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ArribaAbajoActo segundo


Cuadro primero

 

Habitación de LUCINDO en la posada. Mesa, cama, sillas, equipaje, etc

 

Escena primera

 

LUCINDO, TRISTÁN

 
LUCINDO
No le congoje, Tristán,
que entre y salga quien quisiere.
Parientes suyos serán.
TRISTÁN
Por mí, sea lo que fuere
ese señor capitán.
Bien sé que en un mes y más
que ninguna cosa das
y mil regalos recibes,
seguro de engaños vives,
pero de amor no lo estás.
Quien no dá, no tiene acción
á pedir celos, ni hacer
de agravios demostración;
solo el dar en la mujer
alcanza jurisdicción.
Pero si al fin la desvía
de tu gusto, otro interés
que enriquecerla porfía,
¡lo que no has dado en un mes
vendrás á darlo en un día!...
LUCINDO
No pienso yo que Fenisa,
Tristán, por otro me deje,
que eso de interés es risa.
TRISTÁN
Amor, obstinado hereje,
las mesmas verdades pisa.
El que en mujer se confía
lejos está de discreto.
LUCINDO
No ha sido la culpa mía,
sino de que no pedía
ni pide...
TRISTÁN
Así es, en efecto.
No te echo en cara el entrar
en su casa, pues no hay dar
el valor de un alfiler...
LUCINDO
Pues, ¿qué entonces?
TRISTÁN
El querer.
LUCINDO
No lo puedo remediar.
Yo la adoro porque sé
que es verdadero su amor,
que sólo yo lo alcancé,
que no hay más competidor
que yo, desde que la hablé.
Ese español capitán
y otros que entran en su casa,
ninguna pena me dan,
porque es cosa que no pasa
de conversación, Tristán.
Fuera de que yo he venido
y me iré cuando quisiere
gustoso y entretenido,
á donde verla no espere
y me la borre el olvido.
Contaré en Valencia el cuento
á los amigos y damas
con grande gusto y contento...
TRISTÁN
Con razón cuento le llamas...
 

(Llaman a la puerta.)

 
LUCINDO
¿Llamaron?
TRISTÁN
Sí, gente siento
 

(Entran CELIA, con manto, y el Escudero con un tabaque cubierto por el tafetán.)

 


Escena II

 

Dichos: CELIA con Escudero

 
CELIA
¡Qué, descuidado estarás
de esta visita!
LUCINDO
Jamás,
Celia, lo estoy de mi dueño.
CELIA
Allá nos quitas el sueño,
Y aquí sin memoria estás.
Mas, ¿qué, agora te levantas?
LUCINDO
No duermen los mercaderes
tanto, y más con penas tantas.
CELIA
¿Penas, si adorado eres?
LUCINDO
¿De que las tenga te espantas?
CELIA
Quisiera, para un presente
que traigo, hallarte acostado;
y este viejo impertinente
tan tarde se ha levantado
-como ya ni ve ni siente-
que á mediodía he venido.
ESCUDERO
Siempre me culpas á mí...
CELIA
A no haber ese descuido...
LUCINDO
¿Que te trae por aquí?
CELIA
Seis camisas he traído,
¡Mira qué suave holanda!
Pues no pienses que esto es randa;
todo es fina cadeneta
de la aguja más perfecta
y de la mano más blanda.
Así, espera el enviado
que las tomes sin orgullo
de corazón regalado,
que más puntos que ha labrado
le quedan pasando el suyo.
Mandóme que te vistiese
la mejor, y te dijese
que ¡ojalá que ella pudiera
servirte de camarera!...
y que mi abrazo te diese.
LUCINDO
Venga ese abrazo en buen hora.
TRISTÁN
(No desaprovecha un clavo.)
LUCINDO
Bien, dirás á tu señora
que soy su rendido esclavo
desde la noche á la aurora.
Dáme, Tristán, esa pieza
de tela, que se la lleve
á la celestial belleza,
que es encarnada y su nieve
tendrá mayor gentileza.
TRISTÁN
Voy por ella.
CELIA
No, Tristán,
que sé que me matarán
si la llevo... Que es mujer
que no admitirá en su afán
lo negro de un alfiler.
LUCINDO
Ya que ella es de condición
tan esquiva, tú bien puedes
tomar en esta ocasión
estos escudos.
CELIA
Mercedes
como de tu mano son,
mas no los puedo admitir.
LUCINDO
¿Quién vió tal obstinación?
CELIA
Aquesta es la condición
que me imponen al venir
TRISTÁN
Escribir en el mar quiero
y en la nieve quiero arder,
puesto qué á fe de escudero,
¡hoy he visto una mujer
enemiga del dinero!

 (Llaman á la puerta.) 

LUCINDO
¿Llaman, Tristán?
TRISTÁN

 (Incierto.) 

Sí... Llamaron.
CELIA
¿No estorbaré?
LUCINDO
Aguarda aquí...

 (Vuelven a llamar.) 

¿Será?
TRISTÁN
Sin duda avisaron
de la Aduana, y así
á verte lo encaminaron.
LUCINDO
Hazte pasar.

 (Tristán abre la puerta.)  

 

(Entra micer JACOBO, mercader judío, avaro, receloso y adulador; trae una bolsa con escudos y un pliego de contrato.)

 


Escena III

 

Dichos: micer JACOBO.

 
JACOBO

 (Con reverencia.) 

Excelencia...
LUCINDO
Podéis tratar sin recelo
y dejad la reverencia,
que estas cosas de «coincidencia»
han de tratarse en un vuelo.
CELIA

 (A TRISTÁN.)  

(Yo me voy.)
TRISTÁN
(¡Qué te has de ir
si á esto has venido, á husmear!)
JACOBO
¿Queréis tratar?
LUCINDO
A tratar
vamos.
JACOBO

 (Por los demás.). 

Os debo advertir,
excelencia, á mi pesar
LUCINDO
¿El documento está listo?
JACOBO
Sí.
LUCINDO
¿Y el dinero también?
JACOBO
También, excelencia.
LUCINDO
¿El «visto»
de la Aduana está bien?
Pues terminemos, por Cristo!
JACOBO

 (Sacando del jubón la bolsa, un pliego, tintero atornillado y pluma.) 

Ved el contrato legal,
los sellos... la tasa...
LUCINDO

 (Leyendo con asombro.) 

¿Qué?
TRISTÁN
(Ya va sintiendo el dogal
que le aprieta.)
LUCINDO
¡No podré
con una humillación tal!
Sanas son mis mercancías
en buen estado han llegado...
JACOBO
¡Excelencia!...
LUCINDO
Y se han sellado
un la Aduana, y los guías
testimoniaron ayer
que telas y frutas son
de excelente condición.
JACOBO
No hay, excelencia, poder
que no sufra alteración;
por medianas me las dan
y por medianas las tomo.
LUCINDO
¿Pero no escuchas, Tristán?
TRISTÁN
Escucho y reniego.
LUCINDO
¿Cómo
los de la Aduana están?
JACOBO

 (Levantándose y recogiendo el tintero y los documentos.) 

Yo imaginaba, excelencia,
que era asunto terminado,
y como tal, pedí audiencia;
que a habérmelo imaginado
dudoso...
TRISTÁN
¿Y habrá paciencia
para no darle al rufián?
LUCINDO

 (A TRISTÁN.) 

¡Tente!
JACOBO

 (Irónico.) 

¡Excelencia!
LUCINDO
¡Tristán!
¿No ves que pierdes razón?
El vino por mí llamado
Está en mi casa, ¡es sagrado!
JACOBO
¡Excelencia!
LUCINDO
Es ocasión
de admitir ó rechazar,
supuesto que es un anciano
que aquí viene á negociar,
¡pero no de alzar la mano
y tenerla que bajar!
TRISTÁN
Señor...
JACOBO
Excelencia
LUCINDO
Agora
te digo que es gran falsía
darme por la mercancía
tres mil escudos...
CELIA
(¡Señora
de mi alma, qué alegría!)
JACOBO

 (Acariciando la bolsa.) 

¡Tres mil escudos! ¡tres mil!
LUCINDO
(¡Una fortuna!)
TRISTÁN
(¡Un tesoro!)
LUCINDO

 (A TRISTÁN

(¡Y yo sin blanca!)
TRISTÁN
(¡Y yo moro.!)
JACOBO

 (Ponderando.) 

¡Tres mil escudos en oro!
TRISTÁN
(¡Agora el golpe gentil!)
CELIA
¡Señor!
LUCINDO
Celia.
CELI
Perdonad;
mas yo debo retornar
con mi señora, que es tarde...
LUCINDA
Decidla que allá me aguarde
esta noche, y agregad,
Celia, que por sus amantes
regalos y sus constantes
desvelos, no me reproche
si yo la ofrezco á la noche
un cintillo de brillantes.

  (A JACOBO.) 

Y vos, en quien el recelo
halló la triste figura,
traed que triste en mi vuelo
y desataos el cielo
de escudos, de la cintura.
 

(Va á la mesa, donde micer JACOB y TRISTÁN disponen la firma. Agrúpanse los tres; el mercader, luego de ver la firma de LUCINDO, comienza a recontar escudos; CELIA, al verlos de espaldas queda un instante el umbral, escuchando la música del oro.)

 
CELIA
Sonad, escudos, sonad
vuestra canción de oro y risa,
que presto os vais á enredad
al anzuelo de Fenisa.


 
 
Telón
 
 



Cuadro segundo

 

Patio en casa de FENISA. Al foro izquierda, escalera de balaustrada que sube al corredor, de arcos y columnas renacimiento. A la derecha y en segundo término, arco de entrada. En primer término, puertas laterales que dan á las habitaciones de planta baja. Una mesa, y algunos taburetes y sillones. Al alzarse el telón sale por el primer término izquierda ALBANO y CAMILO.

 

Escena primera

 

ALBANO y CAMILO

 
CAMILO
¿De qué os hacéis tantas cruces?
ALBANO
¿No me tengo de espantar?
¿A qué más pueden llegar
unos bríos andaluces?
CAMILO
Luego, ¿dáis en que es mujer?
ALBANO
Tan cierto como hombre yo.
No más verla y se inmutó.
CAMILO
Nada de esto eché de ver.
Mas, ¿no véis que es desatino
ver un mancebo y decir
que es mujer?
ALBANO
Falta saber
y averiguar su destino.
Oid, que os quiero contar
tocante al caso, una historia,
que por ser mía y ser de ella
á entrambos nos mide y honra.
En la más bella ciudad
que mira el sol en Europa,
pues todo el oro del mundo
es para hacelle corona;
en Sevilla y en la calle
«Baños de la Reina mora».
nació Dinarda, y ya vísteis
por los ojos, si es hermosa.
Servila, y después de un año
de paseos y de rondas,
papeles y diligencias
de terceras cautelosas,
rindióse solo á escribirme,
que si dijera otra cosa,
á mi verdad y á su sangre
haría ofensa notoria.
Tiene el Duque de Medina
ya entenderás que es Sidonia
á espaldas de su palacio
un corredor de pelota,
y tiene este corredor
empenachadas de hojas
las armas de los Guzmanes,
que en Tarifa se acrisolan,
y debajo de las armas
aquella fiera espantosa
que mató Guzmán el Bueno
en las africanas costas.
Entra por la boca el asta,
sale entre la crín cerdosa
el hierro bañado en sangre
que cíñele escudo y cola...
Estas armas, timbre y cerco,
que aquel corredor adornan,
un día estaba mirando
grande juventud ociosa,
porque acabado un partido
Y desde una parte á otra
peloteándose andaban
por ser la tarde lluviosa.
Dió un caballero al león
un pelotazo en la boca
y dijo: -«En Africa había
una contienda dudosa
sobre quién mató al león;
pero sepan desde agora
que yo le maté, pues hay
testigos de la pelota...»
Respondí, aunque era de burlas,
por la afición que me toca
á la casa de Medina:
-«Necio es quien así se mofa
de la hazaña de un Guzmán.»
-«Necio y vil es quien provoca
escondido entre la gente,
me replicó. -Yo, la cólera
revuelta, asíle de un brazo;
él requirió la tizona,
alcé yo la pala entonces
y antes de él sacar la hoja
dí con mi pala en su frente,
dejándole entre las losas
del corredor, moribundo,
á tiempo que la discordia
encendida entre los bandos
de las palas y tizonas,
desgarradas las gorgueras
y las plumas más airosas,
con sombreros y birretes
iban formando una alfombra.
Aquel grita por Guzmán,
el otro contra Sidonia;
el barrio entero se mueve,
se agita Sevilla toda.
Oidores y chancilleres
apréstanse con las rondas
y un venticuatro que acude
seguido de gran escolta,
logra prender á los menos
y hace que los más se escondan.
Yo, entre los más evadíme,
y al saber que la victoria
había determinado
mi vergüenza y mi derrota
-que el hermano de Dinarda
fué aquel que dejé en las losas
tan mal herido, -mis padres
el discreto acuerdo toman
que embarcase al otro día,
y con cartas me acomodan
para el de Osuna, virrey
que ha dos meses que me honra.
Dos meses aquí he llevado
que los recuerdos transforman,
mudándome de Dinarda
por Fenisa, cuando agora,
en la casa de Fenisa
ví este capitán, que es copia
de Dinarda tan pareja,
tan segura y asombrosa,
que ella es Dinarda y el traje
un difraz que le acomoda.
CAMILO
Pues, ¿cómo la que en Sevilla
doncella es de fama y nota,
ha de venir á Palermo
de capitán y á la ronda
de una Doña « Aquí me tienes
según en lo que me compras?
¿Estáis en vuestro juicio?
ALBANO

 (Pensativo.) 

Siento que ya se alborotan
recuerdos de mi Dinarda
contra Fenisa, y es cosa
de meditar y volver
esta noche.
CAMILO
Luego ahora
dejáis á Fenisa cierta
por Dinarda, que es dudosa?
¿Tan mudable es vuestro amor?
¿Tan liviana vuestra gloria,
que cambia por el vestido
lo que otros por la persona?...
 

(Salen derecha.)

 
 

(Por la izquierda, FENISA y DINARDA, y detrás BERNARDO y FABIO.)

 


Escena IV

 

FENISA, DINARDA, BERNARDO, FABIO.

 
FABIO
(Hagamos entre los dos
que se muestre más amante.)
 

(Procuran hacer señas a DINARDA, avisándole de que acepte los rendidos amores de FENISA.)

 
FENISA

 (A DINARDA.) 

¿No quieres tú que me espante
de tu desdén?
DINARDA
No, por Dios,
sino estar agradecida
á la lealtad que he mostrado
al capitán.
FENISA
¡Tú has vengado
muchos de quien fué homicida!
Mas piensa que pensaré
que es miedo y no lealtad,
DINARDA
Amor sabe que es verdad.
Con Osorio aquí llegué;
él me trujo, él te ha servido,
¿no ves tú que no es razón
hacerle tan vil traición
á un hombre, tan bien nacido?
Si solo y por mí te viera,
¿sabes cómo me portara?
¡Qué de veces te abrazara!
Qué de amores te dijera!
Mi ventura sólo quiso
que en tan ingrato accidente
tus ojos sean la fuente
y yo tu loco Narciso.
Tántalo soy; no me toca
amor, sino enloquecedor,
pues no te puedo beber
teniendo el agua en la boca...
BERNARDO

 (A FABIO.) 

(¿Quédate ya alguna duda?)
FABIO

 (A BERNARDO.) 

(Ninguna me queda ya.
Es tan hombre como acá
y más gentil por la muda.)
BERNARDO
(La enredará y medraremos
los tres, que es rica sin tasa
esta Fenisa.)
FABIO
(¡Qué casa!)
BERNARDO
(¡Mejor puesta la pondremos!)
FENISA
Bien podías, en secreto,
ser dueño de quien te adora.
DINARDA
¿Qué más quiero?... Mas agora
la amistad me trae sujeto.
Osorio me trujo aquí.
Débole ya... hasta dinero.
FENISA

 (Con arrebato) 

¡Pagarte las deudas quiero!
DINARDA

 (Como ofendido.) 

¡Las deudas!
BERNARDO

 (Con señas á DINARDA.) 

(¡Díle que sí!)
FABIO

 (Con señas á DINARDA.) 

(¡Díle que sí! ¡Voto va!)
(¡Agora calla el ladrón!)
FENISA
¿Cuando, di, tu corazón
sus deudas me pagará?
BERNARDO

 (Haciendo señas.) 

(¡Cuerpo de tal!)
FENISA
¿Te resuelves
á no pagar este amor?
DINARDA
Conociéndome, en mi honor,
Fenisa, ¿á probarme vuelves?
Haz una cosa: da traza
de que el capitán se ausente,
-pues tú podrás fácilmente
hacer que cambie de plaza -
y en su ausencia te prometo
dar rienda suelta a mi amor.
FENISA
En tu promesa y honor
fío, y la palabra acepto.
 

(Sale CELIA, azorada, por la izquierda primer término.)

 


Escena VI

 

Dichos, CELIA

 
CELIA

 (Alarmada.) 

¡Que aquí está Lucindo!
FENISA

  (Inalterable.) 

¿Quién?
CELIA
El mercader de Valencia.
FENISA
¡Ah, sí!  (A DINARDA.)  Me das tu licencia?
DINARDA
Licencia tienes, mi bien.
 

(Entranse FENISA y CELIA por la izquierda.)

 


Escena VII

 

DINARDA, BERNARDO y FABIO

 
 

(BERNARDO y FABIO acuden á DINARDA, cada cual cogiéndola de un brazo.)

 
BERNARDO

 (A DINARDA.) 

¿Cómo das en remolón
de amar tan gentil creatura?
FABIO
No sabes nuestra premura
de dineros?
BERNARDO
¿Qué ocasión
mejor aguardas?
FABIO
¿Qué mar
donde bogar más ligero?
BERNARDO
¿Cómo no aceptas dinero?
FABIO
¿Cómo te haces de rogar?
DINARDA
Bien en vuestra condición
de villanos os mostráis,
cuando en la priesa buscáis
lo que es de la discreción.
¿Pues cómo pedís, mostrencos,
sin diferenciar razones,
cazar fieras con halcones,
rendir garzas con podencos?
¿Pensáis que los menesteres
de amor no se han de estudiar,
y que se pueden juzgar
unas, todas las mujeres?
¿Merecerán trato igual
la altiva y la delicada,
panes de la mesma jornada,
rosas del mesmo rosal?
¿No distinguís los antojos
del amor que reverencia?
Pues qué, ¿es hermana la ciencia
de unos ojos y otros ojos?
No es este amor de posada
ni Fenisa tan cerril,
sino dama a lo gentil
de condición avisada,
y mal puedo, en unos ratos
de dama con caballero,
portarme, como arriero
con un atropella-platos...
BERNARDO

 (Perplejo.) 

¡Por Dios, que si bien se advierte!
FABIO
¡Por Dios, qué claro razona!
DINARDA

 (Contoneándose.) 

¿Pensáis que aquesta persona
no sabe de amor la suerte?...
Pues cuántas damas de pro
no cayeron en mis lazos!
¡A cuántas en estos brazos
tan diestros, no dormí yo!
¡Ni quién como yo ha sabido
de todo cuanto á amor toca!
¡De confituras de boca
y de regalos de oído!
BERNARDO
(¡Pensar que la sospechamos
de mujer!)
FABIO
(¡El más galán
no llega donde el Don Juan
que por suerte disfrutamos!)
 

(Asoman LUCINDO y TRISTÁN por la derecha.)

 


Escena VIII

 

Dichos, LUCINDO y TRISTÁN.

 
LUCINDO

 (A TRISTÁN.) 

¿No le dió Celia mi recado?
TRISTÁN
Pienso
que tiene algunos huéspedes Fenisa...
LUCINDO
¿Es caballo de Troya aquesta casa,
que siempre está preñada de armas y hombres?
TRISTÁN
¿Pues cuál audiencia pública, Lucindo,
iguala al patio de una mujer de estas?
Aquí tiene sus horas y aquí juzga,
entre los pretendientes y abogados
que le envían presentes y procesos,
y el memorial de ayudas y el soborno.
LUCINDO

 (Por DINARDA.) 

¿Quién es este español que tan solícito
frecuenta así esta casa?
TRISTÁN
¿Este?... Imagino
que es el del alma.
LUCINDO
Y yo ¿soy el del cuerpo?
Donaire tienes. Si Fenisa vive
en el cuidado que la ves conmigo
y le cuesto regalos y dineros,
¿cuál otro puede haber que sea del alma?
TRISTÁN
¿No sabes tú que hay almas en que caben
como en costal, los tres y los trescientos?
Cuando ves escribir á una señora
treinta papeles para treinta amantes;
que á uno le pide el coche y á otros celos,
y á este le habla en su alcoba y á otro en misa,
¿has de pensar que sólo quiere á uno?
LUCINDA

 (Por DINARDA.) 

Hablarle intento...
TRISTÁN
Sin cuidado puedes.
LUCINDO
Hablaros, caballero, he deseado.
DINARDA
No menos yo, que os hablaré gustoso;
mas si es por celos de Fenisa, os pido
no los tengáis de mí, porque á su casa
me han traído cuidados diferentes...
¿Cuándo os volvéis á España?
LUCINDO
Ya he resuelto
de que en todo este mes, porque á mi gusto
he despachado cuanto della truje;
más tiéneme Fenisa cautivado...

 (Hablan aparte.) 

BERNARDO

 (A TRISTÁN, con reverencia.) 

Señor lacayo...
TRISTÁN
Señor Duque...
BERNARDO
¡Oiga
la chanza! ¿Es español de tal alcurnia,
que el «lacayo» le enfada?
TRISTÁN
Sus altezas
perdonen, que mi facha, á lo que entiendo,
no es para contentar á dos virreyes...
BERNARDO
(Ladillo es el bellaco.)
FABIO
(Y pajarote.)
LUCINDO

 (A DINARDA.) 

Pues tendré gran merced que nos hablemos.
DINARDA
A donde os dije estoy.
LUCINDO
Yo iré á buscaros...
BERNARDO
Fabio, don Juan se va...
FABIO

 (Reverencia cómica) 

Señor lacayo...
TRISTÁN

 (Reverencia cómica.)  

¡Alteza!, perdonad... ¡Perdón, alteza!.
DINARDA
¡Pajes!
BERNARDA
Señor.
DINARDA
¡Hacia palacio vamos!

 (Sale con los pajes.) 



Escena IX

 

LUCINDO, TRISTÁN, CELIA, por la izquierda.

 
CELIA
Ni señora te suplica,
Lucindo, que la perdones,
ya que por ciertas razones
que aquí no te significa
no puede salir á verte.
LUCINDO
Cierta visita que ví
y ha poco salió de aquí
avisóme de esta suerte.
Es Fenisa flor de corte,
es lindo don Juan de Lara;
cuando ella no me avisara
él me avisara en su porte
vencedor...
CELIA
No digas tal,
Lucindo, de mi señora...
LUCINDO
¿Y el no recibirme agora
con pretexto desleal?
¿Es que hay adentro...?
CELIA
No sigas
ofendiéndola de ausente...
que enferma saldrá, y presente
ha de estar á cuanto digas...

 (Sale izquierda.) 



Escena X

 

LUCINDO, TRISTÁN

 
LUCINDO
Escucha...
TRISTÁN
Enojada fué
LUCINDO
¿Por lo que dije?
TRISTÁN
Fué error
llamar fingido su amor.
 

(Salen CELIA y FENISA, ésta enlutada y con una carta y llorando.)

 


Escena XI

 

Dichos, FENISA y CELIA

 
LUCINDO

 (Sorprendido al ver a FENISA.) 

(¿Qué es esto, Tristán?)
TRISTÁN

 (Idem.) 

(No sé.)
LUCINDO

 (A FENISA.)  

¿Luto vos, señora mía?
¿Qué duelo es ese y qué llanto?
FENISA
Para no afligiros tanto
no veros, mi bien, quería.
Mas como allá dentro oí
ofender mi gran amor,
aun á trueque del dolor
á defenderlo salí.
Quiero ver si se asegura
en tu hidalguía española
herir á una mujer sola

 (Sollozando.) 

y en tan recia desventura...
TRISTÁN
(¿Puchericos al salir?)
(¡El señor nos libre, amén!)
LUCINDO
Sosiégate ya, mi bien;
celos me hicieron decir...
FENISA

 (Con estupor.) 

¿Celos de mí, á quien tu amor
tiene como emparedada?...
¿Hay suerte tan desdichada?
TRISTÁN
(¡Hay embustera mayor!)
LUCINDO
¿Qué, puede haber sucedido,
alegría de mis ojos,
que en nubes de agua y enojos
este sol tiene escondido?
¿Qué es este luto que enluta
tus adornos y primores?
¿Qué dolor de los dolores
tu corazón ejecuta?
FENISA
¡Ay! mi español adorado,
si acaso el caso sabéis,
pienso que disculparéis
las lágrimas que he llorado,
porque, al fin, de sangre son.
LUCINDO
¿Cómo de sangre?
FENISA
Pues ya
desearlo sabéis todo,
esta carta dice el modo,

 (Dale la carta.) 

la pena y quién me la dá.
LUCINDO

 (Lee.) 

«Hermana mía, y la postrera vez que podré llamaros hermana: á mí me han sentenciado á muerte en vista y revista. La parte, por mediación del príncipe de Butera, perdona por tres mil ducados. No tengo, hermana, medio de pagar; si los tenéis, vuestra, sangre soy y anduve en las entrañas mesmas donde anduvísteis. De Mesina, etc. -Camilo Fénix.»

¡Extraña carta!

 (FENISA se desmaya.) 

CELIA
¡Ay de mí,
que se cayó desmayada!
LUCINDO

  (Acudiendo.)  

¡Fenisa! ¡Fenisa amada!
CELIA
Respira.
LUCINDO
¿Respira,?
CELIA
Sí.
LUCINDO
Volved en vos, que habrá medio
de remediar...
FENISA

 (Abriendo los ojos.)  

¡Ay, mi hermano!
LUCINDO
¿Habla?
CELIA
Sí.
LUCINDO
¡Amor soberano,
de tu mano fué el remedio!...
¿Qué puedo yo hacer por vos
y ese hermano sentenciado?
FENISA
¡No hay remedio en lo creado!
LUCINDO
Busquémoslo entre los dos.
FENISA
El solo que haber podría
es que pues habéis vendido
la hacienda que habéis traído,
según Celia me decía,
sobre mis joyas y hacienda
me prestéis dos mil ducados,
que estos rigores pasados...
yo os fío...
LUCINDO
No habléis de prenda
que harta prenda es el amor
y que yo os debo.
FENISA
¿Queréis honrarme de nuevo?
LUCINDO
Antes es gusto que honor.
Pero advertid, alma mía,
que un mercader sin dinero
es como amor sin tercero
ó como sin luz el día...
Habéisme de prometer
pagar en breve, que ya
mi partida cerca está
y será echarme á perder
FENISA
Apenas libre mi hermano,
unas casas venderemos
que cerca de aquí tenemos,
y os pagaré de mi mano...
Pero tomad, por mi vida,
mis joyas, yo gusto de esto.
LUCINDO
Tristán, parte, á casa presto
y en el arca guarnecida
un gato hallarás que encierra
en oro dos mil ducados.
Toma la llave.
TRISTÁN
(Sitiados
nos vemos, como en la guerra.)
LUCINDI
¿No vas, Tristán?
TRISTÁN
Sí, señor.
LUCINDO
Pues, ¿qué miras?
TRISTÁN

 (Aparte a LUCINDO.)  

(¿Estás loco?)
LUCINDO
(Déjame ser noble un poco
y no ingrato á tanto amor;
yo conozco esta mujer
y sé que lo he de cobrar.)
TRISTÁN
(Las joyas debes tomar
ó todo lo has de perder.)
LUCINDO

 (Asperamente.) 

(Ve, digo, y ya estás aquí.)
TRISTÁN
(Me estoy viendo como Adán.)
 

(Sale por la izquierda.)

 


Escena XII

 

FENISA, LUCINDO, CELIA

 
FENISA
¿Qué te decía Tristán?
LUCINDO
Es bueno y mira por mí...
Rústicamente quería
que vuestras joyas tomara
Es mercader y repara
en prendas.
FENISA

 (Altivamente.) 

¡Por vida mía!
LUCINDO
Por vida vuestra, mi bien,
que basta un cabello en prenda
si es tuyo, y ninguno entienda
que más quiero que me den.
Las almas, ¿tienen valor?
FENISA
¿Qué mayor?
LUCINDO
Si se celebra,
que de cada sutil hebra
cuelga mil almas amor,
¿qué más prenda que un cabello
donde mil almas están?
Mas qué, ¿no viene Tristán
si va inquietándome en ello?
Está la posada junto
de vecindad tan amada
Voy yo mesmo á la posada
y haré que los traiga al punto.
FENISA
Ven á comer hoy conmigo.
LUCINDO
Me das un bien soberano.
CELIA

 (A FENISA.) 

(¡Vuestro hermano!)
FENISA
Y de mi hermano
por mí y por él te bendigo,
que así han de ser á compás
tus acciones de benditas,
pues si á él la muerte lo quitas
á mí la vida me das.
La premura te prevengo.
Ven, Lucindo, y encamina
ese dinero á Mesina.
LUCINDO
Espérame, que ya vengo.
 

(Sale derecha.)

 


Escena XIII

 

FENISA y CELIA.

 
FENISA
¿Vendrá, Celia? ¿Qué imaginas?
CELIA
Que volverá á la querencia,
pues no hay cuasi diferencia
del hombre y las golondrinas.
FENISA
¡Mira que si no volviera!,
¡Solo el decillo me espanta!
¡Calla, que se me atraganta
la saliva tragadera!

 (Pausa.) 

¡Después de lo que has gastado
en regalar á don Juan!
Si se torciese este plan
que por don Juan he fraguado,
antes que á la vida errante
de mujer mercadería
en los brazos me echaría
del mar, mi postrer amante.

 (Pausa.) 

Mas no sé cómo me rindo
á pensamientos livianos
cuando ya tengo en mis manos
todo el oro de Lucindo.

 (Arrebatada.) 

Ducados así, á puñados.
CELIA
Ducados así, á montones...
FENISA
Terciopelos.
CELIA
¡Y brocados!
FENISA
Y cintillos.
CELIA
¡Y doblones!
FENISA
Y un tocador de oro y plata,
CELIA
Y un esclavo, siempre alerta.
FENISA
Y el coche siempre á la puerta.
CELIA
Y luego la caminata
por el puerto.
FENISA
¡Y el reir
tendida en el almohadón
abanicándose al son
de las olas... ¡y morir!

 (Ríe mucho.) 

CELIA
Nota que has muerto, sin que
don Juan, por quien vives loca,
se haya posado en tu boca
FENISA
Dices bien, que lo olvidé...

 (Tornándose triste.) 

¿De qué rüín condición
somos hechas las mujeres,
atentas á los placeres
y ajenas al corazón?
¿Cómo, si teniendo en mí
tan mío á don Juan de Lara,
pudo ser que lo olvidara
si estaba conmigo, dí?
CELIA
Venturas de tu don Juan
que paseabas en coche
de la mañana á la noche
mas aquí viene Tristán...
¿Si maullará el gato aquél?


Escena XIV

 

Dichas y TRISTÁN con una bolsa de piel de gato con dinero.

 
TRISTÁN
Aquí llega un mentecato
con dineros en un gato
y ninguno para él.
CELIA
Señora, aquí está el dinero.
FENISA
Muestra á ver. ¡Escudos son!
Tristán, toma ese doblón
y dí á tu señor que espero
que venga luego á comer,
que lo aguardo agradecida,
y vuélvete, por mi vida,
que tengo mucho quehacer.
TRISTÁN
(Ya sé el quehacer que tendrás,
ladrona de mi señor
¡Un doblón por el favor!
¿Cuándo el cuello doblarás?
 

(Sale derecha.)

 


Escena XV

 

FENISA y CELIA.

 
FENISA
¿Fuése ya?
CELIA
Va murmurando.
FENISA
También murmuran los ríos
y de oír y y ver sus bríos
se están los peces holgando.

 (Mirando el bolso.) 

¿Será gran descompostura
besar este gato?
CELIA
No,
que es de algalia y pienso yo
que su perfume es ventura.
FENISA
Ves aquí, Celia, á Lucindo
besado en forma de gato.
CELIA
¿No, hay mujer que sin recato
quiere y besa a un perro lindo?
¿Pues por qué nos has de besar
un gato lleno de oro?
FENISA
Yo lo diera á quien adoro
CELIA
No digas, loca de atar...
FENISA
Quiero á don Juan, que me muero.
CELIA
Llama á tu gato «don Juan».
FENISA

 (Oyese gente.)  

¿Quién?
CELIA
Que llega el capitán...
FENISA
Esconde pronto el dinero...
 

(Asoma el capitán OSORIO, chafarote, galán y jugador, facundioso y perdonavidas. CELIA, llevando el bolso, se entra á prisa por la izquierda.)

 


Escena XV

 

FENISA, el capitán OSORIO.

 
OSORIO
Después que vives ya tan recogida,
Fenisa, que á tu puerta y tu ventana
apenas hay un hombre que resida
una hora de la tarde ó la manana.
Después que has dado en reducir tu vida
al estilo y manera «valenciana»,
no admites juego ni conversa quieres
¡Qué bien medran con esto las mujeres
Yo ser solía tu galán de esquina,
el bravo de tu puerta y el matante,
el que echaba los hombres en cecina
y de tu encantamiento era el gigante.
Ya duermes, como tímida gallina,
debajo de las alas de tu amante,
y antes que el sol acabe su carrera
no hay una mosca de tu puerta á fuera.
Estás enamorada, que parece
cosa imposible en condición tan loca...
¿Qué luto es este y qué desdén ofrece
tu vista y el perjeño de tu boca?
¿Es don Juan por ventura el que merece
volver en agua tu cristal de roca?
Dáme parte de todo como amigo,
que bien sabes que siempre estoy contigo...
FENISA
Siempre al favor de tu española espada
en Sicilia viví, gallardo Osorio;
siempre, con libertad ó enamorada,
has presidido en este consistorio.
OSORIO
Mira que traigo aquí una camarada,
no para alfeñicarse en lo ilusorio,
sino para provecho de tu casa
FENISA
Lleguen todos, si nadie se propasa
OSORIO
Albricias, camaradas... ¡ya hay licencia!...
 

(Entran por la derecha TRIVIÑO, CAMPUZANO y OROZCO.)

 


Escena XVII

 

Dichos, TRIVIÑO, CAMPUZANO y OROZCO

 
CAMPUZANO

 (A FENISA.) 

Beso á vuestra merced las manos.
TRIVIÑO
Todos
nos remitimos hoy á su elocuencia.
FENISA
(¿Españoles? ¡Haránse de los godos!)
OROZCO
¿Hay sillas?
FENISA
¡Celia!
CAMPUZANO
Gente es de conciencia.


Escena XVIII

 

Dichos y CELIA.

 
FENISA

 (A CELIA.) 

¿Guardaste aquello?
CELIA
(Está cuarenta codos
debajo de la tierra).
FENISA
(Bien has hecho.)
CELIA
(¿Qué chusma es esta?) (¿Es gente de provecho?)
FENISA
(Soldados españoles, plumas, galas,
palabras, remoquetes, bernardinas,
arrogancias, fachendas y obras malas.)
TRIVIÑO

 (A OROZCO, por CELIA.) 

Siempre me agradan estas francisquinas.
OROZCO
¡Que siempre en agua de fregar resbalas!
TRIVIÑO
Vos, sois poeta... ¡Allá cosas divinas!
OROZCO
No sé, á fé de soldado, de esta seta...
Verdad es que en España fui poeta.
CAMPUZANO
¿Y órades vos de aquellos impecables
cuyos versos destila en alambique
la culta mesa?
OROZCO
Fui de los palpables;
imitador de Laso y de Manrique.
OSORIO
Juguemos.
TRIVIÑO
Vengan dados...
OSORIO

 (A FENISA.)  

Como entables
juego en tu casa y esta grey se pique,
habrá día que valga cien ducados
y aún doscientos es poco.
CAMPUZANO
Traigan dados.
 

(Traen dos escuderos una mesa, meten los dados en un cubilete y pónense á jugar. Aparece TRISTÁN por la derecha. FENISA y CELIA, al verlo, cuchichean.)

 


Escena XIX

 

Dichos y TRISTÁN

 
TRISTÁN

 (Al ver los soldados,) 

(¿No lo dije?) Ya se están
empleando los ducados.
¡Tirando están á los dados
con tus escudos, Tristán!)
CELIA

 (A TRISTÁN.)  

¿Qué nos traeis?
TRISTÁN
Ya no queda
que traer, pues cuanto había
se trujo; ¡y por vida mía
que se reparte por rueda!
 

 (FENISA habla aparte con OSORIO, mostrándole a TRISTÁN.) 

CELIA
Amigos son de la casa
que juegan honestamente
lo suyo... Y á más es gente
que al gasto no pone tasa.
¿Qué os trae por acá?
TRIVIÑO
El envite
de esta gente pendenciera
tiene á mi señor á fuera
esperando su convite.
CELIA
¿Su convite decís? ¿Cuál?
TRIVIÑO
¿Que cuál? ¡El de tu señora
á mi señor!
CELIA
¿Pues ya es hora?
TRIVIÑO
¿Si es hora? ¡Cuerpo de tal!
CAMPUZANO

 (Jugando.) 

Más á trece.
TRIVIÑO

 (Jugando.) 

Más por mí.
CAMPUZANO

 (Gritando.) 

¿Aquesto es más?
TRIVIÑO

 (Gritando.) 

¡Topo y tengo!
TRISTÁN
(En mal hora y sazón vengo,
que estoy por demás aquí.)
OSORIO

 (A TRISTÁN.) 

Señor hidalgo... ¿Jugáis?
TRISTÁN
No, que á otra cosa he venido...
OSORIO
¡Agora habéisme ofendido!...
Aquesto es que sospecháis
que son dados apañados...
TRISTÁN
¡No sospecho...!
OSORIO

 (Echando mano á la espada.) 

¡Vive Dios
que hemos de jugar los dos
la vida, si nó los dados!...
CELIA
¿Cómo venís á mover
guerra al capitán?
FENISA
¿Qué ha sido?
OSORIO
Insultos me ha dirigido...
¡Cuerpo de tal! ¡Lo he de hacer
tajadas! ¡Ira de Dios!
FENISA

 (A OSORIO.) 

Ved que os lo pide Fenisa...

 (A TRISTÁN.) 

¡Escápate más que aprisa!

 (TRISTÁN escapa.) 

OSORIO

 (Trás él.) 

¡Voto va!...

 (Envaina la espada.) 

á no ser por vos,
Fenisa, tajadas es,
que ya conocéis mi brazo.
(Después que cayó en el lazo,
los otros.)
FENISA
Comamos, pues,
en albricias, capitán.
OSORIO
A estos huéspedes honremos.
¡Alto en los dados!
TRISTÁN
Dejemos
dados.
CAMPUZANO
Dejados están.
OSORIO
¿Qué hay, pues, de comer?
CELIA
No falta.
OSORIO
¡Escuderos!
CELIA
Aquí hay dos.
FENISA
Celia, disponedlo vos.
OSORIO
Vayan Robledo y Peralta,
y traigan cuatro capones,
seis perdices, tres conejos...
TRIVIÑO
¿Y el vino?
OSORIO
Cuatro pellejos.
CAMPUZANO
¿Y fruta?
OSORIO
Uvas y melones.
FENISA

 (A CELIA.) 

Echa una pastilla aquí.
OSORIO

 (A los soldados.) 

¿No habéis visto la limpieza
de Fenisa?
OROZCO
De esta pieza
ya lo demás presumí.
CAMPUZANO
Venid y veréis qué aseo
en suelos, estrado y cama.
TRIVIÑO
No más miro, que es gran dama.
OROZCO

 (A OSORIO.) 

Días ha que la deseo.
¡Habladla!
OSORIO
(Tened paciencia,
que de ello me encargo yo.)
 

(Sale con los soldados por la izquierda.)

 
CELIA

 (Riéndose.) 

¿Y Lucindo?
FENISA

 (Riéndose.) 

¡Se quedó
á la luna de Valencia!


Escena XX

 

FENISA y CELIA

 
CELIA
¿Dará parte al tribunal?
FENISA
¿De qué, si no hay documento?
CELIA
¡Hará á lo menos intento
de venir!
FENISA
Será en su mal
y daño, que pues no tiene
ni documento ni prenda,
no habrá quien favor le venda.
Cuando Fenisa previene
un golpe de estos, jamás
hay de qué sobresaltarse.
CELIA
Más conviene prepararse
por si vuelve.
FENISA
Quedarás
aquí, alerta, mientras yo
recuento nuestro tesoro.

 (Sube por la escalera.) 

¡Tres mil ducados en oro!
CELIA

 (Burlona.) 

¡Don Juan, que se te borró
nuevamente!
FENISA

 (Saliendo á la galería.) 

En tal instante
dentro el corazón saltaba,
que cuando el oro mentaba
iba don Juan por delante.
¿Te prometió que vendría?
CELIA
Lo prometió con tal fuego
que tuve que escapar luego
por no ver cómo se ardía
FENISA

 (Desde la baranda.) 

Al tocador voy un rato;
entretenme tú á esa tropa...
Que el gato es como la estopa,
y voy á esconder el «gato»...


Escena XXI

 

CELIA, LUCINDO y TRISTÁN

 
LUCINDO

 (Furioso, dentro.) 

¡O entras, ó te hundo la daga
en el pecho!
TRISTÁN

 (Furioso, dentro.) 

Mas, señor,
¿qué culpa tengo en rigor?
¿Qué queréis que yo lo haga?
Si está lleno de soldados
y matones...
LUCINDO

 (Dentro.) 

¡Entra ó mueres!
TRISTÁN

 (Asomándose resuelto.) 

Pues qué, ¿mi muerte prefieres?

 (Con los ojos cerrados.) 

¡No me matéis, desalmados!

 (Como ante un peligro de muerte.) 

¡No!  (Abriendo los ojos.) ¡No están! ¡No están!

 (Avisando.) 

¡No están!
LUCINDO
Vil eres, que me has mentido.
TRISTÁN
Cierto, señor, que se han ido...
CELIA
¿Qué buscan y á dónde van?
LUCINDO
Celia ó infierno, ¿qué es esto
que conmigo hace tu ama?
CELIA
¿Y viene á ver una dama
gritando tan descompuesto?
¡Jesús! ¿Infierno soy yo?
LUCINDO
¡Llama, Celia, á tu señora
que el recelo siento agora
que otras veces me engañó!
CELIA
Está comiendo y será
mal el pasalle recado.
LUCINDO

 (Furioso.) 

¿Pues no era yo el convidado?
No más burlas ¡voto va!
 

(Sale FENISA, en peinador, como de quien se está haciendo el tocado, y asómase á la galería.)

 


Escena XXIII

 

Dichos, FENISA

 
FENISA

 (A CELIA, desde la baranda.) 

¿Con quién hablas? ¿Qué es aquesto?
LUCINDO

 (Encantado al verla.) 

(¡Qué hermosa!) Soy yo.
FENISA
¿Quién es?
LUCINDO
Lucindo, ¿pues no me ves,
ó me olvidaste tan presto?
¿No me reconoces ya,
ó tienes vista tan corta?
FENISA
Cólera y gritos reporta
y ven esta noche acá.
Que agora ni es ocasión
ni discreto, ni prudente,
ya que está llena de gente
la casa, por la razón
que conoces. Te pedí
el dinero que ya sabes
para aquellas cosas graves,
y aunque dijiste que sí,
como lo estoy esperando
me valgo de lo que puedo.

 (Se entra y hace señas á CELIA.) 

TRISTÁN
(Agora sudo de miedo.)
LUCINDO
¿Qué dices, que estoy temblando?
Tristán, ¿pues no lo trajiste?
TRISTÁN
¿Cómo no lo he de traer?
¡Si es que esta mala mujer!...
LUCINDO
¿Pero tú á quién se lo diste?
TRISTÁN
A ella mesma y en sus manos,
¡que á poco no me desgarra
al ir á echarle la garra!
LUCINDO
Mas, ¿qué es esto? ¿Qué villanos
procederes eslabona
esta hermosura de lobo?
TRISTÁN
No más que el del robo...
LUCINDO
¡El robo!
TRISTÁN

 (Gritando.) 

¡Ladrona!
LUCINDO
Sí, tal. ¡Ladrona!
 

(Guiados de CELIA, asoman por la izquierda, desnudas las espadas y amenazadores, OSORIO, TRIVIÑO, CAMPUZANO, OROZCO y escuderos. TRISTÁN, al verlos, queda mudo de terror. LUCINDO, aunque con más entereza, se sobrecoge también.)

 


Escena XXIV

 

Dichos: CELIA, OSORIO, TRIVIÑO, OROZCO y CAMPUZANO, por izquierda. Luego, FENISA á la baranda.

 
OSORIO
¿Quién abona al mal nacido
que estando aquí honrada gente
grita temerariamente?
CELIA

 (Por TRISTÁN.) 

Él ha sido.
TRISTÁN

 (Aterrado.) 

¡Yo no he sido!
OSORIO
¿Pues quién de los dos?
LUCINDO

 (Timidamente.) 

¡Yo fuí!
OSORIO
¡Pues vais á otro mundo vos!
FENISA

 (Corre despavorida á la baranda.) 

¡Por Dios, capitán! ¡Por Dios!
Por Dios os ruego y por mí!...
OSORIO

 (A FENISA.) 

Ya por dos veces, Fenisa,
a vuestra voz y mirada
quedó suspensa mi espada...

 (A TRISTÁN y LUCINDO.) 

¡Cuerpo de tal! ¡Más aprisa
despejad de aquí!
TRISTÁN

 (A LUCINDO.) 

(¿Estáis viendo
como es cierta la encerrona?)
LUCINDO
(¡Ya me pagarás, ladrona!)

 (Salen cabizbajos.) 

OSORIO
A tí, Fenisa, encomiendo
que luego que estés dispuesta,
hermoseada y pulida,
que desciendas, por tu vida,
á presidir nuestra fiesta.
Tu guante en el cerco arroja
de reina aquí proclamada
para reñir la cruzada
el bravo que lo recoja.
FENISA
El guante os va del honor,
según es vuestro deseo
Comience, pues, el torneo
y acójalo el vencedor.
 

(FENISA arroja el guante; los rufianes forman «cruzada» y riñen.)

 




 
 
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