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ArribaAbajoNota 31.- Hipólito Ruiz

ESTE insigne botánico y explorador nació en Belorado, provincia de Burgos, el año 1754. Estudió Farmacia, y tanto al seguir esta carrera, como al estudiar Botánica, en el Jardín Real, bajo la dirección de Casimiro Gómez Ortega y Antonio Palau, reveló claro talento y una perseverancia férrea en el trabajo.

Se le nombró en 1777 Director de la expedición que, para el estudio de la Flora del Perú y Chile, pasó a América, arribando al Callao en el mes de Abril del año 1778.

Eran botánicos de dicha Comisión José Pavón y el francés Dombey, a más de Ruiz, y dibujantes competentísimos Isidro Gálvez y José Brunete; este ultimo sucumbió en América durante las fatigosas excursiones allí realizadas. Agregáronseles en América, como discípulo botánico Juan Tafalla, y como discípulo dibujante Francisco Pulgar; ambos eran de asidua aplicación y clara inteligencia y cuando regresaron a España, en 1788, Ruiz, Pavón y el pintor Gálvez, Tafalla y Pulgar prosiguieron enviando a sus maestros, desde América, curiosas plantas y dibujos de las mismas. Tafalla llegó a ser catedrático de Botánica en Lima.

El primer envío de Ruiz, Pavón, Dombey y los pintores fue de 300 especies de plantas y 242 dibujos, llegando a España felizmente; pero la segunda importantísima remesa de Ruiz y Pavón, que venía en 53 cajones, se perdió en el mar, con el barco que la conducía.

Arribaron a España las colecciones de Dombey, que se volvió a Europa en 1784.

No vencidos Ruiz y Pavón por la contrariedad del naufragio, prosiguieron con infatigable ardor sus recolecciones, pero un incendio consumió parte del fruto de su penosa labor. El carácter tenaz de nuestros botánicos se puso a prueba una vez más; aunque deploraron la nueva desgracia, con pujantes bríos, volvieron a recorrer extensos territorios y a descubrir nuevas especies.

Al relatar el incendio ocurrido en la Hacienda de Mácora el 6 de Agosto de 1785, escriben los autores de la Flora Peruana y Chilena:

«Con tan fatal golpe quedamos por tres días tan fuera de juicio, como el que herido del rayo existe sin saber que vive; pero resignados con la voluntad Divina volvimos al fin consolados a pie a Huanuco...»



Al llegar a Madrid en Septiembre de 1788, traían 29 cajones con plantas secas y dibujos y una colección de 124 plantas vivas, destinado todo al Real Jardín Botánico de la Corte.

Las principales publicaciones de Hipólito Ruiz las hizo, colaborando en ellas José Pavón. Las iniciales de ambos nombres que siguen a los de multitud de plantas de América, acusan solo una fracción de la gigantesca labor de ambos, que quedó inédita en gran parte.

Aun así ¡con qué emoción no se lee el nombre de estos sabios españoles, citado muchas veces en las obras modernas, que se ocupan de la Flora mundial y en aquellas que tratan peculiarmente de la Flora de los países americanos, recorridos por ellos!

Publicó Hipólito Ruiz en Madrid, 1792, su Quinología o tratado del árbol de la Quina o Cascarilla, que se tradujo al italiano (Roma, 1792), al alemán (Gotinga, 1794) y al inglés (Londres, 1800).

Este libro es un notable estudio monográfico, al fin del cual se inserta la descripción del Quino-quino (Myrospermum toluiferum D. C.).

Flora Peruanæ et Chilensis Prodromus, sive novorum generum plantarum peruvianorum et chilensis descriptiones et icones. Por H. Ruiz y J. Pavón. Madrid, 1794.

Contiene la descripción de 149 géneros en 150 páginas, y aunque algunos han sido rechazados, muchos de ellos se adoptan hoy por los botánicos actuales; tres páginas se destinan al índice latino de los nombres científicos de los géneros.

Treinta y siete láminas ilustran el texto, algunas de ellas están dedicadas a un solo género (Cavanillesia y Porcelia), las demás contienen detalles y conjunto de las flores y frutos de dos, tres o más géneros.

Esta obra hermosísima y en folio, como asegura un erudito escritor, «contribuyó a los progresos de la Ciencia y dio honra a sus autores y a España.»

Disertaciones sobre la raíz de la Ratanhia, de la Calaguala y de la China y acerca de la yerba llamada Canchalagua. Madrid, 1796.

Estas disertaciones se publicaron ya separadamente, ya en Memorias insertas en las de la Real Academia Médica de Madrid. Tomo I, 1797.

Systema vegetabilium Flora Peruvianæ et Chilensis, por H. Ruiz y J. Pavón. Madrid, 1798.

Esta obra, que llega en el único tomo publicado a la Tetrandia tetraginia, contiene la Cavanillesia umbellata R. et P. Aunque no se ilustró con láminas, se cita dónde puede verse la iconografía de las plantas descritas.

De vera fuci natantis fructificacione, por H. Ruiz. Madrid, 1798.

Trata sobre el fruto de los Sargassum, algas Fucáceas, bien conocidas hoy por los caracteres microscópicos de sus conceptáculos, así como se ha hecho también el estudio histológico y químico de los aereocistos.

Flora Peruvianæ et Chilensis sive descriptiones et icones plantarum peruvianorum et chilensium secundum systema Linnæanum digestæ, por Hipólito Ruiz y José Pavón. Madrid (1798 a 1802).

Publicáronse sólo tres tomos en folio de esta soberbia obra. En esta parte publicada se contienen 758 descripciones y 325 láminas, que encierran 558 dibujos, los cuales representan otras tantas especies.

El número de tomos, cuyos materiales, manuscritos, dibujos y herbario, se conservan en el Jardín Botánico de Madrid como inapreciable tesoro, componen, con los tres publicados, 12 volúmenes. La obra total había de contener 3.000 descripciones y 2.000 láminas.

Consérvanse también en el Archivo del Jardín Real cinco tomos de Suplementos, de la magnífica Flora Peruviana y Chilena.

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Esta obra colosal contiene además de los nombres científicos de las plantas que preceden a las descripciones, los nombres vernáculos o sea aquellos que daban los indígenas a las especies vegetales. Dase a conocer el área geográfica de dichas especies y los diferentes usos que en la alimentación, la Medicina, las Artes y la Industria tenían las mismas.

En casi todas las láminas originales, representábanse las plantas con sus colores tomados del natural; están dibujadas e iluminadas maravillosamente, pero en los tres únicos tomos publicados, se suprimió la coloración de esta insuperable iconografía.

Loor eterno merecen los eximios botánicos que describieron la Flora Peruana y Chilena, pero también son a él acreedores los artistas que ejecutaron los dibujos que la ilustran. Debe observarse que tanto estos pintores como los iconógrafos de Mutis, aun hoy alcanzan admiración profunda y premios honoríficos, en cuantas Exposiciones extranjeras y nacionales se presenta su añeja y olvidada labor. Es éste uno de los frecuentes casos, en que los antiguos y grandes españoles, iluminan eternamente con los rayos de su gloria, a la Nación que les vio nacer y fue ingrata para ellos.

En 1801 publicaron H. Ruiz y J. Pavón un Suplemento a la Quinología, en el cual se aumenta el número de especies de Quinas, añadiéndose las que Juan Tafalla descubrió posteriormente en el Perú.

Hipólito Ruiz publicó en 1804 una Memoria sobre las virtudes y usos de la raíz de la planta llamada Yallhoy en el Perú, y en 1805 otra Memoria sobre las virtudes y usos de la planta llamada en el Perú Bejuco de la estrella.

Murió H. Ruiz en la Corte el año de 1816.

Dedicole el inmortal Cavanilles el género Ruizia, de la familia de las Esterculiáceas, que admiten todos los botánicos actualmente.

José Pavón también creó otro género Ruizia, de la familia de las Lauráceas, pero este género está desechado hoy y se refundió en el género Peumus, que el P. J. I. Molina creó también en las Lauráceas.




ArribaAbajoNota 32.- José Pavón

DE la labor de más cuantía de este gran botánico e infatigable explorador, se ha dado cuenta en la nota que antecede, pues fue hecha en colaboración con Hipólito Ruiz. Algunos trabajos notables son obra exclusiva de José Pavón. Daré noticia de ellos:

Disertación botánica sobre los géneros Tovaria, Actinophyllum Araucaria y Salmia con la reunión de algunos que Linneo publicó como distintos, por José Pavón, 1797.

En este precioso estudio, separándose con acierto de la opinión de Ruiz y Casimiro Gómez Ortega, admite con De Jussieu que el género Araucaria debe separarse del género Pinus.

Laurografía, por José Pavón, permanece manuscrita e inédita como el tomo IV de la Flora Peruviana et Chilensis, de Ruiz y Pavón, tomo en el cual se encuentran fragmentado el texto y separadas las láminas de esta Monografía, habiéndose grabado las 28 láminas que debían ilustrarla.

Manuscrito ha quedado un Índice alfabético de todos los nombres índicos, provinciales y castellanos de todas las plantas, publicadas e inéditas, de la Flora Peruviana y Chilense, algunos de Nueva España y la Habana, con la correspondencia de los nombres botánicos, genéricos y específicos. Designando las especies que producen gomas, resinas y bálsamos, como también las que sirven en la Medicina y tintorería y las artes y las maderas para la construcción civil y naval.

También dejo manuscrita J. Pavón su Nueva Quinología. De Candolle publicó en 1829 y después en su Prodromus (1830) parte de las especies de esta Nueva Quinología. Con el lujo y esplendidez debidos a este importante estudio monográfico y a su autor, se publicó en Londres (1862) la magnífica obra Illustrations of the Nueva Quinología of Pavón.

Dedicó el gran Cavanilles a José Pavón el género Pavonia, de la familia de las Malváceas, rico en especies y que subsiste hoy para la Ciencia actual. El género Pavonia, que creó H. Ruiz, se ha desechado, sumándole al género Laurelia Juss. de la familia de las Monimiáceas.




ArribaAbajoNota 33.- Dombey

JOSÉ Dombey, ilustre botánico francés, explorador y médico afamado, fue discípulo de Guan, en Montpellier, y de Bernardo De Jussieu, en París.

Hizo un viaje por los Pirineos y reunió un hermoso y abundante herbario de plantas de las regiones recorridas.

Después herborizó en compañía del gran filósofo J. J. Rousseau.

Escogido por B. De Jussieu para que acompañase a H. Ruiz y J. Pavón en una expedición científica a América, llegó al Callao en 1778.

Durante varios años recorrió aquellos territorios, estudiando la Flora y la arqueología de aquellos países.

El herbario recogido en el Perú y la colección de semillas, llegaron a Francia como primer envío.

A pesar de tener quebrantada su salud, no quiso volver a Europa sin haber visitado a Chile. Allí demostró su altruismo, asistiendo gratuitamente, en Concepción, a los atacados de una epidemia, extremando su celo con los más pobres. Tan pronto como hubo cesado la enfermedad, partió para la comarca de Santiago de Chile y luego a Lima. Volvió a Europa, desembarcando en Cádiz, en 1785.

Exigiole el Gobierno español, la mitad de lo recolectado y la promesa de no publicar nada de lo que hubiere descubierto, hasta que no regresasen Ruiz y Pavón de América, lo que efectuaron cuatro años después.

Entretanto, no se sabe por orden de quién, se trató de asesinar a Dombey, y un desgraciado, cuyas señas personales coincidían con las del botánico, apareció muerto a la puerta de la casa en que vivía Dombey. Éste entonces escapó de España secretamente, pero al llegar a Francia los infortunios, asechanzas y temores, habían ocasionado que perdiese la razón a intervalos. Hizo después una desgraciada expedición a la América del Norte, en la cual unos piratas le cautivaron, creyéndole riquísimo, y murió en su prisión en 1794.

Por fin debemos de manifestar que, habiendo tratado L'Heritier de describir el herbario de Dombey, publicar sus descubrimientos y grabar las láminas de plantas nuevas, fue asesinado misteriosamente en Londres, sin que se supiera por quién.

El infortunado Dombey, víctima de tantos sinsabores y maldades, bien merece en justicia un desagravio de la posteridad, y nuestro gran botánico Cavanilles, noble siempre y superior al medio que le rodeaba, dedicó a la memoria del sabio perseguido por la desgracia, grandes elogios y el género Dombeya.




ArribaAbajoNota 34.- Antonio Pineda

ESTE ilustradísimo oficial de Guardias españolas, nació en Guatemala en 1753. Con Luis Neé y Tadeo Hænke, fue comisionado para hacer estudios y observaciones correspondientes a Ciencias Naturales, en la famosa expedición alrededor del mundo, que partiendo de Cádiz en 1789, se hizo bajo la dirección del insigne marino Alejandro Malaspina.

Murió Pineda, prematuramente, en el Archipiélago Filipino, a los treinta y nueve años de edad (1792), y Malaspina, apenado por tan sensible pérdida, dedicole un monumento en el Jardín Botánico de Manila.

Crearon Ruiz y Pavón el género Pineda en memoria del naturalista malogrado, género que hoy súmase, por muchos botánicos, al Bauara, de la familia de las Samidiáceas.




ArribaAbajoNota 35.- Luis Neé

NOTABLE botánico, infatigable explorador, colector inteligente que, aunque francés, se naturalizó en España, legando a nuestro país el fruto de sus interesantes excursiones.

Comenzó herborizando en Algeciras, Gibraltar y otras localidades próximas a éstas, en 1780 y 1781. Pasó a Navarra, y, sólo allí, recogió más de mil especies, durante los años de 1784, 1785 y 1786, recorriendo en esa época también Santander, Galicia y Asturias.

El Gobierno español dispuso que, como botánico, se uniese la expedición de Malaspina, y aprovechó el viaje de Madrid a Cádiz para estudiar más aun la Flora de nuestro país, sobre todo la del Mediodía.

Partió para el Nuevo Mundo en 1789, y arribando a Montevideo, comenzó sus herborizaciones americanas con tal ardor, que llegó a internarse treinta y dos leguas en el continente.

Recolectó plantas también, en la colonia del Sacramento, regiones litorales de la Patagonia, islas Maluinas y pasando frente al cabo de Hornos entró en el Pacífico, desembarcó en la isla de Chiloe y en otros varios puntos de Chile, del Perú y Nueva España. Recorrió luego por tierra desde Acapulco a Méjico, volvió desde esta capital a Acapulco, donde embarcó con rumbo a Filipinas, Marianas y otros archipiélagos; herborizó asimismo en Australia, deteniéndose en Puerto Jackson y Bahía Botánica, que atesora en su territorio gran cantidad de curiosísimas especies vegetales.

Desde allí fue nuestro expedionario otra vez a la América, desembarcó en el Callao y pasó a Lima, después a Talcahuano y Concepción de Chile y luego, atravesando los Andes y cruzando las Pampas, llegó a Buenos Aires, pasó a Montevideo y finalmente desde aquí embarcó para Cádiz, donde llegó en 1794.

Había recogido Neé unas diez mil especies vegetales, y el insigne Cavanilles dio a conocer, muchos de los tesoros traídos por tan ilustre viajero.

Este gustaba más del placer de la contemplación de la Naturaleza que del trabajo del laboratorio y ocupado en incesantes excursiones, no tuvo lugar de dar a conocer por sí mismo sus descubrimientos.

No son muchas sus publicaciones personales; pero como en libros españoles constan los frutos de sus penosas y largas tareas, contribuyó a enriquecer las conquistas de la Botánica nacional, y si su nombre se lee con respeto, por los sabios de otros países, entre nosotros se consagra a Luis Neé veneración y cariño, porque quiso ser español y al legarnos el producto de tantos años de labor fatigosa e inteligente, nos demostraba que no sólo merecía ser español, sino español preclaro.

Demos ahora una reseña sucinta de lo publicado por Luis Neé.

Descripción de varias especies de Encinas (Quercus de Linneo). Madrid, 1801.

En esta Memoria da a conocer 16 especies americanas.

Del Abacá, que es la Musa textilis. Madrid, 1802.

Del Buyo (Piper Betle). Madrid, 1803.

Se ocupa de esta planta y otras que tienen aplicaciones semejantes a ella.

De la Pistia stratiotes. Madrid, 1802.

Dejó Luis Neé varios manuscritos inéditos, acompañados de dibujos de plantas, hechos por Pulgar, Guio, Pozo y otros varios artistas; trabajos que, como los numerosos ejemplares de su rico herbario, se conservan cuidadosamente en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Ruiz y Pavón dedicaron a Neé el género Neea, perteneciente a la familia de las Nictagináceas.




ArribaAbajoNota 36.- José Quer

NACIÓ este entusiasta explorador botánico, profesor celoso y cultivador inteligente, en Perpiñán, pero sus padres eran españoles.

Aunque estudió cirugía, la Botánica fue objeto de su predilección siempre, desde su juventud.

Nombrósele cirujano mayor del Regimiento de Soria, y con este motivo aprovechó los continuos viajes de su vida militar, para el estudio de la Flora de cuantos países recorría.

Cataluña, Aragón y Valencia fueron primer campo de sus herborizaciones. Pasó más tarde al África estudiando la Flora de las inmediaciones de Orán.

Estudió también las Floras murciana y alicantina y nuevamente la valenciana y la de las cercanías de Barcelona, llegando desde allí a los Pirineos catalanes y visitando también el Monserrat.

Posteriormente hizo excursiones por ambas Castillas, la Nueva y la Vieja, por Extremadura, Sierra de Gredos y montes de Ávila, recorriendo después las montañas de León, Burgos, Asturias y Galicia.

Hizo también dos excursiones por Italia y visitó Montpellier. En todas partes recogía plantas, con afán, y siempre que le era posible, semillas.

El Duque de Atrisco, hermano de su Coronel, le permitió sembrar y cultivar especies vegetales en un jardín, propiedad de dicho prócer.

A su regreso a Madrid por segunda vez, la cantidad de plantas vivas que poseyó Quer fue tal que se vio precisado a cultivarlas en un jardín mayor, perteneciente al Conde de Miranda.

Cuando el ilustrado y bondadoso Monarca Fernando VI, dispuso en 1755, que se crease un Real Jardín Botánico en su Soto de Migas Calientes se tomaron como base, para su población de escogidas y curiosas plantas, las del jardín de Quer y se le nombró a éste primer profesor de Botánica, inaugurándose en 1757 en Madrid las enseñanzas de tan útil, bellísima y elevada ciencia.

Si a las iniciativas, entusiasmo y conocimientos científicos de Quer, se debió que fuese el primer Director del Real Jardín Botánico, por lo cual debe conservarse perennemente su memoria con gratitud, sus publicaciones no correspondieron, ni a su prestigio, ni a su valía.

Su Flora Española o Historia de las plantas que se crían en España, que comenzó a imprimirse en Madrid (1762), queda mal parada al establecer su parangón con los libros similares, que en aquella época se producían en otros países. Ni el valor científico del texto, ni las pésimas láminas que le ilustran, son recomendables. Sólo cuatro tomos de esta obra dejó Quer publicados, pero veinte años más tarde, Casimiro Gómez Ortega publicó en otros dos volúmenes, el resto de los manuscritos, corrigiéndolos y anotándolos con algún acierto, pero sin elevar la continuación a una altura estimable.

Publicó además el primer profesor del Real Jardín Botánico una Disertación physico-botánica sobre la pasión nephrítica y su verdadero específico, la Uva-ursi o Gayuba (Madrid, 1763), y otra Disertación, physico-botánica sobre el uso de la Cicuta (Madrid, 1764).

Nació José Quer en 1695; falleció en Madrid en 1764.

Fue un entusiasta decidido del sistema de Tournefort, censurando a Linneo, en ocasiones con acritud; a pesar de esto Loeffling, discípulo del Plinio del Norte, le dedicó el género Queria.

La estatua de Quer, en el Jardín Botánico de Madrid, enseña a los visitantes la efigie del celoso botánico, que tanto contribuyera a la implantación de las enseñanzas de la Ciencia de los vegetales, en nuestro país.




ArribaAbajoNota 37.- Barnades

ILUSTRE botánico, natural de Puigcerdá (Cataluña), que fue médico de Carlos III y que ocupó el lugar de Quer en el Jardín Botánico de Madrid, sucediéndole y obteniendo su cargo por oposición.

Había estudiado en Montpellier y escribió en castellano y publicó en Madrid, en 1767, sus Principios de Botánica, primera obra de su índole, entre nosotros, dada a la luz pública.

Sus otras obras interesantes, aunque inéditas, se refieren a la Flora española. Su Specimen Floræ Hispanicæ y su Herbarium pictum hispanicum, fueron el fruto de sus excursiones por varias provincias de España.

En la Biblioteca del Jardín Botánico ingresó recientemente, trasladada de la Biblioteca del Museo de Ciencias Naturales, la obra Herbarium pictum, que en el tomo primero lleva adherida una carta autógrafa de M. La Gasca, que en otro lugar publicamos. Contiene 1383 dibujos en color, que habían de ilustrar el texto de Barnades. Diremos, con imparcialidad, que dichos dibujos, generalmente carecen de detalles científicos, lo cual les hace ser hoy, de no completarse, inútiles para ilustrar un libro de Botánica; no siempre están hechos con perfección y si se comparan con otros dibujos de iconógrafos españoles y extranjeros de aquella época, se verá, que un gran número de ellos, no debería publicarse, por más que muchos, artísticamente pudieran ser apreciados.

Barnades prestó a la ciencia española y americana, un servicio inmenso, cuando inició en la senda de la Botánica al gran Mutis, el cual dedicó a su primer maestro el género Barnadesia, de la familia de las Compuestas.

Murió Barnades en 1771.




ArribaAbajoNota 38.- José Celestino Mutis

EL inmortal botánico, astrónomo ilustre, médico notable y sacerdote virtuoso José Celestino Mutis, gloria de la ciencia española, nació en Cádiz el año de 1732 y murió en América, en Santa Fe de Bogotá, en 1808.

Linneo llamaba a Mutis botánico solidísimo, y en una carta memorable le escribía: «TE FELICITO POR TU NOMBRE INMORTAL QUE JAMÁS BORRARÁ EDAD ALGUNA». «OJALÁ EN ESTA VIDA ME FUERA DADO VERTE PERSONALMENTE, UNA VEZ SIQUIERA.»

Dedicole el hijo de Linneo el bellísimo género Mutisia.

Pero no sólo Linneo, su hijo, y los más ilustres discípulos del primero, profesaron admiración y respeto a Mutis; lo mismo acontecía a otros botánicos insignes como Alstroemer, Bonpland, Willdenow, Labillardiere, Le Blon, el Barón de Humboldt, etcétera.

El ilustre Antonio José Cavanilles le estimaba como maestro incomparable, le rogaba que revisase sus obras y le indicase sus defectos, para rectificarlos; y le escribía «aquí son los herbarios los que debo consultar con frecuencia, pero usted lee en el gran libro de la Naturaleza.»

El distinguido botánico Luis Neé, explorador y viajero infatigable, considerábale también como insigne maestro, y en una carta dirigida a Mutis se lee: «en adelante prometo no emprender viaje precipitado i en compañía, SINO SOLO Y DESPACIO, PUES ASÍ DEBE VIAJAR EL BOTÁNICO.»

Era Mutis un genio de capacidad verdaderamente privilegiada, que a sus maravillosas aptitudes naturales, sumó una laboriosidad persistente, durante toda su existencia.

Estudió Filosofía y Gramática en su ciudad natal, se hizo Bachiller en Filosofía en la Universidad sevillana en 1753. Cursó en la misma, durante cuatro años, la Facultad de Medicina, pasando luego a Cádiz a practicar dicha Facultad y volvió a Sevilla, donde en 1755 obtuvo el grado de Bachiller en Medicina.

Recibió en Madrid en 1757 el título de Médico y sustituyó en su cátedra de Anatomía al célebre Araujo, hasta 1760.

Durante los años de permanencia en Madrid, estudió también Ciencias Exactas y fue asiduo asistente a las lecciones de Botánica, que Barnades explicaba en el Real Jardín Botánico.

Desde el 28 de julio de 1760 al 10 de Agosto de dicho año, herborizó en el largo trayecto de Madrid a Cádiz y, como médico del Virrey de Nueva Granada, se embarcó para América en 7 de Septiembre de 1760 para poder estudiar la Gea, Flora y Fauna de aquellas regiones.

Llegó a Cartagena de Indias el 29 de Octubre de dicho año 1760 y por fin el 24 de Febrero arribó a Santa Fe de Bogotá.

En Nueva Granada comenzó la carrera eclesiástica, terminándola en 1772, siendo desde entonces sacerdote ejemplar y meritísimo.

El Rey le concedió posteriormente los títulos de primer Botánico y Astrónomo de la expedición científica a la América septentrional, una pensión de 2.000 pesos anuales y mandó que a su costa se comprasen en Inglaterra, los libros y aparatos que Mutis necesitara; instrumentos y libros que se perdieron al naufragar en la costa de Huelva el buque que los conducía, pero Carlos III ordenó que se volviesen a comprar por segunda vez.

Contrajo el inmortal botánico varias deudas, pues de su peculio particular, hizo muchas expediciones científicas, residiendo durante cuatro años en el Real de Minas de Montuosa, separándose allí voluntariamente de todo trato y comunicación con el resto del mundo. El Rey le indemnizo destinando 2.000 doblones a pagar lo que Mutis debía, pero sus incesantes fatigas en el campo, sus trabajos en el laboratorio, su obra científica, humanitaria y civilizadora, en los cuarenta y tres años transcurridos en América, ni el Rey de España ni todos los Monarcas juntos de la Tierra, hubieran tenido dinero bastante con qué pagarla; esa es una deuda de admiración y gratitud de la Ciencia mundial y de la Ciencia patria, que no se puede extinguir nunca.

Mutis fue no sólo un gran hombre de ciencia, fue también un pedagogo incomparable, que propagó en América su saber; quería entrañablemente a los americanos y era correspondido por ellos tan de veras, que, aun hoy, se le considera como americano y se admira y ama su memoria con veneración.

Fundó el primer Observatorio Astronómico que hubo en América.

Daba gratuitamente clases de Matemáticas, Física y Ciencias Naturales, con un fervor tal, que sembró no sólo cultura, sino un recuerdo imborrable.

Sus más preclaros discípulos fueron Fr. Diego García, Eloy Valenzuela, Pedro Fermín de Vargas, Jorge Tadeo Lozano, Francisco Antonio Zea, José Manuel Restrepo y Francisco José de Caldas, que escribió y publicó su necrología.

Comprendiendo que, sin saber Ciencias Naturales no se pueden hacer dibujos útiles para ilustrar obras de dichas ciencias, las enseñó, entre otros, al pintor ecuatoriano, el ilustre Salvador Rizo, y a Francisco Javier Matis, gran artista colombiano.

También sus dos sobrinos Sinforoso y José fueron discípulos de su insigne tío, sucediéndole el primero en el cargo de Director de la expedición a Nueva Granada.

En su casa misma, fundó un gran salón de herbarios y un amplio estudio para dibujar, creando junto a ella un Jardín Botánico.

En 1769 se publicaron ya algunas Memorias de Mutis, entre otras, dadas a luz por la Academia de Ciencias de Stockolmo.

En 1781 el hijo de Linneo publicó en el Supplementum plantarum plantas que le envió Mutis, aunque cometió el botánico sueco el grave error, de diputar las especies como mejicanas.

En 1793, en un periódico de Santa Fe, Mutis, que descubrió por primera vez la Quina, comenzó a publicar El arcano de la Quina, que mucho después, en 1828, imprimió Hernández de Gregorio, acompañada del retrato y biografía del sapientísimo gaditano.

Publicáronse en Londres, las Cartas selectas de la correspondencia de Linneo con otros naturalistas, y en esa obra impresa en 1821, se reproducen algunas de las cartas de Mutis.

Dejó inédita su magna obra sobre la Flora de Nueva Granada. El texto va acompañado de un hermoso herbario y 6.849 dibujos en color, cuya factura maravillosa ha llamado poderosamente la atención de sabios y artistas, en las Exposiciones españolas y extranjeras, en que se han presentado algunos de ellos.

La Iconografía de la Flora de Nueva Granada no se ha superado, ni reconoce igual aún entre las mejores iconografías modernas.

El coste de una decorosa publicación de dicha Flora y los dibujos que la ilustran, sería enorme, porque además precisaría adquirir para anotar el texto, poniéndole en concordancia con la ciencia actual, una bibliografía numerosa y de gran precio.

En 1872 vieron la luz pública los

  • Nouvelles études
  • sur
  • Les Quinquines,
  • con facsímiles
  • de la Quinología de Mutis.
  • Con notas sobre el cultivo de las Quinas.
  • por J. Triana.
  • París 1872.

Es una obra editada hermosamente, digna de Mutis, y que hace honor a J. Triana.

Los Diarios de los viajes de Mutis, sus Observaciones sobre el sueño y vigilia de algunas plantas y una Memoria encontrada entre los papeles de dicho sabio, que escribió el cura de las Teguas, acerca de las Palmas conocidas en el Nuevo Reino de Granada, se han dado a la luz pública en 1911, gracias al celo loable de mi amigo y compañero, el Director del Jardín Botánico de Madrid, D. A. F. Gredilla.

Si los patriotas españoles y colombianos, reuniesen sus esfuerzos y se publicase la Flora de Nueva Granada, seguramente que esto sería pagar a la memoria del gran J. Celestino Mutis, una deuda, que daría nuevos timbres de gloria a los dos países.

Mutis en sus contrariedades, se consolaba leyendo las cartas, del que consideró siempre como maestro y filósofo venerado, del gran Linneo. En la correspondencia de ambos, se encierran frases y afectos que conmueven. También es digna de leerse la correspondencia de Mutis con el inteligente y espiritual hijo de Linneo.

Escribe el ilustre Caldas: «¡Oh Dios! qué presente tan grande hicisteis a la América, cuando arrojasteis a nuestro Continente al generoso Mutis! Y en la necrología del inmortal gaditano, consignaba también Caldas, en el Suplemento al Semanario del Nuevo Reino de Granada:

«El día 11 de Septiembre de 1808 murió en esta capital el Dr. D. José Celestino Mutis. ¡QUÉ PÉRDIDA PARA LAS CIENCIAS, LA PATRIA Y LA VIRTUD!»