOVEN
¡Virgen madre!
OTRA
¡Qué horror!
UN HOMBRE
Y son inocentes.
150
UN SOLDADO

 (Amenazando.)  

¿Qué ha dicho?
EL HOMBRE

 (Temblando.) 

Yo nada..., nada...
OTRO SOLDADO
¡Silencio! Nadie resuelle.
 

(Las amenazas de los SOLDADOS aterran a la multitud, y aunque siguen los murmullos con muestras de general descontento, ya nadie osa alzar la voz. Quién manifiesta oír a otro con curiosidad e interés; otros alzan las manos al cielo, o con diversas demostraciones mudas hacen ver la compasión que les inspiran los sentenciados. Algunas madres y algunos ancianos se ponen el dedo en la boca como para contener a la juventud imprudente. La variada animación del cuadro, más o menos perceptible, no ha de cesar hasta el fin del acto.)

 
CASTRO
Aquí se acerca don Juan.
REY
Ya me tenía impaciente.


Escena III

 

El REY. CASTRO. DON JUAN. CASTAÑEDA. LEIVA. SOLDADOS. PUEBLO.

 
 

(DON JUAN, CASTAÑEDA y LEIVA vienen por parte de la villa.)

 
REY
¿Llegó la hora?¿Es negocio 155
tan grave...?
DON JUAN
Señor, faltaba
al freile de Calatrava
degradar del sacerdocio.
REY
Si el prelado resistía...
DON JUAN
No, que os ha servido bien 160
el obispo de Jaén.
REY
¡Le degrada don García!
DON JUAN
Teneisle a vuestra obediencia.
REY
Gran pena os habrá costado
el conseguir del prelado 165
ese acto de complacencia;
que no sin cuenta y razón
a la corona real
su báculo pastoral
rinde mitrado varón. 170
DON JUAN
No es mucho que lo consienta
y a vuestro querer se dome,
pues Calatrava le come
los dos tercios de su renta.
 

(Suena otra vez el atabal y, dentro en ángulo distinto, se repite el pregón; al oírlo se aumenta el murmullo popular, pero la tropa lo reprime.)

 
DON JUAN
Señor, vuestra autoridad. 175
REY
No os hagáis, tío, de nuevas.
Ya sabéis que tengo pruebas
de su buena voluntad.
Siento que el rostro me tuerza,
mas ¿qué me puede pedir 180
si yo le dejo elegir
entre el amor y la fuerza?
Doble la fe su rodilla
o dóblela el torpe miedo,
¿o qué importa? Contento quedo. 185
Todo es reinar en Castilla.
Mas ya el suplicio se apresta,
y pues no acosa el calor,
venid; desde el mirador
—29→
gozaremos de la fiesta. 190
LEIVA
Podrá achacar esa acción
el mundo a cruel deseo.
¡Ver un rey la cara al reo
sin concederle el perdón!
REY
¿Qué os importa a vos el juicio 195
que el mundo forme de mí?
LEIVA
Señor, mi celo... Creí...
REY
¡Eh! Callad.
LEIVA
Si es deservicio
dar un prudente consejo...
REY
Es consejo impertinente, 200
Leiva, y lo sufro indulgente
porque sois un pobre viejo.
Idos si os han de mover
los traidores a piedad,
y por sus almas rezad, 205
que bien lo habrán menester.
Yo, que privarme no quiero
de escena tan singular,
así el nombre he de ganar
de monarca justiciero. 210


Escena IV

 

LEIVA. SOLDADOS. PUEBLO.

 
LEIVA
¡Justicia, cuál se mancilla
tu santo nombre en la boca
del que así, oh mengua, te invoca!
¡Desventurada Castilla!


Escena V

 

El REY. DON JUAN. CASTRO. CASTAÑEDA. SOLDADOS. PUEBLO.

 
 

(El REY y su séquito aparecen en el mirador.)

 
SOLDADOS
¡Viva el Rey Fernando! ¡Viva! 215
 

(Dos o tres veces inclina el REY levemente la cabeza. El PUEBLO murmura.)

 
DON JUAN
Ved, señor, cuál se alborozan
al veros...
REY
Sí, los soldados.
UN SOLDADO
¡Viva el Rey!
OTRO

 (A un HOMBRE.)  

Fuera esa gorra.
¡Viva el Rey! ¿No grita?
EL HOMBRE

 (Con voz apagada.) 

¡Viva!...
(¡Mala hora de Dios le coja!) 220
DOÑA SANCHA

 (Dentro.)  

¡Dejadme! Yo lo he de hablar.
¡Justicia!
UN SOLDADO
¡Tened, señora!


Escena VI

 

El REY. DON JUAN. CASTRO. CASTAÑEDA. DOÑA SANCHA. SOLDADOS. PUEBLO.

 
 

(Llega DOÑA SANCHA con el rostro pálido, el cabello descompuesto y gritando con desesperación; quiere penetrar en la quinta y los SOLDADOS se lo impiden.)

 
DOÑA SANCHA
Es una maldad horrible
que la venganza provoca
del cielo. ¡Son inocentes! 225
 

(Nueva agitación del PUEBLO reprimida por los SOLDADOS.)

 
REY
¡Qué voz! ¡Doña Sancha ahora!...
DOÑA SANCHA
¡Crueles! Dejad que el Rey
me vea; dejad que oiga
la verdad...
DON JUAN
Este impensado
accidente...
REY
Más hermosa
230
la hace el despecho a mis ojos.
Pero si al pueblo alborota...
DOÑA SANCHA
¡Allí está! ¡Señor, Señor!
Si en algo estimáis la gloria,
si al grito de la justicia 235
vuestra alma de rey no es sorda,
derogad esa sentencia
atroz, fiera, escandalosa.
¡Son inocentes!
SOLDADOS

 (A los grupos del PUEBLO que se mueven con marcado interés hacia donde se halla SANCHA.)  

¡Atrás!
DON JUAN

 (Al PUEBLO.)  

El dolor que la acongoja, 240
amigos, turba su mente.
Era la hermana amorosa
de Benavides. La misma
que asesinado le llora,
por sus infames verdugos, 245
demente, ¡oh dolor! aboga.
Compadeced su delirio.
 

(El PUEBLO da muestras de compasión.)

 
DOÑA SANCHA
Miente esa lengua traidora.
Yo deliro; el Rey lo sabe.
Yo lo juro por mi honra, 250
por mi vida, por mi alma.
Son inocentes. Sus obras
más que mi voz los defienden.
Otros merecen la nota
de asesinos; ellos no. 255
REY
Ea, prended a esa loca,
y conducidla a un encierro
—30→
donde en segura custodia...
 

(Los SOLDADOS vacilan.)

 
Obedeced.
 

(Varios SOLDADOS rodean a SANCHA en actitud de hacerla retirar.)

 
DOÑA SANCHA
La verdad
ha de sonar en mi boca 260
mientas respire.
REY
¡Soldados!
UN HOMBRE

 (A otro que va a embestir a los SOLDADOS.)  

¡Quieto, que la guardia doblan!
 

(Acude en efecto armada.)

 
REY
¡Llevadla! ¡Pesia mi saña!...
DOÑA SANCHA
¡Apartad!... ¡Ah, que me ahoga
el dolor!... Matadme, impíos, 265
si su noble sangre es poca
para saciar a ese monstruo.
Madres, hermanas, esposas,
rogad, maldecid... ¡Dios mío!
¿Y es posible que aún no rompas, 270
pueblo oprimido, la férrea
cadena vil que te agobia?
¡Cobardes!
 

(Al son de atabales y trompetas aparecen por la loma y se dirigen al castillo el juez, alguaciles, SOLDADOS y el verdugo.)

 
¡Ay! ¡El verdugo!
Yo... muero.
 

(Cae desmayada entre los SOLDADOS y se la llevan.)

 
DON JUAN
Llevadla ahora.


Escena VII

 

El REY. DON JUAN. CASTRO. CASTAÑEDA. El MERINO. El verdugo. Alguaciles. Atabaleros. SOLDADOS. PUEBLO.

 
REY
¿Habrá muerto?
CASTRO
No. Un desmayo...
275
REY
Id, Castañeda; volad.
Que velen por su salud.
Es bella..., y no es Carvajal.
 

(El MERINO, alguaciles, etc. llegan a la puerta del castillo; ábrese esta, sale el alcaide con los reos, que visten simples túnicas sin ningún distintivo; los entrega al juez y vuélvese al castillo quedando otra vez cerrada la puerta. CASTAÑEDA baja del mirador, atraviesa el teatro y desaparece en la dirección que llevó DOÑA SANCHA. El REY sigue hablando con CASTRO y el Infante. Todos fijan la vista en la peña, el PUEBLO da vivas señales de curiosidad y compasión; los SOLDADOS vigilan con más atención y preparan sus armas. El sol empieza a nublarse y óyese algún trueno lejano.)

 


Escena VIII

 

El REY. DON JUAN. CASTRO. DON PEDRO CARVAJAL. DON JUAN CARVAJAL. El MERINO. El verdugo. Alguaciles. ATABALERO. SOLDADOS. PUEBLO.

 
UN HOMBRE
¡Allí están!
UN NIÑO
¡Allí!
UNA MUJER
¡Qué lástima!
UN HOMBRE
Aquel es Pedro; aquel es Juan. 280
OTRO
Ya le han quitado las órdenes.
UNA MUJER
¡Sacrilegio!
OTRA
¡Iniquidad!
UN SOLDADO
¡Silencio!
UN HOMBRE
¡Y era tan bueno!
UNA MUJER
¡Y don Pedro tan galán!
UNA JOVEN
¡Qué pena! ¡Morir así, 285
y en lo mejor de su edad!
OTRO SOLDADO
Punto en boca. Vea y calle
quien no los quiera imitar.
PEDRO CARVAJAL

 (Abatido.)  

¿Conque ya llegó el momento?
Sancha mía ¿dónde estás? 290
¿Quién dijera que en mis bodas
fuera esta peña el altar,
y mis preseas de novio
este infamado gabán
y áspero derrumbadero 295
mi tálamo conyugal!
JUAN CARVAJAL
Mostremos, hermano mío,
la noble serenidad
de cristianos y de nobles
en el término fatal, 300
y honrará nuestra memoria
la justa posteridad;
que sólo al malvado infaman
la cuchilla y el dogal.
PEDRO CARVAJAL
No siento por mí la muerte. 305
Por Sancha... ¡Ay Dios! ¿Qué será
de la infeliz? ¡Me ama tanto!...
¡Y llora en triste orfandad!;
y un tirano...
JUAN CARVAJAL
Su virtud
los cielos ampararán. 310
Allí lauro inmarcesible
guardado a los tres está.
Eleva el alma al empíreo,
y sobre ese lodazal
de miserias y de crímenes 315
—31→
no tiendas la vista más.
No se diga, Pedro mío,
que espanto ahora nos da
la muerte que en cien batallas
vimos con serena faz. 320
¿Qué es el dolor de un instante
si se llega a comparar
con la celeste ventura
de toda una eternidad?
PEDRO CARVAJAL
¡Oh! tú confortas mi espíritu. 325
¡Tu voz es voz paternal,
voz de Dios! Te imitaré.
Digno de ti me verás
hasta el postrimer instante.
REY

 (A DON JUAN.)  

¿Aún no da el juez la señal? 330
¿A qué aguarda?...
MERINO
Caballeros,
la hora pasó... Acabad.
Cumplid vos vuestro deber.

 (Al verdugo.)  

PEDRO CARVAJAL
No lleguéis. Un Carvajal
no ha menester vuestro auxilio 335
para morir. Apartad.
JUAN CARVAJAL
¡Pedro! Esa vida no es tuya.
Tu valor es criminal.
Dios no te manda matarte,
sino dejarte matar. 340
Buen hombre, haced vuestro oficio.
¿Qué importa un ultraje más?
¡Así Dios lo ha decretado!
Cúmplase su voluntad.
PEDRO CARVAJAL
¡Dame el abrazo postrero! 345
JUAN CARVAJAL
¡Adiós! En la eterna paz
tornaremos a abrazarnos.
 

(Las nubes se condesan por instantes; los truenos, ya muy cercanos, se multiplican; parte del PUEBLO se va retirando a la villa huyendo de la tormenta que amenaza.)

 
DON JUAN
Horrorosa tempestad
nos amaga. Huid...
REY

 (Turbado.) 

No puedo.
¡La mano de Satanás 350
me clava aquí!
UNA MUJER
¡Dios piadoso!
UN HOMBRE
Huyamos del temporal.
 

(Al desprenderse DON PEDRO CARVAJAL de los brazos de su hermano fija la vista en el mirador y exclama.)

 
PEDRO CARVAJAL
¿Qué veo! ¡El tirano allí!
¡Oh colmo de atrocidad!
¿Aún quieres en nuestra sangre 355

 (Gritando.)  

los ojos apacentar?
Verdugo de la inocencia,
nuestra sangre caerá
gota a gota sobre ti.
El sol se niega a alumbrar 360
tu fiereza, y truena horrible
la cólera celestial.
PUEBLO
¡Perdón! ¡Perdón!
REY

 (Esforzándose a ocultar su terror.)  

No perdono.
 

(El teatro queda enteramente oscuro; sólo algún relámpago deja ver los objetos por intervalos; arrecia la lluvia; pocos del PUEBLO permanecen en la escena; los demás huyen consternados; el REY queda solo en el mirador haciendo vanos esfuerzos para retirarse.)

 


Escena IX

 

El REY. DON JUAN CARVAJAL. DON PEDRO CARVAJAL. El MERINO. El verdugo. SOLDADOS. PUEBLO.

 
JUAN CARVAJAL
Yo tengo de ti piedad,
y te perdono, infeliz; 365
mas mi perdón ¿qué valdrá?
Escucha, ¡y oídme todos!
Mi labio pronto a espirar
mueve inspiración celeste.
Pues tu inaudita crueldad 370
sin oír nuestra defensa
ni la acusación probar
nos condena, yo te cito
al divino tribunal;
allí donde no hay quien ponga 375
mordazas a la verdad,
ni son razones las lanzas
cuando falla un juez venal.
Treinta días es tu plazo.
Treinta días vivirás. 380
Cuéntalos bien, no los pierdas;
que irán y no volverán.
¡Cuéntalos bien!

  (Al verdugo.) 

Vos, ahora
la sentencia ejecutad.
 

(Los Carvajales se dan las manos vueltos hacia el bastidor de la derecha, y en el momento de ser precipitados por el verdugo óyese un trueno espantoso, y un grito universal; el REY cae en tierra sin sentido, y baja el telón.)

 



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