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ArribaAbajoNota 16.- Juan Jarava

FUE un distinguido naturalista y médico, que floreció en el siglo XVI. Dedicose a traducir algunas obras, y es importante para los botánicos su Historia de las yerbas y plantas sacada de Dioscórides Anazarbeo y otros insignes autores, con los nombres griegos, latinos y españoles.

Traducida nuevamente al español por Juan Jarava, Médico y Filósofo, con sus virtudes y propiedades y el uso de ellas y juntamente con sus figuras pintadas al vivo. En Amberes MDLVII.

Las figuras son pequeñas, pero dibujadas con perfección, para la época en que se hicieron, aunque sin detalles científicos. Termina este librito en 8.º, con la descripción de la yerba dicha por los españoles escorzonera, y la figura correspondiente a esta planta. En esta traducción, cuyo original es de Fuchsio, se dan los nombres vulgares españoles de muchas plantas de nuestro país, representadas en dicha obra.

Llego a ser Jarava médico de la Reina Leonora de Austria, viajó por varios países de Europa y vivió bastante tiempo en la célebre, para la Ciencia, ciudad de Lovaina.

Fuele dedicado el género Jarava por Ruiz y Pavón, que se incluye hoy en el género Stipa L. El género Jaravea Neck y el género Jaravea Scop. se consideran ambos comprendidos en el género Microlicia D. Don (Familia de las Melastomáceas).




ArribaAbajoNota 17.- El Doctor Andrés de Laguna

EL sapientísimo Dr. Andrés de Laguna, médico ilustre del Pontífice Julio III, fue un botánico insigne y un culto humanista, no menos que un literato notable, siendo muy de estimar, que habiendo residido fuera de España y hablando y escribiendo en varios idiomas extranjeros, conservase el culto a su idioma patrio de tal modo, que su forma literaria, castiza y pura, puede pasar como modelo.

Nació el Dr. Laguna en Segovia en 1494; estudió el Latín en su ciudad natal, Filosofía en Salamanca y en París Lengua griega y Medicina.

Después de su retorno a España, que efectuó en 1536, fue catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares.

Acompañando al Emperador (Carlos I de España) recorrió los Países Bajos y gran parte de Alemania, donde su natural talento y su saber causaban la admiración de todo el mundo. En Colonia invirtió gran parte de su tiempo, en el estudio de las Ciencias Naturales, singularmente la Botánica.

Era el Dr. Laguna un colector infatigable, como lo demuestran las localidades no conocidas hasta entonces, que asigna a muchas plantas en España, Italia y Alemania y él mismo escribe aludiendo a sus excursiones botánicas:

«Quiero pasar por silencio cuántos y cuán trabajosos viajes hice,... cuántos y cuán altos montes subí; cuántas cuestas bajé, arriscándome por barrancos y peligrosos despeñaderos.»



Así sus anotaciones a la Materia medicinal, de Dioscórides, tienen un carácter de investigación personalísima, junto con la copiosa lectura de cuanto antes que él y por sus contemporáneas, se había escrito y se escribía de análogas materias.

En Bolonia y en Roma residió durante mucho tiempo y, a la vez que practicaba la Medicina y se dedicaba a dar enseñanzas científicas públicamente, no olvidaba recorrer los campos, sobre todo la campiña romana, cuyas plantas enumera, citando en las anotaciones a Dioscórides, su área de dispersión en muchos casos.

Aunque como no podía ser menos, dada la época en que viviera, aceptó muchos errores que figuraban como verdades inconcusas, también desechó y fustigó gran número de preocupaciones y dislates, con valentía sin igual.

Sus observaciones y claro raciocinio, le hicieron conocer el secreto de la propagación de las criptógamas vasculares filicíneas, y tener clara idea de la fecundación de las plantas fanerógamas.

Su pasión por las plantas y por la vida del campo se patentizan en sus obras, que contribuyeron entre nosotros a fomentar el gusto por el conocimiento de los vegetales y el amor a la Naturaleza; así escribe:

«Conociendo, pues, el Omnipotente Dios, cuán deleitosas fuesen y llenas de recreación las plantas que había criado, luego en formando aquellos primeros hombres, les dió no ciudades, no palacios, no castillos o fortalezas, sino huertas, jardines y praderías, en que para siempre habitasen. Entre jazmines, violetas y olorosos narcisos habíamos de vivir perdurablemente»...



Pondera las excelencias de la vida campestre y nos dice:

«Tenemos infinitos ejemplos de muchos y muy excelentes varones que atraídos y convidados de la hermosura y comodidad de las plantas, se apartaron de los negocios y cargos públicos y se dieron a vivir en los campos. Entre los cuales el buen Cicerón, padre de la elocuencia, dejando los estrados, tribunales y bullicios de Roma, se retrujo a su posesión Tusculana y allí compuso las TUSCULANAS CUESTIONES, tan celebrados por el mundo universo, en el cual mesmo lugar entre los árboles que lloran el estoraque, de los cuales aquella posesión está poblada, nosotros fabricamos una buena parte de estos nuestros trabajos, de do creo se les pegó no pequeña virtud y gracia.»



Con delicadeza de pensamiento y finura de dicción, atribuye el sabio naturalista e ilustre segoviano, las bellezas literarias y curiosidades científicas que admiramos en sus anotaciones a Dioscórides, a escribir en el mismo medio y sitio en que escribiera el gran Cicerón; a esta circunstancia cree Laguna que se debe gran parte del mérito de su obra.

¡Cuán digno de imperecedera memoria es este gran español, que estudia las Ciencias Naturales en los brumosos países del Norte, donde brilla purísimo el sol de la inteligencia, haciéndose admirar allí de sus mismos maestros y que para dar forma y concertar sus trabajos, baña los ojos del alma y su retina, en el aire, en la luz y en la plácida contemplación de las campiñas del Lacio!

Pero aún debemos los españoles gratitud eterna al Dr. Andrés de Laguna, porque mediante su celo por el estudio de las plantas en general, aunque particularmente le interesaran las especies medicinales, dispuso el Rey Felipe II la creación del Jardín Botánico de Aranjuez, fundado con antelación a los jardines botánicos de Montpellier y de París.

En la dedicatoria a Felipe II, de la 1.ª edición de su traducción castellana, anotaciones e ilustraciones de la Materia medicinal, de Dioscórides, impresa por primera vez en Amberes (1555) se lee:

«Siendo cosa justísima que, pues todos los Príncipes y las Universidades de Italia se precian de tener en sus tierras muchos y muy excelentes jardines, adornados de todas las plantas que se pueden hallar en el Universo, también V. M. provea y dé orden que A LO MENOS TENGAMOS UNO EN ESPAÑA SUSTENTADO CON ESTIPENDIOS REALES. Lo cual V. M. haciendo hará lo que debe a su propia salud tan importante al mundo y a la de todos sus vasallos y súbditos: y juntamente dará gran ánimo a muchos y muy claros ingenios que cría España, para que viendo ser favorecida de V. M. la disciplina herbaria se den todos con grandísima emulación a ella: del cual estudio redundará no menor gloria y fama que fruto a toda la nación española, QUE EN LO QUE MÁS LA IMPORTA, ES TENIDA EN TODAS PARTES POR DESCUIDADA.»



La ultima aseveración del Dr. Laguna continúa, después de trescientos noventa y dos años, teniendo carácter de actualidad. Para apreciar debidamente la cultura general y la cultura botánica del ilustre doctor segoviano, bastarían las sinonimias de los nombres de las plantas, en griego, latín, castellano, catalán, portugués, italiano, francés y tudesco (alemán).

Las figuras grabadas en madera con que ilustró Laguna la Materia medicinal, de Dioscórides, son para su tiempo dignas de encomio, porque permiten, con aproximada exactitud, completar, y fijar sobre todo, la descripción de la planta. Si, como afirmó uno de los más insignes fitógrafos del mundo; una mediana figura da mejor idea de una planta, que la más perfecta descripción, hay que convenir en que muchas de las figuras del médico del Pontífice Julio III, han prestado útil servicio a la Ciencia.

Algún botánico de nuestro país, con ligereza antipatriótica, ha escrito, que Laguna tomó sus figuras de Mathiolo, y dicho esto así, sin añadir nada más, da a entender que nuestro doctor no era iconógrafo, ni tampoco estaba dotado de esa honradez científica que demanda que todo autor, que copia literalmente una descripción o transcribe con exactitud una lámina, diga de quién la ha copiado.

Andrés de Laguna supo dar al César lo que es del César, y al final de la obra, dirigiéndose al Benigno lector, escribe en su clarísimo castellano:

«Dimos (de las plantas) sus figuras y propias formas, para que por ellas pudiese conocer cada uno las vivas, cuando las tuviese delante, para lo cual hecimos diligentemente esculpir todas aquellas figuras de nuestro amigo Andreas Mathiolo, que fueron entendidas y sacadas al natural de las verdaderas: por cuanto no podían mejorarse: Á LAS CUALES AÑADIMOS OTRAS MUCHAS DEBUJADAS POR NUESTRA INDUSTRIA, DE AQUELLAS QUE CONOCIMOS POR LA CAMPAÑA.»



Debo advertir que algunos de los dibujos de Laguna son de los mejores que ilustran los libros de la Materia medicinal del sabio Anazarbeo.

Raras son las obras botánicas del tiempo de Laguna o anteriores a él (1494 a 1560) que tienen representaciones iconográficas de las especies vegetales, mejores que las suyas. Entre ellas tienen más similitud con el natural y están mejor hechas que las de Laguna y Mathiolo, las ilustraciones de la Historia Stirpium, con comentarios de Leonardo Fuchsio (Basilea, 1542), pero en general aun después de la muerte de Mathiolo y Laguna, aparecieron obras con figuras iguales o inferiores a las de estos iconógrafos.

La reputación que alcanzó la obra de Dioscórides, traducida, anotada e ilustrada por Laguna, era tan extraordinaria, que Cervantes, al final de aquel capítulo 18 de la primera parte de su Don Quijote de la Mancha, capítulo que esmalta la inmortal descripción de los ejércitos fantásticos, hace decir al hidalgo ingenioso: «Tomara yo ahora más aina un cuartel de pan, o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, QUE CUANTAS YERBAS DESCRIBE DIOSCÓRIDES, AUNQUE FUERA EL ILUSTRADO POR EL DOCTOR LAGUNA.»

De vuelta de un viaje a Francia, donde acompañó al Duque del Infantado, acometiole una mortal dolencia, que le llevó al sepulcro en los comienzos del año 1560.

Publicó además Laguna las siguientes obras:

Castigationes a la traducción de los libros De Re rústica, de Constantino César, Colonia, 1543.

Anotaciones a Dioscórides, en latín, sin figuras, Lion, 1544.

Vida de Galeno, en latín, Venecia, 1548.

Discurso sobre la cura y preservación de la pestilencia, Amberes, 1556.

Oraciones que pronunció Cicerón contra Catilina, Amberes, 1556.

Ediciones de La Materia medicinal y de los venenos mortíferos, de Pedacio Dioscórides, traducida del griego al castellano, anotada e ilustrada por el Dr. Andrés de Laguna.

Una sola edición, la de 1555, se publicó en vida del autor, las otras diez después de su fallecimiento.

Amberes, 1555.

Salamanca, 1563.

Segovia, 1565.

Salamanca, 1566.

Salamanca, 1570.

Salamanca, 1586.

Valencia, 1651.

Valencia, 1677.

Valencia, 1695.

Madrid, 1733, con anotaciones de X. de Ribera.

Madrid, 1752.

De la primera edición (la de Amberes, 1555) existe un ejemplar extraordinariamente curioso e impreso en vitela, que se guarda como reliquia valiosa en nuestra Biblioteca Nacional. Debo al Director de dicho establecimiento, mi sabio y afectuoso amigo D. Francisco Rodríguez Marín, y al estudioso jefe de la Sección, Sr. D. Gabriel M. del Río, al primero, la autorización para fotografiar la portada y cubierta anterior, y al segundo, noticias sobre joya tan estimable.

La portada, iluminada y dibujada a mano, simula el frontispicio de un templo, ornado de guirnaldas de laurel y ángeles en la parte superior; en el centro, entre las columnas, campea un escudo, en que se ostentan las Armas Reales de Felipe II.

Toda la portada se rodea por una guirnalda de laurel y flores, también dibujada e iluminada a mano, como asimismo cinco cabezas de león, que la adornan.

La obra va dedicada

«Al Serenisimo Inclyto y Muy poderoso Señor Don Philippo por la Divina Clemencia Rey de Inglaterra y de Napoles, Duque de Milan, Principe heredero de la India Occidental y de todos los Reynos de España: Protector y Restaurador de la Fé.»



Antes que esta dedicatoria, va impresa una súplica en verso, que llena una página, dirigida al Ilustrísimo Señor Rui Gómez de Sylva, Conde de Melito y Camarero Mayor del Serenísimo Rey de Inglaterra, Príncipe y Señor nuestro, para que recomiende al autor a la clemencia de la Sacra y Real Majestad.

imagen

Tanto esta súplica, como todas las páginas de la dedicatoria al Rey Felipe II van orladas con dibujos iluminados, que representan ángeles, flores y frutas, constituyendo un conjunto de siete páginas de ornamentación policroma.

También todas las figuras intercaladas en el texto, que son las de los ejemplares corrientes, grabadas en madera, están iluminadas a mano y primorosamente conservada su coloración.

La encuadernación es preciosa, en cuero repujado con relieves y dibujos, ya policromos, ya dorados, y en el centro también con oro y colores, se representan las Armas del efectivamente, poderoso y magnífico Rey de las Españas e Inglaterra.

En la portada del libro van impresas, como en los ejemplares corrientes de esta edición, las siguientes líneas:

Pedacio Dioscórides Ana-
zarbeo. Acerca de la materia me-
dicinal y de los venenos mortíferos.
Traducido de la lengua griega en la vulgar caste-
llana é ilustrado con claras y substanciales Anotacio-
nes y con las figuras de innumeras plantas exquisi-
tas y raras, por el Doctor Andrés de Laguna,
Médico de Julio III Pont. Max.
Divo Philippo. Divi Caroli V. AVG.
Fiilio heredi opt. max.
Dicatum
en Anvers
En casa de Juan Latio. Anno
MDLV
Cum Gratia et Privilegio Imperial.

Los tres primeros renglones y los 9.º, 10.º y 11.º llevan, en el ejemplar a que hago referencia, doradas las letras sobre fondos coloreados.

Las dos ediciones impresas en Valencia ofrecen una nota de simpatía y delicadeza, que todos los españoles en general, y los valencianos en particular, han de leer con emoción.

Ofrecen estas ediciones la particularidad notable de estar dedicadas

«(A LA EMPERATRIZ DEL CIELO

LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS.»



Es curiosísimo que la única Virgen a quien se dedicaron obras de Botánica, sea la Augusta Patrona de la hermosa ciudad de las flores.

Proverbial es en todas las mujeres españolas la piedad y la belleza; todas ellas, y muy singularmente las valencianas, sabrán con júbilo que el nombre de la Madre del Divino Maestro, se imprimió en la portada de añejos, pero admirables libros de la Ciencia de las plantas.

Los labradores de la huerta de Valencia, laboriosos, varoniles y patriotas, que heredaron de los árabes-españoles el secreto de transformar los campos en jardines y vergeles, de eterna producción y lozanía, también verán cómo, el nombre de la Sagrada Imagen a quien prodigan devoción y cariño sin igual, va unido al progreso científico de nuestra Patria.

Tanto el género Laguna, que Cavanilles dedicó al gran segoviano, como el género Lagunæa Lour., no se admiten hoy por muchos botánicos.




ArribaAbajoNota 18.- Nicolás Monardes

FAMOSO médico, que nació en Sevilla en el año 1493, falleciendo en su ciudad natal a los noventa y cinco años. Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, y aunque no hizo un solo viaje a América, aficionose al estudio de las producciones naturales, de aquellas apartadas regiones y reunió todas cuantas pudo adquirir, constituyendo con ellas un Museo que alcanzó notoriedad.

Dedicando atención preferente a la Botánica médica, publicó en Amberes (1551) su obrita, en 16.º, De rosa et partibus ejus. De succi Rosarum temperatura. De Rosis persicis seu alexan drinis. De Malis Citriis, Aurantiis et Limoniis.

El autor de este librito, da noticia de cuanto Plinio, Galeno, Dioscórides y Plutarco opinaban de las rosas. También escribe sobre la importancia que Avicena y otros médicos de la antigüedad concedieron a dichas flores, y da a conocer la preparación y virtudes de la miel rosada, ungüento rosado y azúcar de rosas.

Dedica gran elogio a las rosas de Toledo.

Al ocuparse de las naranjas y limones, dando una muestra de su cultura, y observación perspicaz, hace mención de que con el nombre de citri se comprendían para los antiguos, no sólo las Auranciáceas, sino que también se llamaba así a una Cupresácea que es el Callitrix quadrivalvis Vent., del que existían en Andalucía y Levante, en tiempos remotos, extensos bosques, uno de cuyos restos descubrió, en las cercanías de Cartagena, mi cariñoso amigo y notable botánico D. Francisco de P. Jiménez Munuera.

Estudiando Monardes sus colecciones de productos naturales americanos, publicó en Sevilla, 1565, una obra que se intitula Dos libros: el uno que trata de todas las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven al uso de medicina, y el otro, que trata de Piedra Bezaar y de la yerba Escuorzonera. Esta obra constituye un tomo en 8.º menor y se hizo de ella otra edición, también en Sevilla (1569). En la misma ciudad y en el año 1571, se imprimió «la Segunda parte del libro de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven al uso de medicina, y también un Tratado del efecto de varias yerbas.

Por fin, en Sevilla y en el año 1574 se publicó la Primera y segunda y tercera partes de la Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven en medicina. Tratado de la piedra Bezaar y de la yerba Escuorzonera.

Diálogo de las Grandezas del Hierro y de sus virtudes medicinales.

Tratado de la Nieve y del beber frío.

Hechos por el Doctor Monardes.

Van en esta impresión la Tercera parte y el Diálogo del Hierro nuevamente hechos, que no han sido impresos hasta ahora. Do hay cosas grandes y dignas de saber.

Los dibujos que ilustran esta edición son malísimos y a veces erróneamente disparatados; iguales a éstos son los de otra edición sevillana de 1585 y alguna italiana.

Ya de la totalidad de esta obra, ya de algunas de sus partes, se han hecho traducciones latinas, inglesas, francesas e italianas.

Pudiéndose mencionar traducciones latinas, publicadas en Amberes (1574, 1579, 1582, 1593, 1605).

Las traducciones italianas de Venecia (1582 y 1589).

La traducción francesa de Lion (1619), y, por fin, las traducciones inglesas de Londres (1577, 1580 y 1596).

En la traducción italiana, que se publicó en Venecia en 1589, acompaña a la obra de Monardes la obra del médico portugués García de Orta; así, en un mismo libro, se reunieron interesantes noticias de las cosas traídas de las Indias Occidentales (Monardes) y de las cosas traídas de las Indias Orientales (Orta).

Linneo dedicó a la memoria del ilustre médico sevillano Nicolás Monardes, el género Monarda.