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Don Juan Tenorio

Drama religioso-fantástico en dos partes

José Zorrilla


[Nota preliminar: edición digital basada en la edición de Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1892, cotejada con la edición de Aniano Peña, Madrid, Cátedra 1991, 13.ª edición, y con la de Luis Fernández Cifuentes, Barcelona, Crítica, 1993. Las marcas de foliación corresponden a la edición facsimilar de Madrid, Real Academia Española, 1974, que reproduce el ms. 2002 de la Real Academia Española.]

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ArribaAbajoPrólogo

Nicomedes Pastor Díaz


Era una tarde de febrero. Un carro fúnebre caminaba por las calles de Madrid. Seguíanle, en silenciosa procesión, centenares de jóvenes con semblante melancólico, con ojos aterrados. Sobre aquel carro iba un ataúd, en el ataúd los restos de LARRA, sobre el ataúd una corona. Era la primera que en nuestros días se consagraba al talento; la primera vez acaso que se declaraba que el genio es en la sociedad una aristocracia, un poder. La envidia y el odio habían callado: los hombres de la moralidad dejaban para después la moral tarea de roer los huesos de un desgraciado, y nadie disputaba a nuestro amigo los honores de su fúnebre triunfo. Todos tristes, todos abismados en el dolor, conducíamos a nuestro poeta a su capitolio, al cementerio de la puerta de Fuencarral, donde las manos de la amistad le habían preparado un nicho. Un numeroso concurso llenaba aquel patio pavimentado de huesos, incrustado de lápidas, entapizado de epitafios, y la descolorida luz del crepúsculo de la tarde daba palidez y aire de sombras a todos nuestros semblantes. Cumplido   —6→   ya nuestro triste deber, un encanto inexplicable nos detenía en derredor de aquel túmulo; y no podíamos separarnos de los preciosos restos que para siempre encerraba, sin dirigirles aquellas solemnes palabras que tal vez oyen los muertos antes de adormecerse profundamente en su eterno letargo. Entonces el Sr. ROCA DE TOGORES, levantando penosamente de su alma el peso de dolor que la oprimía, y como revistiéndose de la sombra del ilustre difunto, alzó su voz: LARRA se despidió de nosotros por su boca, y nos refirió por la vez postrera la historia interesante de sus borrascosos, brillantes y malogrados días. En aquel momento nuestros corazones vibraban de un modo que no se puede hacer comprender a los que no le sientan, que los mismos que le hayan sentido le habrán ya olvidado, porque de los vuelos del alma, de los arrebatos del entusiasmo, ni se forma idea, ni queda memoria; que en ellos el espíritu está en otra región, vive en otro mundo; los objetos hacen impresiones diversas de las que producen en el estado normal de la vida, el alma ve claros los misterios, o cree, porque lo siente, lo que tal vez no puede comprender. Se ve entonces a sí misma, se desprende y se remonta del suelo; conoce, ve, palpa que ella no es el barro de la tierra, que otro mundo la pertenece; y se eleva a él, y desde su altura, como el águila, que ve el suelo y mira al sol, sondea la inmensidad del tiempo y del espacio, y se encuentra en la presencia de la divinidad, que en medio del espacio y de la eternidad preside. Entonces no se puede usar del lenguaje del mundo, y el alma siente la necesidad de   —7→   otra forma para comunicar lo que pasa en su seno. Tal era entonces nuestra situación. No era amistad lo que sentíamos; no era la contemplación profunda de aquella muerte desastrosa, de aquella vida cortada en flor, la vista de aquel cementerio, la inauguración de aquella tumba, la serenidad del cielo que nos cubría, la voz elocuente del amigo que hablaba; no era nada de esto, o más que todo esto, o todo esto reunido, para elevarnos a aquel estado de inexplicable magnetismo, en que, en una situación vivamente sentida por muchos, parece que se ayudan todos a sostenerse en las nubes. ¡Ah! Pero nuestro entusiasmo era de dolor, y llorábamos (sábenlo el cielo y aquellas tumbas); y al querer dirigir la voz a la sombra de nuestro amigo, pedíamos al cielo el lenguaje de la triste inspiración que nos dominaba, y buscábamos en derredor de nosotros un intérprete de nuestra aflicción, un acento que reprodujera toda nuestra tristeza, una voz donde en común concierto sonasen acordes las notas de todos nuestros suspiros. Entonces, de en medio de nosotros, y como si saliera de bajo aquel sepulcro, vimos brotar y aparecer un joven, casi un niño, para todos desconocido. Alzó su-pálido semblante, clavó en aquella tumba y en el cielo una mirada sublime, y, dejando oír una voz que por primera vez sonaba en nuestros oídos, leyó en cortados y trémulos acentos los versos que van insertos al principio de la colección de sus poesías, y que el Sr. ROCA tuvo que arrancar de su mano, porque, desfallecido a la fuerza de su emoción, el mismo autor no pudo concluirlos. Nuestro asombro fue igual a   —8→   nuestro entusiasmo; y así que supimos el nombre del dichoso mortal que tan nuevas y celestiales armonías nos había hecho escuchar, saludamos al nuevo bardo con la admiración religiosa de que aún estábamos poseídos; bendijimos a la Providencia, que tan ostensiblemente hacía aparecer un genio sobre la tumba de otro; y los mismos que en fúnebre pompa habíamos conducido al ilustre LARRA a la mansión de los muertos, salimos de aquel recinto llevando en triunfo a otro poeta al mundo de los vivos, y proclamando con entusiasmo el nombre de ZORRILLA.

No he recordado aquí esta tarde por el placer de describir una escena grande y poética. Más poética y más grande fue seguramente que mi descolorida descripción, aunque en el torrente de las escenas que a nuestros ojos pasan ya se haya hundido, y ya casi todos la hayan olvidado. El autor de estas líneas no podrá borrarla de su memoria. Entonces empezó a sentir hacia el ilustre poeta a quien las consagra el afecto que con él le une, y que es demasiado tierno para que no forme época en su vida: entonces empezó el público a conocer las producciones de este ingenio; y la impresión que de ellas ha recibido es demasiado profunda para que no se marque muy distintamente en los anales de la literatura contemporánea. Pero no ha sido ésta precisamente la razón de recordar aquella escena. Yo he tomado nota de ella, y la he consignado al frente de estas páginas, porque aquella original aparición me ha sugerido las reflexiones que voy a hacer sobre la índole y carácter de estas poesías.

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Cuando oímos los versos de que acabo de hacer mención, todos los que tuvimos la fortuna de escucharlos, sentimos la inspiración que los había dictado, y comprendimos el idealismo en que estaban concebidos, porque también nosotros estábamos inspirados, y también nuestra existencia vagaba por las regiones de lo ideal y de lo eterno. Nos hallábamos al nivel del autor, a la altura de su mismo genio, y en estado de sentir lo que él tal vez no hizo más que expresar; porque entonces, como los primitivos poetas, como los bardos en sus banquetes, como Píndaro en los juegos olímpicos, tomaba entusiasmo de nuestro entusiasmo, llanto de nuestro llanto: era el foco del espejo, y reflejábanse en él concentrados los rayos que tal vez de nosotros mismos partían. Así que a nadie pudo ocurrírsele que aquella producción no fuese natural, espontánea, como su mirar, como su acento, como el color de su semblante y el llanto de sus ojos. Nadie pudo ver en ella la imitación de tal autor, o los principios de tal escuela: nadie discutió si era clásica o romántica, oriental o filosófica. Era una composición de allí, de aquel poeta, de aquel momento, de aquella escena, para nosotros, en nuestra lengua, en nuestra poesía, en poesía que nos arrebató, que nos electrizó, que comprendimos, y sobre cuyo mérito, género y formas no se suscitaron discusiones ni críticas. Y, sin embargo, el autor la había escrito algunos momentos antes de aquella reunión a solas en su gabinete, sin auditorio que le escuchara, y bajo la inspiración de su dolor y de su genio. Si a solas también la hubiera leído a cada uno de sus oyentes,   —10→   ¿hubiera producido el mismo efecto? ¿La hubieran hallado tan ideal, tan bella, tan original y tan espontánea? No, seguramente. Para uno hubiera sido incomprensible una frase; otro hubiera encontrado exageración o falta de verdad en un pensamiento: un oído fino hubiera sentido flojo, duro, o arrastrado, algún verso; un entendimiento metódico observaría la falta de orden, de conexión y enlace en sus ideas: cuál la tendría por vaga, y haría notar que su lectura no dejaba en el alma ninguna idea fija; y ¿qué más? La mayor parte tal vez no hubieran visto en ella más que una imitación de Víctor Hugo o de Lamartine. Pues lo que hubiera sucedido a aquella composición así leída, sucede todos los días, no precisamente con respecto al público, sino con respecto a los inteligentes y críticos, con otras que se han dado a luz. Todos ellos suscitan las mismas vanas y ociosas cuestiones; y sólo los corazones sensibles y no gastados, que se entregan de buena fe al ímpetu del sentimiento, y que unísonos, desde luego, al tono del poeta, vibran con todas las modulaciones de su laúd y obedecen a todos los caprichos de su inspiración, se encuentran con respecto a las demás poesías de este autor en el caso en que todos nos hallamos cuando su aparición en el cementerio. Entonces su inspiración había volado sola adonde nuestro entusiasmo voló después: después su inspiración siguió siempre la misma, tal vez más poderosa, más alta, más fuerte, más profunda; pero no siéndonos siempre posible ponernos en la esfera de su atracción, vemos a veces sus cuadros desde un punto en que no tienen perspectiva, o no oímos de   —11→   su lira más que el ruido de los trastes. De ahí la mayor parte de esas disputas y críticas; de ahí esas frases incomprensibles para los que quisieran hallar en los versos ecuaciones y silogismos; de ahí ese gongorismo para los que piensan que la poesía es sólo un modo de hablar, y no un modo de sentir, una manera de ser; de ahí, en fin, la pretensión de que estos versos son imitaciones de un autor, o doctrinas de una escuela, por parte de los que todavía están aferrados en creer que la poesía es ¡un arte de imitación! y que puede ser un método de hacer exposiciones de teorías políticas o sistemas filosóficos. Empero los que tienen corazón y alma, y los que saben que con el corazón y con el alma, y no con los dedos y con las palabras, se hacen los versos, saben también lo que significan estas impugnaciones y lo que hay en ellas de verdadero o inexacto. El autor de este prólogo está muy distante de creer que sean obras perfectas los primeros preludios poéticos del amigo a quien le consagra, y el entusiasmo que le arrebata no le ciega; ha querido, sin embargo, demostrar cómo muchos de los defectos que se atribuyen a una obra pueden consistir en el modo de juzgarla; y, sobre todo, ha querido protestar contra ese tema de que es imitación y amaneramiento de escuela lo que es tan espontáneo y tan natural como las flores del campo y como las rocas de los montes. Siglos hay, sí, que inspiran un mismo tono a todo aquel que los canta, principios, ideas y sentimientos generales, dominantes, humanitarios, que, presidiendo a una época y a una generación, se reproducen en todas sus obras y bajo todas sus formas.   —12→   Pero entonces la analogía no es el plagio, la semejanza no es la imitación, ni la consonancia el eco; entonces, por el contrario, la conformidad es el sello de la inspiración y de la originalidad; entonces dos obras se parecen, y distan entre sí un mundo entero; entonces dos autores se imitan sin conocerse; entonces se notan armonías y correspondencias entre la Biblia y HOMERO; entonces se copian SHAKESPEARE y CALDERÓN. Es un sol refulgente, que reverbera en todos los cuerpos que ilumina; es una luna melancólica, que reproducen todos los objetos que baña con sus pálidos rayos. Sí. El siglo de BYRON, de HUGO y de CHATEAUBRIAND debe inspirar también a los vates españoles; pero su inspiración no dejará de ser de ellos y de ser española, como del siglo y de los objetos que canten. Póngase cada uno a mirar sus cuadros a la luz que alumbra: verá tal vez en su fondo el reflejo del cielo que los cubre; pero no colores prestados de ajena paleta. Fórmese para cada composición un teatro como el del cementerio, y verán todos en ella la inspiración original, la naturalidad, la unción, la verdad, la belleza ideal y la celestial armonía que creyeron ver en la primera; percibirán clara y luminosamente lo que algunos no comprendieron, se sentirán en la presencia real de lo que tal vez les pareció visión y quimera, les sorprenderá la exactitud de lo que creyeron exagerado, y hallarán, por último, que lo que afectan llamar romanticismo no es más que la poesía, la naturaleza, la verdad.

A otra serie de reflexiones ha dado además lugar en mi alma la escena de aquella tarde, reflexiones que   —13→   algunos no comprenderán tampoco, y que otros muchos comprenderán solamente para fulminar contra ellas el anatema del ridículo y para acogerlas con la sardónica ironía que entre nosotros se afecta hacia todo lo que no es materialmente positivo y humanamente lógico; hacia todo lo que propende a hacer intervenir al cielo en lo que pasa en la tierra. Yo, empero, que creo en un orden de cosas superior al orden de los fenómenos que a nuestra razón y a nuestros sentidos es dado percibir y explicar; yo, que estoy persuadido de que no se hallan entre nosotros todas las causas de lo que a nuestros ojos sucede; acostumbrado a ver la mano de la Providencia en los sucesos al parecer más insignificantes de la vida, no es mucho que la conozca en aquellas ocasiones en que más ostensiblemente y con más solemnidad quiere como revelarse a nuestra vista. Sí, un poeta puede confesarlo; puede decir que cree en las causas finales, que cree en la predestinación, y que cree que si la humanidad toda concurre a la obra que la inteligencia suprema le ha trazado, cada hombre, y, sobre todo, cada especialidad, concurre a un objeto fijo y determinado. Sin esta creencia, el libro del mundo es un enigma incomprensible, y el de la historia un tejido de absurdos. Fiel a esta creencia, y juzgando que LARRA era algo en la tierra; que en esta nación, en esta agregación de nulidades, donde su existencia descollaba con tanto brillo, no en vano sus producciones habían fijado tan vivamente la atención pública, y que su pérdida dejaba un vacío no sólo en la literatura, sino en la sociedad; cuando a orillas del sepulcro del   —14→   malogrado escritor que nos dejaba vi brotar el poeta que nacía, el hecho era de demasiado bulto, la aparición demasiado fatídica para no reconocer en el nuevo genio una misión tan especial como la del primero. Los presentimientos que hasta ahora he tenido, fundados en esta opinión, no han sido nunca vanos; el que aquella tarde tuve no lo ha sido tampoco. Los acentos del nuevo bardo sorprendieron desde luego y arrebataron. Agitado de la calentura del genio y de la maravillosa fecundidad de que le ha dotado el cielo, en pocos meses ha lanzado al público una multitud de composiciones, que no pasaron efímeras, como la mayor parte de las fugitivas producciones de nuestros días, o conocidas sólo de los inteligentes, como las de épocas anteriores. Recibidas ora con admiración, ora con extrañeza, ora con entusiasmo, ora con desagrado, según las ideas y carácter de cada uno, no lo han sido nunca con indiferencia. Leídas y releídas, decoradas y oídas y recitadas por todos, el ansia con que se buscan los periódicos donde se publicaron algunas ha obligado a recogerlas en la presente colección. Y no sólo en elogios y alabanza ha consistido su popularidad. También son ellas las que más críticas e invectivas han suscitado; también han sido parodiadas y puestas en ridículo e imitadas por malos poetas, que es la más infeliz parodia; también han sido tachadas de inmorales, de incomprensibles, y hasta equiparadas en algún artículo de periódico a los discursos de varios célebres oradores de nuestras actuales Cortes. Pues bien; esta novedad y admiración, esas sátiras e invectivas, esas imitaciones de la   —15→   medianía y esas hostilidades de la envidia son el grande éxito, la corona del talento, el sello de la especialidad. Parece que nuestra época se afanaba en producir un poeta que estuviese a su nivel y en armonía con ella; que fuese como el representante literario de la nueva generación, de sus ideas, de sus sentimientos y creencias: varios jóvenes, al parecer con esta esperanza y con éxito más o menos feliz, se habían presentado hasta ahora en la escena, y el público no dejó de vislumbrar en ellos ráfagas de nueva luz, y sentir aliento de nueva vida; pero a la aparición de ZORRILLA ha visto ya el oriente de un astro muy luminoso. Tibios todavía sus primeros rayos, han despertado en su derredor todo un hemisferio de poesía; y si aún no ha nacido el sol, estrellas muy resplandecientes se eclipsaron ya ante su brillante crepúsculo. Si sus preludios marcan una aurora, sus cantos sellarán una época; si su aparición ha sido fatídica, su poesía será providencial; si el eco de su voz ha sobrecogido y su primera inspiración fascinado, muy trascendental y poderosa será la influencia que debe ejercer, y más anchurosa de lo que se cree la esfera de acción en que debe obrar su impulso.

¿Cuál será, empero, esta acción? ¿Cuál será el desarrollo de este germen? ¿Cuál será este fin? Yo he podido adivinarlo, pero no me atreveré a predecirlo, porque los arcanos del destino no se explican, ni los vuelos del genio se calculan. Permítasele, sin embargo, a un alma también poética formar esperanzas; y para formularlas y para dar una idea de las conjeturas que sobre lo futuro se presentan a la fantasía, permítasele   —16→   entrar en explicaciones del aspecto bajo que las cosas presentes se ofrecen a sus ojos. La imaginación, la amistad, el entusiasmo, podrán ejercer grande influencia en este análisis; pero el corazón, el sentimiento, la fantasía, son el único método analíticoaplicable a las obras de un poeta.

En el estado actual de nuestra indefinible civilización, la poesía, como todas las ciencias y artes, como todas las instituciones, como la pintura, la arquitectura y la música, como la filosofía y la religión, ha perdido su tendencia unitaria y simpática, y sus relaciones con la humanidad en general, porque no existiendo sentimientos ni creencias sociales, carece de base en que se apoye y de lazo que a la humanidad la ligue. Sin poder proclamar un principio que la sociedad ignora; sin poder encaminarse hacia un fin que la sociedad no conoce, ni dirigirse hacia un cielo en que la sociedad no cree, la poesía, dejando una región en la que no hallaba atmósfera para respirar, se ha refugiado, como a su último asilo, a lo más íntimo de la individualidad y del seno del hombre, donde, aun a despecho de la filosofía y del egoísmo, un corazón palpita y un espíritu inmortal vive. Pero el hombre en su aislamiento es el más miserable y desgraciado de los seres. La Providencia ha hecho necesaria para su dicha y su perfectibilidad la asociación; asociación que no es el agregado de muchos individuos de la especie humana, sino el conjunto de las facultades que en común poseen, la comunión de sus ideas y de sus sentimientos, de la inteligencia y de la simpatía. Mas hay épocas tristes   —17→   para la humanidad, en que estos lazos se rompen, en que las ideas se dividen y las simpatías se absorben; en que el mundo de la inteligencia es el caos, el del sentimiento el vacío; en que el hombre no ejercita su pensamiento sino en el análisis y en la duda, y no conserva su corazón sino para sentir la soledad que le rodea y el abismo de hielo en que yace. Entonces el genio puede volar aún, pero vuela como el Satanás de MILTON, solitario y por el caos: el sol le causa pena, la belleza del mundo, envidia. Su poesía es solitaria como él, y como él triste y desesperada. Canta o más bien llora sus infortunios, su cielo perdido, el fuego concentrado en su corazón, las luchas de su inteligencia y las contrariedades de su enigmático destino. Sus relaciones con la naturaleza no pueden ser expansivas, ni sus relaciones con los hombres simpáticas. Replegado en su individualismo, sus relaciones con Dios podrán aún ser muy vivas; pero sólo en su presencia, si la reconoce, y sólo tal vez en el universo, si ha renegado de la Providencia, los himnos que debían consagrarse a una religión de amor serán solamente gritos de desesperación y de impío despecho, o extravíos de un abstracto y estéril misticismo. Tal es, a mis ojos, el carácter de la época presente; tal es también su poesía; la poesía dominante, la poesía elegíaca actual: poesía de vértigo, de vacilación y de duda; poesía de delirio, o de duelo; poesía sin unidad, sin sistema, sin fin moral ni objeto humanitario, y poesía, sin embargo, que se hace escuchar y que encuentra simpatías porque los acentos de un alma desgraciada hallan dondequiera su cuerda unísona, y   —18→   van a herir profunda y dolorosamente a todas las almas sensibles en el seno de su soledad y desconsuelo. ZORRILLA ha empezado, y no podía menos de empezar, por este género. Hijo del siglo, le ha pagado también su tributo de lágrimas; ha pasado por bajo el yugo de su tiranía; ha llorado también a solas, y ha dado al viento sus sollozos; ha golpeado su frente de poeta contra el calabozo que le aprisionaba; ha forcejeado por quebrantar cadenas que no son lazos; ha invocado el auxilio de un Dios, y ha renegado del cielo; ha cantado el éxtasis de los bienaventurados y saludado a la Reina de los ángeles, y ha lanzado gemidos de desesperación infernal y llamado en su socorro la muerte y la nada.

Y cuando la fuerza expansiva de la inspiración, arrancándole de su individualismo, le lanzó a más ancha esfera y le hizo recorrer, a pesar suyo, la sociedad que se agitaba a su alrededor, no se deslumbraron sus ojos con el brillo que despedía el oropel de la civilización, sino que, intuitivamente penetrantes, bien conocieron sobre el lecho de oro y púrpura a la enferma que agonizaba abandonada y sola, y bien acertaron a ver más allá, bajo la suntuosa lápida del sepulcro cincelado, la brillante mortaja de seda y pedrería, pronta a cubrir la fetidez de un cuerpo presa ya de la gangrena y de la muerte.

El instinto perspicaz de su inspiración le ha representado al mundo moral en su espantosa anarquía y desnivel, en su desorganización y fealdad. Y arrebatado a tal vista de un vértigo de tristeza y amargura, asomó   —19→   a sus labios aquella risa horriblemente sardónica con que el hombre, en el último extremo de desesperación y miseria, escarneciendo a los demás y a sí mismo, pregunta al cielo como burlándose qué es lo que tal desorden significa, duda si se debe tomar a serio la suerte de la humanidad, mezcla reflexiones profundas y terribles con sátiras amargas y ridículos contrastes, y entre el llanto de un funeral hace oír las carcajadas de una orgía. Entonces, evocando la sombra de Cervantes, tiene con ella el singular diálogo en que nuestro poeta se mofa de sus tiempos tan a su sabor (si bien con otra hiel y tristeza) como aquel genio inmortal parodiaba los suyos. Entonces, personificando en Venecia a todas las naciones degradadas y a todos los pueblos corrompidos, después de haber descrito, en versos dignos de CALDERÓN y de BYRON, la grandeza de su antiguo poderío y el polvo y cieno en que desde su elevación se hundieron, repentinamente levanta una carcajada para apagar sus gemidos, y termina su fúnebre canto entre la báquica algazara de un festín, como se suele ver en tiempos de peste y mortandad entregarse los hombres a desórdenes y excesos, para apurar los goces de su existencia, amenazada entre la embriaguez de los placeres. Y, por último, en otro momento de inspiración más poderosa y más profunda, abarcando de un solo golpe de vista eminentemente sintético el cuadro de todos los vicios y de todas las monstruosas desigualdades de la sociedad, la pinta de una sola pincelada en cuatro versos dignos de la pluma de LAMENNAIS, y que equivalen a todo un volumen de filosofía, en que,   —20→   dirigiendo sobre el banquete de la vida una mirada más terrible que la de DANIEL sobre el convite de BALTASAR, dice que


Unos cayeron beodos,
Otros de hambre cayeron,
Y todos se maldijeron,
Que eran infelices todos.



Empero lo que más caracteriza al genio es no ser exclusivamente órgano de la época en que vive y presentir la que nace en medio de las inspiraciones de lo que existe. Así HOMERO adivinó los tiempos de LICURGO y de SOLÓN; así VIRGILIO casi pertenece al cristianismo y a la Edad Media; así el DANTE apenas se concibe cómo haya escrito en el siglo XIII; así CERVANTES, en una edad caballeresca todavía, predecía y aceleraba el prosaísmo del siglo XVIII; y por eso el instinto de todos los pueblos ha reconocido siempre en la inspiración poética el don de la profecía. El genio actual conserva aún reconcentrado todo lo que en la humanidad debía haber y todo lo que habrá sin duda, porque todavía sus gérmenes existen, no en la sociedad, pero sí en los individuos; para él aún puede haber creencias, y virtudes, e ilusiones, y amor, y abnegación, y heroísmo, e interés, que no sean de la tierra, y un pensamiento de Dios, una memoria del cielo, una esperanza de inmortalidad. Por eso nuestro poeta no tardó en conocer que la poesía a que le arrastraba su siglo era estéril y transitoria, como debe serlo esta época de desorganización y de duda, como debe serlo el egoísmo que nos disuelve y el escepticismo que nos hiela, y, parándose en su carrera   —21→   y apartándose de la boca del Tártaro, adonde caminaba, y subiéndose a un puesto más avanzado y más digno de su misión, ha visto la naturaleza bella, risueña, iluminada, viva y animada como Dios la creó, para servir de teatro a la virtud y a la inteligencia del hombre; y tiñendo su pluma de los colores del iris y de los celajes del Oriente, ha dirigido a la humanidad palabras de amor y consuelo, himnos de bendición y alabanza al Creador.


¡Bello es el mundo! ¡Sí! ¡la vida es bella!
Dios en sus obras el placer derrama.

Entonces, en medio del negro horizonte que le circundaba, una brisa de esperanza agitó su alma y un rayo del sol del porvenir iluminó su frente; empero su musa, antes de lanzarle en las profundidades de lo futuro, quiso anudar en su espíritu la cadena de las tradiciones, sin las que no hay sociedad ni poesía, y llevarle a recorrer primero los venerables restos de lo pasado. Su imaginación debía encontrar todavía en ellos una sociedad homogénea y compacta de religión y de virtud, de grandeza y de gloria, de riqueza y sentimiento, y su pluma no pudo menos de hacer contrastar con lo que hay de mezquino, glacial y ridículo en la época actual, con lo que tienen de magnífico, solemne y sublime los recuerdos de los tiempos caballerescos y religiosos. Y el primero entre nuestros poetas que ha sentido la necesidad de buscar en estas creencias y tradiciones los gérmenes de grandeza y sociabilidad que abrigaban, y que es preciso desenterrar de los abismos   —22→   de lo pasado los tesoros del porvenir, ha sido también el primero a dar vida poética a nuestros olvidados monumentos religiosos, y a poner en escena las sagradas y grandiosas solemnidades que hacían las delicias de nuestros padres. Bajo su pluma vemos levantarse de entre el polvo y el cieno que la cubren como un sepulcro olvidado, la severa capital del imperio godo, revestida del armiño de sus reyes y de la púrpura de sus prelados, guerrera como sus héroes y sus armas, religiosa y política como sus concilios: trocada después por el árabe voluptuoso en una mansión de placeres, asistimos a sus fiestas y a sus torneos y caballerescas justas, perfumados de los aromas de Oriente, adornados de galas, plumas, seda y pedrería, y respirando el aliento de las huríes de Mahoma; pero en seguida vemos alzarse gigantesca, y descollar por sobre todas estas memorias, la catedral primada, símbolo arquitectural del cristianismo, con los estandartes de piedra de sus torres, con las lenguas de bronce de sus campanas, y presenciamos los sagrados ritos de la religión más bella que ha existido sobre la tierra, oímos el órgano cantando sus solemnes misterios por la céntuple garganta de los tubos de metal, y escuchamos a la par el canto de los sacerdotes, el crujir de sus tisúes y brocados, y nos deslumbra el brillo de mil lámparas reflejado en el oro de los altares y en los diamantes del tabernáculo; y prosternados con el pueblo que asiste a tan grandioso espectáculo, nos embriagamos de luz y de armonía, de aroma de incienso y de música del cielo, y se apodera de nosotros el éxtasis que remeda   —23→   en la tierra el arrobo santo de los bienaventurados. En aquel momento los gemidos de dolor cesan; los sollozos de amargura, los ayes de impotencia y despecho se convierten en lágrimas de santa ternura y en himnos de esperanza; el desprecio de la vida y el odio a los hombres da lugar a la idea de la inmortalidad, premio de una existencia de virtudes y amor. La sociedad que veíamos dispersa sobre la superficie de la tierra, reunida bajo las bóvedas del templo, nos parece no tener más que un sentimiento, una voz, una oración que elevar al cielo con el humo de sus ofrendas; allí están todas las artes; allí está la música, la pintura, la escultura, la arquitectura, todas concurriendo a un fin común, todas formando un concierto de los talentos del hombre: el templo abarca toda la vida; la religión completa el cuadro de la poesía, como es la clave de la sociedad; y al volver de nuestro arrobamiento, al sentirnos en la realidad de nuestra existencia, no podemos menos de consagrar un suspiro de pesar por esos bellos tiempos que se han perdido; un ¡ay! por esos placeres de nuestros padres, por esa fe que alimentaba su vida; una lágrima por esa religión abandonada; un movimiento de sagrado respeto hacia las venerandas reliquias que de ellas nos quedan.

Tal es el efecto de las variadas y profundas sensaciones que este poeta sabe excitar con su maravilloso canto; tal es el cuadro que presentan a mis ojos las páginas de un libro donde algunos no verán tal vez más que figuras dislocadas, versos inconexos, ideas contradictorias; tal es el pensamiento unitario trascendental   —24→   y profundamente filosófico que resulta de estas inspiraciones, la idea moral que preside a su redacción, y el hilo de unión que liga con una trama invisible, pero fuerte, los varios trozos de este mosaico precioso. Pero este pensamiento y esta moralidad la buscarán en vano los que crean hallarla en máximas y en tiradas de sentencias. Para lectores de esta clase no ha escrito ZORRILLA, ni a la verdad yo tampoco. La filosofía de que yo hablo es una filosofía viva, animada, que transpira y brota en las cosas y no en las palabras, como un jardín delicioso inspira ideas de placer, como la armonía de un concierto infunde sentimientos de amor o de melancolía, como la vista del cielo y las maravillas de la naturaleza proclaman la existencia de Dios.

Sin embargo, se me dirá: ¿ha sido el pensamiento que yo descubro el pensamiento del autor? ¿Tuvo presente el objeto que yo le asigno, al obedecer a las inspiraciones que le han dictado sus cuadros fantásticos y sus armoniosos himnos? ¿Ha pensado por ventura en el fin social de sus versos, y ha pretendido enlazarlos en un conjunto regular y en un sistema poético, el joven genio que no ha hecho acaso más que ceder al ímpetu de su imaginación en una hora de arrebato, y en fijar con la pluma las instantáneas imágenes, las fugaces sensaciones que pasaban por su existencia, tal vez para no recordársele jamás? ¿Ha descendido a estas consideraciones filosóficas, a este análisis moral y religioso de sus obras, a este cálculo previo del plan de sus trabajos? No, sin duda; y si hubiera sido capaz de concebirlo, no lo hubiera sido de realizarlo; el genio no   —25→   raciocina, y los poetas, como todas las especialidades del mundo, no tienen la conciencia de lo que son: cumplen su destino sin saberlo, e ignoran la teoría de la obra misma que son llamados a edificar, y el poder de los principios mismos que vienen a proclamar y difundir. Por eso los que viven a su inmediación suelen juzgarlos con la mayor inexactitud cuando creen ufanos que sólo ellos están en el secreto del genio; y porque ellos ven de cerca una tela tiznada de borrones y manchada con informes figuras, piensan que son ilusiones y fantásticas quimeras los primores que otros ven de lejos en un cuadro lleno de verdad y de vida. Ellos no ven más que al individuo donde debían ver al poeta; no ven más que al autor, cuando debían examinar la obra, y miden al Escorial por la estatura de HERRERA. Oyen los lamentos de un hombre en cuyo rostro suele brillar la alegría, y no saben que son los gemidos de una generación entera los que se exhalan de su pecho, y el llanto de todo un siglo el que humedece las cuerdas de su lira. Ven al mortal afortunado acaso quejarse de una sociedad en que es amado, en que vive tal vez en el seno de los placeres, y no saben que a un alma eminentemente simpática no le bastan los placeres de una existencia sola, y que la esponja de su corazón embebe y derrama la amargura de diez millones de infelices. Ven al hombre del mundo tal vez indiferente e incrédulo, predicando la religión y los misterios, y no conocen la terrible personificación del siglo ateo, obligado a arrastrarse al pie de los altares, buscando un resto de fuego que reanime su helada existencia, e implorando   —26→   por gracia al cielo una creencia, un rayo de verdad que alumbre a la humanidad y la enseñe la senda de su destino en la espantosa noche del escepticismo que la circunda. No. Ellos no ven ni al hombre moral siquiera, al individuo en sus interioridades, en sus ilusiones, en sus flaquezas, en sus contrastes y en sus misterios; no ven más que al hombre uniformemente vestido del café y del paseo, del teatro y de la orgía; al hombre que se modela por los demás, y que se hace más superficial, más pequeño, más material y positivo de lo que es en el fondo de su corazón, y luego exclaman: ¡He aquí el hombre! ¡He aquí el filósofo! ¡He aquí el poeta! Pero la sociedad sólo ve el genio, sólo contempla y admira la creación de la inteligencia y de la inspiración. Él se la lanza como la Pitonisa el oráculo, como la estatua de MEMNÓN su armonía; ella la recibe, ella la descifra, ella la comprende.

Sí, poeta: la sociedad te comprenderá mejor que los sabios y que los eruditos. Tus mágicos preludios no serán perdidos ni infecundos. Sigue a tu grandiosa carrera; avanza de tu aurora a tu porvenir de gloria y esplendor. Tú has cantado los dolores del corazón, los misterios del alma, las maravillas de la naturaleza y el poder de la inspiración. Tú, manchado de polvo y de fango el cuadro chillante y desentonado de una civilización anárquica y desnivelada; tú has matizado con los tintes de la luz de oriente las sombras de la edad pasada, y nos has mostrado una luz todavía encendida en el fondo de los antiguos sepulcros. Sigue. El destino tal vez te reserva otra carrera y te prepara otra corona;   —27→   tu poesía se lanzará hacia un nuevo período más brillante y más filosófico; tú conoces que lo presente no es digno de ti; pero debes saber también que lo pasado es estéril; que lo que ha muerto una vez no resucita jamás, y que es ley de la Providencia que la humanidad no retroceda nunca. El porvenir te aguarda; ese porvenir misterioso que se cierne sobre la Europa, y con cuyos encantos soñamos como se sueña en la adolescencia con las gracias de una querida que se forja el corazón. Esa edad por que la juventud suspira; esa edad invocada por los votos de nuestros corazones; esa edad, tierra de promisión en este desierto para nuestras fervientes y religiosas esperanzas, tuya es, y antes que nosotros debe llegar a ella esa fantasía, que a velas desplegadas boga por el mar de los tiempos. A tu musa está reservado pintar esas maravillas desconocidas y rasgar a nuestros ojos el velo a cuyo través ahora ni vagamente se trasluce. Tú sólo serás capaz de realizar en tus proféticas creaciones ese apocalipsis de la inteligencia, esa época de reorganización y de armonía en que la grandeza de los antiguos tiempos se multiplique por la belleza y progresos de la civilización moderna, despojada ésta de su egoísmo como aquéllos de su barbarie; en que una ley universal de justicia, sabiduría y libertad reúna en una común familia las naciones, ahora aisladas, y en que una religión de amor y paz realice sobre la tierra el glorioso destino a que la humanidad es llamada.

Sí, poeta. Tal vez tus versos nos pinten lo que los políticos no se atreven a calcular; tal vez a tu canto se   —28→   revele lo que a la filosofía no le es dado prever. La Providencia no te ha hecho aparecer en vano; y pues que te evocó de una tumba, tú debes saber cosas que los mortales ignoramos. Cumple, pues, tu misión sobre la tierra. No importa que los que a sí mismos se desprecian; los que no se creen nacidos con fin alguno; los que piensan que existen arrojados por el acaso, como piedras, en el pozo de la vida; los que niegan la previsión de la inteligencia suprema, la divinidad del espíritu humano, su imperio sobre el mundo, y los que, a trueque de no reconocer los privilegios del genio, nieguen también su existencia, hayan ridiculizado esa frase tuya, y tomen un pensamiento de piedad por un pensamiento de soberbia. Tú, empero, que crees en ella porque oyes dentro de ti la voz divina que te la dicta, sigue sereno, a pesar de las tempestades que en el horizonte asomen, la inspiración sublime que te lleva a otro mundo. Yo te he visto partir, mi querido amigo; yo también había querido lanzarme en ese océano; pero, delante de ti, he recogido mis velas, y me he quedado en la ribera, siguiéndote con mi vista y con mis votos. Sí; yo, en mis ilusiones, había creído también que tenía una misión que cumplir. Has venido tú, y me queda una bien dulce, bien deliciosa: la de admirarte y de ser tu amigo.

Madrid, 14 de Octubre de 1837.

NOTA DEL EDITOR. Para demostrar la exactitud de los vaticinios hechos por el señor Pastor Díaz en este prólogo, he creído oportuna su inserción antes del drama que ha creado al Sr. Zorrilla la reputación que goza en el mundo de las letras.



  —29→  

imagen



  —30→     —31→  

AL SEÑOR
DON FRANCISCO LUIS
DE VALLEJO

EN PRENDA DE BUENA MEMORIA

Su mejor amigo,
JOSÉ ZORRILLA.

Madrid.- Marzo de 1844.



  —32→     -[fol. 2r]-     -[fol. 2v]-     -[fol. 3r]-     -[fol. 3v]-     -[fol. 4r]-     -[fol. 4v]-     -[fol. 5r]-     -[fol. 5v]-     -[fol. 6r]-     -[fol. 6v]-  
PERSONAJES
 

 
DON JUAN TENORIO.
DON LUIS MEJÍA.
DON GONZALO DE ULLOA,   comendador de Calatrava.
DON DIEGO TENORIO.
DOÑA INÉS DE ULLOA.
DOÑA ANA DE PANTOJA.
CRISTÓFANO BUTTARELLI.
MARCOS CIUTTI.
BRÍGIDA.
PASCUAL.
EL CAPITÁN CENTELLAS.
DON RAFAEL DE AVELLANEDA.
LUCÍA.
LA ABADESA DE LAS CALATRAVAS DE SEVILLA.
LA TORNERA DE ÍDEM.
GASTÓN.
MIGUEL.
UN ESCULTOR.
ALGUACIL 1.º
ALGUACIL 2.º
UN PAJE   (que no habla).
LA ESTATUA DE DON GONZALO   (él mismo).
LA SOMBRA DE DOÑA INÉS   (ella misma).
 

Caballeros, sevillanos, encubiertos, curiosos, esqueletos, estatuas, ángeles, sombras, justicia y pueblo.

   

La acción en Sevilla, por los años de 1545, últimos del emperador Carlos V. Los cuatro primeros actos pasan en una sola noche. Los tres restantes, cinco años después y en otra noche.

 



  —33→     -[fol. 7r]-  

ArribaAbajoParte I


ArribaAbajoActo I

Libertinaje y escándalo


  —34→     -[fol. 7v]-    

DON JUAN, DON LUIS, DON DIEGO, DON GONZALO, BUTTARELLI, CIUTTI, CENTELLAS, AVELLANEDA, GASTÓN, MIGUEL. Caballeros, curiosos, enmascarados, rondas.

    -[fol. 8r]-    

Hostería de Cristófano BUTTARELLI. Puerta en el fondo que da a la calle; mesas, jarros y demás utensilios propios de semejante lugar.

    —35→  

imagen


Escena I

 

DON JUAN, con antifaz, sentado a una mesa escribiendo, CIUTTI y BUTTARELLI, a un lado esperando. Al levantarse el telón, se ven pasar por la puerta del fondo máscaras, estudiantes y pueblo con hachones, músicas, etc.

 
DON JUAN
   ¡Cuál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!

 (Sigue escribiendo.) 

  —36→  
BUTTARELLI

  (A CIUTTI.) 

   Buen Carnaval.
CIUTTI

  (A BUTTARELLI.) 

Buen agosto
5
para rellenar la arquilla.
BUTTARELLI
¡Quiá! Corre ahora por Sevilla
poco gusto y mucho mosto.
   Ni caen aquí buenos peces,
que son casas mal miradas10
por gentes acomodadas,
y atropelladas a veces.
CIUTTI
   Pero hoy...
BUTTARELLI
Hoy no entra en la cuenta,
Ciutti; se ha hecho buen trabajo.
CIUTTI
¡Chist! habla un poco más bajo,15
que mi señor se impacienta
   pronto.
BUTTARELLI
¿A su servicio estás?
CIUTTI
Ya ha un año.
BUTTARELLI
¿Y qué tal te sale?
  -[fol. 8v]-  
CIUTTI
No hay prior que se me iguale;
tengo cuanto quiero, y más.20
—37→
   Tiempo libre, bolsa llena,
buenas mozas y buen vino.
BUTTARELLI
Cuerpo de tal, ¡qué destino!
CIUTTI

  (Señalando a DON JUAN.) 

Y todo ello a costa ajena.
BUTTARELLI
   Rico, ¿eh?
CIUTTI
Varea la plata.
25
BUTTARELLI
¿Franco?
CIUTTI
Como un estudiante.
BUTTARELLI
¿Y noble?
CIUTTI
Como un infante.
BUTTARELLI
¿Y bravo?
CIUTTI
Como un pirata.
BUTTARELLI
   ¿Español?
CIUTTI
Creo que sí.
BUTTARELLI
¿Su nombre?
CIUTTI
Lo ignoro en suma.
30
  —38→  
BUTTARELLI
¡Bribón! ¿Y dónde va?
CIUTTI
Aquí.
BUTTARELLI
Largo plumea.
CIUTTI
Es gran pluma.
BUTTARELLI
   ¿Y a quién mil diablos escribe
tan cuidadoso y prolijo?
CIUTTI
A su padre.
BUTTARELLI
¡Vaya un hijo!
35
CIUTTI
Para el tiempo en que se vive,
   es un hombre extraordinario.
Pero calla.
DON JUAN

 (Cerrando la carta.) 

Firmo y plego.
¡Ciutti!
CIUTTI
Señor.
DON JUAN
Este pliego
irá, dentro del Horario40
   en que reza doña Inés,
a sus manos a parar.
  —39→  
CIUTTI
¿Hay respuesta que aguardar?
DON JUAN
Del diablo con guardapiés
   que la asiste, de su dueña,45
-[fol. 9r]-
que mis intenciones sabe,
recogerás una llave,
una hora y una seña;
   y más ligero que el viento,
aquí otra vez.
CIUTTI
Bien está.
50
 

(Vase.)

 

  —40→  

Escena II

 

DON JUAN y BUTTARELLI.

 
DON JUAN
Cristófano, vieni quá.
BUTTARELLI
Eccellenza!
DON JUAN
Senti.
BUTTARELLI
Sento.
    Ma ho imparato il castigliano,
se è più facile al signor
la sua lingua...
DON JUAN
Sí, es mejor:
55
lascia dunque il tuo toscano,
   y dime: don Luis Mejía
¿ha venido hoy?
BUTTARELLI
Excelencia,
no está en Sevilla.
DON JUAN
¿Su ausencia
dura en verdad todavía?60
BUTTARELLI
   Tal creo.
  —41→  
DON JUAN
¿Y noticia alguna
no tienes de él?
BUTTARELLI
¡Ah! Una historia
me viene ahora a la memoria
que os podrá dar...
DON JUAN
¿Oportuna
   luz sobre el caso?
BUTTARELLI
Tal vez.
65
DON JUAN
Habla, pues.
BUTTARELLI

 (Hablando consigo mismo.) 

No, no me engaño;
-[fol. 9v]-
esta noche cumple el año,
lo había olvidado.
DON JUAN
¡Pardiez!
   ¿Acabarás con tu cuento?
BUTTARELLI
Perdonad, señor; estaba70
recordando el hecho.
DON JUAN
Acaba,
¡vive Dios! que me impaciento.
BUTTARELLI
   Pues es el caso, señor,
que el caballero Mejía,
—42→
por quien preguntáis, dio un día75
en la ocurrencia peor
que ocurrírsele podía.
DON JUAN
   Suprime lo al hecho extraño;
que apostaron me es notorio
a quién haría en un año,80
con más fortuna, más daño,
Luis Mejía y Juan Tenorio.
BUTTARELLI
   ¿La historia sabéis?
DON JUAN
Entera;
por eso te he preguntado
por Mejía.
BUTTARELLI
¡Oh! me pluguiera
85
que la apuesta se cumpliera,
que pagan bien y al contado.
DON JUAN
   ¿Y no tienes confianza
en que don Luis a esta cita
acuda?
BUTTARELLI
¡Quiá! ni esperanza;
90
el fin del plazo se avanza,
y estoy cierto que maldita
   la memoria que ninguno
guarda de ello.
  —43→  
DON JUAN
Basta ya.
Toma.
BUTTARELLI
Excelencia, ¿y de alguno
95
de ellos sabéis vos?
DON JUAN
Quizá.
  -fol. 10r-  
BUTTARELLI
¿Vendrán, pues?
DON JUAN
Al menos uno;
   mas por si acaso los dos
dirigen aquí sus huellas
el uno del otro en pos,100
tus dos mejores botellas
prevenles.
BUTTARELLI
Mas...
DON JUAN
¡Chito...!. Adiós.

  —44→  

Escena III

 

BUTTARELLI.

 
BUTTARELLI
   ¡Santa Madona! De vuelta
Mejía y Tenorio están
sin duda... y recogerán105
los dos la palabra suelta.
   ¡Oh! sí; ese hombre tiene traza
de saberlo a fondo.
 

(Ruido adentro.)

 
Pero
¿qué es esto?

 (Se asoma a la puerta.) 

¡Anda! el forastero
está riñendo en la plaza.110
   ¡Válgame Dios! ¡Qué bullicio!
¡Cómo se le arremolina
chusma... y cómo la acoquina
él solo! ¡Uf! ¡Qué estropicio!
   ¡Cuál corren delante de él!115
No hay duda, están en Castilla
los dos, y anda ya Sevilla
toda revuelta. ¡Miguel!

  —45→  

Escena IV

 

BUTTARELLI y MIGUEL.

 
MIGUEL
¿Che comanda?
BUTTARELLI
Presto, qui
servi una tabola, amico,120
-fol. 10v-
e del Lacryma più antico
porta due buttiglie.
MIGUEL
Si,
    signor padron.
BUTTARELLI
Micheletto,
apparechia in carità
lo più ricco, que si fa, 125
afrettati!
MIGUEL
Gia mi afretto,
    signor padrone.
 

(Vase.)

 

  —46→  

Escena V

 

BUTTARELLI y DON GONZALO.

 
DON GONZALO
Aquí es.
¿Patrón?
BUTTARELLI
¿Qué se ofrece?
DON GONZALO
Quiero
hablar con el hostelero.
BUTTARELLI
Con él habláis; decid, pues.130
DON GONZALO
   ¿Sois vos?
BUTTARELLI
Sí, mas despachad,
que estoy de priesa.
DON GONZALO
En tal caso,
ved si es cabal y de paso
esa dobla, y contestad.
BUTTARELLI
   ¡Oh, excelencia!
  —47→  
DON GONZALO
¿Conocéis
135
a don Juan Tenorio?
BUTTARELLI
Sí.
DON GONZALO
¿Y es cierto que tiene aquí
hoy una cita?
BUTTARELLI
¡Oh! ¿seréis
   vos el otro?
DON GONZALO
¿Quién?
BUTTARELLI
Don Luis.
DON GONZALO
No; pero estar me interesa140
-[fol. 11r]-
en su entrevista.
BUTTARELLI
Esta mesa
les preparo; si os servís
   en esotra colocaros,
podréis presenciar la cena
que les daré... ¡Oh! será escena145
que espero que ha de admiraros.
DON GONZALO
   Lo creo.
BUTTARELLI
Son, sin disputa,
los dos mozos más gentiles
—48→
de España.
DON GONZALO
Sí, y los más viles
también.
BUTTARELLI
¡Bah! Se les imputa
150
   cuanto malo se hace hoy día;
mas la malicia lo inventa,
pues nadie paga su cuenta
como Tenorio y Mejía.
DON GONZALO
   ¡Ya!
BUTTARELLI
Es afán de murmurar,
155
porque conmigo, señor,
ninguno lo hace mejor,
y bien lo puedo jurar.
DON GONZALO
   No es necesario más...
BUTTARELLI
¿Qué?
DON GONZALO
Quisiera yo ocultamente160
verlos, y sin que la gente
me reconociera.
BUTTARELLI
A fe
   que eso es muy fácil, señor.
Las fiestas de Carnaval,
al hombre más principal165
—49→
permiten sin deshonor
   de su linaje, servirse
de un antifaz, y bajo él,
-[fol. 11v]-
¿quién sabe, hasta descubrirse,
de qué carne es el pastel?170
DON GONZALO
   Mejor fuera en aposento
contiguo...
BUTTARELLI
Ninguno cae
aquí.
DON GONZALO
Pues entonces trae
el antifaz.
BUTTARELLI
Al momento.

  —50→  

Escena VI

 

DON GONZALO.

 
DON GONZALO
   No cabe en mi corazón175
que tal hombre pueda haber,
y no quiero cometer
con él una sinrazón.
   Yo mismo indagar prefiero
la verdad... mas, a ser cierta180
la apuesta, primero muerta
que esposa suya la quiero.
   No hay en la tierra interés
que si la daña me cuadre;
primero seré buen padre,185
buen caballero después.
   Enlace es de gran ventaja,
mas no quiero que Tenorio
del velo del desposorio
la recorte una mortaja.190

  —51→  

Escena VII

 

DON GONZALO y BUTTARELLI, que trae un antifaz.

 
BUTTARELLI
   Ya está aquí.
  -[fol. 12r]-  
DON GONZALO
Gracias, patrón;
¿Tardarán mucho en llegar?
BUTTARELLI
Si vienen, no han de tardar;
cerca de las ocho son.
DON GONZALO
   ¿Esa es la hora señalada?195
BUTTARELLI
Cierra el plazo, y es asunto
de perder quien no esté a punto
de la primer campanada.
DON GONZALO
   Quiera Dios que sea una chanza,
y no lo que se murmura.200
BUTTARELLI
No tengo aún por muy segura
de que cumplan, la esperanza;
   pero si tanto os importa
—52→
lo que ello sea saber,
pues la hora está al caer,205
la dilación es ya corta.
DON GONZALO
   Cúbrome, pues, y me siento.

 (Se sienta a una mesa a la derecha, y se pone el antifaz.) 

BUTTARELLI

 (Aparte.) 

Curioso el viejo me tiene
del misterio con que viene...
y no me quedo contento210
   hasta saber quién es él.

 (Limpia y trajina, mirándole de reojo.) 

DON GONZALO

 (Aparte.) 

¡Que un hombre como yo tenga
que esperar aquí, y se avenga
con semejante papel!
   En fin, me importa el sosiego215
de mi casa, y la ventura
de una hija sencilla y pura,
y no es para echarlo a juego.

  —53→  

Escena VIII

 

DON GONZALO, BUTTARELLI y DON DIEGO, a la puerta del fondo.

 
DON DIEGO
   La seña está terminante,
aquí es; bien me han informado;220
llego pues.
BUTTARELLI
¿Otro embozado?
  -[fol. 12v]-  
DON DIEGO
¿Ah de esta casa?
BUTTARELLI
Adelante.
DON DIEGO
   ¿La Hostería del Laurel?
BUTTARELLI
En ella estáis, caballero.
DON DIEGO
¿Está en casa el hostelero?225
BUTTARELLI
Estáis hablando con él.
DON DIEGO
   ¿Sois vos Buttarelli?
  —54→  
BUTTARELLI
Yo.
DON DIEGO
¿Es verdad que hoy tiene aquí
Tenorio una cita?
BUTTARELLI
Sí.
DON DIEGO
¿Y ha acudido a ella?
BUTTARELLI
No.
230
DON DIEGO
   ¿Pero acudirá?
BUTTARELLI
No sé.
DON DIEGO
¿Le esperáis vos?
BUTTARELLI
Por si acaso
venir le place.
DON DIEGO
En tal caso,
yo también le esperaré.

 (Se sienta al lado opuesto a DON GONZALO.) 

BUTTARELLI
   ¿Que os sirva vianda alguna235
queréis mientras?
DON DIEGO
No; tomad.
  —55→  
BUTTARELLI
¿Excelencia?
DON DIEGO
Y excusad
conversación importuna.
BUTTARELLI
   Perdonad.
DON DIEGO
Vais perdonado;
dejadme, pues.
BUTTARELLI

 (Aparte.) 

¡Jesucristo!
240
En toda mi vida he visto
hombre más mal humorado.
DON DIEGO

 (Aparte.) 

   ¡Que un hombre de mi linaje
descienda a tan ruin mansión!
Pero no hay humillación245
a que un padre no se baje
   por un hijo. Quiero ver
por mis ojos la verdad,
y el monstruo de liviandad
a quien pude dar el ser.250
 

(BUTTARELLI, que anda arreglando sus trastos, contempla desde el fondo a DON GONZALO y a DON DIEGO, que permanecerán embozados y en silencio.)

 
BUTTARELLI
   ¡Vaya un par de hombres de piedra!
-[fol. 13r]-
Para éstos sobra mi abasto;
mas, ¡pardiez!, pagan el gasto
que no hacen, y así se medra.

  —56→  

Escena IX

 

DON GONZALO, DON DIEGO, BUTTARELLI, el Capitán CENTELLAS, AVELLANEDA y dos caballeros.

 
AVELLANEDA
   Vinieron, y os aseguro255
que se efectuará la apuesta.
CENTELLAS
Entremos, pues. ¿Buttarelli?
BUTTARELLI
Señor capitán Centellas,
¿vos por aquí?
CENTELLAS
Sí, Cristófano.
¿Cuándo aquí sin mi presencia260
tuvieron lugar las orgias
que han hecho raya en la época?
BUTTARELLI
Como ha tanto tiempo ya
que no os he visto...
CENTELLAS
Las guerras
del Emperador a Túnez265
—57→
me llevaron; mas mi hacienda
me vuelve a traer a Sevilla;
y, según lo que me cuentan,
llego lo más a propósito
para renovar añejas270
amistades. Conque apróntanos
luego unas cuantas botellas,
y en tanto que humedecemos
la garganta, verdadera
relación haznos de un lance275
sobre el cual hay controversia.
BUTTARELLI
Todo se andará; mas antes
dejadme ir a la bodega.
VARIOS
Sí, sí.

  —58→  

Escena X

 

Dichos, menos BUTTARELLI.

 
CENTELLAS
Sentarse, señores,
y que siga Avellaneda280
con la historia de don Luis.
  -[fol. 13v]-  
AVELLANEDA
No hay ya más que decir de ella,
sino que creo imposible
que la de Tenorio sea
más endiablada, y que apuesto285
por don Luis.
CENTELLAS
Acaso pierdas.
Don Juan Tenorio, se sabe
que es la más mala cabeza
del orbe, y no hubo hombre alguno
que aventajarle pudiera290
con sólo su inclinación;
conque, ¿qué hará si se empeña?
AVELLANEDA
Pues yo sé bien que Mejía
las ha hecho tales, que a ciegas
se puede apostar por él.295
  —59→  
CENTELLAS
Pues el capitán Centellas
pone por don Juan Tenorio
cuanto tiene.
AVELLANEDA
Pues se acepta
por don Luis, que es muy mi amigo.
CENTELLAS
Pues todo en contra se arriesga;300
porque no hay como Tenorio
otro hombre sobre la tierra,
y es proverbial su fortuna
y extremadas sus empresas.

  —60→  

Escena XI

 

Dichos y BUTTARELLI, con botellas.

 
BUTTARELLI
Aquí hay Falerno, Borgoña,305
Sorrento.
CENTELLAS
De lo que quieras
sirve, Cristófano, y dinos:
¿Qué hay de cierto en una apuesta,
por don Juan Tenorio ha un año
y don Luis Mejía hecha?310
  -[fol. 14r]-  
BUTTARELLI
Señor capitán, no sé
tan a fondo la materia,
que os pueda sacar de dudas;
pero os diré lo que sepa.
VARIOS
Habla, habla.
BUTTARELLI
Yo, la verdad,
315
aunque fue en mi casa mesma
la cuestión entre ambos, como
pusieron tan larga fecha
—61→
a su plazo, creí siempre
que nunca a efecto viniera.320
Así es que ni aun me acordaba
de tal cosa a la hora de esta.
Mas esta tarde, sería
al anochecer apenas,
entrose aquí un caballero325
pidiéndome que le diera
recado con que escribir
una carta, y a sus letras
atento no más, me dio
tiempo a que charla metiera330
con un paje que traía
paisano mío, de Génova.
No saqué nada del paje,
que es por Dios muy brava pesca;
mas cuando su amo acababa335
la carta, le envió con ella
a quien iba dirigida;
el caballero en mi lengua
me habló, y me pidió noticias
de don Luis; dijo que entera340
sabía de ambos la historia,
y tenía la certeza
de que al menos uno de ellos
acudiría a la apuesta.
Yo quise saber más de él;345
mas púsome dos monedas
de oro en la mano, diciéndome
[así, como a la deshecha]:
«Y por si acaso los dos
—62→
al tiempo aplazado llegan,350
ten prevenidas para ambos
tus dos mejores botellas».
-[fol. 14v]-
Largose sin decir más,
y yo, atento a sus monedas,
les puse en el mismo sitio355
donde apostaron, la mesa.
Y vedla allí con dos sillas,
dos copas y dos botellas.
AVELLANEDA
Pues señor, no hay que dudar;
era don Luis.
CENTELLAS
Don Juan era.
360
AVELLANEDA
¿Tú no le viste la cara?
BUTTARELLI
Si la traía cubierta
con un antifaz.
CENTELLAS
Pero, hombre,
¿tú a los dos no los recuerdas?
¿O no sabes distinguir365
a las gentes por sus señas
lo mismo que por sus caras?
BUTTARELLI
Pues confieso mi torpeza;
no lo supe conocer,
y lo procuré de veras.370
Pero silencio.
  —63→  
AVELLANEDA
¿Qué pasa?
BUTTARELLI
A dar el reloj comienza
los cuartos para las ocho.
 

(Dan.)

 
CENTELLAS
Ved, ved la gente que se entra.
AVELLANEDA
Como que está de este lance375
curiosa Sevilla entera.
 

(Se oyen dar las ocho; varias personas entran y se reparten en silencio por la escena; al dar la última campanada, DON JUAN, con antifaz, se llega a la mesa que ha preparado BUTTARELLI en el centro del escenario, y se dispone a ocupar una de las dos sillas que están delante de ella. Inmediatamente después de él, entra DON LUIS, también con antifaz, y se dirige a la otra. Todos los miran.)

 

  —64→  

Escena XII

 

DON DIEGO, DON GONZALO, DON JUAN, DON LUIS, BUTTARELLI, CENTELLAS, AVELLANEDA, caballeros, curiosos y enmascarados.

 
AVELLANEDA

 (A CENTELLAS por DON JUAN.) 

Verás aquél, si ellos vienen,
qué buen chasco que se lleva.
CENTELLAS

  (A AVELLANEDA por DON LUIS.) 

Pues allí va otro a ocupar
la otra silla; ¡uf! aquí es ella.380
  -[fol. 15r]-  
DON JUAN

  (A DON LUIS.) 

   Esa silla está comprada,
hidalgo.
DON LUIS

  (A DON JUAN.) 

Lo mismo digo,
hidalgo; para un amigo
tengo yo esotra pagada.
DON JUAN
   Que ésta es mía haré notorio.385
DON LUIS
Y yo también que ésta es mía.
DON JUAN
Luego sois don Luis Mejía.
  —65→  
DON LUIS
Seréis, pues, don Juan Tenorio.
DON JUAN
   Puede ser.
DON LUIS
Vos lo decís.
DON JUAN
¿No os fiáis?
DON LUIS
No.
DON JUAN
Yo tampoco.
390
DON LUIS
Pues no hagamos más el coco.
DON JUAN
Yo soy don Juan.

 (Quitándose la máscara.) 

DON LUIS

 (Haciendo lo mismo.) 

Yo don Luis.
 

(Se sientan. El Capitán CENTELLAS, AVELLANEDA, BUTTARELLI y algunos otros se van a ellos y les saludan, abrazan y dan la mano, y hacen otras semejantes muestras de cariño y amistad. DON JUAN y DON LUIS las aceptan cortésmente.)

 
CENTELLAS
   ¡Don Juan!
AVELLANEDA
¡Don Luis!
DON JUAN
¡Caballeros!
DON LUIS
¡Oh, amigos! ¿Qué dicha es ésta?
  —66→  
AVELLANEDA
Sabíamos vuestra apuesta395
y hemos acudido a veros.
DON LUIS
   Don Juan y yo tal bondad
en mucho os agradecemos.
DON JUAN
El tiempo no malgastemos,
Don Luis.

 (A los otros.) 

Sillas arrimad.
400

 (A los que están lejos.) 

   Caballeros, yo supongo
-[fol. 15v]-
que a ustedes también aquí
les trae la apuesta, y por mí,
a antojo tal no me opongo.
DON LUIS
   Ni yo; que aunque nada más405
Fue el empeño entre los dos,
no ha de decirse, por Dios,
que me avergonzó jamás.
DON JUAN
   Ni a mí, que el orbe es testigo
de que hipócrita no soy,410
pues por doquiera que voy
va el escándalo conmigo.
DON LUIS
   ¡Eh! ¿Y esos dos no se llegan
a escuchar? Vos.

  (Por DON DIEGO y DON GONZALO.) 

DON DIEGO
Yo estoy bien.
  —67→  
DON LUIS
¿Y vos?
DON GONZALO
De aquí oigo también.
415
DON LUIS
Razón tendrán si se niegan.
 

(Se sientan todos alrededor de la mesa en que están DON LUIS Mejía y DON JUAN Tenorio.)

 
DON JUAN
   ¿Estamos listos?
DON LUIS
Estamos.
DON JUAN
Como quien somos cumplimos.
DON LUIS
Veamos, pues, lo que hicimos.
DON JUAN
Bebamos antes.
DON LUIS
Bebamos.
420
 

(Lo hacen.)

 
DON JUAN
   La apuesta fue...
DON LUIS
Porque un día
dije que en España entera
no habría nadie que hiciera
lo que hiciera Luis Mejía.
DON JUAN
   Y siendo contradictorio425
al vuestro mi parecer,
—68→
yo os dije: «Nadie ha de hacer
lo que hará don Juan Tenorio».
   ¿No es así?

imagen

DON LUIS
Sin duda alguna;
y vinimos a apostar430
quién de ambos sabría obrar
peor, con mejor fortuna,
   en el término de un año;
—69→
juntándonos aquí hoy
-[fol. 16r]-
a probarlo.
DON JUAN
Y aquí estoy.
435
DON LUIS
Y yo.
CENTELLAS
¡Empeño bien extraño,
   por vida mía!
DON JUAN
Hablad, pues.
DON LUIS
No, vos debéis empezar.
DON JUAN
Como gustéis, igual es,
que nunca me hago esperar.440
   Pues señor, yo desde aquí,
buscando mayor espacio
para mis hazañas, dí
sobre Italia, porque allí
tiene el placer un palacio.445
   De la guerra y del amor
antigua y clásica tierra,
y en ella el Emperador,
con ella y con Francia en guerra,
díjeme: «¿Dónde mejor?450
   Donde hay soldados, hay juego,
hay pendencias y amoríos».
Dí, pues, sobre Italia luego,
buscando a sangre y a fuego
—70→
amores y desafíos.455
   En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé entre hostil y amatorio
en mi puerta este cartel:
«Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él».460
   De aquellos días la historia
a relataros renuncio;
remítome a la memoria
que dejé allí, y de mi gloria
podéis juzgar por mi anuncio.465
   Las romanas caprichosas,
las costumbres licenciosas,
yo gallardo y calavera,
quién a cuento redujera
mis empresas amorosas.470
-[fol. 16v]-
   Salí de Roma por fin
como os podéis figurar,
con un disfraz harto ruin,
y a lomos de un mal rocín,
pues me querían ahorcar.475
   Fui al ejército de España;
mas todos paisanos míos,
soldados y en tierra extraña,
dejé pronto su compaña
tras cinco o seis desafíos.480
   Nápoles, rico vergel
de amor, de placer emporio,
vio en mi segundo cartel:
«Aquí está don Juan Tenorio,
—71→
y no hay hombre para él.485
   Desde la princesa altiva
a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba,
y cualquiera empresa abarca
si en oro o valor estriba.490
   Búsquenle los reñidores;
cérquenle los jugadores;
quien se precie, que le ataje;
a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores».495
   Esto escribí; y en medio año
que mi presencia gozó
Nápoles, no hay lance extraño,
no hubo escándalo ni engaño
en que no me hallara yo.500
   Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.505
   Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.510
-[fol. 17r]-
   Ni reconocí sagrado,
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
—72→
al clérigo del seglar.515
   A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.520
   A esto don Juan se arrojó,
y escrito en este papel
está cuanto consiguió,
y lo que él aquí escribió,
mantenido está por él.525
DON LUIS
   Leed, pues.
DON JUAN
No; oigamos antes
vuestros bizarros extremos,
y si traéis terminantes
vuestras notas comprobantes,
lo escrito cotejaremos.530
DON LUIS
   Decís bien; cosa es que está,
Don Juan, muy puesta en razón;
aunque, a mi ver, poco irá
de una a otra relación.
DON JUAN
Empezad, pues.
DON LUIS
Allá va.
535
   Buscando yo, como vos,
a mi aliento empresas grandes,
—73→
dije: «¿Dó iré, ¡vive Dios!
de amor y lides en pos
que vaya mejor que a Flandes?540
   Allí, puesto que empeñadas
guerras hay, a mis deseos
habrá al par centuplicadas
ocasiones extremadas
de riñas y galanteos».545
   Y en Flandes conmigo dí,
mas con tan negra fortuna,
que al mes de encontrarme allí
todo mi caudal perdí,
dobla a dobla, una por una.550
-[fol. 17v]-
   En tan total carestía
mirándome de dineros,
de mí todo el mundo huía,
mas yo busqué compañía
y me uní a unos bandoleros.555
   Lo hicimos bien, ¡voto a tal!,
y fuimos tan adelante,
con suerte tan colosal,
que entramos a saco en Gante
el palacio episcopal.560
   ¡Qué noche! Por el decoro
de la Pascua, el buen obispo
bajó a presidir el coro,
y aún de alegría me crispo
al recordar su tesoro.565
   Todo cayó en poder nuestro;
mas mi capitán, avaro,
—74→
puso mi parte en secuestro;
reñimos, yo fui más diestro,
y le crucé sin reparo.570
   Jurome al punto la gente
capitán, por más valiente;
jureles yo amistad franca;
pero a la noche siguiente
huí y les dejé sin blanca.575
   Yo me acordé del refrán
de que quien roba al ladrón
ha cien años de perdón,
y me arrojé a tal desmán
mirando a mi salvación.580
   Pasé a Alemania opulento,
mas un Provincial jerónimo,
hombre de mucho talento,
me conoció, y al momento
me delató en un anónimo.585
   Compré a fuerza de dinero
la libertad y el papel;
y topando en un sendero
al fraile, le envié certero
una bala envuelta en él.590
   Salté a Francia, ¡buen país!,
y como en Nápoles vos,
puse un cartel en París
diciendo: «Aquí hay un don Luis
que vale lo menos dos.595
-[fol. 18r]-
   Parará aquí algunos meses,
y no trae más intereses
—75→
ni se aviene a más empresas,
que a adorar a las francesas
y a reñir con los franceses».600
   Esto escribí; y en medio año
que mi presencia gozó
París, no hubo lance extraño,
ni hubo escándalo ni daño
donde no me hallara yo.605
   Mas como don Juan, mi historia
también a alargar renuncio;
que basta para mi gloria
la magnífica memoria
que allí dejé con mi anuncio.610
   Y cual vos, por donde fui
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.615
   Mi hacienda llevo perdida
tres veces; mas se me antoja
reponerla, y me convida
mi boda comprometida
con doña Ana de Pantoja.620
   Mujer muy rica me dan,
y mañana hay que cumplir
los tratos que hechos están;
lo que os advierto, don Juan,
por si queréis asistir.625
   A esto don Luis se arrojó,
y escrito en este papel
—76→
está lo que consiguió;
y lo que él aquí escribió
mantenido está por él.630
DON JUAN
   La historia es tan semejante
que está en el fiel la balanza;
mas vamos a lo importante,
que es el guarismo a que alcanza
el papel; conque adelante.635
DON LUIS
   Razón tenéis en verdad.
Aquí está el mío; mirad,
-[fol. 18v]-
por una línea apartados
traigo los nombres sentados
para mayor claridad.640
DON JUAN
   Del mismo modo arregladas
mis cuentas traigo en el mío;
en dos líneas separadas
los muertos en desafío
y las mujeres burladas.645
   Contad.
DON LUIS
Contad.
DON JUAN
Veintitrés.
DON LUIS
Son los muertos. A ver vos.
¡Por la cruz de San Andrés!
Aquí sumo treinta y dos.
  —77→  
DON JUAN
Son los muertos.
DON LUIS
Matar es.
650
DON JUAN
   Nueve os llevo.
DON LUIS
Me vencéis.
Pasemos a las conquistas.
DON JUAN
Sumo aquí cincuenta y seis.
DON LUIS
Y yo sumo en vuestras listas
setenta y dos.
DON JUAN
Pues perdéis.
655
DON LUIS
   ¡Es increíble, don Juan!
DON JUAN
Si lo dudáis, apuntados
los testigos ahí están,
que si fueren preguntados
os lo testificarán.660
DON LUIS
   ¡Oh! Y vuestra lista es cabal.
DON JUAN
Desde una princesa real
a la hija de un pescador,
¡oh! ha recorrido mi amor
toda la escala social.665
—78→
   ¿Tenéis algo que tachar?
DON LUIS
Sólo una os falta en justicia.
DON JUAN
¿Me la podéis señalar?
DON LUIS
Sí, por cierto; una novicia
que esté para profesar.670
DON JUAN
   ¡Bah! pues yo os complaceré
doblemente, porque os digo
que a la novicia uniré
-[fol. 19r]-
la dama de algún amigo
que para casarse esté.675
DON LUIS
   ¡Pardiez, que sois atrevido!
DON JUAN
Yo os lo apuesto si queréis.
DON LUIS
Digo que acepto el partido.
¿Para darlo por perdido,
queréis veinte días?
DON JUAN
Seis.
680
DON LUIS
   ¡Por Dios, que sois hombre extraño!
¿Cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?
DON JUAN
Partid los días del año
—79→
entre las que ahí encontráis.685
   Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas,
y una hora para olvidarlas.690
   Pero la verdad a hablaros,
pedir más no se me antoja,
porque, pues vais a casaros,
mañana pienso quitaros
a doña Ana de Pantoja.695
DON LUIS
   Don Juan, ¿qué es lo que decís?
DON JUAN
Don Luis, lo que oído habéis.
DON LUIS
Ved, don Juan, lo que emprendéis.
DON JUAN
Lo que he de lograr, don Luis.
DON LUIS
   ¡Gastón!
GASTÓN
Señor.
DON LUIS
Ven acá.
700
 

(Habla DON LUIS en secreto con GASTÓN, y éste se va precipitadamente.)

 
DON JUAN
¡Ciutti!
CIUTTI
Señor.
  —80→  
DON JUAN
Ven aquí.
 

(DON JUAN habla también con CIUTTI, que hace lo mismo.)

 
DON LUIS
¿Estáis en lo dicho?
DON JUAN
Sí.
DON LUIS
Pues va la vida.
DON JUAN
Pues va.
  -[fol. 19v]-  
 

(DON GONZALO, levantándose de la mesa en que ha permanecido inmóvil durante la escena anterior, se afronta con DON JUAN y DON LUIS.)

 
DON GONZALO
   ¡Insensatos! Vive Dios,
que a no temblarme las manos,705
a palos, como a villanos,
os diera muerte a los dos.
DON JUAN y
DON LUIS
   Veamos.
DON GONZALO
Excusado es,
que he vivido lo bastante
para no estar arrogante710
donde no puedo.
DON JUAN
Idos, pues.
DON GONZALO
   Antes, don Juan, de salir
—81→
de donde oírme podáis,
es necesario que oigáis
lo que os tengo que decir.715
   Vuestro buen padre don Diego,
porque pleitos acomoda,
os apalabró una boda
que iba a celebrarse luego;
   pero por mí mismo yo,720
lo que erais queriendo ver,
vine aquí al anochecer,
y el veros me avergonzó.
DON JUAN
   ¡Por Satanás, viejo insano,
que no sé cómo he tenido725
calma para haberte oído
sin asentarte la mano!
   ¡Pero di pronto quién eres,
porque me siento capaz
de arrancarte el antifaz730
con el alma que tuvieres!
DON GONZALO
   ¡Don Juan!
DON JUAN
¡Pronto!
DON GONZALO
Mira, pues.
  -fol. 20r-  
DON JUAN
¡Don Gonzalo!
DON GONZALO
El mismo soy.
—82→
Y adiós, don Juan; más desde hoy
no penséis en doña Inés.735
   Porque antes que consentir
en que se case con vos,
el sepulcro, ¡juro a Dios!,
por mi mano la he de abrir.
DON JUAN
   Me hacéis reír, don Gonzalo;740
pues venirme a provocar,
es como ir a amenazar
a un león con un mal palo.
   Y pues hay tiempo, advertir
os quiero a mi vez a vos745
que, o me la dais, o por Dios
que a quitárosla he de ir.
DON GONZALO
   ¡Miserable!
DON JUAN
Dicho está;
sólo una mujer como ésta
me falta para mi apuesta;750
ved, pues, que apostada va.
 

(DON DIEGO, levantándose de la mesa en que ha permanecido encubierto mientras la escena anterior, baja al centro de la escena, encarándose con DON JUAN.)

 
DON DIEGO
   No puedo más escucharte,
vil don Juan, porque recelo
que hay algún rayo en el cielo
preparado a aniquilarte.755
—83→
   ¡Ah...! No pudiendo creer
lo que de ti me decían,
confiando en que mentían,
te vine esta noche a ver.
-fol. 20v-
   Pero te juro, malvado,760
que me pesa haber venido
para salir convencido
de lo que es para ignorado.
   Sigue, pues, con ciego afán
en tu torpe frenesí,765
mas nunca vuelvas a mí;
no te conozco, don Juan.
DON JUAN
   ¿Quién nunca a ti se volvió,
ni quién osa hablarme así,
ni qué se me importa a mí770
que me conozcas o no?
DON DIEGO
   Adiós, pues; mas no te olvides
de que hay un Dios justiciero.
DON JUAN
Ten.

 (Deteniéndole.) 

DON DIEGO
¿Qué quieres?
DON JUAN
Verte quiero.
DON DIEGO
Nunca; en vano me lo pides.775
DON JUAN
   ¿Nunca?
  —84→  
DON DIEGO
No.
DON JUAN
Cuando me cuadre.
DON DIEGO
¿Cómo?
DON JUAN
Así.

 (Le arranca el antifaz.) 

TODOS
¡Don Juan!
DON DIEGO
¡Villano!
¡Me has puesto en la faz la mano!
DON JUAN
¡Válgame Cristo, mi padre!
DON DIEGO
   Mientes; no lo fui jamás.780
DON JUAN
¡Reportaos, con Belcebú!
DON DIEGO
No; los hijos como tú
son hijos de Satanás.
   Comendador, nulo sea
lo hablado.
DON GONZALO
Ya lo es por mí;
785
vamos.
  -[fol. 21r]-  
DON DIEGO
Sí; vamos de aquí,
donde tal monstruo no vea.
—85→
   Don Juan, en brazos del vicio
desolado te abandono;
me matas... mas te perdono790
de Dios en el santo juicio.
 

(Vanse poco a poco DON DIEGO y DON GONZALO.)

 
DON JUAN
   Largo el plazo me ponéis;
mas ved que os quiero advertir
que yo no os he ido a pedir
jamás que me perdonéis.795
   Conque no paséis afán
de aquí adelante por mí,
que como vivió hasta aquí,
vivirá siempre don Juan.

  —86→  

Escena XIII

 

DON JUAN, DON LUIS, CENTELLAS, AVELLANEDA, BUTTARELLI, curiosos y máscaras.

 
DON JUAN
   ¡Eh! Ya salimos del paso;800
y no hay que extrañar la homilía;
son pláticas de familia
de las que nunca hice caso.
   Conque lo dicho, don Luis,
van doña Ana y doña Inés805
en puesta.
DON LUIS
Y el precio es
la vida.
DON JUAN
Vos lo decís;
vamos.
DON LUIS
Vamos.
 

(Al salir, se presenta una ronda que les detiene.)

 

  —87→  

Escena XIV

 

Dichos y una ronda de Alguaciles.

 
ALGUACIL
¡Alto allá!
-[fol. 21v]-
¿Don Juan Tenorio?
DON JUAN
Yo soy.
ALGUACIL
Sed preso.
DON JUAN
¡Soñando estoy!
810
¿Por qué?
ALGUACIL
Después lo verá.
DON LUIS

  (Acercándose a DON JUAN y riéndose.) 

   Tenorio, no lo extrañéis,
pues mirando a lo apostado,
mi paje os ha delatado
para que vos no ganéis.815
DON JUAN
   ¡Hola! Pues no os suponía
con tal despejo, ¡pardiez!
  —88→  
DON LUIS
Id, pues; que por esta vez,
don Juan, la partida es mía.
DON JUAN
   Vamos, pues.
 

(Al salir, les detiene otra ronda que entra en la escena.)

 

  —89→  

Escena XV

 

Dichos y una ronda.

 
ALGUACIL

 (Que entra.) 

Ténganse allá.
820
¿Don Luis Mejía?

imagen

  —90→  
DON LUIS
Yo soy.
ALGUACIL
Sed preso.
DON LUIS
¡Soñando estoy!
¡Yo preso!
DON JUAN

 (Soltando la carcajada.) 

¡Ja, ja, ja, ja!
   Mejía, no lo extrañéis,
pues mirando a lo apostado,825
mi paje es ha delatado
para que no me estorbéis.
DON LUIS
   Satisfecho quedaré
aunque ambos muramos.
DON JUAN
Vamos:
-[fol. 22r]-
conque, señores, quedamos830
en que la apuesta está en pie.
 

(Las rondas se llevan a DON JUAN y a DON LUIS; muchos los siguen. El Capitán CENTELLAS, AVELLANEDA y sus amigos quedan en la escena mirándose unos a otros.)

 

  —91→  

Escena XVI

 

El Capitán CENTELLAS, AVELLANEDA y curiosos.

 
AVELLANEDA
   ¡Parece un juego ilusorio!
CENTELLLAS
¡Sin verlo no lo creería!
AVELLANEDA
Pues yo apuesto por Mejía.
CENTELLAS
Y yo pongo por Tenorio.835

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