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58: Hay otra mención de las familias de Pina y Paiva en la elegía a la muerte de Montemayor por Marcos Dorantes (publicada por primera vez en 1562 en el Cancionero de Montemayor [Zaragoza: Viuda de Bartolomé de Nájera]). Dorantes implica una relación personal entre el poeta y los de Pina y Paiva: «Los de Payua, y de Pina, y su nobleza / demuestran quanto mas justo les fuera, / morir que no dar muestra de tristeza» (fol. iiir).

En su artículo «Os esquemas de Jorge de Montemor», Jorge de Sena hizo unos comentarios definitivos sobre Fernão de Pina que dejó sin documentar: Sena se pone de acuerdo con «alguns» [?] que dicen que Pina, hijo y heredero del gran cronista Rui de Pina, fue el padre de Montemayor («a quem alguns daõ como seu pai») (A estructura de «Os Lusíades» e outros estudos [Lisboa: Portugalia Editoria, 1970], p. 301). Fernão de Pina fue procesado por la Inquisición portuguesa (el proceso duró desde 1546 a 1550). Fue sentenciado por haber exhibido tendencias heréticas (iluministas) y perdió su puesto como resultado de su largo encarcelamiento. Véase Antonio Baiao, Episodios Dramaticos da Inquisicão Portuguesa, 2.ª ed. [Lisboa: Seara Nova, 1936], I, 13-16.

No he podido averiguar quiénes son «los dos Antonios» (v. 63). El contexto indica que pertenecían a la familia Paiva, y no he encontrado ninguna identificación en ese contexto. Barbosa Machado identifica a dos escritores, los dos llamados Antonio de Pina, coetáneos de Montemayor: uno, el autor del diálogo Regimento da Carreira, y el otro un poeta y músico. Machado no indica la relación entre ellos. Véase su Biblioteca lusitana historica, critica e cronologica (Lisboa: I. Rodrigues, 1741-59), I, 347.

 

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65-80: Montemayor menciona la leyenda del Abad don Juan de Montemayor en su epístola a Sâ de Miranda (véase la nota al v. 31) y en el séptimo libro de la Diana (ed. Francisco López Estrada, 4ª ed. [Madrid: Espasa-Calpe, 1967], página 287). En el soneto dedicatorio por Alonso de Zúñiga en las Obras de Montemayor (1554), se refiere al mismo personaje (véase el Cancionero, ed. González Palencia, p. xxx).

La historia es la siguiente: El virtuoso Abad don Juan de Montemayor encuentra a un niño abandonado (nacido de una unión incestuosa) en el umbral de su iglesia. Cría al chico como si fuera suyo y le llama don García. Éste abandona al buen padre y se convierte a la fe musulmana. Renombrándose Zulema, ayuda al rey arábigo Almanzor (aquí «el falso Marsilio», v. 75) en su saco del castillo de Montemayor. Una gran ofensiva árabe convence al Abad que sería mejor matar a las mujeres y niños cristianos y quemar todo lo posible dentro del castillo que dejar nada en poder del enemigo, y así se hace. Cumplida la triste misión, los pocos cristianos corren a confrontarse con el enemigo. Milagrosamente, el Abad y los suyos ganan la batalla y vuelven al castillo para encontrar resucitados a todos los muertos. El Abad hace voto de pasarse la vida en el mismo sitio donde oyó las noticias del milagro, y se cuenta que el monasterio de Alcobaza fue construido en ese lugar.

En su estudio de la leyenda, Menéndez Pidal dice que Montemayor habrá oído una versión oral de la historia, en la cual Marsilio, el nombre del rey moro en el ciclo carolingio, fue sustituido por Almanzor. Aunque Menéndez Pidal cita el texto de «Alcida y Silvano», no identifica la «cerca antigua y alta» (v. 65), que puede ser una referencia a la muralla del monasterio en Alcobaza. Véase Ramón Menéndez Pidal, La leyenda del Abad don Juan de Montemayor, Gesellschaft für Romanische Literatur, vol. II (Halle: Max Niemeyer, 1893).

 

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Según Montemayor, para sentir los efectos del amor no hace falta estar enamorado. Él mismo sentía el amor por Marfida antes de conocerla:


   El río de Mondego i su ribera
Con otros mis iguales paseava,
Sujeto al crudo amor i su bandera.
Con ellos el cantar exercitaba
I bien sabe el amor que mi Marfida
la entonces sin la ver me lastimaba.

(«Carta a Sâ de Miranda», vv. 82-87, Poesías de Francisco de Sâ de Miranda, ed. Vasconcellos, p. 655).                


 

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97-110: Hay una semejanza notable entre Silvano y Montemayor; el portugués dijo de sí mismo:



   Aquella tierra [las riberas del Mondego] fue de mí querida;
Dejé la, aunque no quise, porque veía
Llegado el tiempo ia de buscar vida.

   Para la gran Hesperia fue la via
Ado me encaminava mi ventura
I ado senti que amor hiere i porfia.

(«Carta a Sâ de Miranda», vv. 88-93, Poesías de Francisco de Sâ de Miranda, ed. Vasconcellos, pp. 655-66).                


 

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105: Considerando la probable naturaleza autobiográfica de unos elementos de «Alcida y Silvano», los versos 105-106 se podrían considerar como una indicación de que Montemayor, llegando por primera vez de Portugal a España, se fue primero a Andalucía. (No se sabe cuándo, dónde, ni por qué dejó su tierra, ni dónde había estado antes de empezar su trabajo en la corte en 1548.) Habrá pasado tiempo en Sevilla, donde estaba enamorado: escribió un soneto (incluido en sus Obras de 1554) en respuesta a uno de Cetina, «Respuesta de Jorge de Montemayor, siendo enamorado en Sevilla donde Gutierre de Cetina se quedaba» (véase el Cancionero, ed. González Palencia, p. 63).

 

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113-20: Visitando el monte Helicón, Minerva vio la fuente Castalia y se quedó impresionada por la hermosura natural del lugar donde vivían las musas (Metamorphoses, V, 250-68).

 

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174: Este verso (y v. 298 y v. 309) nos hace pensar en Dileto, ermitaño del «Diálogo spiritual» por Montemayor, el cual mantiene que los sueños traen visiones del Espíritu Santo sólo si logran inspirar miedo en el devoto («Diálogo spiritual», fols. 92-93).

 

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177: «Armía» tiene tres silabas en los vv. 177 y 229, dos en el v. 293 y dos o tres en el v. 299. He escogido «Armía» con acento.

Armía es un personaje en una de las canciones publicadas por Montemayor en el Segundo cancionero de 1558; es una amiga de Silvano, el cual cuenta su amor por Duarda (véase el Cancionero, ed. González Palencia, pp. 421-25, y también la nota al v. 31 de «Alcida y Silvano»).

 

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257-64: Armía se encuentra en la misma situación que la mayoría de los amantes en la obra de Montemayor: creyéndose amada, de repente se da cuenta de que ya no lo es. En estas dos estrofas se desliza el punto de vista de Armía, y el hombre que cuenta esta historia nos deja entender su visión masculina de lo que debiera haber sido una versión femenina de un desengaño («Pues, ¡ay de aquel que fue favorecido! / si un pensamiento viene de otro cabo / y causa en la que ama un movimiento», vv. 269-71).

 

20

320: Ya se ve la triste conclusión de la historia a través del uso de las palabras ambiguas «dolor y pena extraña», términos que se usan tanto en referencia al buen dolor amoroso como al triste dolor del desengaño: «su pena, y su dolor aventajando / de cuantos dio fortuna en este suelo» (vv. 1.289-90).