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ArribaAbajoNota 5.- Columela

EL Príncipe de los escritores geopónicos de la antigüedad fue el gaditano insigne Lucio Junio Moderato Columela, que nació en la ciudad de Cádiz en el año I de Nuestro Señor Jesucristo.

Bajo la dirección de su tío Marco Antonio Columela, ilustrado agricultor de la Bética, se dedicó al estudio teórico y práctico de la Agricultura. También cultivó la Astronomía, las disciplinas filosóficas y la literatura.

A los veinticinco o treinta años pasó a Roma, donde sabios y poetas le recibieron con júbilo y admiración.

L. Volucio, Ameo Novato, hermano de Séneca, y Publio Silvino, poeta renombrado, fueron los amigos de su mayor intimidad.

Publio Silvino decidió a nuestro ilustre compatriota a escribir la obra de Re Rústica, que Columela dedicara a tan eximio literato.

Columela, antes de escribir dicha obra, había viajado por Asia y otros países del extenso imperio romano, añadiendo datos y observaciones nuevas a su vastísimo caudal de conocimientos agronómicos.

La antigua Academia Nacional Greco-latina, compuesta por insignes y estudiosos humanistas, propuso que en las cátedras de latinidad se eligiesen, como modelos para la traducción, trozos de la obra de Re Rústica; tan soberbiamente están escritos los doce libros de Agricultura del inmortal gaditano.

Como nos ocupamos de un autor español, que teniendo sus obras más de 40 ediciones publicadas en el extranjero, no pasan de tres las que se han dado a la imprenta en España, de un autor que ha escrito la más importante y completa obra de Agricultura y Zootecnia de la antigüedad, que aun hoy es muy digna de leerse y ofrece positivas enseñanzas y notables y curiosas observaciones, reseñaremos el contenido de dicha obra.

En el interesante prólogo, dedicado a Publio Silvino, se lamenta el autor de los doce libros de Agricultura, de que habiendo en Roma escuelas de retóricos, de geómetras, músicos, arte culinario y peluquería, no existiesen personas dedicadas a enseñar ni aprender la Agricultura.

Quejábanse de la estirilidad de sus haciendas los potentados de las ciudades, achacándola a causas fútiles, y Columela escribía:

«No es justo creer que la naturaleza de la tierra, dotada por el primer Creador del mundo de una fertilidad perpetua, haya sido invadida por la esterilidad.»



«Hemos puesto el cultivo de nuestras tierras a cargo del peor de nuestros esclavos, como si fuera un verdugo que las castigara por delitos que hubieran cometido.»

«Al presente no sólo nos desdeñamos de labrar por nosotros mismos nuestras heredades, sino que tenemos por cosa de ninguna importancia el nombrar capataz.»

«Los padres de familia, después de haber dejado la hoz y el arado, nos hemos metido de murallas adentro y movemos mas las manos en los circos y los teatros que en las mieses y en las viñas.

«Pasamos las noches en liviandades y borracheras y los días en jugar y dormir, teniéndonos por afortunados por no ver ni salir ni ponerse el sol. Y así la consecuencia de esta vida indolente, es la falta de salud, pues están los cuerpos de los jóvenes tan débiles y extenuados, que no parece que queda a la muerte mudanza que hacer en ellos.»

Dice Columela que en Roma precisaba traer trigo y vino de otros países, porque por muchos se consideraba ocupación vil la de agricultor, y él escribe a propósito de la elevación y extensión de los problemas de la Agricultura:

«Cuando considero la magnitud de toda esta ciencia... recelo que me coja el último día de mi vida antes de poderla comprender toda.»



Algunos de estos párrafos o partes de ellos, son hoy, después de diez y nueve siglos, de actualidad completa y desgraciada, para muchas modalidades y elementos de aquellos países en que también se da culto preferente a las diversiones y pasatiempos, que anulan las nobles energías del cuerpo y del alma y producen la miseria, la ignorancia crasísima o la vana superficialidad.

En este hermoso prólogo de Columela, como en toda la obra, se ve por las constantes citas de otros muchos autores, el conocimiento profundo que tenía de los autores griegos y romanos, que antes que él, y contemporáneamente con él, estudiaron algo que interesara a la Agricultura.

Cuando admiramos la documentación científica que preside a los trabajos de los modernos sabios alemanes, ingleses, holandeses, etc., no debemos olvidar a los grandes antiguos españoles Columela, San Isidoro y Abu-Zacharia, que a pesar de no haberse inventado la imprenta, con fatigosa e ímproba labor, documentaban pacientemente sus estudios, sin olvidar la constante lectura del libro de la Naturaleza.

Trata Columela, en el libro primero, de las cualidades y deberes que han de reunir y cumplir los labradores, desde el dueño de la finca, encargado y braceros, generalidades de arquitectura rural y condiciones que han de reunirse en las fincas y llega hasta aconsejar la estatura que han de tener los labriegos que se dedican a diferentes suertes de trabajo.

En el libro II estudia los caracteres de tierras; el estiércol como abono; los cuidados que deben prodigarse a los bueyes cuando han dejado de trabajar; las diferentes frumenticias, legumbres y plantas forrajeras que, usualmente, entonces se cultivaban y los cuidados que requerían sus prácticas culturales. Se ocupa de los prados, henos y henificación. La siega, las eras y la trilla.

Libro III. Estudio del cultivo de la vid. Climas y terrenos que convienen a la vid en general y algunas de sus variedades. Formación de los viñedos y plantación de las viñas.

En el libro IV se continúa la misma materia y se ocupa de la poda de la vid e injertos de la misma, de sus tutores, y termina describiendo los cañaverales, los castaños y las encinas.

El libro V trata de Agrimensura; vuelve a ocuparse del cultivo de la vid, en distintas regiones del Imperio romano; de los árboles que se maridan con las vides; de las plantaciones y cultivo del olivo, y de los árboles frutales y sus injertos.

En el libro VI se ocupa prolijamente del estudio de las cualidades de los ganados bovino, caballar y mular. De los cuidados que debe prodigárseles; de su reproducción y de las dolencias usuales en ellos y medicinas convenientes en cada caso.

El libro VII comprende los conocimientos que atañen a los ganados asnal, bovino, cabrio, porcino y a los perros. Se da cuenta de las enfermedades más comunes a cada una de estas suertes de ganado y sus remedios más usuales en aquel tiempo.

Libro VIII. Las aves domésticas y algunas silvestres y la piscicultura constituyen los objetos de este libro.

La cría de las gallinas; sus variedades; la disposición de los gallineros; la conservación de los huevos. Palomas y palomares. Las tórtolas. La cría de los pavos reales; de las gallinas de Guinea, etc., se tratan de modo que interesan, y son útiles hoy esas nociones escritas hace más de diez y nueve siglos.

El libro IX trata de la disposición y cercas de los cotos para encerrar los animales silvestres (venados, gamos, cabras, jabalíes, liebres); del mantenimiento, crianza y aprovechamiento de estas especies. De las abejas, colenas y los productos de dichos himenópteros, no dejando sin mención lo referente a sus enfermedades.

Libro X. Es un poema en versos hexámetros, donde se expone el cultivo de los huertos.

En el Prefacio de este poema admirable asegura Columela que «Este fruto de sus vigilias... está tan lejos de aspirar a algún elogio... que se dará (el autor) por servido si no se hace juicio que deshonre los libros que ha publicado antes.»

A pesar de la modestia con que el geopónico gaditano presentara su hermoso poema, de tal modo se ha estimado por los doctos, que ha merecido imprimirse varias veces, como veremos mas tarde, entre las obras selectas de clásicos latinos, aislado del resto de la obra de Columela.

El libro XI trata de las ocupaciones que corresponden al encargado de la granja. Da a conocer las labores que conviene efectuar en cada época de las estaciones y meses del año, o sea el Calendario del jefe de una explotación agrícola.

Contiene este libro el tratado en prosa del cultivo de las huertas.

El libro XII se ocupa de las circunstancias y cualidades que debe tener la esposa del capataz o encargado de una granja.

Trata también del modo de conservar frutas, ya frescas, ya secas; fabricación de vinagres y conservación de vinos. Preparación de vinos especiales. Arropes. Adobos de las aceitunas. Molinos aceiteros y modo de obtener aceites. Modo de salar y conservar la carne de cerdo y preparaciones de productos alimenticios muy diversos.

Ya expuse al comienzo de esta sucinta nota, que pasaban de cuarenta las ediciones hechas, de la obra de Columela en el extranjero y no llegaban a tres las ediciones españolas.

He aquí algunas de ellas:

Venecia, 1472.- Soberbio libro en folio, admirablemente impreso, grandes letras rojas al comenzar los libros y capítulos.

Colonia, 1492.

Lion, 1535.

Lion, 1537.

Lion, 1541.

Lion, 1548.

París, 1551.

París, 1555.- Traducida del francés por M. Thierry.

Venecia, 1559.- Traducción italiana por M. Lauro.

Venecia, 1564.- Traducida por, L. Modonesa.

Dresde, 1791.

Lion, 1795.- Anotada por J. M. Gesner.

Verona, 1808.- Traducción italiana.

Madrid, 1824.- Soberbia traducción al castellano por J. M. Álvarez Sotomayor.

Madrid, 1837 a 1838.- Esta edición se inutilizó por incorrecta.

Madrid, 1879.- La traducción de Sotomayor con biografía de Columela, por V. Tinajero.

Ediciones que contienen el poema sobre El cultivo de los Huertos, aisladamente de los otros libros de Agricultura de Columela.

Londres, 1713.- Opera et fragmenta veterum Poetarum latinorum. Dos tomos en folio; al fin del 1.º va impreso el poema de nuestro compatriota.

Londres, 1721.

Strasburgo (?).- Librito en 16.º, antiquísimo, pero sin fecha cierta de publicación.

Ruiz y Pavón dedicaron a Columela el género Columellia, y este género y la familia de que es tipo (Columeliáceas), conservan hoy para la ciencia el nombre del excelso agrónomo gaditano.




ArribaAbajoNota 6.- Herrera

GABRIEL Alonso de Herrera, autor del libro más popular de Agricultura, en nuestro país, nació entre los años 1470 a 1480 en Talavera de la Reina, provincia de Toledo. Su padre fue el inteligente agricultor Lope Alonso de Herrera, también talaverano. No se sabe, pues, a punto fijo el año y fecha de su nacimiento como se ignoran también los mismos datos que a su muerte atañen, y sólo podemos afirmar que falleció después del año 1539.

Estudió en la histórica ciudad de Granada. Fue capellán del ilustre Cardenal y Arzobispo de Toledo Fray F. Ximénez de Cisneros, y beneficiado de la parroquia de San Miguel en su ciudad natal.

Desde el año 1500 al 1512 viajó recorriendo muchas regiones españolas y visitó también Italia, Francia y Alemania.

Consta en documentos fidedignos de 1503 y 1528 que en las inmediaciones de Granada y Guadix aprendía y practicaba los conocimientos que le enseñaran los españoles árabes y que en fincas próximas a ambas ciudades, plantó árboles frutales y plantas de huerta, ascendiendo pronto su saber en Arboricultura y Horticultura al de muchos de los moriscos que le habían enseñado.

Después de impresa la primera edición de su obra, efectuó otros viajes que le permitieron hacer notables adiciones a su anterior publicación.

El eminentísimo Cisneros, que tantas iniciativas tuvo para el logro del engrandecimiento de España, comprendió que las bases principales de la prosperidad en un país como el nuestro, debieran ser y han sido siempre, la Agricultura y la Zootecnia.

Es verdad que existían ediciones latinas de la obra de Columela y manuscritos españoles arábigos de eximios escritores, pero precisaba un compilador que reuniese los elementos esparcidos y los pusiese en lengua castellana para que, penetrando en todos los ámbitos de la nación, se difundiesen los problemas agrícolas y sus importantísimas soluciones.

Cisneros encargó a su erudito capellán G. Alonso de Herrera que hiciese esta obra. Costeada por el insigne Cardenal, se publicó la primera edición en Alcalá de Henares y a sus expensas se repartieron gratuitamente ejemplares, en todos los pueblos, villas y ciudades de su Arzobispado, y conste que el libro de Herrera no era una cartillita barata, de esas que nadie conserva después de mal leídas una vez, un librejuelo dotado de menos ideas aún que de páginas; la obra de Agricultura del sabio sacerdote geopónico, es un tomo en folio de 354 páginas; en ella se contiene detalladamente todo aquello que diariamente el agricultor debe practicar y los ideales que debe perseguir, y por eso este gran libro se conservaba y era herencia en las familias.

Es verdad que, como escribía el cultísimo Conde de Campomanes, si Herrera así como conoció las obras de los autores griegos y romanos, a nuestro Columela y las de algunos árabes, hubiese conocido la de Abu Zacharia, su obra hubiese tenido más carácter de Agricultura nacional, pues por no conocerla prescindió de cultivos, que sólo en contadas naciones europeas, como la nuestra, pueden darse y que constituyen enorme suma de riqueza.

Aun con este capital defecto, ejerció el libro de Herrera un gran influjo en el progreso de la agricultura y ganadería nacionales, y su autor y el eminente Cisneros podrían enorgullecerse de su obra, sólo al ver el número de ediciones españolas, que alcanzara en poco tiempo, aun después de la muerte de ambos.

Otro interés altamente científico ofrece la obra de Agricultura de Herrera y es el que le dan los nombres vulgares españoles de muchas plantas, que por primera vez se consignan, antes que en ningún otro libro.

Expongamos el contenido de esta obra, que divide su autor en seis libros.

El libro I trata de la labranza y de otras muchas particularidades y provechos del campo.

El libro II se ocupa de las tierras, aires, sitios que son buenos para las viñas y apropia cada manera de tierras a su suerte de vides.

El libro III contiene el estudio de los árboles, y primero expone algunas generalidades de ellos, que son comunes a todos o la mayor parte de los mismos; después dice que hablará más particularmente de algunos.

El libro IV trata de las huertas y sus sitios (emplazamiento), del modo de ser de los estiércoles y modo de estercolar; de los cercos y cerraduras de las huertas; de las maneras y tiempos de regar y de algunas hortalizas.

El libro V se ocupa de las crías de algunas animalias y primero de las abejas.

Por fin en el libro VI se enseña brevemente las cosas que conviene que se hagan en cada mes en el campo. Este tratado va repartido por menguantes y crecientes de luna, diciéndose qué obras se han de hacer en creciente y cuáles en menguante. Asimismo, dice el autor, pondremos otras señales de algunas mudanzas de los tiempos, que las puedan claramente entender y algunas otras particularidades necesarias.

El estudio práctico de la Agricultura había interesado siempre a nuestro Herrera, y dice en el Prólogo y dedicatoria a Cisneros que: «si la experiencia se une a la Ciencia y al Arte, es lo mas provechoso, pero que si ha de faltar alguno de estos factores nunca debe ser la experiencia.»

También se queja, como Columela, de que los personajes de su tiempo, no practicasen las labores agrícolas, ni aun siquiera administrasen sus fincas, ni las dirigiesen. Fijándose muy particularmente en su región querida, en la que se meció su cuna y para la cual más singularmente escribiera, consigna con valiente energía estas frases, que al cabo de cuatrocientos años parecen hoy de sorprendente actualidad: «digo que por ser holgazana la gente castellana, hay tantas hambres en Castilla, que son muchos a comer y destruir y pocos a trabajar.»

La obra del sabio sacerdote Gabriel Alonso de Herrera, se ha impreso con tres suertes de títulos diferentes: Obra de Agricultura, Libro de Agricultura y Agricultura general; en la mayoría de las ediciones que ostentan este último título, van adicionados a la labor del sacerdote talaverano algunos trataditos, de otros autores geopónicos, todos ellos inferiores en mérito a la obra de Herrera.

He aquí la relación de ediciones de la obra del ilustre capellán del fundador de la Universidad de Alcalá de Henares y divulgador, iniciador y protector de la primera obra de Agricultura que se escribió en nuestro idioma patrio.

Con el título de Obra de Agricultura copilada de diversos autores, por Gabriel Alonso de Herrera, se publicaron las siguientes ediciones:

Alcalá de Henares, 1513.- Es la edición primera publicada a expensas del egregio Cardenal Ximénez de Cisneros y repartida por él gratuitamente, como hemos dicho, en todo su Arzobispado.

En la portada debajo del escudo del Cardenal se lee en gruesas letras góticas:

«Obra de Agricultura copilada de diversos autores por Gabriel Alonso de Herrera, de mandado del muy ilustre y reverendísimo Señor el Cardenal de España Arzobispo de Toledo.»

«Con privilegio real.»



En el folio CLXXV se lee:

«Fin de esta obra. Alabado sea Dios. Por siempre. Amén.»

«Esta obra de Agricultura o labranza del campo fue imprimida en la villa de alcalá de henares por el honrado y muy industrioso varón en el arte de imprimir Arnao Guillén, ciudadano de Logroño.»

«Acabose de imprimir a VIII días del mes de Junio. Año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos trece.»



Incluyendo la Tabla de las materias contenidas en la obra, tiene ésta 354 páginas.

Toledo, 1520.

Alcalá, 1524.

Toledo, 1524.

Logroño, 1528.

Con el título de Libro de Agricultura, aparecieron las siguientes ediciones:

Alcalá de Henares, 1539.

Toledo, 1546.

Toledo, 1551.

Valladolid, 1563.

Medina del Campo, 1569.

Medina del Campo, 1584.

Madrid, 1598.

Con el título de Agricultura General las de:

Pamplona, 1605.

Madrid, 1620.

Madrid, 1643.

Madrid, 1645.

Madrid, 1677.

Madrid, 1768.

Madrid, 1773.

Madrid, 1777.

Madrid, 1790.

Madrid, 1818 a 1819.

Madrid, 1858.

También existen ediciones italianas de la obra de nuestro compatriota.

Roma, 1557.

Venecia, 1577.

Venecia, 1568.

Venecia, 1592.

Venecia, 1608.

Venecia, 1633.

En las primeras ediciones españolas que nadie se atrevió a corregir ni añadir, que están impresas en letra gótica y conservan el majestuoso lenguaje del autor, como dice La Gasca, es en las que se saborea el carácter de la época y brillan el saber y forma literaria, genuinas cualidades del autor.

Es lamentable que en el libro III de una de las ediciones más típicas, hablando el autor de que las aceitunas en adobo no deben comerse más que en pequeña cantidad, escriba después el gran Herrera: «mas yo no lo hago así, que me como un plato de ellas, porque me saben bien Y LAS MÁS VECES POR NO TENER OTRA COSA.»

Véase cómo del autor de una obra inmortal no conocemos ni la fecha cierta de su nacimiento, ni la de su muerte; sólo sabemos con fijeza que vivió en constante labor útil para su patria y no logró bienes de fortuna.

Dejando aparte el mérito singular y valía de las primeras ediciones, la edición de mas interés práctico para los agricultores en general y para los hombres de ciencia, es la que se imprimió en 1818, adicionada por la Real Sociedad Económica Matritense.

Consta de cuatro tomos en 8.º.

Está hecha según el texto de la primera edición de 1513. Dedícase al Rey Fernando VII y se encargaron de anotarla y estudiarla durante ocho años:

El insigne botánico, agrónomo, orientalista y literato D. Simón de Rojas Clemente, valenciano, a quien se encargó el Prólogo además de diversas anotaciones.

El eximio botánico aragonés y agrónomo D. Mariano La Gasca, que escribió la biografía y bibliografía de Herrera y varias anotaciones.

El sabio agrónomo y botánico madrileño D. Antonio Sandalio de Arias.

El agrónomo y veterinario distinguido D. Agustín Pascual, zamorano ilustre.

D. Francisco de P. Martí, artista y agrónomo valenciano, que compuso una Nota adicional sobre el cultivo del arroz.

D. Francisco Martínez Robles, aventajado discípulo de La Gasca y Arias, que añadió un capítulo sobre prados naturales y artificiales.

D. Claudio Boutelou, natural de Aranjuez (provincia de Madrid), autor de varias adiciones, y

D. José Elizondo, que compuso notas adicionales a los Diálogos de Arrieta, sobre la fertilidad de España, que van impresos con la obra de Herrera.

Ruiz y Pavón dedicaron a Gabriel Alonso de Herrera el género Herreria, de la familia de las Liliáceas, que entre los botánicos, inmortaliza el nombre ilustre del sabio agricultor talaverano.